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Los niños con autismo todavía reciben un diagnóstico tardío

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Una de las principales necesidades de los niños con autismo es la de recibir tratamientos adecuados que los ayuden a desarrollar y mejorar sus habilidades sociales y de comunicación. Pero para que haya tratamiento debe haber un diagnóstico, y según los datos de un reciente estudio británico, los niños con autismo todavía están recibiendo diagnósticos tardíos.

Sus hallazgos demuestran que la edad diagnóstica no ha disminuido desde hace más de una década (2004-2014) y que todavía la edad promedio en la que los niños con TEA son diagnosticados es la de 4 años y medio, la cual es considerada por los investigadores como tardía. Y los diagnósticos que son considerados como “tempranos” siguen siendo alrededor de los 3 años de edad, la misma edad diagnóstica de hace diez años.

Parece que no han habido mejoras en los procesos diagnósticos en todo este tiempo. Lo cual es preocupante porque entre más tarde el niño reciba tratamiento, más dificultades tendrán ellos, sus padres y su familia en encontrar los recursos y apoyo necesarios. Es cierto que hay niños que pueden pasar desapercibidos porque están en un área del espectro autista que es más difícil de diagnosticar y que sus deficiencias en las habilidades sociales y de comunicación no son tan obvias en comparación con otros niños con autismo más severo. Pero, según los autores, la mayoría de los niños con signos de autismo deberían recibir tratamiento antes del tercer año de edad.

Los datos que nos ofrece esta investigación son de mucha importancia para nosotros, aún cuando estos son exclusivos de Inglaterra, porque nos permiten tomar una perspectiva sobre cuánto se ha avanzado en la información y aceptación que tiene la población sobre el autismo. Es cierto que se ha logrado mucho, pero todavía falta bastante por hacer y no me sorprendería que los datos latinoamericanos sean más preocupantes. Ojalá esté equivocado.

La investigación fue publicada el 31 de marzo y está disponible en el Journal Of Autism and Developmental Disorders.

 

Fuente: Science Daily

Ser amable mejora tu estado de ánimo y aumenta tus niveles de dopamina

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Los investigadores buscaron comparar el comportamiento prosocial – practicar actos de amabilidad hacia otros o hacia el mundo – con la conducta orientada a uno mismo (o ser amable con uno mismo).

Si estás llegando tarde al trabajo, te cortaron el cabello demasiado corto o accidentalmente te duele la cabeza, posiblemente no te sientas muy bien. Aunque es sencillo autocompadecerse de uno mismo y darse un gusto yendo de compras, eso no te va a hacer sentir mejor. Científicos de la Universidad de South, sugieren que los actos de amabilidad mejoran tu humor y tu bienestar general más que la terapia de las compras.

El estudio, dirigido por la Dra. Katherine Nelson, incluyó a 473 participantes y tuvo una duración de 6 semanas. Los investigadores buscaron comparar el comportamiento prosocial – practicar actos de amabilidad hacia otros o hacia el mundo – con la conducta orientada a uno mismo (o ser amable con uno mismo).

Se dividió a los participantes en cuatro grupos: al primer grupo se le pidió que realizara actos de amabilidad que ayudaran al mundo (como recoger basura); el segundo realizó actos de amabilidad hacia otras personas (como comprarle café a un amigo o cocinarle a alguien); los sujetos que conformaban el tercer grupo dirigieron los actos de amabilidad hacia sí mismos (tomarse un día libre o ejercitar más); y, por último, el cuarto grupo no alteró su rutina diaria.

Antes del experimento y seis semanas después, los participantes rellenaron un cuestionario que evaluaba su bienestar psicológico, emocional y social. También se les pidió reportar sus emociones negativas y positivas semanalmente, por el tiempo que duró el estudio.

Se observó que los participantes que realizaban actos de amabilidad destinados a otros o a ayudar al mundo, eran más propensos a reportar sentirse felices o experimentar mejoras en su estado de ánimo que el grupo control y el grupo de sujetos que fueron amables con ellos mismos. Estos últimos no vieron mejoras en su bienestar o emociones positivas.

“Las personas podrían sentir más emociones positivas y por ende mejor salud psicológica porque, al ser amables con otros, nutren las relaciones sociales o pueden sentir mayor orgullo de ellos mismos por hacer algo bueno”, opinó Nelson.

Realizar actos de amabilidad ayuda a mejorar tu salud psicológica al activar la liberación de dopamina, el neurotransmisor que nos hace sentir bien. Simplemente estar motivados por la generosidad puede beneficiarnos tanto como beneficia a aquellas personas que reciben nuestra ayuda.

Otro estudio similar también encontró que ayudar a otros mejora nuestras emociones, nuestro bienestar general y nuestra salud mental, incluyendo nuestra respuesta al estrés y sus efectos negativos.

Estos hallazgos nos pueden dar un enfoque de trabajo interesante en salud mental, los actos de amabilidad hacia otros pueden ayudar a los pacientes a poner el foco de su atención en otros y alejarla de sí mismos. Las buenas acciones pueden prevenir la manifestación de sentimientos negativos.

Aunque este estudio nos habla de los beneficios de hacer cosas buenas por otros, esto no quiere decir que no deberíamos consentirnos de vez en cuando, pero es bueno recordar que la mayor satisfacción la obtenemos cuando somos amables y solidarios con los demás.

Fuente: Medical Daily

«Por qué dejamos de hacer operaciones de cambio de sexo»: ciencia real contra ideología de género

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«Por qué dejamos de hacer operaciones de cambio de sexo»: ciencia real contra ideología de género
Siendo director de psiquiatría del John Hopkins Hospital, el doctor Paul McHugh hizo investigar la ciencia real tras los cambios de sexo.

Cuando la práctica de cambio de sexo mediante cirugía surgió por primera vez, a principios de los años 70, solía recordarles a menudo a los psiquiatras que defendían este tipo de operación que con otros pacientes, especialmente con los alcohólicos, ellos solían citar la Oración por la Serenidad: «Dios, concédeme la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia».

¿De dónde sacaron la idea de que nuestra identidad sexual («género» es el término que ellos prefieren) como hombres o mujeres estaba en la categoría de cosas que se pueden cambiar?

Su respuesta habitual era mostrarme a sus pacientes. Los hombres (y hasta poco antes eran todos hombres) con los que hablaba antes de ser operados me decían que sus cuerpos e identidad sexual estaban en desacuerdo; con los que hablaba después de la operación me decían que la cirugía y los tratamientos de hormonas que les habían convertidos en «mujeres» les habían proporcionado felicidad y satisfacción.

Sin embargo, ninguno de estos encuentros era convincente.

Los sujetos post-quirúrgicos me parecían caricaturas de mujeres. Llevaban zapatos de tacón alto, mucho maquillaje y vestidos llamativos; me explicaban cómo se sentían al poder dar rienda suelta a sus inclinaciones naturales por la paz, la domesticidad y la dulzura.

Pero sus grandes manos, sus prominentes nueces de Adán y sus evidentes rasgos faciales eran incongruentes y lo serían cada vez más a medida que envejecieran.

Las psiquiatras a las que los enviaba para que hablaran con ellos conseguían ver intuitivamente a través del disfraz y la exageración en los gestos. «Las chicas conocen a las chicas», me dijo una de ellas, «y eso es un chico».

Tres rasgos de estas «nuevas mujeres»
Los sujetos antes de la cirugía me llamaban la atención aún más cuando veía que intentaban convencer a cualquiera que quisiera influirles sobre su operación.

Primero, dedicaban una increíble cantidad de tiempo a pensar y hablar sobre sexo y sus experiencias sexuales; su hambre sexual y sus aventuras parecían preocuparles.

Segundo, hablar de bebés y niños no les interesaba demasiado; incluso parecían indiferentes a los niños.

Y tercero y más importante, muchos de estos hombres-que-declaraban-ser-mujeres decían que encontraban a las mujeres sexualmente atractivas y que se veían como «lesbianas».

Cuando les decía a sus defensores que sus inclinaciones psicológicas se parecían más a las de los hombres que a las de las mujeres, recibía varias respuestas, pero la mayoría me decía que haciendo esta clase de juicios estaba recurriendo a estereotipos sexuales.

 

 

Hasta 1975, cuando me convertí en jefe de psiquiatría del John Hopkins Hospital, no solía compartir mis sugerencias sobre estas cuestiones. Pero cuando se me dio autoridad sobre todos los casos en el Departamento de Psiquiatría me di cuenta de que si era pasivo estaría eligiendo tácitamente impulsar la cirugía de cambio de sexo en el departamento que la había propuesto en origen, y que seguía defendiéndola.

Decidí desafiar lo que yo consideraba ser una mala dirección de la psiquiatría y exigir más información, tanto antes como después de las operaciones.

Dos «dogmas de género» a estudio
Dos cuestiones se presentaron como objetivo de estudio. Primero, quería examinar la declaración según la cual los hombres que habían sido operados de cambio de sexohabían encontrado la solución a sus muchos problemas psicológicos.

Segundo (y esto era más ambicioso), quería ver si los niños con genitales ambiguos que eran transformados quirúrgicamente en niñas y educados como tales, como afirmaba la teoría (del Hopkins), se normalizaban con facilidad en la identidad sexual que se había elegido para ellos.

Estas afirmaciones habían generado la opinión en círculos psiquiátricos de que el «sexo» y el «género» de una persona eran cosas distintas: el sexo estaba determinado genética y hormonalmente desde la concepción, mientras que el género estaba modelado por la cultura mediante la acción de la familia y otros durante la infancia.

La primera cuestión era más fácil y sólo requería que yo impulsara la investigación continua en comportamiento sexual humano de un miembro de la facultad que fuera un estudiante con capacidad.

El psiquiatra y psicoanalista Jon Meyer ya estaba desarrollando un método para hacer el seguimiento de adultos que habían sido operados de cambio de sexo en el Hopkins para ver en qué medida la cirugía les había ayudado.

Encontró que la mayoría de los pacientes que había localizado años después de la cirugía estaban satisfechos con lo que habían hecho; sólo unos cuantos se arrepentían. Pero en el resto de los aspectos habían cambiado poco en lo que se refiere a sus condiciones psicológicas. Seguían teniendo los mismos problemas que antes con las relaciones, el trabajo y las emociones. La esperanza que tenían de superar sus dificultades emocionales para mejorar psicológicamente no se había cumplido.

Arreglar sus mentes, no sus genitales
Leímos los resultados como demostración de que del mismo modo que estos hombres disfrutaban del travestismo antes de la operación, después de ella les gustaba vivir en el sexo opuesto, pero no se sentían mejor en su integración psicológica ni la vivían mejor.

Con estos hechos en la mano llegué a la conclusión de que el Hopkins estaba fundamentalmente colaborando con una enfermedad mental.

Pensé que nosotros, los psiquiatras, teníamos que concentrarnos en intentar arreglar sus mentes y no sus genitales.

¿Qué lleva a pedir el cambio de sexo quirúrgico?
Gracias a su investigación, el Dr. Meyer pudo dar algo de sentido a los trastornos mentales que estaban llevando a solicitar este tratamiento inusual y radical. La mayoría de los casos cayeron dentro de uno de estos dos grupos que menciono a continuación, bastante diferentes entre ellos.

Un grupo consistía en hombres homosexuales conflictivos y guiados por un sentido de culpa que veían en el cambio de sexo un modo de resolver sus conflictos sobre la homosexualidad, pues les permitiría comportarse sexualmente como mujeres con hombres.

El otro grupo -la mayoría, hombres más mayores- estaba formado por varones heterosexuales (y algunos bisexuales) que sentían gran excitación sexual al travestirse de mujeres. A medida que envejecían, estaban cada vez más deseosos de añadir verosimilitud a sus disfraces y buscaban o se les sugería una transformación quirúrgica que incluía implantes mamarios, amputación del pene y reconstrucción pélvica para parecerse a una mujer.

Posteriores estudios sobre sujetos similares en los servicios de psiquiatría del Clark Institute de Toronto identificaron a estos hombres por la auto-excitación que sentían al imitar a mujeres seductoras sexualmente.

Muchos de ellos imaginaban que sus demostraciones podían ser excitantes también para los espectadores, sobre todo las mujeres.

Esta idea, una forma de «sexo en la cabeza» (D. H. Lawrence), era lo que provocaba su primera aventura al disfrazarse con ropa interior femenina, llevándolos después a considerar la opción quirúrgica.

La mayoría de ellos veían en las mujeres el objeto de su interés, por lo que al hablar con los psiquiatras se identificaban a sí mismos como lesbianas.

El término que con el tiempo acuñaron en Toronto para describir esta forma de mala dirección sexual fue «autoginefilia».


Autoginefilia: hombres que se excitan vistiéndose como mujeres… y buscando gustar a mujeres; después de usar ropa de mujer, buscan un cuerpo de mujer

De nuevo concluí que alterar quirúrgicamente el cuerpo de estas personas desgraciadas era colaborar con un trastorno mental en lugar de tratarlo.

Esta información y una mejor comprensión de lo que habíamos estado haciendo nos hizotomar la decisión de dejar de prescribir las operaciones de cambio de sexo para adultos en el Hopkins —para gran alivio, tengo que decirlo, de varios de nuestros cirujanos plásticos que habían recibido orden previamente de llevar adelante este tipo de intervención.

El caso de los bebés con genitales deformes
Y con esta solución en lo que respecta a la primera cuestión, puedo ahora hablar sobre la segunda, a saber: la práctica de asignar un sexo femenino a recién nacidos varones que al nacer tenían genitales malformados y ambiguos sexualmente, como también defectos severos en el pene.

Esta práctica, que pertenece más al campo de la pediatria que al mío propio, era sin embargo motivo de preocupación para los psiquiatras porque las opiniones que se habían generado alrededor de estos casos contribuían a formar la opinión de que la identidad sexual era una cuestión de condicionamiento cultural más que algo esencial en la constitución humana.

Varias enfermedades, afortunadamente raras, pueden llevar a defectos en la formación del tracto genitourinario durante la vida embrionaria. Cuando esto ocurre en un varón, la forma más simple de cirugía plástica -con la idea de corregir la anormalidad y ganar una apariencia estética satisfactoria- es quitar todas las partes masculinas, incluyendo los testículos, y construir una vagina y unos labios con los tejidos disponibles.

Esto proporciona a estos bebés malformados una anatomia genital de apariencia femenina sin importar su sexo genético. Dada la afirmación de que la identidad sexual de un niño seguirá fácilmente a su apariencia genital si está apoyado por la familia y el entorno cultural, los cirujanos pediátricos se aficionaron a construir genitales de apariencia femenina tanto a niñas con una constitución cromosómica XX como a niños con una XY, para que así todos tuvieran aspecto de niñas pequeñas, a la vez que eran educadas como tales por sus progenitores.

Los psicólogos persuadían a los padres
Todo esto se hacía, desde luego, con el consentimiento de los padres que, afligidos por las graves malformaciones de sus bebés, eran persuadidos por los endocrinólogos pediátricos y los psicólogos que los asesoraban a aceptar la cirugía de transformación de sus hijos.

Se les decía que la identidad sexual de sus hijos (de nuevo, su “género”) simplemente se amoldaría al condicionamiento ambiental.

Si los padres sistemáticamente respondían al niño como si fuera una niña ahora que su estructura genital parecía la de una niña, él aceptaría este rol sin mucho esfuerzo.

Esta propuesta les planteaba a los padres una decisión crítica. Los médicos aumentaban la presión después de hacer la propuesta diciendo a los padres que la decisión había que tomarla pronto porque la identidad sexual de un niño se establece a los dos o tres años de vida.

El proceso de inducir al niño en un rol femenino debía empezar rápidamente con el nombre, el certificado de nacimiento, la parafernalia para el bebé, etc.

Con los cirujanos preparados para la operación y los médicos seguros, a los padres se les ofrecía algo que era difícil de rechazar (a pesar de que, y esto es interesante, unos cuantos padres, pocos, rechazaron este consejo y decidieron que la naturaleza hiciera su curso).

Pienso que estas opiniones profesionales y la elección con la que se presionaba a los padres estaban basadas en pruebas anecdóticas difíciles de verificar y más difíciles aún de reproducir. A pesar de la seguridad que demostraban sus defensores, les faltaba un apoyo empírico sustancial.

Animé a unos de nuestros psiquiatras residentes, William G. Reiner (que estaba ya interesado en el tema porque antes de su formación psiquiátrica había sido urólogo infantil y había sido testigo del problema desde el otro lado) a empezar un seguimiento sistemático de estos niños, en particular de los niños transformados en niñas durante su infancia, para así determinar hasta qué punto llegaban a estar integrados sexualmente como adultos.

Un caso a estudio: la extrofia vesical
Los resultados fueron aún más sorprendentes que en el trabajo de Meyer. Reiner escogió estudiar intensamente la extrofia vesical porque pondría mejor a prueba la idea de que la influencia cultural tiene el papel principal en la identidad sexual.

La extrofia vesical es una deformación embrionaria que produce una gruesa anormalidadde la anatomia pélvica, por lo que la vejiga y los genitales están terriblemente deformados en el momento del nacimiento. El pene masculino no se ha formado del todo y la vejiga y el tracto urinario no están claramente separados del tracto gastrointestinal. Fue crucial para el estudio de Reiner el hecho de que el desarrollo embrionario de estos desafortunados varones no es hormonalmente distinto al de los varones normales. Ellos se desarrollan dentro de un ambiente hormonal prenatal típicamente masculino proporcionado por su cromosoma Y y su función testicular normal.

Esto expone a estos embriones/fetos en desarrollo a la hormona masculina de la testosterona, como les sucede a todos los otros varones en los vientres de sus madres.

A pesar de que la investigación sobre animales ha demostrado hace tiempo que el comportamiento sexual masculino deriva directamente de su exposición a la testosterona durante su vida embrionaria, este hecho no impidió la práctica pediátrica de tratar quirúrgicamente a estos bebés varones que tienen esta severa anomalía mediantecastración (amputando sus testículos y cualquier otro vestigio de estructuras genitales masculinas) y la reconstrucción de una vagina, para que así pudieran crecer como niñas. A mediados de los años 70 esta práctica se había convertido prácticamente en universal.

Estos casos ofrecieron a Reiner la mejor prueba de los dos aspectos que son el trasfondo de este tratamiento: (1) que los humanos cuando nacen serían neutrales en lo que se refiere a su identidad sexual y (2) que para los humanos son las influencias posnatales y culturales y no hormonales, especialmente en la primera infancia, las que más influirían en su identidad sexual última. Los varones con extrofia vesical eran modificados habitualmente mediante cirugía para parecerse a niñas; a los padres se les instruía para que los educaran como tales.

Pero, el hecho de que habían sido expuestos por completo a la testosterona en el útero ¿derrotaba el intento de educarlos como niñas? Las respuestas serían más evidentes con el cuidadoso seguimiento que Reiner estaba empezando.

Antes de describir los resultados, quiero señalar que los médicos que proponían este tratamiento para los varones con extrofia vesical entendían y eran conscientes de que estaban introduciendo nuevos y severos problemas físicos a estos varones.

Obviamente, estos niños no tenían ovarios y sus testículos habían sido quirúrgicamente amputados, lo que significaba que tenían que recibir hormonas exógenas durante toda su vida. La misma cirugía les negaba cualquier posibilidad de fertilidad en el futuro. Y uno no podía preguntar al pequeño paciente si quería pagar este precio.

Los médicos que asesoraban a los padres las consideraban cargas aceptables con el fin de evitar la angustia en la infancia de unas estructuras genitales malformadas y se esperaba que pudieran seguir un rumbo sin conflictos hacia su maduración como niñas y mujeres.

Educados como niñas, pero actuaban como chicos
Sin embargo, Reiner descubrió que estos varones re-diseñados nunca se sintieron cómodos como mujeres cuando fueron conscientes de ellos mismos y del mundo.

Desde el principio de su vida infantil de juegos actuaban espontáneamente como chicos y eran claramente distintos a sus hermanas y otras niñas; les divertían más las riñas de chavales que las muñecas y «jugar a las casitas».

Más tarde, muchos de estos individuos, cuando supieron que genéticamente eran varones, desearon reconstituir sus vidas como tales (algunos incluso pidieron reconstrucción quirúrgica y tomar hormonas masculinas) -todo ello a pesar de los sinceros esfuerzos de sus padres para tratarlos como niñas.

Vale la pena relatar los resultados de Reiner, de los que informaba la edición del 22 de enero de 2004 del New England Journal of Medicine. Hizo un seguimiento a dieciséis varones genéticos afectos de extrofia vesical vistos en el Hopkins, de los cuales catorce fueron sometidos, en el periodo neonatal, a reasignación al sexo femenino social, legal y quirúrgicamente. Los padres de los otros dos niños rechazaron el consejo de los pediatras y educaron a sus hijos como varones.

Ocho de los catorce sujetos reasignados como mujeres declararon ser varones. Cinco vivían como mujeres y uno vivía sin una identidad sexual clara. Los dos que fueron educados como varones permanecieron varones.

Los dieciséis tenían intereses que eran típicamente masculinos, como la caza, el jockey sobre hielo, el karate y el bobsleigh.

De este trabajo Reiner sacó la conclusión de que la identidad sexual sigue a la constitución genética. Las tendencias masculinas (juegos de fuerza, sentirse excitados por las mujeres y agresividad física) son el resultado del desarrollo intrauterino fetal rico en testosteronade los individuos estudiados, a pesar de los esfuerzos por socializarlos como mujeres desde el nacimiento.

Después de examinar los estudios de Reiner y Meyer, nosotros, en el Departamento de Psiquiatría del Johns Hopkins llegamos a la conclusión de que la identidad sexual humana está construida en nuestra constitución por los genes que heredamos y la embriogénesis que experimentamos. Las hormonas masculinas sexualizan el cerebro y la mente.

A disgusto con el propio sexo
La disforia sexual -un sentido de inquietud respecto al rol sexual de uno mismo- ocurre naturalmente en esos raros casos de varones que crecen como mujeres en un esfuerzo por corregir un problema estructural genital infantil. Una inquietud similar puede ser socialmente inducida en hombres aparentemente normales desde un punto de vista de la constitución, en asociación con (y presumiblemente motivados por) serias aberraciones en el comportamiento, entre las cuales están la orientación homosexual conflictiva y la notable desviación masculina llamada ahora autoginefilia.

Estaba claro, entonces, que los psiquiatras debíamos trabajar para disuadir a los adultos que buscaban la cirugía de reasignación de sexo.

Cuando el Hopkins anunció que pararía estos procedimientos en adultos con disforia sexual, muchos otros hospitales le imitaron, pero algunos centros médicos siguen realizando este tipo de cirugía. Tailandia tiene varios centros que realizan esta cirugía «sin preguntar» nada; basta tener el dinero para pagarla y medios para viajar a Tailandia.

Estoy decepcionado pero no sorprendido por esto, dado que algunos cirujanos y centros médicos pueden ser persuadidos de llevar a cabo cualquier tipo de cirugía si son presionados por pacientes con desviaciones sexuales, sobre todo si esos pacientes encuentran un psiquiatra que responde por ellos.

El ejemplo más asombroso es el del cirujano de Inglaterra que estaba dispuesto a amputar las piernas de pacientes que declaran excitarse sexualmente observando y exhibiendo muñones de piernas amputadas.

De todas formas, nosotros en el Hopkins sostenemos que la psiquiatría oficial tiene pruebas suficientes para dar razones contra este tipo de tratamientos y debe empezar a clausurar esta práctica en todas partes.

Para bebés: ayuda urológica, esperar a que crezca
Para los niños con defectos de nacimientos el enfoque más racional en este momento es corregir lo antes posible cualquiera de los principales defectos urológicos que tienen, pero posponiendo cualquier decisión sobre identidad sexual para mucho más tarde, mientras se educa al niño según su sexo genético.

Los cuidadores médicos y los padres deben procurar que el niño sea consciente de que los aspectos de la identidad sexual pueden surgir mientras él o ella crece. Decidir lo que se debe hacer debe esperar a la maduración y el reconocimiento del niño o de la niña de su propia identidad.

Cuidados adecuados, incluyendo un buen acompañamiento por parte de los progenitores, significa ayudar al niño a través de las dificultades médicas y sociales presentadas por la anatomía genital, pero protegiendo en el proceso los tejidos que pueden ser útiles, en especial las gónadas.

Hay que continuar este esfuerzo hasta que el niño pueda ver el problema de su rol en la vida de un modo más claro a medida que el individuo diferenciado sexualmente surge de su interior.

Entonces, a medida que el joven adquiere un sentido de responsabilidad en lo que atañe al resultado, él o ella puede ser ayudado mediante cualquier construcción quirúrgica que desee.

Un verdadero consentimiento informado lo proporciona sólo la persona que va a vivir con el resultado y no se apoya en las decisiones tomadas por otros que creen «que saben más».


Detrás del maquillaje y los colores llamativos, hay un dolor y sufrimiento psíquico y espiritual que es el que necesita ser atendido.
La ideología de los activistas transgénero
¿Cómo se reciben ahora estas ideas? Creo que medianamente bien. Los activistas «transgéneros» (ahora a menudo aliados de los movimientos de liberación gay) siguen defendiendo que sus miembros tiene derecho a cualquier cirugía que ellos quieran y siguen declarando que su disforia sexual representa una concepción verdadera de su identidad sexual. Han protestado algo contra el diagnóstico de autoginefilia como mecanismo para generar peticiones de operaciones de cambio de sexo, pero han ofrecido pocas pruebas que refuten este diagnóstico.

Los psiquiatras están recibiendo mejores historias sexuales de las personas que piden el cambio de sexo y están descubriendo más ejemplos de esta extraña tendencia al exhibicionismo masculino.

Gran parte del entusiasmo relacionado con un arreglo rápido de los defectos de nacimiento terminó cuando la prueba anecdótica sobre un caso que recibió mucha publicidad acerca de un varón gemelo educado como una niña resultó ser falso. El psicólogo responsable escondió, mediante la utilización de una mala información, el hecho de que el niño, a pesar de los esfuerzos de su familia para tratarlo y educarlo como una niña, había desafiado constantemente el tratamiento, averiguando al final el engaño y restableciendo su masculinidad. Desgraciadamente, tenía un diagnóstico adicional de depresión grave y cometió suicidio.  [ReL publicó este caso estremecedor aquí].

Hostilidad para defender que «todo es maleable»
Pienso que, desde el otro lado, ya no se puede decir mucho acerca de la cuestión del cambio de sexo para los hombres. Pero he aprendido de la experiencia que el desafío más duro es intentar obtener conformidad para buscar pruebas empíricas sobre opiniones relativas al sexo y al comportamento sexual, incluso cuando las opiniones parecen claramente sinsentido.

Uno esperaría de las personas que declaran que la identidad sexual no tiene una base biológica o física ofrecerían más pruebas para persuadir a los otros. Pero según he aprendido, hay una gran hostilidad y se favorece la idea de que la naturaleza es totalmente maleable.

Sin una posición fija sobre qué es la naturaleza humana cualquier posición puede entonces defenderse como legítima. Una práctica que parece que le da a la gente lo que quiere -y que algunos de ellos reclaman ruidosamente- es difícil de combatir con una experiencia profesional ordinaria y la sabiduría. Incluso a menudo se ofrece resistencia -rechazando sus resultados- a ensayos controlados y estudios de seguimiento meticuloso realizados para asegurar que la práctica no sea perjudicial en sí misma.

El gran daño del cambio de sexo
He sido testigo del gran daño que puede provocar la reasignación de sexo. Los niños que han visto transformada su constitución masculina en un rol femenino sienten mucho sufrimiento y tristeza pues son conscientes de su disposición natural.

Sus progenitores normalmente viven con sentimiento de culpa por las decisiones tomadas -cuestionándolas a posteriori y avergonzados de algún modo por la fabricación, tanto quirúrgica como social, que han impuesto en sus hijos.

Y respecto a los adultos que vienen a nosotros declarando que han descubierto su «verdadera» identidad sexual y que han oído hablar de las operaciones de cambio de sexo, nosotros los psiquiatras nos hemos olvidado de estudiar las causas y la naturaleza de su trastorno mental y nos hemos dedicado sólo a prepararlos para la operación y una vida en el otro sexo.

Hemos malgastado recursos científico y técnicos y dañado nuestra credibilidad profesional colaborando con la locura en lugar de intentar estudiarla, curarla y, en última instancia, prevenirla.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

Artículo publicado originalmente en First Things.

Autor: Paul R. McHugh es Catedrático de Servicios Distinguidos en Psiquiatría en la Universidad Johns Hopkins. Escribe sobre el cambio de sexo en FirstThings.com 

Fuente: FirstThings.com 

Ideología de género «hace daño a los niños», dicen pediatras de EU

El Colegio de Pediatras de Estados Unidos ha dado a conocer una declaración, firmada por su presidenta y su vicepresidente y por uno de los más eminentes pediatras del país, titulada La ideología de género hace daño a los niños (Ver abajo el texto completo traducido). En ella urgen a «educadores y legisladores» a «rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto». «Son los hechos y no la ideología», afirman, «quienes determinan la realidad», esto es, que «la sexualidad es un rasgo biológico objetivo».

La declaración lleva fecha de 21 de marzo de 2016, cuatro días después de que la Asamblea de Madrid aprobase la Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación, que camina en dirección exactamente opuesta a la que señalan con fundamentos científicos los tres firmantes del documento: la presidenta de la Asociación Americana de Pediatría, Michelle A. Cretella; su vicepresidente y endocrinólogo pediátrico, Quentin Van Meter; y el psiquiatra Paul McHugh, antiguo jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Johns Hopkins, uno de los más prestigiosos centros médicos de Estados Unidos tanto desde el punto de vista clínico como de investigación. (Pincha aquí para leer el artículo del doctor McHugh en el que explica por qué en su hospital dejaron de hacer operaciones de cambio de sexo).

La publicación de esta importante declaración científica de los principales especialistas pediátricos norteamericanos coincide en el tiempo y en los criterios últimos con las Reflexiones pastorales de los obispos de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, y Getafe, Joaquín María López de Andújar y José Rico Pavés, sobre la citada ley madrileña. Se da así una coincidencia de los criterios científicos expuestos por la Asociación Americana de Pediatría con los criterios morales expuestos por los tres prelados. En última instancia, éstos declaraban la ley «injusta» y que «a nadie obliga en conciencia» precisamente por el perjuicio que señalan los científicos. (Fueron acusados de «transfóbicos» e incitadores al odio por el lobby LGTB, creándose en contrapartida un manifiesto de adhesión a los obispos).

A continuación reproducimos, traducido al español, el texto completo de la declaración de la Asociación Americana de Pediatría sobre la ideología de género. Se trata, advierten, de «una declaración temporal con referencias» y anuncian para este verano una «declaración completa». Incluimos al final la relación completa de las referencias científicas citadas por los autores en respaldo de sus afirmaciones.

La ideología de género hace daño a los niños

El Colegio Americano de Pediatras urge a los educadores y legisladores a rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto. Son los hechos, y no la ideología, quienes determinan la realidad.

1. La sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario: XY y XX son marcadores genéticos saludables, no los marcadores genéticos de un trastorno. La norma del diseño humano es ser concebido como hombre o como mujer. La sexualidad humana es binaria por definición, siendo su finalidad obvia la reproducción y crecimiento de nuestra especie. Este principio es evidente por sí mismo. Los extraordinariamente raros trastornos del desarrollo sexual, entre ellos la feminización testicular [o síndrome de insensibilidad de los andrógenos, n.n.] y la hiperplasia suprarrenal congénita, son desviaciones de la norma sexual binaria, todas ellas médicamente identificables y directamente admitidas como trastornos del diseño humano. Los individuos con trastornos del desarrollo sexual no constituyen un tercer sexo{1}.

2. Nadie nace con un género. Todos nacemos con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo. Nadie nace con conciencia de sí mismo como hombre o mujer; esta conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todos los procesos de desarrollo, puede desviarse a consecuencia de las percepciones subjetivas del niño, de sus relaciones y de sus experiencias adversas desde la infancia. Quienes se identifican como «sintiéndose del sexo opuesto» o como «algo intermedio» no con forman un tercer sexo. Siguen siendo hombres biológicos o mujeres biológicas{2},{3},{4}.

3. La creencia de una persona de que él o ella es algo que no es, constituye, en el mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso. Cuando un niño biológicamente sano cree que es una niña, o una niña biológicamente sana cree que es un niño, existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el cuerpo, y debe ser tratado como tal.

Estos niños padecen disforia de género. La disforia de género, antes denominada trastorno de identidad de género, es un trastorno mental así reconocido en la más reciente edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V){5}. Las teorías psicodinámicas y de aprendizaje social sobre la disforia de género o trastorno de identidad de género nunca han sido refutadas{2},{4},{5}.

4. La pubertad no es una enfermedad, y los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos. Reversibles o no, los bloqueadores hormonales inducen un estado de enfermedad -la ausencia de pubertad- e inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano{6}.

5. Según el DSM-V, hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural{5}.

6. Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer{7},{8},{9},{10}.

7. Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo, incluso en Suecia, que se encuentra entre los países con mayor respaldo LGBT{11}. ¿Qué persona compasiva y razonable condenaría a ese destino a chicos jóvenes sabiendo que tras la pubertad hasta un 88% de las chicas y un 98% de los chicos aceptarán la realidad y alcanzarán un estado de salud física y mental?

8. Condicionar a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto constituye un abuso infantil. Respaldar la discordancia de género como algo normal a través de la educación pública y de las políticas legales confundirá a hijos y padres, llevando a muchos niños a acudir a «clínicas de género» donde les administren fármacos bloqueadores hormonales. Esto, a su vez, virtualmente asegura que ellos «elegirán» recibir hormonas cruzadas cancerígenas o de un modo u otro tóxicas, y probablemente considerarán innecesariamente, cuando sean adultos jóvenes, la mutilación quirúrgica de sus órganos sanos.

Referencias:

{1} Consortium on the Management of Disorders of Sex Development, Clinical Guidelines for the Management of Disorders of Sex Development in Childhood, Intersex Society of North America, 25-3-2006.

{2} Kenneth J. Zucker y Susan J. Bradley, “Gender Identity and Psychosexual Disorders”, enFocus. The Journal of Lifelong Learning in Psychiatry, vol. III, nº 4, otoño de 2005 (págs. 598-617).

{3} Neil W. Whitehead, “Is Transsexuality biologically determined?”, en Triple Helix, otoño de 2000, págs. 6-8; véase también Neil W. Whitehead, “Twin Studies of Transsexuals” (descubre discordancias).

{4} Sheila Jeffreys, Gender Hurts: A Feminist Analysis of the Politics of Transgenderism, Routledge, Nueva York, 2014, págs.1-35.

{5} American Psychiatric Association, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5ª edición, Arlington (Virginia), American Psychiatric Association, 2013 (págs. 451-459). Véase a partir de la página 455 los índices de persistencia de la disforia de género. [La cita se refiere a la edición norteamericana. Para la edición española, pincha aquí].

{6} Wylie C. Hembree et al, «Endocrine treatment of transsexual persons: an Endocrine Society clinical practice guideline», en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism,2009 (94), 9, págs. 3132-3154.

{7} Michelle Forcier y Johanna Olson-Kennedy, “Overview of the management of gender nonconformity in children and adolescents”, en UpToDate, 4 de noviembre de 2015.

{8} Eva Moore, Amy Wisniewski y Adrian Dobs, “Endocrine treatment of transsexual people: A review of treatment regimens, outcomes, and adverse effects”, en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 2003; 88(9), págs. 3467-3473.

{9} FDA (Federal and Drug Administration), comunicación sobre la seguridad de productos de la testosterona.

{10} Organización Mundial de la Salud, clasificación de los estrógenos como cancerígenos.

{11} Cecilia Dhejne et al, “Long-Term Follow-Up of Transsexual Persons Undergoing Sex Reassignment Surgery: Cohort Study in Sweden”, en PLoS ONE, 2011, 6(2). Trabajo del departamento de Neurociencia Clínica, división de Psiquiatría, Instituto Karolinska, Estocolmo.

 

Fuente: yoinfluyo.com

* Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen necesariamente la posición oficial de este sitio.

Cómo hacer feliz a un hombre y cómo hacer feliz a una mujer

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Cómo hacer feliz a un hombre y cómo hacer feliz a una mujer:

Turismo a escala humana: conexión emocional con el turista

Hay turismo a escala humana y turismo a escala corporativa

 

Celebro la campaña de la Sectur «Viajemos todos por México». Nuestro país tiene las bases para ser potencia mundial en turismo, pero contar con recursos naturales y patrimonio histórico excepcional no es suficiente si el servicio no está a la altura del reto. Hay turismo a escala humana y turismo a escala corporativa. El primero logra una gran conexión emocional con el turista, y es rentable, el segundo nada más pretende ser rentable (y en muchos casos por supuesto lo es), pero la diferencia es notable.

En un viaje de trabajo en el que mi objetivo era entender las claves del servicio de los italianos alrededor de la comida y bebida, sucedió algo notable. Ya tarde como para encontrar un restaurante abierto, llegué con mis compañeros a Parma. En 4 sitios nos miraron con lástima, «la cocina está cerrada». En una calle lateral vi una luz prendida, caminé solo mientras el grupo esperaba en la esquina otro fatal «È chiuso». Una señora de edad avanzada guardaba las sillas de las mesas en la banqueta, un joven hacía corte de caja, no había un sólo cliente. Habían cerrado.

Para mi sorpresa la respuesta fue positiva. De pronto el joven tomó una actitud excepcional, parecía que estaba en un concurso de TV que graba con cámara escondida. Actuaba con vitalidad y gusto, como si fuéramos sus primeros clientes del día, no los últimos. Mientras la señora (su madre) cocinaba, él nos narraba apasionadamente el origen de cada platillo, como si el orgullo de un país dependiera de que pudiera sostener con dos tenedores una rebanada de prosciutto. Trajo una botella de vino como quien carga un trofeo delicado. No sólo cenamos delicioso, tuve la más grande demostración (actitud a escala humana) de lo que es ser anfitrión.

La escala humana en el turismo entiende al cliente o huésped sin traicionar la rentabilidad. También en México he tenido experiencias memorables. Haciendo ecoturismo en la maravillosa laguna de Bacalar mi esposa pidió al hotel usar una pequeña palapa (aislada del restaurante) para una cena romántica y, aunque no acostumbraban a hacerlo, accedieron de buena gana. En otro hotel de la misma zona, precedido por su reputación «espiritual y holística», un gerente de restaurante se negó a mover la mesa tres metros para que pudiéramos cenar bajo las estrellas argumentando que los demás clientes (había sólo 2 mesas más) le pedirían lo mismo y por política no podía hacerlo (estaba en escala corporativa).

 

Las líneas aéreas son un fractal de lo que puedes esperar de un país. Volaris es una línea eficiente, pero odiosa. La forma de aplicar sus políticas está generando mucho malestar (basta leer los comentarios y las amargas quejas en las redes sociales), especialmente por su inflexibilidad en materia de equipaje. Están en su derecho, son sus políticas (y seguramente reportan buenos resultados financieros), pero esa excesiva escala corporativa tarde o temprano les cobrará la factura. Uno de sus empleados me timó. Al documentar me aseguró que podía subir a la cabina con mi maleta y que no me cobrarían. Dos veces le pregunté si estaba seguro, dos veces me dijo que sí. Al momento de abordar tuve que pagar 400 pesos por mi maleta y no valió mi argumento. Fui literalmente asaltado so pena de no abordar. Además el cobrador actúa como un cínico y desalmado gatillero a sueldo. Hoy Volaris no ayuda a lograr que «Viajemos todos por México», ¿hará algo la Sectur?

Los Pueblos Mágicos cautivan por funcionar en escala humana, nos recuerdan que el automóvil es prescindible. El turismo a escala humana piensa en momentos de vida, construye experiencias memorables, el turismo a escala corporativa piensa en aplicar la política inflexiblemente y en el retorno a los accionistas. Una cosa no está peleada con la otra. Si conciliamos esto, también el mundo dirá: «Viajemos todos por México».

 

Fuente: Reforma

Así amó Ana Magdalena a su esposo J.S. Bach

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¿Habría compuesto Juan Sebastián aquel universo de armonía y serenidad de no tenerla a su lado?

De todos los seres humanos, aquel hacia quien he tenido mayor envidia en mi vida ha sido Juan Sebastián Bach: ante la estatura de su genio, me he sentido un pigmeo; ante la serenidad de mar en calma de su espíritu, me ha parecido un laberinto de confusiones el mío; ante su equilibrio como ser humano, me he experimentado neurótico; me he visto trivial y frívolo contemplando su hondura.

Pero hoy tengo que confesar algo nuevo: si hasta ahora le envidié, ante todo, por su música, por su obra colosal, hoy creo que le envidio mucho más por su mujer, por el don infinito de haber sido querido por alguien como Ana Magdalena Bach.

Acabo de leer uno de los libros más bellos que existen (…): La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach. (…) Es un libro supersencillo. Una mujer ingenua, no excepcionalmente culta, habla, con el tono de una niña adorante, del hombre que llenó su vida.

Lo hace cuando él ha muerto, cuando todos han empezado ya a olvidarle, cuando vive en la miseria porque su marido no supo ahorrar y ha sido necesario malvender los pocos recuerdos que de él quedaban.

Cuando ya sólo queda el amor o el recuerdo infinitamente dulce de aquel amor.

Confieso que nunca creí que pudiera existir en el mundo un cariño tan tierno, tan intenso, tan desinteresado, tan duradero, tan profundo, tan verdadero.

Y me parece que sólo ahora empiezo a entender aquel universo de música que Juan Sebastián pudo escribir envuelto en aquel océano de amor.

Hay páginas en las que uno no sabe si conmoverse o si reír ante la “adoración” con que Ana Magdalena habla de Sebastián. (…)

– “Cada vez que le veía mi corazón empezaba a latir con tal fuerza, que me impedía hablar”.

– “A nosotros nos dejaba mirar su corazón, que era el más hermoso que ha latido en este mundo”.

– “Nunca quisiera dejar de ser la pobre vieja abandonada que ahora soy si hubiera que comprar la más hermosa y honorable vejez al precio de no haber sido su compañera”.

La serie de citas podría ser interminable. Y hay que señalar que no son palabras de coba aduladoras de un viviente. No son tampoco los elogios fúnebres dichos en la gloria del recién muerto.

Es lo que se piensa y se siente cuando la muerte empieza a quedar lejana, cuando lo que se palpa es la miseria que se ha recibido por única herencia y cuando todo lo demás es olvido.

Pero un amor así, una devoción así, son el mejor premio que un hombre puede conquistar en este mundo.

Pero ahora quiero añadir algo más. He leído estas frases a algunas amigas, y todas ellas -como si se hubieran puesto de acuerdo- me han comentado lo mismo: “Así, cualquiera. A un hombre como Bach debía resultar fácil amarle y admirarle”.

Y esta respuesta me ha dejado el alma llena de preguntas. Algunas que me parecen muy importantes:

– ¿Amó Ana Magdalena a Juan Sebastián porque le comprendía y admiraba o, por el contrario, le comprendió y admiró porque le amaba?

– ¿Amó Ana Magdalena a Juan Sebastián porque él era un hombre extraordinario o tal vez fue él un hombre extraordinario porque se vio envuelto en un amor así?

No son juegos de palabras. Y creo que valdrá la pena intentar contestarlas.

A la primera ha respondido la propia Ana Magdalena, cuando en el título del primer capítulo del libro nos dice que “le comprendió del todo porque le amaba”.

Cuando nos explica, sin rodeos, que “Sebastián era un hombre muy difícil de conocer no amándole”.

Nos equivocamos si juzgamos desde el hoy. En su época, nadie -sino Ana Magdalena y muy pocos más- descubrió que Bach era el genio que hoy reconocemos.

Los que le juzgaban con sus rutinas o sus inteligencias le creyeron un músico más. Y le olvidaron apenas muerto.

Sólo Ana Magdalena se atrevió a asegurar, años después de su muerte, que “aunque los hombres desatienden hoy su recuerdo, no lo olvidarán para siempre. La humanidad no podrá guardar silencio sobre él mucho tiempo”.

Sólo ella entendió que cuando el mundo pensaba, más que en él, en la obra de sus hijos, en el futuro sería la música de Sebastián la que se impondría.

¿Es que Ana Magdalena se engañaba cegada por su amor o es que su amor se volvía profético y mucho más inteligente que la inteligencia de sus contemporáneos?

Quiero decir aquí algo que he pensado muchas veces: que el corazón no es sólo el órgano del amor, sino que puede ser también el órgano del conocimiento. Que no sólo se entiende con la razón. Que hay campos humanos en los que “el corazón tiene razones con las que no cuenta la inteligencias”.

¡Cuántos matrimonios no se entienden porque no se aman! ¡Cuántas cosas ininteligibles empiezan a clarificarse cuando se miran con un nuevo amor!

Pero aún me interesa más la segunda pregunta: la cuestión de la mutua fecundación de los que se aman.

No sólo en lo físico es fecundo el amor. Los que se aman se reengendran el uno al otro, se multiplican y recrean. Y así el amor de Ana Magdalena la multiplicó a ella y multiplicó a Sebastián.

La multiplicó a ella. Durante su vida, “una palabra de aprobación suya valía más que todos los discursos de este mundo”.

Después de su muerte, “aunque no tengo ningún objeto que me lo pueda recordar, bien sabe el cielo que no es necesario, pues me basta con el inestimable tesoro de recuerdos que descansa en mi corazón”.

Aquel amor les rejuvenecía a los dos: “Cuando me miraba al espejo creía verme tal como era cuando le conocí. Pero, sea cual fuese la ilusión que yo me hiciera a ese respecto, siempre es mejor que envejezca el rostro que el amor. Yo había mirado el rostro de Sebastián con tanta constancia, que todas las transformaciones producidas en él escaparon a mi percepción desde el día en que le vi por primera vez en la iglesia de Santa Catalina de Hamburgo, y tenía que hacer expresamente comparaciones para convencerme de que también en sus queridas facciones el tiempo había realizado su obra”.

Pero esto no es todo. Lo importante es preguntarse qué parte de la música de Bach debemos al amor que Ana Magdalena le profesó. ¿Habría compuesto Juan Sebastián aquel universo de armonía y serenidad de no tenerla a su lado?

Ana era absolutamente consciente -ya desde el mismo día de su boda- de que “si en alguna forma le hacía desgraciado, corría el peligro de malograr su música”.

¿Podemos entonces preguntarnos cuántos genios no se habrán malogrado por no haber sido suficientemente amados?

¿Cuántas obras musicales o poéticas nacieron avinagradas porque en una casa los nervios dominaron al amor?

Esta idea debería angustiarnos. Nuestra falta de amor no sólo puede hacer infelices a quienes nos rodean, puede también volverles infecundos o enturbiar su fecundidad.

¿Tal vez es la falta de “mi” amor, de “nuestro” amor, lo que hace desgraciado este mundo en que estoy?

Querida Ana Magdalena, gracias por tu amor, gracias por la música de tu esposo. Yo sé que la escribisteis los dos juntos, con vuestro amor.

 

 

 

Artículo extraído de Razones para el amor, de José Luis Martín Descalzo
Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

Oración por los nietos

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Ser abuelo no es solo llevarles al parque o darles dulces: también es rezar por ellos.

Dame SEÑOR cordura para poder hablar a mis nietos de todo el amor que mi ser contiene…

Dame la oportunidad de poder besar su frente por las noches y en cada amanecer…

SEÑOR dale luz a mis ojos, para disfrutar con ellos cada una de sus sonrisas…

Te pido SEÑOR que cuando ellos miren mi lento andar; comprendan que la vida está hecha de pasos y de caídas y que todo es aprender…

PADRE MIO; que cuando mis nietos me escuchen ORAR; con el paso de los años entiendan que siempre deben acudir a TI, pues eres el Camino, la Verdad y la Vida SEÑOR.

Dales SEÑOR; por favor valentía para perseguir sus sueños y la capacidad de ver hacia adelante, de caminar sin atropellar a nadie, de abrir nuevas metas, y nunca sentirse derrotados, de ser Humildes ante toda TU Creación; respetuosos de lo que los rodea, amantes de los gestos del Hermano, compasivos ante el dolor y generosos ante el caído.

Artículo originalmente publicado por PadreGuillermoSerraLC

10 lecciones que las mamás aprendemos de nuestros hijos

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La primera: el amor es infinito.

Los hijos nos abren un nuevo mundo y nos damos cuenta de que no sólo enseñamos, sino que tenemos mucho que aprender de ellos también.

Antes de que los hijos nazcan, los padres se ven a sí mismos como unos profesores de por vida. Le enseñarán al hijo a andar en bicicleta, a leer lo que leían de chicos, a ser generosos y honestos…

Lo que no se imaginan es lo mucho que los niños enseñarán a sus padres, al enfrentarlos a cientos de situaciones nuevas con las que aprenderán sobre su ser más profundo, su relación con los demás y el mundo en general.

Si bien la primera lección que los niños dan es demostrar la fuerza del instinto paternal, también enseñan otras leyes de la vida:

1. El amor es infinito

“Cuando tuve mi primera hija estaba tan feliz, que sentía que no podía quererla más. Pero, con cada nueva cosa que iba haciendo y que la hacía ser más persona, la quería más. Cuando iba a tener a mi segundo hijo, aunque estaba feliz, tenía un poco de susto porque pensaba que no lo iba a querer tanto como al primero. iQué equivocada estaba! Ahora tengo cuatro y todos son mi adoración “, cuenta Patricia Espinoza, 34 años.

Pareciera ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio espacio en nuestro corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más amor que darles porque es infinito.

2. No controlamos todo

“Lo único que yo quería era tener mi hija con parto natural. Pero la niña venía enredada en el cordón y tuve una cesárea de emergencia. Desde ese día supe que con un hijo, muchas cosas ya no dependían de mí”, dice Claudia Cerda, 32 años.

“Teníamos ese viaje pensado hace tiempo. Era la primera vez que dejábamos a la niña, pero ya tenía siete meses. Creíamos que, después de tantas noches sin dormir; las papas y todo, merecíamos un descanso. La mañana del día en que nos íbamos, amaneció con 39 o de fiebre. Adiós viaje. Con los niños es demasiado real el dicho “uno propone y Dios dispone”, cuenta Carolina Murillo, 4 hijos.

Los niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar la inesperado, sobre todo cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexiblescon nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles y a tener en cuenta todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la vida mejor. El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir “para otra vez será”, ayuda a evitar las frustraciones.

3. Todos tenemos nuestro lado oculto

“Mi hija tenía cólicos y no paraba de llorar: Era desesperante. Nunca pensé que iba a sentir una rabia tan grande. Pero también aprendí que uno puede sentir algo negativo y, apenas descansa, uno se olvida. Para ser mamá se necesita mucho autocontrol”, confiesa María Paz Arellano, 33 años.

“Jamás me imaginé que tuviera poca paciencia. Pero después de una tarde entera oyendo a mis hijos pelear; no aguanto más y me dan ganas de irme y no volver, pero a los tres minutos, ya me he recuperado porque, a pesar de todo, ¡son adorables!”, cuenta Carolina.

Los niños nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen reaccionar de una manera que uno jamás pensó: rabia, impaciencia, frustración.

Afortunadamente, aprendemos también que uno puede experimentar un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él. El autocontrol es una importante lección que se tiene que desarrollar rápidamente desde que el hijo nace.

4. Nuestros propios intereses pasan a segundo plano

“Desde que tengo niños, ya no me acuerdo ni de lo que era ir al baño, sin tener a alguien necesitándome al otro lado de la puerta. Y la cosa es peor cuando uno se siente mal…”, asegura María Paz Arellano, 4 niños ( el mayor tiene 5)

“Antes de tener nuestra primera hija, éramos súper desordenados. Almorzábamos cualquier cosa y nos acostábamos súper tarde los fines de semana. Con la guagua no nos quedó otra que ordenarnos “, agrega Isabel Bravo, 29 años.

Con los niños, los padres aprenden a postergarse. Ellos exigen todo nuestro tiempo y dedicación. Se asumen responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia: ahora son ellos lo más importante en la vida.

5. Los niños no son clones, son individuos distintos a nosotros.

“Hay veces que la miro y pienso: esa niñita no es hija mía. Es que es súper loca e hiperkinética… ¡Tan distinta a mí! Yo soy tranquilo, me gusta todo con calma… La verdad es que no sé cómo tratarla “, cuenta Francisco Olea, 2 hijos.

“Cuando chica vivía inventando cuentos y haciendo distintos personajes, pero mis hijas son todo lo contrario. Prefieren los puzzles y la memoria. Aunque sé que salieron concretas como el papá, me cuesta aceptarlo”, dice Claudia C.

Hay que aprender a respetar las diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No podemos tratar de que nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal cual son y quererlos por eso,ayudándolos a mejorar sus puntos débiles ya resaltar sus virtudes, es el deber de los padres.

6. Nadie espera que seamos perfectos

“A veces, después de un día difícil y cansado, me doy cuenta de que estoy retando a mi hijo porque está haciendo lo que cualquier niño de 2 años hace: lloriquear porque quiere algo que no puede tener o mañosear cuando se acerca la hora de comer. Pero incluso en esos momentos en que pierdo la paciencia y me enojo de más, él me da un gran beso y un abrazo. Eso me hace sentir menos culpable y entender que él no me está pidiendo que sea perfecta, sino que lo quiera porque él me quiere igual”, cuenta Isabel E.

El amor incondicional de los niños es una recompensa que nos conforta día a día. Si nos equivocamos y se nos pasó la mano con el enojo, ellos nos hacen sentir que no fue tan grave.

Tenemos que tener presente que no somos perfectos y que nadie nos está exigiendo que lo seamos. Mañana trataremos de controlarnos más y seremos mejores. Ojalá pudiéramos ser así con ellos a la hora de sus errores.

7. No hay que juzgar a los demás

“Cuando esperaba a mi primer hijo, me hice un montón de ideas de lo que iba a hacer y de lo que no iba a hacer con él, según lo que veía en los demás. No lo iba a consentir tanto como Fulanita, no le iba a dejar ver tanta TV como Zutanita, ni le iba a comprar barbies tan chica, como Menganita… De más está decir; que muy luego me di cuenta que hacía lo mismo y mucho más. Es que “otra cosa es con guitarra”, como dicen por ahí”, asegura Claudia.

Los niños enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como papás. Especialmente nos hacen entender muchas actitudes de nuestros propios padres, que antes criticábamos.

Dejamos así de exigirle a los demás cosas que nosotros no podemos cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante lección que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida.

8. Vivir el momento

“Cada vez que salgo con los niños, no puedo creer lo poco que me cundió. Si tenía que hacer cinco cosas, apenas alcancé a terminar dos. Para qué decir cuando uno trata de hacer alguna tarea en la casa, como ordenar uncloset. Puede que esté toda la tarde y sólo alcance a ordenar tres repisas “, comenta Patricia.

“Cuando salgo con los niños, miro las calles de otra manera. Es que a su ritmo, se ven flores, pájaros, grúas y todo tipo de cosas que, si voy sola y apurada ni me doy cuenta que existen”, opina Claudia.

Los niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de tomarse las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que guardar el estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien, no queda otra que ir al ritmo de ellos.

9. No se termina de aprender

“Una de las grandes sorpresas que he tenido siendo mamá es la cantidad de cambios que un niño puede sufrir en tan poco tiempo. De ser una niñita adorable, pasó a tener unas pataletas feroces cuando cumplió dos años. Después sacó una personalidad loca y ahora está tímida. Creo que cada nueva etapa es como empezar todo de nuevo “, asegura María Paz.

Patricia agrega: “¡Y eso ocurre con cada hijo porque cada uno es distinto!”.

Con los niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y cada hijo es diferente, por lo que tenemos que ser de una manera o de otra con cada uno. Esto nos plantea un desafío enorme como padres, pero también nos da una inmensa recompensa: el cariño de los hijos.

10. Los niños nos despiertan virtudes olvidadas

En lo que todos los padres consultados están de acuerdo es en la cantidad de virtudes que nos muestran los niños y que nos hacen cuestionamos sobre nosotros mismos.

“Lo poco rencorosos, lo espontáneos, la alegría, la espiritualidad, la sencillez, la sensibilidad con los más débiles o los pobres, es maravilloso. En cierto sentido, te despiertan al mundo”, coinciden.

Los hijos nos hacen conocemos mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca creímos tener y nos motivan a ser mejores personas.


Artículo originalmente publicado por encuentra.com

 

Sal a tiempo de la oficina

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Sal a tiempo de la oficina:

 

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