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¿Cuál es tu tiempo de oportunidad en un sismo?

¿Sabías que el tiempo de oportunidad para que los capitalinos nos enteremos de que va a temblar, puede variar en función del epicentro? Menos de 30 segundos, si el origen está en Puebla; 60 segundos, en la costa de Guerrero; 120 segundos, en la costa de Jalisco.

En 1989, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, A.C. (CIRES), inició el diseño y la instalación del Sistema de Alerta Sísmica para la Ciudad de México, a fin de alertar a los habitantes en caso de sismos fuertes, siendo el primer sistema de alerta temprana para terremotos que prestó servicio público en el mundo.

Se ha logrado mejorar del Sistema de Alerta Sísmica Mexicana al afinar la tecnología e instalar nuevos sensores a lo largo de las costas de Michoacán, Colima, Jalisco, Oaxaca y próximamente, Chiapas y Veracruz.

Para hacer más eficiente y eficaz la difusión de la señal de alerta sísmica, también existe un programa para instalar “alertas portátiles” (tipo radio) en los próximos años. El Gobierno capitalino ha distribuido 50 mil receptores en escuelas, hospitales y sitios en alto riesgo sísmico de la Ciudad de México.

Por su parte, el Gobierno Federal está distribuyendo 38 mil receptores en los estados en los que se dispone o se dispondrá próximamente de un emisor alterno de la señal de alerta sísmica.

Si quieres saber más sobre la Alarma Sísmica, entra a: www.cires.org.mx

Uniones DINK

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No hace mucho tiempo saludé a un viejo conocido. Actualmente tiene alrededor de 40 años y es asesor financiero. Como tenía algunos años de no verlo, le pregunté si se había casado y me contestó:

-Casado, en estricto sentido, no. Vivo en un departamento con una compañera de trabajo de 34 años y formamos una pareja “DINK”.

-¿En qué consiste eso? –le pregunté.

-Muy sencillo –me respondió. En inglés significa: “Double Income, No Kids” (DINK: dos ingresos, sin hijos). De este modo nadie se compromete a nada. Estamos “a prueba”. Si nuestra relación funciona, quizá con el tiempo podríamos llegar a casarnos. Si no, nos diremos adiós y asunto concluido. La razón es que no queremos tener “crisis” en nuestra unión, y sobre el tema de tener hijos, ¡ni pensarlo!, son una complicación. Además, como los dos ganamos buen dinero, nos divertimos mucho: viajamos con frecuencia,  hemos comprado varios coches, una moto y un par de cachorros preciosos.

Por asociación de ideas me vino el recuerdo de mi abuelita Rosa que se casó muy joven con mi abuelo. Tuvieron once hijos y cada uno, a su vez, engendró un promedio de cinco descendientes. Mis abuelos se quisieron mucho durante toda su vida. Como es natural, tuvieron algunas fricciones, pero jamás hubo una “crisis matrimonial”. ¿Por qué? Porque desde el principio sabían que se casaban para toda la vida y juraron ante Dios ser fieles hasta la muerte.  La mayor ilusión de ambos era tener una familia numerosa.

Para sacar adelante a los once hijos, mi abuelo tenía que trabajar intensamente, y mi abuela, aprovechar lo mejor posible su jornada para atender a la numerosa prole. En ese hogar reinaba la alegría, el buen humor, el mutuo afecto. Hubo estrecheces económicas pero siempre fueron llevadas con naturalidad y optimismo. Esto lo digo porque erróneamente se ha divulgado en ciertos ambientes la visión de que el tener una familia numerosa es poco menos que caer en el caos, la angustia, la anarquía y hasta la irresponsabilidad.

Nosotros fuimos siete hermanos y pasamos temporadas duras, económicamente hablando. Cierto día, mi padre, que era agricultor y notario, me confesó: “Los años que recuerdo con más cariño, son aquellos en que tenía que esforzarme por completar la semana de tu mamá para los gastos de la casa. La pobreza tiene la rica enseñanza de que aprendes que la felicidad no se encuentra en los bienes materiales, sino en la unidad y el afecto familiar; ese es su tesoro espiritual”.

Cuando en un matrimonio existe un claro sentido de la vida, de fundar una familia, de traer hijos al mundo y educarlos con cariño, de poner en los descendientes todo el empeño y los nobles afanes, lo más seguro es que esos esposos serán fieles y nunca aparecerán las llamadas “crisis matrimoniales”; y si surgen dificultades y roces, el amor y el perdón siempre acabarán ganando.

La mayoría de los matrimonios de nuestro siglo XXI combinan el ejercicio de su actividad profesional con sus responsabilidades familiares. Sin duda, se requiere un mayor esfuerzo para cumplir bien con ambos deberes, pero se puede salir adelante gracias al amor mutuo y por los hijos. Como decía el literato francés Antoine de Saint-Exupery: “Amar es mirar juntos en la misma dirección”.

¿Por qué fracasan las uniones “DINK”? Porque son una burda caricatura del matrimonio. No tienen un profundo sentido para vivir la fidelidad ni para tener hijos. En esas relaciones todo es provisional, entonces se pierde fácilmente el “para qué” y las rupturas son casi inevitables porque impera la esclavitud del egoísmo.

Es cierto que muchos matrimonios terminan en separación. Pero por fortuna, existe una inmensa mayoría que no son “noticia”, que son fieles y no desean otra cosa que el bien de los miembros de su familia. Esto es lo que no hay que perder de vista, estos son los valores que hemos de conservar y promover en nuestro entorno familiar y social.

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Bob Dylan

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Fue en octubre de 1962; hace exactamente cincuenta años. Todavía conservo la grabación original de aquel jovencito desgarbado, con pelo desaliñado y acompañado tan solo de una guitarra y una armónica, quien después de cantar varias canciones y decir algunos chistes, dijo algo así como: “Bueno, esto sí va en serio, se trata de un poema musicalizado que expone varios asuntos trascendentes y serios. Hoy lo quiero estrenar.” Hablaba de la célebre canción “La Respuesta está en el viento”, que lanzó en un modesto auditorio de la Unión Americana.  En poco tiempo su melodía dio la vuelta al mundo y se proyectó su fama por los cinco continentes.

¿Qué fue lo que de inmediato atrajo mi atención sobre Bob Dylan y sus canciones? Antes, la música popular era simplemente para bailar y divertirse. Él fue el primero en convertir sus canciones en poderosos vehículos transmisores de ideas sobre temas políticos, económicos y sociales.

En mi generación, cuando llegaba la Navidad, los regalos para los niños habitualmente eran rifles, pistolas, granadas, bayonetas, ametralladoras, cascos militares y cuchillos. Todo era de juguete, pero sin duda se fomentaba indirectamente la mentalidad belicista. La Segunda Guerra Mundial y la de Corea habían terminado pocos años atrás, y este músico-poeta puso “el dedo en la llaga” al denunciar este peligroso hecho en su canción “Páginas del pasado”.

En mi infancia vi un documental en el que los niños afroamericanos eran cruelmente discriminados y no se les permitía jugar en los mismos parques que los niños blancos. ¡Ni siquiera tomar agua en los mismos bebederos públicos! Y en los camiones de pasajeros, a las personas de color se les mandaba a la parte de atrás y de pie, mientras que los blancos viajaban en la parte delantera cómodamente sentados. Bob Dylan decía en sus canciones: “¿Cuántos años ha de vivir cierta gente hasta que se le permita vivir en libertad”? (…) ¿Cuántas veces has de voltear tu mirada, pretendiendo fingir que no has visto ninguna injusticia?”.

Este compositor tuvo la valentía de enfrentarse a toda una sociedad que discriminaba y cometía graves injusticias contra los afroamericanos cuando a casi todo el resto de la población le parecía lo más “normal”, lo “habitual”.

Naturalmente, este tipo de canciones fueron parte –junto con las de otros intérpretes como Peter, Paul and Mary, Pete Seeger y Joan Báez- de un movimiento por los derechos humanos. El inolvidable líder Martin Luther King quiso que se entonara “La Respuesta está en el Viento” en el Capitolio ante miles de personas, en una histórica manifestación que fue un ‘parteaguas’ en la lucha por reivindicar los derechos civiles de los afroamericanos.

En otras canciones como “Señores de la Guerra” y “Todo ha terminado ahora, dama triste”, Dylan expuso cómo un puñado de empresarios norteamericanos de la industria armamentista habían impulsado –en  buena medida- la guerra de Vietnam, y mientras ellos se llenaban los bolsillos de dinero, miles de jóvenes de la Unión Americana (sospechosamente empleando como “carne de cañón” a los hispanos y afroamericanos) derramaban su sangre en un conflicto absurdo del que Estados Unidos tuvo que salir huyendo vergonzosamente en la década de los setenta.

“A través de la torre de observación” es otra de sus melodías que relata cómo se han ido perdiendo valores en la sociedad americana y eso ha llevado a un estado de confusión a las nuevas generaciones. El trasfondo de sus piezas clásicas “Como una piedra que rueda” y “Los tiempos están cambiando”, es un llamado a los jóvenes para que tengan autonomía, independencia y mantengan sus propios puntos de vista, y para que no se dejen manipular por los medios de comunicación o el ambiente circundante. Es un vigoroso llamado a participar en la vida ciudadana y a no permanecer pasivos o ser un “mero número más en la estadística”.

Posteriormente, Dylan, que no practicaba ninguna religión, se convirtió al Cristianismo. Y a partir de ese momento comenzó a componer canciones abiertamente proselitistas como “Servir a alguien”, “Disparo de amor” y “Tocando en las puertas del Paraíso”. Lo sorprendente fue que muchos jóvenes no solo respetaron su conversión, sino que vieron con simpatía su encuentro con Jesucristo y cómo compartía muchas de sus experiencias espirituales a través de su música.

Bob Dylan ha recibido doctorados Honoris Causa de varias universidades e importantes reconocimientos. Recientemente, el Presidente Obama le concedió el Premio al Mérito Civil por sus valiosas aportaciones a la sociedad americana.

Muchos presidentes, políticos e intelectuales no ocultan haber recibido gran influencia de este músico-poeta, como los expresidentes Carter y Clinton, la escritora y catedrática Mary Ann Glendon; el recientemente fallecido y genio de las computadoras, Steve Jobs; grupos musicales como Los Beatles, Los Rolling Stones, U 2, y cantautores como Billy Joel, Joe Cocker, Tracy Chapman y Donovan. Incluso hay universidades en las que se lleva una materia sobre música popular y dedican unos capítulos a la aportación músico-literaria de Bob Dylan, ya que creó un nuevo género musical denominado el “folk-rock”; una original mezcla de música folklórica con el Rock and Roll.

Bob Dylan, en definitiva, no es un cantante más, sino un pensador que con su guitarra y su armónica cambió el modo de enfocar muchos de los problemas sociopolíticos de su época e influyó decisivamente en su generación. Sin duda, a la vuelta de cincuenta años, ha pasado a formar parte de la historia de la cultura popular contemporánea.

 

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¿Qué hacen los animales en la gruta de Belén?

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Pensemos un momento qué significa la Navidad en la historia del arte. Cómo ha alimentado

la inspiración de los más grandes maestros del espíritu: recordemos tan solo los Sermones de Navidad de san León Magno. El Nacimiento del Redentor ha dado origen a música culta y popular ‑Stille Nacht, Tu scendi dalle stelle, Adeste fideles…‑, y en el Occidente cristiano ha venido a ser la fiesta más esperada.

 

Pensemos también en el cúmulo de detalles que rodean aquella escena tan esencial; por ejemplo, el buey y el asno. Parecería algo intrascendente, circunstancial. Pero de este detalle navideño podemos extraer hoy lecciones de fe y de amor.

 

El asno estaba consagrado en Grecia a Ares, a Dionisio y a Apolo Hiperbóreo. La burra de Balaam había salvado con sus palabras al profeta, más sabia que el sabio. Ochos, rey de Persia, colocó un asno en el templo de Fta e hizo que se le adorara. Pocos años antes de nacer Cristo, Octaviano, descendiendo hacia su flota la víspera de la batalla de Azio, encontró a un asnero con su burro. El animal se llamaba Nicón (el Victorioso), y después de la batalla, el emperador hizo levantar un asno de bronce en el templo para que recordara el triunfo.

 

Reyes y pueblos se habían inclinado hasta entonces ante animales. Con Jesús acabaría la adoración de la bestia, y quizá por eso sus iniciales adoradores ‑luego de María, José y los pastores‑ fueron precisamente un buey y un asno.

 

Orígenes, en el siglo III, remitía a un pasaje de Isaías (1,3): Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Los Padres griegos encontraron curiosos simbolismos, como Gregorio Nacianceno que dijo: “Entre el joven toro (buey) que está apegado a la ley judía, y el asno que está gravado por el pecado de la idolatría pagana, yace el Hijo de Dios que libera de ambos pesos”. Para Francisco y su pesebre de Greccio, los dos animales vienen a ser expresión de la adoración y el gozo cósmico por el nacimiento del Salvador de todas las cosas.

 

Yéndonos al sentido espiritual, podemos pensar que la presencia de esos animales tiene que ver con el calor que pudieron proporcionar al cuerpo ternísimo de Jesús. No nos molestará equipararnos a ese par de bestias, pues lo mismo debería encontrar Jesús en nuestros corazones. También debemos poner fuego en ellos: nuestros cuerpos son el pesebre sucio, vacío, humilde, pero caliente. Lo único que lo calienta es el amor; no quiere más, no necesita más.

 

¡Si precisamente eso es lo que vino a buscar al mundo, si por amor eligió lo más despreciable! Calentemos, pues, la morada con nuestros corazones, aunque de pronto se desprenda el mal olor de nuestra miseria. María y José perfumarán aquel lugar ‑así como los campesinos usaban los sahumerios, flores secas y hierbas olorosas que aligeran los ambientes cargados‑, y el olor virginal de esas dos almas perfumará nuestra gruta.

 

 

A mamá no le importaba

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Ahora que soy adulto y que soy resultado de lo que aprendí en casa, me di cuenta de que a mi mamá no le importaba.

Cuando le dije que quería ser mago, solo sonreía y decía: “Sé mago”. En una visita al teatro me impresionó ver cómo parecía que los bailarines volaban al compás de la música. Le expresé que quería ser bailarín y ella con ternura decía: “Sé bailarín.”

A los 14 años fui testigo de una injusticia y de cómo mi padre, abogado, defendía el caso. Decidí que quería ser abogado. Mi madre me dijo: “Sé abogado.”

A los 16 asistí a una conferencia para jóvenes sobre el valor del ser humano, de la lucha y el esfuerzo. En ese momento, susurré al oído de mi madre que quería ser motivador. Ella me dijo: “Sé motivador.”

A los 17 me impactó una tragedia nacional, pasé muchas noches deseando poder hacer algo por la gente herida y desconsolada. Le dije a mi madre que sería médico, y abrazándome, me dijo: “Sé médico.”

A los 18 debía elegir una carrera. Hablé de lo que me apasionaba, lo que no me agradaba, a oportunidad de trabajo, los sacrificios que implicaría, el costo de los estudios y el temor de tomar una decisión incorrecta. Mi madre, haciendo alguna reflexión ocasional, me dijo: “Sé lo que quieras, pero sé feliz.”

Ahora que soy un adulto enamorado de mi vida y de mi ocupación comprendo que a mi mamá no le importaba si yo decidía ser mago, bailarín, abogado, motivador o médico. Ella, con su sonrisa cómplice, me transmitía su orgullo y apoyo. Entendí que a través de la vida vas descubriendo tus talentos. Se despiertan con emociones, con ilusión e incluso con duras experiencias, para encontrar finalmente lo que en verdad quieres ser.

Hoy, cada mañana bendigo a mi madre, agradezco mi trabajo y sonrío al espejo, prometiéndome que este día seré el mejor en lo que hago, pues soy feliz siendo quien soy. Por cierto, soy sacerdote.

 

Cuando sea viejecita…

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Cuando sea viejecita, viviré una temporadita larga con cada hijo…

¡Les llevaré tanta felicidad! Igual que hicieron ellos, quiero devolverles toda la alegría que me dieron, retornándoles y agradeciendo cada cosa.

Oh! ¡Estarán tan emocionados!
Escribiré en las paredes con lápices de todos colores.

Saltaré sobre las camas con los zapatos puestos.

Jugaré a la casita con todas las cobijas de casa, beberé directo del cartón de leche y lo dejaré fuera.

Atascaré los inodoros con papel higiénico.

Cuando estén al teléfono y no me puedan ver, revisaré y revolveré todos los lugares, cajones, cajas y cajitas.

¡Oh!, harán sonar los dedos y después me harán señas con la cabeza. Pondré cara de «yo no fui» y me haré la ofendida.
Cuando preparen la comida y me llamen para comer, tardaré en llegar a la mesa para ponerlos nerviosos.

No comeré la verdura, diré lo fea que está la cena, me atragantaré con los cereales, derramaré el agua y el jugo, también la leche en la mesa.

Y cuando se enojen, lloraré hasta que se desesperen, jejeje…

¡Ya les quiero ver la cara…!
Me sentaré bien cerquita de la tele, cambiaré de canal cuando quiera, pondré fuerte el programa que más les disguste y cruzaré los ojos solo para ver si me quedo bizca. Luego me iré sin apagar la tele, jejeje…

Antes de acostarme, iré a tomar mi vaso de leche y dejaré entreabierta la puerta del refri, las luces prendidas y mis zapatos y medias en el centro de comedor.

Hablaré con mis amigas íntimas por teléfono, aproximadamente media hora con cada una, contándoles lo bien que la estoy pasando.
Buscaré quien haga las cosas por mí, ya no podré levantar mis cosas del suelo; no me importará si alguien se tropieza con mis zapatos.

Si me piden algún favor, les diré “Ya va”. Y más tarde, en la cama, me estiraré y suspiraré, cantaré mi canción preferida y pegaré mi goma de mascar debajo del colchón.

Le daré gracias a Dios con una oración y cerraré los ojos.

Mis hijos me mirarán con una sonrisa, saldrán despacito del cuarto y dirán: «¡Es tan tierna, cuando está dormida!”

 

(Enviado por mi ciber-abuela)

 

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A la espera de un milagro

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La visita de Su Santidad Benedicto XVI a México y su estancia en la casa de las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios en León, dio un nuevo impulso a la causa de beatificación de su fundadora: la Madre Trinidad.

Madre Trinidad Carreras Hitos del Purísimo Corazón de María murió en olor de santidad el 15 de abril de 1949 y sus restos mortales fueron enterrados en la Sacramental de San Justo. En 1962, hace exactamente medio siglo, fueron exhumados para trasladarlos a la Casa-Madre de la Congregación, en Madrid. Al ser exhumado su cuerpo estaba incorrupto y así se conserva.

A partir de este hecho se reavivó su devoción y con las debidas licencias se imprimieron oraciones, estampas, reliquias, postales, etc. Realizadas las diligencias oportunas para introducir la Causa de Beatificación y Canonización, fue nombrado Postulador de la Causa el sacerdote D. Miguel Aísa Goñi. Se nombró una comisión para tomar declaración a los testigos, tanto seglares como sacerdotes y religiosas; se recibieron también decenas de testimonios escritos.

Concluida esta primera parte, en una solemne ceremonia, en el marco de la Celebración Eucarística, tuvo lugar la apertura del proceso el 28 de enero de 1991, aniversario de su nacimiento. Sin embargo, en septiembre de ese mismo año, murió el P. Aísa Goñi y en su lugar fue nombrado como Postulador el P. Crescencio Palomo O. P.

Después de varios años de minuciosos estudios de los escritos de la Madre Trinidad, de visitar sus lugares de origen y de vida, las casas de la Congregación y hablar con múltiples personas que le conocieron, el P. Palomo presentó la Positio a Roma. Esta fue la fase que supone la recopilación de pruebas y el estudio de las virtudes de la Madre Trinidad.

Tiempo después, el 4 de octubre de 2008, durante la fiesta de San Francisco, la Delegación de las Causas de los Santos del Arzobispado de Madrid dio por concluido el Proceso Diocesano de Beatificación y Canonización, y la Causa se abrió en Ciudad del Vaticano.

Ya se promulgó el Decreto de Validez que reconoce “las virtudes heroicas” de la Madre Trinidad; se trata de un paso fundamental en el proceso de beatificación, con el que la Iglesia reconoce que la Madre Fundadora vivió heroicamente las virtudes cristianas. Por ello, recibe la categoría de Venerable y el proceso se encuentra en su última fase para el reconocimiento de la santidad de la Madre Trinidad.

Ahora, la postulación deberá de presentar un milagro documentado y atribuido a su intercesión. Una vez comprobado por expertos y teólogos, la Causa pasará a la comisión de cardenales y luego al Papa. Si se aprueba, se convocará su beatificación.

Hay grandísima esperanza de ver pronto la beatificación, pues todo lo que conocemos de la vida de la Madre Trinidad habla de una mujer fiel y profundamente enamorada del Señor. En el lecho de muerte, ante hermanas que todavía viven, confesó: “Nunca he hecho nada que entendiera no ser voluntad de Dios”.

 

Por qué no se suicidó Beethoven

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En un testamento redactado prematuramente, Beethoven hizo a sus hermanos la siguiente advertencia: “Recomendad a vuestros hijos la virtud; solo ella puede hacer feliz, no el dinero, yo hablo por experiencia; ella fue la que a mí me levantó de la miseria; a ella, además de a mi arte, tengo que agradecerle no haber acabado con mi vida a través del suicidio.”

¿Qué grandeza y poder transfigurador tuvo el arte para disuadir a Beethoven de poner fin a una vida llena de sufrimientos?

El arte auténtico nos reconcilia con la vida.

El arte –en concreto, el arte musical– era para este genial compositor una forma privilegiada de participar en un reino de belleza extraordinaria, y de comunicarlo en alguna medida a los hombres. El arte no es propiedad de los artistas, es un don que ha de ser acogido con agradecimiento. Las obras de arte no se “hacen” o “producen” -contra lo que a menudo se afirma actualmente-, se crean como fruto de un encuentro.

Beethoven solía pasear por el campo antes de componer, a fin de inspirarse. El contacto con la naturaleza encendía su inspiración porque veía a todos los seres como huellas del Creador; podía entender su mensaje profundo y dialogar con ellos. “Lo más bello que hay en el mundo –escribió en una ocasión– es un rayo de sol atravesando la copa de un árbol.”

La concepción del arte como una actividad dialógica explica que Beethoven fuera muy consciente de que era un genio y reclamara para su persona el debido respeto, y que al mismo tiempo, se mantuviera siempre humilde y enraizado en lo divino.

Solía dar clases a jóvenes de la nobleza y se cuenta que un noble le trató en cierta ocasión como a un criado distinguido. Beethoven no dudó en hacerle la siguiente reconvención: “Señor conde, tráteme con el debido respeto, pues nobles hay muchos y Beethoven solo hay uno; los condes se mueren y desaparecen, y mi música será cada día más apreciada.”

Ante una mirada superficial pueden parecer estas palabras como altaneras. Si conocemos a quien las pronunció, sabemos que no responden a una actitud de soberbia sino de sobrecogimiento ante el don del que era depositario.

La conciencia de ser un oficiante de la belleza, dio ánimo a Beethoven para seguir componiendo –a pesar de hallarse privado del encanto de los sonidos– y dedicar su inspiración más lograda a dos tareas excelsas:

1) Crear un ámbito de alegría desbordante para celebrar la solidaridad entre los hombres, y entre estos y su Creador.

2) Hacerse portavoz de una humanidad que se convierte toda ella, en un acto de súplica y adoración.

 1) La Novena Sinfonía y la solidaridad

La primera tarea fue realizada en la Novena Sinfonía.  Al comienzo del cuarto tiempo, la orquesta se desgarra en un chillido sobrecogedor que todavía hoy nos sorprende. Los violonchelos –instrumento muy cercano en su timbre a la voz humana– manifiestan su desagrado. Ante tal protesta, la orquesta hace oír los primeros compases del primer tiempo. Los violonchelos tampoco están de acuerdo. Lo mismo sucede cuando la orquesta recuerda el comienzo del segundo y el tercer tiempo.

Entonces la orquesta sugiere el tema de la alegría.  Los violonchelos se muestran complacidos y al unísono, y en pianísimo, nos hacen oír el tema completo. El resto de la orquesta se mantiene a la escucha.

Al terminar el tema, varias familias de instrumentos entran en juego con los violonchelos –que repiten el tema– y tejen un contrapunto hermosísimo que nos hace pensar en la belleza de la vinculación interpersonal. Cuando concluye el tema, se agregan nuevos instrumentos para indicar que se incrementa la unidad entre los hombres, y al final, la orquesta entera interpreta el tema de forma homofónica y grandiosa.

El gozo que produce esta primera experiencia de unidad se hace desbordante y la orquesta parece desmadrarse de alegría. Pero la humanidad suele volver a la discordia y la orquesta, para indicarlo, repite el chirrido del comienzo.

Ante esta recaída en la escisión, Beethoven quiere repetir con mayor claridad el mensaje que había dejado entrever y acude –por primera vez en una sinfonía– a la voz humana.

Un barítono exclama con voz potente: “Oh Freunde, nicht diese Töne, sondern lasst uns angenehmere und freundevollere anhören” (“Oh amigos, estos tonos no, dejadnos oír otros más agradables y alegres”). Estos dos versos fueron escritos por el mismo Beethoven como preludio a la Oda a la Alegría de Schiller, que es cantada a continuación y culmina en el pasaje sublime que concluye con estas palabras: “Hermanos, por encima de la carpa de las estrellas tiene que habitar un padre amoroso”.

2) La Misa Solemne y la energía del encuentro

La segunda tarea halló cumplida realización en la Misa solemne. Ya en plena madurez, cuando se vio reducido a un despojo humano -completamente sordo, lo que es una tragedia para un virtuoso de la música, casi ciego, arruinado económicamente y muy quebrantado en su salud-, Beethoven, aun teniendo un carácter fuerte, no se rebeló contra la Providencia; se retiró a una aldea de la frontera austrohúngara para componer “un himno de alabanza y agradecimiento al Supremo Hacedor”, según palabras suyas. El fruto de este retiro fue una de las cimas del arte universal, la Misa Solemne en Re Mayor.

Beethoven no vivió nunca el arte como pura diversión o medio para ganar prestigio y bienes materiales. Su actividad artística fue en todo momento el vínculo viviente de su persona con los demás seres humanos y con el Ser Supremo: “Me parecía imposible dejar el mundo antes de producir todo aquello para lo que me sentía dotado –escribe en su testamento–, y así dilataba esta vida miserable (…)”.

Miserable -lo explica él mismo a continuación- en cuanto al cúmulo de sufrimientos que la atenazaban, pero gloriosa –podemos agregar nosotros– por constituir un tejido de encuentros. El encuentro es una experiencia de éxtasis o creatividad, no de vértigo o fascinación.

Si Beethoven hubiera sido un hombre entregado al vértigo, al afán de dominar lo que encandila los instintos para ponerlo al propio servicio, no hubiera podido superar –en la hora del infortunio total– la tentación del suicidio, porque la estación término del proceso de vértigo es la destrucción.

Pero su vida estuvo consagrada al cultivo del arte y de la virtud, es decir, al ejercicio de los modos más altos de creatividad o éxtasis, pues la virtud es la “fuerza” –virtus– que nos permite cumplir las exigencias de la creación de encuentros.

Esta concepción profunda del arte inspira el estudio (que realicé) del poder formativo de la experiencia artística. La experiencia estética bien vivida, nos permite dar madurez a la inteligencia –otorgándole largo alcance, amplitud y profundidad–, y desanudar ese bloqueo que se forma en nuestro interior cuando pensamos que libertad y normas, autonomía y heteronomía, independencia y solidaridad, se oponen entre sí insalvablemente.

Al considerar estos pares de conceptos como complementarios y no como opuestos, damos un salto gigante hacia la madurez personal.

Bienvenida la crisis

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Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino.

Proverbios 3, 13.

Se acerca el fin de año y con él nuevos cambios en todos los órdenes: políticos, económicos, personales y sociales. Unas crisis se superan y otras surgen en una sucesión que parece no tener fin. Desde que tengo memoria he vivido en épocas de crisis, que han ido de los desastres de la guerra a los dramas de la economía. Vivir en crisis ha sido el destino de nuestras generaciones y quizá lo siga siendo en adelante, como uno de los costos de la globalización y de las constantes transformaciones de la vida moderna.

A fuerza de golpes y tropiezos hemos ido aprendiendo a vivir en crisis. La vida es una gran maestra y de una forma u otra, te enseña sus caminos. Las crisis nos dicen: “Por aquí…por allá…tienes que seguir aprendiendo”. A veces lo hace de forma comedida, como quien te toca el hombro para que voltees; a veces es más agresiva y te mete el pie o te da una zancadilla. Socialmente, puede ser un trance tan grave y complejo como el que hoy vive España y de los que México ha pasado varios; personalmente, puede ser una enfermedad, una quiebra, una pérdida, etc. Tiene tantas formas de decirnos: ¡“Despierta”! Si la vida es maestra, las crisis son lecciones y como toda lección, es enseñanza, oportunidad de aprender y de ser mejor: un poco más sabio.

En los colegios Miraflores queremos formar mujeres y hombres sabios, es decir, personas que aprendan constantemente, que estén en un desarrollo continuo de sus capacidades espirituales, intelectuales, emocionales y físicas, que como dice nuestro Ideario: “respondan con eficacia a las demandas de la sociedad cambiante, sin perder de vista los criterios de justicia y equidad, considerando nuestra identidad católica y la unión con Cristo”.


Eso nos posibilita, no sólo a lidiar con las crisis recurrentes, sino a superarlas, a aprender de ellas, rescatar su fruto y aprovechar la oportunidad que cada una representa. Las crisis son una forma disfrazada de bendición; son desafíos que nos obligan a sacar lo mejor que tenemos, a elevarnos por sobre la mediocridad y el conformismo, a trabajar duro para progresar, a tomar las mejores decisiones y asumir las actitudes más correctas. Quien supera una crisis resulta fortalecido.

Por supuesto que para ello, para alcanzar esa forma de conocimiento, debemos entender la educación como un proceso integral que no se limita sólo a las aulas, sino que implica todos los aspectos de la vida, como lo propone nuestro modelo educativo, desde el seno de la familia hasta las transformaciones sociales.

Crisis significa cambio y los cambios provocan inquietud, preocupación, miedo. Mientras más preparados estemos, mejor podremos superar esos temores y convertir cada crisis en una oportunidad. Como lo escribió la Madre Trinidad: “Las tempestades me animan, pues es cuando mejor se ama a Dios y me mejoro”, que es una manera de decir: “Las crisis me enseñan a amar mejor a Dios y a mi prójimo, como a mí mismo”.

Por eso, después de una vida de lidiar con ellas, le damos la bienvenida a las crisis. Estoy segura de que nuestros jóvenes sabrán hacer de cada una de ellas una oportunidad de superación personal y de ser
vicio social; para eso se preparan día con día y alcanzan esa forma de sabiduría que representa superar con éxito las crisis.