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Las injusticias de la vida

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La vida solo es injusta cuando, evitándonos el sufrimiento,  no nos deja crecer.

“Qué injusta es la vida” es quizá la frase más popular en boca de miles de personas todos los días. De alguna manera, el tema de la justicia está presente siempre: en alguna tía que comenta que la vida ha sido injusta con ella, en  un vecino que dice que en el trabajo han cometido con él alguna injusticia, en el juzgado alguien reclama que se haga justicia con el abusador…

El punto clave es: ¿Con qué cordel medimos nuestras vivencias y las ajenas como para decir que la vida es injusta? La vida no acordó ningún trato, contrato o acto jurídico con nosotros para reclamarle justicia.

¿Sabes? La vida es como ese juego llamado “La búsqueda del tesoro”. En forma permanente nos ofrece pistas para indicarnos qué camino debemos seguir, pero a veces nos aferramos a tomar atajos que nos llevan al acantilado, y por experiencia propia puedo decir que la vida está llena de adversidades. El dolor se mete en cuanto rincón del alma puede, y el sufrimiento –de vez en cuando– se hace el distraído y se olvida de que es un huésped que no ha sido invitado. Pero aun así, la vida tiene sentido y es inmensamente bella.

La belleza muchas veces se desdibuja, ¡es cierto!, pero no significa que no siga allí, aferrada a la vida.

Te comparto algunos principios que me han sido útiles frente a la idea de la injusticia:

1. El poder del asombro.

Cuando dejas de preguntarte una y otra vez: “¿Por qué a mí?” y empiezas a decirte “¿Para qué me pasa esto?”, o “¿Qué hago ahora con este dolor, pérdida, sufrimiento, pesar o angustia?”, comienzas a descubrir el poder del asombro. El asombro es la habilidad para reconocer lo que eres capaz de hacer en medio de la adversidad. Es ese camino de fe que eliges seguir y te conduce a la luz, no a la oscuridad de la lamentación.

Vives el poder del asombro cuando tu hijo pequeño, que no entiende de economía y desempleo, te pide un disfraz para el colegio y pese a tu situación, tomas cartulinas, tijeras, telas, pegamento y te quedas toda la noche sin dormir para que él lleve el mejor disfraz que puedas darle. Sientes este poder cuando en vez de paralizarte porque tienes pocos alimentos en casa, tomas un poco de esto y otro poco de aquello, y presentas a la mesa un almuerzo espectacular hecho con restos que en otros tiempos hubieras desperdiciado.

Tal vez no tenías idea de que eres una mujer poderosa, pero tu súper poder se llama asombro. Para que este poder no se agote, cada vez que sientas que estás a punto de pronunciar la palabra injusticia, recuerda: dentro de ti está la solución.

2. ¡Salta!

León Joseph Suenens relató: “Una noche estalló un incendio en una casa. Mientras ascendían las lenguas de fuego, padres e hijos se lanzaron fuera y presenciaron horrorizados el espectáculo dantesco. De pronto se percataron de que faltaba el más pequeño, un niño de cinco años que aterrorizado por el humo y las llamas, se había refugiado en el piso superior. Todos se miraron. No había la menor posibilidad de ingresar en la casa que estaba transformada en un horno al rojo vivo. Por una ventana abierta se escuchaba al pequeño que pedía ayuda. Su padre le gritó: ‘¡Salta!’. El niño no veía más que humo y llamas, pero oyó la voz del padre y contestó: ‘¡Papá, no te veo!’. El padre respondió: ‘Yo sí te veo y con eso basta. ¡Salta!’. El niño saltó y fue a parar sano y salvo a los brazos de su padre”.

Cuando en medio del dolor no ves nada por el humo de la desesperanza, ¡salta!  Las llamas del sufrimiento y de la tristeza pueden rodearte, pero salta a los brazos de la fe. Ahí está Dios que te ve y se manifiesta a través de una mano amiga que te ampara y de tu hijo que te sonríe con su carita sucia de chocolate. Dios te está viendo, con eso basta.

3. Dolores de parto, dolores de crecimiento.

Los niños suelen quejarse de leves dolores en los miembros que los médicos llaman ‘dolores de crecimiento’, pues cuando los músculos y tendones comienzan a desarrollarse generan pequeñas molestias.

En el parto, el útero experimenta diversas contracciones que producen un nivel de dolor importante.

Cuando la vida se torna difícil y por ello la consideras injusta, piensa que te está dando la oportunidad de renovarte y crecer hasta alcanzar un estado mejor: “El dolor es el precio que pagamos por estar vivos. Cuando lo comprendamos, nuestra pregunta ya no será: ¿por qué tenemos que sentir dolor?, sino: ¿qué hacemos con nuestro dolor para que se convierta en un sufrimiento significativo y no sea sin sentido y vacío? ¿Cómo podemos convertir todas las experiencias dolorosas de nuestra vida en dolores de parto o en dolores de crecimiento?”  Harold S. Kushner.

Eres tú quien comete la injusticia contra ti mismo, cuando le pides a la vida que te libre de todo aquello que te hace crecer y te enriquece espiritualmente.

Ante las ‘injusticias’ de la vida: asómbrate, salta y crece.

¡La vida te espera!

Marta Martínez

El tapeo

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El título podría hacer alusión al zapateo del baile estadounidense llamado Tap o al cajón de tapeo hecho de tablas ensambladas para sustituir a la tarima de baile de Oaxaca y Guerrero.

Pero el tapeo –en este caso– se refiere al consumo itinerante por diversos bares (‘ir de tapas’), que es tradicional en España, en donde una tapa es un aperitivo que se sirve para acompañar una bebida (alcohólica o no).

Hay muchas versiones sobre el origen de la tapa. Una de las más conocidas argumenta que por una enfermedad, Alfonso X el Sabio, debía tomar vino y para evitar su efecto, acompañaba la bebida con pequeños bocados. Se cuenta que al restablecerse, el Rey dispuso que en los mesones no se sirviera vino sin una ración de comida para tapar los efectos del alcohol.

Otra leyenda señala que durante el reinado de los Reyes Católicos y debido al aumento de incidentes al salir de las tabernas, se obligó a los taberneros a servir la copa de vino o jarra de cerveza con una tapa, ya fuera jamón, queso o lo que se tuviera a mano. Los clientes debían acabar primero la comida para poder ‘quitar la tapa’ y beber.

Un tercer cuento popular explica que el sobrenombre tapa surgió cuando los Reyes Católicos, yendo a Cádiz, pararon en una taberna en la que había un sinnúmero de moscas debido al calor. Fernando II de Aragón pidió que con una loncha de embutido taparan su vaso de vino, convirtiéndose en una costumbre en las tabernas españolas.

También se dice que en la segunda mitad del siglo XVI se usaba en España el término tapa como castellanización directa del francés étape (etapa), para referir el aprovisionamiento de soldados en un traslado de más de un día. La tapa era el lugar en que los soldados se aprovisionaban, y tapear era la acción de aprovisionar.

Una versión más simple cuenta que las tapas nacieron para que los labriegos ingirieran un alimento moderado que les permitiera llegar al mediodía con fuerzas para seguir trabajando.

Otros hablan de que se servían aceitunas, anchoas, sardinas y otros encurtidos como acompañamiento de la bebida, y se ofrecían sobre las tapas de madera que cubrían sus recipientes.

Algunos más sostienen que la tapa nació por la escasez durante la guerra civil española.

Finalmente, está la idea de que los bares empezaron a servir tapas como cortesía a fin de que su punto de sal incitara al consumo.

Lo cierto es que las tapas han cruzado muchas fronteras y se sirven en distintos países en gran variedad, uniendo el placer de comer con el de socializar.

Hay quienes gustan las tapas frías como aceitunas, patatas fritas o frutos secos. Otros las prefieren calientes, como croquetas, calamares a la romana, tortilla española, pimientos rellenos… A veces se sirven con pan y otras en cazuela de barro.

Hay bares que ofrecen especialidades de tapas, conformando lo que se denomina ‘cocina en miniatura’. No obstante, el concepto de tapa ha sido llevado a la alta cocina por Ferran Adrià, que las emplea como entradas.

Sea como sea, el tapeo es una tradición que se disfruta y se agradece.

Montse Bellot

Ordena tu casa, ordena tu vida

Es momento de hacer orden para dar espacio a nuevas cosas.

Una querida amiga vivía en un lindo departamento con una vista extraordinaria, iluminado y muy acogedor, hasta que llegó el día en que se sintió demasiado apretada, saturada, llena… Le faltaba espacio, de acuerdo con las necesidades y el estilo de vida que cambiaron con la llegada de su segundo hijo. Su solución fue cambiarse de casa. No obstante, muy grande fue su sorpresa cuando terminó de mudarse, ya que, a pesar de que tenía más espacio en la sala y el comedor, un jardín bellísimo y un garaje amplio, nos comentó: “En mi nueva casa cupo exactamente lo mismo que había en el departamento… Me sigue faltando espacio, ¿lo pueden creer?”

¡Cuántas personas nos identificamos con esta historia!: “¿Será que mi casa, mi clóset mi bodega, mi garaje… son demasiado pequeños?” ¿Acaso no sería mejor plantearlo de otra manera, ver de otra forma los espacios y la vida misma? ¿Pequeños o llenos? “Mi casa, mi clóset, mi bodega, mi garaje… están demasiado llenos.”

No importa el tamaño de la casa, sino la sorprendente capacidad que tenemos para guardar y acumular. La solución consiste en organizar los espacios, empezando por sacar todo aquello que no utilizamos: RECICLAR.

¿Para qué almacenamos y atesoramos objetos?

¿Será que están relacionados con apegos, apegos al pasado? Valoramos mucho ciertas cosas, por eso decidimos atesorarlas durante tanto tiempo (días, meses, años y hasta décadas, ¿cierto?). A veces también las guardamos para una ocasión especial o por si las llegamos a necesitar, pero hasta se nos olvida que las tenemos.

Los objetos que no usas merecen una segunda oportunidad.

Seguramente pueden resultar de gran utilidad para otros. ¡Déjalos ir! Al aprender a desprenderte de ellos, ya sea reciclando, donando o vendiendo, estarás adquiriendo un estilo de vida más consciente y ecológico. “Si sacas cosas de tu casa, dejas lugar para que entren nuevas cosas en tu vida”. Comienza a ESTRENAR.

Es momento de empezar a ordenar, de dejar de posponer, para dar espacio a nuevas cosas en tu vida, para ti, para tus hijos, para tu familia y para otros. Lo importante es cómo organizarte y para qué organizarte. Las palabras clave son: ORDENAR y CLASIFICAR.

PASO UNO: Definir el área que quieres organizar (clóset, cocina, garaje…), empezar y terminar con un área antes de iniciar con otra.

PASO DOS: Dividir los objetos en dos grupos: lo que aún te sirve (ORDENAR) y lo que ya no te sirve (CLASIFICAR). Luego clasifica estos últimos: los que están en buen estado (para REUTILIZAR, vender o donar), y los que están en mal estado (para tirar a la basura).

PASO TRES: Llevar las cosas en buen estado a los lugares donde puedan ser vendidas y/o donadas.

Valor VINTAGE

El orden en tu casa es un reflejo de tu persona, de tu mente y de tu vida. Observa a alguna persona que admires mucho… Casi puedo asegurarte que se tratará de una persona con gran orden y disciplina. ¿Crees que es coincidencia?

Si dominas el arte de ORDENAR, ORGANIZAR y CLASIFICAR, te vas a sentir increíble, más ligero. Lo mejor es que al hacerlo, es muy probable que también estés ordenando tus ideas y tu vida. Tu entorno es un reflejo de tu interior.

Al tirar lo que ya no sirve, organizar y construir espacios libres, estarás transformando tu casa. Y al darle valor a las cosas que en verdad lo tienen, podrás conservar aquellos objetos a los que el tiempo les da un valor VINTAGE que actualmente está tan de moda.

Cada lugar, cada espacio, cada rincón de tu casa habla de ti, de quién eres, de quién serás en un año, en tres o en cinco. Empieza a escribir tu historia en vez de seguir guardando, acumulando y haciendo desorden (clutter). Tú tienes la llave para cambiar las cosas, para hacer la diferencia.

Mucho éxito en 2015.

Gloria Hauff

Clutter Coaching

Vintage Home ahora en Interlomas

Elvis Presley

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UNA VIDA CONTRADICTORIA

Se cumplen ochenta años del nacimiento del “Rey del rock”, Elvis Presley (1935-1977).

Desde que grabó su sencillo It’s all right tuvo una carrera meteórica de éxito en éxito, con populares melodías como Hotel rompecorazones,

El rock de la cárcel, No seas cruel, Perro callejero, Ámame tiernamente, Ahora o nunca, Zapatos de ante azul y otras canciones de los grandes compositores del rock and roll, como: Chuck Berry, Fats Domino, Little Richard, Carl Perkins, Bill Halley, Roy Orbison… Pero también supo incursionar con acierto en otros ritmos de su época: country music, blues, baladas románticas, rythm and blues, gospel, pop…

Elvis tenía una potente y vigorosa voz capaz de dar notas muy agudas y –con soltura– descender a tonos bajos, al punto que decían que era el blanco que cantaba como negro. Pero además, acompañado de su guitarra, se contorsionaba, gritaba, sacudía violentamente su cuerpo y su cabeza, saltaba y caía de rodillas, y con tanto movimiento se despeinaba. Tenía un estilo original, espontáneo y salvaje que gustó a la juventud norteamericana. Era todo un showman que contagiaba su entusiasmo por cantar y encarnar el nuevo ritmo del rock and roll.

Cuando el cineasta y pintor vanguardista Andy Warhol, iniciador del “Pop Art”, expuso como obra pictórica una lata de sopa Campbell’s con la fotografía de Elvis, estaba transmitiendo una idea importante: Elvis pertenecía ya a la cultura de su país y del mundo occidental, era un ícono de los años cincuenta como lo fueron James Dean y Marilyn Monroe.

Después de brindar numerosos conciertos en Estados Unidos, súbitamente su carrera fue interrumpida cuando en 1958 fue requerido para prestar su servicio militar. Y fue entonces cuando ocurrió un hecho traumatizante en su vida: el inesperado fallecimiento de su madre, de quien era codependiente; suceso del que nunca pudo recuperarse.

Tras varios fracasos musicales y los desacertados consejos de su director artístico, el Coronel Parker, se retiró del mundo de la música por siete años e incursionó en el cine. Pero en 1968, ya con un nuevo asesor, se volvió a lanzar al estrellato como cantante y varias de sus canciones ocuparon de nuevo los primeros lugares de popularidad. Tuvo sonados éxitos como In the ghetto, Tú estarás por siempre en mi mente y Mentes suspicaces, entre otras, y comprobó que seguía siendo el ídolo de las multitudes. En muchas ciudades se habían formado distintos “Clubes de Elvis” y lo seguían por todas partes.

Pero para saber un poco más de este ícono, es interesante lo que narró el “Rey de la Música Country”, Johnny Cash, después de tratarlo durante meses en agotadoras presentaciones en los auditorios de numerosas ciudades de la Unión Americana. Decía que Elvis era un obseso sexual que podía pasarse horas relatando detalladamente sus aventuras amorosas, al punto que resultaba desagradable tratarlo.

Elvis se casó con Priscilla Beaulieu en 1967, pero tan solo seis años después se divorciaron debido a las continuas infidelidades de él (lo cual concuerda con lo dicho por Johnny Cash); hecho seguido de una larga y efímera cadena de amoríos.

Al ver sus videos con la pareja en turno, llama la atención que esas chicas solo eran una especie de “hermoso adorno” alrededor de él, que lo acompañaban para que se luciera más. Tenía una marcada tendencia al egocentrismo y a estarse autocontemplando casi todo el día. Era como un niño caprichoso en cuanto a la comida, su ropa y su forma extraña de vivir. Todo se reducía a aparentar lo que no era, mostrando al público una permanente sonrisa con su extraordinaria dentadura blanca, pero detrás de esa máscara solo había vacuidad.

En 1960 –siete años antes de casarse– había comenzado a consumir anfetaminas, aumentando la cantidad paulatinamente, hasta morir de sobredosis en 1977, con escasos 42 años. Un familiar de Elvis comentó que en sus últimos años permanecía encerrado en su habitación, practicando el espiritismo con obsesiones paranoicas.

 ¿Qué conclusión podemos obtener de este ícono tan admirado?

Elvis lo tenía todo para ser feliz: talento, atributos físicos, reconocimiento a nivel internacional, multitud de admiradores de todas las edades y dinero, pero siempre arrastró su inmadurez emocional porque nunca superó la adolescencia. Su codependencia materna, la ausencia de valores, la búsqueda insaciable del placer por el placer, las drogas y su desordenada conducta sexual, le produjeron vacío y amargura. Estaba harto de sí mismo y cavó su tumba.

No cabe duda de que nadie lo ha superado en su espectacular interpretación del rock and roll, pero lamentablemente perdió la brújula. Nunca supo dar un sentido profundo a su existencia para madurar como persona, salir de la peligrosa órbita del ‘yo’ y formar una familia unida y estable, interesarse auténticamente por el cuidado y la educación de la hija que tuvo con Priscilla y servir a los demás con generosidad. Esta es la lección inolvidable que nos deja la paradójica biografía del “Rey del rock”.

¿Cuál es para ti la mejor canción de Elvis Presley? «Mystery Train», «That’s Alright, Mama», «Hound Dog», «Don’t Be Cruel», «Suspicious Minds», «Burning Love», otra…

Raúl Espinoza Aguilera

Blog: www.respinozaguilera.blogspot.com

Charlie y la fábrica de ofensas

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¿Escribir o no sobre lo ocurrido a Charlie Hebdo? Naturalmente que sí. ¡Cómo no manifestar una opinión personal! Como la tendrá seguramente cualquier medio o persona, máxime quien haya experimentado algún tipo de presión por publicar u opinar sobre cualquier tema.
No obstante,… no somos Charlie.

No somos Charlie porque aunque creemos a pies juntillas que la libertad tiene un enorme valor, también lo tiene el derecho a las propias creencias. ¿Cómo entroncar la convivencia de libertades? Sin duda alguna, con el respeto.

En nombre de la libertad de expresión, algunos pueden llegar a los excesos, Charlie es un ejemplo. No obstante, es preferible vivir en un mundo donde exista la libertad aunque algunos abusen de ella, que vivir amordazados.

A raíz del atentado contra Charlie Hebdo, el Papa Francisco parafraseó a Benedicto XVI, recordando sus palabras sobre la metafísica post positivista que llevaba a creer que las religiones o las expresiones religiosas son una suerte de subculturas, que no son parte de la cultura ilustrada, y lamentó que haya mucha gente que juguetea con las religiones de otros: «Cada religión tiene una dignidad». Afirmó que debe haber un límite a la libertad de expresión y ese límite es la prudencia, una virtud de coexistencia mutua: “La libertad de expresión debe tomar en cuenta la realidad humana, y por esta razón uno debe ser prudente(…)».

Es la propia conciencia moral o ética la que, basada en la formación y el respeto mutuo y colectivo, provea de una libre autocensura cargada de responsabilidad. Me refiero tanto a la conciencia de quien dirige o se expresa en un medio, como a la del público. Así como no existiría el narcotráfico si no hubiera consumidores de drogas (lo cual habla de corresponsabilidad), tampoco lograrían subsistir los medios de comunicación cuyos contenidos no fueran del gusto del público.

Entonces, en vez de perder el tiempo debatiendo si la ley debe acotar o no la libertad de expresión del ciudadano, somos los ciudadanos quienes debemos decidir qué consumir y qué no. De esta manera, el límite es fijado de manera natural tanto por el emisor como por el receptor de un mensaje y no por terceros. Oferta y demanda. El límite a la libertad de expresión no debe ser impuesto, a menos que se trate de mensajes que inciten de forma directa a la violencia o pongan en riesgo la seguridad e integridad de terceros. También es válido limitar en forma expresa aquellos contenidos dirigidos a quienes no tienen la capacidad de reflexionar y decidir de manera conscien-
te lo que les conviene consumir, como los menores de edad.

En aras de defender la libertad religiosa o cualquier otra libertad, no se puede anular la libertad de expresión. No es posible sostener una conversación seria sobre la libertad si el debate se centra en no ofendernos unos a otros. El punto es que, sin importar qué tan progresistas nos sintamos, siempre habrá expresiones que nos puedan ofender. Una persona puede ser inmune a las ofensas si no ama nada, no cree en nada, no es leal a nada, no está comprometido con nada, no tiene mamá… Todos somos susceptibles de sentirnos ofendidos en cierta medida, es cuestión de encontrar el punto débil de cada uno. Eso no puede ser la medida de la libertad. La civilización demanda que ante una ofensa, el individuo reaccione con fortaleza y firmeza, mas no con violencia.

Pertrechados en la libertad de expresión, los dibujantes de Charlie Hebdo se burlaron de lo que para muchos es sagrado… Los terroristas clamaron que al asesinar a los caricaturistas blasfemos estaban vengando el honor de Alá… La sociedad mostró su repudio a tan abominable crimen justificando la blasfemia y enalteciendo como héroes a quienes lucraban con ella…

Ante tanta confusión, me quedo con las palabras de Miguel Vidal (periodista, humanista y vocero de maslibres.org): “Charlie Hebdo me repugna. Y la supuesta religión que dicen profesar quienes han cometido el atentado me repugna. Pero ni la repugnancia que me produce esa publicación justifica el crimen, ni la justificación religiosa del atentado exime a sus autores de ser considerados miembros de una secta criminal.”

Si el sentido del humor es una característica de la inteligencia, imagino la cara de Dios, la Inteligencia Suprema, cuando vio tocando la puerta del cielo a los terroristas y a los caricaturistas aquel fatídico día del atentado… Al encontrarse ante el Creador, ¿qué le habrán dicho unos?: “Lo hicimos por ti”. ¿Y qué le habrán dicho los otros?: “Solo estábamos bromeando”. Se me ocurre dibujar una viñeta con esta escena, pero mi lápiz se ha escondido.

Elena Goicoechea

¿Qué le hiciste a tu cuerpo?

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yer por la mañana, volví a consulta con mi otorrino. Déjenme compartirles que es un precioso amigo del alma, desde hace cerca de 30 años. Además de ser GUAPÍSIMO, con permiso de la maravillosa mujer que tiene, es un médico sensacional. Fui a que me sopleteara el equipo otorrinolaringológico, porque ayer me sentía como Bob Esponja cuando lo están exprimiendo. La aureola se me deslizó hasta el nivel de los ojos y comenzó a encogerse con tal enjundia, que la cabeza me reventaba del dolor.

Cuando tocamos el tema de la fibromialgia, porque una de sus hermanas también la padece, le conté que me habían mandado una taza de agua de seltzer al despertar, todas las mañanas, antes de ingerir nada más. Abrió sus ojitos, arqueó las cejas y me dijo:

– ¿Estás loca?

– Pues… sí, eso ya lo sabemos, ¿lo agrava el agua de seltzer?

– No, no lo agrava. Simplemente me parece que no te va bien tomar eso todos los días. Cada zona del cuerpo tiene un PH especial que debe mantenerse así, el cuerpo es una máquina perfecta y con eso, rompes el balance de acidez y alcalinidad natural, amén de los cálculos que puedes comenzar a formar.

– Yo los cálculos, ni en la preparatoria…ah, mmm, no, espera…si me quitaron la vesícula hace como 10 años porque estaba llena de ellos…ok, son los únicos cálculos que sé hacer – respondí con una gran sonrisa.

Él no sonreía, estaba muy serio y me pidió que, saliendo de ahí, cruzara a la siguiente torre y buscara a una doctora, médico internista especialista en metabolismo, su funcionamiento y síndromes. Caray, pero de verdad que soy una consentida. Yo buscando alguien que me ayudara con el mío desde hace algunos días y que me llevan de la mano con ella. Me sigue sorprendiendo la magnificencia celestial con este tipo de situaciones y no puedo más que agradecer siete y setenta veces por esto.

Obediente como soy –sí, si soy obediente, solo hay que conocer la entonación adecuada para decir o pedir las cosas y yo seguiré instrucciones al pie de la letra. Si te equivocas… corre–, me crucé a la siguiente torre de consultorios.

Llegué al consultorio de la Dra. Álvarez y pregunté si podía recibirme. Me abrirían un espacio en ese momento, solo me pidieron que tuviera un poco de paciencia y así fue. Comenzamos –por enésima vez en estos últimos meses– con la historia clínica. Yo tengo una versión corta: anoté todo, con excepción de las ETS y VIH, porque son las únicas que no me constan. Soltó una carcajada y me dijo:

– Vamos por pasos, no te adelantes. Para comenzar, necesito los antecedentes clínicos de tus papás, tus abuelos paternos y maternos y tus hermanos.

Bueno…volví a pensar que la versión corta era completamente adecuada, pero guardé silencio y esperé a que comenzara el interrogatorio. Paciencia, paciencia. Necesito seguir ejercitándola.

– Antecedentes de cáncer, quiénes y de qué tipo.

– Abuelo materno, próstata. Abuela materna, páncreas. Abuelo paterno, hasta en el acta de nacimiento.

– Mmmm… ¿cuál fue el principal?

– No recuerdo, creo que fue de colon. También la hermana mayor de mi mamá, páncreas.

– ¿Antecedentes de problemas cardiacos, hipertensión, accidentes cardiovasculares cerebrales?

– Papá, infarto y accidente cardiovascular cerebral a los 44 años Mamá, infarto fulminante a los 54 años, Hermano, animalito consentido de Dios, infarto a los 42 años.

– ¿Enfermedades mentales?

– ¿Solo tengo que responder papás, abuelos, hermanos?

– Sí.

– Entonces no, no hay antecedentes. Ya libramos una.

– ¿Artritis reumatoide, enfermedades reumáticas, algún tipo de parálisis?

– No.

– ¿Hipotiroidismo, hipertiroidismo (y no sé cuántos ismos más)?

– No, creo que no.

– ¿Diabéticos, hipoglucémicos, hiperglucémicos…?

– Mi abuela materna, diabética; mi mamá hipoglucémica y los vivos nos ponemos de un humor negro cuando no comemos.

Y así continuó el interrogatorio durante algunos minutos más, con otra serie de preguntas que me sorprendieron porque jamás me las habían hecho en consultas de medicina alópata.

De ahí, pasamos al cuarto de la verdad: báscula, cinta métrica, toma de presión y así. A pesar de ser encantadoramente delicada, aplicó los conocimientos adquiridos en esa materia seriada que llevan todos en el ramo de la medicina: Apachurramiento I, Apachurramiento II, Apachurramiento III y así, hasta llegar al seminario de tesis… ooooooootra vez me estaban maltratando, pero, estoicamente, guardé silencio.

– ¿Te duele?

– Pues sí doctora, pero ni modo de que me ponga a llorar, usted sígale para que terminemos con la tortura lo antes posible.

– ¿Qué le hiciste a tu cuerpo?

POOOINGGGG ¿Cómo? ¿Qué le hice a mi cuerpo? Pffff. No podía hacerme mensa. No se trataba de anfetaminas o regímenes por demás absurdos. Tampoco soy afecta a los productos químicos y ni a la gama light. Pero sí debo reconocer que durante años enteros he sido poco disciplinada. Se me olvida comer porque no tengo sensación física de hambre, menos cuando estoy de vacaciones y cuando debo trabajar o cumplir con ciertas responsabilidades, se me va el tiempo. Sobre las horas de descanso… y también reconozco que dormí un promedio de cuatro horas al día durante casi más de siete años. No puedo quejarme, mi cuerpo pudo haber hecho una reclamación infinitamente más violenta.

Hipócrates decía: “Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”. Cuánta razón tenía. Hace once días, con una crisis de movilidad patética, comenzamos una parte del tratamiento enfocado solo en la alimentación. Me quitaron todos los lácteos, todas las harinas y todas las azúcares. Cuando desperté al quinto día de haber comenzado y por primera vez en mucho tiempo –en realidad no sé cuánto –, abrí los ojos sin dolor alguno:

– ¡En la torre! Ya me morí y no me di cuenta. –

Comencé a pasarme las manos por el cuerpo… y me di cuenta de que estaba viva y podía moverme, de que estaba reaccionando bien al tratamiento y las articulaciones comenzaban a funcionar de nueva cuenta. Yo, la rebelde, la de la deliciosa herencia del pan con mantequilla, sobre todo cuando se disfruta en familia y el producto es de Dos Pinos, tengo que reconocer que mi vida es más fácil y amable sin ello.

También debo agradecer infinitamente a Dios por el diseño y construcción de esta fabulosa y noble máquina que comienza a recuperarse de los excesos de 45 años, tan solo cinco días después.

No se necesitan grandes proezas ni sucesos extraordinarios para contemplar los milagros que acontecen cada día ante nuestros propios ojos. Esto, un pequeño, dulce y suave bebé, el canto de los pájaros, las lavandas floreciendo y un espectacular atardecer, entre tantas cosas que perdemos de vista, inmersos en el estrés y la rutina del día a día, son ejemplos claros de que vivimos rodeados de milagros y, aun así, nos quejamos.

La magnífica Audrey Hepburn decía: “Cualquier persona que no crea en los milagros, no es realista”.

Que la vida te dé lo que necesites y con visión 20/20. Que sea un día espectacular para cada uno de ustedes.

Gabriela Fernández Dada

El Tesoro Cotidiano

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M. Salud Conde Nieto

Hoy quiero hablarles de cine. O más bien, a través del cine hablarles de la vida.

A mí me gusta el cine, pero voy muy poco porque no me queda tiempo; pero, bueno, hablando de cine, una de las películas más premiadas de este tiempo es Boyhood, que en español se llama Momentos de una vida. De eso les quiero hablar, de Boyhood y de los momentos de una vida.

La película narra las diferentes etapas en la vida de un niño, luego adolescente y joven, y su familia, durante varios lustros; fue filmada a lo largo de doce años. Son momentos de la vida de Mason y de su recorrido vital familiar, de sus conflictos, crisis, fracasos, alegrías. Son –ciertamente- momentos de una vida. Pero ¿cuáles no lo son? Todos son momentos de una vida. En la vida de Mason y en la nuestra, la tuya y la mía, todos son momentos de una vida porque la vida está hecha de momentos.

La vida de Mason, por necesidades de la propia narración, se cuenta a través de instantes representativos de su desarrollo vital: crisis familiares, cambios de colegio, mudanzas, graduación, etc. Pero los momentos que no aparecen en escena son tanto o más importantes; aquellos que, llanamente, ocurren como causa o consecuencia de los otros en una interminable cadena. Son cosas de todos los días, como las que nos ocurren a todos a diario.

La lección es vivir a plenitud y dar a cada momento su importancia, darle su profunda ligereza. No hay nada más importante que cada momento, éste y el que sigue, hoy y mañana, en el colegio y fuera de él, los trascendentes y los que parecen pasar de puntillas. De ellos depende nuestra felicidad y nuestra vida; de cada uno de nuestros momentos que te invito a disfrutar como lo que son: un regalo de Dios.

“Un día comunica al otro el mensaje y una noche a otra declara sabiduría…”.

Salmos 19, 3.

EL FRAUDE DE KINSEY Y SUS CONSECUENCIAS PARA LA SOCIEDAD

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Los nuevos programas de “educación” sexual tienen sus raíces en experimentos científicos fraudulentos.

Durante el desarrollo de su sexualidad, los niños pasan a través de lo que se conoce como el período de “latencia”. Acontece antes de la adolescencia y se caracteriza por una falta de interés en los asuntos relacionados con
la sexualidad.

Este período es importante porque permite que los niños presten atención y aprendan fácilmente muchas materias útiles para ellos y que son propias de su edad.

Si en esta etapa se les da instrucción sexualmente explícita, el desarrollo normal sufre enormemente al desviar la curiosidad normal y sana que el niño, y más tarde el adolescente, siente hacia un tema tan importante como son los asuntos sexuales.

En las últimas décadas ha surgido una nueva ideología en nuestra sociedad que enseña que los niños tienen capacidad sexual desde que nacen, por lo que exponerlos a los temas sexuales a la más temprana edad es “normal” y “beneficioso”. El resultado de este tipo de razonamiento es que en muchos países se han implementado programas completos de “educación” sexual desde preescolar.

Es cierto que los humanos somos seres sexuados, no desde el nacimiento, sino desde la misma concepción. La sexualidad es una dimensión básica que caracteriza a la persona en su totalidad. En el sexo radican las características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, lo cual juega un papel muy importante en su evolución individual y en su integración en la sociedad.

Sin embargo, el tipo de “educación” sexual que se pretende inculcar a nuestros hijos es que los niños tienen “derecho” a tener relaciones sexuales, e inclusive, que estas relaciones, aun con adultos, son “beneficiosas” para ellos.

Los nuevos programas de “educación” sexual tienen sus raíces en experimentos científicos fraudulentos, así como en actividades inmorales y hasta crueles por parte de algunos investigadores. El primero fue Alfred C. Kinsey, seguido por sus colaboradores y colegas, Wardell B. Pomeroy, Clyde E. Martin y Paul Gebhard. Sus estudios moldearon las actitudes y creencias en lo que concierne a la sexualidad humana, y pasaron a formar parte de los actuales programas de “educación” sexual.

Hace 50 años Kinsey era un famoso experto en taxonomía. A pesar de que tenía un conocimiento mínimo de la sexualidad o de la psicología, consideraba las relaciones sexuales entre animales un “modelo” para el comportamiento sexual humano. Según el “Informe Kinsey sobre los Hombres” (publicado en 1948), “el llevar a cabo todo tipo de actividad sexual es liberarse del condicionamiento cultural que la sociedad impone, y que lleva a hacer distinciones entre lo que es normal o anormal, aceptable o inaceptable en nuestra sociedad”.

Kinsey no tomaba en cuenta que las normas morales sobre la sexualidad se fundan en la naturaleza humana, es decir, en aquello que conduce al ser humano a su verdadero bien, algo que una reflexión serena y objetiva puede descubrir. Por lo tanto, la moral en materia de sexualidad (como en cualquier otra dimensión de la vida humana), no es simplemente el producto de la vida social, sino que es una realidad inscrita en el ser mismo del hombre. Kinsey opinaba que todas las relaciones o formas de expresarse sexualmente son sanas, y que si una de ellas fuera anormal o inferior a las otras, esta sería la relación sexual entre personas de distintos sexos.

Al separar la sexualidad del amor y de la transmisión de la vida, terminó reduciéndola a una mera interacción física para obtener placer o “desahogar tensión”. Esta empobrecida visión de la sexualidad termina despersonalizando al propio ser humano, cuya felicidad radica en el amor.
Promoción de la pedofilia

De todos los conceptos desarrollados por Kinsey, el más preocupante es el que justifica las relaciones sexuales con niños (pedofilia). Opinaba que los niños están predispuestos a la actividad sexual desde el momento en que nacen, y que la actividad sexual entre menores y adultos está incluida en los “desahogos sexuales”. Según él, los resultados son desfavorables solo cuando las autoridades o los padres le hacen creer al niño que este comportamiento es incorrecto.

Esta ideología olvida la más elemental psicología, al no considerar que el niño y el adolescente necesitan madurar afectivamente antes de estar listos para entregarse a sí mismos total, responsable y amorosamente. Y que el desorden sexual lleva a la frustración y a problemas tales como las enfermedades de transmisión sexual, embarazos fuera del matrimonio, familias destruidas y niños traumatizados.

Las investigaciones de Kinsey fueron manipuladas para que los resultados pudieran reafirmar su ideología, aunque no tenían una verdadera base científica. ¿Qué lo motivó a actuar así? Según Paul Robinson, uno de sus biógrafos, Kinsey se dedicó en su trabajo a “socavar las normas tradicionales de la sexualidad”, quizás debido a su aversión hacia los principios judeo-cristianos en los cuales se basan.

Las investigaciones de Kinsey consistieron de dos partes principales: 1- Datos de las “historias sexuales” de cerca de 18,000 personas; 2- Experimentos sexuales realizados en cientos de niños de dos meses a casi 15 años de edad.

La información no solo fue manipulada, sino que los entrevistados en la primera parte de la “investigación” no representaban a la sociedad, porque fueron deliberadamente escogidos precisamente por presentar conductas consideradas depravadas. Un gran número eran criminales culpables de agresiones sexuales, pedófilos (que abusaban sexualmente de los niños) y exhibicionistas. Alrededor del 25% eran ex-reclusos o presidiarios, la mayoría de los cuales se inclinaba hacia los actos sexuales ilícitos. Kinsey y sus investigadores observaron y tomaron notas sobre varios “experimentos” filmados que mostraban diferentes tipos de comportamientos sexuales aberrantes.

Las investigaciones llevadas a cabo con niños consistieron en actos sexuales perpetrados por un grupo de nueve personas adultas. Algunas de ellas fueron “entrenadas” para “demostrar” que los niños pueden “disfrutar” del placer sexual igual que cualquier adulto. No existe documentación alguna sobre quiénes eran los niños o de dónde provinieron. A pesar de que los experimentos carecían de validez científica, los conceptos de Kinsey hicieron su aparición después en los cursos de “educación” sexual.

La Dra. Reisman, co-autora del libro “Kinsey, Sexo y Fraude”, recientemente pidió que el Congreso de los EE.UU. llevara a cabo una investigación acerca del Informe Kinsey, pues es hora de que la comunidad científica “reexamine el grupo de investigadores de Kinsey y lo denuncie como una fuente de fraudes y mentiras”.
Los amargos frutos de las “investigaciones” de Kinsey

Existen abundantes evidencias de la relación entre las ideas de Kinsey y los programas educativos que promueven ciertas organizaciones, como la Federación Internacional de Planificación de la Familia o IPPF, la cual cita a Kinsey y a su colega Wardell Pomeroy al enseñar que no existe un solo modelo de comportamiento sexual, sino muchos diferentes y todos son “aceptables”.

Otras organizaciones que adoptaron los conceptos de Kinsey son la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); su Centro Regional de Educación Superior para Latinoamérica y el Caribe (CRESALC); el Consejo de Información y Educación Sexual de los EE.UU. (SIECUS); y Paternidad Planificada (Planned Parenthood, la filial de la IPPF en los EE.UU), fundada por Margaret Sanger, quien declaró que “el lecho matrimonial es la influencia sexual más degradante… una institución decadente, un desarrollo reaccionario del instinto sexual”.

La Guía Didáctica de Educación en Población de la UNESCO para primer grado proclama que “el miedo y la vergüenza… y los tabúes y prejuicios ¿de qué sirven?”, para crear la falsa impresión de que todo tipo de control del apetito sexual es malo, especialmente si dicho control es promovido por instituciones religiosas. Lo cierto es que más que de miedo y vergüenza, se trata del pudor que la naturaleza ha puesto en los niños para protegerlos de forma natural contra el uso equivocado y prematuro de la sexualidad. Bajo la delicada y respetuosa guía de sus padres, el niño debe aprender a apreciar y a respetar su cuerpo sin caer en ninguno de los dos extremos: una vergüenza neurótica con respecto a su sexualidad, ni un concepto hedonista (es decir, solo para el placer).

La Guía de UNESCO para sexto grado afirma: “Las relaciones sexuales sirven también para demostrar amor, para obtener placer y divertirse un poco, para desafiar autoridades y principios…”; y en su Guía para séptimo, octavo y noveno grado, añade: “Adoptar patrones de comportamiento sexual sin reflexión… sin comparar diferentes puntos de vista, es renunciar a la capacidad de acción independiente que cada ser humano tiene.” Enseñan a los niños que la heterosexualidad no es sino una de las muchas opciones que tienen a su disposición y que puede ser abandonada fácilmente.

Los autores crean la falsa impresión de que el valor supremo es la independencia y que aceptar las normas morales sobre la sexualidad es actuar sin pensar. Lo cierto es que los seres humanos somos interdependientes, nos realizamos como personas en la convivencia humana, la independencia absoluta ni es buena ni realista para el ser humano.

Al madurar intelectualmente, los jóvenes tiene la oportunidad de reflexionar sobre las razones por las cuales se les han enseñado las normas morales sobre la sexualidad. De manera que no es actuar sin pensar, sino actuar con responsabilidad. Pero para estas organizaciones, ser “responsable” equivale solo a utilizar anticonceptivos, especialmente preservativos. Aunque por regla general, no se informa a la juventud sobre el porcentaje de falla del condón, los posibles efectos secundarios de cada método anticonceptivo o los riesgos físicos y psicológicos del aborto.

Donde más claramente podemos ver la influencia de Kinsey es en la enseñanza de SIECUS, bajo el liderazgo de la Dra. Mary S. Calderone. En 1983, Calderone escribió que “la capacidad sexual del niño debe ser desarrollada del mismo modo que su capacidad innata para caminar o hablar…” no obstante, lo que la persona humana necesita desarrollar no es su “capacidad” sexual, sino su capacidad de amar, bajo cuyo control y guía debe estar la sexualidad. Con esta mentalidad no debe sorprendernos que se esté adoctrinando a los niños sobre la sexualidad a edades cada vez más tempranas.

El Informe sobre Salud Mental y Educación Sexual de Paternidad Planificada (publicado en 1979), afirma que “ni las creencias religiosas, ni las normas de moral deben desviar al niño del propósito primordial de descubrirse a sí mismo (léase: experimentar sexualmente con su cuerpo), afirmar su yo (léase: hacerse independiente de toda norma moral), y su auto complacencia (léase: colocar el placer por encima de la responsabilidad y del amor auténtico)”. Esta organización coloca al placer sexual por encima del amor y de la vida, no al servicio de estos. “Las relaciones sexuales son demasiado importantes como para estar quitándoles su valor con los sentimientos”, asegura su doctrina.

Lo que resulta difícil de creer es que nuestra sociedad parece estar a punto de aceptar la pedofilia como una “orientación sexual” más. En un artículo, la Dra. Joan A. Nelson escribe a favor de un “modelo” de relaciones sexuales entre adultos y niños, en el que dichas relaciones sean consideradas “aceptables” y hasta esenciales para el desarrollo “saludable” del menor. Lo que la Dra. Nelson considera dañino es “la condenación por parte de la sociedad”, en vez de los efectos de estas grotescas e inmorales relaciones con niños.

Puesto que muchos sexólogos y las instituciones con las cuales ellos trabajan han aceptado como un hecho las “necesidades sexuales” de los niños, y organizaciones como la Asociación para el Amor entre Hombres y Niños (NAMBLA) están trabajando para legitimar este tipo de relaciones, podemos ver la posibilidad en el futuro no lejano de que se acepte la pedofilia como una “orientación sexual”. Promueven la idea de que los niños son objetos de placer, aconsejan cómo tener relaciones sexuales con niños sin ser arrestados, informan sobre los lugares alrededor del mundo donde hay prostitución infantil y dan una lista de clubes para los que practican la pedofilia. Posiblemente en los EE.UU. y otros países “desarrollados” surgirán científicos, educadores en materias sexuales y editores que simpaticen con este movimiento y lo apoyen, como lo han hecho con otros movimientos.

La IPPF y sus filiales (incluyendo otras organizaciones que promueven el control de la población), consideran que la “adolescencia abarca a los jóvenes de 10 a 19 años. Creen que estos adolescentes tienen “los mismos derechos que otros clientes en el campo de la salud y la sexualidad: el derecho a elegir si desean tener una vida sexualmente activa o no; a la información; a la anticoncepción; al aborto sin condiciones de riesgo; a la protección contra las enfermedades; a la confidencialidad…”

Todos los sectores de la sociedad deben darse cuenta de lo que está sucediendo para poder proteger a las nuevas generaciones. La integración positiva de la sexualidad en el ser humano es algo necesario y laudable. Pero dicha integración no se logra por medio de programas de “educación” sexual que incitan a la promiscuidad burlando la moral sexual. Al contrario, dichos programas destruyen el desarrollo armónico y psicosexual del niño y del joven, exponiéndolos prematura e inmoralmente a esta delicada dimensión de la persona humana.

Ver el artículo completo en:
http://vidahumana.org/educacion-sexual/item/699-el-fraude-de-kinsey-y-sus-consecuencias-para-la-sociedad. Más información: www.cwfa.org/kinsey.asp y www.drjudithreisman.org.

SUPERVIVIENTES

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Este año que termina nos trajeron a la vuelta y media los temblores. Y a quienes aún no logramos superar el miedo que nos heredó el sismo del 85 se nos ponen los pelos de punta cuando nos mueven el tapete. Pues bien, estaba yo en pleno episodio psicótico durante el último vaivén, cuando sin pensarlo salió de mi boca un grito: “¡Mamaaaaaaaá….!” En ese instante, mi mente se olvidó del sismo y se concentró en lo que acababa de decir: ¿Mamá? ¿Cómo se me ocurre invocar a mi madre a mis 50 años cuando siento miedo? ¡Qué patético!
Es algo a lo que le he venido dando vueltas y vueltas en la cabeza desde entonces y no me deja de sorprender.

Es claro que la figura materna representa para un hijo, más allá de la edad que este tenga, un resquicio de seguridad, de paz y de consuelo. En los brazos de su madre se siente el bebé protegido, seguro y querido. Supermá es infalible, invencible e imperdible en la infancia. Hasta los adolescentes en franca rebeldía y los jóvenes adultos sobrados de soberbia saben que mamá está ahí cuando la necesitan, aunque crean que no la necesitan. Y en el trascurso de la vida, cuando surgen problemas amorosos, familiares, económicos, de salud o de cualquier índole, ahí está mamá.

Y no porque las madres seamos perfectas. Al recordar la infancia de mis hijas tengo que reconocer que las pobrecitas son unas auténticas SUPERVIVIENTES de su madre.
Al principio por exceso de cuidados y después por exceso de confianza. Recuerdo que cuando nació mi primera hija lo único que deseaba era que se durmiera de una santa vez para poder descansar al menos un rato. Conectaba el interfón junto a su cuna y me salía del cuarto, pero permanecía pendiente de cada suspiro, llanto y sonido que emitiera. Y cuando al fin se hacía el silencio, en vez de relajarme corría a ver si estaba viva; pegaba mi cara a su pecho para escuchar los latidos de su corazón o colocaba un espejito frente a su nariz para constatar que respirara; y si eso no era lo suficientemente convincente, ¡la despertaba! Por el contrario, cuando nació mi segunda hija mi marido me preguntaba: “¿No te parece que lleva mucho rato dormida la bebé?”. Yo le contestaba: “No seas neurótico, dieciocho horas no son nada…”

Cuando cumplió un año mi primogénita decoré la casa entera con globos y serpentinas e invité a toda la familia. No había apagado las velitas del pastel cuando la niña se dio un golpe en la cabeza y antes de que apareciera el típico chichón en su frente, ya estaba en el consultorio del pediatra. Con la segunda… bueno, le he prometido que si tengo tiempo le organizaré una fiesta para celebrar sus 23. Para colmo, salió afecta a las contingencias.
En una ocasión me llamaron del colegio para que la recogiera, pues se había lastimado un dedo jugando basquetbol. “¿Está segura de que es grave? –le pregunté a la maestra –, ¿no podrá esperar a la hora de la salida?”. Cuando llegué por ella a media mañana, le dije: “A ver, mueve el dedo…
Si lo mueves es que no está roto y me puedes acompañar a desayunar con mis amigas… ¿Lo ves? Sí puedes moverlo… no llores que no es para tanto.” Durante el desayuno, el dedo se fue transformando en una manopla de béisbol color ciruela, de modo que no me quedó otro remedio que llevarla por la tarde al doctor. Diagnóstico: ¡Fracturado! “Para la próxima –la sentencié–, me haces el favor de no meter las manos cuando veas venir la pelota.” Después de dieciséis fracturas, esguinces, fisuras, conmociones, torceduras… y con una colección de férulas, muletas, cuellos y corsés en el armario, ¿qué podía pedirle?: “Por lo menos aprende a caer, como los gatos. Y si no, cuida la cara… Portera no, por favor, ¡portera no!… mejor árbitro».

Cuando la primera tenía dos años, llegué un día al consultorio del pediatra aterrorizada: “Doctor, ¡mi hija tiene una cana!”. Acababa de ver en la televisión un reportaje sobre la progeria, esa rara enfermedad que convierte a los niños en ancianos. El doctor no paraba de reír, pero me cobró la consulta. A la segunda no estoy segura de que le hayan aplicado todas las vacunas, la verdad es que perdí su cartilla de vacunación. Y qué decir de las fotos y los videos: de la grande están documentadas sus primeras «palabras», sus primeros pasos, su primer dibujo, su primer baile. La segunda… creo que nació sabiendo hacer todo eso.

Nuestras madres no serían tan superpoderosas como creíamos de pequeños, y cuando nos toca vivir la experiencia, irremediablemente nos enteramos de que se aprende a criar a los hijos a base de prueba y error. Aun así, y volviendo a la cuestión inicial, nuestro subconsciente nos sorprende invocándolas cuando sentimos ese tipo de miedo que se nos va de las manos. Quizá la razón sea que en el fondo sabemos que el corazón de mamá siempre estará ahí para acogernos, protegernos, ayudarnos, apoyarnos y amarnos incondicionalmente. Y eso es algo que nos hace sentir seguros.

TIEMPO DE ESPERANZA, ESPERANZA AZTECA

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“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante. Y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. Khalil Gibrán

En la mitología griega, la esperanza aparece en la historia de la Caja de Pandora. Prometeo robó el fuego de Zeus para dárselo a los hombres, lo que enfureció al dios supremo.

En venganza, Zeus creó un pythos (tipo de jarrón) que contenía todos los males y se lo dio al hermano de Prometeo que estaba con Pandora. Esta, creada por los dioses con una curiosidad innata, abrió la caja prohibida y todos los males fueron liberados al mundo. Solo permaneció en el fondo Elpis, el espíritu de la Esperanza.

Frente a la desesperanza, al temor por todos los acontecimientos, a un futuro oscuro, a nuestra fragilidad que palpamos a diario, a la impotencia con la que miramos el sufrimiento de los demás… ahí está la esperanza, ahora y siempre.

Las grandes crisis traen consigo nuevos principios. El final de algo significa el inicio de lo nuevo. Siempre es tiempo para recuperar la chispa de la vida, la ilusión, las ganas de desplegar las alas que se nos han dado, de volver a creer y a crear, de volvernos a enganchar al manantial imparable de bondades y bellezas que cuando tenemos la mirada limpia, somos capaces de reconocer. Pero cuando se nos pega el egoísmo y la tristeza, nos quedamos como ciegos, porque somos incapaces de ver.

Estamos invitados a vivir, no solo a soñar. Se nos llama a actuar, no solo a desear. A ser protagonistas, no solo espectadores.

La vida consiste en intentar cosas. Es tiempo de sonreír a los demás, de ceder el paso y regalar una palabra amable, de contagiar nuestro entusiasmo y nuestro amor por la vida, de mantener firme la esperanza que incita a la creación de los milagros, creyendo que lo bueno está siempre por venir.
Esperanza Azteca

Por tercera ocasión tuve la oportunidad de escuchar a una de las orquestas y uno de los coros de Esperanza Azteca, y como si fuera la primera vez, fui incapaz de contener mi emoción al escuchar la indiscutible calidad de su música y de sus voces, y ¡saber quiénes son!, disfrutar su grandeza y sencillez, ser receptora de su entusiasmo, así como de su deseo de dar y agradar…

Cada vez que los veo y los escucho me siento llena de esperanza; constato lo que un día dijo el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, al asistir a la presentación de una de estas orquestas: “La diferencia no está en el reparto de talento, sino en el reparto de oportunidades”.

Esperanza Azteca inició en 2009 y hoy cuenta ya con dieciséis mil niñas, niños y jóvenes de escasos recursos, de entre 5 a 17 años de edad, quienes –bajo la dirección de 1280 maestros– integran ochenta orquestas sinfónicas y coros; 77 en el interior de la República Mexicana, dos en El Salvador y una en Estados Unidos.

Escuché algunos testimonios, como el de un niño originario de un sitio lejano, quien antes de formar parte de este proyecto no encontraba el sentido de su vida. Sin embargo, recibió como obsequio un instrumento y la oportunidad de aprender a tocarlo con seriedad, compromiso, esfuerzo, mucha disciplina y trabajo en equipo, y ahora está muy motivado.

Al igual que muchos otros niños, él camina casi dos horas de ida y otras tantas de regreso (hay quienes recorren distancias aún mayores) para practicar con la orquesta durante cuatro horas. Deben aspirar a ser los mejores y lo son.

Esperanza Azteca es un proyecto social impulsado por Ricardo Salinas Pliego y operado por Fundación Azteca. Es una obra maravillosa porque, como decía Kurt Cobain: “la música es el alimento del amor”, que toca las fibras sensibles y llena los vacíos insoportables.

Los frutos de Esperanza Azteca son tangibles. Los niños y jóvenes que integran las orquestas mejoran significativamente su autoestima y son inspiración para sus familiares y comunidades. Es una extraordinaria forma de fortalecer el tejido social.

Es esperanzador ver que existen maneras distintas a las convencionales de ayudar a los más desfavorecidos, de mejorar su vida y con ello, a nuestro país.

A pesar de todo lo que pueda ensombrecer el porvenir, hay mucho que podemos hacer para que nuestro entorno sea mejor.

“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”. Martin Luther King