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Mindful eating: en qué consiste la alimentación consciente

COMER CON TODOS LOS SENTIDOS

El mindful eating, la alimentación consciente, nos permite llevar la atención plena a la nutrición para aprender a escuchar nuestras emociones y nuestras sensaciones corporales y así poder alimentarnos de forma más saludable.

Cada vez se lee y se escucha más hablar de mindful eating, alimentación consciente o intuitiva como un proceso para aprender una nueva dinámica con la comida, sin dietas. Para empezar, aclarar que mindful eating no es hacer dieta para adelgazar, ni adoptar ninguna etiqueta concreta. Es más un estilo de vida, una manera de relacionarse con la alimentación. Es llevar la atención plena a nuestra nutrición y engloba qué escoger, cómo cocinar y comer los alimentos.

Consiste en escuchar las sensaciones corporales; prestar atención a las señales de hambre y saciedad, para nutrirnos, sentirnos saludables y satisfechos, física y emocionalmente; aprender a distinguir el hambre fisiológica de la emocional; conocer los diversos desencadenantes psicoemocionales que nos llevan a recurrir a la comida, aun estando ya saciados físicamente. En este estilo de vida son muy importantes la meditación, la intención y la actitud.

  • La meditación nos sirve como una manera de afinar el instrumento, nuestra parte corporal.
  • La intención, el para qué comemos, darnos cuenta de que no siempre lo hacemos por hambre física.
  • La actitud de compasión hacia nosotros mismos, de curiosidad, de apertura a la experiencia, de autocuidado…

Aliméntate con atención plena y conecta con tus emociones

MEJORAR LA RELACIÓN CON LA COMIDA ENTENDIENDO EL HAMBRE

Para ser más consciente de nuestra relación con la comida, un paso decisivo es comprender los mecanismos implicados en nuestra conducta alimentaria. La pediatra y monja zen, Jan Chozen Bays, en su libro Comer atentos (Ed. Kairós), nos muestra que hay que tener en cuenta siete aspectos, muchos de ellos con un papel muy importante en nuestra sobreingesta:

  • El hambre visual. Es lo que normalmente llamamos “comer con los ojos”. No resulta igual de atrayente una comida bien presentada, visualmente atractiva, que otra que parece que se acaba de caer al plato sin cuidado ninguno. Podemos comer de más, llevados por “la pinta” de un alimento. Podemos saciar esta hambre tomándonos el tiempo de observar los colores, formas y detalles de lo que comemos.

Las estrategias publicitarias de la industria alimentaria tienen esto muy en cuenta.

  • El hambre olfativa. Es la que al ser evocada nos surge la frase “huele que alimenta”. Los olores tienen un gran poder sugestivo, de sensaciones, recuerdos… Y pueden desencadenar otros tipos de hambre con suma facilidad. Una forma de saciar esta hambre es deleitarnos en los olores de lo que nos llevamos a la boca.
  • El hambre bucal. “Se me hace la boca agua” es la frase que mejor le va. Está muy condicionada por el ambiente y la cultura. El hambre bucal puede ser insaciable, necesita sabores, texturas… Cuando lo que tenemos en la boca disminuye su sabor, ya estamos ingiriendo de nuevo aunque no hayamos tragado. La industria y sus potenciadores del sabor estimulan esta característica.

Para satisfacer esta hambre, conviene atender a las sensaciones que nos provocan los alimentos en la boca, con cada bocado antes de tragar.

  • El hambre estomacal. Es la que se suele asociar a la física. La percibimos a través de sensación de vacío, retortijones, dolor… A veces esas percepciones son provocadas por hábito, ansiedad o inquietud, y no por un estómago vacío. Es muy importante tomar conciencia de esas señales, aprender a identificarlas y discriminar los motivos.
  • El hambre celular. Se desencadena cuando las células tienen déficit de algún nutriente. Es la más difícil de atisbar, aunque con el tiempo, si nos vamos entrenando en la autoobservación corporal cada vez nos será más fácil. Para ir ejercitando ese conocimiento corporal, es bueno cerrar los ojos antes de comer y preguntarnos: “¿qué necesito ahora para mi buen funcionamiento?”.
  • El hambre mental. Está relacionada con lo que pensamos y creemos sobre la comida. Se expresa a través de “deberías”, justificaciones o exigencias, sobre lo que está bien o mal comer y en qué momento. La parte de disfrute, deleite y atención a las señales corporales se dejan de lado.

Gánale la batalla al hambre emocional

  • El hambre de corazón. Entendiendo corazón como metáfora de afecto, cariño, compañía, intimidad… Se recurre a la comida para paliar esa falta de compañía, apego, conexión… Como una manera de calmar emociones, llenar vacíos…
  • Puede ser sed. A veces se confunde el sentir hambre con la sed. Tomar un poco de agua si sentimos hambre y observar el efecto que produce nos ayuda a discernir sensaciones.

¿CÓMO EMPEZAR A PRACTICAR EL MINDFUL EATING?

Obsérvate con mirada compasiva. Compasión no significa aceptar y validar todo lo que haces. Es, desde la responsabilidad, llevar amabilidad y compresión a tus comportamientos con la intención de cambiar lo que te daña. Aceptando sin culpa que lo experimentado hasta ahora ha sido desde lo que sabías hacer en ese momento. Sin culpabilizarte ni reprocharte.

Recuerda que la actitud es importante, y nada mejor que empezar con una actitud curiosa, paciente y libre de juicios y expectativas, que nos lleve por el camino del autoconocimiento para comprender los mecanismos que dirigen nuestra alimentación.

Entiende que este cambio no sucede de un día para otro, y que el proceso no es lineal.

En ese camino, los errores se contemplan como una fuente de información y no algo a evitar a toda costa. Ten presente los tipos de hambre.

Haz del desayuno tu momento zen

Cuando tengas apetito, tómate unos instantes para cerrar los ojos, hacer un par de respiraciones profundas y preguntarte: ¿De qué tengo hambre? Quizá de sabores nuevos, de compañía, ¿un olor me ha despertado el apetito?, ¿como por hábito o rutina?, ¿me aburro?…

A la hora de empezar a comer, al menos los primeros bocados, intenta hacerlos conscientes, atendiendo al aspecto, el olor, los sabores, la sensación en tu estómago o qué piensas de lo que ingieres.

Ten en cuenta estos consejos, que te ayudarán a practicar la alimentación consciente:

  • 1. Bebe un poco de agua antes de comer: Disminuye la ansiedad y aumenta la sensación de saciedad.
  • 2. Cuida la presentación de lo que comes: Ya se dice que se come por los ojos. La estimulación visual de tus platos también es importante. Así que, dale valor a cómo se presentan.
  • 3. Come sentado y sin distracciones: De este modo, al poner atención en el acto de comer, te resultará mucho más fácil observar si ya te sientes de verdad colmado, y saborear y paladear cada uno de los ingredientes.
  • 4. Mastica muy bien: Está comprobado que masticar muy bien lo que ingerimos contribuye a comer menos cantidad (porque así el cerebro detecta las señales de saciedad).
  • 5. Sin llenarse del todo: No se necesita sentirse hinchado para dejar de comer. Observa el nivel de llenado de tu estómago con el que te sientes mejor.
  • 6. Revisa tu relación con la comida: Si tienes mala relación con la comida, pide ayuda profesional. El hacer dieta para perder peso puede ser un factor que predisponga a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.
  • 7. Ayuda a conocerte mejor: El mindful eating o alimentación consciente es un proceso de autoconocimiento más un estilo de vida. No es una dieta para adelgazar. Es un paso más en la línea de la práctica de la meditación.

Cada vez se lee y se escucha más hablar de mindful eating, alimentación consciente o intuitiva como un proceso para aprender una nueva dinámica con la comida, sin dietas. Para empezar, aclarar que mindful eating no es hacer dieta para adelgazar, ni adoptar ninguna etiqueta concreta. Es más un estilo de vida, una manera de relacionarse con la alimentación. Es llevar la atención plena a nuestra nutrición y engloba qué escoger, cómo cocinar y comer los alimentos.https://95f3655b14489f993cf4b5415a0a9801.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html

Es mindful eating es, en definitiva, intentar comer de una manera más consciente.

Dándonos cuenta de nuestros patrones, sistemas de creencias, valores, hábitos, rutinas y pensamientos asociados a la alimentación, sin juicios ni críticas, con curiosidad y amabilidad. Discernir cuáles nos ayudan a cuidarnos y cuáles no.

Si quieres saber más sobre cómo meditar, quizá te interese nuestro curso Mindfulness: reduce el estrés y la ansiedad en 8 semanas.

Consiste en escuchar las sensaciones corporales; prestar atención a las señales de hambre y saciedad, para nutrirnos, sentirnos saludables y satisfechos, física y emocionalmente; aprender a distinguir el hambre fisiológica de la emocional; conocer los diversos desencadenantes psicoemocionales que nos llevan a recurrir a la comida, aun estando ya saciados físicamente. En este estilo de vida son muy importantes la meditación, la intención y la actitud.

  • La meditación nos sirve como una manera de afinar el instrumento, nuestra parte corporal.
  • La intención, el para qué comemos, darnos cuenta de que no siempre lo hacemos por hambre física.
  • La actitud de compasión hacia nosotros mismos, de curiosidad, de apertura a la experiencia, de autocuidado.

Aliméntate con atención plena y conecta con tus emociones

Ten en cuenta estos consejos, que te ayudarán a practicar la alimentación consciente:

  • 1. Bebe un poco de agua antes de comer: Disminuye la ansiedad y aumenta la sensación de saciedad.
  • 2. Cuida la presentación de lo que comes: Ya se dice que se come por los ojos. La estimulación visual de tus platos también es importante. Así que, dale valor a cómo se presentan.
  • 3. Come sentado y sin distracciones: De este modo, al poner atención en el acto de comer, te resultará mucho más fácil observar si ya te sientes de verdad colmado, y saborear y paladear cada uno de los ingredientes.
  • 4. Mastica muy bien: Está comprobado que masticar muy bien lo que ingerimos contribuye a comer menos cantidad (porque así el cerebro detecta las señales de saciedad).
  • 5. Sin llenarse del todo: No se necesita sentirse hinchado para dejar de comer. Observa el nivel de llenado de tu estómago con el que te sientes mejor.
  • 6. Revisa tu relación con la comida: Si tienes mala relación con la comida, pide ayuda profesional. El hacer dieta para perder peso puede ser un factor que predisponga a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.
  • 7. Ayuda a conocerte mejor: El mindful eating o alimentación consciente es un proceso de autoconocimiento más un estilo de vida. No es una dieta para adelgazar. Es un paso más en la línea de la práctica de la meditación.

El maltrato infantil incrementa los trastornos mentales

Los niños que sufren maltrato tienen más riesgo de desarrollar trastornos graves de salud mental

De hecho, tienen más del doble de probabilidades de desarrollar trastornos graves de salud mental y también el doble de riesgo de intentos de suicidio.

“Los efectos negativos de los malos tratos contribuyen a un incremento de la mortalidad y morbilidad en la etapa adulta, pues también se relacionan con otros problemas de salud como cardiopatías, obesidad, tabaquismo, comportamientos sexuales de alto riesgo o consumo de sustancias nocivas”, apunta en un comunicado la ANPIR (Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes).

Está demostrado que los traumas durante la infancia están relacionados con una mayor probabilidad de sufrir trastornos de salud mental. Un estudio de la Universidad de Birmingham publicado en 2019 ya demostró que los niños que han vivido una situación de maltrato tienen más del doble de probabilidades de desarrollar trastornos mentales graves como psicosis, esquizofrenia y trastorno bipolar.

Además, otros estudios señalan que estos niños podrían tener el doble de riesgo de intentos de suicidio.

“Los efectos negativos de los malos tratos contribuyen a un incremento de la mortalidad y morbilidad en la etapa adulta, pues también se relacionan con otros problemas de salud como cardiopatías, obesidad, tabaquismo, comportamientos sexuales de alto riesgo o consumo de sustancias nocivas”, apunta en un comunicado esta asociación de psicólogos.

Así, se estima que el 35% de los trastornos mentales que se diagnostican en la edad adulta están relacionados con experiencias de maltrato en la infancia.

Acciones contra el maltrato infantil

Las principales acciones pasan por la prevención y la detección temprana, aunque no se trata de una tarea fácil.

“Muchas veces los niños no son conscientes de que están viviendo una situación de maltrato. Y si lo son, no saben a quién dirigirse o dónde pedir ayuda; piensan que no les van a creer o no quieren poner en aprietos a sus padres”, explica Gloria Bellido, coordinadora de la sección de psicología clínica de la infancia y adolescencia de ANPIR. Por eso deben ser los adultos en contactos con los niños los que detecten este maltrato que puede.

“Familiares, profesores o personal médico deben ser los que detecten señales de que se está produciendo maltrato, que a veces son inespecíficas: cambios de comportamiento, problemas de conducta, alteraciones emocionales…”, apunta Bellido.

Cuando el propio niño confirme o cuente lo que le está ocurriendo, las premisas son claras: creerle siempre, no restar importancia a lo que está diciendo y no mirar para otro lado.

Todos los ciudadanos tienen la obligación moral de comunicar a las autoridades cualquier sospecha de maltrato.

En 2020, el mayor número de notificaciones (39,2%) procedió del ámbito de los servicios sociales; el 12% del ámbito educativo; el 9,3% de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado; y el 9% del ámbito sanitario.

Precisan que “aunque no todas las víctimas de maltrato requieren de tratamiento psicológico”, desde ANPIR recuerdan que el maltrato psicológico es una forma de trauma. Para tratarlo y paliar sus consecuencias, como puede ser el estrés postraumático, existen terapias especializadas.

Entre las causas que llevan a que se produzcan situaciones de maltrato infantil, la coordinadora de ANPIR señala las dificultades a la hora de ejercer una parentalidad positiva o la reproducción de experiencias que los padres han sufrido durante su propia crianza.

La pandemia ha aumentado las situaciones de violencia intrafamiliar. De hecho, el 33,1% de los adolescentes de entre 14 y 17 años declaró haber sido víctima de algún tipo de violencia desde el inicio del confinamiento, según una encuesta realizada por Save the Children.

“Hay que visibilizarlo porque es un tema del que se habla muy poco. Se tiene la creencia de que es algo residual o que solo ocurre entre las clases sociales más desfavorecidas, pero no es así”, apunta Gloria Bellido, que es partidaria de los programas de prevención basados en la psicología perinatal para ayudar a los padres a establecer un vínculo saludable con sus bebés.

“Muchas veces se considera que los problemas de los menores tienen que ver con cuestiones genéticas o biológicas, sin considerar los acontecimientos estresantes que pueden estar viviendo”, lamenta.

Por ello, desde ANPIR revindican una salud mental que tenga más en cuenta los condicionantes sociales que requieren de tratamiento psicológico, así como mejoras para acceder a dicho tratamiento, además de considerar necesario incrementar con urgencia el número de plazas de psicólogo interno residente (PIR) hasta un mínimo de 422 anuales.

Consejos para ayudar a abrir el apetito a nuestros mayores

Nuestros ancianos merecen un trato especialmente cariñoso, que se manifiesta también a la hora de prepararles la comida.

¿Cuánto y qué deben comer? ¿En qué cantidades y a qué horas? Y lo más importante: por encima de todo, ¿cómo hacer que se sientan cuidados?

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Por María Eugenia Brun

Nuestra alimentación se va modificando conforme pasan los años. Varía de acuerdo a cada etapa de la vida, gustos y demás. Esto implica que no comemos lo mismo de mayores que cuando éramos niños o jóvenes, y mucho menos cuando llegamos a la ancianidad.

La alimentación en la edad anciana cambia muchas veces drásticamente, ya que disminuye el metabolismo y nivel de actividad físicapero se mantiene la misma necesidad de nutrientes por lo que es importante que la persona se alimente adecuadamente.

El problema es que generalmente llega un momento en que, por alguna razón, los mayores pierden el apetito. A veces se debe a alguna enfermedad que están atravesando, y lo recuperan una vez que se restablecen.

Otras causas de la inapetencia en las personas mayores pueden ser la falta de dinero para comer, la tristeza o la depresión porque están muy solos. También es común que no le sientan mucho sabor a la comida, o tomen algún medicamento que les provoca náuseas o malestar y por eso no sienten ganas de comer.

Ayudar a recuperar el apetito

Es muy importante estar atentos para evitar que esta inapetencia no se mantenga en el tiempo y llegue a provocar una desnutrición u otra complicación a nuestros ancianos.

Sea el cual sea el motivo, es fundamental ayudarles a recuperar el apetito. Para ello les dejo unos consejitos útiles a tener en cuenta:

Primero, no culparlos por no querer comer, ni obligarlos, es necesario tener paciencia y ayudarles a cambiar esta situación para evitar una desnutrición, pero con cariño y respeto.

Se puede comenzar ofreciendo distintas alternativas, desde fraccionar más la alimentación hasta elegir adecuadamente sus alimentos para obtener las calorías y nutrientes que necesita.

Consultar con el médico de referencia es una buena idea, plantearle la situación, ya que es posible que esta disminución del apetito sea a causa de alguna enfermedad o tal vez sea necesario hacer algún tratamiento específico.

Pautas generales a tener en cuenta para ayudar a nuestros mayores a abrir el apetito:

Fraccionar más las comidas, entre 5 o 6 al día, y en porciones pequeñas. No importa si ya comió hace una hora y quiere comer algo más: si tiene apetito en ese momento, listo, le doy algo.

Se puede fraccionar, por ejemplo:

Un desayuno, con 1 taza de leche con pan con queso, mermelada o membrillo.

Algo a media mañana: una fruta fresca o al horno, o una crema.

El almuerzo: algo con pasta, arroz o legumbres, acompañado con algo de carne, pollo, pescado y algún vegetal. Una fruta cruda o cocida.

Merienda: yogur natural con galletas o bizcocho o bizcochuelo con poca azúcar.

Cena: sopa, pasta o vegetales con papa, algo de pescado, huevo o queso. Fruta cruda o cocida.

Algo liviano al acostarse: puede ser simplemente una leche tibia o caliente.

2. Elegir alimentos de su agrado. Mantener en lo posible hábitos y gustos personales, es decir, incluir en su dieta aquellos alimentos y platos que le apetece comer aunque no tenga mucho apetito.

3. Incluir alimentos ricos en calorías y nutrientes. Al consumir menos cantidad, es necesario incorporar en su dieta alimentos calóricos y nutritivos, como pueden ser legumbres, carnes, pescado, huevo, cereales en lo posible integrales, lácteos, aceite de oliva virgen extra.

4. Dieta variada: es una forma de evitar que se aburra de comer siempre la misma comida, y a su vez incluimos más nutrientes.

Se pueden mezclar los alimentos favoritos junto a otros nuevos. Un ejemplo: el aguacate, un alimento con vitamina E, antioxidante y grasas de buena calidad (ácido oleico). Además es muy versátil, se puede usar tanto para untar una tostada o como ingrediente principal. Desde un puré de banana y aguacate a una ensalada, o para aderezar un sandwich, carnes (con la mayonesa de palta), unos ñoquis de aguacate, o una deliciosa sopa de aguacate. 

5. La presentación del plato es muy importante para que le resulte más apetecible.

Más recomendaciones

6. El sabor, muchas veces es el causante principal de la inapetencia, ya que por lo general a esta edad presentan alguna patología (como puede ser hipertensión o diabetes) y tienen limitada la ingesta de sal, o azúcar.

Por lo tanto es necesario en estos casos buscar distintas estrategias como puede ser agregarle hierbas frescas y especias que realzan el sabor de las comidas, como puede ser el ajo, la cebolla, el perejil, albahaca, cilantro, pimienta y jengibre, entre otros.

7. Evitar tomar la bebida junto a las comidas. A pesar de que es sumamente importante la ingesta de líquidos en las personas mayores (al menos 3 vasos de agua al día) no es recomendable que las beban durante las comidas. Es una forma de evitar que se sacien rápidamente, por eso es mejor que lo hagan media hora antes o después de las comidas.

8. Procurar un ambiente relajado, agradable, armonioso a la hora de comer. Así como también es mejor que no coman solos, sino que estén acompañados. Muchas veces el hecho de comer solos ya les quita las ganas de comer, en cambio acompañados, conversando, puede ayudar a que se animen a comer más.

9. Los alimentos deben ser de fácil masticación y deglución. Sencillos y de fácil elaboración. Esto no significa prepararles siempre purés o sopas, sino otra variedad de comidas. Para ello se puede añadir a sopas, cremas, consomé, purés: queso rallado, leche entera y/o en polvo, aceites vegetales, legumbres (lentejas, garbanzos, frijoles), arroz, carne picada, huevo duro.

10. Evitar alimentos que sacian y sean de bajo valor nutricional como tés, cafés, mate, bebidas azucaradas, caldos desgrasados, ensaladas, bebidas alcohólicas.

Tener a nuestros padres o abuelos cerca para cuidarlos y mimarlos es una bendición. Es una forma de retribuirles un poquito todo el amor que nos dieron. 

Ayudemos a nuestros ancianos con ternura y respeto. Es el mandamiento de Dios “honrar al padre y a la madre”, que el Papa Francisco nos recuerda en la hermosa catequesis que nos regaló sobre la vejez en la Audiencia General en la Plaza de San Pedro el 20 de abril de este año.

Cómo hacer ciudades Family Friendly

Las asociaciones familiares piden a las administraciones que introduzcan la “perspectiva de familia” en todas sus políticas locales. Recuerdan que son la base de la sociedad y piden ciudades pensadas para ellas.

Por Benito Rodríguez

La familia, un refugio. A veces se la ve como fuente de problemas sociales, pero en realidad las familias son un cauce por donde se pueden solucionar muchos de esos problemas. Se ha visto durante la pandemia. En la familia ha sido un refugio “donde se nos da afecto y cuidad, es el principal proveedor de cuidados”, como reconoce María José Olesti, directora general de The Family Watch. “Es el fundamento de la sociedad”, dicen desde el Foro de la Familia, y por eso piden una especial protección para ella. Inciden además en que las familias son un beneficio para la sociedad, y que invertir en ellas es una apuesta de futuro.

Perspectiva de familia

“Lo más importante es que la perspectiva de familia esté introducida en todas las políticas locales, que son fundamentales para la decisión de tener hijos o para decidir vivir en una localidad con tus hijos”, sostiene Raúl Sánchez, de la Red Europea de Municipios Family Friendly. Y en especial, no perder de vista la atención al niño: “Tomar como referente las propuestas del proyecto Ciudad de los niños, de tal forma que se proyecte una ciudad a la altura y desde la perspectiva del niño, de esta forma será una ciudad para todos: para las mujeres embarazadas, las familias con niños pequeños, personas con alguna minusvalía física o psicológica, mayores y ancianos. ¡Un niño no molesta, es vida y esperanza!», dice Javier Rodríguez, del Foro de la Familia.

Medidas reales

Algunas ciudades se están tomando muy en serio fomentar espacios y ayudas destinadas a las familias. Estos son algunos ejemplos:

– En la ciudad de Trento han colocado bancos en los parques con espacios específicos para los cochecitos de bebé.

– Varias ciudades italianas celebran los festivales de la familia.

– Hungría ha aprobado ayudas financieras directas para la primera vivienda de una familia.

– Cracovia ha creado tarjetas municipales para que familias numerosas tengan beneficios en servicios municipales.

– Muchas ciudades han incorporado espacios de juego para niños en aeropuertos, ambulatorios y salas de espera. Además, se han establecido asientos reservados para mujeres embarazadas en el transporte público y cambiador de bebés en aseos de centros comerciales, gasolineras y restaurantes. La oferta cultural familiar es importante, así como descuentos para familias numerosas.

Requisitos Family Fiendly

Ya son 73 ciudades de ocho países las que han ingresado en la Red Europea de Municipios Family Fiendly, que comparten buenas prácticas para hacer las ciudades más agradables a las familias. Éstos son los requisitos que tienen que cumplir:

1 – Que cuenten con las asociaciones de familias.

2- Que tengan servicios dirigidos a las familias.

3 – Que haya beneficios para familias (desgravaciones fiscales, descuentos en servicios públicos, prestaciones, etc).

4- Que tengan un responsable, departamento o concejalía dedicado a las familias.

5- Que cuenten con un plan estratégico de política familiar.

6- Que existan puntos informativos para familias (oficina física o en internet).

7- Que haya políticas de conciliación familiar para los empleados municipales.

8- Políticas para facilitar el acceso a la vivienda a las familias.

9- Urbanismo amigable para las familias, adaptado a niños, cochecitos, etc.

10- Que se organicen anualmente actividades familiares.

La Red ha sido propuesta como ejemplo de buena práctica por el secretario general de la ONU en la asamblea general de febrero de 2020.

Fuente: Aleteia

¿Que la mujer sea sexy o femenina?

Una mujer plantea un problema de pareja debido a cómo se presenta vestida

Por Orfa Astorga de Lira

Mi esposo me cela demasiado, tanto que ha llegado a hablar de divorcio. Lo conozco y sé que habla en serio, algo que me duele muchísimo, pues lo amo en verdad —se expresaba muy acongojada en consulta una joven señora.

Y continuaba explicando su caso:

—Piensa que llamo la atención y soy coqueta, porque voy al gimnasio y uso ropa un poco ajustada. Me insiste que debo vestir en forma más recatada, y lo he hecho, pero no veo la razón en dejar de vestirme a la moda, o como a mí me gusta.

Lo cierto es que mi esposo se casó conmigo, tal cual mi apariencia, y ahora resulta que no le parece.  Ya me imagino saliendo a la calle con un burka, como las mujeres de los taliban, faltaba más.

«Usted puede ser muy atractiva…»

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—Pasa que usted puede ser muy atractiva, sin necesidad de llamar la atención, me refiero a ser aún más femenina. Un cambio por el que puede lograr que su esposo la redescubra, como la persona con quien se casó y sigue enamorado.

—No lo entiendo del todo, pues para mí ser atractiva y femenina, no está reñido.

—Bueno, es importante aclarar que, en su sexualidad, lo propio de la mujer es la belleza de su feminidad que cualifica a toda su persona, no solo en lo corporal. No es solo la belleza de una cara, un cuerpo o una cierta forma de vestir, sino una belleza que atrae y reúne por sus cualidades, como el ser muy práctica, intuitiva, servicial y, sobre todo, sensible.

Una belleza que no es provocadora, sino que convoca y agrada desde su trato personal. Un trato en el que, expresando su sexualidad con dignidad, su vestido, accesorios y maquillaje, siendo de buen gusto, no llaman más la atención que su persona misma.

Dicho de otra manera, la sexualidad atrae en lo sensible, pero la feminidad convoca el amor personal.

La sexualidad atrae en lo sensible, pero la feminidad convoca el amor personal.

—Ahora que lo dice, recuerdo malas experiencias con pretendientes que se la daban de seductores con manos largas, y no faltó que uno de esos atolondrados me propusiera matrimonio, lo que rechacé sin pensarlo.  

Todo fue muy distinto cuando conocí a mi esposo.

—¿Podría platicarme, por qué se enamoraron hasta tener la voluntad de casarse?

—Bueno, yo bien sé que le atraje físicamente, pero a diferencia de otros, él tuvo la buena voluntad de respetarme y tratarme, hasta conocerme. Lo que a mí también me dio esa oportunidad. Pienso que fue de esa manera, que ambos supimos captar nuestra realidad en su bondad personal, y entonces, dispusimos nuestra voluntad para enamorarnos hasta llegar al matrimonio.  

Ahora que lo estoy explicando así, en los mismos términos que usted usó, comienzo a reconocer mi error.

—Pues lo está haciendo muy bien… siga explicando por favor.

Evitar que el cuerpo oculte a la persona

—Entiendo que, al estar más pendiente de mi físico que de mi espíritu, mi cuerpo ha comenzado a ocultar a la persona de la cual mi esposo se enamoró, y eso es lo que ha comenzado a afectar su amor.

«Voy a ganar mucho»

También comprendo que cuento con mi libertad para enmendar mi error, vistiendo más recatada pero con buen gusto, así como en reeducarme en ciertos aspectos de mi feminidad. Bien pensado, parecería que voy a perder algo, cuando en realidad voy a ganar mucho.

—Eso es una gran verdad, y te felicito por tus conclusiones, que señalan toda una tarea para el bien vivir la sexualidad, al servicio del amor.

«El cuerpo humano sexuado en su significado esponsal, permite descubrir al otro y al mundo como don. Este significado está profundamente ligado con la libertad, pues quien no se autoposee tampoco puede darse libremente al otro, no puede donarse.» (José María Yanguas)

Fuente: Aleteia

La corrupción como descomposición de las relaciones constitutivas del ser humano

UNA REFLEXIÓN TEOLÓGICA

El papa Francisco ha destacado en su magisterio la gravedad de la corrupción como una categoría moral que va más allá del propio concepto de pecado personal. Si los pecadores son perdonados, los hombres corruptos han cerrado su corazón a dicho perdón. Sus enseñanzas nos recuerdan al pecado contra el Espíritu Santo y al concepto de “pecado social”. Sus palabras son de gran actualidad en una sociedad donde la corrupción se extiende como una plaga en instituciones y personas que debían dar ejemplo de honradez y responsabilidad. En este trabajo. nos acercamos al concepto de corrupción desde la perspectiva teológica, aportando luz para prevenir la corrupción y sus efectos desbastadores para la consecución del bien común y la confianza ciudadana que se tiene que dar en la vida social.

El lenguaje ordinario siempre resulta esclarecedor cuando queremos acercarnos a términos complejos. En general, el uso del lenguaje que la gente corriente realiza corresponde a lo más genuino de la realidad que se quiere expresar, aunque en una sociedad globalizada ―tan mediatizada por la propaganda, lo políticamente correcto y los intereses particulares influenciados por los grandes lobbies políticos, económicos y sociales― la lengua común también necesita parámetros correctivos que nos permitan llegar al significado normal de lo que se ha querido trasmitir, no sólo en el presente sino también a lo largo de la historia de los conceptos que usados en el pasado garantizan un futuro expresable con sentido.

Con todo, es verdad que siempre jugaremos con normas polisémicas y con el uso de la analogía, es decir, con la ambigüedad de comunicación de la realidad y con las profundas cuestiones epistemológicas que han llenado páginas de los más insignes pensadores de todos los tiempos. Sin embargo, los autores clásicos de la antigua Grecia eran conscientes de que para el hombre corriente las cuestiones más apremiantes eran las que correspondían con la vida práctica. Para Aristóteles, antes que todo era la política y después la ética, las cuestiones metafísicas venían después. Por eso, las posturas filosóficas de corte realista han descubierto que la descripción de tipo narrativo es esclarecedora para acercarse a la veracidad de los hechos en su dinamicidad histórica y relacional. En ese sentido, podemos comprobar que el ser humano necesita de la tribu o comunidad puede desarrollar el lenguaje y el pensamiento. Esa es la razón por la que los griegos clásicos entendían que lo primero de todo era reconocerse como ciudadano perteneciente a una polis, donde gracias a la socialización es posible madurar como un ser humano que realiza su propia naturaleza perfectiva.

Siguiendo esta línea argumentativa, descubrimos que hay conceptos y categorías que para comprenderlos en su sentido más originario debemos recurrir a un estudio al que podemos denominar “arqueológico” ―lo que corresponde más técnicamente con la descripción de “etimológico”― ya que el paso del tiempo los ha llenado de adhesiones, manipulaciones y dobles sentidos. Suelen ser conceptos esenciales, pero donde todos los pensadores y culturas han querido dejar sus apreciaciones, muchas veces a costa de perder la frescura inicial semántica.

Por otra parte, hay cuestiones que nos remiten al sentido y a la finalidad más profunda de la naturaleza de los seres humanos y es aquí donde entra en juego la posibilidad de que el ser humano se trascienda y piense teológicamente; esto último, implica que el ser humano active la capacidad que posee de pensar la realidad desde Dios, lo que le permitirá escrutar todo lo existente desde una perspectiva del “exceso”, como bien señaló en sus obras el teólogo Gesché (2004). Precisamente, esto es lo que queremos intentar en este trabajo teológico en torno a un concepto que ocupa mucho tiempo de nuestras conversaciones diarias y que no es otro que el de la corrupción, aquello que se puede definir, no sin cierta ironía, como “una cosa terrible que hacen muchos, pero siempre otros” (Santos, 2018: 70).

1. El uso común del término corrupción: etimología, significante y significado

Es conveniente recurrir, como primera instancia de estudio, a la etimología de la palabra corrupción. Su origen es latino y corresponde a la palabra corruptio, la cual está compuesta del prefijo con- que muta en cor- por asimilación a la primera letra de la raíz rumpere a la que también se le añade el sufijo -tio que indica la acción y efecto del significado de la raíz. El prefijo con- añade el contenido de junto, cerca de, globalmente, al significado de rumpere: quebrar, partir, hacer pedazos, hacer estallar1. Con lo cual, podemos afirmar que etimológicamente con corrupción describimos un proceso en cuya dinámica lo que se encuentra unido y junto se separa, se quiebra, se disgrega, se descompone. Si la noción de corrupción la aplicamos al ámbito de la biología y de la química su campo significativo se orienta hacia conceptos como descomposición, putrefacción, disolución, aumento de la entropía o ruptura del sistema. Por su parte, si queremos referirnos a un sentido ético, la corrupción implica la connotación de mentir, sobornar, viciar o pervertir a alguien ya que su supuesta e inquebrantable honradez salta por los aires. Además, si unimos la etimología con la experiencia podemos ―tomándonos cierta licencia― indicar que la corrupción puede conllevar el sentido de destrozar, romper, destruir junto con otros, en complicidad, de tal modo que en el campo económico y social, la corrupción nos evocará realidades como tramas comerciales o financieras de tipo mafioso, tráfico de influencias, informaciones privilegiadas o enriquecimiento ilícito entre otras plagas disgregadoras. Pero también la corrupción encuentra un ámbito propicio para su propagación en el contexto del “poder” que ostentan los gobiernos de los Estados donde, a veces, la co-rrupción se inicia en un sentido parecido al de disgregación para posteriormente producir una implosión que se traduce en querer confundir y difu-minar los límites de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Y todo ello, sin olvidar que los cadáveres se corrompen al disgregarse su materia corporal, la cual estaba unida por el principio de vida.

Si recurrimos a los diccionarios, resulta muy interesante y esclarecedor repasar las acepciones que de la palabra “corrupción” recoge Lomnitz (2000) a lo largo de la historia de dicho vocablo; así, un estudio diacrónico léxico nos remite: a la transformación del estado natural de una sustancia, a la sangre del condenado, a un carácter depravado o pervertido, al delito de cohecho o a la infidelidad, a un término con sentido jurídico y económico, a los idiomas contaminados o incorrectos por error o por alteraciones idiomáticas viciadas, a la adulteración y a la pérdida de inocencia por violación o seducción.

Por otra parte, Brioschi (2010) ha mostrado cómo la corrupción es un fenómeno que ha acompañado siempre a la historia del hombre, llegando a formar parte de nuestro acervo cultural, comprendiéndose como una tara propia del ser humano, algo que nos recuerda al concepto teológico del pecado original, el cual nos acompaña marcando nuestra naturaleza humana que desde la más tierna infancia se doblega a los hechizos del poder (quiero – no quiero), del tener (mío – no mío) y del placer (gusta – no gusta). Así, desde nuestra niñez, las relaciones que nos constituyen en cuanto seres sociales que somos ―y que nos permiten desarrollarnos en cuanto seres humanos con una condición personal relacional y perfectiva― se presentan a nuestra consideración responsable y a nuestra administración ética; de tal modo que cuando nos dejamos llevar por los cortocircuitos que rompen dichas relaciones nos vamos alejando paulatinamente de nuestro propia maduración personal y, en cambio, nos vamos encaminando a la creación de una doble naturaleza que, además de encontrarse aislada relacionalmente, implica la disgregación de nuestra personalidad, la cual se irá sintiendo cada vez más atraída por los bienes externos de nuestro actuar como son el despotismo, el dinero o la fama, olvidando los bienes internos pertenecientes a nuestro actuar como seres humanos, los cuales logran hacernos buenos con el bien y los bienes propios que nos corresponden por nuestra naturaleza (MacIntyre, 1982; 2016).

Dicha perfección teleológica del ser humano se constituye en cuatro alteridades fundamentales que son: con el absolutamente Otro (Dios), los otros (nuestros prójimos y hermanos), lo otro (cosmos, naturaleza y cosas) y uno mismo (conociéndonos a nosotros mismos). Estas relaciones son las que realmente nos permiten entendernos a nosotros mismos, lograrnos como personas y en último término salvarnos. En este marco que estamos describiendo del crecimiento personal de los seres humanos, la noción de corrupción se caracteriza por tener la capacidad de descentrarnos, con una fuerza que es centrípeta en su origen codicioso, avaro, autoritario, egoísta y hedonista, pero en un segundo momento se trasforma en fuerza centrífuga, de tal modo que el ser humano termina por convertirse en una mónada pétrea sin comunicación y llena de brechas internas que provocan una personalidad fragmentada y rajada y, por eso mismo, avocada a las neurosis más severas, lo que implicará la descomposición y disgregación de las relaciones constitutivas.

Si el médico y humanista Laín Entralgo (1993) definió al hombre y a la mujer como seres písticos ―llamados a creer y ser creídos―, elpídicos ―instados a esperar y ser esperados― y agápicos ―necesitados de amar y ser amados―, la corrupción trasforma a la persona humana, según el papa Francisco (2015; 2017), en todo lo contrario: satisfecha, autosuficiente, ventajista, nominalista-gnóstica, superficial, ambiciosa, frívola, mentirosa, impúdica, sinvergüenza, hipócrita, triunfalista, mundana espiritual, inmanentizada, nepotista, proselitista, auto-justificadora, mediocre, simoniaca, indiferente.

A estas alturas, los lectores podrán haberse dado cuenta de que hemos hablado de la corrupción en términos no exclusivamente económicos. Y posiblemente, esto último necesita una aclaración antes de terminar este apartado. Como hemos intentado mostrar, la corrupción es algo más profundo de lo que normalmente se entiende. Es cierto que hemos comenzado por invocar una vuelta al lenguaje corriente, pero eso no implica quedarse anclado en una utilización determinada de un concepto, por muy mayoritario que sea ese uso. Creemos que -por los ejemplos que hemos ido poniendo- queda meridianamente claro que en el lenguaje común todos utilizamos el término de “corrupción” aplicándolo a varios campos semánticos, pero indudablemente su significado está ligado al ámbito de las relaciones económicas. En cierta medida, pasa lo mismo que con el estudio de la axiología, ciencia que se ocupa de los valores, pero todos sabemos que aunque el concepto de valor es más amplio y rico que su mero uso para describir la dimensión crematística de una realidad, en el día a día, la referencia al valor en términos de riqueza y posesión suele ser su comprensión y empleo principal. En definitiva, para concluir esta sección, podemos recordar las palabras del autor sagrado, según las cuales: “el dinero todo lo allana” (Qo 10, 19).

2. Una visión de la corrupción a la luz de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia tomando como disculpa algunas afirmaciones del papa Francisco

Cuando el cardenal Jorge María Bergoglio fue elegido Obispo de Roma inmediatamente las librerías se llenaron de sus escritos. Es de todos sabido que el papa Francisco nunca se había dedicado a la teología, pero en sus distintos servicios pastorales había ido desarrollando una doctrina pastoral de carácter inductivo muy propia de la conocida teología del pueblo. Además, era conocida su influencia en la elaboración del Documento Final de Aparecida, correspondiente a la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, ocupando la presidencia de la Comisión encargada para su redacción. Teniendo en cuanta los datos anteriores y los años de formación académica del actual pontífice, el profesor Borguesi (2018) ha realizado un cuidadoso estudio sobre la líneas matrices y conductoras que le llevarán a describir una biografía intelectual del papa Francisco2. Con todo, está claro que desde el comienzo de su pontificado, la virtud de la misericordia pasó a tener una prioridad, como así nos lo presenta Scannone (2017) al describir la ética social del papa Francisco como el evangelio de la misericordia en el espíritu del discernimiento. Pero paradójicamente, esa misericordia que se entiende en términos de cercanía, donde Jesús se hace el encontradizo con el hombre, lo mira y lo elige como indica en su lema papal ―miserando atque eligendo―, contrasta con otras afirmaciones muy duras del actual pontífice como son las expresadas en Evangelii gaudium, donde dirigiéndose a la economía reinante de libre mercado fundada en la “confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los medios sacralizados del sistema económico imperante” (Francisco 2013a: n. 54), la acusa de “matar”; describiéndola como una economía de exclusión y de iniquidad que forja y elabora una “cultura del descarte”, donde los seres humanos excluidos no son sólo explotados sino que siendo considerados “sobrantes” son verdaderamente “desechos” (Francisco, 2013a: n. 53).

Pues bien, en esa misma línea de contraste podemos situar sus duras y radicales afirmaciones sobre la corrupción: “Podríamos decir que el pecado se perdona; la corrupción, sin embargo, no puede ser perdonada. Sencillamente porque en la base de toda actitud corrupta hay un cansancio de trascendencia: frente a Dios que no se cansa de perdonar, el corrupto se erige como suficiente en la expresión de su salud: se cansa de pedir perdón” (Bergoglio, 2013: 27); “nos hará bien volver a decirnos unos a otros: “¡pecador sí, corrupto no!’, y decirlo con miedo, no sea que aceptemos el estado de pecado como un pecado más” (Bergoglio, 2013: 15).

Tales palabras parecen hacer referencia al reverso negativo del conocido concepto de la opción o intención fundamental, pero precisamente ahora esa elección holística no iría dirigida hacia Dios sino hacia el mal.

2. 1. La corrupción como estructura de pecado

Las expresiones del papa Francisco nos pueden remitir a una comprensión de la corrupción como una concreción paradigmática del pecado social y de las estructuras de pecado que desarrolló en su magisterio el papa Juan Pablo II y que con una variada terminología habían ya introducido en el imaginario católico contemporáneo los obispos latinoamericanos en Medellín y Puebla3. Ciertamente que el pecado personal siempre tiene una dimensión social, pero con el concepto de pecado social nos referimos aquí directamente a esos pecados que el Compendio de doctrina social de la Iglesia define como:

Todo pecado cometido contra la justicia en las relaciones entre persona y persona, entre la persona y la comunidad, y entre la comunidad y la persona. Es social todo pecado contra el bien común y contra sus exigencias, en toda la amplia esfera de los derechos y deberes de los ciudadanos. En fin, es social el pecado que se refiere a las relaciones entre las distintas comunidades humanas (Pontificio Consejo justicia y paz, 2009: n.118).

Pero en Sollicitudo rei sociales, Juan Pablo II (1987) aportó una novedad interesante al incorporar la categoría de estructuras de pecado, la cual el Papa introduce cuando realiza una descripción de las causas por las que la situación social a nivel internacional no ha mejorado sino más bien empeorado, lo que provoca que se presente como “necesario denunciar la existencia de unos mecanismos económicos, financieros y sociales, los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de unos y de pobreza de otros” (n. 16). De esta manera, en el número 36 de la encíclica al pecado social ―entendido como el “fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales”4― se le añade la noción de estructuras de pecado:

Si la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa índole, se debe hablar de ‘estructuras de pecado’, las cuales ―como ya he dicho en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia― se fundan en el pecado personal y, por consiguiente, están unidas siempre a actos concretos de las personas, que las introducen, y hacen difícil su eliminación. Y así, estas mismas estructuras se refuerzan, se difunden y son fuente de otros pecados, condicionando la conducta de los hombres (Juan Pablo II, 1987: n. 36).

A renglón seguido, el papa indica dos actitudes contemporáneas que comporten dichas estructuras de pecado, a saber:

El afán de ganancia exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad. A cada una de estas actitudes podría añadirse, para caracterizarlas aún mejor, la expresión: ‘a cualquier precio’. En otras palabras, nos hallamos ante la absolutización de actitudes humanas, con todas sus posibles consecuencias (Juan Pablo II, 1987: n. 37).

A la luz de estas enseñanzas se pueden interpretar las expresiones del papa Francisco en las que se afirma que:

¡La corrupción no puede ser perdonada! La corrupción es el pecado que, en lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado como sistema, se convierte en costumbre mental, una manera de vivir (…). La corrupción no es un acto, sino una condición, un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir. El corrupto está tan encerrado y saciado en la satisfacción de su autosuficiencia que no se deja cuestionar por nada ni por nadie (Francisco, 2016: 91; 93-94).

Desde esta clave interpretativa, se enciende que el pecador sí puede ser perdonado cuando reconoce su pecado, se arrepiente, pide perdón y se convierte; pero la corrupción no se perdona, es imposible porque es un mal estructural, no hay un sujeto al que perdonar, ya sea individual o colectivo. Nos encontramos ante un verdadero pecado estructural, el cual, ciertamente, es responsabilidad de las personas que lo han originado y que lo mantienen con su constante situación pecaminosa. Los corruptos son los que colaboran con su corrupción personal, particular y concreta al mantenimiento de ésta y ellos viven en el estado de corrupción como si fuera su propia casa-hogar. En definitiva, el corrupto ha creado una doble naturaleza que se encuentra armonizada con la situación generalizada de los intereses corruptos que imperan y regulan gran parte de la sociedad que él mismo ha ido forjando. Por eso, creemos que es legítimo decir que la corrupción expresa el significado del pecado estructural al que los que están inmersos en la corrupción llenan de contenido, a la vez que se encuentran atrapados en la misma madeja por ellos formada, ya que como pecado estructural que es, la corrupción les lleva a seguir pecando por mediación de la propia red estructural que se autogenera y que, al mismo tiempo, les atrapa. En el fondo, estamos ante otra manifestación real e histórica de la mitológica historia de la Hidra de Lerna de renacientes cabezas, la cual nos evoca la experiencia del avance silencioso del mal en los tejidos de la sociedad, la hidra siempre avanza y al mismo tiempo multiplica sus cabezas, a la vez que atrapa a los incautos que caen hechizados de su magia tentadora.

Entendida como estructura de pecado, la corrupción en sí misma no puede perdonarse porque es un sistema, como bien señala Xavier Pikaza es un “sistema injusto”, consistente en una verdadera “estructura demoniaca” (2017: 7). Lo que nos recuerda los laberintos diabólicos concéntricos de la muerte que señalaba el teólogo Jürgen Moltmann (2010) en su conocida obra El Dios crucificado. Siguiendo esta clave hermenéutica, la dimensión diabólica de la corrupción es disgregación como la misma etimología de diabólico indica: dia (a través, entre) y bolos (tirar, arrojar, el que tira entre dos). Por tanto, este aspecto diabólico nos evoca los significados de dividir, separar o arrojar uno contra otro. Moltmann (2010) enumera los siguientes laberintos diabólicos: en el campo económico nos encontramos con la pobreza que es provocada por la corrupción de la explotación y el dominio de clases, la cual se manifiesta en el hambre, la enfermedad y la mortalidad temprana; dentro de la pobreza y en la dimensión política se encuentra el laberinto de la violencia, que se produce por la dictadura, el señorío de clase y los privilegios y se manifiesta en los derechos conculcados, las espirales violentas, la carrera y venta de armamentos so capa de prevención y disuasión. El siguiente laberinto es el del extrañamiento racial y cultural y que se incluye dentro de los anteriores de la pobreza y la violencia, en este círculo diabólico es donde los hombres se hacen manipulables, acomodados, dominables, privados de iniciativa y vendidos al más fuerte y rico, lo cual se manifiesta, según el teólogo alemán, en la opresión y alienación racial, cultural y tecnocrática. Los círculos diabólicos anteriores se unen en el círculo laberíntico del abuso de la naturaleza en aras de la industria, todo ello provocado por la búsqueda de un progreso técnico e industrial que se manifiesta en una crisis ecológica amenazadora de los medios de subsistencia y de la vida en cuanto tal; para concluir con el último laberinto concéntrico que es “el laberinto diabólico del absurdo y el abandono de Dios” (Moltmann, 2010: 368-375).

Atrapado en las hidras que le aferran a estos laberintos intercomunicados y que forman estos cinco círculos diabólicos, el corrupto rompe las relaciones sanas y buenas que le constituyen y le hacen crecer como ser humano y, en la obnubilación a la que está sometido por tal situación, se le presenta como muy difícil la conversión, especialmente por la falta de conciencia de su situación personal y de su falta de sensibilidad por los pecados. El corrupto cuando llega a estos extremos ya no es sólo un pecador, sino un corrupto atrapado en la red o entramado de la corrupción, de tal modo que no es capaz de reconocer su propia situación y cree que ese mundo -como los encadenados de la caverna de Platón- es el único posible, sin percatarse de que él mismo es un corrupto colaborador acrítico del modo de vida que ha creado. Por eso, su situación -clínicamente hablando- es de extrema gravedad y la salida sólo puede discurrir por un proceso de “curación” (Bergoglio, 2013: 19). Una curación que implica procesos de liberación para que el corrupto convertido pueda ser perdonado; pero no nos engañemos con falsas esperanzas: la corrupción en sí misma debe ser aniquilada, sin pararse a mirarla a los ojos o dialogar con ella.

2.2. La corrupción como pecado contra el Espíritu Santo

Las palabras del papa Francisco también pueden evocarnos el conocido y misterioso texto en el que Jesús afirma la imposibilidad de perdón para los pecados contra el Espíritu Santo (Mt 12, 22-37; Mc 3, 28-30). La interpretación más directa es comprenderlas como dirigidas a aquellos que como los “maestros de la ley” atribuyen las obras de Jesús a Satanás y no al Espíritu. En la raíz de ello está la obstinación en cambiar la realidad; en este caso, nos encontramos ante unos signos milagrosos realizados por Jesús que sin embargo son atribuidos a un endemoniado, de tal modo que se tergiversan los hechos (Guijarro & García, 2000; Brown, 2010). Pero, obviamente, de modo indirecto, este pasaje constituye para nosotros una advertencia: “no porque Dios no pueda perdonar todos los pecados, sino porque ese hombre, en su obcecación frente a Dios, rechaza y desprecia las gracias del Espíritu Santo” (Facultad de Teología. Universidad de Navarra, 2010: 1037).

De lo dicho se puede ver el paralelismo con las afirmaciones del papa Francisco y la corrupción. El corrupto está feliz de su situación, tiene una percepción distinta de la realidad y la tergiversa, se miente a sí mismo y miente a los demás, entra en el círculo laberíntico de la mentira que es también diabólico ya que el diablo es el “padre de la mentira” (Jn 8, 44): “En el núcleo mismo del juicio que hace un corrupto se instala una mentira, una mentira a la vida, una mentira metafísica al ser que, con el tiempo, se volverá contra quien la hace. En el plano moral esto es evitado por los corruptos, proyectando su maldad en otros” (Bergoglio, 2013: 37).

Como consecuencia, el corrupto “ha construido una autoestima que se basa en actitudes fraudulentas: pasa la vida en mitad de los atajos del oportunismo, a expensas de su propia dignidad y de lo de los demás (…). La corrupción hace perder el pudor que custodia la verdad, la bondad y la belleza” (Francisco, 2016).

Un texto paradigmático y que el propio papa Francisco señala es el pecado de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11). El santo padre lo pone en relación al texto de la carta a los Hebreos que nos advierte que debemos vigilar “para que nadie sea privado de la gracia de Dios y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad” (Hb 12, 15) y lo comenta describiéndolo no como un simple pecado sino identificándolo como un “estado de corrupción” (Bergoglio, 2013: 50).

Para comprender el sentido profundo de este texto, me he servido de la investigación realizada por Vargas (2018), en este trabajo, el autor destaca que el pecado de estos ancianos atenta contra la unidad de la comunidad cristiana, reflejada en los bienes compartidos por “todos los creyentes” (Hch 4, 32), además de consistir en una mentira contra esa misma comunidad y el Espíritu Santo, verdadero y último fuente de unidad. Notemos que Ananías y Safira están llenos de Satanás (5, 3) y eso es lo que les lleva a mentir, además sin necesidad (5, 4), lo que provocará su castigo. La trama es recurrente en cuanto paradigma de corrupción: lo problemático es el afán de dinero y de riqueza, los bienes materiales y externos que llevan a abandonar la consideración de la excelencia de los bienes virtuosos, rompiendo la unidad de la comunidad a la que se pertenece y sirviéndose de la mentira y el engaño, es decir, manipulando la realidad y queriendo mantener los hechos en la oscuridad de lo secreto, aunque el texto nos descubre que todo es visible a los ojos de Dios.

3. Del hombre corrompido a la globalización de la corrupción

Lógicamente, dar respuesta a la cuestión ética de la corrupción en el terreno político, social, judicial y económico es una tarea que supera las capacidades de este estudio. En este apartado sólo intento realizar una descripción fenomenológica de la corrupción en un mundo globalizado, que, precisamente por eso, origina un modo y estilo de vida que se pretende universalizar y que se traduce en un modo uniforme de acercarse a las cuestiones sociales. En este contexto, incluso la protesta y la indignación que pretende salirse de la fila marcada por lo políticamente correcto es rápidamente incluida en unos parámetros y clichés concretos (Innera-rity, 2015).

También la corrupción se mide y así tenemos los informes de varias ONG dedicadas a la medición de la corrupción como son los realizados periódicamente por Transparencia Internacional (2003) que define la corrupción de un modo tan sencillo como el abuso de poder otorgado para obtener un beneficio privado. Pero existen un numeroso grupo de organizaciones e instituciones que se dedican a ello como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, creada en 1998, la Oficina de Lucha Contra el Fraude de la Unión Europea, la Oficina de Lucha contra el Soborno y los distintos organismos de control de los diferentes poderes como son los Tribunales de cuentas, las Oficinas anticorrupción, los Códigos deontológicos, los Informes de gastos y presupuestos, así como el trabajo de los medios de comunicación social. Creemos que como información y recogida de datos son instituciones e iniciativas necesarias para tomar conciencia del Lebiathan al que estamos incorporados, a la vez que su función debe estar al servicio de mantenernos informados sobre el mundo en el que nos encontramos y que estamos forjando individual y colectivamente.

Pero como bien señala Bernardo Pérez Andreo, estos datos no pueden ser más que una toma de conciencia que debe conducir a una reflexión sobre la realidad antropológica de la corrupción, así como a un análisis de los mecanismos que llevan a la perversión de nuestros sistemas e instituciones (Pérez, 2017: 19), lo cual nos conduce a la necesidad de un planteamiento ético que debe reclamar soluciones no sólo normativas sino educativas y virtuosas; donde la profundización religiosa y teológica nos llevará a añadir otras claves hermenéuticas como la posibilidad de conversión y la denuncia de la corrupción. Aunque eso vaya en contra de lo que muchas veces es políticamente correcto en la sociedad en la que nos movemos ―la cual suele apelar en su defensa a una supuesta separación entre lo religioso y lo político por parte de absolutistas separacionistas de estas dos dimensiones, queriendo enmarcar y encorsetar toda la realidad en los marcos preestablecidos por la gran división de lo público y lo privado―. Sin embargo, no se puede negar que dicha denuncia es profética y que al igual que el profetismo del Antiguo Testamento (Jaramillo, 1992), personas como Martin Luther King o actualmente el papa Francisco son instancias religiosas desde donde han salido las denuncias más contundentes contra la desigualdad y la corrupción, aunque también habrá que reconocer que tales males se conocen por propia experiencia, al haberse también localizado en las instituciones religiosas a lo largo de la historia (Walzer, 2010: 226). Por otra parte, para no pecar de ingenuos, no podemos olvidar un fantasma que está detrás de toda la información recibida y que magistralmente expresó en el comienzo de su conocida obra Revel (2007: 23): “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.

Dicho todo lo anterior, hay que reconocer que cotidianamente nos encontramos con noticias relacionadas con la corrupción, debemos advertir que la siguiente numeración que ahora realizamos es sólo organizativa y no indica una prevalencia o importancia interna, aunque se puede encontrar cierta ley de concatenación.

3.1. Echar mano a la caja

En un primer lugar, podemos dirigir nuestra mirada a lo que solemos relacionar con la expresión “echar mano a la caja” (Sandel, 2007: 101) como son: “sobornos, pago de favores, tráfico de influencias, representantes de grupos de intereses que llenan los bolsillos de algunas autoridades públicas a cambio de contactos y favores” (Sandel, 2007: 101), el afán de lucro desmedido, tratados de libre comercio internacionales injustos por la situación de superioridad de una de las partes, mecanismos financieros y de libre comercio que conllevan una economía de “la exclusión”, “del descarte” y en definitiva el sostenimiento a “una economía que mata”, ya que el sistema es una dictadura que idolatra el dinero y crea un sistema social injusto de raíz (Francisco, 2013: 53; 54; 55, 59).

3.2. Manos sucias

En un segundo lugar, podemos seguir con la imagen anteriormente utilizada y hablar de las “manos sucias” (Walzer, 2010: 385-406), muy unida laberínticamente y concéntricamente con la anterior, con la imagen de estas manos queremos hacer referencia a la corrupción del poder ―en España, corresponde a las instancias donde puedes solicitar la petición de “no me des dinero, ponme donde lo haya, que ya me ocuparé yo de to-marlo”― aquí se incluirían las siguientes situaciones corruptas: la información privilegiada, el nepotismos, el amiguismo, los partidismos ideológicos, el engaño al electorado -que puede ser legal democráticamente pero no legítimo moralmente- prometiendo a los votantes cosas imposibles (Walzer, 2010: 212), la extorsión, el chantajes, los privilegios burocráticos, las políticas populistas en vistas a adormecer a la sociedad civil, la creación de un temor popular, el control de la comunicación, los engrandecimientos profesionales, la demagogia, el abuso de la naturaleza y la destrucción del medio ambiente con meros fines de enriquecimiento particular, la educación condicionada a la ideología reinante, la no separación de poderes y el no reconocimiento de la autonomía de las cosas creadas (Gaudium et spes, 2000: n.36).

3.3. Manos caídas

En tercer lugar, lo que podemos llamar manos caídas: correspondiente a una corrupción que suele pasar más desapercibida, la que coincide con el pasotismo y la indiferencia de los estómagos agradecidos. Es la corrupción de la pasividad y la omisión ante el mal detectado, a veces con el analgésico de que nada se puede hacer o invocando un supuesto mal menor. El filósofo Michael Sandel lo describe de este modo:

Hay otra clase de corrupción que se está abriendo paso paulatinamente a la vista de todos. No conlleva robo ni fraude, sino más bien un cambio en las costumbres de los ciudadanos, un distanciamiento con respecto a las responsabilidades públicas (…) La corrupción cívica, acaba siendo más perniciosa que la primera (Sandel, 2007: 101).

Podemos evocar en este sentido el poema del pastor Martin Niemöller (1946):

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guarde silencio, porque yo no era comunista Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí, no había nadie más que pudiera protestar.

Todo esto nos debe llevar a la pregunta por las causas para que una sociedad entre en esta apatía, en especial los jóvenes que desconfían del mundo que les toca en heredad (CELAM, 2007: 77; 445). Así lo recogía también el Instrumentum laboris para el pasado sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, el que puso en evidencia:

…sus temores y algunas dinámicas sociales y políticas que, con diferente intensidad en varias partes del mundo, obstaculizan su camino hacia un desarrollo pleno y armonioso, causando vulnerabilidad y escasa autoestima. Algunos ejemplos son: las fuertes desigualdades sociales y económicas que generan un clima de gran violencia y empujan a algunos jóvenes en los brazos de la mala vida y del narcotráfico; un sistema político dominado por la corrupción, que socava la confianza en las instituciones y hace legítimo el fatalismo y la falta de compromiso; situaciones de guerra y de pobreza extrema que empujan a emigrar en busca de un futuro mejor. En algunas regiones, pesa la falta de reconocimiento de las libertades fundamentales, incluso en el campo religioso, y de las autonomías personales por parte del Estado; mientras que en otras regiones la exclusión social y la ansiedad por rendimiento empujan a una parte del mundo juvenil en el circuito de las adicciones (drogas y alcohol en particular) y del aislamiento social. En muchos lugares, la pobreza, el desempleo y la marginación llevan a un aumento del número de jóvenes que viven en condiciones de precariedad, tanto material como social y política (Sínodo de los Obispos, 2018: n.7).

3.4. Manos mafiosas

En cuarto lugar, podemos referirnos a una serie de corrupciones que pueden incluirse en la esfera de la expresión “manos mafiosas”, lo que implica la interrelación de las anteriores “clases de manos”5. El desprecio por la vida ya sea en razón del sexo, la raza, la condición familiar, la condición de libertad, la ciudadanía, la ideología, la cultura, la educación, los posibles económicos, las discapacidades, la productividad o el tamaño del ser; por ahí se acercan el genocidio y el terrorismo, el aborto y la eutanasia. Pero también el tráfico de armas, de órganos, el narcotráfico, el aprovecharse de los jóvenes, la trata de personas, el desprecio, la conculcación de los derechos humanos y el ser humano como mercancía de sindicatos criminales y mafiosos.

3.5. Manos técnicas

En quinto lugar, la corrupción de las “manos técnicas”, donde impera despóticamente la razón instrumental, del poder hacer, donde lo moral pasa a ser lo técnicamente posible y el ser humano es considerado un objeto técnico, llamado a ser dominado o incluso un derecho de los demás en el caso de los “bebés-medicamentos”. En este nivel descrito, el ser humano pasa a ser criado, producido, seleccionado o mejorado.

3.6. Manos vacías

La corrupción de las “manos vacías”, aunque éstas corresponden más a las víctimas que a los culpables. Los pobres ―muchas veces― se ven atrapados en esta hidra de variadas corrupciones y participan de ella perdiendo la conciencia del mal y de la podredumbre donde se encuentran. La Iglesia ha denunciado y avisado de la corrupción que se implanta en el mundo de la pobreza, situación a la que muchos se ven abocados y en donde situaciones cambiantes provocan el olvido de las injusticias antes sufridas, pasando algunos a ser los nuevos corruptos, ya sea por grupos étnicos que llegan al poder después de otros (Sudáfrica después del apartheid o las relaciones entre las distintas tradiciones religiosas en Bosnia) o democracias en que la revancha al adversario político crece en una espiral ascendente o en injusticias organizadas contra los pobres, inmigrantes o minorías (Ignatieff, 2018). También la Iglesia ha advertido ante este grave problema que suele ser tratado de manera cínica por la sociedad. Así hablaba el Documento conclusivo de Puebla:

La riqueza absolutizada es obstáculo para la verdadera libertad. Los crueles contrastes de lujo y extrema pobreza, tan visibles a través del continente, agravados, además, por la corrupción que a menudo invade la vida pública y profesional, manifiestan hasta qué punto nuestros países se encuentran bajo el dominio del ídolo de la riqueza. En los últimos años se advierte un deterioro creciente del cuadro político-social en nuestros países. En ellos se experimenta el peso de crisis institucionales y económicas y claros síntomas de corrupción y violencia. Dicha violencia es generada y fomentada, tanto por la injusticia, que se puede llamar institucionalizada en diversos sistemas sociales, políticos y económicos, como por las ideologías que la convierten en medio para la conquista del poder. Esto último provoca, a su vez, la proliferación de regímenes de fuerza, muchas veces inspirados en la ideología de la Seguridad Nacional (CELAM, 1979: 494).

Y del Documento de Aparecida quisiéramos destacar un texto en el que se insta a

Formar en la ética cristiana que pone como desafío el logro del bien común, la creación de oportunidades para todos, la lucha contra la corrupción, la vigencia de los derechos laborales y sindicales; hay que colocar como prioridad la creación de oportunidades económicas para sectores de la población tradicionalmente marginados, como las mujeres y los jóvenes, desde el reconocimiento de su dignidad. Por ello, hay que trabajar por una cultura de la responsabilidad a todo nivel que involucre a personas, empresas, gobiernos y al mismo sistema internacional (CELAM, 2007: n.406).

3.7. Manos blasfemas

En séptimo lugar debemos también hablar de las “manos blasfemas” ―tan dolorosas para la Iglesia en estos momentos por los casos de pederastia de sus miembros y el ocultamiento de los hechos― de los que llamando a Dios padre no tratan al prójimo como hermanos, especialmente de los miembros representativos de la Iglesia que se dejan llevar por la corrupción del dinero, del poder y del “hacer carrera”. Es significativo el discurso del papa Francisco (2014b) a la Curia romana, donde podemos descubrir quince males que llevan a los miembros de la Iglesia hacia la que podemos identificar con el término de “mundanidad espiritual” (Bergoglio, 2013: 9) con la que el papa suele identificar la corrupción de los representantes de Iglesia, son los siguientes: el creerse por encima del bien y del mal, el laborismo como trabajo irreflexivo y voluntarista, la actitud hierática, el funcionalismo, el individualismo, el olvido de la salvación en la historia, la rivalidad, la mediocridad, la murmuración, la adulación a los superiores, la indiferencia, la cara “amarga”, la codicia, el aislamiento individual o el que produce el cerrarse en el grupo de pertenencia, la mundanidad y el exhibicionismo de lo que se cree poseer. Pero como ya hemos introducido anteriormente, actualmente debemos hacer mención de los que han dañado la inocencia de los pequeños, aprovechándose de la confianza de los que creían acercarse a los representantes de Jesús, que pidió que los niños se acercasen a él, así como en la corrupción provocada por los miembros de la jerarquía para los cuales el prestigio de la institución eclesial fue más importante que el daño producido a las víctimas; aunque se hiciera con buena intención su juicio moral práctico fue claramente erróneo.

Lo trágico es que, al día de hoy, nos encontramos inmersos en una globalización de la corrupción y debemos reconocer que tenemos enfrente una hidra a la que le salen cada vez más cabezas de las que podemos acertar a cortar. Por otra parte, podemos recordar el diagnóstico que el psicólogo norteamericano Karl Menninger (1973) realizaba sobre nuestra sociedad caracterizada por el pecado de la irresponsabilidad colectiva y que con palabras de Pío XII (1946) se traduce en una pérdida de la conciencia de pecado y que ―a la luz de lo expuesto― se ha convertido en una pérdida de conciencia del estado de corrupción en el que, en numerosas ocasiones, nos encontramos nosotros mismos como actores, ya que “se ha convertido en algo natural, hasta el punto de llegar a constituir un estado personal y social relacionado con la costumbre (…). Sin embargo, el Señor no se cansa de llamar a la puerta de los corruptos. La corrupción nada puede contra la esperanza” (Francisco, 2014a: 7).

4. Una palabra de salvación. El destino de nuestra historia lo escribe Dios

Comenzábamos nuestras reflexiones recordando que el pecado rompe las relaciones constitutivas de la persona humana y afirmábamos sin vacilaciones que el pecado es una fuerza de división y disgregación, como nos recuerda el aforismo clásico de Orígenes: Ubi pecata sunt, ibi est multitudo (Homilia in Ezechielem, 9, citado por Catecismo Iglesia Católica, 1999: 817). También hemos dado un paso más y hemos relacionado la corrupción con las categorías de pecado social o estructural y las llamadas estructuras de pecado; de tal modo que nos han servido para diferenciar al pecador del corrupto y el pecado ―por muy repetitivo que sea― de la corrupción en cuanto tal, como nos ha explicado el papa Francisco:

No hay que aceptar el estado de corrupción como si fuera un pecado más; aunque a menudo se identifica la corrupción con el pecado, en realidad se trata de dos realidades distintas, aunque relacionadas entre sí. El pecado, sobre todo si es reiterado, puede llevar a la corrupción, pero no cuantitativamente ―en el sentido de que un determinado número de pecados hacen un corrupto― sino más bien cualitativamente: se generan costumbres que limitan la capacidad de amar y llevan a la autosuficiencia (2016: 92).

La siguiente pregunta que nos podemos hacer es sobre las consecuencias que este estado de corrupción tiene en las relaciones constitutivas del ser humano y creemos que una primera respuesta pasa por hacer notar que ya no nos encontraríamos ante una mera ruptura, sino ante la descomposición y desintegración de las mismas. Algo así como una opción o intención fundamental por mantenerse en la situación corrupta. Pasemos a realizar un intento de descripción de dicha corrupción en las cuatro consabidas relaciones esenciales, usando la terminología del profesor Olegario González de Cardedal (2004: 13) para referirnos a ellas: Nosce teipsum, Tu autem, Ubi frates tuus, Coram Deo.

Nosce teipsum: El hombre desea conocerse y conocer el sentido de su vida. Pero cuando entra en un estado de corrupción está encantado de haberse conocido, cree que ya lo sabe todo, se vuelve autosuficiente e inmanente; su ego se acrecienta, pero si nos preguntamos por cuáles son las razones y motivos por los que actúa descubriremos que sólo aspira a satisfacer sus necesidades desde su propia historia y ésta es comprendida como mera realización autónoma e individualista. El hombre de corazón corrupto cree conocerse, pero su ser está compartimentado, no tiene una unidad de vida, sino que su actuar es fragmentado en la disparidad de objetos de deseo que quiere conseguir sin considerar ninguna traba posible y sin importarle la cuestión de si eso que hace le lleva a comprenderse mejor en su verdad más honda y a crecer según lo que le corresponde como ser humano.

Tu autem: El ser humano ante la naturaleza y las cosas se presenta como un homo faber y dominador. Su relación con lo que le rodea es de abuso y dominio. En el terreno de la técnica todo lo que es posible pasa a ser moral y en terreno de la interacción con el medio ambiental se explota la naturaleza en provecho propio incluso siguiendo una postura cínica en la que se pone a Dios como disculpa, afirmando que es la voluntad de Dios, expresada en Gn 1, 28 ―como denunció, aunque no del todo correctamente, Lynn White (1967) en su famosa conferencia y que ha servido como ariete de los reproches de los ecologistas a los cristianos―. Lo cierto es que la corrupción lleva a esconder y a disimular los impactos ambientales de algunas iniciativas empresariales a cambio de otros favores innombrables, esto, “suele llevar a acuerdos espurios que se evitan informar y debatir” (Francisco, 2015: 182).

Ubi frates tuus. Estas palabras latinas son la pregunta de Dios a Caín por su hermano Abel. El corrupto es un hombre codicioso y envidioso, se encuentra en estado de hombre encorvado sobre sí mismo, como indica la terminología desarrollada por san Agustín, Lutero y el teólogo Karl Barth sobre el pecado como causante del homo incurvatus in se. Como nos recuerda el papa Francisco, el corrupto vive en la apariencia y disimula con sus buenos modales y su enmascarada buena educación, participa de lo que el Papa denomina “cosmetología social” e incluso se vuelve proselitista, busca compinches, ya que en cierta medida son necesarios para tejer su trama, en la que “corrupción se consolida, convoca y sienta doctrina (…). No se trata de una convocatoria a cometer pecados, sino a enrolar en estado de pecado” (Bergoglio, 2013: 42-43), podemos decir en estado de corrupción, para así poder justificarse y al mismo tiempo considerarse limpio y puro mientras disimula mimetizado entre la masa. Pero no debemos olvidar que toda esa hipocresía oculta su verdadera naturaleza cainita.

Coram Deo: El corrupto se esconde de la verdad y, como tal, se aleja del Dios que le interpela. No necesita fines últimos, él es su fin en sí mismo. En la diferencia macquintariana entre los bienes internos a cada práctica (que marcan la excelencia de lo que se realiza como bueno y virtuoso) y los bienes externos (dinero, fama, prestigio, derechos sin deberes, poder sin autoridad) el hombre corrupto elige los segundos sin vacilar; así como tampoco se plantea la jerarquización de los bienes en general y el concepto de bien común queda virgen para su pensamiento (MacIntyre, 1982; 2016). En definitiva, para actuar, el corrupto no duda, lo importante son los bienes externos, acorde con su emotivismo y el relativismo en el que milita, aunque eso le implique un vacío existencia; en el fondo, tiene que sufrir una gran crisis para dar un paso hacia el planteamiento de esas cuestiones éticas, en un estado normal, él no se las plantea y las ve como ilusiones metafísicas y trascendentales. En este estado de cosas, para el corrupto lo único necesario es ser capaz de manejarse en la vorágine de esta vida, para lo que utiliza las normas que le permiten lograr los objetivos marcados por el Estado y el mercado. Ciertamente, Gilbert K. Chesterton tenía razón cuando escribió que “cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa” (citado por Navascués, 2017), pues bien, el corrupto cree en sí mismo, en el dinero, en su placer y en su poder.

Todo esto configura una situación reinante de la época globalizada en la que se mundializa la corrupción, constituyendo una forma de vivir y de pensar. No se puede negar que la corrupción ha existido siempre, como ha demostrado plásticamente Brioschi (2010), pero actualmente nos encontramos ante “un nivel de corrupción nunca antes visto, porque no es solo que se dé el soborno, la extorsión, el fraude, el robo o el clientelismo, tipologías habituales de la corrupción, sino que es un sistema corrupto en sí mismo” (Pérez, 2017: 146), donde una minoría despilfarra , contamina y disfruta a expensas de una mayoría que es tratada como mera mercancía y que es valorada por lo que produce no por su dignidad, lo que conlleva a que más de un tercio de humanidad no pueda cubrir sus necesidades y un 11 % de la población pase hambre (FAO, 2017).

Creo que es esclarecedor el análisis que realiza MacIntyre (2016). Ciertamente, que debemos reconocer y elogiar los logros conseguidos en los últimos tiempos, por ejemplo, en el campo de las libertades y en los reconocimientos sociales, así como en las manifestaciones artísticas y culturales, pero lo que es innegable es que esto ha ido unido a nuevas desigualdades, nuevas pobrezas y a descarríos de los deseos. Ante esto, no nos podemos engañar ni caer en una especia de neo-maniqueísmo, tanto los logros como los retrocesos pertenecen una misma estructura política y económica. En ese sentido, los Estados modernos se presentan como democráticos, pero a través de unas institucionalizadas acciones de elección colectiva en las que los posibles candidatos son preestablecidos por grupos ya formados como son los partidos políticos y donde la clase social y la educación recibida rompen la supuesta garantía igualitaria que se propugna en las sociedades modernas. Si el Estado se configura en un contrato implícito entre los que ostentan el poder estatal burocratizado y los que reciben ciertos beneficios, las relaciones del mercado también son reguladas por contratos de confianza en los que el capital tiene la preponderancia y donde la codicia no solo es una virtud sino un deber, si se invierte dinero, todos los implicados en esa inversión, los que ponen el capital, los que son empleados y los que producen deben ser codiciosos para que la inversión se rentabilice.

Esto configura en la modernidad una ética de Estado y una ética de mercado que se debe cumplir para que todo funcione y que sólo saliéndose del contexto del Estado o del mercado puede producir el interrogante por su fundamento o sentido. La situación predominante implica una ética que no se preocupa por los fines que hay que perseguir sino por los límites que hacen posible que el sistema siga funcionando; ahora lo importante es que los deseos de la modernidad sean uniformados por la misma modernidad. Como fruto, la modernidad ha dado lugar a una riqueza cultural procedente de su contexto capitalista, donde los goces, actividades y deseos son variopintos y heterogéneos. Hay una multiplicación de deseos y sin embargo es necesario elegir, pero ¿cómo? Ante esta pregunta la respuesta del hombre globalizado es algo como lo que sigue: Quiero de todo, a veces objetos incompatibles y que producen tensiones relacionales con terceras personas. La siguiente pregunta será sobre ¿cómo resolver esas incompatibilidades y tensiones? Para el que toma partido por la postura predominante en la sociedad actual, se caracterizará por mantener su autonomía individual, que como hemos visto en primer lugar conlleva ―en confrontación con los demás― el establecimiento de un disenso en la jerarquiza-ción de los objetos a conseguir y desear y, en segundo lugar, implica la imposibilidad de un consenso sobre la existencia de un bien humano en cuanto tal, de tal manera que según sean las convicciones de cada uno, así se forjará su forma de vivir. En este estado de cosas, ser exitoso se traduce en ser capaz de competir con los demás y que las preferencias personales sean satisfechas antes que las de los demás. Pero para que la amenaza “hobbesiana”, que implica el ser lobos entre nosotros, no llegue a concretarse en consecuencias desastrosas en las relaciones sociales, la ley se presenta como el marco que asegura las relaciones con los demás, tanto si eres de los privilegiados como de la masa de los perdedores (MacIntyre, 2016: 124-136).

Ante tan amplio panorama que, como se puede comprobar, esconde una forma de pensar filosófica y éticamente concreta y que sirve de humus intelectual a la extendida corrupción que vivimos, se necesita un verdadero cambio de paradigma ético. Un paradigma que nos obligue a reconsiderar las buenas razones que debemos tener para que obremos según lo que nos corresponde como seres humanos; hombres y mujeres que reconocemos nuestro bien común viviendo en sociedad, además de que ―en medio de nuestros errores― seamos capaces de reconocer aquello que nos perfecciona como lo que somos: seres racionales y libres capaces de adherirnos a lo que nos hace buenos.

Si el pecado implica la ruptura de nuestras relaciones sustanciales y la corrupción la disgregación de las mismas, la teología y la fe cristiana nos descubren que estas instancias no tienen la última palabra porque más fuerte que ellos es la Unidad restablecida por la gracia de todos los hombres en Cristo, estando toda la creación aguardando impacientemente que nosotros nos convirtamos coherentemente en hijos de Dios por esa misma gracia, eso significará también la liberación de toda corrupción (Rom 8, 20-23).

En el terreno práctico social, esto implicará que por encima de las leyes del mercado, las relaciones mercantiles y empresariales y, por tanto, de los contratos y tratados de toda índole, se encuentre la búsqueda y la ejercitación de las prácticas personales y sociales que colaboran en la consecución del bien común. Por su parte, la Iglesia debe seguir promoviendo y anunciando racionalmente, lo que es lo mismo que mostrando su veracidad interna, los tan olvidados principios de la enseñanza social de la Iglesia. A su vez, en la vida social, económica y empresarial se debe promover el novedoso concepto de la “responsabilidad social corporativa”, lo que permitirá, entre otros logros, que todas las instituciones en la sociedad actual abran los ojos a las crisis de toda índole ―políticas, sociales, económicas, morales― que nacen de dentro de ellas mismas y, desde la humildad, sean capaces de dar un respuesta que además de aceptar los errores implique una regeneración; lo que en términos teológicos se puede traducir por el deseo convertido en la acción de una nueva creación, que buscando un desarrollo sostenible en todos los ámbitos tienda a ser un desarrollo integral que alcance “a todos los hombres y a todo el hombre” (Pablo VI, 1967: 14).

CONCLUSIÓN

Después de este recorrido, debemos alabar todo intento normativo anticorrupción, pero la experiencia nos dice que no es suficiente, se necesita un rearme ético que comience desde la educación a la más temprana edad (CELAM, 2007: n.507) y una concienciación de la opinión pública para que la sociedad civil presione y se deje oír, ya que como indicamos más arriba, existe una corrupción muy deseada por los poderosos que se identifica con lograr una sociedad civil adormecida y, por tanto, pasiva. Es por eso que necesitamos una ética social donde la responsabilidad sea un verdadero principio que lleve a la acción, promoviendo la solidaridad entre todos seres humanos, también a nivel internacional, reconociendo la igualdad de todas las personas y desde donde se muestre la podredumbre de las estructuras de pecado y los mecanismos perversos que configuran la corrupción (Juan Pablo II, 1987: 39).

Frente a la disgregación y la descomposición de lo que se corrompe, no quisiera terminar estas páginas sin evocar los cuatro principios que, emanados de la doctrina social de la Iglesia, enuncia el papa Francisco en Evangelii gaudium (2013). Desde la tensión de bipolaridad que expresan6, nos deben situar en el polo opuesto a los círculos laberínticos y diabólicos de la corrupción: “El tiempo es superior al espacio”(n. 222-225), lo que conlleva trabajar a largo plazo; “la unidad prevalece sobre el conflicto” (n. 226-230), hay que aceptar sufrir en y por el conflicto, pacificar en las diferencias, pero también luchar por resolverlo y transformarlo; “la realidad es más importante que la idea” (n. 231-233), lo que nos lleva a no ocultar las cosas como son, a llamar las cosas por su nombre, sin intentar camuflar la realidad o torcerla a nuestro favor; “el todo es superior a la parte” (n. 234-238), en la tensión entre la globalización y la localización, entre lo universal y lo particular hay que abrir la mirada sin evadirse de lo concreto, por muy putrefacto que sea, aquí se encuentra la gran labor de la evangelización, anunciando el Evangelio en su totalidad y a todos.

Como bien ha comentado el profesor José Román Flecha: “El Papa Francisco propone cuatro principios, que posiblemente resultarán un tanto difíciles para el lector medio. Sin embargo, piensa él que pueden ayudarnos a todos a orientar tanto la convivencia social como la fidelidad a un proyecto común que tienda a armonizar las diferencias sociales de un pueblo y de una comunidad” (Flecha, 2014: 87).

También la Iglesia en cuanto institución debe reconocer humildemente que es falible y que la corrupción no sólo existe afuera, hay trigo y cizaña y debe actuar, como institución pública que es ―aquí me refiero de un modo especial a los casos de pederastia y su encubrimiento―, siguiendo las normativas vigentes en los Estados (Ammicht, Susin & Sowle, 2014). No podemos obviar que nos va en ello el ser o no ser. Es claro que existe una teología del perdón ante los pecados, pero ante los delitos también existen los criterios legales, aquellos que en cuanto “penas” el derecho canónico también debiera utilizar, para ―entre otras medidas― y desde la objetividad más escrupulosa juzgar la idoneidad necesaria, en el presente concreto, para ejercer ―o seguir ejerciendo― el ministerio. En verdad, si analizamos las prácticas que se han utilizado en estos casos, hasta que han salido a la luz pública, se identifican con varias de las características con las que hemos descrito a la corrupción7. Y, sin embargo, también debemos decir, como afirmaba Jürgen Habermas, que sólo “las tradiciones religiosas proporcionan hasta hoy la articulación de la conciencia de lo que falta. Mantienen despierta una sensibilidad para lo fallido. Preservan del olvido esas dimensiones de nuestra convivencia social y personal en las que los progresos de la modernización cultural y social han causado destrucciones abismales” (2006: 14).

Para terminar, quisiera retomar aquello que enunciábamos de los laberintos diabólicos que denunciaba el teólogo Moltman, para finalizar con palabras suyas que, desde la fe en Cristo crucificado ―y dando respuesta a los círculos diabólicos detectados― nos abren a la liberación de las cadenas propias de la corrupción:

Si hacemos pasar el lenguaje teológico de la presencia real de Dios a través de estas dimensiones de miseria, llegamos a la siguiente serie de identificaciones: en el infierno de la pobreza significa: ‘Dios no ha muerto’. Es pan. En cuanto lo incondicionalmente-interesante, en cuanto el sentido actual, Dios está presente como pan. En el infierno de la violencia, la presencia de Dios se experimenta como liberación en orden a la dignidad y responsabilidad humana. En el infierno de la alineación, su presencia se advierte en la experiencia de identidad y reconocimientos humanos. En el infierno de la destrucción de la naturaleza, Dios está presente en la alegría por la existencia y en la paz entre hombre y naturaleza. En el círculo de la absurdidad y abandono por parte de Dios, Dios aparece, finalmente, en la figura del Crucificado, que proporciona coraje de vivir (Moltmann, 2010: 378).

Autor: Román Ángel Pardo Manrique

Universidad Pontificia de Salamanca (España) rapardoma@upsa.es

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1 Aunque con una licencia abusiva, algunas veces se relaciona el prefijo modificado cor- con el sustantivo latino cor, cordis cuyo significado es el de corazón, por lo que corrupción haría referencia a un corazón roto. Dejando a un lado el error etimológico, dicha interpretación resulta interesante para describir al corrupto, como así parece que quiere hacer el papa Francisco en los siguientes términos: “La corrupción nace de un corazón corrupto y es la peor plaga social, porque genera gravísimos problemas y crímenes, que implican a todos. La palabra ‘corrupto’ recuerda el corazón roto, el corazón quebrado, manchado por algo, arruinado, como un cuerpo que en la naturaleza entra en un proceso de descomposición y esparce mal olor” (2017: 8).

2Creo que debemos destacar también la obra editada por Michelina Tenace (2018), titulada Del clavo a la clave. La teología fundamental del papa Francisco y que citamos en las referencias de este trabajo.

3Lógicamente, no toca ahora detenernos en el vericueto de la historia de recepción de estas categorías en el magisterio de la Iglesia hasta la aparición de Sollicitudo rei sociales (Juan Pablo II, 1987), simplemente daremos unas someras pinceladas: en Medellín (CE-LAM, 1968) se habló de realidades que expresan una situación de pecado”, “pecados cuya cristalización aparece evidente en las estructuras injustas; Puebla (CELAM 1979) se refirió a esta noción como “situación de pecado social” (n. 28), “sistema marcado por el pecado” (n. 92), “estructuras creadas por los hombres en las cuales el pecado de sus autores ha impreso su huella destructora” (n. 281) y “pecado social” (n. 482, 487, 1032); Juan Pablo II (1984: n. 17) afirma que “la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras Naciones y bloques de Naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales”.

4Esta afirmación se encuentra en la nota 65 correspondiente al mismo número 36 de la encíclica y nos remite a la encíclica anterior Reconciliatio et paenitentia.

5Recordemos los duros discursos que el papa Francisco ha dirigido a la mafia siciliana, denunciando que no se puede creer en Dios y al mismo tiempo pertenecer a la mafia.

6Para una profundización teológica de estos principios en el pensamiento de Francisco, véase Scannone (2017).

7A pesar de todo y aunque esto no vale como consuelo ni como disculpa por los graves hechos objetivos y concretos, conviene tener en cuenta que desde el punto de vista cuantitativo, no es la Iglesia el lugar donde más abusos se han cometido, hay espacios sociales con estadísticas mucho más elevadas.

Recibido: 20 de Agosto de 2018; Aprobado: 05 de Noviembre de 2018

* Doctor en Teología, Universidad Pontificia de Salamanca. Profesor de Teología Moral Social en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca y Profesor invitado del Instituto San Jerónimo de la Facultad del Norte de España en su sede de Burgos. Entre sus publicaciones se encuentran: Dos filósofos conversos amigos de la virtud. Apuntes biográficos y pensamiento de EliZabeth Anscombe y Alasdair Maclnyre (2011), En Espíritu y en verdad. La Iglesia como Pueblo de Dios y la vida de los cristianos: los sacramentos y la moral (2017), así como varios artículos y colaboraciones en los campos de la Teología moral y la Bioética.

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EL MODERNISMO, RUBEN DARÍO Y OTRAS GRANDES FIGURAS LITERARIAS

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Autor: Raúl Espinoza Aguilera

En forma paralela a la “Generación Literaria de 1898”, surge “El Modernismo”, de carácter estético, renovador de temas y de formas. Influye en esos escritores el “Parnasianismo Francés” del poeta Leconte de I’Isle, que cultiva el verso sólo por su perfección formal.

Una de sus figuras más destacadas es el célebre poeta de Nicaragua Rubén Darío. Me parece que casi todos recordamos muchos de sus poemas sonoros y de gran belleza estética.

Según esta corriente literaria el poeta debe buscar temas raros o refinados, que permitan la creación de belleza exquisita, utilizando ritmos y metáforas nuevas. Influye en este aspecto el “Simbolismo francés” de Paul Verlaine que canta a la seducción de las cosas remotas e inefables.

El Modernismo es un fenómeno literario de carácter hispanoamericano, debido al prestigio de Rubén Darío que deslumbró a renombrados escritores de la Literatura Española.

No fue solamente una tendencia literaria; el Modernismo fue una tendencia general. Era el nuevo encuentro con la belleza, pletórica de entusiasmo y libertad. 

Rubén Darío nació en Metapa (Nicaragua) en 1867. Su vida transcurrió entre el periodismo y los cargos diplomáticos, lo que le permitió viajar por casi toda Europa y América. Murió en 1916.

Es considerado uno de los poetas más importantes de la poesía del siglo XX. Supo encontrar nuevos tesoros de belleza y comenzó un movimiento de renovación en las tres primeras décadas del siglo pasado.

Hay un bello poema dedicado a “Margarita Debayle”, que podría parecer cursi, pero no hay que perder de vista que está dedicado a una niña pequeña, así que los versos rebosan de ingenuidad y sencillez. Así dice en versión sintetizada: “Margarita está linda la mar y el viento, / lleva esencia de sutil azahar; / yo siento en el alma una alondra cantar” / (…) Y ella dice:  Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté” (…) / Y el papá dice enojado: un castigo has de tener: vuelve al cielo lo robado/ vas ahora a devolver. / La princesa se entristece/ por su flor de luz, / cuando entonces aparece / sonriendo el Buen Jesús. / Y así dice: “En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas / que al soñar piensan en mí”. / (…) Ahora la princesa está bella, / pues ya tiene el prendedor / en que lucen, con la estrella, / verso, perla, pluma y flor. (…) / Margarita, está linda la mar, y el viento / lleva esencia sutil de azahar.”  / 

Entre los libros más destacados de Rubén Darío, figuran: “Azul” (1888), “Prosas profanas” (1896), “Cantos de Vida y de Esperanza (1905). Tiene otras obras de carácter patriótico en la que se exalta la raza, por ejemplo, “España” (1901). Darío lleva a cabo una verdadera revolución métrica del verso basada en su musicalidad. Como en su tiempo, Paul Valery revolucionó al arte del verso en el que buscaba la poesía pura en contraposición con el romanticismo.

Otras veces se exalta ante los abusos del gobierno yanqui, como en su poema: “A Roosevelt” (1904), que causó gran polémica por su carácter socio-político. En este poema denuncia que Theodore Roosevelt atropella la libertad de los pueblos latinoamericanos, como fue la invasión a Cuba en 1898 por una guerra que los mismos yanquis se inventaron, pero todos sabían que, en su afán imperialista, querían apoderarse de esta isla caribeña. Lo mismo sucedió con Puerto Rico y Filipinas.  

Escribe en sus versos: “Eres los Estados Unidos, / eres el futuro invasor / de la América ingenua que tiene sangre indígena, / que aún reza a Jesucristo y aún habla español”. (…) (Eres) el riflero terrible y el grande cazador / para poder tenernos en vuestras férreas garras / Y, pues contáis con todo, pero falta una cosa: ¡Dios! /

Otro escritor destacado del Modernismo fue Don Ramón María del Valle Inclán (1869-1936) un fiel discípulo del poeta de Nicaragua. Fue periodista y soldado. En 1892 estuvo viviendo en México. Dentro de su obra poética destacan: “Aromas de Leyenda” y “El Pasajero”. También escribe en tono humorístico y caricaturesco, como en “La pipa de Kif.

Dentro de su obra en prosa figuran: “Sonatas”, “Comedias Bárbaras, “Novelas de la guerra carlista”, con evocaciones de carácter legendario que el escritor recuerda con nostalgia.

Hay una obra con un tono francamente satírico cuya lectura resulta muy divertida y amena, titulada: “El Tirano Banderas”. Se trata de una caricatura de algunos gobiernos latinoamericanos que persisten hasta nuestros días.

Otro inolvidable escritor fue Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Sus primeros libros son de tono modernista, donde palpita un espíritu doliente y sentimental. Como prosista destaca su delicioso libro “Platero y yo”, recomendable para todo público. En 1956 recibió el Premio Nobel de Literatura por su cuidada y elegante prosa. 

La obra de Juan Ramón Jiménez marca el tránsito entre el Modernismo y las escuelas poéticas posteriores.

Otros destacados escritores son: Manuel Machado (1874-1947), hermano del Antonio, el gran poeta de Castilla; Francisco Villaespesa (1877-1935) que alcanzó gran popularidad con sus evocaciones históricas; y Emilio Carrere (1880-1947) quien recibe una notable influencia del francés Paul Verlaine y traslada la vida bohemia y sentimental al ambiente madrileño.

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La Alacena de Mónica

Alacena de Mónica es una tienda de productos mexicanos orgánicos de la más alta calidad con más de 40 años en la CDMX. Colaboran con pescadores , ganaderos, productores y granjeros mexicanos certificados en crianza orgánica, de libre pastoreo, libres de hormonas, alimentación artificial y pesticidas químicos. Lo mejor de todo es que tienen envió a domicilio gratis, si quieres saber más de esta empresa mexicana sigue leyendo…

LIBRE PASTOREO

Al aire libre es mejor. En nuestras granjas, los animales viven con tranquilidad y toman su alimento de la pastura del suelo. Pueden también socializar con otros y trasladarse con libertad. ¿El resultado? Carne más fresca y con una mayor cantidad de nutrientes, debido a su alimentación natural.

ALIMENTADOS CON PASTURA

Hay una gran diferencia cuando los animales son alimentados con pastura toda su vida. El resultado es una carne fresca y equilibrada en sus nutrientes.

CRIANZA HUMANITARIA

Son las granjas familiares las que más atención especial prestan al bienestar animal. Por eso trabajamos mano a mano con ellas para asegurarnos de que todos los animales crezcan en un entorno amplio donde puedan socializar y desenvolverse en su comportamiento natural.

LIBRE DE PLAGUICIDAS

Los alimentos orgánicos son el corazón de nuestra alacena, porque su meta principal es la armonía entre el cuerpo y el medio ambiente. Es por esto que todos nuestros productos están libres de plaguicidas sintéticos y de químicos dañinos, debido a que nuestra atención personal a los alimentos es radicalmente opuesta a los procesos de la manufactura masiva.

LIBRE DE METALES PESADOS

En nuestra alacena no existen metales pesados, porque incluso una dosis pequeña puede desestabilizarnos. Son sustancias que definitivamente no queremos en el plato y que evitamos mediante nuestras buenas prácticas desde el momento de la pesca y la transportación del producto hasta que escuchas “toc, toc” en la puerta de tu casa.

LIBRE DE ANTIBIÓTICOS Y DE HORMONAS

En un mundo donde lo procesado es la normalidad, es necesario pensar en el futuro. Hoy es común el uso de hormonas y antibióticos en los alimentos. De seguir así, las consecuencias serán igual de comunes: mayor probabilidad de adquirir cáncer y unas bacterias en el cuerpo resistentes a los antibióticos. Lo mejor es vetar estas sustancias de nuestras alacenas para tener un futuro fuerte y sano.

¿DE DÓNDE PROVIENE NUESTROS PRODUCTOS?

Nuestras granjas amigas se encuentran dentro y fuera del país. Hagamos un recorrido por ellas.

La carne blanca y el cerdo que ofrecemos tiene como hogar las granjas de Morelos, mientras que nuestros filetes de res y ternera provienen de las tierras del norte, en Nuevo León.

Son en los mares del Golfo de México y el gran Pacífico en donde se crían nuestros pescados y mariscos.

Saliendo del país, nuestros cortes importados provienen de los campos de Estados Unidos. Más allá, nuestro salmón y atún nacen en Canadá y Noruega.

Sea de donde vengan, todos nuestros productos existen solo para llegar a tu alacena y hacerte la vida más fácil.

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Menú para el Día de la Madre

Recetas para hacer con niños en el Día de la Madre. Platos deliciosos para sorprender a las madres

Las mamás esperamos con ilusión que llegue el Día de la Madre, una celebración que los niños también esperan para honrar y homenajear a la mujer que los trajo al mundo. En un día como este, no perdáis la oportunidad de preparar sencillas y ricas recetas para componer un menú especial para el Día de la Madre y sorprender a todas las mamás.

Cocinar con niños puede ser muy divertido en esta fecha, una ocasión para disfrutar de un tiempo en familia y enseñarles a diferenciar alimentos, conocer sus propiedades y sus beneficios. Porque las mamás nunca dejan de enseñar, ni en su día de fiesta.

Lo primero es elegir los insumos. La calidad es importante para que queden ricos y para que sean saludables.

En La Alacena de Mónica encontrarás lo mejor y te lo llevan a tu casa.

Recetas para niños en el Día de la Madre

Uno de los mejores regalos que se puede hacer a una madre en su día es que sus hijos la consientan, así que… ¿Qué os parece si ponemos los delantales a los niños para que sean ellos quienes cocinen hoy? En Guiainfantil.com hemos seleccionado varias recetas deliciosas que encantarán a cualquier madre. Y, lo mejor de todo, es que con todas ellas hemos elaborado un menú completo para el Día de la Madre. Es decir, aquí encontraréis ideas de platos para el desayuno, la comida, el postre y la cena. El propósito es que todas las mamás disfruten de sus 24 horas comiendo sus recetas favoritas. ¿Preparados? ¡Vamos allá, pequeños chefs!

Recetas de desayunos para el Día de la Madre

No hay nada mejor que empezar el día con un buen desayuno, ¿verdad? Piensa bien que es lo que le gusta más a tu madre… ¿Dulce o salado? No te preocupes, ¡tenemos opciones para todos los gustos! Eso sí, no olvidéis acompañar el desayuno con la bebida favorita de mamá: un café, un té, un zumo de naranja… ¡Ñam, ñam! Llévale el desayuno a la cama y seguro que será la mamá más feliz del mundo.

Recetas deliciosas para la comida de mamá

Y después del desayuno viene la comida… Estos platos requieren algo más de elaboración por lo que un adulto (papá, el abuelo, la abuela, la tía…) deberán acompañar al niño y ayudarle a manejar los fogones para que quede una receta fabulosa. Pollo, carne, verdura, pasta, arroz… Elige lo que más vaya a gustarle a mamá y ¡manos a la obra! Sugerencia: acompaña la comida de una tarjeta de felicitación con una frase o dedicatoria bonita para el Día de la Madre. ¡Este detalle le llegará al corazón!

Recetas de postres ricos y fáciles para sorprender a una madre

Tras una rica comida, no puede falta un delicioso postre, ¿verdad? Pues Guiainfantil.com ha hecho una selección de las recetas de postres más fáciles y rápidas de hacer, en las que los niños podrán colaborar y participar. Postres con frutas, con cremas, y muchos dulces más.

Recetas de postres ricos y fáciles

Recetas ligeras para la cena de mamá

¡Vamos a rematar el Día de la Madre de una forma muy muy especial! ¿Cómo? ¡Preparando también la cena a mamá! Como habrá comido mucho (y muy bien) a lo largo del día, lo mejor será que, para este último plato, optemos por una alternativa saludable y ligera. ¡Aunque no por eso tiene que ser menos rica! Toma nota de estas ideas que te proponemos.

Recetas ligeras para la cena de mamá

recetas para día de la madre

¿Qué mejor que festejar el Día de Mamá con un delicioso menú que puedes preparar con tus hijos? Ser mamá es una tarea que nos lleva las 24 horas del día, los 365 días del año. Lo ideal, para que nosotras no trabajemos tanto durante esa jornada, es que la comida que se prepare sea sencilla y al mismo tiempo deliciosa.

No dejes de probar todos los platillos, pues no solo te encantarán a ti, sino que los sabores deleitarán el paladar de los más pequeños de la familia que disfrutarán comiéndolos.

Disfruta de estas deliciosas recetas del Día de la Madre y haz de este festejo algo especial. Deja que tu familia te agasaje y preparen entre todos algunas de estas comidas para tener una jornada diferente cargada de amor y de sabores y aromas increíbles.

Foto portada

Día de la madre 2022: ¿Quién cuida a la que cuida?

Cuidemos a mamá

El mensaje que la sociedad lanza continuamente a las madres es tremendamente duro y exigente. La maternidad, además de portear o tener en brazos a nuestras criaturas, carga con la losa de la culpa.

La madre del cuento Mi mamá quiere volar (editorial Apila) a veces va al gimnasio, habla “horas y horas” por teléfono o cuando los amigos van a casa a cenar “presta poca atención” a su hijo. O por lo menos eso siente él. El niño imagina que su madre es un globo que en ocasiones vuela alto, sin él, así que, amarra el globo-madre y cuando la imagina lejos, tira de la cuerda y la acerca. Las criaturas necesitan a su madre en cuerpo y alma, y las madres, también precisan espacios propios de autocuidado. Mamitis es una palabra recurrente, pero también encontramos a las madres que al separarse de sus niños y niñas, aunque sea para ir a trabajar o a bailar un rato, sienten una terrible culpa. ¿Podríamos llamarlo hijitis?

Andrea Ros, autora Lo hago como madremente puedo (Destino, 2022), afirma que vivimos en una sociedad niñofóbica que lee todo lo que tiene que ver con la infancia como algo patológico, “algo que debe cambiar”: “El problema lo tenemos nosotras, como sociedad, creyendo que los bebés son miniadultos y deben aprender a comportarse y ser independientes cuanto antes mejor”. Dice que “necesitar a mamá nunca es malo”, y que debemos pensar que los niños son seres indefensos, no “caprichosos manipuladores”. Para Ros, la mamitis no existe, sino que “es el nombre que le ha puesto la sociedad a las necesidades de las criaturas”. No hay mamitis, sino “vínculo”, y considera que “cuánta más presencia y más mirada les demos, cuántas más cubiertas estén sus necesidades y más atendidos se sientan, más independiente serán y más válido se sentirá”.

El mensaje que la sociedad lanza continuamente a las madres es tremendamente duro y exigente. “Nos han enseñado que la mujer actual tiene éxito laboral. Si además eres mamá, nos han inculcado que debes seguir trabajando sin renunciar a criar a tus hijos con apego y máxima presencia”, afirma la psicóloga Laura Cerdán. El mensaje que se nos lanza es que, para sentirnos satisfechas con nosotras mismas, debemos ser buenas madres, tener una carrera profesional exitosa, e incluso, mantenernos en el peso ideal. “Porque, además, la mujer exitosa de nuestro siglo tiene tiempo para ir al gimnasio y hacer pilates”, afirma Cerdán entre risas. Así que, “normal” es que cuando vayamos camino al trabajo o a la depilación, una losa llamada culpa nos hunda los hombros y nos haga pequeñas. Los niños y las niñas no tienen mamitis, sino necesidad de vínculo, ¿pero cómo se les cuida mientras las madres se ahogan en diversos pantanos?

Las madres, además de portear o tener en brazos a nuestras criaturas, cargamos con la losa de la culpa. Es un sentimiento común y compartido y, según la psicóloga Laura Cerdán, se debe a la educación recibida: “Nos han enseñado que las mujeres podemos hacerlo todo, lo cual es cierto, pero se ha confundido el poder hacerlo con el tener que hacerlo todo y bien”. Se nos exige cubrir todas las necesidades afectivas y materiales de nuestros niños, trabajar 40 horas y mantener nuestra la salud mental intacta. Laura Cerdán habla claro: “Cuando eres madre descubres que la conciliación familiar y laboral no existe como tal y asumimos que todo debe recaer en nosotras”. Por tanto, muchas mujeres se sienten frustradas porque creen que no llegan a todo. “Nos falta tiempo y eso hace que renunciemos a tener tiempo para nosotras mismas en favor de trabajar y cuidar a nuestra familia”, afirma.

Laura Cerdán apunta que a las mujeres se nos ha educado para cuidar: “En consecuencia, dejar a tu hijo al cuidado de otra persona para que esta le cuide y no hacerlo una misma no encaja en esa educación”. Súmale culpa y malestar que lo cuide otra persona si la madre necesita darse un masaje o pasear por el campo. “Pienso que es fundamental cuestionar el rol de madre perfecta que nos han vendido. Es totalmente injusto y cruel porque no es factible”, afirma. Por el contrario, existen las madres cansadas, las que preparan la mochila de sus hijos mientras atienden una llamada de trabajo, las que dan bollería en la merienda porque no tuvieron tiempo de preparar algo más saludable, las madres que siguen siendo mujeres y siguen necesitando, como antes de ser mamás, tiempo para sí mismas.

Así que, acabamos creyendo que lo “normal” es anteponer a todo y a todos por delante de nosotras mismas y nos acabamos olvidando de que nuestros cuerpos (y mente) padecen. Para la psicóloga perinatal Paola Roig-Gironella es valioso que las madres entendamos la necesidad de cuidarnos. Los espacios de cuidados no son un privilegio sino una necesidad. Salir con amigas no puede resultar una especie de lotería o premio: “Para cuidar hay que cuidarse”, dice Roig-Gironella. En su libro, Madre (Bruguera, 2022) escribe: “En la crianza respetuosa entra el respeto hacia nosotras mismas. Por nuestras necesidades. Las criaturas no aprenden de lo que oyen, sino de lo que ven. ¿Cómo vamos a criarlos en el respeto si se nos olvida el más importante? El que nos mostramos a nosotras mismas”.

La psicóloga Laura Cerdán considera “tremendo” que a los padres no se le exija tanto. “Cuando un hombre no recoge a sus hijos en el cole porque trabaja, lo vemos normal. En cambio, la mujer que no ha reducido su jornada por recoger a sus hijos en el cole es criticada”. ¿Cuántos hombres conocemos que han pedido una excedencia por cuidar a sus hijos? Precisamente este tipo de detalles son los que conforman ese nivel de exigencia de las madres.

Los niños y las niñas necesitan a una figura de apego fuerte y constante, pero si en lugar de una fueran dos, permitiría descansar y recobrar fuerza a la madre. No es cuestión de que el padre ayude, es más bien compartir responsabilidades y cocriar. Ayudar sería, para muestra un botón, que la madre vista al niño y que el padre le ponga los zapatos. Y cocriar sería que un día lo vista el padre y otro la madre. La mamitis, exista o no, necesita ser repartida para que las madres podamos respirar y mantener el cerebro oxigenado. Concluye Paola Roig-Gironella: “Las madres somos juzgadas siempre. Si no vamos de cena porque deberíamos ir. Y si vamos porque somos unas egoístas dejando a nuestros bebés o niños. Apaga todo ese ruido y escúchate a ti. Tú eres la única que sabes lo que necesitas”.

Autor: Rocío Niebla

Fuente: El País