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Cómo hacer un presupuesto ante la contingencia por el coronavirus

El golpe económico real de la crisis del coronavirus aún es incalculable, y lo cierto es que habrá sectores más afectados que otros, sin que ninguno deje de resentir las consecuencias, por lo que es el momento adecuado de cuidar junto con la salud sanitaria, la salud financiera.

“Ante la grave situación económica que enfrenta el país, es vital que las personas y familias implementen un presupuesto y se apeguen a él, porque esto podría representar la forma en que logren ordenar y subsistir financieramente los siguientes meses”, advierte Luis Madrigal, director de Coru.com

Un presupuesto ayuda a establecer claramente los ingresos y los gastos para realizar una planificación que permita tomar mejores decisiones sobre el dinero. 

Lo ideal es mantener uno habitualmente, pero a fin de apoyar a las personas que no cuentan con un presupuesto preparado ante la contingencia económica del coronavirus, la plataforma de servicios financieros Coru.com emite las siguientes recomendaciones:

IMPORTANTE: Es aconsejable contemplar que este presupuesto de contingencia sea flexible y se mantenga al menos los siguientes 3 a 6 meses. 

1) Identificar los ingresos con que se cuentan hasta ahora

Hacer cuanto antes una revisión detallada de los ingresos mensuales, como salario, honorarios u otros ingresos que se hayan acumulado hasta ahora. Se debe incluir el dinero de los fondos de ahorro o inversiones, en caso de tenerlos.

2) Revisar los gastos hasta el momento

Ubicar claramente los rubros de gastos indispensables que corresponden a necesidades personales o familiares como alimentos, pago de servicios básicos, renta, pagos de deudas, ahorro, y separarlos de otros gastos no urgentes como algunas compras por internet, gasto en ropa y todos los desembolsos que podemos posponer para el momento en que pase la crisis por la pandemia o que se tengan mayores ingresos.

3) Reorganizar prioridades y recortar gastos en crisis

Una contingencia como la pandemia actual de coronavirus exige reacomodar prioridades: quizá ya no sea indispensable contemplar gastos de transporte, restaurantes o entretenimiento fuera; pero el pago de sanitizantes, algunas medicinas, comida por medio de apps y pago de internet en casa serán una prioridad los siguientes 3 a 6 meses, por lo que es un buen ejercicio reacomodar los gastos que sí serán vitale y cortar de tajo aquellos que no son estrictamente necesarios para subsistir.

IMPORTANTE: Si se tiene un hábito de ahorro o fondo de emergencias, hay que mantenerlo  vigente y hacer uso de éste únicamente en casos extremos (desempleo, enfermedad grave, hospitalización). Si no se tiene un ahorro previo, es crítico destinar una parte del ingreso para ello, así como revisar planes de créditos y/o préstamos personales.

4) Buscar ingresos, o bien, mantenerlos estables. En casos específicos, contemplar el crédito.

La recesión puede generar desempleo o, en otros casos, que el sueldo se reduzca en función de horarios laborales disminuidos. Hay que estar preparados para que los ingresos se vean lo menos afectados. Buscar alternativas para capitalizar, ya sea mediante la renta de activos (propiedades) o mediante emprendimientos acordes a la contingencia (negocios digitales). Si la situación será crítica en los siguientes 2 a 4 meses, es momento de ir comparando en internet distintas alternativas crediticias favorables, desde préstamos personales o bancarios con tasas preferentes o fijas, hasta tarjetas de crédito que pueden ayudar en caso de hospitalización o atención médica. 

Este texto contiene información pública vigente de las diversas entidades con el propósito de ser relevante durante la contingencia. Al ser una situación que cambia rápidamente, la información podría actualizarse constantemente. En todas las plataformas de Coru.com estaremos al tanto de posibles actualizaciones.

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Acerca de Coru.com

Coru.comes la plataforma líder de comparación de servicios financieros en línea de México. Nuestra misión es hacer la vida financiera de los mexicanos más fácil, a través de tablas comparativas personalizadas, con la finalidad de que conozcan con exactitud las condiciones, costos y ventajas antes de contratar una tarjeta de crédito o seguro de auto. Con la ayuda de un formulario, nuestro algoritmo mostrará los mejores resultados al usuario según sus necesidades, para que así tome la mejor decisión respecto a su dinero.  

Para más información contactar a:

Irene Flores,
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irene@coru.com, prensa@coru.com  
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¿Qué relación tenemos ahora con las pantallas?

Internet y las herramientas digitales nos han ayudado mucho durante este confinamiento.

Una amiga, que conoce mi visión un poco crítica de Internet y las tecnologías digitales, me preguntó el otro día, con un punto de ironía:

– Ahora que estamos confinados, ¿has dejado de lado tus críticas y te has hecho un poco más amigo de la tecnología?

Touché. La pregunta es muy oportuna: es indudable que gracias a Internet hemos podido sobrellevar mucho mejor los largos días que confinamiento que hemos padecido.

Gracias a Internet hemos podido mantener nuestras relaciones personales a través de todo tipo de herramientas fabulosas – Whatsapp, Zoom, Hangouts y tantas otras-, compartiendo alegrías, penas, temores y esperanzas.

Gracias a la tecnología digital muchos hemos podido seguir trabajando, si no al 100%, al menos a un ritmo relativamente satisfactorio.

Gracias a Youtube muchas personas han podido mantener su práctica religiosa, asistiendo a través de retransmisiones a ceremonias religiosas en la Plaza de San Pedro, Fátima o Medjugorje. Otros –a través de Zoom u otras herramientas- han rezado en rosario en familia o comunidad.

Gracias a plataformas de Internet como Netflix o HBO, a falta de opciones de ocio fuera de casa, hemos podido disfrutar de películas o series entretenidas.

Gracias a Amazon hemos podido adquirir muchísimas cosas sin salir de casa ni ponernos en riesgo.

Conozco personas que se han divertido juntas a través de distintas plataformas, organizando competiciones, yincanas,  canciones corales o concursos de disfraces. Sé de gente que ha llegado a contratar “canguros” online para poder trabajar con cierta tranquilidad mientras amigos o sobrinos entretenían un rato a sus niños delante de la pantalla, con todo tipo de concursos y actuaciones.

Y la lista podría seguir interminablemente.

En fin, que gracias a Internet y a algunas de sus fantásticas herramientas, estos días hemos podido seguir cultivando y desarrollando lo más valioso de nuestra humanidad.

A la vista de todo esto… ¿qué le respondería a mi amiga? ¿Ha mejorado mi visión de Internet y la tecnología? Pues bien, la respuesta es… sí y no.

En parte sí que ha mejorado, por una razón. Obligados a utilizar la tecnología para relacionarnos, hemos tenido que hacer un esfuerzo de alfabetización digital y originalidad, para explorar cómo podemos utilizar nuestras herramientas digitales al servicio del contacto personal con los demás. Pienso que en estas semanas de confinamiento hemos usado la tecnología digital mucho mejor de lo que solemos, poniéndola al servicio de nuestras relaciones personales y de la eficacia en el trabajo.

Ahora bien, como soy un poco cabezota, en parte mi visión sobre Internet se ha mantenido algo escéptica. De hecho, creo que la cuarentena ha ayudado a apagar un poco el entusiasmo de muchos tecnófilos. Tras varias semanas reduciendo nuestras relaciones y experiencias a las que podemos tener a través de una pantalla, ha quedado claro que las mismas no pueden equipararse a las relaciones y experiencias presenciales, de carne y hueso. Todos estamos deseando salir a la calle a dar un paseo, abrazar a un amigo, compartir una merienda con los abuelos, mirar un paisaje bonito mientras cae la tarde. Hasta los estudiantes -¡quién lo diría- echan de menos el colegio. Y muchos profesores echamos de menos a nuestros alumnos.

Creo que estos cuarenta días en casa nos han demostrado que muchas de las relaciones y experiencias que podemos tener a través de Internet solo alcanzan a ser un sucedáneo de las presenciales. Como no puedo dar un beso a mi hijo, le mando un whatsapp; como no puedo ir a ver a mi abuela, la llamo por Skype; como no puedo asistir a una clase, asisto a una conferencia en Youtube; si no puedo pasear por la playa, veo un documental de La 2.

El hecho de poder contar con estos sucedáneos es fantástico, ya que nos permite sustituir la realidad presencial cuando la misma es imposible o desaconsejable. Que es lo que nos ha pasado durante las últimas semanas.

CALLING

Mi preocupación con la tecnología digital es que nos ofrece sucedáneos tan atractivos y maravillosos que, obnubilados con los mismos, en circunstancias menos extraordinarias que las actuales podemos llegar a olvidar que las experiencias presenciales son todavía mejores. El brillo del sucedáneo puede terminar eclipsando la realidad que pretende reforzar o complementar.

Concluyo. Esta cuarentena, hasta cierto punto, me ha abierto los ojos sobre las maravillas de la tecnología y de Internet. Pero, sobre todo, me han confirmado en la sospecha de que todavía es mucho más maravillosa la vida presencial.

Ojalá esta cuarentena nos grabe a fuego que los fabulosos sucedáneos que Internet nos ofrece –tan necesarios y útiles- nunca deberían sustituir la belleza de las relaciones presenciales, de carne y hueso, con sus pétalos y sus espinas. Porque no hay emoticono capaz de expresar lo que vamos a sentir cuando podamos volver a dar una caricia o achuchón a un nieto, a una novia o a una madre, cuando después de esta larga tormenta podamos volver a verles.

Fuente: Aleteia

CORONAVIRIS, COVID-19, SARS-COV-2…

Llámalo como quieras pero lo que hay que hacer no es nada nuevo…

Dr. José Manuel Mier Odriozola

La pandemia que estamos viviendo ha trastocado nuestro día a día de una manera que sólo hace unas cuantas semanas hubiera sido inimaginable. Las facilidades en las telecomunicaciones nos hacen testigos de los hechos en cualquier parte del mundo en tiempo real, de tal suerte que podemos estar viendo como se hace una prueba rápida en Corea del Sur y a la vez como están enterrando a sus muertos en Lombardía. Sin duda la manera de vivir esta situación es inédita para nuestra generación, que por No por suerte sino por el trabajo de la generación de nuestros padres y abuelos, dejaron un mundo en “relativa paz”, donde muchos de  los millones de vecinos que hoy habitamos el planeta podemos convivir.

Los medios de comunicación tanto digitales como de prensa tradicional, se han encargado de informarnos puntualmente de las medidas que se han de tomar para poder controlar esta pandemia, y prácticamente nadie que viva en una gran ciudad es desconocedor de la gran mayoría de recomendaciones: confinamiento en casa, guardar las distancias, lavarse las manos, etc… y todo eso está muy bien pero sin duda y por ello escribo estas letras, nada de lo que hay que hacer representa inventar nada nuevo, nada que no haya tenido utilidad y éxito en otros tiempos, y es aquí donde quiero hacerte reflexionar.

Casos de grandes crisis humanitarias se han presentado en repetidas ocasiones algunas de ellas no hace tanto tiempo y el liderazgo de grandes personalidades y la solidaridad, empeño y comprensión de la población las ha hecho posibles.

El 20 de enero de 1961, lo que asistieron al discurso tras  la victoria de partido demócrata en la generales de los EUA, presenciaron uno de los mas grandes discursos que se hayan escuchado de la voz de Jonh F. Kennedy, que dejó para la historia, la taladradora frase “compatriotas: preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país”, esta frase hizo que se cimbrara el sentir de una nación completa, al hacerlos conscientes de que no todo los que le pasa a un pueblo, se debe para bien o para mal por culpa de sus gobiernos, sino que son los gobernados quienes deben de cambiar sus actitudes para crear cambios de fondo en la sociedad, y ¿por qué traigo a cuento esta frase?, sencillamente por la situación actual de la pandemia. Los políticos sean del color que sean y casi de cualquier país, intentan capitalizar políticamente crisis de embocaduras gigantes como la que estamos viviendo y los gobernados intentan culpar de todas sus tragedias y miserías a los gobiernos, sin duda yo creo que esto es una conducta equivocada de ambos sentidos. Los que gobiernan y los que están en la oposición deben de cerrar filas ante tan gigantes desafíos para bien de sus gobernados y los gobernados poner su granito de arena para contribuir a la mejoría de la situación, con esto último me refiero a la poca conciencia cívica que estamos presenciando cuando a la población se le solicita aislamiento y cuarentena y vemos los centros turísticos vacacionales con ocupaciones hoteleras mayores de 90%, cuando vemos los conciertos y manifestaciones siendo multitudinarias, centros comerciales, bares y restaurantes concurridos, etc. cuando las necesidades sanitarias sean insuficientes y toquen a nuestros seres queridos o incluso a nosotros mismos, entonces pensaremos en lo poco que ha hecho el gobierno para ayudarnos, en los insuficientes medios hospitalarios de atención, en las pocas ayudas fiscales y subenciones; pero no pensaremos en los errores propios cometidos al no haber hecho algo por nuestra propia gente, nuestra familia y por tanto por  nuestro país, al haber cumplido reglas de convivencia cívica tan simples como por ejemplo “QUEDARSE EN CASA” cumplir la cuarentena. Con estas letras te invito a que crees conciencia y atiendas al llamado de las autoridades, que tomemos ejemplo de otras naciones donde no hicieron caso o éste llego ya tarde.

En segundo lugar quiero también desde estas letras crear conciencia y enviar un reconocimiento a todos aquellos que contribuyen diariamente con su trabajo y esfuerzo a  que la ciudadanía y nuestro sistema de vida no colapse, me refiero en particular a aquellos que no pueden guardar el confinamiento y que lo hacen por servicio a los demás, claro y visible ejemplo de esto somos los trabajadores de la salud, tengo que decir que mucha gente reconoce nuestra labor y nos alienta a seguir con ella, pero no estamos solos, nosotros no hacemos posible esta resistencia y vuelvo a insistir que nuevamente lo que estamos presenciando no es nada nuevo, en otras crisis  de diversas índoles se ha presentado la solidaridad de sus pueblos. Mi reconocimiento va por ejemplo a los camioneros que transportan mercancías, alimentos a diferentes partes del país para que los ciudadanos puedan disfrutar de los víveres necesarios, de la gente que trabaja en mercados y supermercados, cajeras, acomodadores, almacenistas, limpiadores, etc que aunque su labor en ocasiones pasa desapercibida es básica para el correcto funcionamiento del establecimiento. Choferes del transporte público, gente del servicio de limpieza de la ciudad, etc, etc. Hay mucha gente que no para y que debes de reconocer su labor porque ellos hacen posible que tu te puedas quedar en casa. Recordemos la historia y pensemos en Hugh Caswell Tremenheere Dowding fue el oficial británico que dirigió el Mando de Caza de la Royal Air Force (RAF) durante la batalla de Inglaterra, a principios de la Segunda Guerra Mundial, cuando ocupaba el cargo de mariscal en jefe del Aire. Gracias a esta batalla el rumbo de la Segunda Guerra Mundial tomaría un giro diferente y sería el mismísimo Sir Winston Churchill quien nos dejaría una mas de las grandes frases que dejó para la historia “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, con esta frase quiero crear conciencia en ti! que estás leyendo estas letras y pienses nuevamente que para que tu estes en casa hay muchas personas que se juegan la vida y desempeñan una función social imprescindible para que nuestro modelo de sociedad no sucumba.

Pero hemos hablado  hasta ahora de de gobiernos, gobernados, profesionales que pasan inadvertidos, etc. pero no nos olvidemos de la esencia de este mensaje, como el título dice “CORONAVIRIS, COVID-19, SARS-COV-2… llámalo como quieras pero no es nada nuevo…” y con el apoyo y solidaridad de todos se logrará salir de este problema y ver el nuevo amanecer que tendremos una vez superada esta crisis. Debemos comprender que cada uno de nosotros somos y debemos de ser parte de la solución de la crisis, que hay que pensar no sólo en si mismo y mis seres mas queridos con los que vivo, sino también en todos los demás, en esos desconocidos que también forma parte como simples engranes  de la maquinaria social a la que pertenecemos todos. Debemos como dijo la Madre Teresa de Calcuta “el que no vive para servir, no sirve para vivir”  por ello ante esta terrible crisis crea conciencia en ti mismo, en tus hijos en tus seres queridos y sirve a tu sociedad, sirve a tu país, y sin darte cuenta será la mejor manera en la que te estás sirviendo a ti mismo.

Dr. José Manuel Mier Odriozola.

– Coordinador Clinica de Cáncer de Pulmón y Tumores del Tórax

Hospital Angeles Lomas

– Director

Instituto de Cirugía Torácica Mínimamente Invasiva

El temor como síntoma

Vivimos en un mundo globalizado, quizá una de las expresiones más oídas en los medios de comunicación, que pocas veces reflexionamos. Nuestro actuar personal en sociedad está condicionado por las influencias externas mucho más de lo que pensamos.

Por Alejandro Robles Arias

En su libro Next, Alessandro Baricco narra un ejemplo magistral de cómo actúa esto.

Imagínate un sábado por la tarde caminando tranquilamente y disfrutando del día, de pronto, aparecen cuatro personas (no más, cuatro) corriendo como desesperados en dirección contraria a ti, gritando. 

En ese momento te pasan dos opciones por la cabeza: o son unos locos o han visto algo terrible que tú no. Si optas por la primera, continuarás con calma tu paseo; si escoges la segunda te unirás al grupo de los que corren y gritan desaforados.

Mientras piensas en esto, algunas personas con una toma decisión más rápida que la tuya, ya están corriendo. Los cuatro se han convertido en veinte.

Tu cerebro trabaja y comienza a decidirse por la huida, es increíble cómo influye en ciertos ambientes, lo que hacen cuatro o veinte seres humanos y no las mil personas que tienes a tu alrededor. 

Seguro que el hecho de que tú te unas (antes o después) al grupo de los que corre terminará influenciando a algunos indecisos que aún no deciden qué hacer. 

Si alguien un poco más centrado te preguntará: ¿Por qué corres? Probablemente dirías: todo el mundo huye. Lo cual, ya vimos, está lejos de la realidad.

Fue inevitable pensar en este gran ejemplo, al ver las filas de personas en los supermercados dejando vacías las estanterías no sólo de comida, sino de artículos que distan de ser prioritarios como el papel de baño o la pasta de dientes. 

Lo único más contagioso que cualquier virus es el miedo. 

Lo grave del coronavirus no es sus efectos per se en la población, sino la sensación de temor y pánico que impregna en la sociedad que saca a relucir actitudes como la xenofobia o el miedo al otro, siendo en realidad el COVID-19 uno de los síntomas de la verdadera enfermedad que desarrolla la sociedad del siglo XXI.

Algunos casos racistas han trascendido los medios: personas asiáticas golpeadas en Italia solo por el hecho de serlo o casos tan inverosímiles como el de Turkish Airlines negando el embarque a su avión de dos turistas españoles en Irán, pero no de los pasajeros turcos. El mejor ejemplo de que la nacionalidad no dice otra cosa que confirmar el prejuicio de quien le otorga importancia.

Como diría Albert Camus: el mal en el mundo, proviene casi siempre de la ignorancia.

¿Cómo se combate la ignorancia? Con ciencia y evidencia. 

¿Es un tema de importancia? Desde luego, porque todo se posponer, re agendar y comprar después, excepto la salud.

Así que debemos actuar como sociedad responsable, atender a las indicaciones de las autoridades y extremar precauciones. No basarnos en publicaciones de Facebook o cadenas de WhatsApp, sino en información oficial.

¿El gobierno es inepto? Bien, exijámosle que cumpla con sus obligaciones, pero que en nosotros quepa la cordura de hacer las cosas con sentido común y acercarnos a las medidas higiénicas que todos conocemos.

Perdámosle el miedo a la enfermedad no por ingenuidad, sino porque paraliza y lleva a realizar acciones sin sentido y lejos de la realidad como el ejemplo que plantea Baricco. 

Evidentemente en situaciones como esta, promover la escasez de alimentos u otros productos acaparando de más, simplemente nos planteará más problemas que resolver del principal.

Así que como sociedad nos toca madurar, actuar con seriedad y con información veraz.

Hemos sido testigos de cómo ante situaciones graves la sociedad de nuestro país ha actuado de gran manera ante fenómenos naturales, ahora nos enfrentamos a un nuevo reto, porque no es “visible” hasta que a uno mismo o alguien cercano adquiere la enfermedad. 

De los jóvenes se requiere una consciencia especial de acatar el aislamiento social y cuarentena. No tanto por sí mismos, sino por los miembros más vulnerables de sus familias y de la comunidad.

Acabar este texto con una inyección de entusiasmo vista en el mundo me parece lo más oportuno: ciudadanos italianos alentándose desde los balcones de sus casas cantando, bailando y tocando música para darse ánimos en estas semanas tan difíciles.

En España algunos jóvenes han puesto letreros en los edificios donde viven, ofreciendo a los adultos mayores hacerles el mandado a fin de que ellos no tengan salir al exterior.

Varios escritores han regalado sus libros electrónicos para estos días de cuarentena. Varias instituciones culturales han colocado en livestream conciertos para que sean disfrutados de forma gratuita.

Si bien no existe hasta el momento una medicina específicamente para el COVID-19 lo que si podemos hacer todos es tomar una buena dosis de empatía y solidaridad, juntos saldremos adelante. 

¿Cuántas operaciones bancarias haces desde casa?

Por Coru.com

Las últimas semanas han sido extrañas y las que vienen, inciertas. Quedarse en casa es el deseo de muchos, pero buena parte de nuestra vida ocurre en el exterior. Uno de esos lugares por los que pasamos frecuentemente sin darle importancia son los bancos. Ante una crisis sanitaria lo recomendable es evitar sitios concurridos y exactamente así son los bancos. ¿Qué hacer entonces?

Olvídate de (visitar) los bancos

Cada vez son más las operaciones bancarias que se pueden hacer sin salir de casa. Si aún no las conoces es un buen momento para probarlas, así proteges tu salud y te ahorras mucho tiempo. 

La banca en línea funciona hace años. ¿Qué tanto la conoces?

Para comenzar hagamos una lista de las razones para visitar un banco. El pago de la tarjeta de crédito, servicios como luz, agua o impuestos, son algunas operaciones sencillas que requieren efectivo y por eso visitas la sucursal, ¿algo más? También para trámites como corrección de datos o aclaraciones debes presentarte físicamentel, o eso creen muchos. Esas sencillas actividades son todavía más simples gracias a la banca electrónica.

¡Evoluciona con tu banco!

Gracias a las apps bancarias todo tipo de pagos son posibles sin usar efectivo. Si tienes una cuenta de nómina o cualquier otro tipo de cuenta de captación ya hay dinero disponible para hacer esos pagos. Lo único que debes hacer es darle la instrucción al banco para cumplir con tus pagos. 

Algunas transacciones son más sencillas que otras pero todas son posibles.

Paga desde el celular

Al entrar a la app de mi banco hay una opción llamada pagos y transferencias. Si aún no descargas la tuya es el momento de hacerlo. Dentro de esta sección tengo la posibilidad de hacer transferencias, ya sea a mis cuentas en el mismo banco, otros bancos o cuentas de otras personas. 

También me ofrece hacer los pagos de mis tarjetas de crédito del mismo banco u otros, además de hacer este procedimiento para terceras personas. Finalmente me da la opción de pagar mis impuestos. ¡Explora tu app bancaria!

Realizar los pagos desde tu teléfono móvil ya es una forma de evitarte visitas al banco, pero no es lo único que puedes hacer. Si requieres ayuda con tu cuenta también es posible recibir ayuda a distancia. 

Ante una emergencia sanitaria es probable que los call centers trabajen a una capacidad menor a la normal; sin embargo, la banca en línea te ofrece apoyo 24 horas, 7 días, aún sin trabajadores humanos. 

Muchas dudas que tienes como usuario son comunes. Debido a esto el banco está acostumbrado a resolverlas ya están programadas. 

Las sucursales bancarias seguirán existiendo por muchos años pero cada vez son menos indispensables. Muchas de las acciones que requiere el cliente se hacen desde la app del banco o desde el portal web. 

Quizá te dé más seguridad visitar una sucursal pero bastará que pruebes la banca en línea para que confirmes que además de rápida es confiable.

Ahora que lo recomendable es evitar los lugares concurridos es una buena oportunidad para probar los servicios en línea de tu banco. Una vez que los conozcas no querrás volver a visitar una sucursal bancaria. 

Además de cuidar tu salud, estarás ahorrando tiempo que bien puedes utilizar para otras actividades que disfrutas más como pasar tiempo con tu familia o amigos. La banca en línea es una herramienta tan útil como tú se lo permitas.

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Imagen en redes sociales

Con cada red surgen protocolos especiales y reglas de imagen específicas para cada una de ellas. A todos estos protocolos se les denomina “Netiquette”, que es el juego de palabras entre Net (Red) y Etiquette (la palabra en inglés para definir “protocolo”), pero sin importar a qué red hagamos referencia, siempre debemos tener en cuenta las siguientes recomendaciones que engloban el “DECÁLOGO DE NETIQUETTE”: 

1. Nunca olvides que estás interactuando con humanos y que todo mensaje tiene un receptor, pregúntate: ¿estás consciente al postear de todos los posibles receptores que tu mensaje podría tener?, ¿con algún receptor podrías tener conflictos que dañen tu imagen? Ante la duda a estas preguntas, ¡mejor abstente! 

2. Adhiérete a los mismos estándares de comportamiento en línea que tienes de 

manera presencial.

3. Ten diferentes Redes Sociales para tus diversas audiencias.

4. Posee una pulida ortografía y redacción.

5. Muestra el lado bueno de tu persona mientras estás en línea.

6. Comparte tu conocimiento y da un valor agregado.

7. Respeta la privacidad de terceras personas: no postees nada que no te 

gustaría que postearan de ti.

8. No ayudes a la propagación de rumores. Schopenhauer dijo: “La cantidad de rumores inútiles que un hombre puede producir y soportar, es inversamente proporcional a su grado de inteligencia”.

9. Configura tus Redes Sociales en cuanto a privacidad y diseño: tú decides si 

las haces públicas o privadas y cuánto acceso le das a cada quien.

10. Piénsalo muy bien antes de publicar. Pregúntate: ¿realmente vale la pena o te lo puedes evitar? 

Hoy al pensar en nuestra reputación, tenemos que pensar invariablemente en nuestra Reputación en Internet, que no es otra cosa más que lo que aparece en Google cuando tecleamos nuestro nombre. Esto hace que cada vez que publiquemos algo (o alguien publique algo relacionado con nosotros) vayamos dejando un rastro, una huella… ¡Nuestra nueva “Huella Digital”!, por ello LAS REDES SOCIALES SON UNA EXTENSIÓN DE NUESTRA PERSONALIDAD. 

Ver al futuro

La elección de la carrera profesional es uno de los procesos más complicados por los que atraviesa cualquier individuo. Prácticamente es una decisión que se polariza en blanco o negro, ya que a ojos del joven determinará su futuro: la total felicidad o el inicio de decepciones.

El hecho de vivir en sociedad supone una presión aún más grande. Existen grandes expectativas por todos lados, desde la que ejercen los padres, amigos, las modas laborales del momento y, desde luego, las propias.

El tiempo límite para tomar la decisión causa ansiedad en muchos de los indecisos. Algunos toman vías rápidas sin pensarlo demasiado, como elegir la profesión de sus padres y andar un camino previamente trazado que evitará muchos tropiezos.

Otro grupo es el de aquellos que saben lo que quieren, pero temen escoger alguna carrera por el estereotipo de que “no se gana mucho dinero” en ella. 

Más allá de todo lo que rodea la decisión debemos recordar algo obvio: el que la estudiará será el joven, no los amigos o la familia.

Será una decisión que marca una ruptura con entre la educación básica y general, y una especializada con la que sienta afinidad. 

Así que invito a hacer un ejercicio a los jóvenes estudiantes de preparatoria en el cual se visualicen en 10 años. Sé que es complicado, que 10 años podrían sonar demasiados, no obstante, lo lejano de la fecha nos ayuda a echar a volar
la imaginación.

En 10 años habrá avances y retrocesos, encuentros y desencuentros, amores y tristezas. En diez años habrá vida. Y debemos pensar cómo nos gustaría que fuera el colofón de aquellos momentos: en los quirófanos salvando vidas, en una oficina diseñando los espacios que enmarcarán la vida o surcando los mares encontrando soluciones que mejoren el planeta. 

El genial arquitecto Frank Lloyd Wright
dijo que nadie puede llamarse arquitecto sin tener la capacidad de ver 10 años hacia delante para anticiparse a cómo deben envejecer sus obras y proponer construcciones que no encajen sólo en el periodo actual, sino también en el futuro.

De igual forma, nosotros debemos ser arquitectos de nuestro destino. Tomar las riendas de nuestra vida, con la plena conciencia de que las cosas no saldrán tal cual las pensamos, pero sí que podemos poner una mira y no quitar el ojo del objetivo. Seguro llegaremos a él después de un viaje impredecible. 

Veamos hacia adelante, entendiendo que las circunstancias actuales no regirán en el futuro. Ejemplos hay muchos: hoy en día la norma son los coches con gasolina, a mediano plazo la norma serán los
vehículos eléctricos.

Para saber qué nos gustaría estudiar, investiguemos y preguntemos. Seamos curiosos y acerquémonos a aquellos profesionistas destacados para que nos cuenten sus impresiones a fin de ensanchar nuestro campo de visión.

Sólo vivimos una vida, pensemos en el futuro que será nuestro presente durante muchos años por venir.”

Por: Arq. Alejandro Robles Arias
Director de Arquitecturar

www.arquitecturar.mx

A merced del ascensor

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Los maestros del género de terror dominan el arte de jugar con lo inesperado. Es una fórmula probada: lo que más aterra es lo que no se espera que suceda (fórmula que también aplica a la risa). ¿Recuerdas aquella escena de la película “Los otros”, en donde la pequeña niña vestida de primera comunión juega sentada en el suelo, de espaldas al público, cuando de repente voltea hacia la cámara y en vez de su dulce carita aparece el rostro de una vieja terrorífica? La sala de cine gritaba al unísono.

Por supuesto que el factor sorpresa se acentúa con el sonido. El ruido inesperado que rompe el silencio, antecedido por la calma chicha, juega un papel estelar en la fábrica del terror, pues despierta hasta los miedos que no sabías que tenías, y ya asustado, eres capaz de ver tu propio fantasma.

Saco esto a cuento porque lo que viví fue una mini historia de terror, con efectos de sonido incluidos. Hay quien le teme a los ascensores, un sentimiento por demás irracional, ya que, como se encargan de repetir los ecuánimes y los que saben del tema, los ascensores no se caen, punto. Punto y seguido: te invito a que dejes de lado lo que estés haciendo y conectes tu mente con la mía, a fin de que tú vivas y yo reviva cada instante de esta confusa historia:

Metida de lleno en unos textos que urgía enviar al diseñador, el tiempo se me fue volando. Cuando los terminé, me di cuenta de que eran las 7:30 pm, hora en la debía recoger a mi hija. Si me apuraba, estaría ahí en 10 minutos, más otros tantos de regreso… Le prometí al diseñador que se los enviaría en veinte.

Con el bolso en una mano y el celular en la otra, corrí hacia la puerta, por la que Lorenzo, mi perro, se logró colar antes de cerrar. No me costaba nada permitir que me acompañara. Eso sí, como los perros no pueden viajar por los elevadores principales, llamé el de servicio. No tardó ni un minuto en llegar al piso 12 donde vivo; sin embargo, al detenerse hizo un ruido extraño. Dudé entre subir o llamar otro, lo cual implicaba regresar a Lorenzo a casa y escuchar sus lamentos, de modo que entré…

Más tardé en apretar el botón que las puertas en cerrar. En ese preciso instante se desplomó en caída libre, chirriando al pegar contra las paredes en su descenso. Sólo acerte a apretar todos los botones que pude con la esperanza de que parara en algún piso, pero fue en vano. ¿Cuántos pisos, cuántos segundos o minutos pasaron? Difícil calcular en retrospectiva, ya que el tiempo y la distancia se relativizan mientras viajas a la velocidad de la luz (yo creo que Einstein tuvo una mala experiencia en un elevador, de ahí su teoría de la relatividad), y más sabiendo que en cualquier instante te vas a estrellar.

El impacto fue tremendo; y el ruido producido por el mismo, estrepitoso, como el de un auto al chocar contra una pared. Recuerdo que me elevé con la inercia y aterricé de golpe sobre mis pies, los cuales se doblaron provocando que cayera al suelo. No podía levantarme, los pies no me respondían. Intenté alcanzar el tablero para apretar el botón de emergencia, pero en mi confusión no distinguía unos botones de otros. Recuerdo que me tranquilizó el pensar que había tocado fondo y seguía viva. El gusto no me duró mucho, pues casi de inmediato, la luz se apagó y el elevador se dejó ir de nuevo a toda velocidad.

En la segunda caída mi reacción no fue de sorpresa, sino de certeza: me iba a morir. No me envolvió la confusión, sino el terror, y mis gritos desaforados tuvieron la intención de oírse más allá de la caja de acero que habría de marcar mi destino en cualquier momento.

De pronto, otro impacto tremendo me despegó del piso cual muñeca de trapo y me lanzó contra el mismo después. Luego, silencio…, que rompieron mis gritos pidiendo ayuda. ¿Y Lorenzo? No lo sé. Seguramente, tan confundido como yo.

Mi mano izquierda nunca soltó el celular, aunque estaba tan atontada que no acertaba a marcar nada. Traté de forzar las puertas, ¡imposible! Apenas logré separarlas un par de centímetros mientras me las ingeniaba para alumbrar con la pantalla del celular lo que había del otro lado: tabiques de concreto. Debo estar en el sótano, pensé, y agradecí por segunda vez estar viva. Sin embargo, por la mitad superior de la puerta entraba luz. Había quedado atorado entre pisos.

Incapaz de ponerme en pie, volví a gritar pidiendo auxilio. La voz de un hombre joven me preguntó quién era y si estaba bien. “No -le respondí-, estoy lastimada y no me puedo mover.” Lo que más me inquietaba era saber si ahora sí había tocado fondo, de modo que le pregunté: “¿En dónde estoy…?” “En el penthouse”, me respondió. Mi cabeza daba vueltas. “¡Nooooooooooo!”, chillé. ¿Cómo era posible que hubiera subido hasta ahí? Se podía volver a desplomar y ‘la tercera es la vencida’.

“¡Sáquenme de aquí, por favor!, ¡se va a caer!” -creo que repetí lo mismo diez veces en diferentes tonos…

“No se puede caer, no te preocupes”- me respondió con voz calmada mi amable vecino.

“¡Claro que se puede caer, ya se cayó!, estoy lastimada, ¡me voy a matar si no me sacan rápido!… ¡Llamen a los técnicos del elevador!, ¡llamen a los guardias!, ¡que me saquen de aquí ya!”

Poco a poco se sumaban voces que intentaban abrir las puertas sin éxito, estaban atoradas. Quería creer en las palabras de ánimo de mi vecino, pero mi mente sabía que corría peligro. Dejé de hablar por resignación. Contando el vestíbulo y los estacionamientos, me separaban tan solo veintidós pisos del jardín… y cada instante de los cuarenta minutos que pasé encerrada sentí que la caja se desplomaría. Es difícil describir la angustia que pasé.

¿Y Lorenzo? No lo sé, de repente ladraba, pero en general, no sentí su presencia. Pobrecito, debió estar pasándola tan mal como yo y ni siquiera lo abracé. Bueno, tan mal no, porque no estaba herido. Debe ser gato de clóset, no perro, porque sabe caer.

De esto no me acordaba, pero mi amiga Tere dice que mientras estuve atrapada le llamé por teléfono para disculparme porque no podría llegar a la tradicional cena de los lunes, ya que estaba atrapada en un elevador… También hablé con mi hija Paola para explicarle que no pude llegar a recogerla porque había tenido un percance en el elevador y aún no me sacaban, pero que estaba bien…

Al fin pudieron abrir las puertas. Lo primero que hice fue estirar lo brazos para sacar a Lorenzo, después les pasé mi celular, luego mi bolsa, un zapato, el otro… y cuando era mi turno, exclamé: “Ah no, esperen, ¡falta algo!” Alcancé mi Coca Cola light de 600 ml como pude y se las pasé. “¡Eso no importa!”, dijo impaciente alguno de mis rescatistas. Qué cosas tan extrañas hace uno bajo los efectos de la adrenalina. ¿Cómo iba a dejar mi tiradero en el elevador? En un descuido, les pido una escoba para dejarlo reluciente… Estiré los brazos para que me jalaran. Temía que cuando me estuvieran sacando se desplomara la caja y me partiera en dos. Pero la libré.

Una vez fuera, como no podía mover los pies me depositaron en una silla que sacaron del penthouse. Aullaba a causa el dolor, tan solo el roce de la piel era insoportable.

“ Temía que cuando me estuvieran sacando se desplomara la caja y me partiera en dos. Pero la libré. ”

Me ayudaron a posar los pies sobre un taburete mientras llegaba la ambulancia. La de la Cruz Roja ya estaba ahí, pero preferí esperar a la de Médica Móvil. Error: más me hubiera valido irme en la Cruz Roja, sin duda tendrían más experiencia sus paramédicos, además de que ya estaban ahí, mientras que los de Médica Móvil tardaron una hora en llegar porque se perdieron. Menos mal que no fue un infarto, porque no lo estaría contando.

De repente, empecé a temblar desde la mandíbula hasta los pies y a sentir que estaba metida en un iglú, congelada. Según mi amable vecino, era producto de tanta adrenalina. Mis hijas, que ya habían llegado para entonces, fueron por algo para taparme. Mientras tanto, mis pies se tranfiguraban en un par de tamales oaxaqueños.

Al fin llegó la ambulancia. Abordo venía la versión tropicalizada del Gordo y el Flaco, pero más torpes. Cuando me llevaban en camilla por el vestíbulo, no resistí y les advertí: “A verrrrr, no quiero salir en Youtube señores. He visto muchos vídeos de camilleros que tiran de la camilla a los pacientes y yo no quiero salir en Youtubeeeeee.” Más que camilleros, parecían gatilleros, estaba claro que querían eliminarme.

Elena, mi hija, me acompañó en la ambulancia. Antes de arrancar, les advertí: “Como no estoy sufriendo un infarto y lo que tengo no es de vida o muerte, por favor no enciendan la sirena y manejen despacio. Mi dosis de suerte por hoy se agotó, no quiero que corran.” Me veían cual bicho raro, como si fuera la primera persona herida que les daba instrucciones en su vida…

Bajando mi calle, sentí que mi cuerpo comenzaba a deslizarse y se lo hice notar al paramédico, pero éste respondió: “Es la sensación…” Unos segundos después, insistí: “Ya tengo la cabeza en el aire, me la estoy sosteniendo con la mano, ¿cree que sigue siendo sensación y van a esperar a que me caiga para amarrarme?”

Con el propósito de colocarme de nuevo en la plancha de acero no se le ocurrió nada mejor que jalarme por los tobillos. Uno de ellos ya estaba del tamaño de una pelota de tenis. El grito que pegué hizo que me soltara. Mejor me acomodé yo. Me amarró con dos cinturones a la camilla. Le pregunté si no debía inmovilizarme el cuello, ya que me dolía cada vez más. “Ah pos sí…” Me colocaba el collarín por encima, por debajo, por un lado… no tenía idea, así que me lo coloqué yo.

El clímax fue cuando el conductor pasó a toda velocidad por tres cráteres, hoyos, vados, topes o qué sé yo. Solo recuerdo que fueron tres rebotes que me sacaron lágrimas. Ahí me quebré. “Lo que no logró el elevador lo van a lograr éstos”, pensé. Y me puse a sollozar desconsolada, lo cual me sirvió para liberar tensión.

¡Al fin! llegamos al hospital, donde permanecí internada cuatro días. Ya me estaba esperando ahí un excelente traumatólogo que me recomendó un primo mío, médico también. Mientras realizaban mi registro en Urgencias, el médico de guardia les hizo una seña a las enfermeras al tiempo que me advirtió: “Van a cortar su ropa.” Mis ojos se convirtieron en dos platos perplejos y salí en defensa de mi atuendo: “¡Cómo!… No, ¿por qué, para qué o qué?” “Es para no lastimarla al quitársela”, explicó el galeno. “No hay problema, me aguanto, sí se puede, yo ayudo…” Crucé una mirada con la enfermera, segura de que ella entendería que la ropa no se destruye así como así.

Después de varias radiografías y una tomografía, el diagnóstico fue: politraumatismos y esguinces de importancia en cuello y espalda, así como varios en los pies y pantorrillas. Conclusión: polimadreada.

El mismo médico se sorprendió de que no hubiera ningún hueso roto, ni vértebras comprimidas, pues los daños, según me dijo, equivalían a una caída de un segundo piso. No salí tan mal parada después de todo. Saliendo del hospital, unas semanas de reposo y usar botas de astronauta, collarín, muletas y silla de ruedas por algún tiempo, así como sesiones de fisioterapia por tiempo indefinido. Me arrastré con un ‘look’ de panda hemipléjico varios meses, pero estoy aquí y no sufrí nada que la paciencia y el cuidado no pudieran remediar.

Curiosamente, aunque yo no desarrollé ningún tipo de fobia a los elevadores, varios conocidos me cuentan que a raíz de mi accidente les quedó miedo a usarlos. La secuela psicológica que me dejó fue que durante algunos meses me despertaba intermitentemente en la noche con la sensación de que caía al vacío y sufría vértigo a ratos durante el día.

La explicación técnica del extraño comportamiento del elevador fue que al percibir los sensores que la caja descendía a una velocidad mayor de la programada sin frenar en el piso indicado, a causa de la ruptura de una pieza por defecto de origen, se activó el mecanismo del freno de emergencia, el cual hizo que se liberara un contrapeso instalado en el techo que, al desplomarse en caída libre, hizo que se detuviera en seco la caja, y que por efecto de la inercia, esta volviera a lanzarse a toda velocidad, pero esta vez hacia arriba hasta topar con el arco en el techo.

Yo solo sé que la sensación fue espeluznante. Tal vez sea cierto eso de que los ascensores no se estrellan en el fondo, ¡pero cómo fastidian en el intento!

Elena Goicoechea

La tercera edad

Perspectivas para las sociedades del futuro

Por: Rómulo Conde

En las sociedades industriales avanzadas se habla cada vez más de cómo gestionar social y económicamente el avance del envejecimiento de las mismas, dado que las pirámidas sociales se están invirtiendo, disminuyendo la proporción de jóvenes y aumentando el peso de las generaciones de edades avanzadas.

En este contexto, surge una contradicción clara al demandar, por un lado, que se incremente la edad de jubilación para poder seguir financiando los sistemas de pensiones, pero por otra parte, la mayor parte de las empresas prefieren descartar personal a partir de cierta edad.

No obstante, teniendo en cuenta que la esperanza de vida continuará creciendo, y que los avances médicos y de estilos de vida saludables mejorarán la calidad de vida a edades avanzadas, es preciso considerar más activamente el segmento de Tercera Edad, en todos los sentidos, y concretamente con base a los puntos desarrollados a continuación:

Por un lado, como mercado objetivo al cual ofrecer productos específicos, por ejemplo en el área del ocio, turismo, pero también en el sector geriátrico que irá creciendo en importancia. Aquí se encuentran oportunidades de negocio que resultarán en la aportación correspondiente al crecimiento económico.

Dar un propósito social al segmento de personas de Tercera Edad, creando además un vínculo inter-generacional, tendría un impacto social positivo.

Por otra parte, como fuente de recursos y conocimiento a tener en cuenta por las empresas y organizaciones en general. Esto, obviamente, implica ofrecer programas de reciclaje y formación específicos para estos grupos. Además, sería conveniente crear una gestión de los Recursos Humanos adaptada a esta realidad, donde por ejemplo programas de mentoring podrían ser muy útiles para jóvenes que acaben de entrar en el mercado laboral, ya que la experiencia de un mentor con tal experiencia les puede resultar extremadamente útil y brindarles todo un elenco de conocimientos y perspectivas enriquecedores.

De esto modo, se le daría un propósito social al segmento de personas de Tercera Edad, creando además un vínculo inter-generacional, lo cual tendría un impacto social muy positivo, al favorecer la cohesión social y la transmisión de experiencias y valores para que las nuevas generaciones no vuelvan a caer en errores cometidos por generaciones anteriores.

No debemos olvidar que, como sociedad, también tenemos una responsabilidad ética con nuestros mayores, que se debería de plasmar en un acuerdo inter-generacional con base en los aspectos anteriormente comentados, del cual se beneficiaría la sociedad en su conjunto.

Rómulo Conde Machado

Licenciado en Administración y Dirección de
Empresas / Experto en Integración de Sistemas y
Diseño e Implantación de Sistemas de Información

Nacido en Alemania, hijo de emigrantes españoles, Rómulo tiene un curriculum multi-disciplinario y multi-cultural, a raíz de su formación humanista recibida en Alemania, carrera universitaria cursada en España, formación de post-grado recibida en EE.UU. y experiencia laboral en Consultoría y Sector Financiero en España, Reino Unido, Alemania, Brasil, México y EE.UU

www.linkedin.com/in/romulocondemachado

El manual del ciudadano contemporáneo

Por: Ikram Antaki

…Un día nos volvimos por fin un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador, dignificador, del Estado; protegimos la República, que es la madre, para poder amar a la democracia, que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes.

Los maestros volvieron a ser los arquitectos, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchina y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio.

Dimos lugar y respeto al trabajo, y entendimos que el conformismo puede disfrazarse de revolución.

Despreciamos el recurso de la violencia. Los medios de comunicación prefirieron ser antipoder a ser un nuevo poder abusivo.

Un día nos pusimos a construir una civilización original y tolerante, y dejamos de utilizar como bandera deshecha aquella que otros, en el pasado, hicieron…

El texto anterior busca realizar este hermoso sueño. La fuente es el libro “El manual del ciudadano contemporáneo”. La autora, Ikram Antaki, lo escribió en el año 2000, tal vez con la esperanza de que el cambio de milenio y de siglo sirviera como precursor de un cambio de mentalidad en el ciudadano mexicano. Veinte años después, parece que fue escrito para el hoy.