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PEACEapp

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PEACEapp es una competencia internacional organizada por la Alianza de las Civilizaciones de las Naciones Unidas y por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, en colaboración con Build Up, para promover los juegos digitales y las APPs como herramientas del dialogo cultural y el manejo de conflictos.

Estás a tiempo de inscribirte. La competencia está abierta en tres categorías:

Juegos digitales y APPs de juegos desarrolladas expresamente para este concurso.
Juegos digitales ya existentes.
Adaptar el propósito de juegos existentes para cumplir con el objetivo de server como una APP para la paz (PEACEapp).

Consulta las bases y fecha límite para inscribirte y entregar tu proyecto:

http://us6.campaign-archive1.com/?u=43819250e3b1e04ae4aeae856&id=7b951fc2ec&e=%5bUNIQID%5d

 

Adolescentes en problemas: Papá al rescate

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La transición de niña a adolescente implica algunas etapas de rebeldía. El papá tiene un papel esencial pues ofrece la relación y el punto de vista que nadie más puede dar.

La actitud es lo primero, le sigue la preocupación por la forma de vestir, luego ya no quiere que la acompañes a la escuela, después te pregunta si está gorda, en otra ocasión te la encuentras llorando en la cama, aunque jura que no le pasa nada; sin duda alguna, nuestra niña ya es una adolescente.

Es una etapa que pone a todos los papás nerviosos, y con justa razón, pues la niña dulce ha sido suplantada por una joven que no se siente a gusto consigo misma, contigo ni con su entorno.

El proceso de pasar de adolescente a mujer es lento, doloroso, maravilloso y aterrador; todo al mismo tiempo. Por eso, lo mejor para toda adolescente son unos padres dispuestos a subirse a la montaña rusa con ella e intentar sobrellevar el proceso. Desafortunadamente, por múltiples razones la relación entre madre e hija sufre bastante y se debilita durante este proceso, y es justamente entonces cuando el papá tiene la oportunidad perfecta para ayudar.

El padre siempre es importante en cualquier etapa del crecimiento de la niña, pero me atrevería a decir que en ninguna es tan esencial como en la adolescencia. El papá le da a la adolescente el punto de vista que una mamá no puede, de un hombre que alguna vez fue adolescente también. Él tiene una forma de conversar sin que suene a “disco rayado”, como muchos dicen que las madres sonamos.

Las hijas, por naturaleza innata suelen respetar al padre y saben que su “papi” tiene un lugar especial para ellas. Bajo estas circunstancias, cualquier conversación tiene un aire de comprensión y no de confrontación. El padre tiene un poder incalculable para influenciar a su hija, especialmente si está en una etapa rebelde. Hay cuatro formas de hacerlo:

1.- Cita padre/hija

Una vez al mes lleva a tu hija a una cita formal. Es la perfecta oportunidad para hacerla sentirse amada y segura. Hazle saber que quieres pasar tiempo a solas con ella porque se lo merece. Es una buena ocasión para escuchar lo que piensa tu hija, lo que siente y sucede con su vida. No es el momento de disciplinar. Estas citas deben ser divertidas y relajadas.

2.- Habla sobre sexualidad

Los padres suelen evadir este tema, especialmente con una adolescente. Ella necesita de tu perspectiva como hombre y como papá. Explícale francamente lo que piensan los muchachos de su edad y cuáles son los tipos de chicas que respetan. Habla con ella de esas diferencias; nadie lo puede hacer mejor que tú.

3.- Ten mucho contacto físico

En esta cultura sobre sexualizada hace falta contacto físico que exprese ternura y amor. La adolescente necesita muchos abrazos de tu parte, que la tomes del brazo y le des besos en la mejilla. El contacto físico siempre hace falta, y en esta etapa, si ellas no reciben lo suficiente, lo buscan por otros medios con resultados desastrosos. Que sepa que la aceptas tal como es.

4.- Enséñale cosas que solo papá sabe

Tu hija aprenderá mucho si le enseñas cómo cambiar una llanta, cómo revisar el aceite, principios básicos de electricidad, de
jardinería; cosas que te definen como papá. Pero al mismo tiempo es indispensable que si llega un momento oportuno, no temas ponerte el mandil y ayudarle a cocinar o lavar los platos. El punto es que sienta que quieres pasar tiempo con ella.

La etapa rebelde puede durar solo un momento o continuar por mucho tiempo. Como padre, tienes mucha influencia en tu hija. Ella ya no es una niña y duele este proceso, pero cuando menos lo esperes será una mujer y te sentirás satisfecho por los frutos de tu trabajo. Todo habrá valido la pena, porque papá vino al rescate y estuvo presente.

 

10 cosas que lamentarás en 10 años

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“Si hubiera…” Estas dos palabras unidas dan pie a algunas de las frases más tristes. He aquí diez elecciones que suelen derivar tarde o temprano en esta expresión de lamento:

1.- Usar una máscara para impresionar a los demás.
Si la cara que muestras al mundo oculta quién eres en verdad, llegará el día en que no habrá nada real detrás. Si pasas demasiado tiempo concentrado en la percepción que tienen los otros de ti o en ser lo que los demás esperan que seas, eventualmente olvidarás quién eres. Tu corazón lo sabe. De modo que no temas a los juicios ajenos. No tienes que ser perfecto para impresionar o inspirar a nadie. Permite que se impresionen y se inspiren con tu forma de enfrentar tus propias imperfecciones.

2.- Dejar que otra persona defina tus sueños.
Tu más grande reto en la vida es descubrir quién eres; el segundo es ser feliz con lo que hayas descubierto. Pero eso implica tomar la decisión de mantenerte fiel a tus metas y sueños. ¿Hay a tu alrededor gente que no está de acuerdo con estos? ¡Bien! Eso significa que te mantienes firme, avanzando sobre tu propio terreno. En ocasiones harás cosas que le parezcan una locura a algunos; no obstante, sabrás que estás haciendo lo correcto cuando te sientas tan entusiasmado que incluso pierdas la noción del tiempo.

3.- Mantener las malas compañías.
No permitas que las personas que tienen una mala actitud te la transmitan. No podrán disparar el gatillo si no les cedes antes la pistola. El ser consciente de que convivir con gente negativa es una opción y no una obligación, te libera para sentir compasión en vez de enojo, generosidad en vez de codicia y paciencia en vez de ansiedad.

4.- Ser egoísta y egocéntrico.
Que tu buen carácter y una vida plena de actos de generosidad inspiren a los que te rodean. Las personas con quienes compartas tu amor siempre recordarán cómo las hiciste sentir, de modo que graba tu nombre en sus corazones y no en piedras. Lo que hagas solo por tu propio beneficio morirá contigo; lo que hagas por los demás y por el mundo, permanecerá vivo.

5.- Evitar el cambio y el crecimiento.
Para conocer tu pasado basta observar las condiciones en las que vives el presente. Y si quieres prever tu futuro, basta observar lo que estás haciendo en el presente. Debes dejar ir lo viejo para dar cabida a lo nuevo; el antiguo modo de hacer las cosas se ha ido para siempre y no volverá. Si te das cuenta de eso y das los pasos necesarios para actuar de forma diferente, te posicionarás adecuadamente para alcanzar el éxito a largo plazo.

6.- Rendirte cuando las cosas se ponen difíciles.
No hay fracasos, solo resultados. Aun cuando las cosas no sucedan como esperabas, no te descorazones ni tires la toalla. Aprende todo lo que puedas de la experiencia y sigue adelante. Las personas que continúan avanzando un paso a la vez llegan a la meta. La victoria final está hecha de muchas batallas, algunas perdidas y otras ganadas. Es un proceso que se compone de pequeñas decisiones y acciones que de forma gradual se entrelazan y eventualmente te llevan al momento glorioso del triunfo.

7.- Tratar de controlar hasta el último detalle de todo.
La vida debe ser tocada, no estrangulada. Hay ocasiones en las que necesitas relajarte y dejar que la vida transcurra sin tu incesante preocupación y microadministración. Aprende a soltar antes de que aprietes demasiado fuerte. Respira hondo. Cuando baje el polvo y puedas ver de nuevo el bosque a través de los árboles, da el siguiente paso al frente. Todo en la vida guarda un orden perfecto, lo comprendas o no. Es solo que toma algo de tiempo conectar todos los puntos.

8.- Conformarte con menos de lo que mereces.
Sé lo suficientemente fuerte como para dejar ir lo que no ha de ser y lo suficientemente sabio como para esperar lo que mereces. A veces tendrás que caer más abajo de lo que jamás has caído, para luego ser capaz de levantarte más alto de lo que jamás has llegado. Es posible que tus ojos necesiten ser limpiados por tus lágrimas para que puedan ver las posibilidades que tienes delante con una visión más inteligente. No te conformes.

9.- Esperar hasta mañana eternamente.
El problema es pensar que tienes más tiempo del que realmente tienes. Porque un día te despertarás y no habrá más mañana para luchar por las cosas que siempre deseaste. Y en ese punto, tendrás una lista de cosas logradas o una lista de excusas que justifiquen por qué no las lograste.

10.- Ser flojo y desidioso.
El mundo no te debe nada, tú le debes al mundo. Así que deja de soñar despierto y empieza a hacer algo. Asume la absoluta responsabilidad de tu vida, toma el control. Eres importante y se te necesita. Es tarde para sentarte a esperar que alguien haga algo algún día. Algún día es HOY; alguien eres TÚ.

Fuente: Marc and Angel via Why Don’t You Try This Ten Choices You Will Regret in 10 Years, Lara Starr. http://www.the-open-mind.com/ten-choices-you-will-regret-in-10-years/#MLmipbtoG0VQejmf.99

Paternidad interrumpida

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El Prisionero 1

El pasado mes de enero viajé a
una prisión de máxima seguridad
en Florida y pasé un día con EJ y
otros 60 internos que han seguido
el Programa de Recuperación
del Aborto Rachel´s Vineyard,
patrocinado por la Diócesis de Palm
Beach. El prisionero EJ me pidió
que compartiera su historia con
ustedes.”

Kevin Burke

Testimonio del prisionero EJ:

 Ingresé en la universidad a los 17 años y encontré un trabajo en una tienda de artículos deportivos para pagar mi colegiatura. Fui un atleta exitoso en la preparatoria y mostraba la arrogancia característica de los atletas adolescentes populares. Conocí a Jessica cuando en una ocasión fue a la tienda donde yo trabajaba y caímos en una relación sexual casual.

Mi madre es una católica devota y mi padre era un católico converso. Aunque conocía la diferencia entre el bien y el mal, mi no tan devoto padre se encargaba de enturbiar las aguas morales para mí. En el contexto de un partido de basquetbol, por ejemplo, me dijo que una falta no era falta a menos que el árbitro sonara el silbato.

Tristemente, lo que yo entendí es que algo no está mal a menos que te cachen. La fe religiosa y la espiritualidad se reservaban para la mañana del domingo, y de ahí al resto de la semana, yo vivía según los subjetivos estándares morales establecidos por el mundo secular.

A pesar de que evitaba el abuso de las drogas y el alcohol, no tuve problema para desarrollar otras adicciones, como murmurar, maldecir, guardar rencor, albergar sentimientos de venganza y correr detrás de las faldas.

Este comportamiento me llevó a desarrollar un sistema de prioridades muy egocéntrico que erosionó mi habilidad para amar a mi prójimo. Pasaba como un caballero civilizado hasta que me parecía oportuno comportarme de otra forma. Esto causó una fisura en mi personalidad.

Estaba sentado en casa un fin de semana cuando recibí una llamada telefónica. Era Jessica; me dijo que estaba embarazada. En ese instante, el pensamiento de que el aborto estaba mal cruzó por mi mente. Aparentemente, mi conciencia no estaba del todo muerta. Le dije que podíamos hacernos cargo del niño, pero contestó que no quería seguir con el embarazo y que necesitaba cuatrocientos dólares para hacerse un aborto. Yo pretendí continuar la discusión, pero su novio tomó el teléfono. Es difícil poner en palabras la rabia que experimenté cuando escuché su voz en el auricular. Lo sentí como una emboscada. Les respondí que no tenía el dinero. Como siguieron presionándome, contra- ataqué y les dije que no era mi problema sino el de ellos. Luego la increpé a ella: “Tú sabías en lo que te metías. No sé ni por qué está él metiendo sus narices.”

Más tarde, como lo que me quedaba de conciencia me reprochaba que la dejara continuar con sus planes de abortar, me justifiqué ante mí mismo diciéndome que yo no tenía nada que ver en el asunto.

Luego del aborto, el enojo se convirtió en mi constante compañía. Intenté seguir con mis estudios, pero no tardé mucho en botarlos. Pensamientos violentos vivían en mi mente día y noche. Tomé riesgos innecesarios, como correr autos y ensartarme en peleas.

El peligro y los riesgos se convirtieron para mí en sinónimos de pasar un buen rato. La adrenalina y la cafeína, en mi pan y agua. Todavía asistía a la iglesia los domingos porque eso se esperaba de mí en casa, y no obstante mi cáotico estilo de vida, aun pensaba que era importante vivir una porción de mi existencia de acuerdo con las normas sociales.

La división de mi persona se hizo más ancha. Durante el día era uno, con ciertas amistades, y por la noche era otro, con unas compañías muy distintas.

Mis planes académicos –completar mis estudios en Medicina y obtener un grado en Psiquiatría– al fin se colapsaron bajo el estrés de mi doble vida. Las metas a largo plazo se volvieron obsoletas y vivía al día. Mis relaciones interpersonales comenzaron a verse afectadas.

Uno de los hombres con los que pasaba el tiempo durante mis disparatadas escapadas me propuso una nueva idea salvaje; el plan era criminal en extremo.

Finalmente, el fruto de la participación pasiva en el asesinato de mi hijo maduró en mi interior. Participé en el asalto y asesinato de un hombre; incidente en el que otro salió herido y una joven mujer casi pierde la vida. No pasó mucho tiempo antes de que la policía me aprehendiera.

Mientras estaba detenido ocurrió un momento lleno de gracia. Me di cuenta de que había tocado fondo. El remordimiento por mis crímenes y pecados no me abrumó, pero reconocí lo enfermizo que era mi comportamiento. Cuando fui trasladado a la prisión, continué analizando el extraño quebranto en mi vida y el abismo que existía entre mis estilos de vida.

Esto y la gracia de Dios me llevaron de vuelta a mi Iglesia y comencé a reconocer la forma en la que mis acciones pecaminosas habían creado esta personalidad dividida. Al recorrer con Jesús mis memorias y acciones pasadas, comencé a entender el remordimiento, la culpa y la saludable vergüenza que sentía. No obstante, sin importar cuánto rezara, cuánto ayunara ni cuántos sacrificios hiciera, padecía los demonios internos de la duda y el orgullo.

Al cabo del tiempo, el Espíritu Santo trajo a mi memoria la llamada telefónica de Jessica. Me sentí abrumado con la sensación de que esa herida era la fuente de mi sufrimiento y mi lucha. Le pedí a Dios que me perdonara por el pecado cometido contra Él, contra mi hijo, contra Jessica y contra mí mismo. Aun luchaba para superarlo.

En sus servicios semanales, la iglesia Chaplain encuestó a cien internos para saber cuántos habían vivido la experiencia de un aborto. Fue una sorpresa encontrar que el 90% de los hombres que me rodeaban en la cárcel habían estado involucrados en la decision de abortar. La diócesis anunció que el programa Rachel’s Vineyard vendría a la institución para ayudarnos a sanar la herida provocada por el aborto en nosotros.

Este seminario fue la respuesta a mis más profundas oraciones. Me mostró cómo mi autoimagen y mis creencias básicas habían sido torcidas por el aborto, por mis justificaciones y mi negación. Llegué a reconocer que la necesidad de sobresalir, mi obsesión por los detalles, mi propensión a la ira y a la violencia, e incluso mi ansia por la excitación de la adrenalina, tenían su raíz en mi equivocada idea de la masculinidad.

Mi consentimiento al aborto de mi bebé fue una violación de mi propósito natural de proteger y proveer a mis hijos. Cuando esto ocurrió, la división de mi personalidad fue un mecanismo de defensa que me permitió ejercer la negación, de modo que no tuviera que sentir el dolor de mi decisión.

Esta negación me estaba forzando a sobrecompensar el daño que yo le había causado a mi identidad masculina natural.

Experimenté una alegría sufriente al co-
nocer a mi hija que estaba en el cielo, a la que nombré Angela Grace. No había estado consciente de cuán insensible y desalmado me había vuelto, pero a través de la sanación que recibí de Dios en el seminario Rachel’s Vineyard, pude sentir. Llegué a conocerme a mí mismo, a reconocer mis errores y a experimentar un remordimiento que es difícil de expresar verbalmente; doloroso, pero liberador.

Rachel’s Vineyard es la gracia que Dios ordenó para mi sanación y la de muchos otros. Aunque permaneceré justamente en prisión por mis crímenes, Rachel’s Vineyard ha sido el vehículo a través del cual Dios me ha liberado. Es en esta libertad en la que a partir de ahora no estaré en silencio nunca más.

 Ej ha sido transformado por su conversión, la cual inició con su encarcelamiento y floreció con su experiencia en Rachel’s Vineyard. Está creciendo sinceramente en santidad y es claro que refleja poderosamente el amor de Cristo; amor que comparte en la práctica del ministerio con sus compañeros de prisión. Es un verdadero discípulo de Cristo.

Trotando mundos

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En Calcuta, desde las cosas más simples son una aventura: ver la calle antes de cruzarla para descubrir que cada coche avanza en su propio sentido; que al caminar no basta con mirar a la izquierda y la derecha, sino en todas las direcciones a las que pueden apuntar las manecillas de un reloj; subir y bajar de un camión desvencijado mientras este arranca con más gente que aire dentro de él, y que cada segundo tengas la sensación inminente de que va a estrellarte con cualquier cosa que esté enfrente; perderte entre las calles y preguntar a alguien que no te entiende y te responde algo que entiendes aun menos, pero que de alguna forma tienes que descifrar; comer en un restaurante y cruzar los dedos para que la comida sea lo suficientemente sana como para que puedas levantarte y seguir viviendo los días de esta nueva vida. Cada detalle de esta cotidianidad supone retos, desde las barreras del lenguaje hasta la distancia que existe entre el pensamiento oriental y occidental.

Una orquesta permanente de cláxones es la música de fondo para este escenario tan particular. India es tan impredecible que no puedes anticipar lo que vas a conocer cada día. En una misma cuadra puedes ver las mezquitas del barrio musulmán, atrás de la casa de la Madre Teresa, y enfrente un altar a Shiva. Al caminar por la ciudad encuentras cabras, vacas, caballos, gente bañándose en la calle, rasurándose, lavándose los dientes, haciendo pipi, jugando cartas, familias enteras durmiendo en la banqueta, miles de vagabundos, niños sin ropa, basura, ratas, personas enfermas y desnutridas, gente escupiendo…  No existe nada que vele la intimidad, lo íntimo se vuelvo público y colectivo.

La miseria que se vive en Calcuta es desgarradora. Es una ciudad devorada por el tiempo y el olvido. De sus años de gloria apenas puede verse la sombra. Son contados los edificios que tienen pintura; no hay ventanas, ni puertas, solo hay tierra y destrozos. Parece derrotada por una guerra que nunca existió; la verdadera batalla es la que libra la gente a diario para conseguir lo indispensable para vivir. Es arduo criarse en Calcuta bajo estas condiciones tan agresivas. Incluso es posible ver cierta dureza en los gestos y el trato de las personas. La gente vive con naturalidad en la suciedad, la basura, la pobreza y la insalubridad que percibo. Pero justamente son ese caos y esa miseria lo que le da esa estética particular a Calcuta.

Las mujeres visten trajes hermosos, no hay una que no. Los saris de mil colores son adornos en las calles, arte sobre el cuerpo. Las telas que cubren lo provocativo caen con tal belleza que resultan más seductoras al ojo que mostrar a cachos la piel desnuda.

Es un lugar que te lleva a emociones extremas en segundos. Mientras recorres los callejones ves tantas cosas que te provocan mil sensaciones: miedo, compasión, dolor, cansancio, asco, curiosidad, enojo, alegría,  frustración, deseo, curiosidad, fascinación. Pasas de lo grotesco a lo sublime en un instante. Todos los días son intensos. Tanta violencia a los sentidos mata. Vivir todos los colores, olores y sabores distintos toma toda tu energía; es como cruzar un mar furioso que rompe con inocencia los esquemas de mi mundo y mi lógica.

Esa es la magia de India, todo puede ser tan absurdo alrededor que te hace pensar que nada es imposible, que puedes hacer lo que quieras. Pienso que si sabes ver con sabiduría y puedes trascender el plano superficial a través de sus formas, Calcuta grita la belleza que la posee en medio de todo ese dolor en el que está sumergida.

Trabajo como voluntaria en los proyectos que tienen en Calcuta las Hermanas de la Caridad, la orden fundada por la Madre Teresa. Comencé en una de las casas llamada “Shanti Dan”, para niñas que fueron abandonadas por sus padres debido a su discapacidad. ¿Cómo será lo que nadie quiere de Calcuta? Fue fuerte porque muchas de estas niñas son completamente deformes, algunas ciegas, sordas, en silla de ruedas, casi todas con discapacidad intelectual. Estas personas sufren una triple discriminación por ser mujeres, pobres y discapacitadas. Mi labor consistía en lavar la ropa, darles de comer, vestirlas, llevarlas al baño, cambiarlas si era necesario, ayudarlas a hacer sus actividades y meterlas a la cama. Fueron muchos los momentos duros, pero a pesar de que reconozco lo dolorosa de su situación, gracias a la Madre Teresa estas son las mejores condiciones en las que estas niñas pueden estar, considerando sus circunstancias y su nivel socioeconómico. Podrían haber muerto por abandono, asesinato ser maltratadas o explotadas por sus familias. En lugar de eso llevan una vida digna, en una vivienda decente con gente que les da los cuidados necesarios para vivir.  Decidí cambiarme de proyecto porque había algo con lo que todavía no me sentía cómoda, aunque fue una gran experiencia.

Actualmente colaboro en una escuela para niños de la calle. Su función es dar a los niños los conocimientos necesarios para que puedan adaptarse a un sistema escolar normal. Desde mi formación como psicóloga he aprendido a detectar necesidades y crear estrategias que permitan mejorar el sistema educativo. Una amiga y yo estamos estableciendo reglas claras, además de un sistema que se basa más en motivar a los niños para que así haya más respeto y las profesoras puedan repensar la forma en la que llevan la escuela para mejorarla.

Me enfrento a retos como el hecho que los niños hablan hindi, por lo cual tengo que comunicarme de formas no verbales y empezar a aprender el idioma, el cual no utiliza letras sino otro tipo de símbolos. La dificultad de trabajar con una población tan específica como son los niños de la calle, es que no están acostumbrados a la estructura de un sistema escolar, por lo cual no es fácil lograr que obedezcan y sigan actividades. También están los obstáculos para comunicarnos con las maestras, pues solo una habla un poco de Inglés. Es complejo el trabajo y se compone de muchos retos que son pequeños, pero que cuando los vamos logrando son mucho más significativos de lo que parece.

Estoy entusiasmada con este proyecto, dispuesta a potencializar los recursos que se tienen para mejorar la escuela y a cooperar para perfeccionar su estructura y mejorar la enseñanza, con el fin de ofrecer a los niños una educación de mayor nivel, más oportunidades y una mejor calidad de vida.

Ser o no Ser a partir de las 12 semanas de gestación

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Una mañana de abril de 2007 tuve la grata experiencia de ver a mi hijo de once semanas de gestación a través del ultrasonido. Siempre es sorprendente el avance tecnológico que nos permite observar a un bebé dentro del vientre materno.

Al salir del consultorio, las noticias de la radio giraban en torno a las reformas propuestas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, relativas a la despenalización del aborto antes de las doce semanas de gestación.

Los argumentos que oí esa mañana no eran diferentes de los que continuamente utilizan los partidarios del aborto. Pero yo sí era diferente: con once semanas de embarazo, acababa de ver a mi bebé y de escuchar su latido cardiaco; ¿podía creer que se trataba tan solo de una masa de sangre y de células sin vida, y asimilar que su futuro no le importara nada a las autoridades de esta ciudad?

No juzgo a las mujeres que por diversas circunstancias deciden abortar, porque muchas desconocen la verdadera dimensión del aborto y sus consecuencias, engañadas con falsas teorías de liberación que atentan directamente contra su dignidad.

Lo que sí juzgo es la actuación de la sociedad y del gobierno que no ofrecen alternativas a las mujeres que han concebido a un hijo no deseado (como asistencia social o adopción) ni tampoco han sabido educar en el ejercicio de la sexualidad responsable.

Es preciso facilitar a nuestros niños, jóvenes y adultos, una educación plenamente humana que englobe el significado de la sexualidad, ayudándoles a integrarla en un comportamiento personal e interpersonal que tenga en cuenta la importancia humana de la sexualidad y las responsabilidades que implica, tanto con quien se comparte el propio cuerpo, como en relación a la persona que puede empezar a existir a partir de la propia actividad sexual.

No cabe duda de que los enemigos de la vida son, por una parte, la ignorancia de los procesos biológicos prenatales (aun de los médicos) y una sorprendente ausencia de valoración de la vida humana, y por la otra, una falta de honestidad profesional de algunos médicos y empresas que han convertido al aborto en un negocio muy rentable.

Viví el proceso de discusión y aprobación legislativa estando embarazada. Cuando mi bebé cumplió doce semanas de gestación, pasó de ser un puñado de células sin vida a ser sujeto de protección legal, por lo que no pude dejar de preguntarme: ¿Existe diferencia entre mi hijo intrauterino de 11 semanas y el de 12 semanas de gestación?, ¿Es un ser diferente?, ¿Vale menos una persona a las 11 que a las 12 semanas de vida? Definitivamente, la respuesta a estas preguntas es: NO.

La vida comienza desde la fecundación y a partir de ese momento cada ser humano inicia un proceso de continuo desarrollo, renovación y perfeccionamiento orgánico que dura toda la vida.

Existe la certeza médica de que desde el momento de la unión de las células femenina y masculina, el embrión posee características estructurales y funcionales distintas a las de su madre, ya sea en una etapa unicelular o en sus diversas fases de división. En todas esas fases el embrión se comporta como un sistema orgánico con identidad propia, metabolismo propio, sistema inmunológico propio, ácidos nucleicos y tipo de sangre propios y diferentes a los de la madre. Desde el primer instante se pueden conocer (por diagnóstico molecular) muchas características del bebé, como son sexo, enfermedades congénitas, color de piel, estatura aproximada, etc.

A partir del momento de la fecundación, el niño concebido no forma parte del cuerpo de la madre, sino que tiene su propio ADN, único y original, completo y diferente al de sus padres.

Necesitamos conocimientos firmes y claros que nos saquen de un laberinto de confusión. No se trata de un tema trivial que dependa de la opinión de la mayoría, sino del más fundamental derecho humano: el derecho a la vida.

Debe quedar claro que la vida de la persona humana inicia desde el momento de la concepción. La vida del embrión es humana en todas sus fases, por lo que durante los nueve meses de gestación, lo único que puede desarrollarse es un ser humano.

El ciclo de transmisión de la vida humana es completamente personalizado; no es una cuestión de “química”, sino un proyecto de amor personal. Cuando una mujer está embarazada, su cuerpo se prepara para el cuidado del hijo. Si se aborta voluntariamente, este hecho deja una marca de estrés y de ruptura interna mucho más fuerte que el golpe de una separación natural.

El aborto provocado es un drama para el cerebro de la mujer y tiene un impacto de tal magnitud, que en psiquiatría es conocida la depresión que se produce después.

No hay que perder de vista que los vínculos naturales (el enamoramiento, la unión corporal, la maternidad, la paternidad, la familia, etc.) son muy fuertes en cada persona y, por lo tanto, no hay mayor violencia contra la mujer que el aborto que corta el vínculo entre madre e hijo.

Hoy mi hijo tiene cinco años y no puedo dejar de pensar en todas aquellas mujeres que sin darse cuenta se han privado voluntariamente de la alegría de ser madres. Algo muy serio sucede cuando los propios gobernantes son los que confunden delito con derecho y promueven año con año, marchas conmemorativas de homicidios masivos de seres inocentes.

Guardo la esperanza de que al igual que en otros momentos nefastos de la historia humana, la sociedad rectifique el camino y que la etapa que vivimos hoy, quede en el recuerdo como un pasado vergonzoso en el cual no se respetó la vida humana en toda su dimensión.

María Fernanda Talayero González es exalumna de la generación 99 del Colegio Miraflores de México.

Pedofilia, Grave problema psicosocial

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Este año se publicó la quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM por sus siglas en inglés), un instrumento que clasifica las enfermedades y diagnósticos (valga la redundancia) según la decisión y consideraciones de los miembros de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA).

Uno de los cambios más importantes que contiene es, sin duda, el criterio que se refiere al manejo del desorden conocido como pedofilia, pues se dejó de considerar un desorden parafílico, es decir, se le quitó la etiqueta de “enfermedad mental”; situación que trae importantes consecuencias y riesgos, sobre todo para los menores que son el objeto de deseo de las personas que sufren de este desorden.

Dentro del grupo de enfermedades mentales, las relacionadas con el área sexual han implicado históricamente una serie de debates realizados desde la psicología, la antropología, la biología e incluso desde el ámbito jurídico; esto indica la complejidad del tema, ya que no pueden ser estudiadas fuera de su contexto social y cultural.

Este es el caso de la pedofilia, considerada un trastorno de la conducta sexual o parafilia, que consiste en la excitación o placer sexual obtenido a través de actividades sexuales con niños o niñas, que pueden abarcar desde la observación, exhibición, tocamiento o violación. Se diagnostica en personas mayores de 16 años que realizan cualquiera de las conductas mencionadas en niños menores de 13 años.

Una distinción importante para poder comprender la pedofilia o paidofilia es distinguir a las personas que la padecen, pero que no necesariamente incurren en buscar la actividad sexual con niños, de aquellos que si lo hacen, lo que se identifica como  pederastia. Esto significa que no todo pedófilo es pederasta, ni todo pederasta es pedófilo. Esta información se vuelve fundamental cuando se enfrenta una problemática que va más allá de un desorden psicosexual, pues va de la mano la seguridad física y mental de miles de niños en el mundo que se ven involucrados en casos de abuso sexual.

El tema no es algo que pueda tratarse en pocas páginas, pero sí es posible señalar que la preferencia sexual por un niño o niña, más allá de cualquier acuerdo de las asociaciones de salud mental o jurídicas, no va acorde con el sentido de la naturaleza humana, ni biológica, ni antropológica, ni social; fuera de cualquier relativismo desde el que se le mire, la pedofilia implica una condición desadaptativa necesaria de tratamiento psicológico y en ocasiones psiquiátrico, por el bien de la propia persona que la padece y de los riesgos sociales que esto implica.

El hecho de que no se considere problemático que un adulto desee sexualmente a un menor, los expone a situaciones de riesgo inminentes de abuso sexual; se sabe que en muchas ocasiones el adulto seduce o convence al niño o niña del acto sexual sin ser necesariamente “violento” u “obligatorio”. Debemos tener claro como profesionales de la salud y como padres que cuando un adulto se siente sexualmente atraído hacia un menor existe siempre el riesgo, pues el deseo es el inicio del movimiento hacia la acción, y es muy difícil que un deseo de esta naturaleza pueda quedarse siempre en fantasía.

Como padres de familia, conocer esta condición es esencial en el proceso de educación y formación de los hijos, pues algunos datos refieren a la Ciudad de México como una de las ciudades con mayores índices de abuso sexual infantil (Secretaría de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación), señalando que, en la mayoría de los acosos, el perpetrador del abuso es una persona conocida por el niño.

Algunas recomendaciones que pueden ayudar a detectar de manera oportuna y/o disminuir el riesgo de abuso sexual infantil son:

•  Hablar del tema con los hijos desde temprana edad– abordar pláticas sobre sexualidad, respeto y límites es la mejor prevención.

•  Monitorear las conductas de los hijos– cualquier cambio en su conducta, estado de ánimo o hábitos sin algún evento evidente que los cause puede ser sintomático de un abuso o inicio de este.

•  Mantenerse cercano al ambiente y actividades escolares– para conocer las medidas de seguridad y valores que pone en práctica la institución.

•  Conocer las redes sociales que usan los hijos– hablar sobre ellas, sobre qué hacen cuando se conectan, con quiénes chatean, etc. No es indispensable estar en su grupo de amigos virtuales (aunque es opción), pero sí estar al pendiente de posibles vínculos con abusadores en la Red.

•  Creerle a su hijo cualquier tipo de sugerencia o denuncia explícita– no importando a quién señale como abusador, es necesario otorgarle el beneficio de la duda, es mejor iniciar un proceso de investigación que resulte falso, a lamentar no haberlo hecho.

•  No estigmatizar– un niño que ha sufrido abuso sexual tiene todas las condiciones y posibilidades para salir del problema con la debida ayuda profesional y familiar. Es necesario romper el mito de que el niño tiene, a partir del abuso, una condición inamovible que le llevará a sufrir conflictos sexuales, o aun peor, de que  invariablemente se convertirá en pederasta en el futuro.

En caso de detectar un problema de abuso sexual, debemos acercarnos de inmediato a las autoridades competentes y buscar un apoyo psicológico para el niño y la familia.

Mtro. Carlos Becerra, especialista de TAD (THINK · ACTION · DEVELOPMENT), docente de posgrado y terapeuta titular del Instituto de Terapia Cognitivo Conductual.

Mtra. Desiree Carlson Sanroman, especialista de TAD (THINK · ACTION · DEVELOPMENT) y directora en Latinoamérica de Corazón en Movimiento.

www.tad.org.mx,   ThinkTad,   @ThinkTad

Leer un clásico

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A lo largo de la vida pasan muchos libros por nuestras manos: los que nos regalaron de niños, de texto e ilustrados; nuestros o ajenos, obligatorios o voluntarios; unos los leímos, otros no; unos los recordamos, otros los olvidamos; unos bellos y otros anodinos; pesados o ligeros; lujosos o rústicos.

¿Recuerdas cuál fue el primero? ¿Alguno te interesó? ¿Cuál recomendarías? ¿No recuerdas ninguno?

Seguramente tendrás que leer los llamados clásicos, como Don Quijote, La Odisea, el Chilam Balam, Romeo y Julieta, etc; auténticas maravillas que no entendemos y nos aburren porque nos llegaron a destiempo. Los clásicos son libros que todos dicen haber leído pero nadie quiere leer.

Habrás de leer dos clásicos modernos excepcionales: El laberinto de la soledad y Rayuela. Este año se hablará a tope de ellos pues sus autores Octavio Paz y Julio Cortázar, cumplen cien años de haber nacido.

En El laberinto de la soledad, Paz responde a la pregunta: ¿Qué es ser mexicano? Es un ensayo deslumbrante entre sociología, psicología e historia, que a más de sesenta años de publicado sigue siendo referente obligado sobre lo mexicano. Cortázar decía que Rayuela es una “contranovela”; un monólogo interior con tantos finales como el lector decida; especie de obra maestra para armar.

Octavio Paz, mexicano, fue Premio Nobel de Literatura 1990; poeta y ensayista con enorme difusión e influencia en la segunda mitad del Siglo XX. Su pensamiento social y político, comprometido y polémico, refleja y expresa al México moderno; su poesía es reconocida mundialmente.

Julio Cortázar, argentino, es uno de los escritores latinoamericanos más importantes del Siglo XX. Innovador e imaginativo, transitó entre la realidad y la fantasía, el surrealismo y una forma personal de  realismo mágico.

Cien años son buen pretexto para acercarnos a ellos. Y si de autores latinoamericanos se trata, Adolfo Bioy Casares y Nicanor Parra también cumplen cien años.

Para conocer más de Octavio Paz: Libertad bajo palabra, Vuelta, Árbol Adentro, Posdata, Tiempo nublado y El ogro filantrópico, entre muchas. Para acercarse a Cortázar: 62 Modelo para armar, Bestiario, Octaedro, y más.

Hábitos invisibles

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Todos los días realizamos cientos de acciones de manera inconsciente y automática que se vuelven parte de nuestra rutina. La mente se vale de estos hábitos para ejecutar importantes procesos mentales y tareas. ¿Pero qué ocurre si algunos nos están afectando negativamente más de lo que creemos?

Una ciudad es el resultado de la suma de los hábitos positivos y negativos de sus habitantes. En el D.F., por ejemplo, antes se podía caminar en las calles sin ningún problema. Sin embargo, ahora existen dos limitantes: 1) La inseguridad, 2) El deterioro de las calles. En una calle promedio hay coches estacionados a reventar, “estorbos” para apartar lugares de estacionamiento y banquetas en mal estado.

Muchas de estas situaciones se deben a las elecciones que hacemos los propios ciudadanos, a través de las cuales decidimos cómo vivir. Puede que no se trate solo de buenos o malos gobiernos, sino de buenos o malos vecinos.

Andar en bicicleta, por ejemplo, es peligroso porque aun existe la cultura de que los autos tienen la preferencia en la vía pública. Una calle en la que pueden convivir autos, ciclistas y peatones habla bien de la sociedad. Hoy vivimos bajo la “ley del más fuerte”, en donde el auto hace lo quiere, el ciclista sobrevive y el peatón pasa cuando todos los demás ya lo hicieron.

La calle debe ser un espacio en el que todos puedan circular, sin distinción del medio de transporte que utilicen.

La basura es otro problema de orden público debido a los malos hábitos de una gran parte de la población. Supongo que la gente que la tira en la calle “piensa” que “alguien” la recogerá y no importa.

A medida que desechemos aquellos hábitos que se vuelven un lastre, podremos tener una mejor calidad de vida los habitantes de la ciudad. Si lo pensamos un poco, las ciudades que más nos gustan son aquellas en las que se puede caminar en óptimas condiciones. Hagamos un esfuerzo para que todos sumemos elementos a esta voluntad de humanizar el entorno.

Cuando cambiemos nuestra forma de pensar –y actuar– sobre aspectos tan vitales, podremos volver a caminar de día y de noche sin problema. Interesante que todo empiece con un cambio de mentalidad y por tanto, de hábitos.

Alejandro Robles Arias es exalumno del Colegio Miraflores.

Fortalecer la relación entre padre e hijos

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La concepción de la paternidad ha cambiado. Hace tiempo se tenía la idea de que ser padre consistía en ser proveedor económico. Hoy sabemos que los padres deben participar activamente en la educación y formación de sus hijos, que no solo necesitan ser mantenidos físicamente, sino que requieren del sostén emocional que la figura paterna les puede brindar.

No obstante, los estilos de vida actuales suponen nuevos retos para los padres y puede resultar difícil saber cómo mantener una relación fuerte y sana con sus hijos.

Nadie nace sabiendo cómo ser padre; se va aprendiendo al serlo, mediante la relación que se establece con los hijos. Pero algunos padres, cuando se les pregunta sobre la relación que llevan con sus hijos, responden: “No tengo tiempo para estar con ellos”, “Tengo mucho trabajo”, “A ellos no les interesa llevarse conmigo”, “No sé cómo acercarme a ellos”.

Nunca es tarde para estrechar, fortalecer y cultivar la relación con los hijos.

¿Cómo hacerlo?

Dales tiempo.- La calidad es más importante que la cantidad, pues es de mayor valor dar toda la atención durante algunas horas al día, que estar todo el día cerca sin hacerles caso.

Fomenta la comunicación.- Aprende a escuchar, es la clave de la empatía con ellos. Conversa con ellos sobre sus ideas, gustos, frustraciones, expectativas; conócelos. Dialoga con cada uno y crea un clima de confianza para que no se sientan amenazados por compartir sus sentimientos y emociones.

Expresa tu afecto.- Muéstrales cuánto los quieres, no solo con cosas materiales sino con palabras y acciones. Asegúrales que vas a estar ahí siempre para que sepan que pueden recurrir a ti en cualquier momento.

Pon límites.- Debes dejarles perfectamente claro lo que pueden y lo que no pueden hacer, lo que se vale y lo que no. De esta manera ellos se sienten seguros emocional y físicamente. Cuando las reglas son claras y coherentes, los hijos son más felices.

Juega.- Es por excelencia la mejor manera de desarrollar habilidades físicas, emocionales y sociales. Además de fortalecer el vínculo entre padres e hijos, jugando se abre la oportunidad para conocerse más, disfrutar, reír, aprender y gozar.

¡Recuerda que ser padre puede ser una experiencia fascinante y que una buena relación con tus hijos es un gran tesoro que les puedes obsequiar!

Fuente: Cenyeliztli, Colección “De Familia a Familia”, Año 5.