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Qué hacer cuando tu hijo se quiere ir a vivir con tu ex

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Generalmente, cuando ocurre un divorcio los niños continúan viviendo en el mismo hogar con la madre. Pero los niños crecen y entran en esa etapa que se caracteriza por la rebeldía, llamada adolescencia.

Los hijos adolescentes de padres divorciados no son la excepción. La rebeldía se produce porque nuestros adolescentes están intentando encontrar su lugar en el mundo, quieren forjar su personalidad, y en el camino, se pueden producir contínuas luchas de poder.

Para el corazón de una madre, no hay nada peor que la declaración de un adolescente que a los gritos informa «me quiero ir a vivir con papá». Para calmar la taquicardia de tu corazón,  aquí te contamos lo que puedes hacer si tu hijo se quiere ir a vivir con tu ex.

Un diálogo posible repetido en cientos de hogares

Adolescente: «Mamá, hablé con papá y él está de acuerdo en que vaya a vivir con él»
Madre: «Cómo no va a estar de acuerdo, si te dejará seguramente hacer todo lo que quieres. Pero uno de nosotros dos tiene que poner los límites. Y,  lamentablemente, me toca a mí el papel de mala.»
Adolescente: «Por eso, me quiero ir a vivir con papá. Porque continuamente estoy en el medio de sus desacuerdos y me lo echas en cara a mí. Además, papá no me trata como si tuviera seis años».

El adolescente termina la discusión levantándose y cerrando la habitacíon de su cuarto de un portazo. La madre se queda mascullando maldiciones hasta en el idioma esperanto.

Si te sientes identificada, sigue leyendo. Te diremos lo que debes y lo que no debes hacersi tu hijo plantea que quiere vivir con tu ex.

Lo que no debes hacer

No centres todos tus esfuerzos en tratar de evitarlo. Las prohibiciones no suelen surtir el efecto que uno espera. Trata de tener un diálogo franco con tu ex pareja en la que se puedan poner de acuerdo acerca de lo más conveniente para tu hijo. Si no logran ponerse de acuerdo, y tu hijo insiste en querer vivir con el padre, y tú tienes tus buenas razones para no querer que así sea, lo más conveniente será buscar ayuda profesional que los pueda contener y hacerles notar otras posibilidades de solución al conflicto.

Lo que puedes hacer

Si tienes buenos motivos para que tu hijo no deba vivir con su padre, insiste en la explicación de las razones, pero siempre teniendo en cuenta que aquí lo importante es la salud y la seguridad del pequeño. Deja de lado las peleas con tu ex o los reproches. Recuerda que después de todo tu hijo tiene derecho a elegir con quién vivir.

Nunca pierdas de vista que la vida de un adolescente se caracteriza por los contínuos cambios, cambios en las relaciones con sus amigos, cambios físicos, cambios en su autoestima y en el lugar que ocupa en el mundo.

Además, lo más importante es que le transmitas, que viva donde viva, siempre podrá volver a tí, donde encontrará paciencia, amor y comprensión, intactos, esperándolo, como si nunca se hubiera ido.

Si atravesaste una situación parecida con tu hijo adolescente, cuéntanos cómo pudiste sobrellevar el momento.

 

FUENTE: http://www.imujer.com/familia/4922/que-hacer-cuando-tu-hijo-se-quiere-ir-a-vivir-con-tu-ex

Carta de Dios para ti

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Una reflexión para dar gracias y recordar quienes somos: verdaderos hijos de Dios

Querido (a) hijo (a):

Tú, que eres un ser humano, eres mi milagro. Y eres fuerte, capaz, inteligente y lleno de dones y talentos. Cuéntalos y entusiásmate con ellos. Reconócete. Encuéntrate. Acéptate. Anímate. Y piensa que, desde este momento, puedes cambiar tu vida para bien, si te lo propones y te llenas de entusiasmo. Y sobre todo, si te das cuenta de la felicidad que puedes conseguir con sólo desearlo.

Eres mi creación más grande. Eres mi milagro. No temas comenzar una nueva vida. No te lamentes nunca. No te quejes. No te atormentes. No te deprimas. ¿Cómo puedes temer, si eres mi milagro?. Estás dotado de poderes desconocidos para todas las criaturas del universo. Eres único. Nadie es igual a ti. Sólo en ti está aceptar el camino de la felicidad y enfrentarlo, y seguir siempre adelante hasta el fin. Simplemente porque eres libre.

En ti está el poder de no atarte a las cosas. Las cosas no hacen la felicidad. Te hice perfecto para que aprovecharas tu capacidad y no para que te destruyas con cosas superficiales. Te di el poder de pensar, de amar, de determinar, de reír, de imaginar, de crear, de planear, de hablar, de rezar… Te di el dominio de elegir tu propio destino usando tu voluntad. ¿Qué has hecho de estas tremendas fuerzas que te di?. No importa. De hoy en más, olvida tu pasado, usando sabiamente ese poder de elección.

Elige amar en lugar de odiar, elige reír en lugar de llorar, elige actuar en lugar de aplazar, elige crecer en lugar de consumirte, elige bendecir en lugar de blasfemar, elige vivir en lugar de morir.

Y aprende a sentir mi presencia en cada acto de tu vida. Crece cada día un poco más en el optimismo de la esperanza. Deja atrás los miedos y los sentimientos de derrota. Yo estoy a tu lado siempre. Llámame, búscame, acuérdate de mi. Vivo en ti desde siempre y siempre te estoy esperando para amarte. Si has de venir hacia mi algún día…que sea hoy, en este momento. Cada instante que vivas sin mi, es un instante infinito que pierdes de paz.

Trata de volverte niño, simple, inocente, generoso, dador, con capacidad de asombro y capacidad para conmoverte ante la maravilla de sentirte humano, porque puedes conocer mi amor, puedes sentir una lágrima, puedes comprender el dolor…

No te olvides que eres mi milagro. Que te quiero feliz, con misericordia, con piedad, para que este mundo que transitas pueda acostumbrarse a reír, siempre que tú aprendas a reír. Y si eres mi milagro, entonces usa tus dones y cambia tu medio ambiente, contagiando esperanza y optimismo sin temor, porque yo estoy a tu lado.

Con todo cariño, DIOS.

 

FUENTE: http://es.aleteia.org/2016/03/24/carta-de-dios-para-ti/

Trump es un psicópata que tira veneno

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Desde el vecino del sur repudian al magnate y ven inviable su plan de bloquear las remesas

Donald Trump se ha ganado a base de dislates un lugar en el panorama político mexicano. Sus andanadas xenófobas contra los emigrantes mexicanos en Estados Unidos han recibido respuesta incluso del propio presidente Enrique Peña Nieto, que a principios de marzo lo comparó con Hitler y con Mussolini. «Así llegaron ellos al poder», dijo aludiendo a su «retórica estridente».

Pero al magnate no le importa e insiste. Su anuncio de que, si fuese presidente, bloquearía los envíos de remesas desde Estados Unidos a México para forzar al Gobierno mexicano a que pague un muro fronterizo de unos 10.000 millones de dólares ha crispado de nuevo a sus vecinos del sur. «Trump es un psicópata lanzador de veneno», afirma Gustavo Madero, diputado del conservador PAN.

«Sería una catástrofe que fuese el candidato republicano. Viviríamos una campaña política de estiércol en la que él trataría de sacar lo peor del sector más racista de su sociedad, radicalizándolo aún más y empoderándolo», reflexiona Madero, que considera que el efecto Trump no afecta sólo a Estados Unidos sino que «es dañino para todo el sistema político internacional».

El diputado ilustra lo abusivo de la amenaza del multimillonario republicano de exigirle a México que financie el muro que pretender construir para cerrar el paso los emigrantes: «Eso equivale a todo el gasto del Gobierno en Justicia (6.300 millones) o en Sanidad (7.000 millones)».

Desde el punto de vista técnico, el fantasioso bloqueo trumpiano, consistente en prohibirle los envíos a los emigrantes mexicanos no regularizados, también se ve disparatado. «No tiene ninguna viabilidad económica ni financiera. No puedes saber quiénes envían las remesas, ni si son legales o no, porque las transferencias son básicamente anónimas. Tendría que cambiar tantas leyes que es prácticamente inviable», explica el economista Gerardo Esquivel. Su colega José Antonio Romero Tellaeche comparte ese análisis formal: «Suena descabellado regular eso», y añade que en el muy hipotético caso de que se llegara a hacer efectivo el cepo a las remesas, «el resultado político sería contraproducente: México siempre ha sido sumiso con Estados Unidos, pero esto, en vez de presionarlo, sí lo encendería».

Las remesas son la fuente más estable de ingresos para México. En 2015 sumaron 24.771 millones de dólares, según datos del Banco de México, por encima de sectores como el petrolero y el turístico.

Resulta inverosímil que nada pueda frenar la imbricación entre Estados Unidos y México. «Nuestra relación no se va a boquear. Por más muros que piensen en construir nada detendrá nuestra interrelación comercial e intercultural», afirma el senador Mario Delgado, del izquierdista Morena. Pero el fenómeno Trump no deja de ser una realidad que gana volumen. Delgado cree que en Estados Unidos se debería afrontar cuanto antes su significado profundo: «Hay algo que muchos americanos todavía no quieren ver. Insisten en que Trump es un accidente aislado, y no el resultado de un sistema en el que poder del dinero tiene cada vez más control e influencia sobre el poder político.

FUENTE: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/05/mexico/1459878965_781060.html

¿Qué es la Ascitis?

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Suele ser una consecuencia de una enfermedad hepática. El mecanismo de formación de ascitis más frecuente es la hipertensión portal y se diagnostica clínicamente con el signo de la matidez cambiante, si bien la técnica más útil y reproducible es la ecografía abdominal.

La ascitis también puede presentarse en enfermedades no relacionadas con el hígado tales como hipoalbuminemia, el cáncer, la pancreatitis, la insuficiencia cardíaca, la insuficiencia renal, síndrome nefrótico y la tuberculosis.

En los pacientes con enfermedades hepáticas, el líquido sale de la superficie del hígado y del intestino.

Síntomas:

En general, si la acumulación del líquido en el abdomen es escasa, no se producen síntomas, pero puede provocar distensión abdominal y acidez estomacal, indigestión y dolor en la espalda baja entre L2;L5, además de las dificultades respiratorias (disnea). En algunos pacientes con ascitis, los tobillos se hinchan a causa del peso del exceso de líquido sobre los grandes vasos inguinales. El dolor no es un síntoma característico en la ascitis. La hipertensión portal causa que se produzca circulación colateral apareciendo nuevas y prominentes venas abdominales superficiales.

¿Qué causa la ascitis?

La ascitis es el resultado final de una serie de eventos. Cuando ocurre la cirrosis, la sangre que fluye a través del hígado se bloquea. Este bloqueo causa un aumento de la presión de la vena principal (la vena porta) que distribuye sangre de los órganos digestivos al hígado. Esta enfermedad se llama hipertensión portal.

La ascitis ocurre cuando se desarrolla la hipertensión portal. Los riñones no pueden hacer que el cuerpo se deshaga de suficiente sodio (sal) a través de la orina. El que el cuerpo no pueda deshacerse de sal hace que los líquidos se acumulen en el abdomen, resultando en ascitis.

¿Cuáles son los factores de riesgo para desarrollar ascitis?

Los factores de riesgo comunes para desarrollar ascitis son cualquier enfermedad que cause la cirrosis del hígado. Estas incluyen hepatitis B, hepatitis C, y alcoholismo/ abuso de alcohol. Otras enfermedades que llevan a la acumulación de líquidos son la insuficiencia cardiaca congestiva y el fallo renal. El cáncer de los órganos en el abdomen también puede llevar a tener ascitis.

Los síntomas pueden manifestarse lentamente o de repente según la causa de la ascitis. Es posible que no se presenten síntomas si sólo hay una pequeña cantidad de líquido en el abdomen.

A medida que se acumula más líquido, se puede presentar dolor abdominal y distensión. Las cantidades grandes de líquido pueden causar dificultad para respirar.

Muchos otros síntomas de insuficiencia hepática también pueden estar presentes.

Pruebas y exámenes

  • El médico hará un examen físico para determinar la magnitud de la hinchazón en el abdomen.

  • También le pueden hacer los siguientes exámenes para evaluar el hígado y los riñones:

  • Recolección de orina en 24 horas

  • Niveles de electrólitos

  • Pruebas de la función renal

  • Pruebas de la función hepática

  • Exámenes para medir el riesgo de sangrado y niveles de proteína en la sangre

  • Análisis de orina

  • Ecografía abdominal

  • El médico también puede usar una aguja delgada para extraer líquido de la ascitis del abdomen. El líquido se analiza para buscar la causa de la ascitis.

Tratamiento:

Se tratará la afección que causa la ascitis, si es posible.

Los tratamientos para la acumulación de líquido pueden incluir cambios en el estilo de vida:

  • Evitar el alcohol

  • Bajar la sal en la dieta (no más de 1,500 mg/día de sodio)

  • Reducir la ingesta de líquidos

  • El médico también le puede recetar medicamentos como: Diuréticos para eliminar el exceso de líquido

  • Antibióticos para las infecciones

  • Otras medidas que puede tomar para ayudar a cuidar de su enfermedad hepática son:

  • Recibir vacunas contra enfermedades como la influenza, la hepatitis A y B, y la neumonía neumocócica

  • Hablar con su médico sobre las medicinas que toma, incluso hierbas y suplementos, así como otras medicinas de venta libre

Los procedimientos que le pueden hacer son:

  • Inserción de una aguja en el estómago para eliminar grandes volúmenes de líquido (llamado paracentesis)

  • Colocación de un  tubo especial o derivación dentro del hígado (TIPS) para reparar el flujo de sangre hacia el hígado

  • Las personas con enfermedad hepática terminal pueden necesitar un trasplante de hígado.

  • Drenaje Linfático Manual  (DLM) Procedimiento no invasivo.

Posibles complicaciones.  Las complicaciones pueden incluir:

  • Peritonitis bacteriana espontánea (una infección del líquido ascítico potencialmente mortal)

  • Síndrome hepatorrenal (insuficiencia renal)

  • Pérdida de peso y desnutrición en cuanto a proteínas

  • Confusión mental, cambio en el nivel de lucidez mental o coma (encefalopatía hepática)

  • Otras complicaciones de cirrosis hepática

  • Cuándo contactar a un profesional médico

  • Si tiene ascitis, llame a su proveedor de atención médica de inmediato si presenta:

  • Fiebre de más de 100.5º F (38.0º C) o una fiebre que no desaparece

  • Dolor abdominal

  • Sangre en las heces o heces negras y alquitranadas

  • Sangre en el vómito

  • Hematomas o sangrado que se producen fácilmente

  • Acumulación de líquido en el abdomen

  • Hinchazón de las piernas o los tobillos

  • Problemas respiratorios

  • Confusión o problemas para permanecer despierto

  • Color amarillo en la piel y la esclerótica de los ojos (ictericia)

El Drenaje Linfático Manual

El drenaje linfático manual (DLM) es una técnica específica de masoterapia basada en el conocimiento de la anatomía y la fisiología linfática para mejorar esta circulación por sus vías naturales, movilizando el edema de las zonas más distales a las más proximales de la extremidad o zona afectada o de zona de estasis a otras con linfáticos sanos.

Mecanismo de acción

Se lleva a cabo un masaje con una suave aplicación de presión cuyo objetivo es estimular la salida de linfa y líquidos intersticiales de la zona afectada, esto se realiza aumentando la actividad de los linfáticos sanos, desarrollando vías de derivación secundarias como anastomosis linfolinfáticas y estimulando la contracción de los linfangiones en la zona afectada, así como evitando los vasos linfáticos obliterados o inefectivos

Técnica

Existen diferentes técnicas de DLM (Vodder, Foldi, Leduc…) que mantienen los aspectos básicos en común:

  • Se realiza con el paciente en decúbito con los miembros inferiores ligeramente elevados, excepto en el caso de linfedema de cabeza y/o cuello.

  • Se comienza y se termina con respiraciones diafragmáticas profundas.

  • En primer lugar se comienza con los ganglios linfáticos no afectados del tronco para vaciar los vasos linfáticos principales y se avanza progresivamente a zonas más distales.

  • El drenaje se realiza de proximal a distal y se alternan maniobras de evacuación y de resorción.

  • Los movimientos son lentos, indoloros y rítmicos utilizando una presión suave (menos de 40mmHg).

  • Cada sesión dura entre 40–60min, realizándose diariamente o al menos 3 veces por semana, durante 3 semanas o más.

Es importante que esta técnica se lleve a cabo por fisioterapeutas entrenados en ella.

El drenaje linfático manual (DLM) forma parte de la primera fase o fase de tratamiento en la terapia física descongestiva (TFD) para el tratamiento del linfedema.

Durante la fase de mantenimiento de la TFD se realiza el drenaje linfático simple que se aplica por el mismo paciente o por sus cuidadores.

Indicaciones

El DLM esta indicado en aquellos linfedemas estadio II y III según la Clasificación de la Sociedad Internacional de Linfología formando parte de la TFD.

Contraindicaciones

Las contraindicaciones del DLM se pueden dividir en absolutas y relativas.

1. Contraindicaciones absolutas:

  • Generales: insuficiencia cardiaca moderada o severa, fallo renal, cirrosis hepática con ascitis, TEP, trombosis de la vena subclavia, tuberculosis o malaria no tratada.

  • Locales: infecciones agudas tales como celulitis, erisipela o cualquier proceso infeccioso en la zona donde se va a realizar el drenaje, úlcera cutánea extensa, hipersensibilidad del seno cartideo, arritmia cardiaca, ateroesclerosis carotidea, aneurisma aórtico, fase aguda de una trombosis venosa profunda o tromboflebitis, disfunción tiroidea, cirugía reciente, anexitis, embarazo y cualquier proceso álgido abdominal.

2. Contraindicaciones relativas: los pacientes podrían ser tratados pero garantizando su monitorización:

  • Hipertensión mal controlada

  • Asma: se aconseja un intervalo de 2 meses sin síntomas para llevar a cabo el DLM.

  • Tumor activo: este es un tema controvertido ya que durante mucho tiempo se ha considerado una contraindicación absoluta. Actualmente se defiende que el tratamiento del linfedema, incluido el drenaje linfático manual, no agrava las metástasis de pacientes con cáncer ya que su efecto mecánico no empeora su evolución y no hay datos científicos sobre una posible extensión metastásica debida al DLM. La presencia de metástasis implica una incapacidad para proporcionar una cura, pero no implica la incapacidad para tratar los síntomas y mejorar la calidad de vida en pacientes con linfedema.

¿CÓMO ACTUAN LAS CINTAS KINESIOLÓGICAS?

Las cintas kinesiológicas facilitan el drenaje linfático por medio de la elevación de la piel a nivel microscópico, lo que permite un mejor vaciamiento de los canales y por tanto la eliminación de las sustancias de desecho y disminución del dolor, aumentando el flujo intersticial, provocando una disminución de la presión negativa, volviendo a la homeostasis e igualando la temperatura.

Las cintas kinesiológicas de manera mecánica mejora el rendimiento deportivo y el bienestar físico. El resultado es un cuidado preventivo, sin medicamento, para el cuerpo en cualquier actividad. Es la opción preferida de todas las personas que practican actividad física.

Dorina Elainy Terapeuta Físico, Certificada en  Vendaje Neuromuscular por ZER y Target Tape Institute. Shihan Reiki, avalada y  miembro de Gendai Reiki Healing Association, Japón. Certificada y con reconocimiento internacional.

Para mayor información contactarme:

55-3111-9261

dorinaelainy1@yahoo.es

FUENTE: http://dorinaelainy.wix.com/terapeutafisico#!¿Qué-es-la-Ascitis/l8qnw/570155860cf2ecf50ee2d0ac

EL ARTE DE MORIR: LA ÚLTIMA EPIFANÍA DE ALDOUS HUXLEY

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La muerte de Aldous Huxley, según la contó su esposa Laura a Alan Watts, fue un episodio epifánico en el que se manifestó el cariz artístico de esta potencia consustancial de la vida.

La muerte es, simultáneamente, una realidad contradictoria en sí misma y fuente de contradicciones de nuestra realidad. La muerte tiene un cariz temible pero también uno tranquilizador. Frontera última y al mismo tiempo una pausa en el curso natural de la existencia, una suerte de impasse que, a pesar de su carácter terminante (o gracias a este), todo lo renueva, lo devuelve a un punto cero a partir del cual es posible volver a empezar. La muerte, así, es efectiva y simbólica, ese instante donde la atracción del abismo y la nada se convierten súbitamente en fuerza creativa e impulso vital.

Uno de los episodios en los que estas cualidades de la muerte se manifestaron con inquietante lucidez fue en 1968, en Sausalito, California, donde Alan Watts tenía su estudio, el mismo lugar donde se entrevistó con Laura Huxley, la esposa de Aldous. Inicialmente Watts buscó a Laura con motivo de la publicación de This Timeless Moment, libro de memorias sobre los años que pasó con el escritor, de 1956 hasta 1963, cuando Huxley murió.

El pretexto, sin embargo, pronto se disipó para tocar el verdadero núcleo de interés de Watts: la decisión del escritor de morir por una dosis psicoactiva administrada por la propia Laura, la cual acompañó de la lectura del Bardo Thodol, el llamado “Libro tibetano de la muerte”. Al respecto cabe mencionar que Laura contó lo sucedido también en una carta que dirigió a Julian, el hermano mayor de Aldous, la cual se encuentra disponible en el sitio Letters of Note.

En consideración de Watts, la de Huxley fue “una forma notablemente inteligente de morir”, esa inteligencia que es al mismo tiempo belleza y poesía, absolutas quizá en la medida en que dejan de ser gestos con los cuales pretendemos engañar a la muerte y, por el contrario, se condensan en un acto con el que se le planta cara.

“Morir es un arte”, dice en cierto momento de la entrevista Watts, a lo que Laura responde: “Y también una aventura”.

Y quizá es en esa dialéctica donde se encuentra no la solución al misterio de la muerte (que, si existe, es posible que solo conozcamos cuando esta nos enfrente), sino más bien esa epifanía en la que la vida se revela por última vez como la gran obra de arte, la magnum opus, que siempre fue.

FUENTE: http://www.faena.com/aleph/es/articles/el-arte-de-morir-la-ultima-epifania-de-aldous-huxley/

La ciudad más dolorosa del mundo para transportarse

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La ciudad de México llegó recientemente a la cima del ranking del Institute for Business Value como una de las ciudades más difíciles para transportarse. Estos son los datos y las historias de la frustración diaria que convierte al Valle de México en un calvario.


El dolor es el nuevo parámetro de medición del tráfico en las grandes metrópolis. Duele la inversión de tiempo, gasolina o pasajes, y el desgaste emocional por desplazarse dentro de una urbe. La capital mexicana arrasó con todas: según la más reciente Encuesta del Dolor del Viajero, realizada por el Institute for Business Value, la ciudad de México es la más dolorosa para transportarse. La movilidad se volvió ontológica.

En una escala del 1 al 100, donde 100 es el precio (económico y moral) más alto que los ciudadanos pagan por transportarse, el Distrito Federal rompió la marca de la más reciente encuesta con un doloroso 108, lo que significa que los defeños sufren al transportarse más que cualquier otro habitante de las 20 ciudades en las que fue aplicada.

Pero el infierno de la movilidad defeña tiene varios círculos, donde quizá el más tortuoso son los viajes metropolitanos: cruzar la frontera entre el Distrito Federal y el Estado de México. Quienes viven en el Edomex y trabajan en el Distrito Federal pasan un promedio de cuatro horas diarias en transporte, recorriendo un camino largo y gris que sólo los lleva a esa olla de estrés, hacinamiento, jaloneos, inseguridad, agresiones sexuales, hostilidad, polución, calor, humores, desesperación y desesperanza que es el Valle de México en horas “pico”. Un genuino valle de sudor y lágrimas.

La Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) tiene 18 millones 335 mil habitantes, según el Censo General de Población y Vivienda 2010, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y el monstruo crece 1.7% cada año. De acuerdo con la Secretaría de Transporte y Vialidad del DF (Setravi) desde los 58 municipios mexiquenses se realizan 4.2 millones de viajes a distintos puntos de las 16 delegaciones del DF al día por autopistas, distribuidores viales y supervías que se convierten en embudos cada mañana y cada noche. Los trabajadores de la ZMVM son migrantes que cruzan la frontera a diario orillados por la trampa económica que los condena al eterno viaje: en su estado no encuentran empleo y en la ciudad la vivienda es incosteable. De manera que cada día deben salir a combatir a esta teratológica urbe y volver por la noche al enorme dormitorio mexiquense. Esta es la crónica de su dolor.

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Hay un lugar común que muchos defeños usan para nombrar a un sitio muy lejano y de difícil acceso: Mordor, el mítico y oscuro país negro que J.R.R. Tolkien creó en su obra El señor de los anillos. Casi siempre se refieren a la zona de Santa Fe, poniente del Distrito Federal, un concentrado de oficinas al que muchos tienen que viajar todos los días; pero también llaman así a cualquier municipio o delegación cuyo ingreso los haga sentir en la Tierra Media, como Indiana Jones en alguna cruzada, como Odiseo y su eterna añoranza por Ítaca.

Pero esa analogía suele ser una obvia exageración… casi siempre. El municipio Ecatepec, en el Estado de México, podría ser un digno competidor de Mordor, por lo menos en la amplia zona montañosa. Su nombre náhuatl parece una sentencia: Ehecatépec, “Cerro del viento”, tiene algunas planicies por las que no pasa nada más que transporte y viento a gran velocidad, pero también tiene cerros densa y desordenadamente poblados, en los que la vida ocurre de manera natural y anárquica, simplemente porque ahí está.

En una de las colonias de esos colmados cerros vive Liliana, trabajadora doméstica de 52 años que viajó con su esposo e hijo a la capital del país en busca del empleo que no encontró en su natal Veracruz. Compraron un terreno en Tulpetlac, zona de fábricas y comercios a la que se puede acceder por dos vías: la autopista México-Pachuca y la apocalíptica Vía Morelos, fiel representación de todo el municipio, con sus lagunas involuntarias en el pavimento, sus alargadas nubes de humo de diesel y su interminable fila de camiones foráneos, que ambientan los viajes con el rock progresivo de sus cláxones.

Liliana sí tiene autoridad —y razones— para decir que vive en Mordor: las referencias que me da para llegar a su casa no son nombres de avenidas o alguna estación de Metro; no refiere un monumento cercano ni algún centro comercial. Sus referencias son una fábrica de conservas, un camino largo por el que la “combi” deberá llegar hasta un billar, y después toca andar por un camino de terracería hasta llegar a su calle, en la cima del cerro. Esa estampa mexiquense a las siete de la mañana no me dio mucha seguridad, así que me fui en coche.

Por no seguir las indicaciones de Liliana y confiar más en Google Maps, me pierdo en el cerro y descubro una zona que ni ella conocía… atrás de su casa. Le llamo pidiendo guía porque el auto ya no podía subir hasta su calle, pues el camino de pronto se decantó en una zona de desastre: casas montadas una junto a la otra, sin un asomo de orden ni armonía, en un entramado que más que una colonia parece un arrecife, y a sus pies una pila de piedras, lodo y concreto, mezclados por la impía lluvia y decorados por juguetes y basura. Ese dantesco escenario es la calle Salinas de Gortari.

La calle Filomeno Mata nos sirve como punto de encuentro. Para alcanzarla subo unas escaleras que son un desafío al corazón y los pulmones, hasta la cima de este cerro que me muestra su otra cara: pavimentado, con cancha de futbol, tiendas, un kiosco y una base de camionetas tipo “combi”, el único transporte público que sube hasta esa zona. Abordamos una y Liliana siente alivio, pues de haber llegado después de las 08:00 habríamos tenido que tomar el mismo transporte pero ocho calles cerro arriba, donde las unidades suben para llevar usuarios de otra zona. Un paro transportista en este lugar provocaría una verdadera catástrofe.

Los usuarios pagan sus 11 pesos de viaje y se disponen a dormir, pues entre la base y la estación más cercana del Metro (Indios Verdes) hay 11 kilómetros de distancia que tomarán una hora, la misma que un automóvil haría desde esa terminal hasta el centro de Pachuca (83 kilómetros) por la autopista. Esta paradoja es recurrente en la Zona Metropolitana del Valle de México: dependiendo del transporte y las condiciones, un traslado interno puede tomar el mismo tiempo, o más, que viajar a otro estado.

A la distancia y el tiempo se suma otra desavenencia a sortear en Ecatepec: la inseguridad. El esposo, los tres hijos y muchos de los vecinos de Liliana han sido víctimas de asalto en las calles y el transporte, algunas veces violentos. “A mi hijo, el que va al Politécnico, ese sí le pegaron. Bajaron a las señoras de la combi y a él se lo llevaron hasta arriba, le quitaron su chamarra, sus credenciales, su cartera, todo”, relata Liliana. “No hay día en que no asalten en la mañana, bien feo. A todas mis vecinas les ha pasado… a las siete de la mañana, cuando van a la escuela. Por eso hace rato yo estaba preocupada por usted, señorita, me daba miedo que viniera caminando y… Dios no lo quiera”.

Pero Liliana es relativamente afortunada, porque en los 18 años que lleva viviendo en Tulpetlac nunca ha sufrido un asalto. Tampoco ha vivido las insólitas anécdotas que cuentan los que llevan mucho tiempo viajando en transporte: no se ha quedado en medio de un bloqueo que le impida llegar a su trabajo, en el jaloneo matutino del Metro no ha resultado golpeada ni tocada por algún hombre que aprovecha el hacinamiento; no ha perdido nada ni se ha caído. Pero inevitablemente padece la tortura nuestra de cada día por la cada vez mayor concentración humana en el transporte: empujones, jalones, mal humor, calor, aromas concentrados, fricción de cuerpos y de voluntades que terminan en pleitos; gritos de vendedores y la larga espera por un mínimo espacio dentro del vagón.

Una vez dentro, viaja desde Indios Verdes hasta la estación Hidalgo y de ahí a Villa de Cortés; sale del Metro y toma otra combi que la llevará hasta la casa en la que trabaja, dos horas después de haber salido de la suya. Y por la tarde, el regreso. Cuatro horas de su día en transporte, seis días a la semana, viviendo en una zona lejana, peligrosa y de difícil acceso. Este panorama no resulta atractivo para nadie, pero cuando le pregunto si esto es mejor que su vida en Veracruz, responde con un contundente, indudable e inexorable “sí”.

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Si alguien sabe viajar en el transporte público defeño y mexiquense, es Sandra. Ella podría escribir un “Manual del trabajador viajero” en el que revele todas las mañas, los atajos y estrategias para moverse dentro de esta ciudad sin terminar el día como soldado que vuelve de la guerra.

Vive en el municipio de Tecamac, Estado de México, y viene todos los días al Distrito Federal a trabajar, así que los traslados ya no le asustan. Ella buscó —y encontró— la forma de pasarla un poco mejor en las cuatro horas diarias que pasa viajando.

Su expertise se debe en buena medida a la inestabilidad de su trabajo: cuida adultos mayores y enfermos terminales, por lo que sus horarios cambian frecuentemente, unas semanas trabaja en la mañana y otras en la noche; algunas de lunes a viernes, otras la semana completa. Así que Sandra sabe del purgatorio que es el tráfico matutino y la desolación del transporte nocturno.

Actualmente cuida a un hombre enfermo de cáncer por las noches, por lo que salimos de Tecamac a las 18:00 horas para llegar a las 20:00 horas a Polanco. Caminamos cerca de 10 minutos desde su casa hasta fuera de su fraccionamiento, donde abordamos una combi que nos lleva al Distrito Federal. Podríamos tomar un camión más grande y cómodo, pero dice que ésos sufren muchos asaltos. El camino es largo, recto y aburrido para quien viaja solo: lo único que se ve por las ventanas es tierra, fábricas, casas sin pintar y otras hechas en serie; espectaculares publicitarios, algunos animales pastando, un panteón saturado y las copas de algunos árboles agitadas por el intenso viento. No más.

Pero Sandra no se duerme, no le da sueño. No puede leer ni whatsappear porque se marea. No se maquilla porque no es su costumbre, así que su distracción es observar, y de vez en cuando escuchar alguna conversación de sus compañeros de viaje. “Ahorita porque vengo platicando contigo se hace más ligero”.

Llegamos a la terminal Indios Verdes de la Línea 3 del Metro. Sandra descubrió que, en las terminales del subterráneo cuyo andén se ubica entre dos vías (como ésta) ocurre un fenómeno “migratorio”: llega un tren, se llena pero tarda mucho en salir. En cambio, el siguiente convoy, al otro lado del andén, saldrá de inmediato, por lo que la gente que había llenado el primero corre hacia el segundo para irse pronto. Viajar sentado es bueno pero es mejor llegar ya. “En las mañanas hay uno que se va vacío hasta [la estación] Guerrero, porque como hay tanta gente, se va para llenarlo allá, entonces no sabes si se va o se queda”, y mientras me explica esto, llega el otro tren y empieza la migración.

Sandra siempre se las arregla para conseguir un asiento desde la terminal, porque el camino es largo “y se atasca, te aplastan”. Cuando trabaja por la mañana, entrar al andén le puede tomar hasta media hora porque la fila de aspirantes a llegar al trabajo llega hasta las escaleras de acceso, así que para conseguir este matutino sueño defeño Sandra se ubica estratégicamente junto a las puertas, se aferra a uno de los tubos que las enmarcan para evitar ser arrastrada por el ejército espartano que saldrá cuando se abran y, una vez vacío el vagón, corre a tomar el asiento en el que asegura divertirse “escuchando a todos los merolicos que vienen vendiendo cosas, y las pláticas de la gente”.

Llegamos a la estación Balderas y transbordamos a la Línea 1, que atraviesa la ciudad de oriente a poniente y que nos lleva hasta Chapultepec —otro “nudo” del subterráneo—, donde abordamos un camión que nos lleva a la siempre conflictiva colonia Polanco.

Una hora y media después de haber salido de Jardines de Tecamac, llegamos a la calle Homero —coincidentemente, el autor de la Odisea—, pero ahí no acaba nuestro camino. Caminamos Horacio y Presidente Masaryk, avenida que lleva sufridos y caóticos meses en obras de remodelación, que hacen ver este importante corredor comercial como si hubiera ocurrido un terremoto grado 8. Caminamos por las muy bien pavimentadas banquetas de Horacio, y un minuto después por un improvisado puente inestable y fangoso, en medio de la oscuridad y de enormes barricadas y bloques de concreto, sin poder ver dónde (o qué) pisamos, para llegar a la calle Sócrates, poco antes de las nueve de la noche. Casi dos horas para ir a su trabajo… siete días a la semana.

“Cuando estaba en Jardines de la Montaña me levantaba a las cuatro y media de la mañana porque desayunaba”, cuenta sobre un antiguo empleo que la obligaba a trasladarse hasta esa colonia, ubicada literalmente en una montaña del sur de la ciudad de México, en el camino hacia el icónico volcán del Ajusco. Esto significaba cruzar —textualmente— la ciudad de un extremo al otro, lo que le tomaba entre cinco y seis horas de su día. A las 06:00 ya estaba abordando la camioneta hacia Indios Verdes, y volvía a su casa a las 23:00. “Ahí dormía cuatro horas”, recuerda, pero eso no le afectó. Durmiendo la mitad del periodo que recomiendan los médicos, Sandra dice sentirse bien.

Aunque también para eso tiene una coartada: toma “siestecitas” cuando —saliendo del trabajo— pasa a visitar a su amiga Mariana, quien también es su vecina, también es cuidadora y trabaja en la avenida Mariano Escobedo, también en Polanco. Incluso se ha “asilado” ahí un par de veces para no tener que ir a su casa y volver en la noche, “voy en la mañana, desayuno con ella, me duermo ahí un rato, luego me paro, me baño y en la tarde me voy a trabajar”.

Es una opción que desearían muchos habitantes de Tecamac. Sandra y su esposo viven ahí porque los costos de esa zona coincidían con su crédito de vivienda. Llevan 26 años de casados y hace apenas dos dejaron de pagar renta, aunque vivieron 10 años en Querétaro y ahí sí adquirieron una casa, que luego intercambiaron con su hermano por un departamento en Acueducto de Guadalupe, de vuelta en el DF. También han vivido en Xola, Ermita Iztapalapa y Tláhuac. Por eso Sandra no teme los viajes largos: de cierta forma, es una nómada.

Siendo trabajadora independiente, Sandra podría buscar empleo en el Estado de México y evitar la odisea diaria hacia el Distrito Federal, “pero pagan mejor acá, dice. Los salarios allá son muy bajos. Aun ahorrándome transporte, gano más acá”, explica.

Su peor día fue cuando pasó dos horas detenida en la carretera federal México-Pachuca por un bloqueo de transportistas. Su hora de entrada era a las 09:00 y llegó a las 12:00. “Cuando entro a un trabajo, siempre les digo ‘yo te garantizo que de mi casa me salgo a tiempo, pero a qué hora llegue, no sé, porque hay broncas de repente en la carretera’ ”, cuenta.

¿Sientes que dejas una buena parte de tu vida en transporte?

“Sí, pero a veces prefiero esto que estar aquí encerrada. Antes, que no me transportaba tanto, sí tenía más tiempo para estar con los hijos, que eran la prioridad. Pero ahorita ¿qué? ¿Yo sola? Me pongo a ver Juego de tronos. Me aburro cuando estoy más de dos semanas sin trabajo”.

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Una doctora me dijo alguna vez que caminar y subir escaleras en el Metro no cuenta como ejercicio, aunque sus pacientes sedentarios lo mencionan frecuentemente como actividad física. “¿Usted conoce las escaleras de la Línea 7, doctora?”, le pregunté, y le expliqué que bajar allí es como un viaje al centro de la Tierra, pues su profundidad rebasa los 30 metros y, cuando no funcionan las escaleras eléctricas, la condición física se pone a prueba. Sorprendida, anotó el número de la línea y su tramo (El Rosario- Barranca del Muerto) para empezar a considerarlo como una forma de ejercitarse.

Quien sí puede decirle a su doctor que se ejercita todos los días, aunque nunca salga a un gimnasio o un parque, es Eduardo. Su recorrido diario incluye unos 50 minutos de caminata por las enormes distancias que debe recorrer entre un transporte y otro para llegar desde la zona de Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa, hasta Ciudad Universitaria.

La avenida Manuel Cañas, en el Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, se ubica en el extremo oriente del Distrito Federal, pero da la impresión de estar en el estado de Puebla. Al bajar del microbús que me lleva a la casa de Eduardo encuentro el fronterizo volcán Popocatépetl, colosal y desafiante, tan cercano que parece que podría llegar a sus pies con sólo dar unos pasos. Otro camión nos lleva a la estación Constitución de 1917 de la Línea 8, que por ser terminal tiene largos pasillos entre la entrada y los andenes: allí empieza la carrera de Eduardo.

Para poder viajar con él, renuncio al supuesto privilegio de tomar el vagón exclusivo para mujeres. Vamos apretujados pero sin incidentes hasta la estación Atlalilco, donde llega el clímax del entrenamiento: el transborde a la controvertida Línea 12, que es suficientemente largo como para tener bandas peatonales iguales a las de un aeropuerto. En la terminal aérea sirven para moverse con equipaje pesado, y en el Metro yo suponía que serían para personas discapacitadas, pero todos las usan para llegar un poco más rápido. Aun así, caminamos unos 10 minutos. Viajamos hasta la estación Zapata para realizar otro cambio de línea, a la 3, que nos lleva mucho más apretados hasta la estación Universidad, puerta de entrada a la célebre Universidad Nacional Autónoma de México.

El campus cuenta con su propio transporte para ir de una facultad a otra, el Pumabús, pero Eduardo prefiere caminar otros 10 minutos desde el Metro hasta las instalaciones de TV UNAM, donde trabaja. Aquí la caminata es agradable por el entorno boscoso y el humor mucho más relajado de los estudiantes que pasan por ahí, pero el camino tiene una ligera inclinación por ser parte de una montaña, lo que incrementa el esfuerzo. Finalmente llegamos, hora y media después, así que ya hace hambre. Eduardo va un poco retrasado, pero puede darse el lujo de desayunar antes de entrar, “yo ya tengo mis privilegios”, argumenta, “yo tengo ocho años en esto, me partí la madre ocho años”, por eso es que ahora puede flexibilizar su hora de entrada para no viajar en la hora de mayor afluencia. Viajar a su trabajo todos los días sin tanto dolor es un beneficio que tuvo que ganarse con tiempo y esfuerzo, como si la puerta de su oficina fuera la meta de esta carrera, cuando en realidad llegando allí apenas empieza a ganarse la vida.

 

Trasladarse al trabajo en un vehículo propio nos aísla de las incomodidades del transporte público: aglomeraciones, calor, ruido, hostilidades, interminables esperas para abordar y estar a merced de la prudencia del chofer. Pero no por eso “duele” menos un viaje metropolitano: los conductores de autos también sufren.

Es que el tráfico de la ciudad de México es legendario, uno de sus principales distintivos internacionales. Hay personas que manejarían en cualquier ciudad del país, menos en ésta. Esa fama impide seguir usando este pretexto para la impuntualidad, pero el concepto se redimensiona cuando la fila de autos para ingresar a una avenida empieza… afuera de tu casa.

Ahí es donde empieza el “dolor del viajero” de Carolina. Cuando le pedí acompañarla en uno de sus viajes al trabajo, sabía que utilizar el Anillo Periférico por la mañana es una pesadilla, pero no estaba lista para lo que vería: a las 07:10 horas abordamos su carro, bajamos tan sólo una calle en pendiente y… nos formamos en la fila. Sumergidas en el tráfico sin siquiera haber salido de su colonia. Si la montaña no va al tráfico, el tráfico va a la montaña.

Carolina puede resistir la dilación del tránsito siempre que siga en movimiento. Esperar con el auto encendido pero detenido no es opción para ella, así que toma todos los atajos que puede, sin importar cuántas vueltas y callejones le tome. La ruta de su cruzada diaria es: La Concordia-superavenida Lomas Verdes hasta La Cúspide-Fuentes de Satélite-Circuito centro comercial Plaza Satélite-Poetas-Periférico Norte-Parque Naucalli-Autopista Urbana Norte hasta Alencastre-Virreyes-Constituyentes-carretera libre a Toluca-El Yaqui-El Molinito. Sólo decirlo es agotador, recorrerlo es desesperante.

Carolina va relajada porque vamos a tiempo, pero los vecinos de viaje tocan sus bocinas, se adhieren al auto de enfrente para no dejar pasar ni el aire y dejan escurrir el nerviosismo por su rostro. Todos parecen el familiar de un paciente en quirófano o un corredor de bolsa que está a punto de perder millones en una operación, pero sólo son conductores rumbo a su empleo, en el mismo trayecto de todos los días. La prisa convierte a los trabajadores en guerreros, perros de pelea, monstruos de una batalla épica.

En el municipio de Naucalpan ocurre otra paradoja de la Zona Metropolitana: sólo salir de ahí toma el doble de tiempo que llegar al otro lado de la ciudad. Desde su calle en La Concordia a Gustavo Baz (siete kilómetros) hicimos una hora, un trayecto que, según Google Maps debería tomar 15 minutos (11 sin tráfico). En cambio, de Gustavo Baz y Periférico hasta El Yaqui, en Cuajimalpa (21 kilómetros) hicimos una media hora. Es el triple de distancia y toma la mitad en tiempo.

Esto se debe al embudo en que se convierte la zona, al tener sólo dos salidas: Fuentes de Satélite y Lomas Verdes. “Hay una tercera vía que se llama El Tornillo, son dos carriles de cada lado, está perfecto pero empezaron a secuestrar”, lamenta Carolina, y me explica por qué abandonó la ruta que tomaba hacia el Periférico por avenida Primero de Mayo: en la parálisis vehicular matutina, de los microbuses bajan hombres a robar a los automovilistas a mano armada y, en el colmo de la impunidad, abordan nuevamente el microbús y siguen su camino. La seguridad se vuelve prioridad sobre la urgencia de llegar.

Como los “segundos pisos” me dan vértigo, le doy preferencia visual a la indescriptible imagen de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que con el viento de la temporada y el sol matutino queda impoluta y brillante. Una estampa a la que no tienen acceso quienes viajan en transporte público o los conductores que deciden no pagar el acceso a la Autopista Urbana Norte. La hermosa vista cuesta dinero.

Otro privilegio que se puede comprar es un trayecto de media hora desde Naucalpan hasta Cuajimalpa, por la autopista a Toluca. Cuesta 87 pesos “y es una belleza, de la puerta de mi casa a la oficina hago 30 minutos”, dice Carolina, pero gastaría mil 740 pesos en viaje sencillo. Si tomara esta vía también de regreso gastaría tres mil 480 pesos que no puede darse el lujo de pagar.

Este que tomamos es, por todas esas razones, su mejor opción. O como se dice aquí, “la menos peor”. “Dos horas [al trabajo] son irreales, pero ya me acostumbré”, dice con resignación. “Tienes que mentalizarte. Te vas a hacer hora y media, no puedes hacer nada, igual tienes que ir a trabajar, igual va a haber tráfico… Yo paso por mi café, pongo música y disfruto el trayecto. Luego vengo cantando y la gente me ve con cara de ‘ésta seguro es la primera vez que se mete aquí’, pero llevo siete años haciendo esto”, me cuenta mientras yo intento lidiar con el agobio de haber dado tantas vueltas para llegar a su oficina. Supongo que si lo hiciera diario, como ella, también me acostumbraría.

“Yo no sé qué vamos a hacer en unos años, de verdad no lo sé”, dice Carolina al reflexionar sobre la imparable multiplicación del parque vehicular y el inminente colapso de una ciudad que, no olvidemos, está construida sobre un lago. El Institute for Business Value estima que para 2020 se duplicará el número de autos en las 20 ciudades que contempla su encuesta, que actualmente es de un billón. Por lo pronto, la Secretaría de Movilidad del gobierno del Distrito Federal anunció a principios de octubre la construcción de otras dos vialidades de cuota entre el DF y el Estado de México: la Autopista Urbana Nororiente y Santa Clara-Indios Verdes-Eulalia Guzmán. Otra válvula de escape para esta olla de presión.

 

FUENTE: http://www.nexos.com.mx/?p=23985

A PROPÓSITO DE “ANGRIEST WHOPPER FUEGO”

El chile es lo que más le gusta al mexicano. El picor en la lengua que se traduce en fuego es un reto para todos los paladares.

Teniendo eso en mente, Burger King crea la Angriest WHOPPER Fuego, preparada con su ya tradicional y  jugosa carne de res, tocino, queso, lechuga y jitomate; adornada con crujientes cebollas picantes,  jalapeños  y aderezada con la  famosa salsa angry está hamburguesa es capaz de enchilar como nunca antes.

 El color rojo de sus panes es el responsable.  Burger King  lo logra al mezclar una exquisita salsa picante con los ya tradicionales ingredientes.

El juego de color no es cosa nueva. Ya en Japón el pan negro distingue a la Premium Kuro, y el pan rojo  es ya tradicional en la Samurai.

Hoy a partir del 4 de abril, los mexicanos podemos jugar con fuego y dar la batalla con unas ricas papas y un refresco para apagar el incendio que provocará la Angriest WHOPPER Fuego.

El costo $99 por una comida completa.

No pierdas la oportunidad de intentarla ya que el tiempo es limitado.

Madurar es reírse de algo que te hizo llorar

Volver la vista hacia el pasado no va a ser una tarea sencilla si no has sido capaz de superarlo con la entereza oportuna y, de hecho, solo sabrás que lo has logrado cuando te observes a ti misma riendo ante algo en lo que te habías ahogado. A esa sensación de entereza que sientes al salir de una situación complicada y verla de otra forma se llama madurar.

Cuando estés atravesando un momento complicado puede que la cantidad de oscuridad te impida, de alguna forma, ver la salida para encaminarte hacia ella. Quizás, entonces, prefieras quedarte parada y sin poner oposición a tus miedos, sin enfrentarte a todos los seres imaginarios que intuyes como una gran amenaza.

Sin embargo, si recuerdas otras situaciones en las que te has sentido así, aunque las circunstancias no fuesen las mismas -nunca lo son, igual que nunca cruzamos el mismo río- entenderás que las dificultades que ahora parecen gigantes suelen tener puntos débiles igualmente grandes. Así, en el momento en el que los encuentres serás capaz de mirar atrás y sentir cómo puedes sonreír con orgullo a la propia experiencia, a los propios miedos.

Puede que, al leer esto, te hayas acordado de la frase que dice que “no se madura con los años sino con los daños”. Lo cierto es que no deja de asistirle parte de razón: de repente esas heridas, que ahora son cicatrices, ya no escuecen y son la más palpable prueba que tienes de ver cómo has crecido y qué te han enseñado.

“No hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida.”

-William Shakespeare-

Reír a lo que nos hizo daño

Los golpes se habrán unido a ti para siempre y según la dureza de cada uno así se te exigirá más o menos resistencia a ellos: irán contigo allá donde quieras ir, no podrás huir de ellos y se grabarán en aquel libro que se dice que es tu vida. Lo harán sin excepciones, pero conseguirás que acaben siendo páginas pasadas: de esas que ya has leído y que solo podrás volver a leer si tú quieres.

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Además, no solo tienes la ventaja de decidir si quieres o no leerlas de nuevo: lo más importante de todo es que únicamente está en tus manos el poder de recordarlas de la manera más adecuada, con la actitud que consideres que se merecen.

Por eso te digo que reír a lo que una vez dolió es madurar, porque madurar también significa aprender de ti y estar segura de quién eres. Has encontrado tu punto de inflexión cuando más perdida te veías y ese es motivo más que suficiente para sonreír: te has liberado de un pasado que te tenía atada y ahora ya sabes cómo deshacer nuevos nudos que se te presenten.

Errores que se vuelven piedras del camino

Algunos de los mayores golpes que te sacude la vida son esos baches fruto de las equivocaciones que se originan de tus decisiones: hay situaciones que te exigen elegir entre varias opciones que te importan mucho, poniéndote “entre la espada y la pared”. Cualquiera de las opciones te lleva hacia un camino u otro y, es probable, que el definitivo sea el incorrecto.

Los errores personales se convierten en pequeñas piedras con significado, un significado que es bueno que entiendas para que no vuelvan a aparecer más adelante, en futuros caminos. Las piedras te retan a tropezar y caer una y otra vez, hasta obligarte a levantarte para continuar: esto supondrá un gran esfuerzo que te marcará.

“La madurez no se refleja en el tomar decisiones acertadas,

sino en vivir con las ya tomadas, incluso cuando no sean acertadas.”

-Anónimo-

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Madurar es también  mirar a las equivocaciones como oportunidades de aprendizaje y como herramientas para experimentar al máximo tu vida. Es cierto que fallar duele, a veces mucho, pero es bastante peor que te duela por no haber intentado algo. Intentar, fallar y volver a intentar forma parte de tu descubrimiento interior.

Madurar es liberarse de quién te hizo llorar

Si bien es cierto que aquello que te ha hecho llorar ha podido ser el desencadenante de una acción tuya, también es posible que no lo sea y que el daño provenga de algo o alguien externo. A veces por ejemplo, te has podido encontrar dentro de una relación tóxica de la que te ha costado salir y que te ha desestabilizado emocionalmente.

O, por el contrario, puede que estés en una de esas épocas en la que te es complicado cortar los hilos que te unen a otras personas a las que quieres y que te han regalado lo mejor de lo que son: por cualquier circunstancia necesitas asimilar las despedidas y dejar de llorar por lo que fue y no es.

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Dice Elvira Sastre que una vida sin valentía es un infinito camino de vuelta: madurar tiene mucho que ver con ser valientes en cada paso que das, sobre todo en aquellos más duros, para que nunca te falte la fuerza suficiente ante los contratiempos. Así, solo habrá caminos de ida y de recuerdos, como pequeños bagajes de tu esencia que han ido creciendo con el tiempo.

“Si tu llamas experiencias a tus dificultades y recuerdas que cada experiencia te ayuda a madurar,vas a crecer vigoroso y feliz, no importa cuán adversas parezcan las circunstancias.”

-Henry Miller-

FUENTE: http://rincondeltibet.com/blog/p-madurar-es-reirse-de-algo-que-te-hizo-llorar-12517

Contra el adjetivo, una nota a favor

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Su ausencia nos impediría entender las diferencias, su exacerbación lleva a la anulación de todas ellas. En los adjetivos descansan nuestras contradicciones.

Haciéndola de separador de páginas, encontré una nota en uno de los libros de mi biblioteca: “Cuando al mentiroso que afirma estar mintiendo, se le pregunta si lo está haciendo y éste responde que sí, ¿está diciendo la verdad?”.

Ya se había preguntado aquello, en el siglo IV antes de la era común, Eubulides de Mileto. Su paradoja, cuenta la leyenda, le hizo la vida imposible a más de un filósofo. La calificación de mentiroso determina la condición del sujeto al punto de confrontar el posible momento de verdad. Es quizá, ahí, que perdemos las posibilidades del conocimiento. Sin la condición del mentiroso no tendría objeto la discusión. La frase contiene una paradoja sólo por su adjetivo.

Prestar atención a la prensa y más, a la infinidad de sentencias que habitan en los discursos rápidos, puede provocar un atisbo de sonrisa trágica. Es inmensa la cantidad de calificativos fatales con los que las preguntas se convirtieron en espejismos para quien decide no dudar. El adjetivo, imprescindible para saber si una mesa es de metal o madera, si mi anterior sonrisa contenía alegría o tristeza, fuera del terreno práctico se incorpora a las verdades o certezas que no piden desarrollar un discurso y se quedan sin perspectiva. La simplificación del juicio se hace prejuicio, aunque comúnmente el último implique la falta del primero. No es lo mismo decirle ladrón a quien se sorprende con las manos en un botín que tildar de delincuente a una prostituta.

Tomo, al azar, la columna de un diario. El tema no importa. Su sujeto es, dice, un fiasco, una pantalla, una simulación, un vendido, un maloliente, un supuesto, un inoperante. Un lamentable. Es demoledor, desgarrador, despreciable, insensible, surrealista, laberíntico y aterrador. Me detengo, llevo la mitad del texto y en su brevedad no tengo la menor idea de lo quería decir y empiezo a creer que me quiere convencer de algo, como lo hace el cura que habla mal del agnóstico del pueblo. Son tantos los males que encarna que ya no es poseedor de ninguno. En contraposición el ejercicio es similar. En un periódico diferente encuentro que se escribe sobre un individuo lleno de virtudes: gallardía, confianza, esfuerzo. No le falta, pues, atrevimiento ni valor. Habla de alguien que es correcto, limpio, solidario, consciente, esperanzador y pragmático —con la carga positiva que, dependiendo de la intención, puede entenderse como negativa—. En dichos juicios, casi por norma, se argumenta apelando a un sentido común que parte del convencimiento de una idea, sin darse cuenta de que la intangible cualidad que da valor a un dictamen proveniente de lo que se supone evidencia, es contraria a la paradoja de la cual se podrán desprender las verdades que se proclaman a partir de un espacio que las impide. En esos adjetivos, cuando son tantos y tan vacíos, nos ahorramos la reflexión. ¿Qué implica en los terrenos del pensamiento, un clasirracista y elitista intelectual que se transformó en todo eso por no querer ir a cierto barrio en bicicleta? En la vocación de lo políticamente correcto, de lo estridente y lo complaciente, hemos sobreadjetivado al universo. Ya no gozamos con la comodidad que otorgaba el sentirnos de un nuevo siglo. La frase y disculpa de novato que llevaba el inicio del milenio se ha quedado atrás y con ella la pena que acompaña a designios e intransigencias que han ocupado el lugar de las ideas complejas.

No se trata de evitar los juicios, mucho menos los adjetivos, sino de entender las posibilidades del lenguaje y usarlos con una discreción mayor a la de las balas de un fanático para explorar los terrenos del pensamiento y, al recorrerlos, llegar a los juicios con menores riesgos. Claro que una palabra ocupa menos espacio, pero yo no quiero menos espacio a la hora de intentar explicarme de qué se tratan las cosas más allá de lo inmediato. Cuando el adjetivo no construye una paradoja e imposibilita su contradicción o defensa es posible que debamos darle vuelta y revisarlo.

La historia de las paradojas es la historia de la inteligencia de nuestra especie. Su existencia se aleja de la fuerza del prejuicio. Si algo parece verdadero, imaginemos que es falso y sigamos el ejemplo en dirección opuesta. Hemos olvidado que las paradojas no son meras contradicciones, son proposiciones que se pueden contradecir. Son el camino que se arriesga y tiene que aceptarse en la imposibilidad de negar el absoluto de las creencias. Es la negación del dogma a través de la posibilidad de aceptación del hecho y el error. Incluso su propia equivocación.

Las herramientas tecnológicas dan la impresión de estar transformándose en un buen vehículo para transitar en el mundo geométrico del es o no es simple, el de la afirmación contra la negación poco profunda, el de la verdad o la mentira en los espacios que se suponen evidentes para ocultar una verdad más elaborada, si es que eso existe. Son instrumentos que se alejan de la contradicción. Casi siempre es una imagen. La palabra cada día parece importar menos. Aquí ambas funcionan de igual forma. Es el video de exhibición que, disfrazado de denuncia, califica a primera vista, sin más. ¿Para qué abrir la posibilidad de que lo evidente resulte erróneo? ¿Para qué intentar ser racional? Toma tiempo, es incómodo, no es popular. Hacerlo obligaría a discernir sobre los eventos para saber si contienen lo que encierra un cuadro, o si atrás de ellos, en los contornos de una imagen que no cabe en la pantalla, hay algo más que la historia que se intenta contar. Existen las dos posibilidades. Pensar es un ejercicio que cae mal.

Si la racionalidad es una construcción que emerge de las contradicciones, el adjetivo que no participa de esa edificación la impide. Busca imponer un juicio que se presume verdadero y encuentra réplica en quienes adoptan el adjetivo como argumento. La pregunta “¿por qué ese tipo es un idiota?” no se cuestiona las razones de una idiotez como da sentencia sobre su pobre capacidad. De aquéllos que hablan sólo con calificativos, en mi casa se decía, a riesgo de sonar contradictorio: “son de una bella mediocridad”.

Líneas atrás mencioné el sentido común como antípoda de las paradojas. Es una condición a la que se le han dado atributos que aún no descubro. ¿Quién dice que el sentido común es inteligente? En realidad se trata apenas de una construcción de la obviedad y ésta, a menudo, no necesita más que lo evidente para constituirse. El sentido común de un necio sostendrá que la prostitución es criminal, como no tardó en mostrar un funcionario local de cortos aires —según indica su puesto, no un calificativo gratuito—, hace no mucho, en la capital mexicana. Entonces “¡contra las putas!”. Será la conclusión más rápida. No lenones, clientes, pederastas, encubridores, abusadores, y traficantes —estos son sustantivos—: las putas son las malas. Es como si a fuerza de sumarse a ciertas causas lo lógico del sentido común se fuera diluyendo. Enfrentarse a situaciones del estilo sin la posibilidad de contradicciones en un afán de responder con certeza lo que preocupa es una ruta sencilla. Llena de afectos masivos. De sentimientos que se enorgullecen en lo ordinario y acusan de lo que termina por ser conformista, ¿quién quiere tener un mercado de cuerpos fuera de su casa? Corramos a la solución más rápida. A la que da respuesta al sentimiento de masa, del que no me consideraré ajeno aunque me niego a glorificar lo rudimentario de la condena.

Para, de distante y por ende opuesto. Doja, del conjunto de ideas. Explica el griego.Paradoxa, insiste el romano: lo contrario a la opinión común. En ella, el adjetivo hace jauja. Su peso será poderoso, dependiendo de la costumbre. El gordo será malo en un país de flacos, el extranjero deleznable en uno de nacionales. El narizón en la isla de los respingados y el valiente en tierra de cobardes. ¿Pero no es cobarde quien prefiere evitar las dudas y, al hacerlo, huye de las contradicciones para no ver las paradojas?

Todo prejuicio es lo que no entró al juicio verdadero, se escapó de él para refugiarse en la opinión de las masas, que se bastan con el consenso, con lo inmediato, con el vacío de la reflexión donde la nada no es racional.

El adjetivo resume pero también evita desarrollar una idea, se queda en la ocurrencia. Su nivel más bajo y menos inteligente. En el lenguaje las posibilidades de nombrar las cosas no excluye la capacidad de extender su definición a más de una palabra. Su reducción no admite incertidumbres, reniega a las contradicciones y, en consecuencia, lo hace de la verdad por limitarla a lo más básico. Como la pareja que se declara amor en exceso, de seguir como vamos, a un imbécil ya no le insultaremos al decirle que lo es. La verdad de una imbecilidad nacerá de su propia paradoja y la verdad es un error rectificado. Descansa en la paradoja que se opone a lo inaudito, a las apariencias, a lo evidente.

 

FUENTE: http://www.nexos.com.mx/?p=27987

Hay dos tipos de dolor: el que te lastima y el que te cambia

La educación emocional no es algo que se enseñe en los centros educativos, y nuestros padres casi nunca son demasiado hábiles a la hora de iniciarnos en estos campos, en la gestión de las frustraciones, de los desengaños, de las desilusiones…

Las personas no llegamos a este mundo con la habilidad suficiente como para gestionar el dolor. A pesar de ser algo común en nuestro ciclo vital, y de experimentarlo nada más venir al mundo, nadie nos ha ofrecido un manual para sobrevivir al sufrimiento.De niños nos desahogamos con las lágrimas pero, a medida que crecemos, nos dicen que llorar no es bueno, que es algo que solo hacen los débiles. Es entonces cuando empezamos a interiorizar, a callar palabras y a disimular.Somos nosotros, a través de nuestras experiencias, los que debemos aprender a sobrevivir. Ahora bien, hay algo que debemos tener claro: hay muchos tipos de dolor emocional. Hay unos que lastiman y otros que nos hacen cambiar para avanzar.Aprender a aceptar la adversidad. Hay quien se niega a aceptar el dolor en cada una de sus formas. Unos enmascaran el dolor físico con los analgésicos y otros rehuyen del dolor emocional, fingiendo que no existe.Es un error. Toda sensación de dolor es síntoma de un problema interior que hay que conocer. Ya sea una enfermedad, en caso de dolor físico, o bien un problema no afrontado de forma correcta.

Tampoco podemos pasar por alto que los problemas emocionales pueden somatizarse y derivar así en dolor físico, en cansancio o en problemas musculoesqueléticos.¿De qué forma hemos de afrontar la adversidad cotidiana?No debe sorprenderte si te decimos que es necesario aprender que existe esta dimensión lo antes posible. Es vital pues que, desde nuestra infancia, se nos hagan entender las siguientes cuestiones:Por mucho que nuestros padres, madres o abuelos se esfuercen, no pueden cuidar de nosotros siempre ni garantizarnos una felicidad absoluta en cada paso que damos.

Los niños deben aprender a gestionar la frustración, a que no siempre se consigue lo que se desea.

Si educamos en madurez emocional, daremos múltiples estrategias a los más pequeños para que cada día, sean capaces de hacer frente a esas fuentes que les puede ocasionar dolor:
Con una buena autoestima vencerán las posibles críticas de los compañeros de clase.

Si son autónomos, si se esfuerzan en conseguir sus objetivos, sabrán que muchas veces el conseguir algo no está exento de cierto sufrimiento.

El saber ya desde la infancia y la adolescencia que la adversidad es algo que puede aparecer más de lo que desearíamos hará que nos demos cuenta también de que “son momentos para ponernos a prueba”. Para demostrar de lo que somos capaces.Comprendemos que no es fácil hacerles ver a los niños que la vida, puede ser a veces muy compleja. Como madres y padres les deseamos lo mejor, pero tampoco podemos sobreprotegerles ni introducirlos en una burbuja.Hay que ofrecerles ante todo una educación emocional que fomente su madurez, para que canalicen mejor las decepciones, para que sepan desahogarse, quererse más a ellos mismos, y superarse cada día en su búsqueda por ser felices.

El dolor es el maestro más severo. Desearíamos que no existiera. Nos encantaría borrar el dolor y el sufrimiento de nuestra vida y de la vida de quienes amamos, para que nada turbara nuestro equilibrio.Sin embargo, hay unos principios que debemos asumir e interiorizar por nuestro bien.La vida fluye y cambia. Nada es estable y formamos parte del movimiento

Hay quien dice que para saber qué es la felicidad, primero hay que sufrir. En absoluto. No hay que ser tan extremos.Las personas sabemos muy bien qué es estar bien, satisfechos, tranquilos y felices. Es un bien primordial y sabemos reconocerlo sin necesidad de ver a su antagonista frente a frente.Ahora bien, sí hay unos errores en los que a veces solemos caer. Son los siguientes:Pensar que la felicidad y que la calma se van a mantener para siempre. No estamos preparados para sufrir las pérdidas, las enfermedades, para sufrir desengaños…

Nos olvidamos de que la vida tiene un principio innato: avanzar. Y todo avance trae de forma irremediable el cambio, ya sea bueno o malo.

Todos formamos parte de ese movimiento vital. Es necesario pues permitirse llevar de la forma más armónica posible al compás de esos cambios.

Si nos resistimos a hechos tan comunes como envejecer o no aceptamos que alguien haya podido dejar de amarnos, quedaremos encallados, aferrados al sufrimiento.Hay que llorar y enfadarse, desde luego. Es lícito ponerse de mal humor y sentir el dolor en toda su intensidad cuando algo ocurre pero, luego, debes aceptarlo.Y, después, formar parte de ese río que nos lleva la vida en el día a día, donde el cambio puede traerte de nuevo cosas buenas.Hay vivencias que nos van a dejar lastimados por dentro, de eso no cabe duda. Hay un tipo de dolor que no deja indemne a nadie, y eso es algo que debemos asumir.La pérdida de un ser querido , por ejemplo, es algo difícil de aceptar, pero poco, podremos vivir con esa ausencia. Dolerá un poco menos.Ahora bien, ten en cuenta que, si bien es cierto que la personas no solemos llegar “preparadas de fábrica” para el sufrimiento, sí disponemos de estrategias innatas para afrontarlo: todos somos excelentes supervivientes, todos disponemos de RESILIENCIA.

 

FUENTE: http://rincondeltibet.com/blog/p-madurar-es-reirse-de-algo-que-te-hizo-llorar-12517