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Cuando dos patos se pelean… son más sensatos que los humanos

Cuando dos patos se pelean… son más sensatos que los humanos

Por Eckhart tolle

Cuando dos patos se pelean, al separarse nadan en direcciones opuestas.

Después, los dos baten las alas con fuerza varias veces para descargar el exceso de energía acumulada durante la pelea.

Una vez que han sacudido las alas se van nadando pacíficamente como si no hubiera pasado nada.

Si el pato tuviera una mente humana, mantendría viva la pelea en sus pensamientos, tejiendo historias.

Esta podría ser la historia del pato:

“No puedo creer lo que acaba de hacer, se me acercó a menos de unos cuantos centímetros, seguramente se cree dueño del estanque, no tiene consideración alguna por mi espacio privado. Nunca más confiaré en él; la próxima vez, con seguridad tramará otra cosa para molestarme; estoy seguro de que ya está tramando algo, pero no lo toleraré; le daré una buena lección que nunca olvidará.”

Y así continúa la mente tejiendo sus historias, pensando y hablando sobre el asunto durante días, meses y hasta años. En cuanto al cuerpo, la lucha no ha cesado y la energía que genera como respuesta a todos esos pensamientos se transforma en emoción, la cual da lugar a más pensamientos todavía.

Es lo que se convierte en el pensamiento emocional del ego.

Es fácil ver lo problemática que sería la vida del pato si tuviera una mente humana.

Pero es así como vivimos la mayoría de los seres humanos. Nos cuesta poner punto final a ninguna situación o acontecimiento. La mente y “mi historia” fabricada continúan con su ciclo interminable.

Somos una especie que perdió su camino. En toda la naturaleza, en cada flor o árbol, en cada animal, hay una lección importante para nosotros sin tan sólo nos detenemos a observar y oír…

La lección del pato es la siguiente:

Sacudamos las alas; es deci.r, dejemos atrás la historia y volvamos al único lugar donde reside el poder: el presente.

 

En busca de una formación con valores humanísticos

Por Raúl Espinoza Aguilera

El libro Aprender a ser y vivir presenta una novedosa exposición de la dimensión trascendente del ser humano y plantea cómo educar con un enfoque humanístico y con valores1.

Hay personas que pasan por este mundo con una actitud superficial, meramente epidérmica; desconocen lo verdaderamente importante y su vida se reduce a un conjunto de altibajos caóticos, sin objetivos claros ni definidos.

En otros casos, los individuos reciben la nociva influencia del relativismo en el que se le otorga el mismo valor tanto a lo bueno como a lo malo, tanto a lo noble como a lo equivocado, y no saben dimensionar adecuadamente sus éxitos ni sus fracasos.

Actualmente, el vertiginoso desarrollo de las tecnologías de la información demandan –hoy más que nunca– una educación integral en donde la ética esté en concordancia con los valores y principios fundamentales.

A lo largo de la publicación, los autores desarrollan los valores que se deben cultivar en la formación de la personalidad.

La actual crisis de nuestra sociedad tiene sus raíces en que a las nuevas generaciones no se les ha educado en valores firmes, como son: responsabilidad, honestidad, amor, bondad, comprensión, caridad, espíritu de servicio y solidaridad con los demás. Por ello, la educación en valores es una necesidad urgente tanto en las familias, como en el entorno laboral y social.

Sin duda, el acierto de este libro se encuentra en que sus autores plantean inicialmente una meta compleja, como es la formación con carácter humanístico, pero la desarrollan y concretan como un desafío posible de lograr.


1Acosta Alamilla, Saúl y Sotelo Gómez, Karla, Aprender a Ser y Vivir, Editorial Trillas, México, 2015. 110 páginas.

Un padre no da el pecho, pero también nutre

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Por Valeria Sabater

Un padre también entiende de crianza con apego y disfruta de esa cercanía cotidiana en la que conferir afectos, mimos y canciones de cuna. También nutre, aunque no pueda dar el pecho; también él pasa las noches en vela, ríe, sufre y se preocupa de ese niño que forma parte de su ser, aunque no haya crecido en su interior.

Los cambios asociados a los férreos roles de género están cambiando y eso es algo que sin duda se agradece. Al día de hoy, la paternidad ya no es una etiqueta que otorga al hombre la responsabilidad exclusiva de ser el sustento de un hogar. Los padres no “ayudan” en la crianza, no son agentes auxiliares sino figuras presentes, cercanas y siempre partícipes en la vida de esos pequeños en los que deben dejar huella, a los que tienen que nutrir, amar y guiar.

Algo que suelen comentar muchos pedagogos y especialistas en crianza es que un niño es parte de una tribu. Siempre hablamos de la maternidad y de ese apego íntimo establecido entre una mujer y su bebé. Sin embargo, a nadie se le escapa que los niños de ahora crecen en un pequeño microcosmos habitado por sus padres, sus abuelos, los tíos, los amigos de los padres, los maestros…

Toda interacción, todo hábito, cada gesto y cada palabra dejan huella en el cerebro infantil, y los padres tienen la capacidad de ejercer un impacto enormemente positivo en sus hijos.

El padre como figura de bienestar psicológico

Algo que todos sabemos es que al igual que hay buenas y malas madres, también los padres son falibles, cometen errores e incluso los hay que eligen el papel de padre presente, pero ausente. Por ello, antes que figuras de referencia en la educación y crianza de un niño, los padres y las madres son personas, y dependiendo de su madurez y de su equilibrio psicológico y emocional serán capaces de garantizar un mejor o peor desarrollo en ese pequeño.

Tal y como nos revela un realizado en la Universidad de Míchigan, una responsabilidad que tiene todo padre es cuidar de su propio bienestar psicológico con el fin de promover un adecuado equilibrio emocional en sus hijos. Algo que se ha podido constatar es que los efectos del desempleo, del estrés o el simple hecho de mostrar conductas erráticas, marcadas por un carácter desigual, impacta de forma negativa en el desarrollo cognitivo del niño e incluso en sus habilidades sociales.

Por otro lado, el impacto de la figura paterna en el desarrollo del habla y el lenguaje de los bebés es innegable. Supone para los pequeños recibir más estímulos, una voz diferente a la de la mamá, con otro tono y con otro tipo de gestualidad, y beneficiarse de una gama más amplia de refuerzos. A lo largo de los tres primeros años de vida, esa presencia cercana, afectuosa, divertida y accesible del padre consolidará los delicados procesos asociados al lenguaje.

Los nutrientes que confiere la figura paterna

El número de familias monoparentales sigue ascendiendo. Cada vez son más los padres y las madres que afrontan la crianza de sus hijos en soledad, bien porque así lo han elegido o bien porque el destino lo ha querido. Sea como sea, la atención, el cuidado y la educación de un niño requiere, ante todo, de esa cercanía física y emocional que le confiera a esa nueva vida una seguridad y un amor auténtico. Algo para lo que tanto hombres como mujeres deben estar capacitados.

Por otro lado, algo que todos sabemos es que los niños no llegan al mundo con un manual de instrucciones, y si esto es así se debe a una razón muy simple: no son máquinas. Los niños están hechos de carne, de necesidades, de un corazón que late con fuerza y un cerebro que lo anhela todo y que ansía poder conectarse con su entorno. Necesitan nutrientes y un tipo de alimento que va mucho más allá de la leche materna, ese que un padre también sabe y puede conferir.

Los nutrientes más valiosos que debe aportar un padre

Nuestra familia y el tipo de vínculo que establecemos con ella determina gran parte de lo que somos. Más allá de los genes y de la sangre está esa arquitectura más íntima y privada donde se alza el reino de nuestras emociones, de nuestros miedos, limitaciones y también de nuestros valores. Dimensiones que un buen padre debe nutrir de forma correcta. Veamos algunos ejemplos:

Disponibilidad emocional. La capacidad de respuesta ante las necesidades del niño, y la calidad de la misma le garantiza un desarrollo óptimo y una mejor madurez a lo largo de su vida.

Reconocimiento. Todo niño necesita sentirse reconocido y valorado por parte de sus progenitores. Contar con una mirada paterna siempre atenta, cercana, valiosa y llena de afecto influye en un buen desarrollo de la autoestima del niño.

Participación. El buen padre no se limita solo a “estar”, sino a hacer sentir, a favorecer el descubrimiento, a despertar nuevas emociones y aprendizajes, a ser un “escuchador” incansable, un negociador y un comunicador infatigable.

Inspiración. Algo que sin duda hacen la mayoría de los papás es abrir a sus niños nuevos mundos donde sentirse competentes y autodescubrirse. Muchos de nuestros padres nos transmitieron sus pasiones, su amor por la música, los libros, la naturaleza… Valores que ahora definen nuestra vida.

Para concluir, algo que conviene recordar es que el buen padre no es un niño grande que disfruta jugando y haciendo reír a su hijo. El padre debe ser un adulto un adulto con grandes competencias emocionales, seguro de sí mismo, valiente y siempre preocupado por dar seguridad, aliento y afecto a ese niño, para que el día de mañana abra las alas convertido en adulto libre, maduro y capaz de dar y recibir felicidad.

«Un buen padre vale
por cien maestros»

– Jean Jacques Rousseau

“No es la carne ni la sangre lo que nos convierte en padres e hijos, sino el corazón”

– Friedrich Von Schiller


Fuente: La mente es maravillosa

Si o no a los permisos

Por Lucía Legorreta de Cervantes

Los papás escuchamos a nuestros hijos decir constantemente frases como: “¿Por qué a él sí y a mí no?», «!A todos mis amigos les dan permiso menos a mí!”

Vivimos en una época en que se dice que somos los padres quienes obedecemos a nuestros hijos y no viceversa. No obstante los hijos necesitan ser orientados, guiados y corregidos, necesitan que los padres ejerzamos nuestra autoridad con amor, sabiduría y firmeza.

¿Cómo ejercer esta autoridad sin vivir en un pleito continuo con ellos, sobre todo si son adolescentes? Está comprobado que los temas que generan más discusiones entre padres e hijos no son los estudios, los deberes o el dinero, sino los famosos permisos.

Los permisos no deben ser un medio de prohibición, sino más bien un medio para potenciar la libertad de los hijos. Deben orientarse a desarrollar la autonomía, el autocontrol y la responsabilidad. La palabra permiso hace referencia a permitir, es por ello que hacen falta principios que ayuden a permitir.

No significa controlar, pero tampoco dejar de guiar y formar. No se trata de dar o no permisos por el hecho de ser sus papás, sino de realmente ayudarlos a crecer y a convertirse en adultos maduros, ya que en un futuro próximo ellos tendrán que decidir por sí mismos. Es una pena observar a jóvenes que entran en la edad adulta sin saber tomar decisiones.

Estos son algunos criterios que pueden ayudarnos a los papás a saber cómo y cuándo dar o negar un permiso:

  • Capacidad: que la acción que se le permita al hijo pueda ser realizada de manera libre y adecuada, y que sea capaz de asumir las consecuencias. Ejemplo: manejar un coche: edad, licencia.
  • Seguridad y crecimiento personal: que no se ponga en riesgo el bienestar físico, intelectual, emocional, psicológico o moral, tanto del hijo como de los demás. Ejemplo: manejar un coche bajo efectos del alcohol.
  • Respeto: que la acción no atente de manera directa o indirecta contra sí mismo o contra los demás. Ejemplo: insultos, ofensas, agresividad.
  • Convivencia: que lo que se le permita no atente contra la armonía familiar, social, laboral, etcétera. Ejemplo: escuchar música a gran volumen a cualquier hora.

¿Cómo deben ser los permisos?

Personalizados: de acuerdo con la edad de tu hijo, su personalidad, las circunstancias y la realidad. Si responde bien, los permisos irán aumentando.

Paulatinos y progresivos: ir dando poco a poco permisos por los que pueda responder con mayor facilidad.

Pensando en su futuro: considerar las implicaciones que pueda tener después. Ejemplo: si le prestas el coche, tendrá más independencia.

Realistas: equilibrar la confianza en el hijo y sus verdaderas capacidades con la realidad. Conocer a sus amigos para entender mejor sus circunstancias.

Tener un fin educativo: deben fomentar la autonomía, pero al mismo tiempo la responsabilidad y el autocontrol.

Firmes y flexibles: firmes en normas que prohíben una acción mala en sí misma y flexibles en aquellas que no representan un mal o un riesgo. Ejemplo: si es una ocasión especial puede quedarse a dormir en casa de los primos.

Deliberados: deben ser fruto de la reflexión y del análisis de los padres. Ejemplo: no se dan permisos por celular, sino en persona. Y comparto un sabio consejo que recibí: “elige tus batallas, no discutas por todo.”

Frente común: los padres deben preestablecer las reglas unidos.

Claros: trasmitir claramente al hijo lo que se espera de él y qué pasa si no lo cumple.

Coherencia y consistencia: actuar conforme a lo que se exige.  Cuando se niega un permiso hay que cumplirlo.

Saber dar permisos es una forma concreta de amar a los hijos, porque lo que se busca es su bien objetivo. Requiere dedicación, esfuerzo y reflexión, pero vale la pena porque los hijos libres y responsables son más capaces de amar y, por tanto, de ser más felices.


Lucía Legorreta de Cervantes.
Presidente del Consejo Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.

Facebook:  Lucia Legorreta
cervantes.lucia@gmail.com
www.lucialegorreta.com

Si no leemos, no sabemos escribir, y si no sabemos escribir, no sabemos pensar

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Por Alejandro Mar G.

Es así de contundente. Si no leemos, es difícil que podamos pensar bien. Hoy todos escriben, todos quieren expresar sus sentimientos y opiniones. Pero, ¿quién lee?

En cierta forma, la lectura es una actividad superior a la escritura; solo podemos escribir con el lenguaje que hemos adquirido leyendo. La lectura es la materia prima de la escritura, y la posibilidad de crear una obra que tenga belleza y profundidad o simplemente claridad se basa en las lecturas que hemos hecho y lo que hemos aprendido de otros autores (sus palabras se vuelven las nuestras, se mezclan con nuestros pensamientos y experiencias). Así se destila la escritura, como una refinación del pensamiento, no solo personal sino del tiempo mismo.

Para muchas personas es más atractivo escribir, tiene más glamour –algo que quizás se deba a la inmadurez y al egoísmo–, pero grandes escritores nos dicen que la felicidad en realidad está en una buena lectura. Borges es especialmente elocuente en este sentido: “La felicidad, cuando eres lector, es frecuente”, «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.

Hay una frase contundente, que si no mal recuerdo es de Juan José Arreola, “Si no lees, no sabes escribir. Si no sabes escribir no sabes pensar”. Una sencillez aforística que debe ser el fruto de la labor intelectual de un buen lector.

Edmund Husserl escribe en su Lógica formal y Lógica trascendental: “El pensamiento siempre se hace en el lenguaje y está totalmente ligado a la palabra. Pensar, de forma distinta a otras modalidades de la conciencia, es siempre lingüístico, siempre un uso del lenguaje”. Así que si no tenemos palabras, si no tenemos lecturas en nuestra memoria que enriquezcan nuestro lenguaje, nuestro pensamiento será muy pobre. Las personas toleran no ser buenos lectores, pero si se les dice que no saben pensar, esto lastima su orgullo y, sin embargo, una condiciona a la otra. Así, la lectura es una herramienta de desarrollo fundamental. Y donde mejor se desenvuelve esta herramienta es en los libros, no en los pequeños artículos que dominan la circulación de la Web; el encuentro con el lenguaje merece un espacio de concentración –el medio es también el mensaje–, un encuentro a fondo con la mente de un autor que puede haber muerto hace cientos de años, pero que vive, al menos meméticamente, en el texto que se trasvasa a nuestra mente.

Podemos también preguntarnos si es que existe o no la conciencia sin el lenguaje. Aunque una primera lectura de las filosofías de la India parecería indicar que para los pensadores que nos dieron el yoga y la meditación, la conciencia existe más allá del pensamiento lingüístico (que es, de hecho, todo lo que existe), como ocurre en los estados de absorción meditativa (jñanas), también se debe notar que en el hinduismo el Universo es generado a partir de la letra A del sánscrito, de la cual también se deriva la sílaba creadora OM. Posteriormente, en el budismo tibetano la letra A de su alfabeto (parecida a la A del sánscrito) es también considerada una especie de fuente cósmica creativa, que se representa como emanando los cinco elementos en un thigle (bindu en sánscrito). Tenemos por supuesto la cábala, donde el Universo entero es lo que se produce cuando se pronuncian los nombres divinos; la letra Aleph tiene suprema importancia (como exploró Borges en su cuento, donde el Aleph es justamente como una especie de thigle o punto donde se encuentra la totalidad del Universo). Sin embargo, el mundo es creado con la letra Bet, con la palabra Bereshit, que David Chaim Smith traduce no como inicio, sino como “inicialidad” (beginingness) para denotar la constancia de la creación; un acto perenne que no ocurre en el pasado, sino en el presente.

En suma, el mundo se crea con la palabra, y esto es así no sólo en una visión esotérica o religiosa de la realidad, lo es en nuestra vida cotidiana: solo alcanzamos a distinguir las formas una vez que tenemos los nombres.

De cualquier manera, queda claro que la lectura como surtidor de las palabras que animan nuestra conciencia es un aspecto esencial de lo que es un ser humano que piensa el mundo. Podemos existir sin pensar, y a veces el pensamiento se convierte en un ruido que enferma la mente; pero en el pensamiento, con el poder de la palabra tenemos una potencia divina. Como escribió Hölderlin:

Sin embargo, nos compete, bajo la tormenta de Dios,
oh poetas, erguidos y con la cabeza descubierta,
asir con nuestras propias manos el rayo de luz del Padre,
y pasar, envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.


Fuente: Cultura inquieta

Si tienes alguna relación rota trata de sanarla

Por Gala Camberos

Ayer tuve la oportunidad de escuchar en guitarra la primera canción que ha escrito mi hijo de 16 años. Cuando terminó, recordé la más aleccionadora experiencia de mi vida que ahora les comparto.

No provengo precisamente de una historia de amor color rosa. Soy la única hija que tuvo mi padre, un gran médico con varias especialidades, completamente competente con las tareas y tristemente no tanto en sus relaciones. Él se marchó de casa cuando yo tenía dos años y lo “conocí” al cumplir los doce. A partir de entonces lo veía ocasionalmente para ir a comer a algún restaurante. Siempre que me recogía en casa,  no podía dejar de ver los ojos de mi madre aún llenos de amor por él, ella era una de esas mujeres que “aman demasiado”.

Yo tenía 30 años cuando un día mi papá llamó a casa para decirme que tristemente se moría de cáncer. He de confesar que lo primero que sentí fue gusto y escuché una voz interior decir: “ahora seré yo la que te abandone”. Afortunadamente, ese sentimiento me intoxicó solo unos cuantos minutos y, aunque tenía total derecho de sentirlo, desapareció por completo en cuanto lo vi salir terriblemente roto de su primera cirugía. Cabe señalar que mi padre era un hombre alto, muy fuerte, de Chihuahua.

Pasaron los días y comencé a visitarlo en el hospital. Al principio lo hacía con distancia, realmente era un enigma ese hombre para mí y no podía entender qué le había visto mi madre, francamente. En cierta ocasión, cuando llegué al hospital en donde él prestó 30 años de servicio, me interceptó el director del mismo para decirme que la esposa de mi padre y su hija adoptiva, a las que había dado todo, lo habían abandonado en el hospital, por lo que había tomado la decisión de dejarlo permanecer ahí hasta su muerte, dado el excelente servicio que dio y la clase de ser humano que era. Me quedé perpleja, lo más cercano que ahora le quedaba a mi padre era yo.

En otra de mis visitas mi padre besó mis manos tal como lo hacían los caballeros de antaño. Ese gesto derribó los grandes muros que había en mi corazón. Tomé la decisión de darle lo mejor que pudiera y así lo hice durante unos tres años. Comencé a visitarlo mucho, anhelaba conocerlo, siempre llevaba conmigo un buen libro para leerle, música, poesía, algún dibujo, flores, una canción, algo que pudiera compartirle para hacer su enfermedad más llevadera. Él siempre me pedía que le cantara, decía que mi voz era estupenda. Mi padre tocaba la guitarra como nadie y era un bohemio con una voz hermosa. Varias veces canté con él, aunque yo “me mordía el rebozo” por pena de que me escucharan en otras camas, ya que los otros enfermos me aplaudían por más bajito que cantara… Finalmente accedía.

Pasaron los días y fui literalmente enamorándome de mi padre. Incluso escribiendo esto hoy no puedo evitar algunas lágrimas, porque me encontré con un hombre sensible, generoso, gentil, dulce, inteligente, educado… que conmigo cometió un error, irse. Un día ya no pudo hablar más y comenzamos a comunicarnos a través del parpadeo, uno para «sí» y dos para «no». Yo trataba de seguir llevando lo mejor de mí a mis encuentros de amor con mi padre, ya lo sentía tan mío… ¡Aun roto me parecía tan guapo!, me gustaba abrazarlo varios minutos y jugar con su cabello. No podía evitar ver a mi papá derretirse con mis caricias, sé que me adoraba.

Llegó la hora de despedirnos un día en que ya no pudo más. Su semblante era de total devastación, así que le dije: “Papá, si en otro tiempo te abandoné, te negué, no me hice cargo de ti, ya entendí lo que se siente, por favor perdóname; y si esta historia entre nosotros se dio por una decisión tuya, de corazón te perdono y solo te pido que adonde vas pidas por mí.”

Sus ojos comenzaron a llorar mientras destilaban mucho amor. Miré el reloj, salí a llorar como una niña porque no quería que me viera sufrir por él. Siete minutos después mi padre murió.

Ayer miraba el talento de mi padre en los dedos de mi hijo, esa destreza fantástica para mover las cuerdas, esa dulce voz tan romántica estaban otra vez frente a mí. Ahora sé que la vida me dio dos estupendos hijos varones precisamente para resolver los pendientes de amor y perdón que tenía con los hombres debido a la experiencia vivida con mi padre. Ellos me enseñaron a amarlos profundamente otra vez, me reconectaron con la vida y su parte masculina. Me enseñaron cuán dulces, sagrados, amorosos, leales, bellos, frágiles y buenos pueden ser los hombres.

Por favor, si tienes alguna relación rota, trata de sanarla, te quedará siempre la satisfacción en el alma por ello. ¡Amemos!

 

Dios es comunicación

Por M. Salud Conde Nieto

“Los cielos cuentan la gloria del Señor,
proclama el firmamento la obra de sus manos.
Un día al siguiente le pasa el mensaje
y una noche a la otra se lo hace saber.
No hay discursos ni palabras ni voces que se escuchen,
mas por todo el orbe se capta su ritmo,
y el mensaje llega hasta el fin del mundo”.
 Salmo 19, 2-5.

¡Felices Pascuas de Resurrección! Este es mi mejor deseo para ti y todos los miembros de nuestra querida familia Miraflores; más allá de las vacaciones y los huevos de Pascua deseo que sepamos aprovechar las oportunidades diarias de ser felices.

Esas oportunidades se llaman «comunicación». Nuestra relación, clara y profunda, con nosotros mismos y con los demás es la pista de la felicidad.

Durante esta temporada de Cuaresma y, de forma principal, en la Semana Santa, el papa Francisco nos recuerda: “El otro es un don, la palabra es una fuerza viva”. Y ese otro son papás, hermanos, esposa y esposo, hijas e hijos, maestros, alumnos, amigos, vecinos, en fin, todos los que nos rodean, aunque algunos no nos caigan tan bien. Todos son el otro y en ellos está la clave de nuestra felicidad.

Si cerramos la comunicación el corazón al don de hablar con los demás, lo cerramos también al don de hablar con Dios. Para que sea cierto que la Pascua es un nuevo encuentro, un nuevo comienzo, tenemos que aprovechar la oportunidad de comunicarnos mejor con todos, ya sea en persona, por el teléfono, en el WhatsApp, por las redes sociales, etcétera.

Mejor no quiere decir más; mejor quiere decir mejor: con más calidad, más adecuadamente, de manera más conveniente. No se trata de estar más pegados al celular; se trata de acercarnos a los otros, principalmente a aquellos que más nos necesitan, y dejar en ellos una huella significante, un mensaje de amor y superación, de alegría y entusiasmo.

En esa comunicación, camino de felicidad, hay que tener siempre en la mira a aquel que por su propia naturaleza es comunicación, verbo, palabra, diálogo; quien, además, está siempre a la espera de nuestra respuesta: al que tenemos en visto para cuando tengamos tiempo. «Dios… desde tiempos antiguos ha hablado de muchas maneras al hombre por medio de profetas y, últimamente, ha hablado por medio de su Hijo” (Hebreos 1, 1-2).

¡Felices Pascuas!

SÉ VALIENTE
No temas…
siempre estaré contigo…

-Madre Trinidad.

Una pareja inolvidable

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Por Bertha Herrerías

Hay de parejas a parejas. Todos lo hemos visto. Algunas mejores y otras peores; de todo tipo y condición. Pensemos, ahora, en una pareja excepcional: siempre se llevan bien, resaltan lo mejor de cada uno y, juntos, son mejores y más felices. Hablamos de la música y los libros.

Se llevan tan bien que el año pasado tuvieron un Nobel: Bob Dylan. La música es inmejorable compañía para los libros, solo equiparable al silencio; la lectura es pareja natural de la música, solo comparable al silencio. Neruda decía que quien no lee, quien no oye música, quien no viaja, muere lentamente. Y le sobraba razón.

Tenemos que darnos la oportunidad de disfrutar de la lectura… y de la música; mejor si es al mismo tiempo. Juntos son más que dos. Un buen libro y una adecuada selección musical. Parece fácil, pero muchas veces no lo es. Como todas las parejas, deben encontrar equilibrio y armonía. Afortunadamente las combinaciones son infinitas.

Hay libros que nadan entre dos aguas y, a su manera, las conjuntan; libros que hablan de música y nos ayudan a encontrar esa pareja ideal. Tenemos tres excelentes ejemplos a la mano: Playlistmanía, de Benjamín Salcedo, de LID Editorial Mexicana; Letras Completas de Bob Dylan, de Malpaso Ediciones; y Muy personal, de Joaquín Sabina, de Editorial Planeta.

Son tres recorridos por el mundo de la música desde tres diferentes puntos de partida; personales, subjetivos y apasionantes porque, finalmente, tanto la música como los libros, son lugares en los que coincidimos alguna vez y al llegar reconocemos como propios.

La armonía entre las letras y las notas, las páginas y los pentagramas no es cosa nueva. Hay miles de ejemplos. Además de las mencionadas, éstas son algunas obras ligadas a la música que nos hablan de esa rica simbiosis. Sin embargo, lo mejor es hacer una selección personal, ficción o no ficción, clásica o moderna, escoger un libro y una buena pieza y ponernos a disfrutar:
El ruido eterno, de Alex Ross; Cómo escuchar la música, de Aaron Copland; Alta fidelidad, de Nick Hornby; Los grandes compositores, de Harold Schonberg; Nuestro grupo podría ser tu vida, de Michael Azerrad; El triunfo de la música, de Tim Blanning; Musicofilia, de Oliver Sacks; La imaginación sonora, de Eugenio Trías y muchos más.

Somos nuestras decisiones

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Por Bertha Herrerías

“Lo que es bueno para las personas y para la familia, siempre acaba siendo bueno para la sociedad, las empresas y los negocios”, asegura Luis Huete; y sabe de lo que habla. Por algo ha sido considerado el mejor pensador del management en España y es uno de los referentes del liderazgo empresarial a nivel global.

Es profesor de IESE Business School desde 1982, además de conferencista, consultor, formador y facilitador de 700 empresas de setenta países; ha escrito doce libros y es colaborador habitual en la prensa de negocios. Su vida transcurre entre viajes, conferencias y reuniones. Sin embargo, en donde se encuentre, su preocupación es la misma: ¿cómo resolver el aparente conflicto entre la ética y los negocios?

“Hay tres planos que se confunden: el plano de lo que es, o sea, el de la realidad; el plano de lo que querríamos que fuera, o sea, el de la ética; y un tercer plano, el de lo que se puede hacer. Los tres deberían tener una mayor convergencia. Lo que sería horrible y no podemos permitir es que los tres tengan una vida de separación”.

Luis Huete

Esa es la raíz de su libro más reciente Liderar para el bien común, publicado por Editorial LID, en el cual explica que “todo está relacionado con todo y los planos se retroalimentan entre sí; entre ellos hay otro componente, que es el más importante: el estatus dinámico contra el estatus estático. Con el dinamismo todo es posible, con lo estático se introduce un factor de corrupción; es como estar en un plano inclinado en el que la caída se acelera de forma constante”.

Por eso es tan importante convertir en hábitos las elecciones conscientes y continuas, que son características del líder. “Somos las elecciones que tomamos. Parte fundamental de liderar para el bien común es centrarnos en la cabeza y el corazón para crear relaciones de reciprocidad, que son las que promueven mejores soluciones a cualquier tipo de problema”.

Huete tiene una sonrisa fácil y mirada clara, casi tan clara como sus ideas: “En un momento de grandes cambios como este, la mayor información y riqueza jamás tenidas se han convertido en una abundancia que nos abruma y empobrece. Tenemos que rescatar nuestro talento líder, desde adentro de nosotros mismos y en servicio de los demás; el talento de los líderes marca, en buena medida, el rumbo de una sociedad. Y siempre se requiere de un punto de valentía para ir en el camino correcto”.

Generalmente, lo primero que aparece es lo contrario: el miedo, la desconfianza: “Hay toda una dinámica manipulativa basada en el miedo al otro. Es una técnica que se ha utilizado a lo largo de la Historia, propia del sicópata, a quien le interesa crear desconfianza para hacerse, él o ella, del elemento de confianza. Es muy penoso. Siempre hay que mirar al otro con la capacidad de que juntos creemos una relación estable y provechosa para ambos. El mundo de por sí está fragmentado, pero hay quien utiliza esta fragmentación para su beneficio y crea más fragmentación”. Y esto ocurre tanto en la política y los negocios, como en la vida social o familiar.

Luis Huete apunta algunas líneas de solución: ganar confianza, respeto, inteligencia colectiva, convergencia de intereses, búsquedas creativas y diálogo, mucho diálogo: “Hay una estrecha relación entre conversación y relación. Cuando hay una crisis de relación es que ha habido un problema de conversación, en la que a las partes les ha faltado generosidad”.

Concluye  que: “A nuestro alrededor abundan ejemplos de personas que han alcanzado unos excelentes niveles de éxito o progreso social en sus vidas y que, a pesar de ello, han tenido una existencia amarga y desdichada. La felicidad y la agradable sensación de vivir o haber vivido una vida bien lograda requieren algo más que éxito o prestigio; son el resultado de una conjunción armónica entre el progreso social y el progreso individual, que se retroalimentan formando un círculo virtuoso en el que mejoramos para dar y damos para mejorar”.

¿Qué opinas?| La opinión de la juventud

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Vivimos en un mundo cada vez más complejo, donde el fácil acceso a la información contrasta con la falta de credibilidad de la mayoría de las fuentes.

Términos como «posverdad» se han acuñando para describir el preocupante fenómeno de comunicación que está sucediendo: los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamados a la emoción y a la creencia personal, lo cual se aprovecha para manipular a la sociedad en cuestiones trascendentes como la política y el estilo de vida.

Si los propios adultos tendemos a creer todo lo que aparece en las redes sociales, Internet y demás medios, sin analizar el origen del contenido ni cruzar datos para comprobar su veracidad, ¿qué se puede esperar de los niños y jóvenes? Por esa razón, el reto de la educación, no es solo informar, sino formar, así como brindar las herramientas necesarias a las nuevas generaciones para que se formen la visión más objetiva posible de la realidad sin ser manejadas por grupos de poder.

Nunca es pronto para comenzar a desarrollar el pensamiento crítico, ya que la edad no tiene nada que ver con la capacidad para discernir. Es importante entrenar el cerebro desde edades tempranas para buscar, analizar, procesar, comparar y utilizar adecuadamente la información. No obstante, el Colegio Miraflores va un paso más allá, trayendo a las fuentes primarias de la información al aula. Durante el presente año escolar, los alumnos han tenido la oportunidad de dialogar directamente con personalidades que tienen un peso específico en la vida política, económica, social y espiritual de nuestro país. Este diálogo directo y sin filtros les ha permitido conocer y resolver dudas sobre temas de gran trascendencia. Los mismos alumnos opinan al respecto:

  1. Santiago Valencia Oseguera, 19 años.

Me parece increíble esta iniciativa del Colegio de traer a grandes líderes y personajes profundamente involucrados con el desarrollo y avance de
nuestro país.

Sinceramente, pienso que es una dinámica muy entretenida, ya que no solo aprendes, sino que vives una experiencia muy diferente al estar interactuando con el locutor.

Para mí es un poco triste que este sea mi último año en el Colegio, pero espero que continúe ofreciendo a sus alumnos la oportunidad de participar en exposiciones como estas.

  1. Ximena Andrade Cuevas, 19 años.

Es un privilegio tener la oportunidad de recibir información de primera mano. Estudiar en el Colegio Miraflores ha sido una experiencia inigualable. Me ha dado las herramientas y conocimientos que, estoy segura, me abrirán muchas puertas.

La iniciativa de las pláticas en el auditorio me parece muy buena, nos han dado diferentes perspectivas y enriquecido nuestra cultura general.

  1. Samuel Barrera Olguín, 18 años.

Las conferencias que nos dan en el Colegio tienen la finalidad de enseñarnos e informarnos. En mi opinión, nos presentan diferentes tipos de conferencias que nos abren las puertas a diferentes temas. Así nos damos cuenta de qué es lo que más nos gusta.

La conferencia que más me gustó este año fue la de la UP. Su ponente, Ramón, habló con honestidad y dijo todo lo que pensaba sin miedo alguno.

Creo que el Colegio hace bien en darnos diferentes conferencias, nos ayuda a ver el mundo en el vivimos y lo que nos espera una vez que nos graduemos.

  1. María Alejandra Álvarez Méndez, 19 años.

Creo que hablo en nombre de todos mis compañeros cuando digo que estoy muy agradecida con el Colegio por traernos un pedazo de realidad con cada una de las pláticas que nos presentan, al tratar con personajes involucrados en el cambio por el que está pasando México. No solo nos informamos, sino que también nos involucramos directamente.

  1. Diego de la Cabada Moreno, 18 años.

Es una forma diferente de transferir conocimiento, una manera más dinámica y divertida que nos deja un mayor conocimiento sobre lo que está pasando hoy en día en nuestro país.

  1. Mariana Villazón Farías, 19 años.

Pienso que es muy importante que vengan personas con gran experiencia, ya que nos enseñan mucho, de una manera diferente y más dinámica. Nos proporcionan información de primera mano.

Estas son algunas personalidades de los ámbitos político, tecnológico y religioso que han dialogado con los alumnos durante este año escolar:

  • Alfonso Navarrete Prida, secretario de Trabajo y Previsión Social.
  • Jorge Gutiérrez Vera, presidente de Cogenera México.
  • Rafael Pliego y Olavo Salcido,  socios de Nan Global Nanotec.
  • Cardenal Carlos Aguiar Retes, Mons. Efraín Mendoza y Mons. Jorge Coapio, de la Arquidiócesis de Tlalnepantla.

La numeración de las opiniones corresponde al orden de los alumnos en la foto, de izquierda a derecha.