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1925: Se celebra el primer Día del Trabajo en México de forma oficial

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Tras los hechos ocurridos en Chicago un día como hoy, pero del año 1886 donde una manifestación de trabajadores contra las injusticias laborales que fueron severamente reprimidos dieron origen a la llamada “Revuelta de Haymarket”, la fecha se volvió clave para los trabajadores, quienes acordaron fijarla como un día de protesta y derecho.

Tales fueron los orígenes del Día Internacional del Trabajo, aunque en México, la conmemoración fue establecida años después.

Fue en el año 1913 cuando se celebró por primera vez el Día del Trabajo en México, con la organización de un desfile en el que participaron obreros que exigían el respeto a sus derechos laborales.

En 1923, cuando Álvaro Obregón era presidente del país, fue que se acordó que el primero de mayo se fijaría como el Día del Trabajo en México; sin embargo, no fue sino hasta 1925, cuando el presidente Plutarco Elías Calles estableció la celebración de forma oficial.

 

FUENTE: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/fotos.php?nota=1110419

Alergias comunes en los niños

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El sistema inmunológico es un conjunto de mecanismos que tienen como función proteger a nuestro cuerpo de organismos y sustancias que producen enfermedades.

Está constituido por células inmunitarias, anticuerpos y células plasmáticas que se encuentran en la sangre y en las mucosas del cuerpo.

Las alergias son reacciones exageradas del sistema inmunológico hacia proteínas presentes en polen, químicos, alimentos, fármacos o veneno de insectos. Estas proteínas se llaman alérgenos. Cada uno de los humanos tiene una predisposición genética diferente a presentar reacciones alérgicas y se puede ser muy propenso a ellas desde muy corta edad.

Algunas de las alergias más comunes en los niños tienen que ver con el veneno de insectos o con la estación del año. Estas últimas pueden ser causadas por polen o esporas (que crecen en clima húmedo).

Alergias estacionales

Los principales síntomas son estornudos, congestión y escurrimiento nasal, así como irritación de la garganta. También son comunes el enrojecimiento y comezón de ojos, que constituyen el cuadro de rinitis (en ocasiones también faringitis) alérgica.

Al obstaculizarse la respiración, los niños suelen desarrollar el hábito de respirar por la boca.

Los niños tienen una apariencia desgastada: ojeras inflamadas y un pliegue horizontal en la nariz por el constante rascado con la mano o con pañuelos.

En ocasiones, el médico puede llegar a solicitar un estudio llamado “Radiografía de senos paranasales” para descartar que se trate de un proceso infeccioso en estas cavidades.

Alergia a los insectos

Los síntomas se presentan posteriores a la picadura, particularmente, de insectos con aguijones. Los más frecuentemente implicados son las abejas, las avispas y las hormigas rojas.

Las picaduras son intensamente dolorosas, provocan inflamación local y mínimo sangrado de manera ocasional. Puede agregarse angioedema. (Inflamación de los párpados, mejillas, boca y lengua).

Con todas las alergias hay que ser especialmente cuidadosos. También es común que, al no considerarse un padecimiento grave, se tome a la ligera el tratamiento médico e incluso, se llegue a la automedicación. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que, si se toma el tratamiento incorrecto, una simple alergia puede convertirse en algo mucho más grave. Por esto, es fundamental siempre consultar al médico antes de tratarse.

Dr. José Manuel Ruano Aguilar

Cirujano Oncólogo Pediatra

Jefe de la División de Cirugía. Hospital Angeles Lomas.

Dr. Gustavo López Sámano

Médico Cirujano

 

El cambio: la única constante necesaria para nuestro matrimonio

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“Que me lo cambie por favor”. Y no es la frase del último artículo que compraste cuando fuiste al centro comercial sino de la expectativa que muchas personas expresan cuando, en un proceso de terapia de pareja, esperan que el otro haga los cambios necesarios para sentirse bien.

Cuando le pregunto a parejas desde cuándo se presenta cierto conflicto o desde cuándo empezó determinada conducta o actitud en su relación, se quedan callados, con un silencio muy particular, y dicen con voz pausada: “desde siempre”, con un tono de aceptación profundo, pero desesperanzados de que algo pueda cambiar.

Si pensamos qué nos gustaría que fuera diferente en nuestra vida matrimonial, generalmente emergen las conductas que nos alejan en el matrimonio por “culpa” de la otra persona, y no las nuestras.

Hay dos fórmulas para pedir una conducta o actitud diferente:

  1. DEBERÍAS + PASADO O COMPARACIÓN

“Deberías ser tan cariñoso como ellos, mira cómo se quieren”.

Y esta fórmula tan frecuentemente utilizada nos lleva al reproche, a la crítica, al pasado y a la comparación que sólo lastima y cierra la posibilidad de un panorama diferente, con nuevas actitudes.

  1. EMOCIÓN QUE GENERA EN MÍ + LA ACCIÓN

“Me hace sentir protegida, acompañada y tomada en cuenta cuando llegas del trabajo y escuchas con atención lo que te quiero compartir”.

Esta fórmula rescata lo positivo, hace saber que es posible mejorar y le presenta una motivación: el sentimiento de su pareja.

Por lo tanto, a mayor motivación menor desgaste. Éste es siempre el punto de partida. El cambio tiene una relación directa con la comunicación porque entonces expreso mis sentimientos y pensamientos y así puedo actualizar a mi pareja sobre quién soy yo al día de hoy. Desafortunadamente, nos actualizamos con amigos, con personas del trabajo, pero pocas veces con la gente que más amamos; pongamos esto como compromiso para poder compartir con nuestra pareja, en un ambiente de diálogo y sin interrupciones, nuestros miedos, anhelos y sueños. Esto puede generar sorpresa, dudas y seguramente, al final, aceptación, conocimiento y seguridad que sólo se obtiene cuando abrimos nuestro corazón y nuestra mente al cambio.

La aceptación plena implica amar al cónyuge con sus virtudes y defectos sin tratar de cambiarlo. Quien ama de verdad busca el bien del otro, fomenta su mejoramiento, lo cual implica una transformación, pero la intención debe ser el bien de quien se ama, no el propio.

Es de sabios identificar qué se puede cambiar, y conlleva una responsabilidad por la felicidad propia y la de los que están alrededor, como aquella oración atribuida a San Francisco de Asís: “Dios, concédeme la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.

Cuando renovemos la promesa de amar a nuestro cónyuge para toda la vida debemos decir: “ Te amaré en las buenas y en las malas… Y en los cambios”.

José Belío es coach, conferencista, especializado en terapia de pareja centrada en emociones y director del Instituto Juan Pablo II sede México.

 

La sombría historia que dio origen al Día del Niño

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El Día del Niño es un día consagrado a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo y destinado a actividades para la promoción del bienestar y de los derechos de los niños del mundo.

No todo ha sido risas y juegos. También hubo muertes. Y daños colaterales.

Este día especial, dedicado a los niños, es una tradición no sólo verlos, sino hacerlos felices. Los adultos mismos se sienten cómodos este día en el que surge los niños que habitan nuestra piel. Sin embargo, insititucionalizar al 30 de abril como el Día del Niño se debió a varios factores.

Una de las primeras activistas sobre este tema fue Eglantyne Jebb, fundadora de la organización Save the Children, quien con ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja, impulsó la adopción de la primera Declaración de los Derechos de los Niños. Esta declaración fue sometida para su aprobación ante la Liga de las Naciones, la cual la adoptaría y ratificaría en la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños, el 26 de septiembre de 1924.

Al año siguiente, durante la Conferencia Mundial sobre el Bienestar de los Niños, llevada a cabo también en Ginebra, se declaró, por primera vez, el Día Internacional del Niño, señalando para tal efecto el 1 de junio.

En 1954, la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal del Niño y sugirió a los gobiernos estatales que celebraran dicho Día, en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente. La ONU celebra dicho día el 20 de noviembre, en conmemoración a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

Si bien en México se conmemora cada 30 de abril, no es así en todos los países. En Colombia se celebra el último sábado de abril, en Paraguay el 31 de mayo, y en Venezuela el tercer domingo de junio, por mencionar a algunos.

EL ORIGEN FUE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Sin embargo, hay una historia en los archivos de México que define cuándo se decidió honrar a los menores.

Consta un acta exhibida en una notaría pública en Ciudad Victoria, Tamaulipas, que el día del niño fue instaurado el 8 de mayo de 1916 en la ciudad de Tantoyuca, Veracruz; sin embargo, el 30 de abril de 1924 , tras firmarse la “Declaración de Ginebra”, siendo presidente de la República Álvaro Obregón, se establece el 30 de Abril como la fecha oficial para celebrar el Día del Niño.

México se sumó a la Convención de Ginebra, para velar por el bienestar de la infancia, el cual se había visto vulnerado tras la Primera Guerra Mundial.

Con esta declaración también se establecieron las garantías de los niños mexicanos.

Tras la devastación el mundo reparó en los efectos negativos que tenían los conflictos bélicos en la población civil, en particular entre los niños.

Es por ello que en la Convención de Ginebra se emitió la Declaración de los Derechos de los Niños.

 

FUENTE: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2015/04/30/1021667

El tamborcillo sardo

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Durante la primera jornada de la batalla de Custozza, el 24 de julio de 1848, sesenta soldados de un regimiento de infantería de nuestro ejército, que habían sido enviados a una altura para ocupar cierta casa solitaria, se vieron de pronto asaltados por dos compañías de soldados austríacos. Atacándolos por varios lados, éstos apenas les dieron tiempo de refugiarse en la morada y de reforzar precipitadamente la puerta, después de haber dejado algunos muertos y heridos en el campo…

Asegurada la puerta, los nuestros acudieron a las ventanas del piso bajo y del primer piso y comenzaron a hacer certero fuego sobre los sitiadores, los cuales, acercándose poco a poco, colocados en forma de semicírculo, respondían vigorosamente. Los sesenta soldados italianos eran dirigidos por dos oficiales subalternos y un capitán viejo, alto, seco, severo, con el pelo y el bigote blancos. Estaba con ellos un tamborcillo sardo, muchacho de poco más de catorce años, que representaba escasamente doce, de cara morena aceitunada, con ojos negros y hundidos, que echaban chispas.

El capitán, desde una habitación del piso primero, dirigía la defensa, dando órdenes que parecían pistoletazos, sin que se viera en su cara de hierro ningún signo de conmoción. El tamborcillo, un poco pálido, pero firme sobre sus piernas, subido sobre una mesa, alargaba el cuello, agarrándose a las paredes, para mirar fuera de las ventanas y veía a través del humo, por los campos, las blancas divisas de los austríacos, que iban avanzando lentamente. La casa estaba situada en la cima de una escabrosísima pendiente, y no tenía por el lado de la cuesta más que una ventanilla alta, correspondiente a un cuarto del último piso; por eso los austríacos no amenazaban la casa por aquella parte, y en la cuesta no había nadie: el fuego se dirigía contra la fachada y los dos flancos.

Pero era un fuego infernal, una nutrida granizada de balas, que, por afuera, rompía paredes y despedazaba tejas, y, por dentro, deshacía techumbres, muebles, puertas, arruinándolo todo, arrojando al aire astillas, nubes de yeso y fragmentos de trastos, útiles y cristales, silbando, rebotando, rompiéndolo todo con un fragor que ponía los pelos de punta. De vez en cuando, uno de los soldados que disparaban desde las ventanas caía dentro, al suelo, y era echado a un lado. Algunos iban vacilantes de cuarto en cuarto, apretándose una herida con las manos.

En la cocina había ya un muerto, con la frente abierta. El cerco de los enemigos se estrechaba. Llegó un momento en que se vio al capitán, hasta entonces impasible, dar muestras de inquietud y salir precipitadamente del cuarto, seguido de un sargento. Al cabo de tres minutos, volvió a la carrera el sargento y llamó al tamborcillo, haciéndole señas de que le siguiese. El muchacho lo siguió, subiendo a escape por una escalera de madera, y entró con él en una buhardilla desmantelada, donde vio al capitán, que escribía con lápiz en una hoja; apoyándose en la ventanilla, y teniendo a sus pies, sobre el suelo, una cuerda de pozo.

El capitán dobló la hoja y dijo bruscamente, clavando sobre el muchacho sus pupilas grises y frías, ante las cuales todos los soldados temblaban:

—¡Tambor! —El tamborcillo se llevó la mano a la visera. El capitán agregó—: Tú tienes valor.

Los ojos del muchacho relampaguearon.

—Sí, mi capitán —respondió.

—Mira allá abajo —dijo el capitán llevándole a la ventana—, en el suelo, junto a la casa de Villafranca, donde brillan aquellas bayonetas. Allí están los nuestros, inmóviles. Toma este papel, agárrate a la cuerda, baja por la ventanilla, atraviesa a escape la cuesta, corre por los campos, llega adonde están los nuestros, y entrega el papel al primer oficial que veas. Quitate el cinturón y la mochila.

El tambor se quitó el cinturón y la mochila, y se colocó el papel en el bolsillo del pecho; el sargento echó afuera la cuerda y agarró con las dos manos uno de los extremos; el capitán ayudó al muchacho a saltar por la ventana, vuelto de espaldas al campo.

—Ten cuidado —le dijo—; la salvación del destacamento está en tu valor y en tus piernas.

—Confíe usted en mí, mi capitán —dijo el tambor saliendo fuera.

—Agáchate al bajar —dijo el capitán, agarrando la cuerda junto con el sargento.

—No tenga usted cuidado.

—Dios te ayude.

Pocos momentos más tarde el tamborcillo estaba en el suelo; el sargento tiró de la cuerda para arriba, y desapareció; el capitán se asomó precipitadamente a la ventanilla, y vio al muchacho que corría por la cuesta abajo.

Esperaba ya que hubiese conseguido huir sin ser observado, cuando cinco o seis nubecillas de polvo que se destacaron del suelo, delante y detrás del muchacho, le advirtieron que había sido descubierto por los austríacos, los cuales disparaban hacia abajo, desde lo alto de la cuesta. Aquellas pequeñas nubes eran tierra echada al aire por las balas. Pero el tambor seguía corriendo precipitadamente. Al cabo de un rato, exclamó consternado:

—¡Muerto!

Pero no había acabado de decir la palabra, cuando vio levantarse al tamborcillo.

«¡Ah, no ha sido más que una caída!», se dijo, y respiró. El tambor, en efecto, volvió a correr con todas sus fuerzas, pero cojeaba. «Se ha torcido un pie», pensó el capitán. Alguna nubecilla de polvo se levantaba aquí y allá, en torno del muchacho, pero siempre más lejos. Estaba a salvo. El capitán lanzó una exclamación de triunfo. Pero siguió acompañándolo con los ojos, temblando, porque era cuestión de minutos. Si no llegaba pronto abajo con la esquela en que pedía inmediato socorro, todos sus soldados caerían muertos, o tendría que rendirse y caer prisionero con ellos.

El muchacho corría rápidamente un rato; después detenía el paso cojeando; tomaba carrera luego de nuevo, pero a cada instante necesitaba detenerse. «Quizá ha sido una contusión en el pie por una bala», pensó el capitán. Reparaba, temblando, en todos sus movimientos, y, excitado, le hablaba como si pudiera oírlo. Medía incesantemente con la vista el espacio que mediaba entre el muchacho que corría y el círculo de armas que veía allá lejos, en la llanura, en medio de los campos de trigo, dorados por el sol. Mientras tanto escuchaba el silbido y el estruendo de las balas en las habitaciones de abajo, las voces de mando y los gritos de rabia de los oficiales y los sargentos; los agudos lamentos de los heridos, y el ruido de los muebles que se rompían, y del yeso que se desmoronaba.

—¡Ánimo! ¡Valor! —gritaba, siguiendo con la mirada al tamborcillo que se alejaba—. ¡Adelante! ¡Corre! ¡Se detiene!… ¡Maldición! ¡Ah, vuelve a emprender la marcha!

Un oficial subió anhelante a decirle que los enemigos, sin interrumpir el fuego, agitaban un pañuelo blanco para intimar la rendición.

—¡Que no se responda! —gritó el capitán, sin apartar la mirada del muchacho, que estaba ya en la llanura, pero que no corría, y parecía que desalentaba al llegar—. ¡Anda!… ¡Corre!… —decía el capitán apretando los dientes y los puños—; desángrate, muere, desgraciado, pero llega.

Después lanzó una imprecación horrible.

—¡Ah! El infame holgazán se ha sentado.

El muchacho, en efecto, a quien hasta entonces se había visto sobresalir por encima de un campo de trigo, se había perdido de vista, como si se hubiese caído. Pero al cabo de un momento, su cabeza volvió a verse fuera; al fin se perdió detrás de los sembrados, y el capitán ya no lo vio más.

Entonces bajó impetuosamente; las balas llovían; los cuartos estaban llenos de heridos, algunos de los cuales daban vueltas como borrachos, agarrándose a los muebles; las paredes y el suelo estaban teñidos de sangre; los cadáveres yacían en los umbrales de las puertas; el teniente tenía el brazo derecho destrozado por una bala; el humo y la pólvora lo envolvían todo.

—¡Ánimo! —gritó el capitán—. ¡Firmes en sus puestos! ¡Van a venir socorros! ¡Un poco de valor aún!

Los austríacos se habían acercado más; se veían, ya entre el humo sus caras descompuestas; se oía, entre el estrépito de los tiros, su gritería salvaje, que insultaba, intimaba la rendición y amenazaba con el degüello. Algún soldado, aterrorizado, se retiraba detrás de las ventanas, y los sargentos lo empujaban hacia adelante.

Pero el fuego de los sitiados aflojaba, el desaliento se veía en todos los rostros; no era ya posible llevar más allá la resistencia. Llegó un momento en que el ataque de los austríacos se hizo más sensible, y una voz de trueno gritó, primero en alemán, en italiano después:

—¡Rendíos!

—¡No! —gritó el capitán desde una ventana.

Y el fuego volvió a empezar más certero y más rabioso por ambas partes. Cayeron otros soldados. Ya había más de una ventana sin defensores. El momento fatal era inminente. El capitán gritaba con voz que se le ahogaba en la garganta:

—¡No vienen! ¡No vienen!

Y corría furioso de un lado a otro, arqueando el sable con su mano convulsa, resuelto a morir. Entonces un sargento, bajando de la buhardilla, gritó con voz estentórea:

—¡Ya llegan!

—¡Ya llegan! —repitió con un grito de alegría el capitán.

Al oír aquellos gritos, todos, sanos, heridos, sargentos, oficiales, se asomaron a las ventanas, y la resistencia se redobló ferozmente otra vez. De allí a pocos instantes se notó una especie de vacilación y un principio de desorden entre los enemigos. De pronto, muy de prisa, el capitán reunió a algunos soldados en el piso bajo para contener el ímpetu de fuera, con bayoneta calada. Después volvió arriba. Apenas llegó, oyó un rumor de pasos precipitados, acompañado de un «¡Hurra!’, formidable, y vieron desde las ventanas avanzar entre el humo los sombreros apuntados de los carabineros italianos, un escuadrón a escape tendido, y un brillante centelleo de espadas que hendían el aire, en molinete por encima de las cabezas, sobre los hombros y encima de las espaldas; entonces el pequeño piquete reunido por el capitán salió a bayoneta calada fuera de la puerta. Los enemigos vacilaron, se resolvieron y, al fin, emprendieron la retirada: el terreno quedó desocupado, la casa estuvo libre, y poco después dos batallones de infantería italianos y dos cañones ocuparon la altura.

El capitán, con los soldados que le quedaron, se incorporó a su regimiento, peleó aún, y fue ligeramente herido en la mano izquierda por una bala, que rebotó en la bayoneta durante el último ataque. La jornada terminó con la victoria de los nuestros.

Pero, al día siguiente, habiendo vuelto a combatir, los italianos fueron vencidos a pesar de su valerosa resistencia, por un mayor número de austríacos, y la mañana del 26 tuvieron tristemente que retirarse hacia el Mincio.

El capitán, aunque herido, anduvo a pie con sus soldados, cansados y silenciosos, y llegaron a Goito al ponerse el sol sobre el Mincio; buscó en seguida a su teniente, que había sido recogido con el brazo roto por nuestra ambulancia y que debía haber llegado allí antes que él. Le indicaron una iglesia donde se había instalado precipitadamente el hospital de campaña. Se dirigió allí; la iglesia estaba llena de heridos colocados en dos filas de camas y de colchones extendidos sobre el suelo; dos médicos y varios practicantes iban y venían afanados, y oíanse gritos ahogados y gemidos.

Apenas entró el capitán, se detuvo y dirigió una mirada a su alrededor en busca de su oficial. En aquel momento, se oyó llamar por una voz apagada muy próxima:

—¡Mi capitán!

Se volvió: era el tamborcillo.

Estaba tendido sobre un catre de madera, cubierto hasta el pecho por una tosca cortina de ventana, de cuadros rosa y blancos, con los brazos fuera, pálido y demacrado, pero siempre con sus ojos brillantes como dos ascuas.

—¿Cómo, eres tú? —le preguntó el capitán, admirado, pero bruscamente—. Bravo; has cumplido con tu deber.

—He hecho lo posible —respondió el tambor.

—¿Estás herido? —dijo el capitán buscando con la vista a su teniente en las camas próximas.

—¡Qué quiere usted! —dijo el muchacho, a quien daba alientos para hablar la honra de estar herido por vez primera, sin lo cual no hubiera osado abrir la boca ante aquel capitán— corrí mucho con la cabeza baja; pero, aunque agachándome, me vieron en seguida. Hubiera llegado veinte minutos antes si no me alcanzan. Afortunadamente encontré pronto a un capitán de Estado Mayor, a quien di la esquela. Pero me costó gran trabajo bajar después de aquella caricia. Me moría de sed; temía no llegar ya; lloraba de rabia, pensando que cada minuto que tardaba se iba uno al otro mundo, allá arriba. Pero, en fin, he hecho lo que he podido. Estoy contento. ¡Pero mire usted, y dispense, mi capitán, que pierde usted sangre!

En efecto: de la palma de la mano, mal vendada, del capitán, corría una gota de sangre.

—¿Quiere usted que le apriete la venda, mi capitán? Déme un momento.

El capitán dio la mano izquierda, y alargó la derecha para ayudar al muchacho a hacer el nudo y atarlo; pero el chico, apenas se alzó de la almohada, palideció, y tuvo que volver a apoyar la cabeza.

—¡Basta, basta! —dijo el capitán mirándolo y retirando la mano vendada, que el tambor quería retener—; cuida de lo tuyo, en vez de pensar en los demás, que las cosas ligeras, descuidándolas, pueden hacerse graves.

El tamborcillo movía la cabeza.

—Pero tú —agregó el capitán, observándolo atentamente— debes haber perdido mucha sangre para estar tan débil.

—¿Perdido mucha sangre? —respondió el muchacho sonriendo—. Algo más que sangre. ¡Mire!

Y se echó abajo la colcha.

El capitán retrocedió, horrorizado.

El muchacho no tenía más que una pierna: la pierna izquierda le había sido amputada por encima de la rodilla; el muñón estaba vendado con paños ensangrentados.

En aquel momento pasó un médico militar, pequeño y gordo, en mangas de camisa.

—¡Ah, mi capitán! —dijo rápidamente señalando al tamborcillo—: he aquí un caso desgraciado; esa pierna se habría salvado con nada, si él no la hubiese forzado de aquella mala manera: ¡maldita inflamación! Fue necesario cortar así.

Pero es un valiente, se lo aseguro; no ha derramado una lágrima ni se le ha oído un grito. Estaba yo orgulloso, al operarlo, de que fuese un muchacho italiano; palabra de honor. Es de buena raza, a fe mía.

Y continuó su camino.

El capitán arrugó sus grandes cejas blancas, y miró fijamente al tamborcillo, subiéndole la colcha; después, lentamente, casi sin darse cuenta de ello, y mirándolo siempre, levantó la mano hasta la cabeza y se quitó el quepis:

—¡Mi capitán! —exclamó el muchacho, admirado—. ¿Qué hace, mi capitán? ¡Por mí!

Y entonces aquel tosco soldado, que no había dicho nunca una palabra suave a un inferior suyo, respondió con voz dulce y extremadamente cariñosa:

—Yo no soy más que un capitán: tú eres un héroe.

Después se arrojó con los brazos abiertos sobre el tamborcillo, y lo besó cariñosamente con todo su corazón.

 

FUENTE: http://www.profesorenlinea.com.mx/Biblioteca/De_Amicis_Edmundo/Corazon/eltamborcillosardo.html

Trabajo Infantil: Realidad que duele y nos ocupa

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Hablar de la niñez en México, es hablar de una a agenda social muy amplia. Datos de la UNICEF señala que México es el segundo país en América Latina con mayor población infantil, hoy contamos con 40 millones de personas que son menores de 18 años. Pero no todos nuestros menores de edad corren con la misma suerte en su forma de vida, una gran parte de ellos vive en pobreza, padecen rezago educativo, falta de alimentación y cuentan con limitados servicios de salud, seguridad social y vivienda junto con sus familias, razones de peso para colocarlos en la vulnerabilidad ante el trabajo infantil y lo que es peor, de su explotación.

Hoy, poco más de la mitad, el 53.9% de las niñas, niños y adolescentes, vive en situación de pobreza, un importante número padece rezago educativo, como limitaciones en servicios de salud, seguridad social, alimentación, servicios básicos y vivienda. Es por ello que algunas familias compensan sus ingresos sacando a los pequeños de la escuela para que realicen actividades remuneradas que en muchos casos llegan a su explotación.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo arrojo como resultado un 31.5% de personas trabajadoras entre los 5 y 17 años de edad, 798,000 de nuestras niñas, niños y adolescentes salen día a día a trabajar para apoyar el sustento de sus hogares o el propio, exponiéndose a riesgos ambientales como polvo, gases, químicos, ruidos y temperaturas extremas; así como son expuestos a accidentes por laborar en sitios poco apropiados como en las calles de nuestra ciudad o bares y cantinas.

Pero quizá la peor forma de vida es la que padecen las niñas, niños y adolescentes que viven y trabajan en condición de calle: Hoy se presume que existen más de 95 mil chicos en esta situación, a razón de la violencia y carencias de sus hogares, espacio que los coloca en total indefensión y vulnerabilidad a la trata de persona y explotación sexual y laboral.

México se encuentra en la posición 56 de 197 países, que coloca niñas y niños mexicanos en «riesgo extremo», junto con Somalia, Myanmar y Pakistán; el Informe Global sobre Esclavitud en el Mundo 2014 (Walk Free Foundation) nos ubica el cuarto lugar en América Latina, con mayor número de personas que viven en esta situación.

El trabajo infantil se encuentra presente en nuestra continuidad como sociedad, pero quizá poco visible para gran parte de ella. Casos desde las ladrilleras artesanales cuya producción implica grandes riesgos para la salud dado el esfuerzo físico, uso de aguas contaminadas, altas temperaturas de los hornos y uso de diésel, aceites o llantas para generar el fuego dentro de éstos, gran parte de la mano de obra de estas ladrilleras es realizada por menores de edad. De igual manera sucede en los basureros públicos en el trabajo de “pepenadores”, ingenios azucareros, migración forzada, jornaleros agrícolas, venta de artesanías, etc.

Casos recientemente documentados son señalados como trata con fines de explotación laboral a través de redes vinculadas a la institucionalización como el sonado caso de, “Mamá Rosa” en el 2014; o bien, identificadas redes de trabajo doméstico con niñas y adolescentes guatemaltecas ingresadas por Soconusco Chiapas u originarias de Oaxaca y Guerrero que son colocadas por señoras o agencias para realizar quehaceres en el Distrito Federal y Monterrey. Otro caso sonado y documentado por Human Trafficking Assessment Tool, es el de los llamados “canguritos”, grupos de niños y adolescentes indígenas trasladados por bandas de tratantes por las rutas de Chiapas a Tabasco y Quintana Roo con fines no solo de explotación sexual, sino también laboral.

Un escenario que sin duda nos deja un gran preocupación y tarea como sociedad, ya que, no solo atenta contra los derechos presentes de niñas, niños y adolescentes, sino que también impacta contra la ruptura del ciclo de pobreza que tanto nos atañe, les limita su desarrollo y expectativas de vida como individuos. En este sentido, y como dato alentador, es que en los últimos años se han incrementado las acciones para atender esta problemática social y económica en lo que toca a las organizaciones de la sociedad civil como el Colectivo contra la Trata de Personas; Safe the Children México; Mesa Social contra la explotación de niñas, niños y adolescentes en México y Corresponsabilidad Social Mexicana, entre otras; quienes realizan intervenciones directas con acciones en pro de la defensa, protección y desarrollo integral a fin de identificar y erradicar el trabajo infantil, trabajos dirigidos al todo el entorno social, económico y cultural de estos menores de edad.

El origen del trabajo infantil principalmente está en la pobreza y discriminación, como en la violencia y abandono familiar; pero lamentablemente no los soluciona, sino los agrava y aumenta. Para la erradicación de cualquier tipo de servidumbre humana, trabajo forzoso o actividad que coloque a nuestros niños como objeto o mercancía, se deben contemplar factores económicos, sociales, culturales y públicos, pero también es corresponsabilidad de todos, emprender acciones en contra esta inequidad social que viven nuestros niños, apoyar a la sociedad civil y promover la protección de sus derechos humanos, tanto el seno familiar, como en la vida cotidiana.

798,000 niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años, salen día a día a trabajar en México privándose de uno de sus derechos fundamentales: La educación 

 

 

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El desarrollo afectivo en los niños

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Desde el nacimiento, el niño está expuesto a estímulos de diversa índole. Éstos son indispensables para que, en los primeros años de vida, el infante aprenda a identificar, vivir y comprender los vínculos afectivos que puede crear con los que le rodean.

Desde un punto de vista biológico, los vínculos afectivos son una manera que tiene el individuo para sobrevivir cuando no puede valerse por sí mismo. Estos sentimientos o emociones se irán desenvolviendo en diferentes áreas sociales poco a poco y, por tanto, evolucionarán para bien o para mal.

El psicólogo Jean Piaget dividió las etapas del desarrollo de las emociones en cuatro estadios a los que llamó «Etapas del desarrollo cognitivo»:

Etapa sensorio-motora (0 a 2 años): El niño únicamente se relaciona con el exterior por medio de sensaciones y movimientos motores. Para este momento, es incapaz de relacionar imágenes con un significado simbólico. En esta etapa el niño sale de la zona de confort que había sido hasta ese momento el útero y descubre un nuevo mundo mucho más hostil, en el que los afectos están ligados únicamente a la satisfacción de sus necesidades vitales.

Etapa preoperacional (2 a 7 años): En esta etapa, el niño es capaz de pensar simbólicamente y encuentra con mucha rapidez métodos para utilizar el lenguaje. Sin embargo, aún es ilógico en muchos sentidos y tiene una manera de pensar que difiere bastante de la de los adultos. En cuanto a las reacciones afectivas, busca agradar a las personas que son importantes para él y se alegra cuando es reconocido. Es común también la imitación en este periodo de tiempo ya que tiende a copiar conductas tanto, de sus figuras paternales como de sus iguales, con los que también descubren un nuevo tipo de afecto: la amistad.

Etapa de las operaciones concretas (7 a 11 años): Para esta etapa, el niño tiene la capacidad de razonar como un adulto en todos los sentidos excepto en lo concerniente a conceptos abstractos, tales como el sentido de la vida, la justicia, etc. Poco a poco, va desprendiéndose de la protección materna y descubre la riqueza de las relaciones con las demás personas de su edad. También es en este momento que aprende a controlar sus emociones y a valorar la amistad en términos más profundos, como la lealtad y la reciprocidad.

Etapa de las operaciones formales (Desde los 11 años de edad): Aquí finaliza la niñez. Por lo general, el niño ha llegado ya a un nivel de cognición adulto en el que es capaz de razonar utilizando conceptos abstractos.
En las primeras fases de esta etapa, suele centrarse casi totalmente en los afectos, en un tipo de convivencia que le inspira sentimientos contradictorios y esto hace que muchas veces su expresión emocional sea más reservada. Comienza a conocer sentimientos como el amor y ahora la amistad se basa ya totalmente en la intimidad. Ahora, el reconocimiento por parte de un grupo supera la necesidad de amor por parte de las figuras de apego, como sus padres, que en las primeras etapas fueran tan importantes.

Como padres, hay que ser conscientes de todas estas etapas y de aquello que las caracteriza para poder entender a nuestros hijos. Hay que aprender a expresar, así como ellos lo hacen, los afectos de manera verbal y no verbal, ya que nosotros, al haber pasado esas etapas ya, a veces lo olvidamos. Es importante darles autonomía para que establezcan vínculos afectivos, sobre todo en la etapa preoperacional y de operaciones concretas, tanto con personas de su edad como con mascotas, que serán de gran ayuda para que se sensibilicen y empaticen con otros seres vivos y además, para que nunca se sientan solos.

 

 

 

Deja que te cuente

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Deja que te cuente…

Que se puede estar sin anunciarlo.

Que, a veces, solamente hace falta un hombro y una caricia en el pelo.

Que no es necesaria una conversación, sino compartir un silencio.

Que no hacen falta preguntas, que hay respuestas que brotan solas. O que no existen.

Que no se juzga, se apoya.

Que hay que distinguir ese “ven” que se grita sin palabras.

Que acudir no es una opción. Sale del alma.

Deja que te cuente…

Que lo que se rompe no se arregla.

Que las palabras que no se dicen no valen para otra vez.

Que los besos que faltan no podrán sustituirse por otros.

Que los sueños que se desvanecen se convierten en humo.

Que de nada sirve quitar la pila al reloj. El tiempo corre.

Que lo que se queda por hacer, se olvida.

Y deja que te cuente…

Que las personas cambiamos. O volvemos a ser.

Que las decisiones que tomamos nos hacen avanzar.

Que los fracasos no son tales vistos con perspectiva.

Que siempre hay opciones.

Que somos capaces de asustar al miedo.

Que la vida es distinta cuando enciendes la luz.

Y ahora que nos sentamos juntos a hablar de la vida sin tenerla ya en común, es cuando te lo puedo contar con tranquilidad. Y hasta puede que me entiendas. O no.

 

FUENTE: https://nosinmisemes.wordpress.com/2016/04/24/deja-que-te-cuente/

¿Debes financiar a tus clientes para vender más?

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El 70% del financiamiento en México es entre proveedor y cliente, esto ha creado dos culturas enfrentadas por naturaleza. Los empresarios siempre tienen dudas acerca de cuándo, cómo y si deben o no dar financiamiento a sus clientes. Actualmente el 75% de las empresas otorgan algún tipo de financiamiento, en su mayoría sin saber cómo y esto generalmente provoca problemas, cuentas vencidas, por cobrar e irrecuperables. Y lo más importante: pérdida de clientes. Pero es posible tener un buen resultado si el proceso se realiza de manera ordenada, estructurada y con un poco de conocimiento.

Las reglas básicas que toda empresa debe seguir para crear su propia estructura de financiamiento son:

Regla #1

Todo financiamiento tiene un costo

El financiamiento cuesta, el dinero en el tiempo y el costo de oportunidad cuesta. Cada día que pasa que no tenemos dinero nos está costando: desde las líneas de financiamiento hasta el registro contable. Si ese dinero no lo podemos utilizar ya sea para comprar o invertir, estamos dejando de ganar y dejar de ganar implica un costo. Por eso es importante dejar claro que todo financiamiento debe de costar. El no ponerle costo al financiamiento reduce la rentabilidad y pone en riesgo la liquidez. Entonces, si tu empresa va a otorgar financiamiento deben incrementar los costos, pero ¿cómo hacerlo? ¿cómo establecer el costo del dinero? Lo más sencillo es tomar como base el papel gubernamental que se determina directamente por los cetes. Si los cetes dan un aproximado de 4.5% a nivel anual, debemos dividirlo entre 365 días y obtendremos un costo básico por día. Este ejercicio ayuda como referencia de piso, pero la realidad es que cuesta mucho más.

Otros ejemplos en México de los costos del dinero son:

  • Bancos van de 10% a 60%
  • Sofomes de 12% a 80%
  • Casas de empeño van de 80% a 300%
  • Financiamiento de empresas transnacionales , 1 a 3% por cada 30 días.

Regla #2

El financiamiento siempre tiene que estar documentado

Siempre y bajo cualquier circunstancia debe existir un contrato de financiamiento, un pagaré o al menos cheques post fechados, porque estos documentos nos respaldan cuando los clientes se atrasan o dejan de realizar sus pagos. Este tipo de situaciones generan gastos:  llamadas,  abogados, juicios, etc., pero con nuestros contratos podemos exigir de manera legal el financiamiento que hemos otorgado.

Siempre debemos estipular cuáles son las fechas de pago, los montos exactos, la forma de pago (transferencia, efectivo, cheque), las condicionantes, y que pasará si no se cumplen. Aquí entran las sanciones, los costos y la tasa de interés, para que las dos partes estén enteradas y sea más difícil atravesar por una crisis.

Hay que documentar hasta los préstamos que te hacen o haces a tus familiares y amigos, no te sientas mal, este proceso ayuda a que los involucrados estén más tranquilos y en caso de conflicto, mantener la amistad.

Regla #3

Conocer el ciclo de tu negocio

Conocer a la perfección todos los procesos de tu negocio es esencial para poder tomar la decisión de financiar o no a un cliente. La regla de oro es que te tienen que pagar al menos al mismo tiempo en el que tu empresa debe pagar sus cuentas.

Una herramienta que puedes utilizar para hacer más institucional y estructurar mejor el financiamiento que vas a otorgar a tus clientes es a través de una línea revolvente mediante una Institución Financiera Bancaria o No Bancaria. Lo más fácil para lograr una línea de este tipo es con una SOFOM, las cuales pueden crear un brazo para poder financiar a tus clientes y poder cubrir los huecos en el tiempo que tienes para pagar a tu proveedor.

Lo principal es conocer perfectamente los ciclos del dinero en tu negocio, cuantos días transcurren entre que pagas y te pagan. Aunque en papel siempre lo tienes teórico, la realidad es que el cliente siempre tarda un poco en pagar, es ahí cuando la línea revolvente ayuda.

Regla #4

Nunca dejes en segundo plano el cobro del financiamiento

Una de las causas principales por la que los clientes no pagan -y sonará ridículo- es porque las empresas no cobran.

Debes tener un área o una persona que mantenga el orden en las facturas, una buena estructura de cobranza y un control de lo que financies. Una de las causas principales de atraso en los pagos de los clientes es muchas veces culpa de las empresas que ofrecen el financiamiento.

Existen empresas muy organizadas que saben cuándo tienen que pagar sus cuentas, tienen su sistema, inclusive lo pagan sin que se les avise, pero la realidad es que son la minoría.

Debes cobrar antes de que llegue la fecha de vencimiento de la factura, llamar el día de la facturación, enviar correos electrónicos, o notificar de alguna manera y en caso de que no haya pago, en ese momento tomar acciones específicas.

Regla #5

Si un cliente se empieza atrasar, no dejes de actuar

En el momento que un cliente empieza a mostrar algún atraso, o tiene ya al menos dos promesas de pago sin cumplir, no te quedes con la explicación telefónica o por correo electrónico, visita a tu cliente, conoce las razones, evalúa y negocia. Ya sea, que amplíes su plazo (recuerda más plazo es más costo), o le sugieras otra forma de pago (por ejemplo en especie). Lo importante es que no dejes que pase el tiempo y si notas que tu cliente sigue sin poder pagar o cumplir, consigue la asesoría de un abogado para ir planeando tu estrategia de recuperación, en estas situaciones, le va mejor al que actúa mas rápido.

Consejos para otorgar financiamiento

  • ¿Qué podría hacer para vender más a través del financiamiento?

Lo mejor es acercarse a una Institución Financiera que te ayude a crear programas de financiamiento. Esto funciona muy bien cuando tu producto o servicio es caro o tienes bienes duraderos. La Institución Financiera entra a valuar a tus clientes como posibles acreditantes, ya que es la que le otorga el financiamiento directamente. Se puede decir que estás vendiendo de contado porque quién te va a pagar es la Institución Financiera. Además podrás mantener la relación con tu cliente porque te dedicas a vender y entregar, no a cobrarle, eso siempre es muy amigable.

  • Considerar al Sector Financiero No Bancario

Es una gran oportunidad porque hay muchas de las Instituciones Financieras No Bancarias –SOFOMES- que te pueden ayudar a crear productos personalizados y flexibles para poder abrir la gama de clientes.  Podrás establecer procesos rápidos para resolver lo antes posible a tus clientes, ya que para las empresas la velocidad es clave. También podrías trabajar con un Banco, la única desventaja es que son lentos y rígidos en sus procesos de autorización.

  • Experimentar el uso de las Fintech ( Tecnología+ Finanzas)

Actualmente existen muchas empresas -que no son bancos- que ofrecen soluciones para tu negocio, como terminales punto de venta sencillas y  baratas que puedes consultar a través de tus dispositivos móviles. Adicionalmente a que puedes aceptar de manera sencilla y a bajo costo pagos con Tarjeta de Crédito, puedes ofrecer opciones de meses sin intereses a tus clientes.

FUENTE: https://capitalez.net/2016/04/25/debes-financiar-a-tus-clientes-para-vender-mas/

Cómo mantener unida a la familia en tiempos modernos

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Nos ha tocado vivir un tiempo apasionante, un cambio de época con luces y sombras. Nuestro mundo tiene hoy muchos aspectos positivos y negativos, pero, sobre todo, existe una fuerte crisis de valores que se basa en un relativismo en el cual “todo se vale” y en un individualismo que incapacita a las personas para crear vínculos, comprometerse y amar.

En este complejo contexto se desenvuelve nuestra familia. Por ello, hoy más que nunca, tenemos que comprender que ser familia no se improvisa, más bien, es todo un arte que requiere tiempo, preparación y talento.

Hay cuatro elementos fundamentales que pueden ayudarnos a fortalecer el sentido de comunidad que debe haber en la familia. Para tener una figura que nos ayude a recordar estos elementos, propongo una mesa de cuatro patas, esa mesa en la que nos sentamos como familia a compartir el pan y la sal:

  1. Voluntad de permanecer unidos en el amor

La primera pata de la mesa es la voluntad de permanecer unidos en el amor. El amor incluye los sentimientos, pero es mucho más que un sentimiento ya que implica inteligencia y voluntad. El amor es una decisión que va más allá de los vaivenes afectivos. Permanecer en el amor significa vencer las trampas del egoísmo para abrirse a relaciones que estén regidas por la lógica del don y no por la lógica del cálculo. En la familia, cada quien debe poner lo mejor de sí, dar el 100%. La voluntad de permanecer en el amor también requiere de la disposición a perdonar, a sanar las heridas con aceite para comenzar de nuevo. Esta voluntad no es un acto meramente voluntarista, sino que necesitamos de  Dios, quien es la fuente de todo amor, de toda misericordia.

  1. Proyecto de vida familiar

La segunda pata de nuestra mesa es el proyecto de vida familiar. Séneca afirmaba: “Para un barco que no tiene rumbo, cualquier viento puede ser peligroso”. Muchas familias viven juntas, pero carecen de un proyecto, de un propósito común, lo cual genera rutina y cansancio. Sin proyecto no hay entusiasmo, no hay novedad, ni pegamento. Algunas preguntas que pueden ayudarnos a construir un proyecto de vida familiar son: ¿Qué valores queremos que se vivan en nuestra familia? ¿Cuál es la misión que tenemos? ¿Qué legado queremos dejar? ¿Cuál es nuestro aporte al mundo? En la medida que estas preguntas se respondan con extensión y hondura, podremos construir una comunidad familiar fuerte, con propósito. Una forma de concretar este apartado puede ser escribiendo nuestro decálogo de valores y de propósitos familiares.

  1. Crecimiento de cada miembro de la familia

La familia es una comunidad que debe procurar el desarrollo de cada uno de sus miembros. En la familia nadie debe quedarse atrás, cada uno tiene que desarrollar su potencial y todos los miembros tienen que tomar en cuenta esto. El hogar no sólo es un espacio de corrección, sino uno de realización, donde se pueden generar experiencias humanizadoras que hagan crecer a las personas. Éstas pueden ser de diverso tipo: desde un diálogo profundo con nuestros hijos, hasta un viaje para comprender la historia y el tiempo que les tocó vivir. Es sumamente importante que cada miembro de la familia perciba que su hogar no es una camisa de fuerza, sino un hábitat de crecimiento que nos abre un mundo de posibilidades de desarrollo auténticamente humano.

  1. Empatía y esfuerzo por ser mejores

Ser familia implica sentir con el otro, ponerme en el lugar del otro para establecer relaciones de auténtico encuentro humano. Todo miembro de la familia tiene que hacer un esfuerzo constante para comprender qué gusta y qué disgusta a los demás. El elemento más destructivo en la familia es la indiferencia. Nadie puede justificarse con la frase “así soy yo”, más bien, cada miembro de la familia debe hacer un esfuerzo para ser cada día mejor, moderando los propios defectos y expandiendo las cualidades de los demás.

Dr. Alejandro Landero Gutiérrez. Lic. En Filosofía y Dr. Por la Universidad Complutense de Madrid. Conferencista Nacional e Internacional. Director Nacional del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios de la Familia.