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Fortalecer la relación entre padre e hijos

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La concepción de la paternidad ha cambiado. Hace tiempo se tenía la idea de que ser padre consistía en ser proveedor económico. Hoy sabemos que los padres deben participar activamente en la educación y formación de sus hijos, que no solo necesitan ser mantenidos físicamente, sino que requieren del sostén emocional que la figura paterna les puede brindar.

No obstante, los estilos de vida actuales suponen nuevos retos para los padres y puede resultar difícil saber cómo mantener una relación fuerte y sana con sus hijos.

Nadie nace sabiendo cómo ser padre; se va aprendiendo al serlo, mediante la relación que se establece con los hijos. Pero algunos padres, cuando se les pregunta sobre la relación que llevan con sus hijos, responden: “No tengo tiempo para estar con ellos”, “Tengo mucho trabajo”, “A ellos no les interesa llevarse conmigo”, “No sé cómo acercarme a ellos”.

Nunca es tarde para estrechar, fortalecer y cultivar la relación con los hijos.

¿Cómo hacerlo?

Dales tiempo.- La calidad es más importante que la cantidad, pues es de mayor valor dar toda la atención durante algunas horas al día, que estar todo el día cerca sin hacerles caso.

Fomenta la comunicación.- Aprende a escuchar, es la clave de la empatía con ellos. Conversa con ellos sobre sus ideas, gustos, frustraciones, expectativas; conócelos. Dialoga con cada uno y crea un clima de confianza para que no se sientan amenazados por compartir sus sentimientos y emociones.

Expresa tu afecto.- Muéstrales cuánto los quieres, no solo con cosas materiales sino con palabras y acciones. Asegúrales que vas a estar ahí siempre para que sepan que pueden recurrir a ti en cualquier momento.

Pon límites.- Debes dejarles perfectamente claro lo que pueden y lo que no pueden hacer, lo que se vale y lo que no. De esta manera ellos se sienten seguros emocional y físicamente. Cuando las reglas son claras y coherentes, los hijos son más felices.

Juega.- Es por excelencia la mejor manera de desarrollar habilidades físicas, emocionales y sociales. Además de fortalecer el vínculo entre padres e hijos, jugando se abre la oportunidad para conocerse más, disfrutar, reír, aprender y gozar.

¡Recuerda que ser padre puede ser una experiencia fascinante y que una buena relación con tus hijos es un gran tesoro que les puedes obsequiar!

Fuente: Cenyeliztli, Colección “De Familia a Familia”, Año 5.

En nombre de la tolerancia… ¿Mordaza?

En política, tolerancia supone la actitud del poder civil o religioso que permite un mal para evitar un mal peor o mayor. Se tolera el mal –no la verdad ni el bien– para evitar males mayores o más graves que seguirían de una prohibición absoluta (por ejemplo, zonas llamadas de tolerancia en las ciudades; la enseñanza de doctrinas contrarias a la moral o al bien público, etc.).

Se denomina tolerancia a la postura de los poderes públicos que dejan expresar libremente ideas y creencias, así como practicar con libertad cultos religiosos apoyados en la libertad religiosa establecida y defendida por los derechos humanos, reconocidos en muchas constituciones (no en todas: China, países islámicos, India, etc.).

Hay una tolerancia bien entendida que supone el respeto mutuo que suprime todos los procedimientos violentos o injuriosos al defender las propias ideas o al atacar las de los demás, buscando un diálogo constructivo y respetuoso con la verdad.

Se llama “tolerancia pasiva” a la actitud que permite algo que se reprueba pero que no se puede reprimir ni eliminar.

Se llama “tolerancia activa” al intento de comprender a los demás desde su propia postura diferente a la nuestra. No se discute la verdad, que se admite y respeta, sino la dignidad de la persona que no se pierde por estar en el error o equivocada. Se trata de respetar las diferencias sin satanizar las opiniones como camino para alcanzar o profundizar en la verdad. De esta manera ni se destruye la persona ni se oculta o disfraza la necesidad de alcanzar la verdad.

Se llama “tolerancia relativista” a la que hace eco del relativismo (actitud o creencia que niega la existencia de verdades, bienes y valores absolutos). Esta conducta o forma de pensar choca frontalmente con el principio de libertad religiosa (art. 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; 10-XII-1948). “El principio de libertad (religiosa, etc.) es la expresión ético-política y ético-jurídica de la verdad sobre el hombre, sobre la libertad y su dignidad. En modo alguno expresa políticamente una concepción relativista o exclusivamente consensual del bien común político. El principio de libertad, que presupone la esencial ordenación de la conciencia a la verdad, es incompatible con cualquier concepto relativista.” (F. Ocariz).

La intransigencia con el error no debe aniquilar a la persona. San Agustín decía: “Nadie quiere lo que tolera, aunque quiera tolerarlo. Pues aunque goce en tolerarlo, sin embargo, quisiera que no hubiera que tolerar.” (Confesiones, 10, 28, 39).

Tolerancia, ¡cuidado! No se toleran las certezas, ni las verdades, ni las bondades. Se toleran las opiniones, sin juzgar los contenidos: tolero tu opinión, la respeto, pero rechazo su contenido. Y te daré razones para que cambies de opinión. Eso es tolerancia, permitir –no admitir– un mal para evitar otro mayor. Permitir un error para no caer en otro peor. La tolerancia permite –no admite–; se permite el mal que no se admite. Se permite la mentira cuando de no tolerarla se caería en otra más grande. La verdad se admite y se permite, faltaría más. La mentira, el error, el mal, el pecado, se permiten pero no se admiten. Eso es tolerancia, cuando con conciencia bien formada no se encuentra otra solución.

El intolerante termina en fanático, el fanático es el que pierde la objetividad de la realidad y termina defendiendo un fanatismo opuesto a la verdadera religiosidad.

 En nombre de la tolerancia se pueden permitir muchas cosas, pero nunca obligarte a admitir algo que no crees o piensas, ni tampoco negarte el derecho de opinar de acuerdo con tu propia manera de pensar, aunque pudieras estar equivocado. La tolerancia no es sinónimo de imposición ideológica ni mordaza para quienes disienten. En nombre de la tolerancia no se puede ser intolerante.

Fuente: Claves para entender el mundo moderno. Minos Tercer Milenio.

El ejemplo arrastra

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“Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Mateo 5, 14-16.

Todos en algún momento hemos querido ser invisibles; que pareciera que no estamos ni somos, pero no es posible. Estamos y somos, aun en los momentos en los que quisiéramos decir “trágame tierra”. Somos, en las buenas y en las malas; es inevitable. Gracias a Dios, así es y forma parte de nuestra dignidad como personas y de nuestro misterio como seres humanos.

Y si no podemos desaparecer, es porque tenemos una dimensión fundamental y desafiante de la que hay que tomar plena conciencia: la que ven los demás, nuestra imagen y nuestro ejemplo. Es inevitable, aunque volteemos para otro lado; no importa nuestra edad, si tenemos dinero o no, lo que sabemos o ignoramos, es igual para todos: los demás nos ven y eso se convierte en nuestro mensaje. Mientras más genuino y espontáneo, mejor. Y es tan importante que generalmente pesa más que lo que decimos. Así de simple: las palabras convencen, el ejemplo arrastra.

En la sociedad vemos confusión; en la política, corrupción; en la familia, desunión; en el colegio, indisciplina; en la calle, crimen; en los estadios, violencia; en el antro, exceso; en la iglesia, falta de vocaciones. Parece que nada ni nadie se salva, y los ejemplos populares, lejos de ayudarnos nos confunden. ¿No hay salida? ¡Claro que la hay! Es el ejemplo; no el de los demás, sino el nuestro. El ejemplo somos nosotros, nuestro mejor yo. ¿Por qué no hay más sacerdotes ni monjas, por qué no hay más políticos honestos, mejores maestros, familias felices, calles confiables, antros serenos, partidos seguros, etc.? Quizá porque las autoridades no hacen lo que tendrían que hacer; es algo que siempre se podrá señalar, pero seguramente porque nosotros no hacemos lo que tenemos que hacer.

El ejemplo se da al ser tal cual somos, sabiendo qué somos. No crear una imagen, sino ser la imagen. Si somos, la imagen se da naturalmente; si no somos, se nota, es algo artificial, construido, aprendido, y el mundo necesita de personas que sean, no de gente que parezca. Y de preferencia, ser nuestra mejor versión.

Todos tenemos momentos buenos y malos, es natural. Procuremos que los buenos sean más que los malos. El mundo quiere y necesita más ejemplos que explicaciones.

¿Queremos más sacerdotes? Seamos comprometidos, rectos, comprensivos, inspiradores. ¿Queremos más monjas? Seamos felices, amorosas, alegres. ¿Queremos mejores maestros? Seamos más pacientes, maduros, enterados. ¿Queremos mejores padres? Seamos cercanos, comprensivos, dedicados.

El buen ejemplo nos inspira al bien, nos hace madurar y crecer,  es el reflejo de la belleza interior que nos da paz, que es sencilla y nos llama a todos, que nos seduce y fascina, que no busca agradar sino ser, que es simple y auténtica, que dice lo que piensa y siente, que es feliz porque agradece la vida y se encomienda a Dios.

No hay vuelta de hoja, el mejor servicio que podemos hacer en esta vida es el ejemplo.  Di lo que creas mejor, recomienda lo que te parezca óptimo, aconseja lo bueno, pero lo importante es cómo vives. La clave es y será el ejemplo, y aunque suene a viejo: el buen ejemplo.

El arte de sentir

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Utilizar el lado derecho del cerebro con un propósito meramente lúdico no solo es sano, es el principio del arte. Como dijo Albert Einstein: “La creatividad es la imaginación divirtiéndose”.

Definir con palabras, plasmar en un lienzo o traducir en música un sentimiento, transformándolo en algo tangible, es una catarsis, una purificación emocional, corporal, mental y espiritual.

El tomar conciencia de lo que uno siente, atrapar ese sentimiento por unos instantes y dejarse llevar por él sin cortapisas, para luego intentar expresarlo con letras, colores, formas o sonidos, es metafóricamente hablando como el surfista que ve venir una ola enorme y en vez de esquivarla, la enfrenta, sube a su cresta y aprovecha su potencia para dejarse llevar y deslizarse hasta la orilla.

Aquello que logra estremecer el corazón es el combustible de la creatividad pura y contemplativa, que no tiene otro fin que el gozo estético. Basta con dejarse abrasar por el fuego de un sentimiento el tiempo suficiente para darle forma y templarlo como al acero, creando con lo efímero algo eterno.

Por esa razón, las tragedias personales, el dolor, las grandes alegrías y sobre todo, el amor y el desamor, son los protagonistas por excelencia del arte en todas sus manifestaciones. De ahí que en el arte, la forma sea tan importante como el significado que esta encierra.

Diez mandamientos para una vejez feliz

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1. Cuidarás tu apariencia todos los días. Vístete bien, arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida!

2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario. Saldrás a la calle y al campo de paseo. El agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.

3. Amarás al ejercicio físico como a ti mismo. Un rato razonable de gimnasio o de caminata dentro o fuera de casa. Contra inercia, diligencia.

4. Evitarás actividades y gestos de viejo derrumbado. La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose. ¡No! Que la gente diga un piropo cuando pasas.

5. No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Con ello, acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás. Y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital. Deja de llamarte a ti mismo viejo y de considerarte enfermo.

6. Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara. Sé positivo, ten buen humor en las palabras, sé alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo.

7. Serás útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y ayuda. Ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio, una plegaria por las intenciones y necesidades de tus seres queridos y del mundo.

8. Trabajarás con tus manos y tu mente. El trabajo es la terapia infalible. Cualquier actitud laboral, intelectual, artística… Medicina para todos los males, la bendición del trabajo.

9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. En especial las que anudan dentro del hogar, integrándote a los miembros de la familia. Ahí tienes la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. Luego ensancharás el corazón a los amigos, con tal de que los amigos no sean exclusivamente viejos como tú. Huye del bazar de antigüedades.

10. No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate de ser parte del mismo y de poder ver muchas cosas lindas y nuevas.

Cosas que la gente altamente creativa hace de manera diferente

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“A la gente creativa le resulta difícil conocerse a sí misma, puesto que el yo creativo es más complejo que el yo no creativo”, informa Scott Barry Kaufman, psicólogo de la Universidad de Nueva York que ha pasado varios años investigando sobre la creatividad. “Las personas con mucha imaginación tienen una mente más caótica”.

De acuerdo con el artículo de Carolyn Gregoire publicado en huffingtonpost.com, “los artistas suelen tener una personalidad compleja, pues la creatividad implica la unión de una multitud de rasgos, comportamientos e influencias sociales. No es tan simple como la división entre las regiones derecha e izquierda del cerebro (el hemisferio cerebral izquierdo es racional y analítico, mientras que el derecho es creativo y emocional); involucra numerosos procesos cognitivos, vías neuronales y emociones.

Aunque no existe definición exacta de la “típica” persona altamente creativa, hay algunos rasgos y actitudes que los caracterizan:

Sueñan despiertos.

Saben que soñar despiertos no es una pérdida de tiempo porque puede contribuir al proceso de “incubación creativa”. Las mejores ideas surgen cuando tenemos la mente en las nubes. Dicho proceso va ligado a un estado cerebral muy dinámico y exigente que conlleva conexiones y percepciones relacionadas con nuestra habilidad para captar la información frente a las distracciones. Se ha descubierto que soñar despierto activa los mismos procesos cerebrales que se asocian a la imaginación y la creatividad.

Observan todo.

Las personas creativas se comen el mundo; ven posibilidades en cualquier lugar y están constantemente recopilando información. Nada se pierde en la mente de un escritor. La escritora Joan Didion siempre llevaba un cuaderno en el que anotaba sobre la gente y los hechos a fin de entender mejor las complejidades y contradicciones de su propia mente.

Trabajan con horarios a su medida.

Grandes artistas afirman que trabajan mejor por la mañana temprano o a altas horas de la noche. Frank Lloyd Wright se levantaba a las 3 o 4 de la mañana para trabajar durante horas y volverse a acostar. Los individuos altamente creativos saben en qué momento del día o la noche su mente está más activa y así organizan sus horarios.

Reservan momentos de soledad.

“Para estar más abiertos a la creatividad, tenemos que ser capaces de usar nuestra soledad de forma constructiva. Debemos superar el miedo a estar solos”, escribió el psicólogo existencialista estadounidense Rollo May.

Aunque no siempre se cumple, la soledad puede ser una de las claves para realizar obras maestras por aquello de soñar despiertos y dejar volar la mente. Es difícil encontrar la voz creativa para expresar los pensamientos si no se contacta con el yo interior y se reflexiona sobre uno mismo.

Aprovechan los problemas que les plantea la vida.

Muchas de las historias míticas y las canciones de todas las épocas han sido inspiradas por un drama o un desamor. Los investigadores que estudian el crecimiento post-traumático, un ámbito de la psicología en auge, sostienen que mucha gente es capaz de emplear las dificultades y los traumas para aumentar sustancialmente su creatividad.

Buscan nuevas experiencias.

A la gente creativa le encanta probar nuevas experiencias, sensaciones y estados mentales porque se activa de manera significativa la creatividad. Lo que une a todas estas características es el camino hacia la exploración cognitiva y conductual del mundo, tanto interno como externo.

Se caen y vuelven a levantarse.

La resiliencia es un prerrequisito para el éxito creativo porque a menudo consiste en un proceso de fallos repetidos hasta encontrar algo que encaja y funciona. Las personas creativas exitosas son as que aprenden a no tomarse demasiado a pecho los errores.

Plantean grandes preguntas.

La gente creativa es insaciablemente curiosa; optan por cuestionar y cuando envejecen mantienen su sentido de la curiosidad, quieren saber por qué y cómo funcionan las cosas.

Se arriesgan.

La creatividad es el acto de fabricar algo de la nada por lo que requiere hacer públicas las apuestas mejor posicionadas en la imaginación. No es un trabajo para los tímidos. Perder el tiempo, empañar tu reputación y no gastar demasiado bien el dinero, son algunas de las consecuencias negativas que puede tener la creatividad.

Todo en la vida es una oportunidad para la expresión propia.

Para Nietzsche, la vida y el mundo debían considerarse obras de arte. Las personas creativas tienden a ser así y a buscar cualquier oportunidad de autoexpresión en la vida diaria. “La expresión creativa es la expresión de uno mismo”, afirma Kaufman. “La creatividad no es otra cosa que la expresión individual de tus necesidades, de tus deseos y de tu naturaleza única”.

Siguen sus pasiones verdaderas.

Los creativos suelen tener motivación intrínseca, en lugar de buscar el reconocimiento o las recompensas externas; obtienen su energía de las actividades que plantean desafíos.

Salen de su propia mente.

Otro objetivo de soñar despierto es salir de su perspectiva limitada y explorar otras formas de pensamiento: imaginar lo que está pensando alguien o fantasear sobre su ‘yo’ futuro, pensar desde la perspectiva de otra persona o reflexionar sobre una cuestión como si fuera irreal o desconocida, puede activar el pensamiento creativo.

Pierden la noción del tiempo.

Las personas creativas entran lo que se conoce como estado de flujo; un estado mental en el que van más allá de su pensamiento consciente para alcanzar un estado superior de concentración y calma sin esfuerzo, siendo prácticamente inmunes a cualquier presión o distracción, interna o externa, que pueda entorpecer su actividad. Sucede cuando hacen algo que disfrutan y se les da bien, pero que les plantea retos; es lo que define a un buen proyecto creativo.

Se rodean de belleza.

Suelen tener un gusto excelente y por eso disfrutan de la belleza y se rodean de ella.

Saben unir los puntos.

Saben ver oportunidades donde otros no las ven. En palabras de Steve Jobs: “La creatividad simplemente consiste en conectar las cosas. Cuando le preguntas a las personas creativas cómo han hecho algo, se sienten un poco culpables porque en realidad no han creado nada sino que se han limitado a ver algo. Han sido capaces de conectar sus experiencias y sintetizar cosas nuevas”.

Gustan de cambios radicales.

La diversidad de experiencias es crucial para la creatividad. A las personas creativas les encanta alterar las cosas, tener nuevas experiencias y evitar que su vida se convierta en algo monótono y rutinario.

Encuentran tiempo para la meditación.

Entienden el valor de la meditación, pues su trabajo depende de ella, como una herramienta para conectar con su estado mental más creativo. Algunas técnicas de meditación promueven el pensamiento creativo y pueden ir ligadas a una mejora de la memoria y de la concentración, a un mayor bienestar emocional, a una disminución del estrés y de la ansiedad, y a una mayor claridad mental.”

Fuente:

Extracto del artículo
18 Things Highly Creative People Do Differently, de Carolyn Gregoire.

http://www.huffingtonpost.com/2014/03/04/creativity-habits_n_4859769.html

 

Ante la presión de los compañeros

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“Hace falta mucho valor para enfrentar a tus enemigos, pero se necesita mucho más para enfrentar a tus amigos.”

Recuerdo haber leído sobre un joven neoyorquino de catorce años a quien sus amigos incitaron a encaramarse en un vagón del metro. Como no quería decepcionarlos, lo hizo, y una viga lo derribó hacia el otro lado donde murió atropellado por otro tren.

Todos sabemos que la presión de los compañeros nos lleva a hacer cosas que no haríamos cuando estamos solos y pensamos con más lucidez, actuamos como si hubiéramos olvidado el cerebro en casa.

La presión de los compañeros es positiva cuando esperan cosas buenas de ti, pero es muy negativa cuando te convencen de ser conformista y hacer cosas que no traen nada bueno consigo. Cedes y los complaces porque quieres ser aceptado, ser o parecer como todos los demás.

Ante la presión de los compañeros necesitas un mecanismo de defensa constituido por tres aspectos vitales: preparación, un sólido sistema de apoyo y valor en el momento.

1. PREPARACIÓN.

¿Conoces la sensación de hacer un examen sin estar preparado y lo diferente que es cuando sí estudiaste?

Estoy convencido de que cedemos ante la presión de los compañeros porque no estamos preparados ni hemos pensado qué hacer en situaciones difíciles, cuando quieren persuadirnos de faltar a clases, mentir, cometer actos de vandalismo, esparcir rumores, vestir de cierta manera, tener relaciones sexuales, alcoholizarnos, drogarnos, abusar, burlarnos y agredir a otros…

Aclarar tus metas y ganar la victoria privada cotidiana son dos formas de prepararte.

Aclara tus metas.

Es mucho más fácil rechazar la presión de los compañeros si tienes metas claras y realistas.

En una ocasión pregunté a unos estudiantes sobre sus metas. Uno de ellos pasó al frente y nos sorprendió a todos al sacar una tarjeta enmicada y leer:

– Sacar y mantener un buen promedio.

– Ser más musculoso, rápido y fuerte. Pesar 90 kilos, correr 40 yardas en 4.6 segundos y levantar 90 kilos ocho veces.

– Ser un buen hermano y ejemplo para mis hermanos menores.

Con metas específicas es más fácil resistir la presión negativa de los compañeros.

Empieza con el fin en la mente, piensa en objetivos de acuerdo con lo que tú quieres ser en la vida y cómo quieres ser para los demás, y escribe metas claras.

Gana la victoria privada cotidiana.

Antes de enfrentar los desafíos diarios repasa tus metas, visualiza los desafíos que se pueden presentar y decide anticipadamente cómo los vas a enfrentar. Lee libros de superación personal, medita y haz cualquier cosa que te inspire y aumente tu autoconciencia.

2. UN SÓLIDO SISTEMA DE APOYO.

Rodéate de amigos, familiares y adultos de confianza que te motiven a ser lo mejor posible. Elige amigos que te hagan mejor persona con metas similares a las tuyas y sé un verdadero amigo tú mismo; pacten sobre el apoyo que se darán siempre para resistir las presiones negativas y alcanzar sus metas. Los amigos son importantísimos, sobre todo si coinciden en ciertos valores y se responsabilizan unos de otros, aunque no piensen exactamente igual sobre todos los temas, pero ten cuidado de no centrar tu vida en los amigos.

Participa en actividades extracurriculares pues son excelentes estructuras de apoyo. Practica algún deporte y sé parte de un equipo, de la orquesta del colegio y de algún tipo de labor social. Los problemas suelen presentarse cuando estás desocupado.

“Hay un destino que nos vuelve hermanos, ninguno sigue su camino solo. Todo lo que damos a la vida de los demás regresa a nuestra vida”

3. VALOR EN EL MOMENTO.

Por bien que te prepares y por sólido que sea tu sistema de apoyo, tendrás momentos difíciles de presión de los compañeros que son imprevisibles. Ni siquiera tendrás tiempo para pensar pero debes ser valiente.

Si has tomado decisiones equivocadas, no te tortures y aprende de ellas. Podrás tomar mejores decisiones a partir de ahora.

Fuente: Extracto del libro “Las 6 decisiones más importantes de tu vida”, de Sean Covey.

Ateos, creyentes y vida eterna

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Recientemente se celebró la Semana Santa que culmina con la importante fiesta de la Resurrección, sin la cual, “vana sería la fe de los creyentes”. Al respecto, compartimos con nuestros lectores una interesante reflexión.

No existe ningún método químico, ninguna prueba de laboratorio para decidir quién tiene razón y quién se equivoca.

El materialista convencido dice: “No hay Dios, ni cielo, ni espíritu, ni otra vida después de la muerte.”

El espiritualista (los creyentes suelen serlo, aunque a veces lo olvidamos) dice: “Hay Dios, cielo, espíritu y otra vida más allá de la frontera.”

Si hubiese algún método evidente, claro, indiscutible, para llegar a una respuesta definitiva en este tema, hace siglos que habría terminado la discusión entre espiritualistas y materialistas. Pero la disputa sigue en pie y todos nos encontramos a un lado o al otro de la plaza. Llega a todos, sin embargo, el momento en el que este asunto queda “resuelto” para siempre: tras la hora de la muerte.

Las posibilidades al llegar a la tumba, son dos: No existe otra vida, o sí existe y continuamos nuestra existencia (obviamente, de otro modo) porque tenemos la chispa del espíritu.

Ocurre, sin embargo, algo paradójico: Si todo se termina con la muerte, si la creencia en el espíritu era un error inmenso o un engaño maquiavélico, el materialista no podrá decir tras la muerte, que tenía razón y el espiritualista no se dará cuenta de que vivió equivocado ni se lamentará por haber soñado con un cielo inexistente.
Los dos se esfumarán, como el humo que disipa el viento, como el fuego que agoniza con la lluvia que cae sobre la hoguera.

En cambio, si somos espirituales y resulta cierto que tenemos una vocación eterna, si Dios nos espera en la otra orilla, la situación será sumamente distinta. El espiritualista, el creyente, gozará infinitamente al descubrir que tenía razón, que vivió pensando acertadamente en el cielo. Mientras que el materialista deberá reconocer su error. Tal vez tendrá que enfrentar consecuencias no esperadas, con responsabilidades que había descartado por no creer que hubiese nada más allá de la frontera.

Blas Pascal (1623-1662) dijo: “Aunque no se conoce de modo seguro si Dios existe, lo racional es apostar que sí existe. ¿Quién tiene más miedo de la otra vida: el que piensa que no existe algo tras la muerte y se comporta de tal manera que si hubiese cielo o infierno, mereciese el infierno? ¿O el que cree en la vida eterna y se esfuerza por alcanzar el premio que la virtud recibe tras la muerte?”

Son dos modos de vivir muy diferentes, casi contrapuestos, aunque luego, ateos y creyentes (creyentes de verdad) parezcan vestir igual, entrar juntos por la mañana a la oficina y salir los fines de semana fuera de la ciudad en busca de un poco de descanso.

La tumba espera imperturbable con su silencio y sus enigmas.

Más allá (así lo espero y lo creo), hay un mundo misterioso y bello en el que Dios abraza a sus hijos, para vivir eternamente en la dicha del cielo.

Fuente: catholic. net

Como México no hay dos

Hay una célebre canción del popular compositor y cantante José Alfredo Jiménez, que comienza diciendo: “No vale nada la vida/ la vida no vale nada/ comienza siempre llorando/ y así llorando se acaba./ Por eso es que en este mundo/ la vida no vale nada”.

Un amigo me decía en broma que José Alfredo tenía una clara influencia de la Filosofía Existencialista. Porque para Martín Heidegger el ser humano ha sido “arrojado a la tierra inhóspita como un ser huérfano” y está condenado a la amargura y a la angustia, al percatarse de que ante todo, es “un ser-para-la-muerte”.

Pero las personas –añade el filósofo- eluden esa trágica realidad mediante las relaciones sociales, los placeres estéticos, y todo tipo de evasiones como el alcohol y cualquier otra actividad que les ayude a olvidar esa terrible amenaza cotidiana.

Entonces, hay una presencia constante del destino último de la existencia: la nada, a través de la muerte.

Por su parte, Jean-Paul Sartre comenta que el ser humano es una “pasión inútil” y que “el infierno, en realidad, son los demás”. Luego entonces para salir de ese túnel oscuro y doloroso, las personas echan mano de los más variados placeres y gozan de la vida al máximo para olvidar su trágico destino.

Hay algo de cierto en esa broma de mi amigo, porque en muchas canciones de José Alfredo y de otros compositores como Cuco Sánchez, el hombre se convierte en “un-ser-para-la desgracia” cuando su amada lo traiciona, no corresponde a su amor, o bien, decide apartarse “por ser de otra clase social”.

Y la evasión habitualmente se encuentra en la cantina: “Estoy en el rincón de una cantina/oyendo una canción que yo pedí/ me están sirviendo mi tequila/ ya va mi pensamiento rumbo a ti”. Y en adelante comienza un emotivo relato de la decepción amorosa que ha sufrido, de modo intenso, por una mujer que lo traicionó.

Todos los personajes en la cantina -según las letras de las canciones de estos compositores- están allí para olvidar sus penas, sus dolores morales; con el llanto ahogan sus desgracias y entre todos comparten su sufrimiento fraterno mediante el alcohol que “amortigua” todo y lo hace más llevadero.

De niño, mis vecinos y yo asistíamos al único cine techado de mi pueblo, el famoso “Matinée” con tres películas de rancheros mexicanos, todos muy machos pero muy llorones a la hora de la decepción amorosa. ¡Qué aburridas me resultaban! Todas tenían la misma trama, el mismo triángulo amoroso, y un final excesivamente anunciado y previsto.

Pero eso no corresponde a la realidad del mexicano, que es alegre, amable, simpático, trabajador, quiere a su familia, a sus amigos, le gusta organizar fiestas y bailes, y tiene la esperanza muy viva de que algún día llegará al Cielo.

Afortunadamente, esa radiografía psicológica que se hacía del mexicano ha ido cambiando en las últimas décadas. Me asombran los nuevos compositores de música ranchera y moderna, que con sus estudios en los Conservatorios de Música de México, Estados Unidos y Europa, escriben melodías magistrales o cantan con la voz muy educada. Graban en estudios profesionales acompañados de orquestas, coros y grupos de cámara, con la eficiente ayuda de valiosos directores artísticos.

Un periodista colombiano me comentaba que le encantan las canciones mexicanas que hablan del amor a la tierra, a la Patria y a sus paisajes, y de su amada.

Otro profesionista de Costa Rica me asegura que hay mariachis en su país y que en todo Centroamérica se cantan las alegres canciones mexicanas. Y hace poco vi en la televisión un reportaje sobre los mariachis y para mi sorpresa se encuentran esparcidos por Sudamérica, Estados Unidos y numerosos países de Europa.

México es conocido por su música, su folklore, su original comida, su cultura prehispánica, por la gesta evangelizadora de los Misioneros que en poco tiempo cristianizaron a todo un Continente. En unas cuantas décadas los mestizos era abogados, contadores, administradores, periodistas, escritores, médicos, intelectuales, arquitectos, dibujantes, decoradores e ingenieros. Fueron dos culturas que se fusionaron y dieron como resultado una nación maravillosa.

Pero además, Dios bendijo a México, al Continente Americano y a Filipinas, con las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac al indio Juan Diego, dándole una personalidad propia; por eso se ha repetido durante mucho tiempo la frase: “Como México no hay dos”.

En uno de sus viajes a nuestro país, SS Juan Pablo II, nos decía, muy divertido, en el balcón de la Villa de Guadalupe: “México canta, canta y canta. Sabe bailar, sabe aplaudir, sabe reír, pero sobre todo, sabe gritar”. Y a continuación vinieron los aplausos y las porras.

Somos poseedores de ricas y arraigadas tradiciones, y todos queremos un México con paz y tranquilidad social; queremos que los niños vuelvan a salir a las calles y a las banquetas de sus barrios a jugar con sus triciclos, patines, bicicletas y balones; queremos que los pequeños jueguen en los parques sin la nerviosa vigilancia de los padres por la tremenda inseguridad en que vivimos; que los jóvenes puedan ir a fiestas sin el peligro de ser secuestrados, asaltados o golpeados.

Sin duda, los ciudadanos estamos dispuestos a cooperar en lo que haga falta para recuperar la paz social, y deseamos vehementemente que se implementen medidas concretas y eficaces para erradicar la violencia, para que México vuelva a ser el pueblo alegre que cantaba a su tierra, para que los jóvenes puedan llevar serenata a su novia y que en las noches se pueda caminar tranquilamente por el centro de la capital para asistir al teatro, al cine y luego a cenar. Todos queremos que ese México que recordamos con nostalgia vuelva a ser una realidad cotidiana. Colombia, después de años de tremenda violencia, en buena parte lo ha logrado; ¿por qué México no?

www.raulespinozamx.blogspot.com

Días azules

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Llevo más de nueve horas nadando y tengo frío. Los hombros me pesan mucho. Desde hace más de tres horas he tragado agua cada vez que giro la cabeza para respirar. Me duele la garganta. La lengua se me ha hinchado a causa de la sal. Los ojos me arden debido al agua de mar que se filtra en los goggles. Faltan un par de minutos para detenerme a tomar la hidratación de cada media hora que me dará energía para seguir nadando. Trato de mantener la mente tranquila. Pienso en la frase que me he repetido durante todo el nado: “Inhalo, tengo fe; exhalo, estoy en paz”. Me estoy esforzando para nadar de manera eficiente, generando calor para no caer en la hipotermia. No sé si podré continuar, estoy al límite.

El Canal de La Mancha separa a Francia y a Bélgica de Inglaterra. En su parte más estrecha hay 33 kilómetros en línea recta. Cruzar este estrecho ha sido significativo para la navegación, para el comercio, para la política e inclusive para el deporte. En 1875, el capitán Mathew Webb cruzó a nado por primera vez el Canal de La Mancha y desde entonces un sinnúmero de personas lo ha intentado.

Gertrude Ederle fue la primera mujer en cruzar el Canal de La Mancha en 1926. Se considera el Everest de los nadadores de gran fondo. Menos de treinta mexicanos lo han cruzado a nado, de manera individual. De ellos, menos del cincuenta por ciento son mujeres. Muy pocos lo hacen para ayudar a otros. Yo soy una de esas mujeres y estando al límite, muerta de frío y cansancio, a punto de hundir mi sueño, decidí nadar media hora más.

¡Crucé el Canal de La Mancha nadando! Todos los seres humanos soñamos pero no todos lo hacemos de la misma forma; unos sueñan en la profundidad de la noche mientras descansan, y al despertar se dan cuenta de que sus sueños se han desvanecido; otros lo hacemos con los ojos abiertos, venciendo obstáculos cada día para hacer nuestros sueños realidad.

Mucha gente piensa que al terminar el nado en la costa francesa, al nadador lo están esperando en la playa a la que llegó con bebidas calientes y cobijas. En realidad, las cosas son muy diferentes. Hay que volver a la embarcación guía para regresar a Dover.

¡No podía dar una brazada más y me estaba congelando! ¿Qué no podía acercarse la embarcación? No me creí capaz de hacerlo, pensé que ya había dejado en el mar mi resto, el último esfuerzo que me quedaba lo había puesto a prueba para poder llegar a Calais y, sin embargo, no había otra opción.

¡Estaba tan frío! No sé cuánto tiempo me llevó nadar de regreso a la embarcación, veinte minutos, media hora, no lo sé; solo recuerdo que nadaba como de pecho porque las mucosas de mi boca me ardían mucho y ya no quería sumergir la cabeza. Empecé a tener arcadas de náuseas y tenía el estómago muy irritado, con retortijones fuertes que me impedían nadar y hacían que me detuviera a cada momento. Esta vez ya no podía, quería flotar y no hacer esfuerzo. ¡Me sentía tan mal!

Al llegar a la embarcación me pude subir por la escalerilla yo sola y sentí un abrazo grande y fuerte. Todos me abrazaron y me felicitaron. Ya con ropa seca y envuelta en mi chamarra y una manta seguía temblando, habían sido muchas horas en el agua fría. Temblaba sin control y comencé a sentirme tan mal que las cuatro horas que nos tomó regresar a Dover las tengo borradas de mi memoria.

Había nadado el Canal de La Mancha, pero mi mente aun no registraba totalmente la hazaña que acababa de realizar. Era necesario dejar pasar un tiempo para que esa experiencia cobrara su valor real. Esa madrugada no pude dormir, pero descansé y traté de visualizar todo lo que había pasado. Me arreglé para ir a una cita que tenía acordada desde hacía mucho tiempo en el pub White Horse a las cinco de la tarde.

En cuanto entré a la cantina inglesa, la gente que estaba dentro volteó a verme y muchos se pararon y vinieron a mí para felicitarme. ¡Todos sabían que yo, una mexicana, lo había logrado! Los meseros y las personas que atendían el lugar, los clientes habitua-les que vivían en Dover y los turistas estaban ahí esperando que yo entrara para celebrar conmigo mi cruce a nado del Canal de La Mancha.

Incluso Christian Hübner, nadador alemán, me felicitó y me dio la bienvenida al Force Five Club. Me explicó que es el club de nadadores que han nadado en Fuerza de Viento 5 el Canal de La Mancha. ¡Entendí de inmediato, yo sé lo que es nadar en esas condiciones, una licuadora acuática!

Dice la leyenda que solamente aquellos nadadores que cruzan de manera exitosa el Canal de La Mancha pueden entrar al White Horse a celebrar y tienen derecho a escribir su nombre en la pared para así inmortalizar su hazaña. Yo no sé si mi cruce podría calificarse como hazaña, pero sí sé que los años que viva lo voy a recordar como una aventura extraordinaria. El tiempo hará su trabajo y le dará su verdadero valor, y yo lo voy a celebrar con la vida de cada uno de los pequeños que han sido tratados médicamente con cirugía para corregir labio y paladar hendido, y de esta manera, devolverles su sonrisa.

En este cruce no solo nadé 57 kilómetros para llegar de la costa inglesa a la costa francesa y con eso 57 cirugías para niños con labio y/o paladar hendido. Aprendí a tejer y trenzar, dejé de ser un hilo suelto para formar parte de un tejido que ha logrado transformar la vida de muchas personas. Las cirugías comenzaron a realizarse a partir de enero de 2012 y hasta el día de hoy sigo celebrando esta aventura que ha hecho posible la sonrisa de muchos niños.