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La Tia Cochela tiene razón

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En una muy humilde escuela de la zona de «Los Polvorines», en cercanías de Campo de Mayo, Buenos Aires, en donde los niños concurrían tal vez más por obtener su plato de comida que para estudiar, estaba la maestra (que jamás se consideró una trabajadora de la educación), a pura vocación, ayudando a sus alumnos a hacer la tarea después del comedor, cuando súbitamente dos jóvenes seminaristas, flacos y embarrados hasta las rodillas, golpearon sus manos, a modo de pedir permiso para ingresar, ofreciéndose para colaborar en la educación de los chicos.

La maestra los invitó muy gentilmente a pasar y agradeció a los hombres de Dios su buena voluntad, pero les aclaró que ella no disponía en la escuela de dinero para pagar sus servicios, a lo que los visitantes respondieron «con que nos dé de comer estaremos muy bien pagados», pues ellos eran Jesuitas, pobres y en plena acción evangelizadora.
Fue así que los nobles sacerdotes estuvieron trabajando con los chicos del barrio durante varios meses, tiempo que grabó para siempre en el corazón de la maestra, la capacidad de amar que mostraban los curas especialmente uno de ellos al que llamaban Jorge.

La vida transcurrió, los jóvenes jesuitas continuaron su labor eclesiástica y la maestra con su titánica tarea educativa, siempre en barrios carenciados, obreros y populares, a pesar de ser ella misma una señora de buena posición socio cultural y, así continuó su vida, luego como secretaria, vicedirectora, directora, supervisora y por fin, jubilada por unos pocos pesos.

Ya entrada en su tercera edad, la maestra concurría a misa en la iglesia del Pilar y un buen día creyó ver en el «monseñor» que daba la misa, a un viejo conocido. Inquieta, como siempre fue, esperó la finalización de la misa y se acercó al sacerdote preguntándole si él no era el padre Jorge…

Habían pasado unos 35 años y monseñor detuvo su mirada en la pequeña abuela, la miró a los ojos, dibujó una sonrisa en su gesto y con total alegría le dijo: claro que soy el padre Jorge, y usted es la maestra de «Los Polvorines». La maestra, Cochela, no pudo evitar romper en llanto de emoción y pidió permiso al ahora monseñor para poder visitarlo. Provocando una nueva sonrisa en el cura que le dijo que se enojaría si no viniera a verlo seguido. La maestra jubilada volvió a su casa a contarle a Coiche, su hermana mayor y a toda la familia la alegría de su encuentro y la mayor alegría aún de haber logrado el permiso para visitar a su viejo amigo en la parroquia.

A partir de ese momento, Cochela visitaría mensualmente a monseñor, siempre llevándole todo tipo de ofrendas, escritos, viejas fotografías en blanco y negro, y entre ellas se destacaban sus «Chipás», lo que además la caracterizaban por su exquisitez y por su origen correntino. La anciana no necesitaba ver personalmente a monseñor, ella se conformaba con que su secretario le entregue sus presentes ya que no quería distraerlo de sus ocupaciones. Sin embargo, a cada visita, cuando no lo encontraba a él, siempre indefectiblemente seguía una llamada telefónica de monseñor, en persona, para agradecer la deferencia y el cariño que sus visitas evidenciaban.

Cochela jamás pidió nada a monseñor, y monseñor fue Cardenal, y Obispo de su ciudad, y ella vivía cada homilía del padre Jorge como dando crédito a que escuchaba la palabra de Dios. Leía y releía una y mil veces las notas periodísticas que se publicaban sobre el cardenal. El padre Jorge siempre le dio afecto, mucho cariño y la acarició con su misericordiosa mirada, pero también siempre le pidió algo, algo inusual y llamativo en un cura. Siempre le pidió que rece por él, que lo necesitaba para poder hacer mejor su trabajo como hombre de Dios. Y Cochela cumplía, acabadamente ese pedido, y también invitaba a familiares y amigos a rezar por el padre Jorge, que ahora era monseñor pero que iba «a ser Papa porque ese hombre es un santo, yo lo conozco muy bien desde que empezó a caminar en el barro para ayudar a los pobres y además es jesuita, es muy bueno, honesto y humilde, va a ser Papa», repetía hasta el hartazgo. Oren por él.

La vida fue muy dura con Cochela porque aunque la llenó del afecto de sus familiares y amigos, no le permitió tener hijos, también perdió a su compañero muy temprano, pero ella nunca se quejó, siempre tuvo una sonrisa para todos, y cuando digo todos es todos, hasta con quienes le hacían el mal, hasta a los delincuentes que le tocó enfrentar los «retaba» cariñosamente para que tomen el buen camino, agregando indefectiblemente a sus palabras un único final: «mi?hijo», lo que demostraba claramente que cada una de sus frases eran dichas como la madre que no pudo ser.

También fue dura su partida, la vejez comenzó a hacer estragos en su salud, especialmente en su salud mental y una demencia senil se apoderó de sus últimos días, enfermedad que la comenzó a enajenar y de la que sólo se logró evadir cuando esporádicamente reconocía a alguno de sus seres más queridos y cuando hablaba de «Bergoglio, el cura que según ella sería Papa, porque es un hombre Santo».

Al pasar meses sin visitarlo Bergoglio hizo averiguar a su secretario que era de la vida de Cochela, enterándose así que ella estaba muy enferma y que le quedaba poco tiempo de vida. Una tarde de diciembre de 2011, estaba Cochela dormida en compañía de su hermana mayor, su enfermera y familiares, cuando en el pequeño departamento de avenida Las Heras sonó el portero eléctrico, la visita se identificó simplemente como Jorge Bergoglio, que venía a vistar a Cochela, llegó sólo, de a pié y con una única misión, darle la unción de los enfermos a su antigua Benefactora de «Los Polvorines», no sabemos si lo reconoció o no, pero si sabemos que pocos días después partió a reunirse con su marido en la eternidad, desde donde seguro hizo lobby ente Dios para que su profecía se haga realidad.

Y el cura Jorge Bergoglio fue Papa, como decía Cochela, ante las incrédulas orejas de quienes tanto la amamos, pero que en eso no la supimos tomar en serio. Cochela tenía razón y seguramente Francisco Primero también será un santo cuando le toque, tanto amor, tanta devoción, sin dudas tienen sentido.

La maestra, Cochela, es María Beatriz Solari de Cichero, mi amada tía, mi segunda mamá. Pocos meses después falleció Coiche, su inseparable hermana y mi gran madre.

Ruego una oración en su memoria y para que el Papa Francisco tenga las fuerzas necesarias para reencauzar a nuestra iglesia y colaborar a la paz del mundo y a la felicidad de los pobres.

Me colma de felicidad y orgullo cristiano haberme equivocado y pido perdón por no haberla sabido tomar en serio, Cochela, tenía razón.

No señoras, con la pena

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En muchas fiestas de adolescentes se sirve alcohol porque sus padres piensan que es mejor que se lo tomen delante de ellos a que lo hagan a escondidas. Y de paso que aprendan a beber. Disiento.

Nunca faltan. Puede ser una pariente, una amiga cercana, una conocida y hasta alguien que ni fu ni fa contigo y con tu vida, pero que andaba por ahí y de pronto decidió que tenía que intervenir porque YOLO. Y según sus reglas, una tiene que escuchar y acatar.

El asunto es que sienten la necesidad de enmendarte la plana porque ellas saben mejor que tú cómo cuidar y educar a tus hijos. Así que, sin prudencia alguna mediante, suelen soltarte una retahíla de consejos no pedidos, aunque dados de buen corazón. Porque ahí están sus propios hijos de muestra y a ver, tengan la entereza de decirles que no lo han hecho bien.
Me he topado con estas consejeras maternales varias veces en los últimos años y no nos ha ido bien, la verdad. En una ocasión, a los escasos seis meses de vida de la big sister, una de ellas quiso darle comida no autorizada por mí y no saben el San Quintín que se armó. En lo que se refiere a mis hijas suelo imponer mi santa voluntad con toda la buena educación que me es posible. Si la corrección política o las formas sociales se interponen, con la pena las desecho. Que digan misa, pero si el consejo de la tía abuela segunda no concuerda con mi forma de ser o de pensar, no lo tomo y sanseacabó.
 
Con esta filosofía trastabillé la infancia de mis hijas y me enfrento ahora a la temida adolescencia. Ante la impugnación social por declinar los consejos no pedidos, siempre me respondo a mi misma que aspiro a que mis hijas me reclamen por mis propios errores, no por los errores de los demás. Sobre todo si los consejos derivan de acciones sobre las que hay un acuerdo generalizado, con el argumento de que eso es lo que hacen todos y mejor ni protestar.
 
Veamos.
 
En muchas fiestas de los amigos de la adolescente mayor se sirve alcohol porque sus padres piensan que es mejor que se lo tomen delante de ellos a que lo hagan a escondidas. Y de paso que aprendan a beber. Disiento. Tienen 13, 14, 15 años. Si la ley dice que no se debe vender alcohol a menores de edad, a mí no me interesa autorizar ni promover su consumo. Lo mismo aplica para el cigarro. Ya tendrán el resto de su vida, a partir de la mayoría de edad, para probar, experimentar y escoger si quieren el vicio de su preferencia. Por lo pronto tendrán que conformarse con pizza y si acaso Manzanita Sol, aunque es más probable que les sirva horchata.
 
La mayoría de las amigas de la adolescente mayor se conducen solas y deciden sus actividades extraescolares sin pedir permiso, sólo avisan. Dizque ya son grandes y tienen que aprender a tomar decisiones. Independientes mis narices. He sabido de madres que desconocían el paradero de sus hijas después del horario de clases, hasta que la chamaca hablaba para decirles a dónde la tenían que ir a buscar. Me quito el sombrero ante la sangre fría con la que trabajan y olvidan que tienen hijos, ya sea por indiferencia o necesidad #VayaUstedAsaber.
 
En la misma lógica, estos padres y sus hijos consideran los centros comerciales y las salas de cine territorio liberado de la dictadura materna y el espacio natural para empezar a noviar. De nuevo con la pena, pero esto tiene que ser gradual y en función de ciertas concesiones que mi escuincla se vaya ganando, no a lo que sus amigas ordenen porque así es como lo hacen ellas. Iremos recorriendo las filas de atrás hasta que su padre y yo consideremos que sea hora de entrar a otra función o de esperarla afuera. Y en esa decisión aguantaremos la presión y no permitiremos que intervenga nadie más.
 
No soy especial ni perfecta. Tampoco soy ejemplo materno para nadie más. Sólo reclamo mi derecho a hacer uso de lo que a mí me funciona. De lo que nos funciona a mi marido y a mí como padres. De lo que funciona en nuestra familia. Y que no necesariamente le tiene que funcionar a alguien más. Esa resignación que oigo frecuentemente en las conversaciones entre padres me ponen muy malita de mi tolerancia. Es que los adolescentes así son ahora. Es que no puedes evitarlo, aunque quieras. Es que de todas maneras lo harán.
 
Me vale madres. Mi función es hacer lo que mi marido y yo consideramos correcto para nuestras hijas, después de asesorarnos con profesionales del tema. Nos informamos y actuamos con base en nuestra filosofía de vida y al temperamento de las adolescentes. Nos equivocaremos, por supuesto. Pero tendremos la tranquilidad para hacernos responsables de nuestras propias decisiones, sin arrepentirnos de haber desechado lo que nos parezca incompatible con nuestra forma de ser y de pensar.
 
 Si algo he aprendido en estos años de maternidad es a confiar en mi instinto. Y hoy éste me dice que siempre será mejor lo que funciona en el proyecto de mi familia, que lo que les “funciona” en bola a los demás. Después de eso, sólo me queda apechugar.

Los hijos de Zeus

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Danny– Ash… o sea… qué oso con ese tipo, weeee… ¿qué le pasa we? O sea, helloooouuu, no puedo soportar a esas personas llamadas nacos, que pinten un bosque y se pierdan ¿noooo? O sea, cómo te explicooo, weeee. No sé cómo pudiste invitarlo a tu fiesta… entiendes, weeee. Me dijo que era una “chava fresa” ves, o sea, cuando me lo dijo no-lo-podía-creeeer. Tipo, si yo no tengo nada de fresa, o sea, para naaaada, weeeee. Le dije: “¡¡Qué oso!! No te confundas, también entre nosotros hay razas, mi papi me dijo que yo vengo de juniors campeones, con pedigrí, así que “aburrrrrr”. O sea, soy tipo tú pero bien.”… ¡Oye! todavía no termino, te-estoy-hablando, oyeeee… O sea, habla con mi mano ¡Ups!, se volteó.

Pato– ¿Qué pex mi Danny, ¿por qué esa cara?

Danny– Mi “amigui” no me habla mirrey, ¡me siento del keke! Aaaashhhh, qué horror lo grasoso de los tacos. Joven…joven… ¿no hay sushiii?

Pato– ¡No manches we! O sea ¡Uffff!, ¡qué rola!, The Killers es la expresión más grande de Rock desenfrenado y pesado…

Danny– Me dejó o seeea con la palabra en la boca, literal. Seguro se ardió y así porque neta le dije que su ropa parecía de Fuchi y Changannel.

Pato– Ánimo princess.

Danny– Dominas que confío en ti para TODO después de nuestra plática, ¿no? Si no lo captas te pego güey!!!

Pato– Eresss únicaaa…

Pato– ¡Ídolo! Pssst pssst, tráeme para ya una botella de Moët. ¿Bueno…bueno? Si güey, es que mi iPhone 5 tiene pésima señal, güey… ¡Qué pex papilón! Yo aquí, choreando la vida loca. ¡Hughe!, te alcanzo en diez, daddy paga. Bye Rorris, me dice Ricky que hay unas lobuquis de 10 en el Kandy´s.

Danny– ¡Bye con tu comentario! O sea, súbete a un árbol, métete a un capullo y madura wee…

Danny– ¡Amiguis! (muack, muack) hellooooo, qué cool que viniste. Oye ¿quién es tu galán? ¡Se ve súper garra!

Nicole– O sea, me tapo un ojo, me tapo el otro y nada que ver. Es mi primo de Culiacán y mi supermom me pidió que lo trajera, ¿sí ubicas?

Danny– Hay cosa… qué patético folclore.

Pato– ¿Qué pex Rorris?, ya mejor no fui al Kandy´s, mi chofer fue a recoger a mi sister y no me puedo omitir hasta que regrese. Esta fiesta está más aburrida que el Discovery Channel. Presenta a tu amiga ¿va?

Danny– ¿Es neta? O sea, ve a la tienda, busca una cremita y exfóliate…

Danny– Shit, ya me quiero ir pero a mis papás les da hue… venir por mí. ¿Es broma no? Tengo que ver quién me regresa.

Nicole– Vente a dormir a mi casa, amiguis. Nos vamos de aquí al Drunk’s y nos regresa Chuck como a las cinco.

Danny– O sea que onda con tu planeta, ¿se salió de órbita? Tengo examen final de cálculo a las 7. Tipo mínimo bañarme y cambiarme de ropa, iuuuu.

Nicole– X, yo te presto algo güey.

Danny– Neta no sé qué haría sin ti weeeeee. ¿Pero y tu primo qué pex?

Nicole– Chucho, o sea, ve a Telcel y cómprate un amigo. Escudo protector,
¡actívate!

Eres la otra

Nadie está libre de error. Todas estamos expuestas y más cuando necesitamos trabajar en nuestra autoestima.

Una mañana en un centro comercial, me pareció ver a una amiga platicando con un hombre. Me acerqué a saludarla, pero cuando estaba por decir ‘¡hola!’, se sorprendió, se dio vuelta y caminó lo más rápido posible. Me extrañó que aunque sin acercase a ella, el caballero la siguió. Los perdí de vista, pero cuando me dirigía a pagar el estacionamiento, los vi de nuevo a unos metros y comprendí por qué ella había aparentado no verme: se estaban besando y él no era su marido.

No es que me espante, no me doy golpes de pecho, pero fue doloroso desnudar la palabra ‘amante’: ‘persona que ama’.

El amor conlleva respeto, confianza, comunicación y procurar el bienestar y crecimiento del otro.

Pensé cómo solemos mal usar el término para designar a una persona que se involucra con otra que tiene un compromiso previo llamado matrimonio. ‘Amante’ entonces, refiere a la persona que no se ama, que está dispuesta a que le den el tiempo de sobra con tal de no estar sola, y que aun sabiendo que el otro tiene una familiar, parece no importarle.

Como mujer, me resulta triste ver cómo otra se daña de tal forma. Nos habla de la falta de atención, de la pérdida de valores como sociedad. Demandamos respeto y no sabemos respetar ni darnos a respetar. Algunas son madres, tienen esposo y ponen en riesgo su familia; algunas son jóvenes y se exponen a un embarazo no deseado, a gritos e insultos, y en ocasiones, a golpes y amenazas. Las consecuencias son más dolorosas que la soledad que las ha empujado a la aventura.

La infidelidad y el jugar a ser la amante nada tiene que ver con el nivel socioeconómico. Trato de imaginar qué lleva a una mujer a permitir que alguien la utilice: No valorarse.

‘Amante’ ¡no! Mejor, ámate mujer. Ámate lo suficiente para no necesitar que tu felicidad dependa de una pareja. Ámate tanto que aceptes cuando estés en un error para salir de él a la brevedad, sin hacerte más daño. Perdónate y vuélvete a querer.

Quien es capaz de entregarse a un hombre que no la respeta para no estar sola, no debería esperar amor, pues el amor no va de la mano con actitudes que denigran ni con secretos ni con llamadas a escondidas.

Posiblemente deseas que alguien se comprometa contigo, pero si el hombre que te agrada es casado, coquetearle no hará que se comprometa contigo y mucho menos que te sea fiel. No caigas en esa ilusión.

Ámate mujer, ¡tanto! que merezcas a un hombre libre que busque tu bienestar y no tema expresar al mundo que es feliz a tu lado, que está enamorado de ti, que está orgulloso de tus logros, que le agrada tu risa, que quiera que seas la única en su vida.

No te prestes a ser parte de la ruptura de un hogar.

Un caballero, cuando tiene conflictos con su esposa, los resuelve hablando o cierra el ciclo antes de comenzar un nuevo romance. Pues no piensa solo en él, ni es egoísta, ni ve solo por su satisfacción.

Una amante vive temerosa, sin la paz que da la confianza, pues tendrá razón en pensar que cuando él no está con ella, seguramente está con otra.

Ámate mucho y enamórate primero de ti.

Si te relacionas con un hombre que está unido a otra persona, cargarás aquello que no te corresponde, pues en cada beso te entregará la esencia de su alma y la de su cónyuge.

Seguramente llegó el coqueteo cuando necesitabas halagos, pero mejor prepara el terreno para sembrar algo duradero en donde –más allá de la pasión– haya ternura, comprensión, respeto y amor.

Cuando te digas: “Yo también tengo derecho a tener una pareja a mi lado”, piensa en tus valores, en aquellos que inculcas o querrías inculcar a tus hijos para que no les pase; piensa en tu pureza de alma y date cuenta que lo que comienza mal…empeora.

No te engañes ni te justifiques, solo ámate de nuevo. Y cuando estés lista, podrás comenzar una relación sana, que nazca limpia, con capítulos anteriores ya finalizados; ahora sí, basada en el amor. No tengas miedo a la soledad, pues es una oportunidad de conocer lo maravillosa que eres.

¿Almas gemelas?

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Una noticia mala: la persona súper perfecta para ti no existe. Una buena: la misma. Dios no creó un ser humano diseñado expresamente para hacerte feliz, eso sería un concepto muy egoísta. De modo que ir por la vida en busca de alter ego cósmico es un espejismo.

Una relación exitosa consta de dos personas que primero se eligen mutuamente con sabiduría y sentido común, y que luego se dedican a hacer las cosas correctas en su matrimonio. Los principios como el amor, el respeto, la paciencia, el perdón, la capacidad de sufrimiento, entre otros, son tan poderosos que funcionan en cualquier pareja.

Cada vez se escucha de más personas que a los dos años, al año, incluso a los pocos meses de casadas, se lamentan: “Esto es un infierno”. Eso sucede cuando no hacen bien su trabajo durante el noviazgo. Un mal noviazgo termina en un mal matrimonio. Cuando salgas con alguien, usa un poco de sabiduría y de sentido común: Si se ve como zorrillo, se mueve como zorrillo y huele como zorrillo… ¡es un zorrillo! “Pero puedo cambiarlo…”. No, no puedes.

El objetivo del noviazgo es descubrir el carácter del otro. Para eso no hay que fijarse en cómo actúa sino en cómo reacciona. Se pueden fingir muchas cosas, pero no las reacciones. No solemos tomar en serio la manera negativa de reaccionar que tiene en un mal momento la persona que amamos, porque pensamos: “No es así normalmente”. ¡Helloooo! ¡Abre los ojos!

Claro que elegir bien no es suficiente. Mark Gungor, uno de los conferencistas más solicitados en los Estados Unidos sobre temas de matrimonio y familia, plantea las diferencias funcionales entre el cerebro femenino y el masculino:

<<El cerebro de los hombres está hecho de pequeñas cajas y tenemos una caja para todo: una para el auto, una para el dinero, una para el trabajo, una para los amigos, una para la mujer, una para los hijos, una para la suegra en algún lugar del sótano… Y la regla es: Las cajas no se tocan entre sí. Cuando los hombres hablamos de un tema determinado vamos a esa caja en particular, la sacamos, la abrimos y discutimos solo sobre lo que está en ella. Luego la guardamos con mucho cuidado para que no toque ninguna otra de las cajas.

El cerebro femenino es muy distinto. Es una gran bola de cables y todo está conectado con todo. El dinero está conectado al auto, el auto al trabajo, los niños a tu madre… Es como la súper autopista de Internet, conducida por una energía que llamamos ‘emociones’. Esta es una de las razones por las que las mujeres tienden a recordarlo TODO. Si tomas un evento y lo conectas a una emoción, se plasma en la memoria y podrás recordarlo para siempre. Lo mismo pasa con los hombres solo que no tan a menudo, porque francamente, no nos importa.

Los hombres tenemos una caja en el cerebro que la mayoría de las mujeres ni siquiera sospecha. No contiene nada. Y de todas las cajas que los hombres tenemos en el cerebro, la ‘caja de la nada’ es nuestra favorita. Si el hombre tiene la oportunidad, siempre recurrirá a ella. Es por eso que podemos hacer cosas típicas de zombis durante horas, como ir de pesca o estar frente a una TV zapeando de un canal a otro. Tenemos la habilidad de pensar en nada y aun así respirar. ¡Las mujeres no pueden hacerlo! Su mente nunca se detiene. No entienden la ‘caja de la nada’ y las vuelve locas. Pocas cosas las irrita más que ser testigos de un hombre haciendo nada. Algunas dicen:

— ¡Oh!, ¿puedo ir a esta ‘caja de la nada’ contigo?

—­­ ¡Nooo!

— ¿Por qué no?

— ¡Porque entonces ya habría algo!

Además entrarían y dirían:

— ¿Sabes? Este lugar necesita algunas fotos… una mesita acá, unas flores allá…

—¡No! ¡Fuera! No queremos nada.

También está la forma como los hombres y las mujeres manejan el estrés. Cuando un hombre está estresado solo quiere ir corriendo a su ‘caja de la nada’, esta es la forma en la que nos balanceamos. Lo último que queremos es hablarlo, ¡y esto las vuelve locas! Una mujer ve al hombre en ese estado vegetativo y le pregunta:

— ¿En qué estás pensando?

— En nada.

— ¡Tienes que estar pensando en algo!

— Nada, al menos hasta que llegaste…

Cuando una mujer está estresada tiene que hablarlo o su cerebro literalmente ¡explota! Y conozco hombres que huyen de sus esposas cuando se ponen así. Yo les digo:

— ¿Por qué huyes?

— Porque no sé qué decirle.

— Por Dios, no tienes que decirle nada. Ella no quiere que le digas nada.

Los hombres se sienten obligados a solucionarles sus problemas porque eso es lo que hace un hombre. Un hombre solo le cuenta sus problemas a otro para que lo ayude. Pero la mujer no es un hombre. Si tratas de ayudarla ¡te matará! No quiere tu consejo, no quiere tu ayuda, ¡quiere que te calles y escuches!

Las mujeres son más complicadas que los hombres. Ellos son más simples:

1.  No es suficiente con pedirle las cosas a un hombre una sola vez.

2.  Pídele las cosas de manera adecuada. No funciona el insulto y la descalificación. Muchas mujeres creen que ofender a un hombre lo motiva a hacer algo. Eso no va a funcionar: “¿Qué pasa contigo? ¿No eres capaz ni de recoger tu ropa del piso?”.

3.  Hay que ‘entrenar’ a un hombre con reforzamiento positivo. Si hace lo que quieres, le das una recompensa. Si no hace lo que quieres, no le das la recompensa. ¡Pero no lo pateas! ¿Cómo recompensa una mujer a un hombre? Muy simple: Apreciando las patéticas cosas que hace. Porque los hombres adoran ser apreciados. El problema es que las mujeres suelen apreciar solo las acciones extraordinarias inesperadas. En cambio, no aprecian ni reconocen aquello que esperan que el hombre haga. Mientras más aprecio muestre una mujer por las cosas buenas que hace un hombre, más y mejor las hará. El hombre adora sentirse apreciado.

4.  ¿Cómo puede ganar puntos la mujer frente al hombre? El sexo es una manera. Pero hay otra: creer en él (a pesar de todas las ideas estúpidas que se le ocurran). Algunas mujeres creen que Dios les dio la responsabilidad de fomentar la humildad en su hombre, porque cada vez que sale con una nueva idea le dicen: “Eso no va a funcionar, nunca podrás lograrlo…”. Hablarle así a un hombre le causa un daño increíble tanto a él como a su relación. Los hombres tienen un ego muy frágil. Parecen duros por fuera, pero lo cierto es que no pueden manejar bien el rechazo. Por eso cuando comparten sus sueños con una mujer que los desprecia o desalienta, les hace mucho daño. Eso no quiere decir que no deba retar sus ideas y cuestionar algunos puntos, pero su esposa debe ser su fan número uno. De no ser así, concluirá: “No puedo compartir mis sueños con esta mujer.” Y cuando accidentalmente se tope con otra que lo escuche y le diga “qué buena idea… lo hiciste muy bien”, estarán en serios problemas. La mayoría de las aventuras extramaritales no comienzan por motivos sexuales, sino por motivos emocionales.

5.  La clave del éxito en un matrimonio es empoderar al hombre para que logre cambiar las perspectivas femeninas. La mayoría de las mujeres están afectadas por los conceptos romantizados acerca del matrimonio. Piensan: “Si de verdad me amas deberías hacer esto o lo otro… Si de verdad te importara bla bla bla…”. Muchas mujeres pretenden vivir en esta falsa tierra de la fantasía. >>

Las diferencias entre el cerebro masculino y el femenino no tienen nada que ver con el coeficiente intelectual, pero sí con la forma de razonar. La mujer tiende a preocuparse por TODO. Piensa más en totalidad, es quisquillosa y siempre está elucubrando porque cada detalle forma parte de un todo. Su hemisferio predominante trabaja paso a paso, lógicamente. El hombre, en cambio, es más práctico, trabaja por imágenes: una y otra, y otra más. Esa es la causa por la que un hombre sin códigos morales puede tener aventuras extramatrimoniales con mayor facilidad: se trata solo de satisfacer una necesidad, sin pensar en las consecuencias. Para la mujer no. Está consciente que cada acción forma parte de un todo: no disocia con facilidad. El hombre sí.

Conocer estas diferencias nos ayuda a comprender mejor a nuestra pareja y a manejar de manera más inteligente nuestra relación.

 

Del vientre a la muerte

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Aprender a vivir nos puede llevar toda la vida. Por eso es tan importante tener buenos maestros y los mejores guías en este camino que nos lleva desde la concepción hasta la tumba. Eso representa el  libro de Del vientre a la muerte. El viaje de la vida: una lección, una guía y una sabia y cálida compañía en el viaje de la vida.

 

Con la sencillez de los grandes maestros, el profesor Chandra Choubey nos hace reflexionar sobre los temas fundamentales de la vida, al mismo tiempo que nos hace un suave, pero grave, llamado a apreciarla en todo su valor y darle el sentido que tiene e, indudablemente, merece.

 

Nos invita a que vivamos la vida de tal forma que no tengamos que “dar patadas en la tumba”, porque nos hayamos dado cuenta demasiado tarde de todo lo que dejamos de lado. Y su invitación va acompañada de pequeñas joyas de sabiduría que nos pueden servir de guía en nuestro camino: “Valora lo que tienes antes de que puedas perderlo”, “no juzgues porque cuando juzgas, humillas y ofendes; cuando ofendes, la gente te deja de querer y, después…se deja de querer”, “no existe un atajo para ser felices”, etc. Difícilmente se puede ser más claro en las ideas y sencillo en la expresión.

 

El profesor Choubey, nacido a la ribera del Ganges, es heredero de la milenaria cultura de la India, en la que se formó personal y profesionalmente. Desde hace años reside en México en donde, también, ha abrevado de la sabiduría de las culturas antiguas. El conocimiento y la experiencia lo han convertido en un especialista en materias trascendentes como la espiritualidad, la comunicación entre los seres humanos, el desarrollo personal o la inteligencia emocional.

 

Este texto nos invita a hacer cosas en la vida que valgan la pena, “realicemos los deberes, escuchemos a nuestra conciencia, vivamos con principios, no usemos la violencia ni verbal ni física, aceptemos nuestros errores, no culpemos a los demás, abandonemos el ego, no juzguemos, vivamos con visión, con virtudes; pero sobre todo, con la verdad: el amor y la acción”.

 

 

“No vivas tu vida como otros quieren. Recuerda: sólo la vas a vivir una vez”, dice el profesor Choubey, y agrega: “Así que hagamos algo que valga la pena. Realicemos los deberes, escuchemos a nuestra conciencia, vivamos con principios, no usemos la violencia ni verbal ni física, aceptemos nuestros errores, no culpemos a los demás, abandonemos el ego, no juzguemos, vivamos con visión, con virtudes; pero, sobre todo, con la verdad: el amor y la acción. Hagamos algo antes de que sea demasiado tarde”.

 

Del vientre a la muerte es un tesoro. Es una de esas obras, por su calidad escasas, dirigidas a todo público lector y destinadas a dejar huella en la vida de cada quien. Su valor no radica en la novedad; no pretende decirnos algo nuevo o distinto a lo que ya sabemos. Su valor radica en la sencillez con la que nos lleva reflexionar sobre el sentido de nuestra vida y la emotividad con la que nos persuade a no perder más tiempo.

 

El profesor Chandra forma a los futuros empresarios y hombres de negocios, consciente de que el éxito en lo profesional, para que sea sólido y sustentable, debe apoyarse en una sólida formación personal; ahí es a donde apunta este libro.

Carta de un Alumno a su Maestro

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Enséñame cómo aprender y no qué aprender, enséñame a pensar y no tan solo qué debo pensar. Así desarrollaré mi inteligencia y no simplemente mi memoria.
Señálame mis cualidades y reconoce mis habilidades. Esto me hace sentir valioso y me estimula a esforzarme y trabajar mejor.
No me insultes con palabras ni con gestos despectivos. Me siento menospreciado y sin ánimo para corregir mis fallas o debilidades.
Ten en cuenta mi esfuerzo y mi progreso, no solo mis resultados. A veces con poco esfuerzo logro mucho, pero es más meritorio cuando pongo todo mi empeño así logre poco.
No me examines tratando de reprobarme, ni te ufanes de haberlo logrado. Mis notas deben reflejar mi desempeño y no lo harán si las utilizas para desquitarte.
Anota lo que hago bien y no solo lo que está mal. Cuando subrayas mis éxitos, y nos mis fracasos, me siento motivado a seguir mejorando.
Cuando me corrijas o me recrimines hazlo sin herirme ni humillarme. Si me atacas como persona deterioras mi autoestima y no mejoras mi disciplina.
Confía en mí y demuéstrame que lo haces. Cuando me repites la misma cosa una y otra vez, me doy cuenta de tu desconfianza y esto me puede precipitar a fracasar.
Trátame con cariño y con la misma habilidad y cortesía que a cualquier amigo. Esto me hará admirarte y a la vez me llevará a respetarte.
No me amenaces, y si lo haces, cúmplelo. Si no cumples lo prometido aprenderé que haga lo que haga siempre puedo salir eximido.
No me ruegues ni me implores que me porte bien. Te obedeceré cuando me lo exijas con firmeza y sin hostilidad.
Procura hacer clases amenas e interesantes en las que yo pueda participar. Me aburro cuando todo es rutina, sólo tú hablas y yo nada puedo aportar.
Cuando te hagas preguntas no me contestes “eso ya lo expliqué”. A veces tus explicaciones no son claras o suficientes para mí, y si te pregunto es porque quiero entender y aprender.
No demuestres preferencias. Cuando alabas a algunos e ignoras a otros, deterioras nuestras relaciones como amigos y pasamos a ser enemigos.
Cuando me criticas para corregirme, me defiendo y no acepto mis defectos, Solo si admito mis fallas procuraré corregirlas. Ten en cuenta que aprendo más de quien aprecio que de quien me desprecia.
No aceptes mis excusas ni mis ruegos para que me perdones el incumplimiento de mis tareas. Si asumo las consecuencias de mis fallas aprendo a responsabilizarme por mis deberes.
Escucha lo que te digo con atención e interés. Si me ignoras o me callas cuando trato de expresarme, entiendo que mis ideas son tontas y concluyo que mi inteligencia es poca.
No me compares con mis compañeros ni con mis hermanos en años anteriores. Recuerda que no soy igual a nadie, y que aunque no tengo las mismas cualidades, también tengo grandes virtudes.
Trata de conocerme y de apreciarme como persona. Sabiendo mis habilidades particulares podrás ofrecerme oportunidades para triunfar. Además, al sentirme capaz e importante para tí, crecerá el concepto que forme sobre mí.
No me tengas miedo ni temas ser firme conmigo. Es importante hacer respetar tu derecho a enseñar y el de mis compañeros a aprender. Cualidades y no simple en cuenta que antes que ser un buen ser humano.
Ayúdame a desarrollar mi mente mis capacidades. Ten un buen estudiante, debo ser un buen ser humano.

Pecados capitales de una madre

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Por La Hijadelmaiz

La pecadora sería yo si dijera que me forjó una mala madre.

Al día de hoy sigue dando cátedra de sabiduría, de energía de quinceañera a los 70 y de don de mando porque sí.

Sin embargo, siempre me pregunté por qué cometía una serie de pecados, imperdonables a los ojos de una niña. Lo siento madre pero esto para mí era no tener madre (consciente de los traumas que deja).

Los 7 pecados de mi madre:

• PECADO 1 La Estilista entusiasta

¿Quién te dijo que cortarme el cabello armada de puras ganas y nulo conocimiento era algo de lo que podías sentirte orgullosa? Esas tijeras para cortar papel digamos que no eran lo más adecuado. Tu argumento de que el salón de belleza era exclusivo para señoritas nunca me terminó de convencer.

•PECADO 2 El Tupperware región 4

Ya sé que en algún tiempo los productos de Tupperware eran objetos lujosos, pero de eso a darme agua de naranja en un frasco de Knorr Suiza o de Crema Alpura en el lunch escolar, hay mucha diferencia. Tu explicación de que su apariencia evitaba el robo de un vaso bonito era muy pobre.

•PECADO 3 El desarrollo fallido

De acuerdo, los niños suelen dejar sus prendas a veces en semanas a causa de su crecimiento, pero comprarme zapatos deportivos 2 números arriba de mi talla no fue buena idea, me tropezaba y lucían como zapatos de payaso a cada paso. Fueron a dar a la basura y nunca me ajustaron porque muchos años después sigo calzando del número 3, no del 5.

•PECADO 4 ¿Feliz cumpleaños?

Feliz, feliz, lo que se dice feliz no hace a una niña recibir de obsequio de cumpleaños un necesario, aunque decepcionante, uniforme escolar.

•PECADO 5 La niña pilón

Tener una hija con 10 años de diferencia de los mayores no ha de ser tarea fácil, ¿pero guardar su ropa para heredármela? Madre, explícame qué tiene que ver vestirse como John Travolta en la era Timbiriche.

•PECADO 6 La piratería nunca ha sido buena

Gracias hermana por regalarme la majestuosa casa de Barbie, pero madre con esas “Barbys” de mercado sin articulaciones, ¿cómo iba a sentar a mis muñecas en esos lujosos sillones?.

•PECADO 7 Medicina rudimentaria

¿Realmente estabas convencida de poner en manos de un médico de nombre Primitivo la salud de tu familia? Imagina a una criatura de 4 años escuchar la frase: “mañana tienes cita con el Doctor Primitivo”, quien dicho sea de paso resultó ser todo un ángel Primitivo.

Gracias mamá, valió la pena ser tan pecadora, te perdonamos estos y todos los demás, gracias a ellos valoramos cada cosa por elemental que sea hoy en día…

Y tu mamá, ¿qué “atrocidades” cometió?

Fuente: Yahoo Noticias

¿Qué hacen los jóvenes por la vida?

En los Estados Unidos, muchos jóvenes se han comprometido entusiastamente para dedicarse a la promoción de la vida humana.

La organización “Generation Life”, por ejemplo, está constituida y dirigida por gente joven a fin de difundir entre todos los jóvenes un contundente mensaje a favor de la vida y de la castidad, porque creen firmemente que al resolver la causa fundamental del aborto, éste será erradicado.

Uno de estos jóvenes compartió su testimonio: “Al terminar una presentación pro-vida en una escuela secundaria de Filadelfia, un estudiante me dijo que siempre se había considerado a sí mismo un error, con una existencia sin valor alguno, pero que ahora se daba cuenta de lo equivocado que estaba.

Es maravilloso que una ponencia sobre la dignidad de todo ser humano desde su concepción hasta la muerte natural, pueda ser el catalizador que transforme la vida de una persona”.

Estos jóvenes se han convertido en líderes y ponentes que se esfuerzan por construir una cultura de vida mediante diversas actividades:

 

•    Propugnan en contra de la pena de muerte.

•    Testifican sobre las facilidades que se dan para el aborto.

•    Liderean manifestaciones pro-vida y ‘forman’ a más promotores.

•    Visitan distintas ciudades en los Estados Unidos y en países en desarrollo.

•    Visitan clínicas y hospicios.

•    Asisten a clubes de jóvenes y a programas extraescolares en zonas de pocos recursos.

•    Trabajan en centros de maternidad y de sanación post-aborto.

•    Promueven el matrimonio y la vida en familia.

Construir una cultura de vida constituye un ambicioso y noble propósito, al cual todos estamos llamados por el bien común y en contra de tantas injusticias que ocurren en la actualidad.

Hay mucho que hacer y la pugna por la defensa de la vida no es empresa fácil, pero los jóvenes han demostrado tener una gran fuerza y es esperanzador que sean ellos quienes están a cargo de este movimiento pro-vida.

 

Y tú, ¿qué haces por la vida?

Por una mentalidad “sustentable”

Todo comienzo trae consigo un halo de esperanza y renovación, por lo cual la llegada de un nuevo año es sinónimo de búsqueda de objetivos enfocados en mejorar nuestros puntos más débiles. Dentro de mis propósitos figura un cambio de actitud hacia lo que me rodea, y con esto no me refiero únicamente a ser más positivo o menos enojón, sino a un cambio de mentalidad a fondo.

Los medios de comunicación se han encargado de alterar nuestra escala de valores, incentivando la “compra” de símbolos de “status” que dan una sensación de efímera “felicidad”. ¿Cuál es el problema de vivir con una mentalidad así? Que estos símbolos de status son adictivos: al comprar una cosa queremos otra, y siempre habrá un nuevo artículo en los escaparates.

Al creer que estos antivalores son el camino para “ser feliz”, olvidamos que la verdadera felicidad se encuentra en la cultura del esfuerzo, donde la felicidad ES la forma de vida.

La lógica de muchos comerciales, independientemente del lo que anuncien, es la misma: “En esta temporada que subiste unos kilitos de más, toma esta nueva pastilla, resultados inmediatos con cero esfuerzo…”

Ya que pasó la temporada de compras y más compras, te invito a que pienses qué ha sido de todo lo que compraste. Quizá algunas cosas ya estén en el basurero y otras en el fondo del clóset. Si somos objetivos, no necesitamos demasiadas cosas para vivir y ser felices. ¿Por qué no preocuparnos por ser mejores en lugar de por acaparar más?

Mi mayor sueño para este año es que tomemos conciencia de que somos instrumentos del gran sistema natural que Dios creó, mismo que para funcionar de manera adecuada necesita estar al servicio de toda la creación.

No seamos nuestros propios depredadores. Si somos capaces de mantener una mentalidad “sustentable”, seremos capaces de transmitirla a la organización más importante del planeta: la familia.