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¿Cómo vencer la timidez?

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Seguramente conoces a alguien que prefiere estar aislado del resto de las personas y mantener la conversación al mínimo, pero cuando la interacción es necesaria parecería el fin del mundo,  su lenguaje corporal lo traiciona y es percibido como alguien inseguro, aburrido o hasta miedoso, sin necesariamente serlo, características que afectan su desarrollo personal y laboral en muchos aspectos.

Nuestra personalidad está conformada por el temperamento y el carácter. El primero son aquellas cualidades con las que nacemos, mientras que el segundo se crea por medio de las experiencias que vamos teniendo a lo largo de nuestras vidas. Y te preguntarás… ¿Se nace tímido o nos volvemos tímidos? La timidez se genera a través de experiencias que nos hicieron sentir vulnerables o expuestos, orillándonos a resguardarnos en nuestra zona de confort y tratando de aislarnos lo más posible de la convivencia social que a lo largo del tiempo alimenta nuestra inseguridad.

Afortunadamente los rasgos de carácter se pueden fomentar por medio de comportamientos y ejercicios que nos permitirán poner en práctica nuestra accesibilidad y fortalecer el autoestima para poder potenciar nuestro carácter en las diversas áreas de nuestra vida.

  • Sal de tu zona de confort: “Somos lo que hacemos repetidamente”- Aristóteles. La timidez es una característica que se crea por medio de acciones que se repiten muchas veces, lo cual se transforma en un patrón de la personalidad. Para cambiar esta conducta y generar un efecto opuesto en nosotros, debemos someternos a circunstancias nuevas que nos permitan explorar una versión distinta a la que conocemos, por ejemplo: comienza una plática sencilla con el conductor del taxi, la persona que se sienta junto a ti en el trabajo o hasta la persona esperando en fila detrás de ti por medio de comentarios del tipo: qué calor hace hoy o qué bárbaro el tráfico que hay, esto podría dar pie a una plática que  por medio de repeticiones se podría convertir en un hábito que te beneficie.
  • Sonríe y respira. La sonrisa engaña a nuestro cerebro y hace que se generen ciertas sustancias como la endorfina y la dopamina, que hace creer al cerebro que estamos pasando un buen momento, lo que nos impulsa a ser más abiertos y querer enfrentar situaciones de mejor manera. Por el otro lado, la respiración es lo primero que se ve afectado con la timidez, ya que genera adrenalina y nos bloquea al momento de interactuar con otros, es importante respirar y comprender que no es algo tan grave.
  • Utiliza tu lenguaje corporal. La postura que utilizamos es de mucha importancia al momento de interactuar, por lo que es importante enmarcar a las personas con nuestros hombros al momento de sostener una comunicación, esto quiere decir que los vamos a ver de frente, no de lado. Al hacer esto, nuestro cerebro recibe una señal de seguridad y nos hace sentirnos bien al momento de conversar con alguien, lo mismo pasa al optar por una postura erguida y la cabeza levantada.  Poner en práctica este tipo de posturas nos ayudará a trabajar en nuestra seguridad y empoderamiento.
  • Imagina que ya conoces al receptor. La timidez se conforma de una autocrítica constante que nos aleja de intentar socializar por el miedo al qué dirán, por lo que es importante reforzar nuestros pensamientos. Esto se logra imaginando y creando un diálogo interno que simula nuestra interacción con la persona. Al hacer este ejercicio nuestro cerebro creerá que ya conocemos a la persona y nos facilitará las palabras y la interacción con ésta.
  • Sé participativo. Las personas tímidas se caracterizan por participar poco y decir “NO” a todo, por lo que es importante poner a prueba nuestra valentía y curiosidad de probar cosas diferentes y acceder a participar en situaciones y escenarios nuevos para así generar confianza en tu persona.

Sigue estos sencillos pasos y notarás una diferencia en tu vida cotidiana, existe un mundo afuera de tu zona de confort, es cuestión de decidir experimentarla e ir más allá.

Ojos y manos a la obra

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La vida no es justa. Ejemplo de ello es que la mayoría de quienes trabajaron para construir la escuela en la que estudias o estudiaste no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela. Diariamente miles de hombres y mujeres materializan el progreso mientras éste los pasa de largo.

Afortunadamente, la fundación Construyendo y Creciendo lleva 12 años dedicada a cambiar esta realidad. Su misión es llevar alfabetización, computación, educación primaria, secundaria y preparatoria a los trabajadores de la construcción dentro de las propias obras que construyen. Ha brindado a más de 20,000 trabajadores la oportunidad que la inequidad social nunca les dio. Pero ¿qué tiene que ver esto con el arte, tema central de esta columna?

Pues que después de ver la exposición En Construcción, en el Foto Museo Cuatro Caminos, puedo afirmar que lo más asombroso que brinda la educación es la posibilidad de asombrarnos de nosotros mismos y descubrir nuevos talentos.

Lorenzo Galindo tiene 20 años y es cadenero topógrafo. Trabaja en una obra donde hay una aula de Construyendo y Creciendo, en la que ha reiniciado sus estudios de secundaria y donde recibió un breve curso de fotografía. Nunca se pensó fotógrafo y, mucho menos, expositor en un museo. Sin embargo, su talento es indudable. En uno de los muros del Foto Museo estaban las imágenes que tomó en su lugar de trabajo, entre ellas, su autorretrato. Imposible no identificar esa foto con la icónica imagen de Aleksandr Ródchenko, padre del constructivismo ruso.

No me pude contener. Me acerqué a Lorenzo, lo felicité, le enseñé a La Escalera (1930) de Ródchenko y le dije quién era su autor. Sus ojos se llenaron de lágrimas y de orgullo. Nunca pensó sorprenderse de sí mismo. Nunca se supo talentoso.

Afortunadamente, no fue el único. Arturo (carpintero de 39 años), Edher (segurista de 31), Marcos (fierrero de 29)  y Rafael (maniobrista de 28 años de edad) también desafiaron las expectativas de ellos mismos. Ganaron el concurso de fotografía, que tuvo como  jurado a la curadora de la exposición, la directora del museo y miembros de la industria de la construcción.

Puedes ver y comprar las fotografías de éstos y otros talentosos autores/trabajadores de la construcción en: https://bit.ly/2BzLaui

 

Las ruinas que dejemos hablarán por nosotros

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Se acerca la época vacacional y seguramente más de uno visitará edificios de las culturas que nos han precedido. Es inevitable maravillarse al observar pirámides, castillos medievales o templos góticos y preguntarse cómo los hicieron, cómo vivían en aquel tiempo.

Bien decía Octavio Paz que la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, ya que en sus edificaciones podemos ver cómo vivían las clases altas y las huellas que dejaban en su construcción los obreros.

¿Te podrías imaginar lo que pensarían los habitantes originales de aquellos sitios históricos al vernos pasear por lugares a los que ellos daban un significado totalmente distinto? La pregunta inmediata da un poco de curiosidad y algo de nerviosismo: ¿qué dirán nuestras ruinas de nosotros?

El Dr. Parsons de la Universidad Hull ha declarado que las miles de toneladas de plástico que generamos han dejado una marca permanente en la historia de nuestro planeta, debido a que los microplásticos se han filtrado a la tierra y a nuestra cadena alimenticia.

Si ahora existen aficionados a la paleontología puede que en unos millones de años haya “plasticólogos” por la cantidad de residuos de plásticos fosilizados que habrá. Que nos relacionen con la Era Plástica sin duda no será la noticia más alentadora, pues a ello se unirán factores como la contaminación desmedida que hemos producido y el Cambio Climático.

Afortunadamente, existe la posibilidad de revertir el panorama: estamos en un periodo importante de la historia porque aún podemos recomponer el rumbo. La ONU desde los años ochenta ha dejado constancia de recomendaciones de carácter ambiental que hace a los gobiernos.

En una de las últimas reuniones en la Cumbre de París 2015, se reiteró la urgencia de que no suba más de 1.5 grados centígrados la temperatura global de la Tierra para 2030, de lo contrario, viviríamos consecuencias como sequías intensas, mayores incendios forestales, grandes inundaciones en zonas cercanas a cuerpos de agua y menor producción de alimentos.

Es un hecho que las decisiones que tomemos en nuestra vida diaria, aunque pequeñas, replicadas por nuestras personas cercanas pueden ir generando un cambio positivo en el medio ambiente.

¿Qué dirán nuestras ruinas de nosotros? Dirán lo que queramos que digan. Podremos dejar estructuras de altos edificios vacías u optar por dejar un legado sostenible y duradero para las futuras generaciones.

Soy positivo con respecto a nuestro tiempo, creo que vivimos en la mejor época del planeta a pesar de los retos que enfrentamos, ya que contamos con el mayor conocimiento y tecnología para enfrentar cualquier adversidad. Quizá lo que falte sea divulgación y conciencia.

Doce años, en poco tiempo once, nos separan de un tiempo adverso o un cambio positivo como sociedad. Todo rastro que dejamos como grupo habla de nosotros: modas, comida, edificios, costumbres…

Quizá estemos visualizando un futuro abstracto cuando hablamos de años, décadas o siglos, pero debemos partir de no pensar sólo en nosotros y lo que podríamos sufrir, sino en la generación más próxima: nuestros hijos. Hagámoslo también por ellos.

Nuestros sonidos

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Todos cargamos con muchos recuerdos y anécdotas en nuestras vidas. Entre ellos existe un lugar especial para los sonidos que son el soundtrack que acompaña nuestra existencia.

Es increíble cómo el cerrar los ojos mientras escuchamos una canción de hace algunos años nos puede transportar momentáneamente a un punto exacto de nuestra historia.

En muchas ocasiones se jerarquiza lo visual, pero si retiráramos los sonidos entenderíamos el vacío ante el que nos encontraríamos si careciéramos del estímulo auditivo constante que recibimos del entorno.

Esta reflexión nació a partir del lanzamiento del trailer de la película ‘Roma’, de Alfonso Cuarón, merecedora del León de Oro en el Festival de Venecia, un filme basado en los recuerdos de niñez del productor en la Colonia Roma de la Ciudad de México.

Uno de los primeros elementos que resaltan en el corto son los tres sonidos que prácticamente cualquier habitante de la ciudad reconocería: el primero se genera con una señora lavando el piso, donde se escucha el correr del agua, así como el tallado con la escoba. El segundo sonido es el producido por el silbato de un afilador de cuchillos y por último, la famosa campanita que avisa que la basura se acerca.

Estos tres sonidos bastan para trasladarnos a cualquier colonia de la CDMX. Un recurso sumamente efectivo para generar una atmósfera única.

Más allá del filme, existen muchos otros sonidos de nuestra urbe que están tatuados en la memoria colectiva; sin duda podemos mencionar entre ellos el sonido del señor de los camotes cuya máquina de vapor produce un pitido.

Desde luego hay otros sonidos que incluyen las inconfundibles voces de los capitalinos, como cuando el gas llega a la cuadra y anunciaba su presencia con un gran grito de “¡El gaaaaas!” o la famosa grabación de las personas que se dedican a comprar cosas de segunda mano: “Se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda.”

Claro que existen unos menos agradables, como el estruendo del tráfico, pero siempre habrá en las esquinas de la capital mexicana algún vendedor anunciando sus deliciosos tamales oaxaqueños para regresarnos a la calma.

También habrá que hacer mención de aquellos sonidos que se van extinguiendo, como el sonido de un teléfono antiguo y del movimiento de rueda que se utilizaba para marcar.

El hecho de entrar a una oficina del siglo pasado aseguraba escuchar el constante tecleo de las máquinas de escribir, distinto del actual donde predomina el click del mouse.

La tecnología ha desplazado a otros sonidos como el que producían las televisiones análogas cuando había interferencias y se veía la pantalla llena de puntos blancos y negros. En el cine ha dejado de escucharse el sonido cuando comenzaba la proyección una película de celuloide con su famosa cuenta regresiva antes de empezar.

La lista podría ser infinita y más de uno habrá sacado una sonrisa el recordar algo que probablemente ya no sea de uso cotidiano, sin embargo, es una fortuna saber  que existen instituciones como la Fonoteca Nacional, que se encargan de proteger el patrimonio sonoro del país.

Se puede acceder a esta experiencia visitando una quinta virreinal del siglo XVIII en Coyoacán, que alberga las grabaciones de discursos de personajes como el General Porfirio Díaz, Albert Einstein o Mahatma Gandhi dándole voz a la historia de México y el mundo.

Crónicas de hechos relevantes, sonidos de la naturaleza, testimonios de lenguas nativas, oficios en peligro de desaparecer y música de todo tipo es parte del material que la Fonoteca Nacional ha rescatado, preservado y puesto a disposición del público mexicano.

Los sonidos son parte fundamental de lo que somos como sociedad y sin duda nos identifican con un momento histórico. Así que detente a pensar en aquello que escuchas, porque seguramente con el correr del tiempo cambiará.

Pon reglas al internet

Poner reglas suena autoritario, rancio. Preferimos ser buena onda y el flower power de los consejitos blandos, del padre dialogante. Hacerlas cumplir también es difícil, ya que siempre es más apetecible sonreír y hacer una excepción, quedando como el padre flexible que entiende a sus hijos.

Lo que pasa es esta estrategia “buenaondista” conduce habitualmente a la anarquía, en la que cada uno hace lo que le da la real gana. Y un niño que hace lo que le da la gana –lo que le dictan sus caprichos y sus antojos– termina siendo un maleducado, un mimado y, lo que es mucho peor, infeliz. Así que por mucho que te cueste, deberías establecer unas reglas de uso de la tecnología en casa y hacerlas cumplir con decisión.

En primer lugar, es preciso decidir qué reglas quieres poner. Habla con tu cónyuge y decidan juntos qué normas de uso les parecen razonables en casa. Habrá familias que prefieran poner muchas reglas; otras estarán cómodas con dos o tres normas muy básicas. No es mejor una opción que la otra: lo importante es que cada familia encuentre su estilo y establezca algunas normas claras. ¿Algún botón de muestra?

  • Durante las comidas no hay teléfonos en la mesa.
  • Mientras se estudia no se escucha música.
  • A las once de la noche se apagan los móviles.
  • No se ven más de dos capítulos de Netflix seguidos.
  • Sólo se usan los videojuegos media hora, después de estudiar.

Una vez decididas, deberás explicar las normas a tus hijos, para que las tengan claras y conozcan su sentido. Esto quizá te exija un esfuerzo de argumentación no pequeño, sobre todo porque “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Así que no pretendas que tu hijo aplauda las normas y te diga sonriendo que son los padres más razonables del mundo (si reacciona así, llama a un psicólogo o a un exorcista).

Lo habitual será que la regla le parezca estúpida –al menos eso te dirá–, de forma que la explicación de la norma a tus hijos se asemejará a un debate sobre el Estado de la Nación en tu cuarto de estar. No pasa nada: una vez explicada –y publicada en el refrigerador con un imán, como hacen en algunos hogares- la norma está vigente, por lo que habrá que cumplirla.

El tercer paso es el más difícil: de legislador pasas a policía o juez, y deberás hacer cumplir la norma, exigir su respeto. Esto va a resultar cansado, ya que los niños son expertos en jugar en el “borde” de la ley y en pedir una y otra vez la derogación de la norma. Pero hay que mantenerse firme en la línea de defensa, y estar dispuesto a decir tantas veces como haga falta la palabra NO:

  • No al móvil en la mesa.
  • No a tres horas de videoconsola.
  • No a ver Instagram en la cama de madrugada.
  • No a criticar por Whatsapp.

Evidentemente, decir que “NO” resulta cansado, desgasta. ¡Qué te voy a contar! Pero saber decir que no es una de las obligaciones de un buen padre o madre. Un niño sin NOs, sin límites ni reglas, se convierte en una mezcla exacta de salvaje, tirano y bruto. Tu hijo se merece más.

Por supuesto, las reglas admiten excepciones, y no pasa nada por dejar de cumplirlas algún día. Pero las excepciones deben ser excepcionales: si son demasiado frecuentes, la regla deja de ser tal y pasa a ser una bonita declaración de intenciones un papá o una mamá flojos, a quien nadie hace ya caso.

Vamos terminando. Como dijimos al comienzo, en nuestra sociedad las reglas tienen mala prensa. Parecen una maldición que quita la alegría y mata la espontaneidad. Las asociamos a orfanatos de las novelas de Dickens, que asfixian a los niños con una disciplina irrespirable. Nos parecen herramientas educativas dictatoriales, asociadas a señores grises y aburridos, que aman lo previsible y quieren tenerlo todo bajo control. Y nosotros no somos así. Somos padres y madres del siglo XXI. Dialogamos. Queremos ser amigos de nuestros hijos. “Debajo de las aceras hay playas”, “prohibido prohibir”, etc. Pues bien. Buena suerte con esas teorías educativas ingenuas o adolescentes.

Prueba a meter a veintidós niños en un campo de futbol sin reglas, a ver qué hacen. Intenta leer la redacción de un adolescente que ignora las reglas de ortografía y gramática. Siéntate a la mesa con cuatro niños sin normas de educación, a ver cómo acaba el mantel y cuánta comida termina en el suelo. Será el aburrimiento máximo, el sinsentido, el caos y la destrucción… (perdón si me he puesto un poco cáustico).

Ya es hora de superar ese miedo escénico a las reglas, que convierte a los niños en esclavos de sus caprichos y en marionetas de quienes quieren aprovecharse de su debilidad. Asumamos que para educar personas libres –también en Internet- hay que poner reglas, explicarlas bien y hacerlas cumplir. Hay que saber decir que no. Con cariño, con flexibilidad y
con fortaleza.

Juan Martínez Otero es autor de “Tsunami Digital, hijos surferos”, guía para padres que no quieren naufragar en la educación digital.

Educar con el fracaso no es una locura

A nadie le gusta experimentar el fracaso, mucho menos a los padres modernos que le damos mucha importancia al éxito de nuestros hijos. Por esta razón, una de las características principales de los padres de hoy en día es tratarles de ahorrarles problemas, obstáculos y fracasos a nuestros hijos. Así vemos padres con hijos de cualquier edad resolviendo problemas con los maestros, tratando de hablar con los entrenadores deportivos, y haciendo los proyectos del colegio para que sus hijos resulten ganadores.

Sin embargo, hay estudios recientes que afirman que los beneficios del fracaso pueden ser más numerosos que los que experimentan las personas que tienen éxito en el primer intento. Las personas que no se enfrentan a sus fracasos tienden a poner excusas por sus errores, sin esforzarse en mejorar. En cambio, la respuesta emocional al fracaso, concentrarse en las emociones después de un fracaso y reflexionar sobre ellas, les lleva a esforzarse más la próxima vez que lo intentan.

8 maneras en las que nuestros hijos se benefician de los fracasos

  1. Si nuestros hijos solo saben experimentar emociones agradables tendrán problemas en el futuro cuando les toque sentir tristeza, enojo o frustración. El fracaso los ayuda a sentir y expresar estas emociones y a aprender a manejarlas.
  2. Pueden aprender de sus errores. Los fracasos permiten a nuestros hijos reflexionar en lo que hicieron mal para que lo puedan mejorar. Aprender de los propios errores es una lección importante para el futuro.
  3. Los ayuda a ser perseverantes. Si las cosas siempre les salen bien a la primera nunca serán capaces de persistir, porque no lo han necesitado. La perseverancia es una virtud muy necesaria para lograr algo en la vida.
  4. Podemos enfocarnos con ellos en el esfuerzo más que en el resultado. Un niño que siempre triunfa puede tender a ver el logro como la gran recompensa y como lo único importante. Estar con los hijos en sus fracasos y ayudarles a ver el camino recorrido, así como el esfuerzo que pusieron para llegar hasta ahí, nos convertirá en padres más compasivos y a ellos en niños sanos emocionalmente.
  5. Los ayuda a ser más empáticos y compasivos. Un niño que se ha enfrentado al fracaso es capaz de ser más compasivo ante los fracasos y frustraciones de los demás. Es más propenso a ponerse en el lugar de los otros e incluso de ayudarlos en sus fracasos.
  6. Les ayuda a tener una autoestima realista. Un niño que siempre triunfa puede tener una visión poco acertada de sí mismo. Al compararse con los demás siempre se verá como superior y le costará más trabajo reconocer sus defectos. El fracaso nos ayuda a ver en nosotros mismos las cosas buenas, y las no tan buenas también, acercándonos a un autoconcepto más real.
  7. Nos da la oportunidad de apoyarlos y estar ahí para ellos. Los fracasos son oportunidades para contener emocionalmente a nuestros hijos y ser su apoyo. Tenemos la oportunidad de demostrarles que estamos ahí para ellos, y enseñarlos a responder emocionalmente a situaciones desfavorables.
  8. Los ayuda a pensar más creativamente. Los fracasos nos ayudan a salir de nuestra zona de confort y a intentarlo de nuevo con otras técnicas y maneras de hacer las cosas. Nos ayuda a ser más creativos y a buscar distintas soluciones a los problemas. se puede aprender y crecer con estas experiencias.

Enseña a tus hijos a ponerse en el lugar del que sufre

Educar la afectividad para crecer en amor y en felicidad

Desde la filosofía griega se razonaba sobre libertad interior en el hombre, una libertad que no es un punto de partida sino una conquista que cada hombre debe realizar.

Cada uno debe adquirir dominio de sí mismo, imponiéndose la regla de la razón, y ése es el camino de lo que empezó a llamarse virtud: la alegría y la felicidad vendrán como fruto de una vida conforme a ella.

Sentimientos y virtud

Cada sentimiento favorece unas acciones y entorpece otras. Por tanto, los sentimientos favorecen o entorpecen una vida psicológicamente y espiritualmente sana, y también favorecen o entorpecen la práctica de las virtudes o valores que desea-
mos alcanzar.

Puede decirse por tanto que la práctica de las virtudes favorece la educación del corazón.

Muchas veces se olvida que los sentimientos son una poderosa realidad humana, una realidad que —para bien o para mal— es habitualmente lo que con más fuerza nos impulsa o retrae en nuestro actuar.

Los sentimientos aportan a la vida gran parte de su riqueza, y resultan decisivos para una vida lograda y feliz.

Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda sino un corazón enamorado. Y para ello hay que educar el corazón, aunque no siempre sea una tarea fácil.

Ejemplo y buena comunicación

En el aprendizaje emocional, el ejemplo tiene un particular protagonismo. Basta pensar en cómo se transmite de padres a hijos la capacidad de reconocer el dolor ajeno, de comprender a los demás, de brindar ayuda a quien lo necesita.

Son estilos emocionales que todos aprendemos de modo natural y los registramos en nuestra memoria sin apenas darnos cuenta, observando a quienes nos rodean.

Junto a eso, es esencial que haya un clima distendido, de buena comunicación; que en la familia sea fácil crear momentos de mayor intimidad, en los que puedan aflorar con confianza los sentimientos de cada uno y así ser compartidos y educados; que haya libertad a la hora de manifestar los propios sentimientos.

En definitiva, no podemos cambiar nuestra herencia genética, ni nuestra educación hasta el día de hoy, pero sí podemos pensar en el presente y en el futuro, con una confianza profunda en la gran capacidad de transformación del hombre a través de la formación y del esfuerzo personal. La felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno debe hacer.

Si no hay paz en el corazón no la habrá en el mundo

Mensaje del Papa Francisco:

Todos queremos la paz, pero más que nadie la quieren aquellos que sufren por la ausencia de paz.

Podemos hablar con palabras esplendidas pero si en nuestro corazón no hay paz no la habrá en el mundo.

Con cero violencia y cien por ciento de ternura, construyamos la paz evangélica que no excluye a nadie.

Recemos juntos para que el lenguaje del corazón y del dialogo prevalezca siempre sobre el lenguaje de las armas.

Tus mensajes tienen un impacto en mi vida

Mamá, papá, haz un experimento:

  • Toma un plato de porcelana y estréllalo en el suelo.
  • Recoge los pedazos y únelos de nuevo con pegamento.
  • ¿Quedó igual?
  • ¿Ya entendiste?

Tus mensajes tienen un impacto en mi vida. Tu lenguaje refleja cómo ves el mundo que te rodea. Y no ves el mundo exactamente como es, lo ves como tú eres.

Al hablar conmigo reflejas tus creencias, basadas en tu experiencia. Si tu modelo del mundo es limitado –empobrecido, peligroso, esclavizado, doloroso– tus palabras lo reflejarán. Y eso que me repites y afirmas constantemente, se convertirá en mi voz interior. Y mi voz interior me dirá qué puedo y qué no puedo lograr, quién soy y quién no puedo ser…

Mis pensamientos determinarán la vida que crearé. Si mis pensamientos son negativos y autolimitantes, mi imagen reflejará ese pesimismo y mi manera de interactuar con el mundo será limitada. En fin, llegaré a ser lo que piense de mí mismo.

Así que aquí van algunas sugerencias de qué no decirme y qué sí decirme, no importa cuántos años tenga.

Autoestima

 Eres una latosa

+ Cuando haces eso molestas

Qué tonto/gordo/bruto/torpe inútil/lento eres.

+ Encuentra la virtud y refléjala. ¡NUNCA ME INSULTES!

Auto confianza

– Cuidado, tal vez no lo logres.

+ Adelante, haz la prueba.

Te lo dije.

+ ¿Qué aprendiste?

Te vas a enfermar.

+ Tienes un cuerpo fuerte y sano.

Auto valor

– ¿Qué te sacaste en el examen?

+ ¿Estás satisfecho contigo?

¿Ganaste?

¿Cómo te sentiste con tu esfuerzo?

Eres un flojo

+ Hoy estás perezoso

Eres malísimo para las matemáticas+

Puedes resolver este problema con más práctica.

Pasión

– Eres un flojo

+Te veo perezoso, ¿qué quisieras hacer?

– ¿Estás aburrido?

+Responde: ¿Qué quieres crear? (Hazlo responsablemente por saber usar su tiempo creativamente; tu trabajo no es entretenerlo)

– Los artistas se mueren de hambre

Me encanta verte haciendo lo que te gusta

Concentra tus observaciones en mi comportamiento, NO en mi valor como persona o en si merezco o no tu amor si quieres que tenga un ego sano (confianza, pasión, valor y conexión). Este es el mayor tesoro que me puedes dar.

¿Felices o no tan felices fiestas?

La celebración de la Navidad y las fiestas de fin de año significan días de reflexión, descanso, brindis, cenas, regalos y reencuentros con familiares y amigos. Son el recuento de todo lo bueno vivido durante el año, los logros obtenidos y el crecimiento experimentado.

Sin embargo, muchas personas se entristecen a tal grado que prefieren alejarse de los demás en vez de unirse a los que celebran. Veamos que sucede:

Los motivos que la mayoría de las personas tienen para disfrutar al máximo las festividades del fin de año no siempre son registrados por quienes sólo miran la oscuridad de
su realidad.

La Dirección General de Salud Mental de la Secretaría de Salud reporta que durante los últimos y los primeros días de cada año se incrementan los casos de depresión y suicidio en México. Entre los factores que inciden en esta tendencia están los de tipo biológico, social y personal.

Existe también la llamada depresión estacional o trastorno afectivo estacional, causada por la falta de luz natural en el invierno.

Otras causas que provocan que no todas las personas perciban como gratos estos festejos pueden ser:

  • Diferentes creencias religiosas.
  • Pérdida de un familiar por muerte, separación o viaje, sobre todo si sucedió durante el año que está por terminar.
  • Problemas financieros y/o pérdida de empleo.
  • Conflictos y disgustos con los familiares o con quienes habitualmente se realizan
    las reuniones.
  • Considerar estas fechas como solo un producto del consumismo.
  • Preferencias y gustos diferentes en la costumbre de estos festejos.
  • Temperamento y personalidad que llevan a algunas personas a abstenerse de los festejos por sentirse incómodas en ellos.
  • Vacío existencial por metas y objetivos personales o profesionales no cumplidos.
  • Sentirse diferentes al resto de las personas, ya sea por su condición económica o cualquier razón que impida obsequiar regalos del nivel que dan los demás.
  • Es estrés que generan el gasto implícito y las multitudes en los centros comerciales, así como la presión de agradar
    a los demás.
  • El constante bombardeo de los medios de comunicación para fomentar la unión familiar, la comprensión, la paz y muchos aspectos no siempre se pueden o desean conseguir.

Todo festejo voluntario tiene sentido y es gratificante mientras no sea forzado. Lo esencial es respetar las decisiones de quienes no quieren convivir.

A nadie le gusta sentirse forzado a hacer algo que no desea. Debemos tener la libertad de elegir cómo pasar estos días.

Algunas sugerencias para celebrar:

  • Asume expectativas realistas acerca de ti y de los demás.
  • No accedas a más de lo que realmente puedas hacer y no permitas que otros te impongan demasiadas exigencias.
  • Elabora un plan para esta época y organiza actividades agradables y diferentes.
  • Comparte lo que sientes con los demás.
  • Si no lo deseas, no permitas que las celebraciones interfieran con tu rutina de alimentación, ejercicio y descanso.
  • Evita consumir bebidas alcohólicas en exceso.
  • Simplifica tus tradiciones, goza los momentos.
  • Si no tienes con quien compartir las fiestas, ofrece tu ayuda como voluntario y ayuda a otros.
  • Elabora un presupuesto para tus gastos y apégate a él.
  • Fíjate en lo bueno de la vida, en tus bendiciones, y cultiva el espíritu de agradecimiento.
  • Los estados de ánimo no son involuntarios, tienes poder sobre ellos si tomas conciencia de lo que sientes y aprendes a dominarlos.

Si persiste la tristeza e interfiere con tu trabajo, actividades cotidianas y relaciones personales, busca ayuda profesional cuanto antes.