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Yo no me escandalizo con nada

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Era la primera vez que Rafa hablaba conmigo a solas. Es algo arisco y un poco ‘perdonavidas’. Cursa 3ero. de preparatoria y quiere estudiar Ingeniería Aeronáutica. El caso es que empezamos hablando del vuelo de los halcones y tomamos tierra donde más le dolía.

“Yo no me escandalizo con nada” –declaró–. “Supongo que soy suficientemente maduro para ver cualquier película”.

La tentación de desconcertarlo fue demasiado grande: “No sabes cuánto lo siento. Espero que se te pase y que pronto estés en condiciones de escandalizarte como cualquier mortal”.

Al contestarle así, corrí el riesgo de que Rafa me ‘mandara a freír monas’, pero se limitó a decir: “Como no se explique…”

Una mirada al diccionario

Con una simple ojeada al de la RAE aclaré la cuestión. Y es que a algunas palabras, de tanto ‘manosearlas’ les salen significados contradictorios y se utilizan para enmarañar las ideas y hacer más espeso el diálogo. Ese es el caso del término escándalo y del verbo escandalizar.

Escandalizarse, en voz pasiva, significa asustarse, alarmarse, ‘rasgarse –metafóricamente– las vestiduras”, enojarse, indignarse. A nadie le gusta ser tenido por asustadizo o timorato.

Escandalizar, en voz activa, tiene otro significado muy distinto: incitar al mal o ser causa de escándalo o infracción para los demás. De ahí que escandalizarse (de nuevo voz pasiva) quiere decir cometer una falta como consecuencia de la provocación ajena.

Lamento darle tantas vueltas a la palabreja en cuestión, pero es que hay vocablos que se usan más por su sonido o por su carga emotiva que por su significado literal, y en ese caso estamos. Por eso, aunque a nadie nos guste escandalizarnos (asustarnos), todos somos escandalizables (corruptibles), y quien nunca se escandaliza (asusta) con nada, se escandalizará (obrará el mal) más frecuentemente que quienes sepan escandalizarse (asustarse) a tiempo ante el escándalo (incitación al mal) de los demás. O sea que muchas veces, la mejor defensa ante el escándalo (incitación al mal) es organizar un escándalo en el sentido más evidente del término.

El escandalizador y la inescancalizable

Un par de ejemplos:

Martínez –diputado electo por el partido A– recibe la visita de Pérez –del partido B–, quien le ofrece una bonita compensación económica a cambio de una insignificante traición a su grupo político. Martínez únicamente deberá ‘equivocarse’ y apretar el botón de la derecha en lugar del de la izquierda al votar electrónicamente un proyecto de ley.

“Total –argumenta Pérez–, nadie se va a enterar… Y si alguien se diera cuenta, puedes alegar que es la primera vez que votas con este sistema. Un error lo tiene cualquiera…”

Martínez mira a Pérez con el asombro de quien acaba de perder la inocencia. Comienza a decir algo, pero Pérez le interrumpe: “Oye, no te irás a escandalizar a estas alturas… Estas cosas son normales; podemos hablar como gente civilizada”.

En este punto, el diputado Martínez tiene dos opciones: no escandalizarse  (no asustarse), ser adulto, negociar el precio al alza y entrar por la puerta grande en el club de los escandalizados, o escandalizarse como un inmaduro cualquiera, y si es posible, denunciar el escándalo.

¿Coincidimos en que la segunda es la postura más correcta?

El segundo ejemplo es sobre Pepe, sus padres y su abuela, que situados frente al televisor, ven una película que no está mal, pero el director ha decidido salpicar el argumento con marranadas, lo cual –indudablemente– ensucia la mente de los espectadores. A la primera escenita, la abuela se levanta y va en busca de un yogurt, mamá comenta algo y Pepe hace como que bosteza sin perder detalle.

A la segunda escena, la abuela se pone en pie: “Me voy a la cama, y si tuvieseis vergüenza, os iríais vosotros también”.

“No es para tanto –responde el padre–, el chico ya es mayor y tiene que ver estas cosas… Eso sí, con nosotros, en familia”.

Después de tan solemne afirmación, ya sin abuela, todos ‘se tragan el bodrio’ y van llenándose el cerebro de asquerosos aunque civilizados pensamientos. Es lo que se llama escandalizarse en familia.

Maduros, corruptos y fósiles

Para algunos, el vocablo adulto es sinónimo de insensible, atrofiado o corrompido.

En otros tiempos se usaba mucho la palabra liberado/liberada para expresar
la misma idea. Sobre todo, se aplicaba a las chicas que eran, por lo visto, quienes más necesitaban de liberación.

Una niña podía considerarse liberada cuando no se asustaba de sus propias atrocidades; es decir, cuando el electroencefalograma de su conciencia daba plano.

Esta mentalidad responde a una curiosa concepción de la moral que podría resumirse así: “Nuestros actos son buenos o malos según hieran o no, la sensibilidad propia o la ajena”.

“Se advierte al público que algunas de las escenas de este filme pueden herir la sensibilidad de los espectadores”. ¿Alguien recuerda esta advertencia?

¿Esas escenas pueden herir la sensibilidad porque son malas? ¡Por supuesto que no! En todo caso serán malas porque hieren la sensibilidad.

Entonces, ¿habrá que suprimirlas? Al contrario; se trata de ir acomodando la sensibilidad media a los tiempos. Cuando los ciudadanos estén suficientemente maduros, ya no se escandalizarán con esas cosas.

¿Quiere esto decir que la madurez de una persona o de un grupo se mide por la atrofia de su sensibilidad?

Pues ése es el criterio que tratan de inculcarnos: un adulto –desde el punto de vista ético–  sería un ser domesticado, conformista, capaz de aguantar impávido –y sin interrumpir la cena– las más escalofriantes imágenes; es decir, un fósil que no se escandaliza con nada, liberado ya de su conciencia y acostumbrado a la basura.

Ser adulto

No equivale a ser una momia; no significa tener el alma encallecida ni los sentidos atrofiados.

Es reaccionar normalmente ante estímulos normales: rebelarse ante la injusticia, sufrir con el dolor ajeno, indignarse ante la mentira, la calumnia y la injusticia.

Es ser capaz de tristeza hasta las lágrimas y de alegría hasta ‘dar botes’. Es sentir repugnancia ante lo repugnante y no avergonzarse de la ternura ni de la pasión.

Ser adulto es también saberse vulnerable ante las tentaciones que hacen daño a los seres normales y no necesitar dosis suplementarias.

Es, por último, tener la valentía de huir ante esas tentaciones, precisamente porque nos afectan, y estar contentos de que, con los años, la piel del alma conserve la sensibilidad.

Por eso, a quien diga: “Yo no me escandalizo con nada”, volveré a responderle que lo lamento y que vaya al médico por si acaso tiene arreglo.

Fuente: «Pensar por libre», Enrique Monasterio. Ed. Palabra.

 

El Hijo se hace Niño para abrir los caminos divinos de la tierra

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El censo
Los seis meses que siguen a estos sucesos son de gran gozo, para María y José. Su vida bien puede llamarse un cielo en la tierra. Cierto que los profetas dicen que el Mesías debe nacer en Belén, la ciudad de David; pero ya están acostumbrados a abandonarse en las manos de Dios, que dirige todo con su paternal providencia.

Cuando llega la noticia del empadronamiento en la ciudad de origen que es Belén, está a punto de nacer el Niño, y se dirigen a la ciudad de David. Se están cumpliendo las Escrituras.

«En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento» (Lc)

El nacimiento
La llegada a Belén antes del nacimiento no debió ser fácil. No había lugar en una casa cualquiera para la que va a dar a luz. Es normal inquietarse. Ya están acostumbrados a caminar con libertad en los planes de Dios; pero José busca hasta que encuentra una gruta reservada a los animales. Entran. La arregla. Y allí, aquella noche bendita, ve la luz del mundo el que es la Luz de los hombres.

María está gozosa. El nacimiento fue como una luz que atraviesa un cristal. Sin dolor, sin menoscabo físico, con el máximo gozo. Y abraza a aquel Niño, pequeño como todos los niños, sin palabras cuando es la Palabra que viene a este mundo. Y lo besa y lo envuelve en pañales bordados por Ella misma. José se acerca después del nacimiento, y también lo adora. El mundo está en la noche, nada sabe de lo que acaba de ocurrir. Ya se enterará. De momento, inerme en sus manos, necesitado de todo, llora, respira y vive el que trae al mundo la Vida que no pasa, la victoria sobre las tinieblas y el pecado.

Los testigos
Dios quiere que haya algunos sean testigos de lo sucedido y, en esta onda de humildad, se manifiesta a unos que difícilmente podrían ser testigos entre los hombres por ser incultos y pobres: unos pastores.

«Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:
Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Luego que los ángeles se apartaron de ellos hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén, y veamos este hecho que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas acerca de este niño. Y todos los que escucharon se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho»(Lc).

Luz y alegría
Una nueva lógica acaba de entrar en el mundo. La lógica de un amor tan grande que se anonada. El Hijo se hace Niño inerme para abrir los caminos divinos de la tierra. Los pastores son sus testigos y responden con fe a la luz que les viene de fuera. Y los ojos, acostumbrados a la noche y a la vida sin esperanza, se abren a la luz y a la alegría que viene del cielo y les llega hasta lo más profundo de sus vidas. María contempla, se alegra y medita en oración lo que está pasando.

Otras visitas
No se queda en los pastores la noticia del nacimiento. Al poco llegarán más personajes: los Magos de Oriente. «Nacido Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías. En Belén de Judá, le dijeron, pues así está escrito por medio del Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá;
pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo, Israel»(Lc)

La noticia del Nacimiento de Jesús llega también a los intelectuales, y, a través de ellos, a toda Jerusalén. Los doctores de la Ley son informados e informan bien a Herodes, pero no van a Belén, se ve que les importa poco, o no se lo acaban de creer. Herodes urde violencias en su duro corazón. Hasta ahora todo ha sido un rosario de respuestas generosas y llenas de fe -María, José, Isabel, los pastores-: Y los ángeles se gozan en ellos. Pero ya se deja ver que el poder del pecado es fuerte y ha echado raíces hondas en muchos.

Los regalos de Jesús
«Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cuidadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; y les envió a Belén, diciéndoles: Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrados le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Y, habiendo recibido en sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino»(Mt).

Oro como rey, incienso como sacerdote y mirra, signo de la inmortalidad. Los Magos saben mucho acerca de quién es Aquel que buscan. Por eso, emprenden un viaje tan largo y atraviesan caminos complicados. No importa el cansancio, si de verdad ha nacido el Rey de los judíos, que viene a salvar al mundo de sus pecados. La estrella es la luz que camina en la noche. Cuando se oculta se acude a los que guardan la palabra de Dios. Y se llenan de inmensa alegría al reencontrar la estrella, y más aún, ante el sol que se les presenta en brazos de su Madre, y le adoran, volverán a su país con la luz en sus almas.

Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/17611/cat/694/el-hijo-se-hace-nino-para-abrir-los-caminos-divinos-de-la-tierra.html

El ‘boom’ de la stevia en México

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Bernardo Andrews recorre el predio El Capomal, muy cerca de Puerto Vallarta, donde la empresa que dirige cultiva la planta de stevia desde hace cinco años. Una decena de jornaleros de su compañía, AgroStevia, siembra cientos de plantines lo más rápido posible: hay tensión en el aire, pues es el día antes de que el huracán Patricia llegue a la zona, y nadie sabe aún que la tormenta perderá fuerza al tocar tierra. El cielo ya pinta los grises y azules oscuros que anticipan un gran temporal.

Andrews está acostumbrado a los contratiempos. “Pasamos muchas vicisitudes, la planta es muy difícil de plantar, es una planta delicada”, dice. “Empezamos como experimento”.

Poco a poco, AgroStevia aprendió a dominar ese experimento y domar un proceso complicado. La empresa termina de sembrar el plantín en diciembre, y entre esa fecha hasta julio o agosto del siguiente año, cuando hacen el último corte, los trabajadores cuidan la planta a diario, con abundante agua, fertilizantes, fungicidas y herbicidas. El entrenamiento de los empleados es bastante profundo, ya que deben aprender a detectar enfermedades y anormalidades en la planta, para aplicar rápido un tratamiento. Este proceso requiere 1.2 personas por hectárea, pero en sembradíos menos especializados pueden trabajar hasta 4.

Una vez cortada, la empresa deshidrata las hojas de la stevia, las empaqueta y las envía por barco desde Manzanillo a Chile. Allí, la compañía Prodalysa, socia de AgroStevia, extrae los componentes dulces de las hojas, que utiliza para hacer fórmulas que se incorporan a alimentos y bebidas en todo el mundo.

Prodalysa nació hace casi 10 años, cuando su director, Javier Sainz decidió entrar a este negocio porque detectó que cada vez más gente estaba buscando productos dulces, pero saludables.

Ésa es la gran ventaja de esta planta frente al azúcar: también es dulce, pero no tiene calorías. Sin embargo, es mucho más difícil de procesar. “No tenía ni idea de todo lo que iba a tener que hacer”, dice Sainz. Su proceso de prueba y error duró casi una década, explica, y aún no terminó del todo. Pero dio sus frutos. Prodalysa desarrolló un método que utiliza agua para extraer los componentes dulces de la planta de stevia y crear fórmulas que se usan como ingredientes en alimentos y bebidas.

AgroStevia y Prodalysa son socias. La primera de estas empresas cultiva la planta y envía toda su producción a las instalaciones de la segunda, en Chile, donde obtiene el extracto dulce y crea las fórmulas para empresas de alimentos y bebidas. Las dos com- pañías pertenecen ahora a Grupo Azucarero México, unos de los principales grupos agroalimentarios del país, que las compró en 2011 y 2013.

Estas empresas son un ejemplo de una industria en expansión que hace cinco años no existía en el país. El consumo de stevia como ingrediente en México pasó de 0 a casi 7 toneladas en ese periodo, según datos de la consultora Euromonitor. Grandes compañías como Danone, Nestlé y Coca-Cola ya emplean la stevia. Grupo Bimbo, por ejemplo, es uno de los clientes de Prodalysa y utiliza sus fórmulas para varios de sus productos.

La previsión es que este mercado siga creciendo, afirma Sainz. “México es un mercado con buen colmillo por lo dulce, hay infraestructura, el clima es propicio para la planta y está cerca de Estados Unidos, que es un mercado muy grande”.

La locura

No hay muchas más empresas en México dedicadas a esta tarea, pues la stevia, cuyo extracto puede ser hasta 300 veces más dulce que el azúcar, es un producto casi recién nacido.

Su uso para alimentos y bebidas fue aprobado en 2008 en Estados Unidos y en 2010 por la Unión Europea. En México, el primer registro oficial de una siembra de stevia es de 2011.

Pero su expansión apenas comienza. “De aquí a 10 años, esto va a ser la locura, y el precio se va a sostener, porque la demanda va a ir en aumento de una manera terrible. Lo que se planta de stevia, se vende”, afirma Javier Flores, asesor técnico de la dirección general de zonas tropicales de la Secretaría de Agricultura, quien tasa el valor actual del kilo de hoja de stevia seca entre 60 y 90 dólares.

Hoy, según Flores, hay cerca de 1,500 hectáreas en las que se cosecha esta planta. La Secretaría de Agri- cultura apoya a 120 de estas hectáreas, a las que destinó cerca 220 millones de pesos (mdp) en los últimos tres años, en apoyos a agricultores mexicanos que optaron por dejar el azúcar y adoptar la stevia.

Las empresas SteviaSanMartín y SteviaMaya, dos compañías de Grupo Pegaso nacidas hace siete años y que operan en Yucatán, trabajan 3.5 hectáreas. La primera de estas firmas investiga y desarrolla las mejores plantas, mientras que la otra las produce y las vende. El grupo planea llegar a 30 hectáreas en diciembre. “Para el próximo año sí va haber un boom. El mercado está creciendo exponencialmente”, dice Pascual Amerena, director de SteviaMaya. “Ahora, todas estas empresas grandes que ya tienen un mercado de personas que piden esos productos hiperdulces (…), con la stevia están empezando a hacer mezclas para bajar el contenido calórico”.

Cada vez hay más grandes compañías que piden este edulcorante para sus productos. La reforma fiscal, que en 2013 aumentó los impuestos de alimentos y bebidas de alto contenido calórico, impulsó a las empresas a buscar estas alternativas.

Grupo Bimbo, por ejemplo, ya utiliza stevia para endulzar cerca de 35% de sus alimentos.

Coca-Cola lanzó el año pasado Coca-Cola Life, una bebida que la compañía define como baja en calorías, endulzada con 50% de azúcar y 50% de stevia. “Definitivamente, una de las cosas que estamos haciendo es trabajando en nuevas bebidas, nuevos productos en los que se estén incorporando no solamente stevia, sino otros endulcorantes”, dice Claudia del Bosque, gerente de salud y nutrición de Coca-Cola, que no compartió cifras sobre las ventas de Coca-Cola Life.

La refresquera, explica Del Bosque, eligió la stevia por tres factores: el hecho de que no contiene calorías, el que tenga propiedades que favorecen la sinergia con varios sabores, sobre todo cítricos, y que ya está bien posicionada como un endulzante no calórico en el público.

La industria de bebidas es la más beneficiada por este boom. En 2014, 76 % del consumo global de stevia fue en bebidas, dice John George, analista de ingredientes de Euromonitor. “Es mucho más fácil reemplazar azúcar en productos bebibles, ya que no hay necesidad de compensar la eliminación de grandes cantidades de azúcar”.

De 2013 a 2014, los mexicanos consumieron 1% menos de bebidas a base de cola endulzada con edulcorantes calóricos, según Euromonitor. Sin embargo, el consumo de bebidas endulzadas con ingredientes no calóricos, como la stevia, subió 3%.

Grupo Danone es otra de las empresas que usa este ingrediente. “Hoy en día, ya el 100% del portafolio de bebidas saborizadas de Bonafont utiliza el edulcorante natural stevia”, dice Claude Eric Chout, director de investigación y desarrollo de Bonafont México. Con este endulcorante, afirma, la empresa redujo 35% en las calorías promedio de sus bebidas saborizadas.

Nestlé también añadió stevia a varios de sus productos, mezclado con otros ingredientes. “No es el gran protagonista del edulcorante, pero es uno que le ha dado cierta revolución al mundo de los saborizantes, y creemos que nos puede ayudar en algunos productos a poder dar un sabor agradable, minimizando el contenido calórico”, dice Mario Vera, vicepresidente de Comunicación Corporativa de la empresa.

El arte de sembrar

Sainz, de Prodalysa, pasó una década recorriendo América Latina de sur a norte en busca del lugar ideal para cultivar la stevia. Comenzó trabajando en campos de Argentina, pero no funcionó. Luego fue a Paraguay, Colombia, Perú, incluso China, y tampoco salió bien. Hasta que, al fin, probó suerte en México hace cerca de tres años, donde se asoció con AgroStevia.

El problema fue que es una planta complicada, sobre la que hay poca información y muchos mitos. “Yo entré a la industria del azúcar en el 77, y la stevia sí fue muy diferente. Con la caña hasta la oyes crecer”, cuenta Carlos González, consultor técnico de Grupo Azucarero México, que supervisa los campos de AgroStevia.

Estas dificultades se ven compensadas por el rápido crecimiento de la demanda. “De 2009 a 2014, el consumo global de stevia (como ingrediente) se incrementó 962 toneladas”, dice George, de Euromonitor. “Si bien este ritmo de crecimiento comienza a ralentizarse un poco, el lanzamiento de nuevos productos a base de stevia y la reformulación de los ya existentes para incluir esta planta seguirá siendo alta”.

A nivel mundial, según la agencia Future Market Insights, el valor del mercado de stevia en 2014 fue de 347 millones de dólares (mdd). Prevé que sea de 565 mdd dentro de cinco años.

Esta expansión del sector es mayor de lo que las empresas pueden cubrir, afirma Sainz, de Prodalysa, cuyas fórmulas ya endulzan productos en México, Estados Unidos, Europa, Israel, Chile y Australia.

Por eso, Grupo Azucarero México tiene planes para que, en los próximos dos años, AgroStevia duplique su superficie de producción y, junto con Prodalysa, crezca 30% cada año para satisfacer la demanda de las grandes empresas de alimentos y bebidas.

Fuente: http://www.cnnexpansion.com/negocios/2015/11/30/el-boom-de-la-stevia

La ciudad de Belén en la Sagrada Escritura

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“Belén es nombre simbólico: en árabe “casa de la carne” y en hebraico “casa de pan”[1]. Se encuentra a solo 8 kilómetros de la ciudad de Jerusalén. Es un poblado árabe, de unos 35.000 habitantes.

Belén en el Antiguo Testamento

La ciudad de Belén es la cuna del Rey David, el hijo menor de Iese, elegido por Dios[2], ungido por el profeta Samuel para ser “el 2º Rey de Israel” y cabeza de la dinastía, de la cual nacería el Mesías.

“Belén y David quedarían a partir de entonces como una nota destacada en los oráculos mesiánicos”[3].

El profeta Miqueas le correspondió revelar donde nacería el “Ungido de las naciones”: Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.

Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.

El se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad del nombre de Yahveh su Dios. Se asentarán bien, porque entonces se hará él grande hasta los confines de la tierra (Miq 5,1-3).

Belén en el Nuevo Testamento

Conocemos por los Evangelios que allí nació Jesús: En aquel tiempo, apareció un edicto del César Augusto para que se hiciera el censo de toda la tierra. (…) Y todos iban a hacerse empadronar, cada uno a su ciudad. Subió también José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Betlehem, porque era de la casa y linaje de David, para hacerse inscribir con María su esposa, que estaba encinta. Ahora bien, mientras estaban allí, llegó para ella el tiempo de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la hostería (Lc 2,1.3-7). El profeta Miqueas lo había profetizado siglos antes[4].

Los contemporáneos de Jesucristo conocían muy bien esa profecía, pues los Santos Evangelios hacen mención de ello: Ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel (Mt 2,5-6).

[1] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni Plurigraf, Narni-Terni, 1986, 23.
[2] Cf. 1º Sam 16,1ss.
[3] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra Santa, Editorial Verbo Divino, Madrid, 1993, 167.
[4] Pero tú, Belén de Efrata, pequeña para ser contada entre las familias de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel, cuyos orígenes serán de antiguo, de días de muy remota antigüedad (Miq 5,2).

Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/2740/la-ciudad-de-belen-en-la-sagrada-escritura

Máquinas del tiempo

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Porque la vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos silencios, y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a encontrarnos.

-José Saramago

El 21 de octubre de 2015 se desencadenó un gran furor mediático, ya que fue el día al que Marty McFly, en la película ‘Volver al Futuro’, viajó desde el lejano 1985.

Los chistes, videos y memes en torno a este suceso no se hicieron esperar. Muchos hablaban sobre las diferencias y similitudes entre nuestra época y la película: tal vez no tenemos coches voladores o exista Tiburón 19, pero hoy en día son comunes las videoconferencias y es posible crear objetos en 3D printers del tamaño de un microondas, tal como se ve en el filme.

Todo esto me hizo pensar acerca de los eventos con los que las personas medimos el tiempo e incluso “futureamos”. Desde luego, están los evidentes, como los cumpleaños o las festividades, pero estoy seguro de que cada quien tiene algún evento particular con el que mide el tiempo e incluso podría definir ciclos de su vida.

Personalmente, los mundiales de futbol han significado eso. Desde muy chico recuerdo que sacaba la cuenta de los años en que habría mundiales y la edad que tendría yo. Todavía recuerdo cuando pensaba: dentro de cuatro años voy a ser grande. Ejercicio interesante el de un niño que por primera vez pensaba en el futuro.

En Alemania 2006 me di cuenta de que a pesar de mis predicciones infantiles todavía no era grande, sino apenas un puberto de quince años. Sin embargo, al año siguiente se anunció que la Copa Mundial de Futbol 2014 se jugaría en Brasil. Saqué la cuenta y… ¡veintitrés años! ¡Entonces si sería grande!

Comencé a pensar qué estaría haciendo para entonces: ya estaría estudiando una carrera (aún no tenía tan claro qué iba a estudiar), podría ser que trabajando (ni la más remota idea en qué) y quizá, con suerte, habría ahorrado para ir al Mundial en Brasil. Y qué vueltas da la vida, dado que terminé celebrando en Berlín la victoria de Alemania ante Argentina. Ni en mis mejores sueños hubiera planteado ese escenario.

Las máquinas del tiempo no se limitan al cine o a la imaginación. La Ciudad de México cuenta con muchas en los edificios de su Centro Histórico, las cuales poseen fosas rectangulares cubiertas con una capa de cristal que los arqueólogos han llamado ventanas arqueológicas, pequeños huecos que nos permiten ver una ciudad que ya no es la nuestra y dar fe del paso del tiempo.

Ya sea que queramos ver el tiempo hacia delante o hacia atrás, estoy seguro de que lo que nos debe ocupar es el presente. Buscar la dirección hacia la que queremos ir y caminar hacia ella, o al menos, buscar acercarnos.

Eso sí, debemos estar preparados para las turbulencias que habrá en el viaje y las desviaciones que nos encontremos en el camino. Somos lo suficientemente inteligentes, entenderemos que hay que disfrutar el viaje completo, incluso esos pequeños percances al máximo, ya que es en ellos donde encontraremos cosas aún más valiosas que lo que buscábamos en un inicio.

Mientras tanto, veremos qué pasa… quizá en Rusia 2018 ya sea grande.

 

Arq. Alejandro Robles Arias

(Exalumno del Colegio Miraflores)

Director de Arquitecturar

www.arquitecturar.mx

¿Aspirinas contra el Alzheimer y el Parkinson?

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El ácido salicílico se une a la enzima e impide que entre en la célula causando su muerte, y el estudio y uso de ese mecanismo podría ser un tratamiento eficaz contra tales enfermedades.

Un equipo de investigadores del Instituto Boyce Thompson y la Universidad John Hopkins de EEUU encontró que el ácido salicílico, un componente principal de la aspirina, se enlaza a una enzima en el cuerpo, la GAPDH (gliceraldehído 3-fosfato deshidrogenasa), que puede contribuir al desarrollo de estos males. La GAPDH normalmente juega un papel importante en la producción de energía en el cuerpo, pero cuando hay un exceso de radicales libres puede provocar la muerte de las células.

La investigación, publicada en la revista PLOS ONE, indica que el ácido salicílico se une a la enzima e impide que entre en la célula causando su muerte, y el estudio y uso de ese mecanismo podría ser un tratamiento eficaz contra tales enfermedades. Un tratamiento existente para el Parkinson, el fármaco deprenil, también actúa bloqueando la entrada de la GAPDH en las células.

Los investigadores observaron además un derivado natural del ácido salicílico en la hierba regaliz china y un derivado sintético de laboratorio y notaron que ambos se enlazaban a GAPDH más fuertemente que el ácido salicílico, lo que hace aún más eficaz el bloqueo del GAPDH antes de que penetre la célula.

En otro estudio divulgado a inicios de este año el equipo también encontró que el ácido salicílico puede ser eficaz en el control de una proteína en el cuerpo, la HMGB1, lo que provoca inflamación y se asocia con varias enfermedades, entre ellas artritis, lupus, sepsis, aterosclerosis y ciertos tipos de cáncer.

Los científicos determinaron que bajos niveles de ácido salicílico son efectivos para bloquear las acciones inflamatorias de la proteína. Como en el estudio más reciente, hallaron que el regaliz y versiones sintéticas de derivados del ácido salicílico parecen ser más eficaces que el propio ácido salicílico, e incluso entre 40 y 70 veces más potentes.

El autor principal de los estudios, Daniel Klessig, es profesor del Instituo Boyce Thompson y la Universidad de Cornell, ha estudiado durante años los efectos del ácido salicílico, sobre todo en las plantas.

Klessig considera que el conocimiento de cómo el ácido salicílico y sus derivados regulan las actividades de las proteínas GAPDH y HMGB1, junto con el descubrimiento de que los derivados sintéticos son mucho más potentes que los naturales, representan “una gran promesa para el desarrollo de nuevos y mejores tratamientos a base de ácido salicílico de una amplia variedad de enfermedades devastadoras, prevalentes”.

Fuente: http://digitallpost.mx/ciencia-y-tecnologia/aspirinas-contra-el-alzheimer-y-el-parkinson/

Carta del Papa Juan Pablo II a los Niños Por Navidad

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¡Queridos niños!

Nace Jesús

Dentro de pocos días celebraremos la Navidad, fiesta vivida intensamente por todos los niños en cada familia. Este año lo será aún más porque es el Año de la Familia. Antes de que éste termine, deseo dirigirme a vosotros, niños del mundo entero, para compartir juntos la alegría de esta entrañable conmemoración.

La Navidad es la fiesta de un Niño, de un recién nacido. ¡Por esto es vuestra fiesta! Vosostros la esperáis con impaciencia y la preparáis con alegría, contando los días y casi las horas que faltan para la Nochebuena de Belén.

Parece que os estoy viendo: preparando en casa, en la parroquia, en cada rincón del mundo el nacimiento, reconstruyendo el clima y el ambiente en que nació el Salvador. ¡Es cierto! En el período navideño el establo con el pesebre ocupa un lugar central en la Iglesia. Y todos se apresuran a acercarse en peregrinación espiritual, como los pastores la noche del nacimiento de Jesús. Más tarde los Magos vendrán desde el lejano Oriente, siguiendo la estrella, hasta el lugar donde estaba el Redentor del universo.

También vosotros, en los días de Navidad, visitáis los nacimientos y os paráis a mirar al Niño puesto entre pajas. Os fijáis en su Madre y en san José, el custodio del Redentor. Contemplando la Sagrada Familia, pensáis en vuestra familia, en la que habéis venido al mundo. Pensáis en vuestra madre, que os dio a luz, y en vuestro padre. Ellos se preocupan de mantener la familia y de vuestra educación. En efecto, la misión de los padres no consiste sólo en tener hijos, sino también en educarlos desde su nacimiento.

Queridos niños, os escribo acordándome de cuando, hace muchos años, yo era un niño como vosotros. Entonces yo vivía también la atmósfera serena de la Navidad, y al ver brillar la estrella de Belén corría al nacimiento con mis amigos para recordar lo que sucedió en Palestina hace 2000 años. Los niños manifestábamos nuestra alegría ante todo con cantos. ¡Qué bellos y emotivos son los villancicos, que en la tradición de cada pueblo se cantan en torno al nacimiento! ¡Qué profundos sentimientos contienen y, sobre todo, cuánta alegría y ternura expresan hacia el divino Niño venido al mundo en la Nochebuena! También los días que siguen al nacimiento de Jesús son días de fiesta: así, ocho días más tarde, se recuerda que, según la tradición del Antiguo Testamento, se dio un nombre al Niño: llamándole Jesús.

Después de cuarenta días, se conmemora su presentación en el Templo, como sucedía con todos los hijos primogénitos de Israel. En aquella ocasión tuvo lugar un encuentro extraordinario: el viejo Simeón se acercó a María, que había ido al Templo con el Niño, lo tomó en brazos y pronunció estas palabras proféticas: « Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel » (Lc2, 29-32). Después, dirigiéndose a María, su Madre, añadió: « Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones » (Lc 2, 34-35). Así pues, ya en los primeros días de la vida de Jesús resuena el anuncio de la Pasión, a la que un día se asociará también la Madre, María: el Viernes Santo ella estará en silencio junto a la Cruz del Hijo. Por otra parte, no pasarán muchos días después del nacimiento para que el pequeño Jesús se vea expuesto a un grave peligro: el cruel rey Herodes ordenará matar a los niños menores de dos años, y por esto se verá obligado a huir con sus padres a Egipto.

Seguro que vosotros conocéis muy bien estos acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús. Os los cuentan vuestros padres, sacerdotes, profesores y catequistas, y cada año los revivís espiritualmente durante las fiestas de Navidad, junto con toda la Iglesia: por eso conocéis los aspectos trágicos de la infancia de Jesús.

¡Queridos amigos! En lo sucedido al Niño de Belén podéis reconocer la suerte de los niños de todo el mundo. Si es cierto que un niño es la alegría no sólo de sus padres, sino también de la Iglesia y de toda la sociedad, es cierto igualmente que en nuestros días muchos niños, por desgracia, sufren o son amenazados en varias partes del mundo: padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y de la desnutrición, perecen víctimas de la guerra, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y de abuso por parte de los adultos. ¿Cómo es posible permanecer indiferente ante al sufrimiento de tantos niños, sobre todo cuando es causado de algún modo por los adultos?

Jesús da la Verdad

El Niño, que en Navidad contemplamos en el pesebre, con el paso del tiempo fue creciendo. A los doce años, como sabéis, subió por primera vez, junto con María y José, de Nazaret a Jerusalén con motivo de la fiesta de la Pascua. Allí, mezclado entre la multitud de peregrinos, se separó de sus padres y, con otros chicos, se puso a escuchar a los doctores del Templo, como en una « clase de catecismo ». En efecto, las fiestas eran ocasiones adecuadas para transmitir la fe a los muchachos de la edad, más o menos, de Jesús. Pero sucedió que, en esta reunión, el extraordinario Adolescente venido de Nazaret no sólo hizo preguntas muy inteligentes, sino que él mismo comenzó a dar respuestas profundas a quienes le estaban enseñando. Sus preguntas y sobre todo sus respuestas asombraron a los doctores del Templo. Era la misma admiración que, en lo sucesivo, suscitaría la predicación pública de Jesús: el episodio del Templo de Jerusalén no es otra cosa que el comienzo y casi el preanuncio de lo que sucedería algunos años más tarde.

Queridos chicos y chicas, coetáneos del Jesús de doce años, ¿no vienen a vuestra mente, en este momento, las clases de religión que se dan en la parroquia y en la escuela, clases a las que estáis invitados a participar? Quisiera, pues, haceros algunas preguntas: ¿cuál es vuestra actitud ante las clases de religión? ¿Os sentís comprometidos como Jesús en el Templo cuando tenía doce años? ¿Asistís a ellas con frecuencia en la escuela o en la parroquia? ¿Os ayudan en esto vuestros padres?

Jesús a los doce años quedó tan cautivado por aquella catequesis en el Templo de Jerusalén que, en cierto modo, se olvidó hasta de sus padres. María y José, regresando con otros peregrinos a Nazaret, se dieron cuenta muy pronto de su ausencia. La búsqueda fue larga. Volvieron sobre sus pasos y sólo al tercer día lograron encontrarlo en Jerusalén, en el Templo. « Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando » (Lc 2, 48). ¡Qué misteriosa es la respuesta de Jesús y cómo hace pensar! « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? » (Lc 2, 49). Era una respuesta difícil de aceptar. El evangelista Lucas añade simplemente que María « conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón » (2, 51). En efecto, era una respuesta que se comprendería sólo más tarde, cuando Jesús, ya adulto, comenzó a predicar, afirmando que por su Padre celestial estaba dispuesto a afrontar todo sufrimiento e incluso la muerte en cruz.

Jesús volvió de Jerusalén a Nazaret con María y José, donde vivió sujeto a ellos (cf. Lc 2, 51). Sobre este período, antes de iniciar la predicación pública, el Evangelio señala sólo que « progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres » (Lc 2, 52).

Queridos chivos, en el Niño que contempláis en el nacimiento podéis ver ya al muchacho de doce años que dialoga con los doctores en el Templo de Jerusalén. El es el mismo hombre adulto que más tarde, con treinta años, comenzará a anunciar la palabra de Dios, llamará a los doce Apóstoles, será seguido por multitudes sedientas de verdad. A cada paso confirmará su maravillosa enseñanza con signos de su potencia divina: devolverá la vista a los ciegos, curará a los enfermos e incluso resucitará a los muertos. Entre ellos estarán la joven hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naim, devuelto vivo a su apenada madre.

Es justamente así: este Niño, ahora recién nacido, cuando sea grande, como Maestro de la Verdad divina, mostrará un afecto extraordinario por los niños. Dirá a los Apóstoles: « Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis », y añadirá: « Porque de los que son como éstos es el Reino de Dios » (Mc10, 14). Otra vez, estando los Apóstoles discutiendo sobre quién era el más grande, pondrá en medio de ellos a un niño y dirá: « Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos » (Mt 18, 3). En aquella ocasión pronunciará también palabras severísimas de advertencia: « Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar » (Mt 18, 6).

¡Qué importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar desde luego que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el « Evangelio del niño ».

En efecto, ¿qué quiere decir: « Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos »? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios.

¿No es éste el mensaje principal de la Navidad? Leemos en san Juan: « Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros » (1, 14); y además: « A todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios » (1, 12). ¡Hijos de Dios! Vosotros, queridos niños, sois hijos e hijas de vuestros padres. Ahora bien, Dios quiere que todos seamos hijos adoptivos suyos mediante la gracia. Aquí está la fuente verdadera de la alegría de la Navidad, de la que os escribo ya al término del Año de la Familia. Alegraos por este « Evangelio de la filiación divina ». Que, en este gozo, las próximas fiestas navideñas produzcan abundantes frutos, en el Año de la Familia.

Jesús se da a sí mismo

Queridos amigos, la Primera Comunión es sin duda alguna un encuentro inolvidable con Jesús, un día que se recuerda siempre como uno de los más hermosos de la vida. La Eucaristía, instituida por Cristo la víspera de su pasión durante la Ultima Cena, es un sacramento de la Nueva Alianza, más aún, el más importante de los sacramentos. En ella el Señor se hace alimento de las almas bajo las especies del pan y del vino. Los niños la reciben solemnemente la primera vez -en la Primera Comunión- y se les invita a recibirla después cuantas más veces mejor para seguir en amistad íntima con Jesús.

Para acercarse a la Sagrada Comunión, como sabéis, se debe haber recibido el Bautismo: este es el primer sacramento y el más necesario para la salvación. ¡Es un gran acontecimiento el Bautismo! En los primeros siglos de la Iglesia, cuando los que recibían el Bautismo eran sobre todo los adultos, el rito se concluía con la participación en la Eucaristía, y tenía la misma solemnidad que hoy acompaña a la Primera Comunión. Más adelante, al empezar a administrar el Bautismo principalmente a los recién nacidos -es también el caso de muchos de vosotros, queridos niños, que por tanto no podéis recordar el día de vuestro Bautismo- la fiesta más solemne se trasladó al momento de la Primera Comunión. Cada muchacho y cada muchacha de familia católica conoce bien esta costumbre: la Primera Comunión se vive como una gran fiesta familiar. En este día se acercan generalmente a la Eucaristía, junto con el festejado, los padres, los hermanos y hermanas, los demás familiares, los padrinos y, a veces también, los profesores y educadores.

El día de la Primera Comunión es además una gran fiesta en la parroquia. Recuerdo como si fuese hoy mismo cuando, junto con otros muchachos de mi edad, recibí por primera vez la Eucaristía en la Iglesia parroquial de mi pueblo. Es costumbre hacer fotos familiares de este acontecimiento para así no olvidarlo. Por lo general, las personas conservan estas fotografías durante toda su vida. Con el paso de los años, al hojearlas, se revive la atmósfera de aquellos momentos; se vuelve a la pureza y a la alegría experimentadas en el encuentro con Jesús, que se hizo por amor Redentor del hombre.

¡Cuántos niños en la historia de la Iglesia han encontrado en la Eucaristía una fuente de fuerza espiritual, a veces incluso heroica! ¿Cómo no recordar, por ejemplo, los niños y niñas santos, que vivieron en los primeros siglos y que aún hoy son conocidos y venerados en toda la Iglesia? Santa Inés, que vivió en Roma; santa Agueda, martirizada en Sicilia; san Tarsicio, un muchacho llamado con razón el mártir de la Eucaristía, porque prefirió morir antes que entregar a Jesús sacramentado, a quien llevaba consigo.

Y así, a lo largo de los siglos hasta nuestros días, no han faltado niños y muchachos entre los santos y beatos de la Iglesia. Al igual que Jesús muestra en el Evangelio una confianza particular en los niños, así María, la Madre de Jesús, ha dirigido siempre, en el curso de la historia, su atención maternal a los pequeños. Pensad en santa Bernardita de Lourdes, en los niños de La Salette y, ya en este siglo, en Lucía, Francisco y Jacinta de Fátima.

Os hablaba antes del « Evangelio del niño », ¿acaso no ha encontrado éste en nuestra época una expresión particular en la espiritualidad de santa Teresa del Niño Jesús? Es propiamente así: Jesús y su Madre eligen con frecuencia a los niños para confiarles tareas de gran importancia para la vida de la Iglesia y de la humanidad. He citado sólo a algunos universalmente conocidos, pero ¡cuántos otros hay menos célebres! Parece que el Redentor de la humanidad comparte con ellos la solicitud por los demás: por los padres, por los compañeros y compañeras. El siempre atiende su oración. ¡Qué enorme fuerza tiene la oración de un niño! Llega a ser un modelo para los mismos adultos: rezar con confianza sencilla y total quiere decir rezar como los niños saben hacerlo.

Llego ahora a un punto importante de esta Carta: al terminar el Año de la Familia, queridos amigos pequeños, deseo encomendar a vuestra oración los problemas de vuestra familia y de todas las familias del mundo. Y no sólo esto, tengo también otras intenciones que confiaros. El Papa espera mucho de vuestras oraciones. Debemos rezar juntos y mucho para que la humanidad, formada por varios miles de millones de seres humanos, sea cada vez más la familia de Dios, y pueda vivir en paz. He recordado al principio los terribles sufrimientos que tantos niños han padecido en este siglo, y los que continúan sufriendo muchos de ellos también en este momento. Cuántos mueren en estos días víctimas del odio que se extiende por varias partes de la tierra: por ejemplo en los Balcanes y en diversos países de Africa. Meditando precisamente sobre estos hechos, que llenan de dolor nuestros corazones, he decidido pediros a vosotros, queridos niños y muchachos, que os encarguéis de la oración por la paz. Lo sabéis bien: el amor y la concordia construyen la paz, el odio y la violencia la destruyen. Vosotros detestáis instintivamente el odio y tendéis hacia el amor: por esto el Papa está seguro de que no rechazaréis su petición, sino que os uniréis a su oración por la paz en el mundo con la misma fuerza con que rezáis por la paz y la concordia en vuestras familias.

¡Alabad el nombre del Señor!

Permitidme, queridos chicos y chicas, que al final de esta Carta recuerde unas palabras de un salmo que siempre me han emocionado: ¡Laudate pueri Dominum! ¡Alabad niños al Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre del Señor! (cf. Sal 113112, 1-3). Mientras medito las palabras de este salmo, pasan delante de mi vista los rostros de los niños de todo el mundo: de oriente a occidente, de norte a sur. A vosotros, mis pequeños amigos, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad, os digo: ¡Alabad el nombre del Señor!

Puesto que el hombre debe alabar a Dios ante todo con su vida, no olvidéis lo que Jesús muchacho dijo a su Madre y a José en el Templo de Jerusalén: « ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? » (Lc 2, 49). El hombre alaba al Señor siguiendo la llamada de su propia vocación. Dios llama a cada hombre, y su voz se deja sentir ya en el alma del niño: llama a vivir en el matrimonio o a ser sacerdote; llama a la vida consagrada o tal vez al trabajo en las misiones… ¿Quién sabe? Rezad, queridos muchachos y muchachas, para descubrir cuál es vuestra vocación, para después seguirla generosamente.

¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad. Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los Angeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace » (Lc 2, 14). El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.

¡Dios os ama, queridos muchachos! Quiero deciros esto al terminar el Año de la Familia y con ocasión de estas fiestas navideñas que son particularmente vuestras.

Os deseo unas fiestas gozosas y serenas; espero que en ellas viváis una experiencia más intensa del amor de vuestros padres, de los hermanos y hermanas, y de los demás miembros de vuestra familia. Que este amor se extienda después a toda vuestra comunidad, mejor aún, a todo el mundo, gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesitan, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los hombres, y particularmente de los niños, en Navidad?

¡Levanta tu mano, divino Niño, y bendice a estos pequeños amigos tuyos, bendice a los niños de toda la tierra!

Juan Pablo II

Vaticano, 13 de diciembre de 1994.

Fuente: https://www.aciprensa.com/navidad/cartaninos94.htm

Sí, Virginia, existe Santa Claus

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Uno de los editoriales más famosos fue escrito por Francis P. Church, director asistente del diario «The New York Sun». Fue publicado el 21 de diciembre de 1897, como respuesta a la carta de una pequeña niña. Desde entonces ha sido reproducido innumerables veces, llenando al mundo con las sencillas palabras que nos recuerdan la importancia de la inocencia, la fe y el amor.

Querido Editor: Soy una niña de ocho años de edad. Algunos de mis amiguitos dicen que Santa Claus no existe. Papá me ha dicho: «Si lo ves publicado en «The Sun», entonces es cierto». Por favor, dígame la verdad, ¿existe Santa Claus?
Virginia O’Hanlon

Virginia:
Tus amiguitos están equivocados. Ellos han sido afectados por el escepticismo de una era escéptica. No creen más que en lo que sus ojos ven. Ellos piensan que no existe nada que sus pequeñas mentes no entiendan. Todas las mentes, Virginia, sean de hombres o de niños, son pequeñas. En nuestro vasto universo el hombre es un mero insecto, una hormiga, cuyo intelecto no resiste la comparación con el mundo ilimitado que le rodea ni, mucho menos, con la inteligencia capaz de aprender la totalidad de la verdad y el conocimiento.

Sí Virginia, Santa Claus existe. Su existencia es tan real como el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstas abundan y dan a tu vida su máximo gozo y belleza. ¡Cuán sombrío sería el mundo si no existiera Santa Claus! Sería tan sombrío como si no hubiera Virginias. No existiría la fe infantil; no habría poesía, no habría romance para hacernos tolerable esta existencia. No tendríamos más gozo que el de los sentidos y la vista. La eterna luz con que la infancia ilumina al mundo se extinguiría.

¡No creer en Santa Claus! De la misma forma podrías no creer en las hadas. Tú puedes convencer a tu papá para que contrate hombres que vigilen la chimenea en Navidad y pillarlo, pero aunque no lo vieran bajar, ¿qué probarían? Nadie ve a Santa Claus, pero eso no prueba que no haya Santa Claus. Las cosas más reales del mundo son las que ni los niños ni los hombres ven. ¿Has visto alguna vez a las hadas danzando en el césped? Por supuesto que no, pero eso no es prueba de que no estén allí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas aún no vistas e invisibles que existen en el mundo.

Puedes romper la sonaja de un bebé para descubrir en su interior qué es lo que produce el sonido, pero hay un velo que cubre el mundo no visto que ni el hombre más fuerte, ni aún la fuerza unida de todos los hombres fuertes que hayan existido, puede romper. Sólo la fe, el amor, la fantasía, el romance y la poesía pueden apartar esa cortina y ver y mostrar la belleza sobrenatural y la gloria que están más allá. ¿Es todo ello real? Ah, Virginia, no hay en este mundo nada más real y permanente.

¿Qué no existe Santa Claus! Gracias a Dios él vive, y vivirá por siempre. Mil años después de ahora, Virginia, es más, diez mil años después, él continuará alegrando con su espíritu el corazón de los niños.

Fuente: http://www.solonosotras.com/especiales/navi-santa_edit.htm

Cuándo nació Jesús

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Durante la noche del 24 de diciembre y la madrugada del 25 se celebraba en la antigua Roma la solemnidad pagana “Natilis Invicti” (el nacimiento del invicto). Y ese invicto, ese victorioso, era nada menos que el Sol. Por orden del emperador Aureliano, la festividad tenía lugar año tras año.

Por las mismas fechas, durante el solsticio de invierno, otros pueblos antiguos, como los germanos, los galos y los celtas, celebraban también la fiesta del Sol, a la que se entregaban con cantos, danzas y rituales alrededor de la hoguera.

Es común la idea de que la tradición de la Iglesia estableció la fecha de la fiesta del Nacimiento de Jesús en correspondencia con la festividad pagana del “Natilis Invicti”, con el propósito de sustituir el culto pagano y divulgar velozmente el cristiano.

Si bien es cierto que el paso de la fiesta pagana a la cristiana fue muy fácil gracias a que la tradición bíblica vio siempre al Mesías como la luz y el Sol: «Nos visitará el Sol que nace de lo alto» (Lc 1,78), el propio Jesús se definió a sí mismo como “Luz del Mundo”, el bautismo se llamó primitivamente “iluminación” y los cristianos se denominaban “iluminados”, es improbable que una fiesta tan central se haya fijado sólo por motivos oportunistas.

Existen muchos indicios de veracidad en las fechas tradicionales en lo que se refiere al mes y al día del nacimiento de Jesús. Para hacer este análisis hay que considerar dos fuentes: el Evangelio según San Lucas y el calendario solar encontrado en Qumrán.

San Lucas nos dice que el arcángel Gabriel anunció a Zacarías que Isabel estaba embarazada cuando «oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno» (Lc 1,8). Es posible calcular las veinticuatro clases en las que estaban divididas las familias sacerdotales e identificar la octava clase, la de Abías, a la cual pertenecía el sacerdote Zacarías (Lc 1,5), que desarrollaba su servicio los días 8-14 del tercer mes y los días 24-30 del octavo mes.

Estas últimas fechas corresponden a finales de septiembre, nueve meses antes del 24 de junio, fecha del nacimiento del Bautista. En consecuencia, el anuncio a la Virgen María «en el mes sexto» (Lc 1,26) de la concepción de Isabel correspondería al 25 de marzo. Se puede, por tanto, determinar el 25 de diciembre como la fecha histórica del nacimiento de Jesús, la cual empezó a considerar la Iglesia como oficial entre los años 325 y 335 después de Cristo. En el Concilio de Nicea del año 325 no se menciona, pero sí aparece como algo familiar en el año 336.

En cuanto al año del Nacimiento de Cristo, la teoría más aceptada entre historiadores y estudiosos es que éste no fue calculado correctamente en su momento. Se habla de un error cometido por el monje y astrónomo Dionisio el Exiguo (siglos V-VI), uno de los hombres más sabios de la época, a quien Roma encargó proseguir la compilación de la tabla cronológica de la fecha de Pascua preparada en tiempos del obispo Cirilo de Alejandría. El monje tomó como punto de partida la fecha de la Encarnación del Señor.

A comienzos del siglo VI el cristianismo se había propagado por todo el imperio. Dionisio recopiló una tabla de fechas para la Pascua utilizando el calendario del emperador Dioclesiano. Entonces, después de muchos estudios y cálculos, quiso reanudar el sistema de cuenta de los años tomando el Nacimiento de Jesucristo, Señor y centro de la Historia, como punto de partida.

Dionisio señaló el año 753 de la fundación de Roma como el año del Nacimiento de Jesucristo. Tomó entonces este año como primero de la era cristiana. Paulatinamente este nuevo calendario fue tomando importancia, primero entre los cristianos y después en el mundo secular. Es el calendario que hoy se reconoce universalmente.

Aunque Dionisio hizo un buen trabajo, no pudo saber la fecha exacta del Nacimiento de Cristo. Su error radica en el hecho de que, según sus cálculos, el Nacimiento de Jesús se produjo tras la muerte de Herodes, es decir, unos cuatro o seis años después de la fecha en la que realmente aconteció, que correspondería al año 748 de la fundación de Roma. Sin embargo, el cronista Flavio Josefo nos transmite que la muerte de Herodes I el Grande ocurrió después de 37 años de reinado; considerando que subió al trono en el año 40 a.C., el año de su muerte sería el 4 a.C.

Confirma este dato un acontecimiento astronómico que el cronista recuerda antes de la muerte del monarca: hubo un eclipse lunar, que tuvo que ocurrir entre el 11 y el 12 de abril de 4 a.C. Por esa razón, si la fecha de la muerte de Herodes se produjo en el 4 a.C., Jesús no pudo nacer más tarde de ese año.

Estudios posteriores indican que Cristo nació varios años antes de lo que calculó el monje Dionisio:

Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande. Los Evangelios y el historiador Macrobio señalan que Herodes murió poco después de la masacre de los Santos Inocentes. También sabemos, según los datos del historiador Flavio Josefo, que Herodes el Grande murió en el año 750 de Roma. Por lo que se deduce que Jesús debe haber nacido antes de ese año.

Según San Lucas, Jesús contaba con unos treinta años cuando fue bautizado. Ahora bien, como San Juan Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, tenemos un punto de referencia. El año 764 de Roma es la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio. Si añadimos quince años para llegar al ministerio de San Juan Bautista, estamos en el año 779 de la fundación de Roma. Si para entonces Jesús tenía treinta años, El nació el año 749 de la fundación de Roma, es decir cuatro años antes de lo calculado por Dionisio. La fecha del Nacimiento de Jesús sería el año 4 a.C.

La posible imprecisión de la fecha en ningún modo disminuye la importancia de la celebración del Nacimiento de Jesús. No cambia la realidad histórica y trascendental de que el Verbo Eterno se hizo hombre y habitó entre nosotros para salvarnos.
Lo importante no es la fecha del Nacimiento, sino el Nacimiento en sí mismo, que originó el advenimiento de la era cristiana.