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¿Se puede tener una relación tóxica con la moda?

¿Hasta qué punto el simple acto de vestirnos puede afectarnos emocionalmente?

Hace unos días, leía la noticia de la muerte de la influencer española Celia Fuentes, de tan sólo 27 años, y me puse a pensar: ¿Qué tan lejos puede llegar nuestra obsesión por lucir siempre “perfectas”?  ¿Por qué mientras más “amamos la moda” nos volvemos más esclavas de ella? ¿Es la ropa o somos nosotras?

Decidí aplicar entonces cinco de esas señales que según los expertos, revistas y tests de Internet te indican que estás en una relación amorosa tóxica a la relación con nuestro guardarropa.

Emocionalmente drenada

Dicen que una relación de pareja te debe dar felicidad y satisfacción, y creo que lo mismo debe ocurrir con la ropa. ¿En qué sentido? Debes usar las piezas que te hagan sentir bonita, feliz y cómoda a ti, no necesariamente las que estén en tendencia, esto te ahorrará varias cosas: dinero, el estrés de llegar de primera a la tienda antes de que se acabe y la imposibilidad de disfrutar una pieza (no has terminado de tomarte una selfie con ese nuevo suéter y ya tienes que salir a comprar el bolso que tal marca sacó y que, de paso, no combina con el suéter, entonces también tienes que comprar otro para hacer el total look… ¡una locura!)

Además, si estás usando un tipo de atuendo solo porque las demás lo están llevando, entonces tu apreciación de la moda no te está permitiendo ser tú misma y estás aparentando ser alguien que no eres para llenar las expectativas de alguien más…  Eso está mal. Tampoco permitas atormentarte porque un cierto vestido no te quedó… Sí, es normal que uno sienta un poco de rabia o frustración en el momento (como una pequeña “pelea de pareja”), pero no debería ser algo prolongado en el tiempo. Mejor piensa: si ese vestido no me queda bien, él es el que no es para mí y hay muchos otros para elegir hasta conseguir el indicado… Igual que con los hombres.

Tu vida social y laboral se ve afectada

Llegar constantemente tarde al trabajo porque sientes que te ves fea con todo, dejas de ir a una fiesta porque no tienes nada que ponerte o por miedo a que todas se verán más lindas que tú (incluso cuando ya pasaste horas probándote todo tu clóset), no disfrutas en las salidas con tus amigos porque estás más pendiente de que tus tacones no se arruinen o no quieres sudar con tu nueva blusa de seda puesta, tardas más en escoger el look para esa importante reunión de trabajo que haciendo tu presentación… Tu vida está girando en torno a la moda ocasionándote que andes muchas veces de mal humor y eso compromete tu interacción con los demás. Recuerda, toda relación sana debe tener un balance.

Pelean mucho

No me refiero al típico conflicto de todas las mañanas de “¿y hoy qué me pongo?” o cuando le pedimos ayuda a nuestra mejor amiga para escoger el mejor look para esa tan esperada primera cita. Eso es algo totalmente normal. Hablo de cuando en realidad nada de lo que te pones te satisface, todo te parece que te queda mal todo el tiempo, ir de compras es un castigo y vestirte, en lugar de ser un momento divertido para escoger algo lindo o expresar tu personalidad, se convierte en una verdadera pesadilla solo para que los demás te hagan un cumplido aunque tú no te sientas feliz o satisfecha.

Debes esconder cosas

En las relaciones tóxicas de pareja, esto se traduce a mentir u omitir para no molestar al otro o prever represalias. En el caso de la moda, lo veo tanto en usar la ropa para aparentar algo o comprar para tratar de llenar otros vacíos; como volverse obsesiva con fajas que casi te quitan la respiración para que no se vea ese rollito. Con este último punto, no quiero decir que no te puedas comprar una faja para cierta ocasión, pero si para poder usar esa falda tienes que forrarte en elástico o estar siempre metiendo la barriga, no te la has terminado de poner y ya estás pensando en la felicidad que tendrás cuando te la quites, entonces es hora de dejarla ir.

La gente te dice que no pareces tú

Una cosa es probar nuevos estilos y atreverse a salir de la zona de confort, y otra es alienarte completamente para encajar en un prototipo de fábrica que nada tiene que ver con tus gustos, tipo de cuerpo, personalidad o necesidades.

Aunque algunos crean que es superficial, la verdad es que cuando uno no se siente a gusto por cómo luce, puede haber cambios de humor y hasta de actitud.

Si sientes que debes vestirte de cierta forma para agradarle a otro, si te sientes presionada por tener lo último que ha salido, si te compras piezas nada más por lo que ves en Instagram y hay más negativismo que positivismo cuando te paras frente a tu guardarropa. Entonces ten cuidado, porque sí, podrías tener una relación tóxica con la moda y hay que analizar qué hay detrás de todo eso.

Si bien creo que la industria de la moda puede inducir o contribuir a ciertas conductas (para eso invierten tanto en publicidad), también hay un factor psicológico personal que no se puede descartar y hay que darle importancia para evitar desenlaces tan lamentables y tristes como el de Celia Fuentes que, en sus redes sociales, daba a entender que era una chica fashionista y feliz con sus fotos y frases. Lamentablemente, no es la primera ni la última chica que en realidad no tiene una vida como la que enseña, lo cual también es un punto de reflexión para todas aquellas que utilizan estas cuentas como referencia o punto de comparación y, en realidad, se están dejando llevar muchas veces por un espejismo.

Adriana Bello

Claudio Limón; pincelazos de éxito

El destino a veces aparece como el brote de un instinto. Claudio Limón (Arandas, Jalisco, 1979) nació en una familia creativa. Hijo de un rotulista y una modista, supo lo que quería hacer en la vida cuando antes incluso de entrar a la primaria comenzó a buscar e imaginar figuras en el mosaico de su casa para luego dibujarlas con lapiz.

Al piso le siguieron las paredes de su casa como lienzos. La imaginación encontró sus tonos en los paisajes campiranos de la
peculiar tierra alteña que recorrió junto a un abuelo que le contagió su sensibilidad y amor por la naturaleza. La tierra colorada y los cielos con atardeceres de tonalidades intensas y contrastantes le ofrecieron a Claudio Limón una paleta de colores viva y explosiva. En su obra predomina los tintes y tonalidades festivas como declaración de principios.

El niño al que nunca regañaron por dibujar sobre las paredes de su casa sigue agregando pincelazos de éxito, perseverancia y talento a su propia historia.

Febril, creativo y con una imaginación desbordada, Claudio Limón comenzó a estudiar y a experimentar con diversas técnicas sobre materiales diversos. Su instrucción
formal la transitó por los caminos del diseño gráfico y la ilustración, donde consiguió el éxito profesional trabajando con agencias de publicidad con reconocimiento nacional e internacional, que, sin embargo, nunca lo apartaron de su permanente inquietud por plasmar el mundo bajo su propio estilo y sus propias reglas.

Claudio Limón es un ejemplo de que la disciplina es un excelente cómplice del talento. A pesar de que sus proyectos profesionales crecían siempre se dio el tiempo, el lujo y la maña de seguir creando arte, lo mismo interviniendo el refrigerador de su casa y los sillones o creando una serie de 100 ilustraciones de nopales con 100 diferentes estilos.

El artista se mueve para aprender y él recorrió una parte del mundo plasmando sobre un traje las imágenes que lo cautivaban. Claudio Limón es un viajero incansable que estudia geografía con la suela de los zapatos y ha conseguido que sus emociones convertidas en obras de arte recorran el orbe en ciudades como Nueva York, Los Ángeles y Bogotá, entre otras.

En realidad, Claudio Limón sigue manteniendo viva su capacidad de asombro para seguir innovando y despertando sensaciones e inquietudes y cumpliendo nuevos desafíos: el artista que afrontó un día el reto de hacer un autorretrato al día durante un año completo, plasmó su rostro en uno de los aparadores más vistos y conocidos en el mundo: un edificio de Times Square.

Alonso Torres

 

 

Bruno Almaraz: un ser humano en escena

Esto no fue solo una sesión de preguntas y respuestas interesantes, como la mayoría de las entrevistas, sino un espacio que me regaló la vida para conocer a un ser humano muy especial. Lo supe desde que, no recuerdo a cuento de qué, Bruno sentó la diferencia entre persona y ser humano:

Bruno. Un ser humano no cambia su identidad, no no tiene máscaras. Un ser humano se conduce de manera diferente al resto de la gente. No lastima, es transparente, claro. He llegado a pensar que no solo existe basura orgánica e inorgánica, también existe la basura humana, literalmente, lo veo día a día. Encontrarse con seres humanos es una experiencia que enriquece, porque son positivos. A pesar de lo que ocurra no se quejan de nada. Los seres humanos nos agrupamos y nos dedicamos tiempo para analizar lo que está mal, pero también para aprender de lo que está bien. La ignorancia es peligrosa.

Se nota que eres de mente inquieta, hiperactiva.

Desde los once años escribía poesía. Para mis tiempos era muy revolucionada. A veces escribo poesía con números, pienso que los números y las letras se asocian. También creo que las palabras envejecen, por eso existe la minúscula y la mayúscula. Y tienen un significado según la intención con la que se escriba.

¿Le confieres connotaciones a las letras?

Sí, soy muy raro. Rarísimo. Yo le decía a mi papá: “Oye papá, yo creo que me mandaron de otro mundo, nací en un tiempo que no era el mío. No es mi tiempo papá, este no me gusta.” Él me decía: “No te quejes, si no te gusta, cámbialo tú.”

Y a lo que traías de origen se sumó la vida.

Me pasaron infinidad de cosas a partir de que me salí de casa a los 18 años. Estudié Letras en la UNAM, pero esa carrera quedó trunca cuando el FONCA me becó para estudiar en Buenos Aires Arte Dramático.
Me trataron de una manera pésima porque era negrito en un barrio bravo, como Palermo. Me quedaba dormido en clase, era pesadísimo, estudiaba de 10 a 8, no tenía tiempo de nada más. De regreso en México me ocurrió una anécdota con José Luis Rodríguez Pérez “Palillo” que fue un parteaguas. Él entonces era el director de Relaciones Públicas de TV Azteca. Iba yo circulando cuando me chocó con su auto. Me bajé y antes de ver los daños en mi coche le pregunté: “¿Está bien señor?” Me extendió su tarjeta y dijo: “Oye, ya me tengo que ir, pero búscame.” Vi mi facia rota y respondí: “No se preocupe señor, ¿está usted bien?” Unos días después le llamé por teléfono: “¿Cómo está? Yo soy al que le pegó.” Me indicó que fuera a verlo al canal y estando ahí me preguntó a qué me dedicaba. “Voy a presentarte con María Luisa Alzaldúa”, dijo. Me llevó a TV Azteca, hice un casting para “Lo que callamos las mujeres”, y a partir de ahí estuve cuatro años en esa televisora trabajando como actor, aunque nunca dejé de escribir.

A los 24 años decidí dejar ese trabajo. Entonces vivía en Fresas y Pilares, en la colonia Del Valle, y un día, el señor que vivía enfrente, a quien no conocía, me dijo al coincidir cuando salimos a depositar la basura: “Usted escribe como señor.” Resultó que desde su ventana me veía escribiendo en una máquina de escribir antigua. “¿Sabe quién soy yo?”, me preguntó. Yo no tenía idea. Resultó ser el escritor de “Cuna de lobos”, exitosa telenovela de Televisa. Cuando leyó mis ensayos literarios opinó que tenía mucho potencial: “Me da gusto que escribas de esta forma. Ya lánzate, haz las cosas en grande.”

Busqué a José del Valle, un amigo, y le dige: “Oye, ¿sabes qué?, necesito tu teatro. ¿Cuánto cuesta?” Era el teatro del Congreso del trabajo. “Para ti, nada. Te aprecio mucho y tienes talento. Ocúpate. Nada más hay que limpiarlo, no tiene luz, mano.”

Sí, soy muy raro. Rarísimo. Yo le decía a mi papá: oye papá, yo creo que me mandaron de otro mundo.

Pero montar una obra cuesta, aunque tengas el escenario, hay que producirla, pagar a los actores, difundirla…

Todo eso tenía que pagar. Invertí todos los ahorros que junté mientras estuve trabajando. Recuerdo que al pasar frente al Poliforum todos los días pensaba: yo voy a estar ahí. Creía en mí. Y sí, más adelante estuve trabajando ahí tres años y medio. Me tocó cerrar el Poliforum con Evangelina Elizondo en “Un mundo raro”. Ser escritor, director y productor no es fácil. De ahí brinqué a rentar el teatro Telmex y el Aldama. Comencé a hacer alianzas con colegios, porque tengo todo tipo de obras y todas manejan valores.

¿Todo lo que has producido ha sido escrito por ti? ¿De dónde sacas el capital?

Todo. Tengo a la fecha doce obras escritas, de las cuales he producido y dirigido once. Llegó un punto cuando empecé a producir teatro independiente en que hice un arqueo de lo que yo traía: el know how y experiencias de vida. En algún momento me senté con Carlos Monsivaes en el Sanborns de Coyoacan y me dijo: “La línea que traes es muy interesante, tienes que irte de México, aquí no van a valorar lo que estás haciendo. Has estado en espacios muy interesantes, créetela.” Yo tenía entonces 27 años. Eso me llevó a crear una casa productora de teatro, comerciales, foto fija, todo lo que tiene que ver con creatividad.  Hoy somos una empresa integrada por 42 personas leales; cuando tienes un gran equipo humano puedes lograr grandes cosas.

¿Has vendido los derechos de tus obras?

No. Mi personaje Oliverio, por ejemplo, es un niño que no crece y viaja a través de los sueños porque quiere cambiar el mundo.

Es el personaje principal de una obra musical que crea conciencia sobre el bullying. Una agencia se interesó en él porque pensaron que podía ser el nuevo Chavo del 8, pero yo dije “no, no lo vendo”. Oliverio posee un alcance impresionante, tiene el poder para cambiar la cultura, es el portavoz de muchas personas. Incluso se ha hecho animado. Presenté la obra en el Poliforum y varios de los niños que formé como actores siguen en la carrera de actuación.

Tu obra “El espejo” también habla de valores y trata sobre el llevar un diario. Es un hábito que poca gente conserva. Ahora, el Facebook es el diario de las personas.

Yo no tengo Facebook, no creo en eso.

Eres como antiguo en ese sentido.

¿Qué va a pasar el día que ya no exista eso?

Se perdería todo lo que has subido en tu muro. 

Es la comunicación lo que se pierde. Antes los seres humanos teníamos comunicación real. A veces soy duro con los actores porque no comprenden lo que leen, tampoco comprenden lo que dicen. Para preparar a un actor hay que hacerle entender cómo decir una verdad que se vuelve mentira y viceversa. Al decir palabras sin intención, no creces. La gente de hoy no lee, no comprende. Yo desde pequeño leía libros de verdad, no libros “para niños”. Me gustaba mucho leer a Mario Benedetti.

¿Tus obras son poéticas?

Poéticas y crueles, sarcásticamente crueles, uso mucho el humor.  Es difícil usar el humor con inteligencia al tratar temas delicados. Inicio en tres meses una temporada con la obra “Miedo a la verdad”, en el teatro Aldama. Cada uno de los siete personajes cuenta su propia historia, con una problemática distinta, como VIH, anorexia, promiscuidad, entre otros. Al final de la obra tenemos un espacio de retroalimentación por parte del público, con especialistas y un psiquiatra. Esta obra ya ha salvado vidas. En la obra “Rojo violeta” trato la discriminación y el maltrato que sufre un padre por parte de sus hijos. “Soledad ciega” habla de la infidelidad, de que no hay amigos cuando hay un amor en medio.

Mi propósito es que en México se escriba buen teatro. Es más fácil conseguir los derechos y montar una obra que ha tenido éxito en otros países. Se está perdiendo el talento mexicano en ese tema, está desperdiciado, reprimido. ¿Por qué no crear una “Édith Piaf” en México?

¿Cómo lo has logrado hacer tú en un medio tan difícil? ¿Se te abrieron las puertas por casualidad?

Hubo muchas coincidencias, pero también sé decir no. Creo que es la palabra que más me gusta. Digo no a las cosas que no me vibran, sigo mi intuición, hay que saber a dónde vas.

A veces soy duro con los actores porque no comprenden lo que leen, tampoco comprenden
lo que dicen.

¿De dónde te llegan las historias que escribes?

De vivencias, mías y de otros, soy muy sensible. Todos somos poetas. Tengo un lugar particular donde escribo, es un árbol por ahí, en la calle, donde desde chavito guardaba mis cosas más importantes. Me siento ahí y escribo en hojas, luego lo paso a máquina. El ruido del tecleo de mi vieja máquina de escribir lo asocio con el tiempo, como si fuera un segundero, y con el latir de mi corazón también. Cuando te acostumbras a escribir en una máquina de escribir, ya no te equivocas, lo escribo primero en la mente.

¿Cómo es Bruno, el ser humano?

Todo lo que tenga que ver con libros y letras, soy yo. La única forma de conocer a Bruno es a través de lo que escribe. Soy diferente, soy raro. Me gustan los seres humanos, pero no la gente, no me hallo en la sociedad, no me gusta el ruido. Pienso que al mundo se viene a ser libre. La libertad es algo que te hace dejar de pensar para poder sentir. Si no sientes no ves nada. Soy más de sentir que de pensar. Siempre tengo metas a corto y largo plazo. Y Dios ocupa el lugar número uno en mi vida.

Avicii, El último juguete roto de la industria de la música

Por muy manido que resulte decirlo, la
repentina desaparición del joven DJ sueco, que fue encontrado sin vida en la habitación de un hotel de Omán, puede calificarse como “la crónica de una muerte anunciada”. Basta con ver el documental de Netflix sobre el meteórico ascenso del joven sueco para darse cuenta de que el DJ vivía al límite. Y no por la tradicional combinación de drogas, noche, alcohol y fiesta sino porque tenía graves problemas de salud y un nivel tal de estrés y auto-exigencia que semejantes circunstancias no podían conducirle a nada bueno.

El documental, dirigido por Levan Tsikurishvili, se titula “Avicii: True Stories”, nombre que juega con el título que el fallecido DJ puso a su segundo álbum “Stories”. Tim Bergling, como se llamaba realmente, tenía solo 28 años y ya lo había logrado todo en el mundo de la música. Según Forbes, sus ingresos anuales superaban los 28 millones de dólares.

Había conseguido éxitos mundiales con sus canciones, -las más conocidas “Levels” y “Wake me up”-, reproducidas más de 11 billones de veces en Spotify, y había colaborado con grandes nombres de la música como Madonna, Chris Martin de Coldplay, Nile Rodgers, Wyclef Jean, Rita Ora, Lenny Kravitz, David Guetta o sus compatriotas ABBA.

Lo tenía todo… salvo salud. El documental, que se estrenó apenas hace unos meses, recorre los 8 frenéticos años de la vida de Tim, desde que era un simple adolescente que mezclaba sonidos en su habitación con la ayuda de un sencillo programa informático, hasta que decide cancelar multitudinarios shows en Las Vegas, a pesar de las millonarias pérdidas, porque está absolutamente exhausto de hacer algo que llevaba años sin querer hacer.

Con 20 años padecía una fuerte adicción al alcohol de la que se derivó una pancreatitis. Sus problemas de salud comenzaron en medio de su primera gira mundial.
En Australia, en 2012, tuvo que ser hospitalizado por terribles dolores de estómago. El documental muestra a los médicos en la habitación explicándole su dolencia.

Sin embargo, el joven, celoso de su trabajo, asegura a los facultativos que no quiere suspender más actuaciones. Debían operarle la vesícula pero el DJ insiste en tomar unos analgésicos y recibir el alta. Ninguna de las personas que lo acompaña es capaz de hacerle recapacitar y obligarlo a suspender la gira para curarse.

El resultado es un muchacho jovencísimo muy delgado y totalmente demacrado que solo duerme en aviones y que no sabe ni en qué país está. Es totalmente desolador. Pero era una máquina de hacer dinero y nadie iba a perder la ocasión de llevarse su trozo del pastel. Finalmente, en Miami hubo que retirarle el apéndice y la vesícula. Pese a su enfermedad, entre 2008 y 2013 había realizado 657 shows.

Los entrevistados en el reportaje se deshacen en elogios hacia la calidad artística de Avicii. Nile Rodgers habla del joven como “compositor de melodías más natural que había conocido nunca”.

Wyclef Jean asegura que “Tim es un músico como Michael Jackson, que tiene la sinfonía dentro de su cabeza, hace esto igual que Bach hizo lo que hizo. Tim es para mí un teórico de la música y eso es lo que le convierte en un gran compositor”.

El reportaje muestra lo apasionado que era con su música y la ilusión que ponía en su trabajo. También el lado oscuro. Las exigencias de una industria que había encontrado a la gallina de los huevos de oro y quería desplumarla.

El joven había cumplido sus sueños pero no se sentía feliz porque, como revela él mismo en el documental, “pude soportar todos los golpes que me llevaba, porque me siento muy afortunado de hacer lo que hago, pero no tuve tiempo de averiguar qué quería hacer y cómo quería hacerlo. Me dejé llevar por la corriente y me concentré únicamente en la música y en las giras y obviamente tenía que hacer lo que dije que iba a hacer (…) pero yo no planeaba nada. Era como si estuviera persiguiendo una felicidad que no era realmente la mía”.

El DJ, en otro fragmento del documental, sentencia: “No era feliz, no tenía tiempo para mí mismo, tiempo para parar un poco”.

Finamente, cansado y al límite de sus fuerzas se retiró en 2016 de la escena pública con solo 26 años. No quería hacer ni más giras interminables ni más actuaciones. Estuvo así 8 años ininterrumpidamente. No podía soportar más la presión, el estrés y la angustia que le producía actuar. En su mensaje de despedida a sus fans reconocía que, aunque ha sido “una bendición poder viajar por el mundo y actuar”, ha tenido “muy poco tiempo para la persona real detrás del artista”.

Se dedicó entonces a disfrutar de la vida normal que no tuvo y a viajar por el mundo. Parece que estaba en Omán como turista cuando hallaron su cuerpo sin vida en la habitación del hotel.

Seis días después de su repentina muerte en Omán, la familia del DJ Avicii desveló el trágico final del joven sueco que irrumpió en la música electrónica como un torrente, confirmando que se quitó la vida. “Batallaba con pensamientos sobre el significado de las cosas, la vida y la felicidad. No podía aguantar más. Quería encontrar la paz”, explicaron sus seres queridos en el segundo comunicado publicado tras un óbito que ha hecho enmudecer a su legión de fans.

ÁNGELES CONDE MIR

La búsqueda de Dios: una faceta ignorada de Octavio Paz

El próximo 19 de abril se cumplirá el vigésimo aniversario del fallecimiento del poeta y ensayista  mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990. Su legado a las Letras y al pensamiento universal tiene una riqueza inconmensurable. Por ello, me parece de justicia revalorar su obra literaria, cuya calidad -de manera indiscutible- se agiganta con el paso del tiempo; y por otra parte, considero necesario revelar una faceta poco conocida en este escritor: su apasionada búsqueda de Dios.

Más de alguno se preguntará, no sin cierta sorpresa: ¿pero Octavio Paz no fue ateo o agnóstico? Por increíble que parezca, nuestro Premio Nobel siguió un largo y tortuoso itinerario ideológico. Desde su infancia recibió formación católica. Al llegar a la juventud entró en una crisis religiosa y abrazó la doctrina del marxismo-leninismo, al punto que –durante la Guerra Civil Española- decidió ir al país ibero para apoyar la causa republicana.

Pero, en septiembre de 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.) y Alemania decidieron repartirse como botín de guerra el territorio de Polonia, Paz se convenció de que José Stalin era tan dictador como Adolfo Hitler y de que todo ese discurso del dirigente ruso de trabajar “por el bien de las causas del proletariado y de las aspiraciones obreras” no era más que demagogia. Sus reflexiones se recogen en un espléndido libro titulado El Ogro Filantrópico, que constituye una dura crítica al sistema comunista. Y demuestra, con sólidos argumentos, cómo históricamente esta utopía socialista ha engañado a millones de  sus seguidores.

Como consecuencia de su desencanto por el Comunismo, el ilustre poeta mexicano inició un prolongado “camino de búsquedas”, como solía decir, dentro de las corrientes de pensamiento vanguardistas de su época. En su libro Itinerario –de carácter autobiográfico- manifestó que no le agradaba que lo etiquetaran de “ateo” ni de “agnóstico”, porque él se consideraba un hombre abierto a lo Trascendente, “a la Otredad”.

En los años sesenta, fue designado Embajador de México en la India. En ese país oriental conoció de cerca la religión Budista. Hizo un notable esfuerzo por adentrarse en ella y entrar en  comunión con esa creencia, pero relata que en ella no descubrió a Dios, sino “una especial vacuidad”, la nada; un angustioso vacío que le producía vértigo…

Tiempo después comentaba: “Descubrí  que de oriente me separa algo más hondo que el cristianismo: no creo en la reencarnación.  Creo que aquí nos la jugamos del todo, no hay otras vidas”.

En una célebre entrevista que le hizo el reconocido político y periodista, Carlos Castillo Peraza, el Nobel de Literatura le confió que en la India tuvo un nuevo acercamiento hacia el cristianismo. Relata que, cierto día, entró en una iglesia católica y un sacerdote estaba celebrando Misa. Con sencillez reconoce: “La escuché con fervor. Lloré. (…) Sentí la presencia de eso que han  dado en llamar la “Otredad”. Mi ser ‘otro’ dentro de una cultura que no era la mía. Mi identidad histórica”. Y concluía: “Dialogo con esa parte de mí mismo que es más que el hombre que soy porque está abierta al infinito. (…) Hay en los hombres una parte abierta hacia el infinito, hacia la “Otredad”.

Octavio Paz descubre a un Dios que es eterno, y por tanto, no tiene principio ni fin.

El ser humano -añadía- no es el resultado de la ciega casualidad. Y consideraba que el hombre de nuestro tiempo había caído en una profunda crisis espiritual al haberse dejado arrastrar por el relativismo, el agnosticismo y el materialismo hedonista.

Es reveladora esta declaración en el ocaso de su vida: “Voy a cumplir ochenta años. (…) A esta hora Don Quijote se resigna a ser Alonso Quijano y se dispone a poner en orden su alma”.

En uno de sus últimos y más bellos poemas, titulado “Hermandad”, escribió: “Soy hombre: duro poco/  y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas me escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en ese mismo instante / alguien me deletrea”.

Finalmente, Paz comprendía que pertenecía a un Dios Creador, más cercano a él de lo que imaginaba y que, además, buscaba comunicarse íntimamente con el poeta. El Nobel manifestaba un hondo gozo, como quien descubre un tesoro largamente buscado, su finalidad última, con ese cristalino y significativo verso: “alguien me deletrea”. El escritor J. M. Cohen afirma que: “La búsqueda de Paz es en esencia religiosa”.

“Paz no soslaya -comenta Rafael Jiménez Cataño, especialista en este poeta- la parte escatológica de la Otra Vida. Pienso que podemos decir con cierta confianza que el ansia de felicidad es también ansia de inmortalidad. Queremos ser felices para siempre”.

Después de una apasionada búsqueda, como en círculos concéntricos, Octavio Paz descubre a un Dios que es Eterno, y por tanto, no tiene principio ni fin. Además, es fuente de la Felicidad Última. Sin duda, este descubrimiento suyo se revela como de gran actualidad y vigencia para el hombre de nuestro tiempo.

RAÚL ESPINOZA AGUILERA

¿Qué son los celos y cómo combatirlos?

Los celos son un estado emotivo ambivalente, que puede llevar a una persona a actuar de forma violenta contra la persona supuestamente amada.

¿Eres una mujer o un hombre celoso? O bien, ¿tienes a una pareja que se deja llevar por los celos?

Los celos son un estado emotivo ambivalente (cambio de amor a odio), que puede llevar a una persona a actuar de forma violenta (directa o indirecta) contra la persona supuestamente amada que demuestre algún tipo de afecto por otra persona o actividad.

¿Qué los motiva?

La inseguridad, la baja autoestima, las relaciones de codependencia, el temor a que la pareja termine la relación, la apariencia real, ficticia o imaginaria de un posible rival.

Pueden ser provocados por otras personas: papás, hermanos, familiares, amigos;  o por actividades como las diversiones o el trabajo.

Es normal sentir celos,  el problema no reside en el hecho de sentirlos, sino en su intensidad, frecuencia, manera de manifestarlos y en cómo estos influyen en nuestra conducta.

Estos tres elementos son excelentes indicadores de los celos disfuncionales, ya que se convierten en la forma de vida del celoso y de la persona celada. Surgen entonces manifestaciones tales como:

  • Hombres o mujeres conflictivos, egoístas, desconfiados, descalificadores, mentirosos, ambivalentes, intolerantes, groseros y obsesivos.
  • Experimentan sentimientos de mal humor, temor, autocompasión, inestabilidad, miedo, entre otros, ya que se perciben en desventaja en comparación con los rivales potenciales.
  • Cambios corporales como tensiones musculares, alteraciones de sueño, en la alimentación y hasta cardíacas.
  • A nivel interno, una persona celosa presenta actividad en el hipotálamo, emociones como el temor y el enojo; y en la amígdala, sensaciones de ira, placer,
    dolor, temor y agresión.

Te preguntarás si los celos son curables.   Como estos van acompañados de sentimientos de inseguridad y de una escasa autoestima, más que curables, son controlables.

Implica gran esfuerzo y dedicación por parte de quienes desean cambiar y llevar una vida sin tanto sufrimiento.

Tratados de forma correcta, pueden llevar a la persona a un crecimiento funcional, y a convertir los pensamientos negativos en positivos.

El primer paso es reconocer que eres un hombre o una mujer celosa. En seguida, aprender a dirigir estas emociones, y si esto no es suficiente, buscar ayuda profesional te hará mucho bien.

Lucía Legorreta de Cervantes
Presidente Nacional del CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer
cervantes.lucia@gmail.com
www.lucialegorreta.com
fb: Lucía Legorreta

Seis claves para superar los problemas

La resiliencia y la superación personal: del reto al éxito

El neurólogo francés Boris Cyrulnik, neurólogo, psicoanalista y psiquiatra, recuerda el valor de la resiliencia, esa capacidad de las personas de sobreponerse a periodos de dolor emocional y a las situaciones adversas de manera que se transformen en ocasiones para crecer y madurar.

Es importante desarrollar la capacidad de adaptarse, aprender y superar la adversidad cuando abordamos situaciones que implican sufrimiento o retos a los que tenemos que responder para poder seguir caminando en la vida.

Hay momentos de la vida en los que nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones diarias requieren más atención de lo ordinario. Solemos considerar los eventos traumáticos o difíciles algo negativo y tendemos a sentir lástima hacia nosotros mismos o hacia las personas que los están atravesando. Esto es algo instintivo. Pero si lo analizamos mejor podemos darnos cuenta de que cada uno de estos momentos se puede transformar en una ocasión privilegiada de crecimiento en diversos aspectos de nuestra vida.

La resiliencia es la capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida saliendo fortalecido de ellas. Es el resultado de un proceso dinámico que varía según las circunstancias, la naturaleza de la situación, el contexto y la etapa de la vida del individuo, que se puede expresar de diferente manera según la cultura.

En general, hay una serie de características que comparten las personas resilientes de todas las culturas.

    • Seguridad en sí mismo y en su capacidad de resolver los problemas.
    • Presencia clara de valores en la vida y de la certeza del apoyo social.
    • Actitud de ser causa de lo que sucede a su alrededor.
    • Aprenden tanto de las experiencias positivas como de las negativas.
    • Actitud positiva y creativa ante los nuevos retos de cada día.
    • Curiosidad y apertura a nuevas experiencias.
La resiliencia y el cambio en la vida

El desarrollo de la resiliencia nos lleva a potenciar continuos cambios positivos en la propia vida. Se logra por medio de circunstancias adversas y dolorosas, que son las que más lecciones nos regalan en la vida.

  • Cambios en uno mismo: aumentan la confianza en las propias capacidades para afrontar las adversidades que nos presente el futuro.
  • Cambios en las relaciones personales: la vivencia traumática puede fortalecer la unión de las relaciones con las personas que han estado en estos momentos tan duros.
  • Cambios en la filosofía de vida: las experiencias duras tienden a sacudir las ideas sobre las que se construye nuestra visión del mundo. Cambian las escalas de valores y se tiende a dar más valor a lo que realmente lo merece.

Solemos considerar los eventos trumáticos o difíciles algo negativo y tendemos a sentir lástima hacia nosotros mismos o hacia las personas que los están atravesando

Según la Asociación Sociológica Americana hay 6 cosas que está en nuestras manos hacer para ser más resilientes:

  • Potenciar las relaciones afectivas: en estos momentos tenemos que dejar ayudarnos más que nunca y establecer vínculos afectivos con familiares, amigos y personas que para nosotros sean importantes. Ayudar a otros también puede ser beneficioso para fortalecer la resiliencia.
  • Evitar ver los fracasos como obstáculos para crecer: no se puede evitar que ciertos acontecimientos que nos hacen daño aparezcan en la vida, pero si podemos decidir sobre la manera como los interpretamos y el modo de reaccionar ante ellos.
  • Reaccionar estimulando las actividades que te hagan sentir mejor durante los momentos agudos de crisis o dolor.
  • Llevar a cabo acciones decisivas: en situaciones adversas busca soluciones y actúa de la mejor manera que puedas, según tus circunstancias. Sentirás que estás haciendo algo productivo para cambiar tu situación.
  • Busca oportunidades para descubrirte: piensa en aquellas cosas que gracias a esto has aprendido y en qué aspectos has mejorado. Verás que el sufrimiento no ha sido en vano y que has crecido en este proceso.
  • Cultivar una visión positiva sobre ti mismo sin perder la esperanza: confía en tus capacidades para resolver los conflictos por los que estás atravesando y en lo valioso que eres.

Seguramente conoces a alguna persona que admiras por la actitud positiva y la entereza con la que afronta los problemas en la vida. Si escarbas un poco es muy probable que encuentres que en el pasado ha vivido circunstancias de vida difíciles, que le ayudaron a forjar ese aspecto de su carácter. También hay las que se han dejado caer frente a la adversidad, adoptando el papel de víctimas eternas, como si la vida les debiera algo; pero no es así, y esa actitud solo sirve para obstaculizar su propia felicidad y desarrollo personal. Desarrollar la resiliencia implica un esfuerzo, pero después facilita la vida en forma sorprendente.

Javier Fiz Pérez

Toyota México presenta “Conduciendo un México Mejor”

Por Rodolfo Sánchez Noya

El presidente de Toyota México Tom Sullivan anunció en rueda de prensa la participación de Toyota que realizará un programa denominado “Conduciendo un México Mejor” con el fin de apoyar al medio ambiente, seguridad vial y educación y para ello se formó un comité Dictaminador que seleccionará seis organizaciones civiles el cual tendrán fondos económicos de más de cuatro millones de pesos para  las organizaciones que trabajen en el área ya anunciada. Toyota México cumple ya 16 años de haber llegado a nuestro país.

El Señor Sullivan anunció que ya tienen varios años trabajando en el diseño y fabricación de vehículos  innovadores que benefician  a  la comunidad para resolver los problemas ambientales, cambio climático, y la escases  de agua entre otros problemas, y durante el próximo junio se darán a conocer quiénes serán los ganadores de cada categoría.

Bajo la filosofía pensar global y actuar local Toyota ha estado en contacto con Escuelas, Universidades y otras entidades con el fin de promover este desarrollo en beneficio en la seguridad vial, medio ambiente y educación.

Por su parte el Sr. Ernesto Solana Presidente de Comité de Responsabilidad Social de Toyota México informo que la continuación  año con año con el lema de “Conduciendo un México Mejor” para que se contribuya con el crecimiento en nuestro país beneficiando cada vez a un mayor número de personas.

 

¿Por qué Kate Middleton se agacha siempre para hablar con sus hijos?

Por Paka Díaz

Y tú, ¿eres jefe o líder?

Aristóteles decía que todo buen líder debía tener tres cualidades:

Ethos: carácter moral y la fuente de su capacidad para convencer a otros.

Pathos: capacidad de entrar en contacto con los sentimientos y de activar a las personas emocionalmente.

Logos: capacidad de dar motivos sólidos para acciones concretas y para movilizar a las personas intelectualmente.

El liderazgo es una virtud, una capacidad que no todos los jefes poseen. Jefe y líder no son lo mismo. Es más, todos podemos ser jefes y de los buenos, pero no precisamente buenos líderes.

Ese liderazgo auténtico es exigente y requiere coherencia, convicciones sólidas y un esfuerzo constante por llevar a la práctica lo que dice y lo que cree.

Hay muchas características que distingue al jefe del líder, entre ellas la sabia autoridad -no autoritarismo- que ejerce sobre un grupo.

Un buen líder debe ser experto en el arte de las relaciones, en tener la habilidad de manejar las emociones de los demás.

Estas son las principales diferencias que existen entre un líder y un jefe:

El líder dice “nosotros”, el jefe “yo”.

El líder sabe vender la información, es decir, sabe presentar muy apetecible una idea o meta. El jefe simplemente presenta la información; hay que cumplirla y punto.

El líder sabe conectar con las emociones y sentimientos. El jefe es más frío y parco en este sentido.

El líder inspira para que los demás sigan su ejemplo y para que se logren las metas. El jefe solo da órdenes.

El líder motiva, desarrolla y sabe sacar lo mejor de las personas. El jefe “usa” a las personas.

El líder sabe convencer con argumentos inteligentes y es incluyente. El jefe domina con autoridad que muchas veces es autoritarismo.

El líder reconoce que el poder es un arma para servir. El jefe siente que el poder le da autoridad.

El líder solicita las cosas, motiva y colabora para que se lleven a cabo. El jefe ordena, controla, demanda y espera.

Los líderes sobresalientes salen de su camino para potenciar la autoestima de su personal. Si las personas creen en sí mismas, es increíble lo que pueden lograr.
Sam Walton

El líder muestra empatía cuando hay errores y los considera como una oportunidad para aprender. El jefe sanciona severamente los errores.

El líder aplaude los logros, por pequeños que estos sean. El jefe difícilmente reconoce los logros, pero sí está muy atento a las fallas.

El líder gusta de los cambios, se sabe adaptar y motiva así a los demás. El jefe es más reacio a los cambios.

El líder busca la unidad y cree en el trabajo en equipo para el logro de metas. El jefe no se preocupa tanto por eso como porque le den resultados.

El líder hace todo lo posible por llevar una vida coherente en el decir, el pensar y el hacer porque sabe que el ejemplo convence y arrastra. El jefe también puede hacer lo mismo por llevar esa vida, pero no tiene tanto interés por ser ejemplo para los demás.

El líder genera una atmósfera de trabajo agradable, contagia entusiasmo. El jefe puede generar miedo y un ambiente punitivo y desagradable.

El líder sabe escuchar razones y aprecia la participación. El jefe dice “porque lo digo yo”, impone y sus indicaciones no pueden ser refutadas.

El líder resuelve las crisis e invita a sus colaboradores a buscar soluciones. El jefe culpa por la crisis.

El líder sabe que la persona es lo primero y reconoce en ella su dignidad. El jefe busca los beneficios por encima de la persona.

El líder ve a los demás como sus colaboradores, enseña y está abierto a aprender de los demás. El jefe maneja empleados y solo manda por ser el superior.

El líder comparte el crédito del éxito. El jefe toma todo el crédito.

El líder toma su responsabilidad cuando algo sale mal. El jefe echa culpas.

Recordemos siempre que los puestos de liderazgo, gerenciales, directivos son puestos de servicio y no de poder.

Y tú, ¿eres líder o jefe?

LUZ IVONNE REAM