Enfermedades mentales en nuestra sociedad
La salud mental, según la Organización Mundial de la Salud, es el completo estado de bienestar físico, mental y social; no solamente es la “ausencia de enfermedad”, ya que incluye los siguientes aspectos: sensación de bienestar, autonomía, competencia, realización intelectual y emocional, es decir: el estado en el que el individuo es capaz de enfrentar las situaciones de la vida, trabajar de forma productiva, relacionarse interpersonalmente, alcanzar sus objetivos y contribuir a la sociedad.
Me parece muy acertada la forma en que el padre del psicoanálisis Sigmund Freud definía la salud mental : “la capacidad de una persona de amar, trabajar y jugar”. Los trastornos mentales (comúnmente llamados “enfermedades mentales”) son estados alterados del pensamiento, percepción, emociones y conducta que afectan la capacidad de relacionarse con los demás y causan estrés significativo o discapacidad social, laboral o para otras actividades importantes en la vida de las personas.
En México ha aumentado la incidencia de trastornos mentales en niños menores de 12 años, siendo los más comunes los trastornos del neurodesarrollo, como el autismo, el déficit de atención y los trastornos de aprendizaje. En adolescentes y jóvenes es cada vez más frecuente la depresión, la ansiedad, los trastornos de alimentación, el abuso de sustancias y un gran riesgo de conductas autodestructivas, incluso suicidas. En los adultos es más frecuente el diagnóstico de depresión, trastornos por ansiedad y estrés post traumático, mientras que en los adultos mayores lo son la demencia y la depresión.
Los signos de alerta para detectar trastornos mentales en una persona son: constante tristeza, llanto, fatiga, falta de motivación, miedo, preocupación, acciones autodestructivas (lastimarse a sí misma o cortarse), conducta impulsiva o riesgosa, alteraciones del sueño o alimentación, ganar o perder peso, cambios bruscos en el estado de ánimo, abuso de sustancias o alcohol, dificultad para concentrarse o hacer actividades que antes eran comúnmente realizadas, así como ausentismo escolar o laboral. Las manifestaciones antes mencionadas pueden afectar las actividades personales, familiares, sociales, escolares o laborales. Ante la presencia de estos signos es muy importante recibir ayuda de un profesional de la salud mental.
Algunas estrategias muy útiles para prevenir los trastornos mentales son:
Fortalecer el vínculo familiar. Está científicamente comprobado que un bebé que recibió lactancia mantiene un vínculo materno-infantil más estrecho, lo cual influye en su capacidad futura para mantener buenas relaciones con los demás.
Practicar buenos hábitos: llevar una alimentación balanceada, dormir bien, mantener la mente ocupada (tener aficiones o pasatiempos, aprender idiomas, etc), hacer ejercicio físico.
Abstenerse de fumar, evitar el consumo excesivo de alcohol (menores de edad abstenerse por completo de consumir alcohol).
Frecuentar grupos familiares o de amigos.
Evitar dentro de lo posible situaciones de estrés crónico.
La prevención es importante para mantener una buena salud mental.

Dra. Marina Berti
Psicoterapeuta
Tel. 5290-4199
Que los hijos de separados vean a sus padres tratarse bien
El Papa Francisco está realizando una intensa catequesis sobre la familia. En una audiencia papal hizo una reflexión sobre la educación de los hijos como vocación natural de la familia:
“Y continuamos reflexionando sobre la familia, y hoy de una característica esencial de la familia, o sea, de su vocación natural de educar a los hijos para que crezcan en la responsabilidad de sí y de los otros. Lo que hemos escuchado del apóstol Pablo es muy bonito. Vosotros, hijos, obedeced a los padres en todo, eso agrada al Señor. Y vosotros, padres, no exasperéis a los hijos para que no se desanimen. Esto es una regla sabia, para que el hijo sea educado para escuchar a los padres, para obedecer a los padres, que buscan no mandar de una forma fea para no desanimar a los hijos.
Y por eso, esta relación entre padres e hijos debe ser de una sabiduría, de un equilibrio grande. Hijos, obedeced a los padres, eso gusta a Dios. Y vosotros padres, no exasperéis a los hijos pidiendo cosas que no pueden hacer. ¿Entendido?
Y eso se hace para que los hijos crezcan en la responsabilidad de los otros. Parecería una recomendación obvia, incluso también en nuestros tiempos, en los que no faltan las dificultades. Educar resulta díficil para los padres que ven a los hijos solo por la noche, cuando vuelven a casa cansados. Los que tienen la suerte de tener trabajo.
Y más difícil aún para los padres separados, con la carga de esta condición. Es muy difícil educar, pero… pobres, han tenido dificultades, se han separado y muchas veces el hijo es tomado como rehén, el padre le habla mal de la madre, la madre le habla mal del padre. Y se hace mucho mal.
“Que los hijos de separados vean a sus padres
tratarse bien; difícil, pero puede hacerse.”
Yo os digo, matrimonios separados, nunca, nunca, nunca, tomar al hijo como rehén. Vosotros os habéis separado por muchas dificultades y motivos, la vida os ha puesto esta prueba, pero que los hijos no sean los que lleven el peso de esta separación. Que los hijos no sean usados como rehén contra el otro cónyuge. Que los hijos crezcan escuchando que la madre habla bien del padre, aunque no estén juntos. Y que el padre habla bien de la madre. Para los matrimonios separados esto es muy importante, es muy difícil, pero podéis hacerlo.
Pero, sobre todo, esta es la pregunta: ¿cómo educar? ¿Qué tradición tenemos hoy para transmitir a nuestros hijos?
Intelectuales “críticos” de todo tipo han acallado a los padres de mil maneras, para defender a las jóvenes generaciones de los daños -reales o presuntos- de la educación familiar. La familia ha sido acusada, entre otras cosas, de autoritarismo, de favoritismo, de conformismo, de represión afectiva que genera conflictos.
De hecho, se ha abierto una fractura entre la familia y la sociedad. Entre familia y escuela. El pacto educativo hoy se ha roto. Y así, la alianza educativa de la sociedad con la familia ha entrado en crisis porque ha sido socavada la confianza recíproca.
Los síntomas son muchos. Por ejemplo, en la escuela se han erosionado las relaciones entre los padres y los profesores. A veces hay tensiones y desconfianza recíproca; y las consecuencias naturalmente recaen en los hijos.
Por otro lado, se han multiplicado los llamados “expertos” que han ocupado el rol de los padres hasta en los aspectos más íntimos de la educación. Sobre la vida afectiva, la personalidad y el desarrollo, sobre los derechos y los deberes, los “expertos” saben todo; objetivos, motivaciones, técnicas.
Y los padres deben solo escuchar, aprender y adecuarse. Privados de su rol, se convierten a menudo en excesivamente cargantes y posesivos en lo relacionado con los hijos, hasta no corregirles nunca.
¡Pero tú no puedes corregir al hijo! Se tiende a confiar cada vez más a los ‘expertos’, también para los aspectos más delicados y personales de su vida, dejándoles en la esquina solos; y así, los padres corren el riesgo de autoexcluirse de la vida de sus hijos. ¡Y esto es gravísimo!
Yo recuerdo una anécdota personal, cuando estaba en cuarto de primaria dije una palabra fea a la profesora. Y la profesora, buena mujer, hizo llamar
a mi madre. Mi madre vino al día siguiente, hablaron entre ellas y luego me llamaron. Y mi madre, delante de la profesora me explicó que lo que había hecho era algo feo, que no se debe hacer, pero con mucha dulzura lo hizo mamá. Y me dijo que pidiera perdón a la maestra.
Yo lo hice y después me quedé contento porque pensé, ha terminado bien la historia. Pero ese era el primer capítulo. Cuando volví a casa, comenzó el segundo capítulo. Imaginadlo vosotros.
Hoy, la maestra, hace una cosa como esta y al día siguiente, uno de los padres o los dos van a regañar a la profesora porque los técnicos dicen que a los niños no hay que regañarles así. ¡Han cambiado las cosas! Los padres no deben autoexcluirse de la educación de los hijos.
Es evidente que este enfoque no es bueno: no es armónico, no es dialógico, y en vez de favorecer la colaboración entre la familia y las otras agencias educativas, las escuelas, los gimnasios, tantas agencias educativas, las contrapone.
¿Cómo hemos llegado a este punto? No hay duda de que ciertos modelos educativos del pasado tenían algunos límites. ¡No hay duda! Pero es verdad que hay errores que solo los padres están
autorizados a hacer, porque pueden compensarles de una forma que es imposible para otros.
Por otro lado, lo sabemos bien, la vida nos ha dejado poco tiempo para hablar, reflexionar, debatir. Muchos padres están “secuestrados” por el trabajo, papá y mamá deben trabajar, y por otras preocupaciones, avergonzados por las nuevas exigencias de los hijos y de la complejidad de la vida actual, que es así, debemos aceptarla como es, y se encuentran como paralizados por el miedo a equivocarse.
El problema no es solo hablar. Es más, un “dialogismo” superficial no lleva a un verdadero encuentro de la mente y del corazón. Preguntémonos más bien: ¿tratamos de entender dónde los hijos están realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y sobre todo ¿lo queremos saber? ¿Estamos convencidos que ellos, en realidad, no esperan otra cosa?
Las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer apoyo a la misión educativa de las familias, y lo hacen sobre todo a la luz de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo recuerda la reciprocidad de los deberes entre padres e hijos: “Vosotros, hijos, obedeced a los padres en todo; eso agrada al Señor. Vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desanimen”.
En la base de todo está el amor, lo que Dios nos dona, que “no falta el respeto, no falta el propio interés, no se enfada, no tiene en cuenta el mal recibido… todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. ¡También en las mejores familias es necesario aguantarse y es necesaria mucha paciencia! El mismo Jesús ha pasado a través de la educación familiar.
Deseo que el Señor done a las familias cristianas la fe, la libertad y la valentía necesarias para su misión. Si la educación familiar encuentra el orgullo de su protagonismo, muchas cosas cambiarán a mejor, para los padres inciertos y los hijos desilusionados.
Es hora de que los padres y las madres vuelvan de su exilio, porque se han autoexiliado de la educación de sus hijos, que vuelvan de su exilio y asuman plenamente su rol educativo. Esperemos que el Señor nos dé esta gracia de no autoexiliarse en la educación de los hijos. Y esto solamente pueda hacerlo el amor, la ternura y la paciencia.”
Leer para cumplir con nuestros propósitos
A estas alturas del año es muy probable que hayan quedado atrás, muy atrás, los propósitos que hicimos al comenzar el 2018. No han pasado cien días y, por lo general, esas buenas intenciones han quedado solo en eso. Se calcula que más del 40% de las personas abandonan sus propósitos durante las primeras cuatro semanas del año; y se proyecta que solo 8% habrá cumplido con ellos a finales del 2018.
Uno de esos propósitos suele ser leer más, y este pequeño propósito puede ayudar a cumplir con todos los otros. La lectura, que nos hace mejores y nos da más herramientas para

Éste año sí
Elisabeth G. Iborra y Josan Hatero.
Basado en opiniones de sicólogos, estudios científicos y algunos trucos, ofrece consejos para cumplir con las metas más comunes.

La magia del orden
Marie Kondo
Herramientas para ordenar tu casa… y tu vida, es una guía puntual para evitar el caos, la acumulación, etc. Ha sido traducido a más de treinta idiomas.

Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo
Allen Carr
Recomendado por sus quince millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y, según dice, el autor, un 70% de casos de éxito.

De qué hablo cuando hablo de correr
Haruki Murakami
“Fumaba sesenta cigarros al día, tenía los dedos amarillos y apestaba a tabaco”, explica el gran autor de este libro inteligente, apasionado y didáctico.

The adventures of Tom Sawyer
Mark Twain
Un clásico, en inglés para principiantes, acompañado de un audio-libro, con un lenguaje básico. Editado por Oxford University Press, para aprender el idioma.

Recetas sanas para cada día
Jamie Oliver
El conocido chef inglés presenta sus mejores recetas, por sabor y salud, con los datos necesarios para llevar control de peso. No son dietas.
Pequeño cerdo capitalistaSofía Macías
Una guía multivendida para cuidar y hacer rendir las finanzas personales, con trucos para ahorrar, gestionar préstamos, evitar deudas, etc. “para todos, incluyendo hippies, yuppies y bohemios”.

Los quince secretos para rejuvenecer
Gaby Vargas
Plantea la mejor relación entre el desarrollo espiritual y corporal como la fórmula para renovarse, revitalizarse y regenerarse.

Mujer ¡apuéstale a la familia!,
Lucía Legorreta
Un libro útil para la mujer moderna mexicana, con reflexiones y consejos para mejorar sus relaciones de familia, pareja, trabajo, etcétera.
Y, desde luego, cualquier buen libro de ficción que nos impulse a seguir adelante con el propósito de leer más y mejor.
¿Al diablo con Las Reformas?
Explíquenme algo: ¿cómo funciona eso de salir a las calles a quejarse de un gobierno ladrón como está pasando en Latinoamérica, PERO AL MISMO TIEMPO premiarlo, al exigirle que se encargue de tanto? ¿Que regule precios, que ponga subsidios, que haya trabas para el comercio de fuera, que la educación, la salud, la energía, la comida, el agua, el petróleo (donde lo hay) y el subsuelo sean para enriquecimiento de la clase política y de nadie más?
¿Cómo pretenden todos los latinos que salen a las calles a quejarse de sus gobiernos que éstos van a dejar de robar cuando los dejan a cargo de todos los rubros en los que luego roban?
¿Cómo pretenden que el gobierno deje de robar dejando un rubro como la educación o la energía, por ejemplo, en manos exclusivas de ese mismo gobierno corrupto?
¿Cómo pretenden que esa educación vaya a ser de calidad cuando los más interesados en que las poblaciones sigan siendo ignorantes para manipularlas con facilidad son esos mismos corruptos a quienes ustedes quieren poner de guardianes absolutos de la educación?
¿Cómo pretenden que el servicio de energía vaya a ser de calidad y manejado con eficiencia cuando no les están poniendo competencia a los ladrones del gobierno que luego hacen lo que quieren para manipularlos con la escasez que provocan sus monopolios?
¿Cómo es que uno se queja de un gobierno inoperante y su manera de quejarse es «premiándole» dándole control absoluto de todas las necesidades?
Eso es como que a un niño que es bully en la escuela se le exija que deje de serlo regalándole una bolsa llena de dulces con los cuales va a poder seguir buleando a otros niños que no tienen posibilidad de conseguir una bolsa por su cuenta, porque resulta que todas las bolsas que no sean otorgadas por el bully son ahora prohibidas e ilegales.
¿Alguien me lo explica?
Gloria Álvarez
Complacer a tus hijos en todo, no te hace un buen padre
Craso error de muchos padres el creer que dar a sus hijos todo lo que quieren, mas no necesitan, es la manera más eficaz y sencilla de mantener a su hijo conforme con el rol del padre o la madre.
¿Acaso los padres en realidad necesitamos la aprobación de los hijos para ser buenos guías, orientadores y capaces de corregir sus inclinaciones más graves? Nos esperan terribles días en nuestro papel de padres al criar a una generación para el capricho y para ser personas insaciables e inconformes.
Muchos padres justifican su flexibilidad con los hijos en las carencias que tuvieron ellos en su infancia. ¿Acaso fuimos terribles o mejores según aquello que pudimos tener y disfrutar? En realidad, los hijos necesitan oportunidades, tanto de crecer como de manejar sus emociones y aprender a lidiar con sus frustraciones, de entender de límites, de conocer el aburrimiento y saberlo manejar, de enfrentarse al ‘no’ y no sucumbir ante él, de ser grandes, de ser independientes y capaces.
¿Cómo es que hoy día, como familia debemos tener un plan cada fin de semana para que los pequeños de la casa no se aburran? Si bien la distracción y el disfrute es parte importante en la vida, también es necesario que ellos aprendan a estar en casa, a buscar en que ocupar positivamente sus tiempos de ocio. Si constantemente tenemos una agenda para ellos, no les damos la oportunidad de crear si y nosotros nos condenamos a la responsabilidad de que siempre tengan algo que hacer. Por ende, sufrimos el reproche de los hijos cuando están “aburridos”.
¿Cómo es que los hijos son promotores y casi decisores de todo en la familia? Se les consulta qué desean comer, a dónde les gustaría ir, si desean tal o cual ropa, si visitan o no a sus abuelos, y un sinfín de cosas más que al parecer ya no competen a los padres. No se trata de democracia familiar, es más bien la necesidad imperiosa de los padres de no tener que lidiar con las negativas y la formación del carácter de nuestros hijos.
El ritmo de hoy nos obliga a evitar muchas cosas, a buscar comodidad, y esto lamentablemente afecta directamente a nuestra familia. Nos olvidamos de que somos sus padres, no sus hadas madrinas o sus magos cumple deseos. Los hijos necesitan que seamos padres ante que todo y que fijemos límites sin ser violentos o malvados para ello. Tus hijos habrán de agradecértelo el día de mañana.
Dales herramientas a tus hijos para ser personas grandes y útiles, no personas caprichosas y vulnerables. El amor siempre es la mejor guía, pero la complacencia permanente no es amor; por el contrario, causará un daño irremediable e irreversible en tus hijos, que luego no podrán superar asertivamente un “no” en su vida.
“Comencemos a ejercer de padres
antes de que sea tarde.”
Marvi Martínez
Fibras sensibles
Es la cancha en la que todo cuenta; acertar o errar, cada punto, a favor o en contra; la presión no para hasta estrechar la mano del rival.
Es el diálogo interno constante; es la batalla eterna contra los propios fantasmas; es el análisis incesante; es la toma de decisiones bajo presión; es la resistencia para salvar la voluntad y convertirse en un competidor auténtico; es el domador del autocontrol; es el deporte blanco.
Lucha física, lucha emocional, lucha mental; es enfrentar al rival y, al mismo tiempo, verse frente a frente con uno mismo. De principio a fin, el deporte que se lee; el juego que se descifra; el resultado que se interpreta; el tenis…
Lejos de casa. 36 semanas al año. Cuando todavía no termina un torneo, el sorteo para el siguiente ya se realizó. La presión no cesa. Difícilmente se pueden conocer los lugares que se visitan. La rutina es siempre la misma.
No se permiten distracciones. Cada día, a lo largo y ancho de esas 36 semanas, se debe mantener un nivel de enfoque y concentración que permita el máximo rendimiento físico, mental y emocional.
Preparación de partidos. Competencia al más alto nivel. Entrenamiento en cancha. Preparación física. Rutina de gimnasio. Dieta establecida. Sesiones de recuperación. Contacto con la prensa. Compromisos con los patrocinadores.
El calendario está tan saturado, y es tan exigente, que no hay tiempo para festejar la victoria ni para lamentar la derrota. Los momentos de reflexión se limitan a los trayectos de viaje. Las experiencias se acumulan; el cansancio, también. Los músculos se sobrecargan, la cabeza se agota, el sentimiento de lejanía invade. En los tiempos libres, una película, un libro, una llamada a casa. Entrenamiento excesivo, competencia desmesurada, desgaste extremo. De pronto, el agotamiento se apodera del cuerpo; la presión y la exigencia sobrepasan la capacidad de adaptación del jugador. Se debe volver, cuanto antes, al estado de concentración y enfoque que permita el máximo rendimiento físico, mental y emocional.
Así es la vida del tenista; fue mi vida, ésa que sacó lo mejor de mí y que forjó gran parte de lo que hoy llevo por dentro.
En 1996, pisé por primera vez la cancha que me invitó a anhelar; golpeé por primera vez la pelota que me incitó a intentar; sostuve por primera vez la raqueta que me acompañó a soñar.
Nunca olvidaré aquel día: con ocho años, me paseaba con precaución por la cancha, como si no quisiera apoyarme para no lastimarla; mis ojos brillaban; sin duda, sonreía. Las palpitaciones en mi pecho se aceleraban con cada paso que daba. De pronto, lo sentí, y sin decir una palabra, supe que había encontrado mi lugar, mi motivo, mi camino…
No recuerdo un solo día en el que, al terminar un entrenamiento o concluir un partido, no volteara hacia atrás a ver la cancha, a jurarle con la mirada que mañana volvería de nuevo.
El tiempo pasaba. Mi ilusión crecía. Los objetivos poco a poco se alcanzaban. Sin importar quién creyera, quién hablara o quién callara, cuando tomaba mi raqueta todo desaparecía; mi convicción se fortalecía.
Voltear a la tribuna en un cambio de lado durante un partido apretado y cruzar miradas con mi mamá, quien fue incondicional, incansable y esencial para que yo pudiera luchar por mi sueño, y llegar tan lejos como pude. Hacer una llamada después de una terrible derrota y escuchar del otro lado de la bocina a mi papá, tal vez no del todo convencido de la profesión que elegí ejercer, pero siempre dispuesto a apoyarme para ir a buscar una nueva oportunidad la semana siguiente, en el próximo torneo.
Compartir mi sueño en silencio, pero muy de cerca, todos los días, con mi hermano quien, como músico, ya luchaba por el suyo, y lo defendía con el mismo coraje y determinación que yo.
“ Todo deseo parte de la
imaginación; es aspiracional.”
Ver mi nombre figurar en el ranking de la WTA…
Durante 14 años, cada vez que tuve la oportunidad de entrar a una cancha de tenis, dejé en ella una parte de mí, de mi alma y de mi corazón. Nunca imaginé que el día de partir llegaría de una manera tan abrupta, tan violenta, tan injusta… El 13 de septiembre de 2009, una lesión arrebató mi sueño, despedazó mi esfuerzo, se apoderó de mis posibilidades, y pretendió determinar mi futuro.
Las lamentaciones de estar lejos de una cancha de tenis dejaron de ocupar mi mente muy pronto. La verdadera pregunta que me atormentaba, día y noche, era: ¿seré capaz de volver a caminar?
24 cirugías, siete años sin poder apoyar la pierna izquierda y una incertidumbre apabullante, acompañaron los últimos ocho años de mi vida. Al principio, estuvieron llenos de preguntas sin respuesta, de cuestionamientos sin sentido. Después, llegó el momento de plantear pequeños objetivos, acordes a mi nueva realidad, que inyectaran algún sentido a mis días.
Hoy, habiendo recuperado la salud y contando con una estabilidad que me permite mirar hacia atrás con un poco más de tranquilidad, finalmente, soy capaz de compartir mi sentir, mi experiencia, un pedacito de la historia que ha contribuido, también, a forjar gran parte de lo que hoy llevo por dentro.
Cada 13 de septiembre se remueven nuevamente, las fibras más sensibles de mi cuerpo, de mi alma y de mi corazón. Duele, duele tanto como aquel lejano día en 2009. La lucha por los sueños está rodeada de factores externos que son imposibles de controlar y que, efectivamente, inciden en el resultado final. Algunas veces, para bien; otras, para marcar el principio del desastre.
Todo deseo parte de la imaginación; es aspiracional. Pero hay una diferencia sustancial entre desear y soñar: el que desea, sólo imagina; el que sueña, trabaja. Al soñar, nos comprometemos a entregar lo mejor de nosotros mismos a lo largo de un camino incierto, en el que no conocemos el resultado final.
Asimilar y digerir todo lo que representa la frustración de un sueño no cumplido, a pesar de haberlo dado todo y más, es un trabajo continuo, es un trabajo constante, es un trabajo de todos los días que trae consigo grandes lecciones.
Cuando existe pasión, compromiso, determinación y disciplina a lo largo de la búsqueda del sueño elegido, todo lo que se entrega de manera incondicional en el camino, trasciende.
Sí, es posible llevarlo a otro nivel, trasladarlo a las diferentes áreas de la vida, convertirlo en herramientas que inviten a fortalecerse, a seguir creyendo, a continuar buscando, a permanecer intentando, a insistir luchando…
Sin temor a equivocarme, con cada una de mis fibras sensibles, lo confirmo: vale la pena soñar y atreverse a luchar por un sueño hasta agotar la última de las posibilidades. Finalmente, la verdadera recompensa del soñador, será la ilusión de volver a soñar.
Ma. Fernanda Riveroll
Perspectiva deportiva
@mfriveroll
Exalumna del Colegio
Miraflores
Cerebral Connection clinic
¿Cómo hacer para mejorar nuestro desempeño mental,
la memoria y concentración?, ¿cómo padecer menos estrés? ¿O cómo acabar de leer este artículo sin distraernos?
Cuando padecemos ansiedad o estrés parece complicado lograr sobrellevarlo sin medicamentos e ignoramos, en aras de nuestros fines, sus efectos secundarios.
Conectar rápido con nuestro interior y reconocer honestamente cuando se requiere ayuda es vital para contener la progresión de algún trastorno mental. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), aproximadamente el 20% de los niños y adolescentes del mundo tienen trastornos o problemas mentales.
Tuve la oportunidad de entrevistar a dos mujeres emprendedoras, Zahava Aboud y Sara Athie que trajeron de EUA la tecnología de Brain State Technology, la cual ha sido empleado con éxito por más de 120 mil personas en todo el mundo.
Mirate: ¿Me podrían hablar un poco de lo que hacen en Cerebral Connection Clinic?
Cerebral Connection Clinic: Es una clínica donde las personas reciben sesiones de Optimización Cerebral, las cuales se aplican usando aparatos y software especializados no invasivos, sin generar adicciones medicamentosas ni efectos secundarios.
M: ¿A qué se refiere el término Optimización Cerebral?
CCC: Es un término empleado por los creadores de esta tecnología, para definir la condición que logra el cerebro como resultado de la exposición a un conjunto de frecuencias audibles, que lo relajan tan profundamente que una vez en ese punto este comienza a autorregularse a sí mismo, trabajando con menos asincronías, por lo que se optimiza.
M: ¿Quieres decir que logra optimizarse su funcionamiento escuchando sonidos?
CCC: Así es, pero estos no son sonidos de cualquier tipo, sino sonidos generados, de manera casi instantánea, a partir de señales del cerebro. Una vez captadas las señales el aparato las convierte en frecuencias audibles, a través del software que tiene instalado y éstas se envían a través de audífonos al paciente.
M: ¿Por qué funciona escuchar al cerebro y en cuánto tiempo se ven resultados?
CCC: El fenómeno de autorregulación ocurre de manera parecida al momento cuando uno se para en la mañana y se ve al espejo. Si uno ve que está despeinado, logrando un cambio radical. es peinarse. En el caso del cerebro ocurre que “se ve a sí mismo” a través de las frecuencias que se le mandan vía audífonos, las cuales son el reflejo de su misma condición en ese preciso instante y como resultado “se autocorrige”.
M: ¿Cómo determina el cerebro las frecuencias correctas para optimizarse?
CCC: El cuerpo tiende a restaurase por sí mismo, de manera natural e inconsciente y el cerebro no es la excepción.
Los estímulos internos que genera la mente son producto de la experiencia que acumulamos al reaccionar ante diversas situaciones de la vida, como son los traumas ocasionados por exposición a eventos muy intensos (un accidente, estar en un desastre natural, abuso sexual etc). Las respuestas comienzan a repetirse y a generarse ante estímulos similares, posteriormente se perpetúan, generándose frecuencias cerebrales que puede ser que no sean idóneas.
La mente que ha sido condicionada negativamente a ciertos estímulos, todo el tiempo estará generando respuestas que son contrarias a lo que el cerebro “considera normal”; y como esta lucha es constante, propicia un rendimiento reducido, alteraciones en el aprendizaje, insomnio y estrés. La meditación y el ejercicio generan una relajación de la mente tal, que al cerebro se le facilita hacer la reparación.
Con la Optimización Cerebral llevamos al cerebro a una meditación muy profunda con el propósito de darle el tiempo suficiente para optimizarse, lo cual se logra en 10 sesiones de 2 horas cada una.
Con el objetivo de remediar el déficit de atención en los niños, sin necesidad de medicarlos ni someterlos a las terapias comunes, en Estados Unidos desarrollaron el método Brain State Technology, logrando un cambio radical.
Recibe más información en:
Fuente de Templanza 19, Col. Lomas de
Tecamachalco, Naucalpan Estado de México.
76516861, 5555070740 y 5559531610
cerebralconnectionc@gmail.com
www.cerebralconnectionc.com
fb: cerebralconnection
Amores gatos
No fue recibida con fanfarrias cuando mi hija llegó a casa con ella un sábado por la noche. Mi reacción fue terminante: «¡Aquí no entra!»… Con los trastornos de personalidad de Lorenzo, el perro, teníamos suficiente.
La excusa de mi hija que sirvió de salvoconducto para traspasar la puerta con la intrusa aquella primera noche fue que la gatita de cinco meses de edad estaría solo mientras le encontraba un hogar…
Era ella o yo. A la mañana siguiente, la suerte estaba echada: era ella.
La muy mustia se fue ganando la aprobación familiar con su carita tierna y sus balbuceos de neonato. No obstante, en cuanto se sintió segura, Olivia dijo «de aquí soy» y empezaron las travesuras en serie: escarbar tierra de las macetas, cercenar mis plantas, jalar una y otra vez el mantel y tirarlo al piso con todo, jugar a lanzar objetos al suelo, (rompibles de preferencia) desgarran las cortinas, saltar sin el mínimo esfuerzo a todos los muebles y afilar sus uñas en el tapiz de los sillones…
Era imposible reprenderla cuando te miraban esos enormes ojos verdes con expresión de «yo no fui». Además, ni tengo idea de pedagogía felina.
Todo así, hasta ayer… Olivia desapareció. No está en ningún lado. La hemos buscado en los más recónditos rincones de la casa. Hemos revisado una y otra vez todas las hipótesis. Nada.
Incluso eché números: las 7 vidas de un gato divididas entre los 20 pisos que nos separan del nivel del terreno da un promedio de casi 3 pisos por vida… imposible sobrevivir una escapada por alguna ventana.
Lo más difícil fue darle la noticia a mi hija. Con el afán de consolarla le dije que a lo mejor aparecería después de cuatro días bajo algún colchón, como sonado caso policíaco que permanece en el misterio. «¿Crees que esté ahí escondida?», me preguntó la ingenua con un atisbo de esperanza. «¿Qué parte de la historia de Paulette no entendiste?», rematé.
Después de darle vueltas a inimaginables formas de deshacerme de ella en un inicio, hoy me siento fatal. Lo que hubiera parecido inconcebible: echo en falta su presencia. Ya hasta Lorenzo se había acostumbrado a ella y se ve tristón.
Creo que voy a llorar…
¡Acaban de avisarme que en el piso 9 la oyeron maullar y rascar arriba del falso plafón del techo! Eso fue anoche y hoy muy temprano. Ya no.
¿Cómo pudo meterse entre la loza y el falso plafón de un departamento tres pisos abajo del nuestro? ¡Inaudito! Y ahora la angustia de saber que está por ahí atrapada sin dar más señales de vida. No responde cuando la llamo por los agujeros que quedaron al quitar los spots del techo en el pasillo. Se dejarán así por si reaparece. A esperar…
Después de 36 horas atrapada entre la loza de concreto y el falso plafón del piso 9, al fin vuelve a dar color Olivia.
Un rato después de poner en el agujero de un spot el polvo atrayente que me recomendaron en la tienda de animales, la han escuchado maullar otros vecinos arriba de su cocina.
El conserje y uno de los guardias llegan armados con una escalera plegable, desmontan una lámpara, y de repente, por el agujero del spot, asoma la cabeza Olivia…
Está muy asustada y retrocede cuando la tratan de agarrar personas desconocidas. Tengo que ir yo, treparme en la escalera y fingir el canto de la sirena para que se acerque.
Paralizada por los nervios, permite que la toque, pero se resiste a que la jale a través del agujero. Fue lo más parecido a un parto con fórceps: de lado, del otro lado, primero la cabeza, luego las manos, otra vez para dentro… ¡hasta que vio la luz!
Mis brazos han quedado como alfiletero y la gata como un polvorón gris, temblorosa y muerta de hambre. De ninguna manera permitiré que ponga una pata en la casa en tan deplorable estado. Dejo correr el agua del lavadero hasta que sale tibia y, armada con una toalla y jabón, procedo, a bañar a Olivia. Ignoraba que bañar un gato es un deporte de alto riesgo. Mis brazos y cuello han quedado como si hubieran jugado gato sobre la piel.
Mi hija… interesadísima en el devenir de su mascota, claro, a control remoto, porque ella sí tenía cosas muy importantes que hacer, no como yo, que puedo perder el tiempo jugando a Indiana Jones en busca de la gata perdida.
Elena Goicoechea
Lo que hizo feliz mi infancia
Me crié en la Ciudad de México, donde la familia era el comienzo de todo. No había dramas porque las situaciones se cortaban de raíz… y borrón y cuenta nueva.
Si te portabas mal te daban una nalgada, o varias (jajaja) y si te ponías malcriado te iba mal, porque lo merecias. Los niños no discutían con sus padres, los padres eran la ley.
Los primos eran tus hermanos y los compañeros del colegio como tus primos, los profesores eran modelos y NO se les faltaba al respeto.
Me enseñaron a saludar, a despedirme, a decir porfavor, gracias, buenos días, buenas tardes, buenas noches a todas las personas que pasaban por cortesía y a pedir permiso y a entender el lenguaje de los ojos y el dominio con una mirada.Y a entender la boca apretada, enseñando los dientes rápida y disimuladamente, y después de muchas metidas de pata a no pedir permisos de invitar enfrente de los invitados. Era finalmente el lenguaje “discreto” que significaba ni chistar y, en caso posible, ni respirar.
Salíamos a jugar con los vecinos de la cuadra (los vecinos de antes, eran amigos) todos juntos, era toda una aventura, nos subíamos a los árboles, a las bardas, jugábamos de todo: «declaro la guerra en contra de», «bote pateado», «lobo estás aquí», «un dos tres calabaza», quemados, caricaturas, trompo, yo-yo, avión, balero, canicas, escondidas…, o a ser algun personaje de las caricaturas o de los programas de la tele. Andábamos en bici, en patines, jugábamos resorte, contábamos historias de terror por la noche. Solo te podías comprar un dulce en la tiendita, lo que te alcanzara con un peso y tomar refresco solo en domingo.
Comíamos lo que nuestras mamás querian y ¡punto!: sopa de letras o municiones, crema de betabel o zanahoria, chamberete (iuuuu), chayotes rellenos al horno, arroz, sopa de lentejas, puré de papas, pollo rostizado o en salsa de cacahuate, milanesa de pollo y papas a la francesa, verduras, picadillo, huevo cocido, chuletas tostadas con puré de manzana, salchichas, filete con chícharos, lomo, pulpos, puchero; y de postre, arroz con leche, duraznos en almíbar, manzanas al horno, zapote prieto, gelatina o flan de mi abuela. De cena, quesadillas, burras, enfrijoladas o entomatadas. Para variar, torrijas, merengues y galletas o panqué de nata… Tomábamos agua de la llave, comprábamos paletas, jícamas o chicharrones del señorcito que pasaba con el carrito, etc.
Formábamos grupos para bailar y ensayábamos pasos. Íbamos a las kermeses y nos casábamos con varios, inventando nombres en inglés y la onda de remate era el café cantante.
Algunas veces nos subimos en camión a escondidas y aprendimos a atravesar a pie, desde muy chicos, grandes avenidas. Nos vestiámos de princesas con capa de toalla y nos sentíamos transformados brincando de un sillón al piso, o jugando a ser gimnastas en época de las Olimpiadas con cojines de los sillones en el suelo… .
No teníamos miedo a nada y respetábamos a los mayores, mucho a los viejitos.
Se nos enseñó el respeto por los demás y por la propiedad ajena.
Como niño, no se hablaba si un adulto estaba hablando. Si alguien tuvo una pelea, fue una pelea de puños. Servían los revólveres de plastico, las espadas de ramas y los tirapapas, que no tardaban en quitarnos tras algún tiro desafortunado.
Era muy divertido jugar a policías y ladrones o indios y vaqueros. Y las mamás más cool, nos dejaban echar “brujas”… En fiestas echábamos globos de agua, harina y confetti; organizábamos concursos tales como carreras en costales, llevar un limón en cuchara o ponerle la cola al burro. Hasta echábamos manguerazos con nuestros amigos y no había ningún problema. ¡Cómo lo disfrutamos!
Cuando se hacía de noche sabíamos que era hora de cenar y con solo un chiflido o un grito de mamá hacíamos caso.
Nos gustaba ir al colegio, porque teníamos amor, cariño y respeto por los profesores, así como la dicha de convivir con nuestros compañeros, que hoy son nuestros grandes amigos… y ¡nadie le faltaba el respeto a un profesor! (so pena de ser expulsados por la Dirección).
Disfrutábamos la naturaleza, y atrapábamos todo tipo de bichos en botes de vidrio con la tapa agujerada. Ya para que vivieran más a sus anchas, se pasaban a cajas de zapatos.
De la boca de los grandes escuchábamos historias y consejos que valían la pena.
Cuando pasaba un avión, todos los niños salíamos a verlo y le gritábamos a voz en cuello: ¡Aviónnnnn!
Tuvimos una sola TV, cuyo control remoto éramos nosotros mismos…
Qué felices la pasamos empapándonos en un aguacero, en los charcos, o resbalando en las calles enlodadas (aún sin pavimentar), en jardines o en algún parque o club… Eso era diversión pura.
Nos metíamos a la casa de nuestros vecinos y la mamá nos daba comida a todos, nadie cogía nada sin permiso y no se hacía tanto desorden porque siempre nos ponían a recoger. Conocíamos a todos los de la cuadra y los vecinos nos echaban ojo como si fuésemos sus sobrinos, su familia.
Quisiera volver a esos tiempos. Estos tiempos tienen también cosas padres, pero hay que cuidar que no se pierda tanto bueno para nuestros hijos en una sociedad que ha perdido respeto a la autoridad, compasión, creatividad, tolerancia a la frustración, inventiva, sencillez y sensibilidad.
Anónimo







