El Efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, incorrectamente midiendo su habilidad por encima de lo real.
Este sesgo, es atribuido a una inhabilidad meta-cognitiva del sujeto de reconocer su propia ineptitud. Debido a que su habilidad real debilitaría su propia confianza, ya que los individuos competentes asumen, falsamente, que otros tienen una capacidad o conocimiento equivalente al suyo.
“La pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible.” Ley de la controversia de Benford.
El fenómeno fue demostrado en una serie de experimentos realizados por Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell (Nueva York, EE. UU.). Sus resultados fueron publicados en el Journal of Personality and Social Psychology de diciembre de 1999.
En relación a ella, David Dunning y Justin Kruger de la Universidad de Cornell concluyeron:
Esa incompetencia les impide a su vez darse cuenta de la ausencia de esa habilidad en ellos mismos así como reconocerla en otros individuos.
Las investigaciones confirman que el patrón de persona “incompetente e inconsciente de su incompetencia” se replica en situaciones de la vida real, no sólo en pruebas abstractas de laboratorio”.
“Uno de los dramas de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente.” -Bertrand Russel
Kruger y Dunning investigaron cierto número de estudios previos que tendían a sugerir que en diversas habilidades como la comprensión lectora, conducción de vehículos de motor, y juegos como el ajedrez o el tenis, “la ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento” (como dijo Charles Darwin). Su hipótesis es que, en una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado:
-Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad.
-Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros.
-Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.
-Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa.
CONCLUSIONES
El Dunning-Kruger nos enseña que antes de valorar la opinión de alguien negativamente hay que considerar la posibilidad de que no se de cuenta de que está errado porque psicológicamente no puede hacerlo.
Y eso nos lleva a otro problema: Los equivocados podemos ser nosotros y no ser conscientes de ello.
Porque este efecto nos sucede a todos en función de cada habilidad.
Es decir, alguien puede ser un experto en un tema o el más capaz del mundo en una determinada habilidad, y sin embargo no estar capacitado para darse cuenta de que no lo es en otros temas o habilidades.
En todo caso, cuando hay una divergencia seria que impide avanzar, siempre hay que tener en cuenta que se puede estar produciendo y actuar en consecuencia.
disenosocial-Dunning-Kruger-equivocado-internetSe trata de comprender que probablemente es un tema de formación. Hay que formar al individuo tanto para que pueda entender el problema como para que se dé cuenta de verdad de que antes no lo entendía.
Son dos las soluciones que se proponen para evitarlo en equipos de trabajo: No conformarse sólo con el propio juicio sobre un tema. No olvidemos que si no estamos preparados para tomar la decisión tampoco estaremos preparados para darnos cuenta de que no lo estamos.
Nuestro consejo es apostar por la formación continua y de calidad para mejorar el conocimiento del capital humano y la capacidad para reconocer las carencias propias que tenemos que solucionar.
En todo caso, saber que existe nos debe enseñar a ser humildes. A saber que en nuestro cerebro hay algo que nos lleva en ocasiones a ver con total nitidez que estamos en posesión de la razón en un tema y sin embargo tratarse de una ilusión.
Y eso, cuando alguien dirige un equipo o una empresa puede llevar a tomar decisiones muy perjudiciales.
Por eso, te invito a que en la próxima discrepancia que tengas con alguien, en la empresa o en tu vida particular, pares un momento y reflexiones… ¿realmente estás más preparado que tu interlocutor en ese tema o lo que pasa es que tus conocimientos de la materia no son los suficientes para que puedas comprender que el otro tiene razón?.
Hace unos meses, Mark y yo nos servimos una cerveza cada uno y abrimos nuestras laptops. Era hora de revisar los términos del contrato de nuestra relación.
¿Acaso queríamos hacer algún cambio? Mientras revisábamos cada categoría, acordamos dos cambios menores: yo saldría a pasear al perro el martes y él el sábado, y ahora yo limpiaría los entrepaños de la cocina, pero él se haría cargo de la tina de baño.
La última versión del “Contrato de relación entre Mark y Mandy”, un documento de cuatro páginas con interlineado sencillo que firmamos y fechamos, tendría una vigencia exacta de doce meses, transcurridos los cuales tendríamos la opción de revisarlo y renovarlo, como habíamos hecho en otras dos ocasiones. El contrato especifica todo, desde las cuestiones sexuales hasta las finanzas y nuestras expectativas a futuro. Y me encanta.
Escribir un contrato de relación podría sonar calculador o poco romántico. Pero cada relación es contractual: nosotros solo hacemos los términos más explícitos. Nos recordamos que nuestro amor no es algo que nos pasa, sino algo que hacemos juntos. Después de todo, este método fue lo que nos unió en primer lugar.
Hace dos años y medio, escribí una columna de Modern Love sobre cómo Mark y yo habíamos pasado nuestra primera cita poniendo a prueba un experimento psicológico que utilizaba 36 preguntas para ayudar a dos extraños a enamorarse. Esa experiencia nos ayudó a pensar en el amor no como una cuestión de suerte ni del destino, sino como la práctica de realmente darse a la tarea de conocer a otra persona y permitir que esa otra persona nos conozca. Pensar en el amor de una forma deliberada parece funcionarnos bien.
En el pasado, no me había funcionado esperar que una relación funcionara simplemente porque las dos personas involucradas se amaban. Pasé mis veintes con un hombre que sabía exactamente qué quería y cómo quería ser él. Yo lo único que quise fue que él me amara.
Estuvimos juntos casi una década, y en ese tiempo de algún modo dejé de lado mis hábitos y preferencias. Si quería dividir los gastos en alimentos, él sugería que compráramos solo las cosas que nos gustaban a los dos. Si quería que pasáramos juntos los fines de semana, podía ir a esquiar con él y sus amigos. Y eso hacía. Hice que mi vida fuera como la suya.
No fue sino hasta que me fui a vivir a otro lado que comencé a darme cuenta de que no había habido lugar para mí en nuestra relación, y no solo porque mi ex no me lo había ofrecido: a mí nunca se me ocurrió pedirlo. Estaba enamorada y el amor significaba hacer, ¿no es así? Pero ¿qué pasa si lo amé demasiado?
Años antes, había leído Un cuarto propio de Virginia Woolf y pensé que lo había entendido, pero no fue así. A los veinte, me entregué por completo al amor y no fue sino hasta que la relación terminó, a los 29, cuando me di cuenta de lo que significaba habitar plenamente mis días y la amplitud de mi propia mente. Me dio tanta dicha descubrir que mi tiempo era mío, así como cada una de mis decisiones, ya fuera qué cocinar o a qué hora irme a la cama.
Decidí que en mi próxima relación amaría con mayor moderación, reservándome más para mí misma.
Cuando conocí a Mark, se amoldó a mi vida tan fácilmente que me sorprendió. Mis amigos lo adoraban. Mi perro, Roscoe, aullaba de alegría al verlo. Pero tenía mis dudas cuando comenzamos a hablar de vivir juntos.
Me preguntaba si las minucias de la vida doméstica nos convertirían en criaturas insignificantes que peleaban por la ropa sucia. Sobre todo, me preocupaba perderme de nuevo, por un hombre y una relación, rebasada por esas ideas anquilosadas de cómo el amor lo puede todo.
Mark tenía sus propias reservas. “No quiero hacer esto solo porque es lo que se supone que debemos hacer”, me dijo. “Solo quiero que vivamos juntos si eso mejorará nuestras vidas”. Pasamos semanas enumerando con angustia los pros y los contras de vivir juntos. Me había topado con un libro, The New I Do: Reshaping Marriage for Skeptics, Realists and Rebels, que recomienda contratos de matrimonio a corto plazo. Nos gustó la idea y nos dimos cuenta de que podíamos adoptar este método para vivir juntos.
Muchos de nosotros no nos damos cuenta de cómo el amor romántico actúa como una fuerza organizadora de nuestra vida, pero es una fuerza poderosa. Algunos usan el término “escalera mecánica de las relaciones” para describir cómo tendemos a seguir guiones familiares a medida que avanzamos en una relación, desde las salidas informales, pasando por la unión libre, el matrimonio y la familia. Estos guiones que nos dicen cómo debería ser el amor están tan omnipresentes que algunas veces resultan invisibles.
Es sorprendente lo empoderador que puede ser ponerles palabras a tus deseos e inseguridades, por pequeñas que sean, y hacerles lugar.
En mi última relación, había pasado demasiado tiempo preocupándome por subir la escalera. Ni siquiera estaba segura de lo que quería, pero me daba pánico intentar averiguarlo al hablar de ello. En cambio, peleaba por todo: el dinero, las tareas domésticas o cómo pasar el fin de semana. Si estaba enojada, me resultaba más fácil ser honesta. Con Mark, quería hacerlo mejor.
Nuestro contrato aborda mucho de lo que tiene que negociarse en cualquier relación, en especial si se vive con la otra persona. Comienza con nuestras razones para estar juntos: “Aspiramos a ayudarnos a ser amigos, miembros de la comunidad y ciudadanos del mundo más éticos y generosos”. Me parece que suena idealista, pero he tenido relaciones en las que acabé sintiéndome sola y disminuida. Esta ocasión, quería tener una intención más clara sobre lo que sucedería al exterior y al interior.
Los términos van de lo familiar (“Nos cuidaremos cuando alguno se enferme”) a lo imaginativo (“Si los dos nos enfermamos, le toca al perro”). De hecho, hay toda una sección para Roscoe, en la que detallamos sus horarios de paseos, visitas al veterinario e incluso lo dulce que pensamos que es.
Tenemos una sección sobre los invitados a la casa (pueden quedarse hasta dos semanas, pero deben contar con la aprobación de ambas partes) y una cláusula que tiene que ver con la ropa sudada que usa Mark para correr (“Mark acuerda colgar esa ropa en el cuarto de huéspedes o en la cara interna de la puerta del baño, pero quiere que Mandy sepa que este podría ser un incidente bastante común”).
Acordamos dividir la cuenta cuando salgamos a comer, con una excepción: “Las ocasiones especiales (la noche en la que uno invite a cenar al otro, celebraciones, etcétera) no se dividirán, de tal modo que una persona pueda invitar a la otra”. Era importante para mí que desayunáramos juntos porque era algo que solíamos hacer en mi familia durante mi infancia, así que lo pusimos por escrito.
Es sorprendente lo empoderador que puede ser ponerles palabras a tus deseos e inseguridades, por pequeñas que sean, y hacerles lugar. Es algo tan sencillo… pero no fue fácil. No estaba habituada a saber qué quería de una relación, mucho menos a decirlo en voz alta. Ahora, tengo que hacer ambas cosas.
No queríamos dar nada por hecho, lo cual significaba tener las conversaciones que antes solía evitar. En el apartado de “Sexo e intimidad”, por ejemplo, escribimos que estábamos de acuerdo en ser monógamos porque, en este preciso momento, la monogamia nos venía bien. Sin embargo, no damos por hecho que eso sea lo que vamos a querer siempre.
Nuestro contrato no es infalible ni es la solución a todos los problemas. No obstante, sí reconoce que cada uno tiene deseos que merecen expresarse y reconocerse. Mientras dábamos por terminada la más reciente renovación, Mark tecleó un nuevo encabezado antes del final: Matrimonio. “Y, ¿qué opinas?”, me preguntó, recargándose en la silla como si acabara de preguntarme de qué restaurante quería ordenar comida.
Me quedé mirando mi cerveza fijamente. Esta no era la primera vez que hablábamos sobre matrimonio, pero ahora, con el contrato abierto, parecía oficial. Me retorcí, sabiendo que una parte de mí quería decir: “Hagámoslo”, mientras que la otra quería rechazar la institución en general y amarnos y comprometernos en nuestros propios términos.
“¿Qué nos ofrece el matrimonio que no tengamos ya?”, pregunté.
“Buena pregunta”, dijo.
“Sería bonito escuchar los discursos graciosos y alentadores que nos dedicarán nuestros amigos”, dije. “Pero en realidad no quiero planear una boda ni pagarla”.
Estuvo de acuerdo. Nos gusta esto que hemos creado.
Sé que se supone que un compromiso de toda una vida debe incluir una sorpresiva propuesta de matrimonio, una aceptación llorosa y una publicación en Facebook de selfis felices. Sin embargo, se trata del resto de nuestras vidas, así que quiero que lo pensemos bien, juntos.
Por último, Mark tecleó: “Acordamos que el matrimonio es un tema de conversación en curso”.
Pareciera algo trivial ponerlo por escrito, pero hablar —en lugar de solo esperar y hacerse preguntas— ha sido un alivio para ambos.
Mientras termino de teclear esto, Mark está corriendo y el perro ronca a un volumen terriblemente dulce; yo estoy en casa en la amplitud de mi propia mente. Fracasé en mi meta de amar con mayor moderación, pero por primera vez en mi vida siento que hay lugar para mí en mi relación y espacio para que podamos decidir exactamente cómo queremos practicar el amor.
Pareciera que estamos subiendo la escalera mecánica de la relación, pero yo prefiero pensar que subimos por las escaleras que no son automáticas.
JÓVENES MEXICANOS EXIGEN UN ENFOQUE HOLÍSTICO DE GESTIÓN DE RIQUEZA
El nivel de estudios, la capacidad de adaptarse y las habilidades tecnológicas son los tres factores de mayor relevancia que los Millennials mexicanos consideran que influirán en su seguridad financiera.
El nivel de estudios, la capacidad de adaptarse y las habilidades tecnológicas son los tres factores de mayor relevancia que los Millennials mexicanos consideran que influirán en su seguridad financiera, de acuerdo con una encuesta a nivel mundial de UBS.
Según el reporte ‘Millennials: the global guardians of capital’, los Millennials en economías desarrolladas están en busca de servicios que vayan en línea con su objetivo de seguridad financiera, por lo que están comenzando a exigir un enfoque holístico de gestión de la riqueza que incluya educación y capacitación en mercados globales, estrategias de inversión y planificación.
Por su parte, en mercados emergentes, la flexibilidad, las habilidades tecnológicas y las redes sociales se identifican como habilidades relativamente más importantes que en los mercados desarrollados para la seguridad financiera.
“Esto sugiere que los Millennials pueden buscar un enfoque integral de gestión de la riqueza que les permita no sólo aumentar su capital financiero, sino que también les ofrezca oportunidades flexibles para ampliar sus capacidades tecnológicas y ampliar sus redes sociales”, explica el documento.
Por ello, Simon Smiles, global chief investment officer (CIO) de Ultra High Net Worth en UBS Wealth Management y WEF Young Global Leader, señala que “los clientes millennials más adinerados encabezan la tendencia de las redes digitales y de la movilización de inversiones para el bienestar público”.
Para satisfacer las necesidades asociadas a esto, agregó, los gestores patrimoniales y los asesores financieros deben priorizar los nuevos servicios digitales, como las redes financieras, y ayudar a generalizar la inversión de impacto y otras iniciativas relacionadas con la sostenibilidad”.
En este contexto, se puede apreciar que en México, además de los tres factores para la seguridad financiera ya mencionados, cobran relevancia la ambición en cuarto lugar; las habilidades en lenguas extranjeras en el quinto, y las redes sociales en el sexto lugar.
Esto contrasta con el orden de prioridades en mercados desarrollados, ya que la ambición se encuentra en el segundo lugar de preferencia, y le dan un lugar especial a la tolerancia en la toma de decisiones financieras (cuarto lugar), así como a factores sociales como el desempeño del mercado laboral.
Diferencias generacionales en la percepción de riqueza
Por otra parte, el documento también expone la percepción que tienen los Millennials mexicanos sobre las formas más importantes de riqueza, y cómo éstas contrastan con las que tienen sus padres.
Mientras para las generaciones más jóvenes las experiencias emocionantes, el legado para la familia y el lujo constituyen las formas de riqueza de mayor relevancia, en ese orden, para sus padres la de más prioridad es el legado familiar, seguido de buenos contactos y el lujo.
En mercados desarrollados se observa una tendencia similar, salvo que tanto para los Millennials como para sus padres las experiencias emocionantes tienen un lugar especial.
Inversiones sostenibles cobran relevancia
Por otra parte, el documento explica que la inversión sostenible está llamando la atención de los Millennials , y los asesores financieros deben poner énfasis en ello.
“La inversión sostenible y de impacto, cuyo objetivo es crear un impacto social o ambiental medible, además de un retorno convincente, son ejemplos de áreas de rápido crecimiento que satisfacen la demanda de inversiones conscientes de los Millennials . Dado que otras generaciones siguen cada vez más el ejemplo de los Millennials , el sector podría beneficiarse de más información y diálogo en relación con las oportunidades domésticas e internacionales”.
De ahí que Mark Haefele, CIO de UBS Wealth Management, considera que “en una era más conectada socialmente, los Millennials adinerados y otros clientes privados han expresado un creciente interés por las innovaciones, como las plataformas digitales y las inversiones sostenibles y de impacto”.
Esto, agregó, ofrece a los gestores patrimoniales y a los asesores financieros una nueva oportunidad para mejorar sus capacidades digitales, además de usar el capital privado para convertir el mundo en un lugar más sostenible.
Néstor García Canclini: “Hay un conjunto de condicionamientos para conformar una sociedad menos emancipada”
Por Daniel Gigena
Foto: Martín Felipe / AFV
Invitado a participar de la tercera edición de La Noche de Filosofía, que se realizó el 24 en el CCK, el profesor argentino residente en México Néstor García Canclini (La Plata, 1939) estará en Buenos Aires durante una semana. En ese lapso grabará una entrevista con el Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina para la sección Trayectorias de la página web www.cga.org.ar y se hará tiempo para investigar sobre la obra del fotógrafo Andy Goldstein, que prepara una muestra en FoLa para 2018. García Canclini, doctorado en Filosofía por la Universidad Nacional de La Plata y la de París, desarrolló una carrera internacional como docente e investigador en temas de consumos culturales, globalización e interculturalidad en América latina.
Ha escrito varios libros, como Culturas híbridas (1990) y La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia (2010), además de publicar compilaciones de trabajos sobre industria cultural, consumos juveniles e hibridación en América latina, fuente de consulta para los interesados en ciencias sociales. En 2014, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México.
Observador y crítico de la tecnología, García Canclini siempre parece pensar con vistas a la emancipación de las comunidades. Antes de su exposición en La Noche de la Filosofía (el sábado, a las 20.30, en la Sala Argentina), dialogó con LA NACION sobre nuevas formas del control social, la coyuntura nacional y regional. Reveló, además, aspectos de su obra en marcha.
-¿Qué expectativas tiene de su participación en La Noche de la Filosofía?
-Es la primera vez que participo. He leído que asiste mucha gente y siento interés en hacer la experiencia. En Buenos Aires hay muchos eventos culturales masivos, como el Bafici o, antes, Buenos Aires No Duerme. Como investigador del tema de los públicos, me interesa esta convocatoria. Van a llegar pensadores franceses y alemanes. Miré la grilla de participantes y vi que hay nombres inobjetables, como Georges Didi-Huberman, Rita Segato o Slavoj Zizek. Me siento en buena compañía. Es una propuesta plural, donde se escucharán voces distintas.
-¿Su exposición se referirá a las protestas en tiempos de redes sociales?
-Sí. En la conferencia “Ciudadanos reemplazados por algoritmos”, voy a hablar de la protesta y haré una reflexión sobre las condiciones de la ciudadanía en la actualidad, como la videopolítica, que es un tema que se investigó hace más de veinte años, pero ahora se lo hace en relación con otros desafíos, vinculados con el uso de la información personal que hacen servidores como Google o redes sociales como Facebook. Hay un conjunto de condicionamientos para conformar una sociedad menos emancipada. Voy a presentar otras formas de organización de la ciudadanía ante eso. En la Unión Europea las autoridades han llamado a los países para crear ciertas formas de regulación de Google o de Facebook. Se debate el destino de la información que nos capturan y se envía a corporaciones económicas o Estados. Esto se incluye en un debate más amplio, sobre el modo en que estas redes crean opinión. Se vio en las elecciones por el Brexit o en las presidenciales de Estados Unidos. Muchos datos interconectados tratan de influir en las decisiones de los ciudadanos. Eso irá asociado a otras discusiones, como nuevas formas de conexión. En Francia este año se propuso que los empleados tuvieran derecho a once horas de desconexión entre una jornada laboral y otra. Son muchos aspectos en que la información concentrada contrarresta la libertad.
-Pero ¿no existen usos libertarios de esas herramientas?
-Sin duda. Movimientos sociales que enfrentaron dictaduras o que quebraron la censura impuesta, la solidaridad internacional en los movimientos de jóvenes, de “indignados”, en Chile, España o México. Ante el riesgo de un no tan nuevo Gran Hermano, existen iniciativas para repensarlo. Aún pensamos en Estados nacionales, pero en un mundo globalizado es necesario que existan organismos internacionales como la UE o el Mercosur, aunque los países latinoamericanos han estado ausentes de estas discusiones. Los europeos fueron los primeros que trataron de regular y poner equilibrio entre partes desiguales.
-¿Está al tanto de los cambios en las políticas culturales instrumentados por el nuevo gobierno argentino?
-Leo los diarios y suplementos culturales de la Argentina; además, en México hay una red noticiosa de “argenmex” que nos tiene al tanto de lo que pasa. Tengo algunas discrepancias sobre determinadas políticas; lo que ocurrió con el Incaa es inquietante. Fue importante que se hiciera una movilización de profesionales del mundo del cine y de la sociedad, como pasó también cuando se conoció el fallo del 2×1 por crímenes de lesa humanidad. Por supuesto, considero totalmente rechazable ese fallo de la Corte.
-¿Cómo es el desarrollo cultural actual en América latina?
-En casi todos los países, los gobiernos actuales han hecho ajustes presupuestarios en materia cultural y ninguno cumple con el índice recomendado por la Unesco (el 1,1% del PBI). En países como Brasil, México o la Argentina hay nuevas creaciones y debates en los que intervienen artistas, gestores culturales, jóvenes. Eso ha crecido enormemente. En ciudades como Buenos Aires, La Plata, Rosario o Córdoba hay una creatividad exuberante. Buena parte de esas prácticas la producen grupos de jóvenes. Falta no sólo presupuesto, sino también la creación de plataformas por parte de los Estados. Por ejemplo, promover Internet y posibilidades de acceso, infraestructuras para comunicar. No sólo se trata de abrir museos; hay que estar atento a los sectores jóvenes, que son también los más precarizados. Se les debe dar cierta seguridad social a los trabajadores de la cultura. En cambio, muchas veces los Estados y las empresas contratan a los trabajadores de forma precaria. Eso se debe a una deficiente responsabilidad del poder público, que en América latina se ha erosionado.
-¿Por qué?
-Por la transferencia de responsabilidades a agencias internacionales, que pasan a administrar la economía, la comunicación. También el aumento de la deuda, como pasa ahora en la Argentina, debilita a los países a la hora de defender a sus poblaciones y el sentido de lo público.
-¿A qué llama la estética de la inminencia?
-Fue un concepto que tomé de Borges y que se refiere a una serie de experiencias estéticas en las que algo no se dice de manera plena, tajante, sino sugerido. Es una característica del arte, más visible en el arte moderno o contemporáneo, un arte no panfletario, no explícito, sino que interactúa con el espectador para que lo complete. Esos lenguajes indirectos tienen también un sentido social, porque permiten imaginar distintas interacciones. En La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, tomo el caso argentino de León Ferrari, que articuló metáforas a partir de cadenas de significados de la iconografía religiosa y de las represiones políticas. Guillermo Kuitca plantea algunas imágenes a medio camino entre la arquitectura teatral y el diseño urbano. Así se crean zonas de incertidumbre con elementos que van en distintas direcciones. Si uno asocia direcciones en apariencia desconectadas, puede generar otra interpretación de lo que ocurre en la actualidad.
-¿Presentará un nuevo libro?
-Hace poco presenté en México Hacia una antropología de los lectores, que se puede descargar gratis de Internet. Es una investigación en equipo sobre cómo se lee actualmente. Se lee tanto en pantalla como en papel, aunque en dosis distintas. Los jóvenes no han dejado de leer en papel. La lectura tiene dimensiones sociales muy importantes. Vamos a ferias del libro, a presentaciones; aunque los editores se quejen por la baja de ventas, los libros se venden, se transmiten entre personas y grupos. Hay una circulación social de los textos. Si uno quiere comprender la dinámica de la lectura y la escritura, debe estar atento a esas escenas y esos circuitos. Otro problema es la calidad de lo que se lee, pero se lee y se escribe mucho.
Habitualmente, las vacaciones escolares son muy esperadas por los alumnos. En cambio, con los padres de familia no siempre ocurre lo mismo. Se suelen preguntar: ¿qué vamos a hacer con nuestros hijos durante tantos días sin clases? ¿Cómo vamos a conseguir el suficiente dinero para mantenerlos entretenidos?
Lo primero que hay que decir sobre las vacaciones es que son unas semanas para aprovecharlas bien, para lograr un enriquecimiento como personas. Y no se requiere gastar “una fortuna”, sino de tener ingenio y creatividad.
Los padres deben de tomar la iniciativa y proponer a sus hijos planes interesantes, divertidos, constructivos y, a la vez, que les ilusionen. A continuación, sugiero algunas propuestas concretas:
Actividades deportivas.
El ejercitar un deporte fortalece la voluntad de los hijos; acrecienta el espíritu de sacrificio; facilita la convivencia y el conocimiento de los mismos miembros de la familia y sus amigos. Resultan bastante formativos los paseos y excursiones al campo, para que entren los pequeños en contacto con la naturaleza. Existen muchos sitios donde se pueden levantar tiendas de campaña y pasar varios días de intensa convivencia. Esto integra mucho a la familia. Además, normalmente es una opción que suele ser económica y en la que los hijos desarrollan otras habilidades como aprender a nadar, a subir pequeños montes, a conocer animales, a pescar en un río, a pasear en bicicleta, etc.
Visitar ciudades y pueblos interesantes.
Nuestro país tiene una gran tradición histórica y cultural. Los niños y jóvenes pueden visitar Centros Históricos de la Ciudad de México y de hermosas ciudades coloniales como Querétaro, Puebla, Morelia, San Miguel de Allende, San Luis Potosí, o también pueblos pintorescos a los que se les ha denominado como “Pueblos Mágicos”.
Contacto con la cultura:
Visitar museos, exposiciones de pintura, de escultura, casas de la cultura, bibliotecas, librerías… con la finalidad de que los hijos entren en contacto con el mundo cultural.
Juegos infantiles y lecturas:
Conseguir juguetes educativos, de acuerdo con las edades. También es importante aficionar a los hijos a los buenos libros, en especial a los clásicos de la literatura universal.Precisamente en nuestro tiempo, cuando muchos niños y adolescentes emplean demasiado tiempo viendo videos y películas a través de su tablet, navegando por Internet, escuchando música e interactuando con su celular, es importante cultivarles el gusto por la lectura, con lo cual se adentrarán en un mundo insospechado y maravilloso, donde intelectualmente podrán desarrollar su inteligencia, su memoria, su imaginación y su creatividad. Hay muchas librerías que ofrecen, a precios módicos, excelentes libros impresos o en formato electrónico.
Arte:
Que tomen clases de algún instrumento musical, de pintura, de dibujo, de baile, de canto, de oratoria, etc.
Trabajos manuales:
Es formativo también que los hijos adquieran destrezas en el manejo de las herramientas. Les puede servir que realicen pequeños trabajos de carpintería, pintura, arreglos materiales dentro de la casa, jardinería. Eso, sin duda, contribuye a desarrollar en ellos otras habilidades.
Idiomas:
Hay quienes se interesan en tomar cursos intensivos de algún idioma o en integrarse a campamentos infantiles o juveniles. También constituye una buena forma de aprovechar bien las vacaciones.
TV, aparatos electrónicos e Internet:
Sugiero que en vez de entretenerse en lo que se les vaya ocurriendo y estar continuamente cambiando de canales a la TV, los padres pueden planear el ver en familia, por ejemplo, programas sobre historia, biografías de personajes célebres, geografía, de carácter científico o cultural, que resultan –sin duda- más formativos, y a continuación, comentarlos con los hijos para subrayar las ideas claves y que vayan aumentando sus conocimientos.
Actividades del espíritu:
Las vacaciones son también un tiempo en el que podemos tener un mayor acercamiento a Dios, meditando y leyendo los Evangelios, algún buen libro de lectura espiritual, vidas de santos. El cultivo de la presencia de Dios en la familia ayuda a fortalecer los valores espirituales. El contacto con la naturaleza es una buena oportunidad para contactar con Dios.
Convivencia familiar:
Las vacaciones son un tiempo estupendo para hacer mayor amistad con los hijos y conocerlos más a fondo. También para tener más cercanía con los abuelos, los tíos, los primos…
Realizar obras de servicio social:
Ayuda mucho a los hijos el visitar a un orfelinato, un asilo de ancianos, visitar a un familiar enfermo y llevarle un rato de compañía y de alegría. No cabe duda que se aprende más dándose a los demás, con generosidad, que organizando planes pensando únicamente en pasarla bien.
En conclusión, las vacaciones pueden ser una magnífica oportunidad para crecer como personas; son un tiempo de formación cultural; de desarrollo de nuevas actividades o destrezas, de realizar labores solidarias por el bien de la comunidad y para disfrutar de una grata convivencia familiar.
Ante un futuro que da pánico, el mundo occidental se ha refugiado en la añoranza del pasado.
Móviles retro, comida ecológica, retiros de silencio… Todas son manifestaciones de un nuevo movimiento de resistencia. Es el auge de los Antiprogreso.
En el siglo XVII un grupo de médicos suizos ideó un tratamiento pionero contra la nostalgia, considerada entonces una enfermedad. La receta consistía en la combinación de opio, sanguijuelas y una caminata por la montaña. 400 años después, es evidente que no surtió demasiado efecto. Hoy seguimos luchando contra el mismo malestar, aunque con una receta actualizada: antidepresivos, dieta detox y running. La nostalgia, ese sentimiento de pérdida y añoranza del pasado, se ha convertido en pandemia. En el escozor espiritual de Occidente. En un desencanto que no encuentra alivio y alrededor del cual se está creando un movimiento de resistencia.
Los atléticos tienen el Cholismo y los nostálgicos, el Antiprogreso.
Está por todas partes. Seguro que usted conoce a alguien que ha rescatado su viejo móvil Nokia, que de repente dice preferir la huerta de toda la vida al restaurante con estrella Michelin o que se plantea inscribirse en un retiro de silencio en vez de acodarse en el chiringuito como cada julio.
¿Cómo hemos llegado a esto? El rechazo del mundo hiperconectado, la defensa del entorno natural como escenario de un estilo de vida alternativo, la reivindicación de la escala humana frente a la sociedad industrial, la búsqueda del equilibrio a través de la salud… Todas éstas son manifestaciones del Antiprogreso y explican por qué en el cruce de caminos contemporáneo muchos deciden guiarse por el cartel de madera del ayer y no por las lucecitas led del mañana.
Mediodía de un miércoles de mayo. Varios treintañeros entran y salen en el recién inaugurado Carrefour Bio, el primer supermercado ecológico de la cadena en España. En los 150 metros cuadrados de este esquinazo estratégico de Malasaña (Madrid) se pueden encontrar salchichas de tofu, zumo de aloe vera y semillas de chía. De fondo, como vestigio sonoro de La Movida, cuando en el barrio no había ni barbas ni bicicletas, suena La negra flor de Radio Futura.
Teresa es vegana y estudiante de máster. El día anterior compró leche de almendra, yogures de soja, pan, verdura y cereales. Hace cuatro años vivía en Berlín, donde el consumo ecológico estaba «superestablecido». «Aquí no se sabía prácticamente nada, me llamaban loca cuando volvía y pedía algo bio; ahora cada vez sorprende menos», explica. En el cesto de Yolanda, artista y galerista, hay patatas y tomates cuyo precio duplica el habitual. «Y eso que no voy económicamente sobrada», admite.
Teresa y Yolanda comparten filosofía slow y reconocen que dicha actitud tiene «muchísimo de moda». Creer que lo verde es mejor porque sí es una muestra más del auge del Antiprogreso.
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman ya vislumbraba este fenómeno en su ensayo Retrotopía, publicado hace unas semanas (Ed. Paidós). En él alertaba de que el futuro ha dejado de ser el hábitat natural de las esperanzas para convertirse en un escenario de pesadilla. «El terror a perder el trabajo y el estatus social asociado a éste, el terror a que nos confisquen el hogar y el resto de nuestros bienes y enseres, el terror a contemplar impotentes cómo nuestros hijos caen sin remedio por la espiral descendente de la pérdida de bienestar y prestigio, y el terror a ver las competencias que tanto nos costó aprender y memorizar despojadas del poco valor de mercado que les pudiera quedar».
Terror, repite hasta cuatro veces Bauman en un mismo párrafo. No incertidumbre. No desconfianza. Ni siquiera pesimismo. Terror. El padre de la modernidad líquida y quien mejor supo interpretar la transición civilizacional del siglo XX murió antes de ver su última reflexión en las librerías. Sin embargo, el concepto de retrotopía, la idea del pasado como refugio en un tiempo de múltiples peligros (del desahucio al cambio climático, de la robotización del trabajo al Alzheimer), es seguro que le sobrevivirá unas cuantas décadas.
«El convencimiento de que el mundo podía ser transformado radicalmente en sus dimensiones social, política, económica… Esa idea ha ido desapareciendo», expone Manuel Cruz, catedrático de Filosofía y autor de Ser sin tiempo y Las malas pasadas del pasado. «Si te fijas, ahora cuando hablamos del futuro, que se habla poco, lo hacemos en aspectos muy técnicos, del tipo ‘En el año 2050 la medicina habrá conseguido no sé qué’. Cuestiones más relacionadas con la naturaleza que con la sociedad. De lo que hemos dejado de hablar es de ‘En el año 2050 el mundo será más igualitario’».
Cruz define la época en que vivimos y su querencia por el flashback con un casi eslogan: «El fin de las utopías». ¿Qué ha pasado para que el relato del porvenir como sinónimo de avance se haya deteriorado hasta el punto de que cada vez más personas quieran volver al campo, a lo manual, a lo que se puede tocar, a lo que no se puede hackear? «El poder del complejo científico-técnico se ha disparado de tal manera, somos tan impotentes para controlarlo, que lo percibimos más como una amenaza que como una promesa de futuro», enfatiza el pensador.
Es la paradoja del hacha y el algoritmo: la herramienta sólo la siguen usando unos pocos, pero todo el mundo tiene claro para qué sirve, sea bueno (cortar leña) o malo (matar); la datificación, no.
«Más que del progreso, hay un cuestionamiento del crecimiento como forma de progreso. No necesariamente una sociedad que consume más, que genera más residuos y más modificación ambiental es más feliz. La gran búsqueda del ser humano es la de la felicidad», tercia Juan López de Uralde. El coportavoz de Equo y ex director de Greenpeace, que se queja al otro lado del teléfono cuando le hablamos de Antiprogreso –«el término no me gusta nada»-, cree que hemos llegado a la conclusión de que la respuesta a los grandes desafíos no siempre estará en la tecnología. «Nos va a ayudar en algunos casos de manera muy evidente, pero en otros a lo peor nos mete en una espiral en la que no queremos estar».
Esa sensación de fin de ciclo, tan Fukuyama, está generando un «bloqueo psíquico», en palabras del historietista Miguel Brieva. Para el autor de ensayos en formato cómic como Bienvenido al mundo y Dinero, en los que retrata con ironía los excesos del materialismo capitalista, «este tiempo ya es irreal, vivimos en una especie de fantasmagoría. El problema es que muy poca gente es consciente de ello. Hay quien se está replanteando sus premisas vitales e intenta proyectar otro modelo, pero la gran mayoría de la población está en shock, como el ciervo que se queda en mitad de la carretera deslumbrado por las luces del coche que lo va a atropellar».
Medir un posicionamiento como el del Antiprogreso es difícil. ¿Contabilizamos los firmantes de la petición ¡Salvemos a las abejas! en Change.Org? ¿Hacemos balance de los kilómetros de carril-bici que se han inaugurado en los últimos años? ¿Le preguntamos al INE si tiene un censo de neorrurales? Ya que se extiende el hartazgo de la tecnología, tal vez sea interesante observar el tiempo que dedicamos semanalmente a las redes sociales. Según un informe de la asociación IAB Spain, Facebook y Twitter bajan una hora con respecto a 2016. Spotify, Telegram y Pinterest pierden media hora. Youtube, un cuarto… Curiosamente sólo WhatsApp, la única que imita el cara a cara físico, logra mantener la frecuencia de uso.
Este cansancio contrasta con las alegres cifras de ventas en todo el mundo de productos que parecían desplazados por la revolución 4.0: carretes de fotos, juegos de mesa, cuadernos y bolígrafos, relojes con manecillas… Y discos de vinilo. La asociación Promusicae certifica que en España se vendieron 433.000 copias en este formato en 2016 (19,6% más que en el ejercicio anterior).
El escritor y periodista canadiense David Sax es el autor de una de las biblias del Antiprogreso: The Revenge of Analog: Real Things and Why They Matter (La venganza de lo analógico: cosas reales y por qué importan). Reconocido por The New York Times como uno de los libros de 2016, en él Sax reflexiona acerca de cómo esos productos siguen enseñando y siendo útiles. Incluso a gurús de Silicon Valley.
«Nuestra percepción respecto a la evolución de la tecnología es errónea», sugiere Sax. «Nos hemos dicho que el progreso es lineal y que la tecnología cada año es mejor, pero en realidad la evolución de la tecnología, sea del tipo que sea, es una conversación entre nosotros como usuarios y esa herramienta, entre los valores individuales y los de la sociedad. Y esa conversación no pierde de vista al pasado. Algunas ideas viejas siguen teniendo valor. Hace 30 ó 40 años, cuando se inventó el microondas, la idea de que íbamos a volver a hacer pan de manera tradicional, más parecida a la del siglo XIX que a la del XXI, habría sido ridícula».
A Sax el Antiprogreso y su repliegue hacia cierto primitivismo le recuerda a los luditas de la Inglaterra de hace 200 años. Aquellos activistas destruían máquinas creyendo, ingenuamente, que al sabotear la tecnología podían frenar el desarrollo. Ahora el campo de batalla ya no está en la fábrica; está en la ciudad. Se estima que el 75% de la población mundial vivirá dentro de 25 años en megalópolis, esas áreas con millones de habitantes y crecimiento acelerado que ni los profetas del Apocalipsis son capaces de anticipar.
«El homo sapiens urbanus ya no puede pertenecer a la ciudad, por eso reconstruye una pertenencia anterior, casi mitológica […]. Es esta nostalgia de un origen, la ansiedad por la pertenencia a algo estable, lo que ha espoleado las continuas olas suburbanas de las clases medias, que siempre desean escapar de la ciudad a cualquier precio», escribe Juanma Agulles en La destrucción de la ciudad, Premio Catarata de Ensayo.
Agulles es doctor en Sociología. No trabaja dando clases en la universidad, sino en un centro para personas sin hogar. Eso significa que conoce igual de bien las motivaciones de quienes quieren huir de la ciudad como las de quienes pelean para volver a integrarse en ella. A su juicio, la insatisfacción urbana lleva a la búsqueda del paraíso perdido, aunque advierte: «El mundo rural ha sido también industrializado, y en muchos lugares las nocividades de la agroquímica compiten en virulencia con los subproductos tóxicos de cualquier otra industria. Tanto que es posible que pasear por una avenida de una gran ciudad no sea necesariamente más nocivo para nuestra salud que la coexistencia rural con multitud de plaguicidas».
No todo es añoranza del paisaje virgen. El Antiprogreso también afecta a la esencia del hombre como animal social. «El aire de la ciudad ya no nos hace libres, como se decía en la Edad Media, sino que se ha convertido en una penosa respiración asistida», añade Agulles. «No es el medio ambiente urbano lo que más perjudica a la salud de sus habitantes, sino la falta de libertad y la nocividad de un trabajo absurdo, la reclusión en el encierro individual del consumo, la delegación completa de cualquier responsabilidad ante la complejidad de una aglomeración en la que lo humano se convierte en masa».
Silenciosa pero perceptiblemente, el Antiprogreso está generando su propia tipología, que admite subgrupos.
Quien prefiere comprarse un Seat 600 a esperar al coche sin conductor de Tesla, se inquieta por que la lectura del gas se haga con código QR y usa post it en vez de notas de audio es un tecno-relativista.
Quien vive en una ciudad a su pesar, se consuela plantando tomates en el balcón y educa a sus hijos en la separación de residuos es un urbalérgico.
Quien se ha ido al campo, ve en el compost una salida laboral y disfruta contando a sus amigos cuándo canta el gallo es un agroexiliado.
Quien no ha tenido el menor interés en salir del pueblo, tiene grima de los centros comerciales y se entusiasma al encender la chimenea es un irreductible.
El periodista y escritor mexicano Mauricio-José Schwarz acuñó hace casi una década un término más afilado que el de Antiprogreso: el de izquierda feng-shui. «Es la que juega a lo esotérico, a lo paranormal, a la sospecha de que la Ciencia es parte de un establishment malévolo», aclara. Por situarnos: según Schwarz, la izquierda feng-shui o izquierda magufa se posiciona contra las vacunas, los transgénicos, las antenas de telefonía móvil o el fracking y a favor de la homeopatía, la acupuntura o la agricultura biodinámica.
«Me parece muy bien que la gente se preocupe por la salud y el medio ambiente. El problema es que ciertas propuestas son un pseudorrollo místico sin base científica», se desmarca JM Mulet, profesor en la Universidad Politécnica de Valencia, divulgador de temas relacionados con la biotecnología y la alimentación y autor de Medicina sin engaños y Los productos naturales ¡vaya timo!
A su juicio, la popularidad de esas propuestas que se confunden con la superstición y cuyos beneficios son dudosos «responde en todo caso una crisis de valores». «Hasta hace poco, la Iglesia tenía bastante presencia pública en Europa. Eso ha cambiado, pero la gente sigue teniendo inquietud espiritual y ha encontrado en el pack medicina alternativa-alimentación ecológica cómo llenar ese vacío».
Eso explicaría la demonización del gluten y el aceite de palma. También pondría contexto a la polémica de la madre a la que se le prohibió dar a su bebé un biberón con leche de vaca en un restaurante vegano. Incluso justificaría la inauguración de Carrefour Bio. La multinacional francesa demuestra con la apertura de su establecimiento en Malasaña que vio antes que nadie dónde estaba el nicho de mercado. Según un informe del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, el consumo de alimentos ecológicos aumentó un 24,5% en 2015 (1.500 millones de euros).
¿Es el Antiprogreso el nuevo órdago antisistema… o sólo capitalismo verde? Byung Chul-Han, quizás el pensador más clarividente del nuevo milenio, escribió en La expulsión de lo distinto que «la proliferación de lo sano es tan obscena como la proliferación de la obesidad. Es una enfermedad. Le es inherente una morbosidad».
Mulet invita a diferenciar «alimentación concienciada», que no pasa necesariamente por pagar el doble por un litro de leche, por muy bio que sea, y «turismo rural en el mercadillo de los sábados». Para él esta expresión del Antiprogreso «es más postureo que una actitud medianamente coherente. La mayoría de los que aboga por las terapias alternativas no renuncia a la anestesia cuando va al dentista, y los que dicen que quieren volver al campo lo hacen con wifi».
«Evidentemente, tienes internet igual que vas vestido y no llevas unas hojas de parra», replica Rubén Hernández desde su casa en el límite de las provincias de Cáceres y Ávila. Allí, a ocho kilómetros del pueblo más cercano y a 200 de Madrid, se trasladó con su familia el cofundador de la editorial Errata Naturae para «intentar armonizar lo que uno piensa y lo que hace todos los días». Hernández es el gran impulsor en España de la nature writing o literatura ruralista. En 2013 vio la necesidad de publicar una nueva traducción de Walden, el manual en clave conservacionista que el filósofo Henry David Thoreau escribió en 1854. Acertó de lleno: se han vendido 15.000 ejemplares.
Thoreau es una figura fundamental para entender el Antiprogreso en toda su dimensión. «Una cosa muy clara en su obra es la idea de la simplicidad voluntaria», destaca Hernández a propósito del pensador salvaje, del que justo ahora se celebra el 200 aniversario de su nacimiento. Un referente moral cuyo mensaje sigue siendo inspirador hasta niveles insólitos.
El lanzamiento más sorprendente del año en el mundo de las consolas es, precisamente, la adaptación de Walden. ¿Cómo de revolucionaria es una aventura gráfica en la que no hay persecuciones, ni tiroteos, ni recompensas, sólo una invitación a dejar atrás el estrés y reflexionar sobre las necesidades humanas básicas? «Muchos se sorprenden cuando les digo que he hecho un videojuego sobre un experimento filosófico», admite Tracy J. Fullerton, diseñadora y responsable del proyecto.
Walden propone una visita virtual de ¡seis horas! al lago de Massachussets junto al que Thoreau pescó, buscó leña y construyó su cabaña. Paradojas del capitalismo, la presentación oficiosa de semejante alegato por la paz interior tuvo lugar en el último Foro Económico Mundial celebrado en Davos.
El filósofo Manuel Cruz no puede reprimir su tristeza cuando habla de la muerte del cine de ciencia ficción como escaparate de futuros alternativos. El Antiprogreso se ha llevado por delante ese mañana en el que todo era diferente. Vestíamos diferente. Comíamos diferente. Viajábamos diferente. Nos comunicábamos diferente. El caso de Minority Report demuestra que el futuro es, literalmente, de andar por casa. «La película incluye un par de detalles innovadores, como los coches por raíles, pero los protagonistas viven igual que nosotros y en sus casas hay cortinas y sofás como los nuestros», lamenta Cruz.
Alguien dijo que, tarde o temprano, todo lo viejo es nuevo otra vez.
¿No consigues decir «no» a la gente y vives tragándote lo que piensas? Entonces lee aquí
Mucha gente confunde bondad con incapacidad de decir “no”, de poner límites, de decir lo que te gusta y lo que no te gusta, de satisfacer las propias necesidades.
Aprender a decir “no” no es salir pegando un portazo. Es estar preparado para madurar con confianza, seguro de que no dejarás de ser amado sólo porque has decidido tomar tus propios deseos y opiniones en cuenta.
No se trata de decir que “no estamos obligados a nada”, sino más bien de entender que es importante aprender posicionarse ante la vida, ante las exigencias del día a día, de las personas y de lo que cada situación exige.
La vida exige rupturas. Exige que abandonemos nuestros niños en lo alto de los árboles y ganemos el cielo. Aunque el precio sea caer y hacernos daño algunas veces, la recompensa de convertirnos en quienes somos realmente, vale la pena.
Quienes nos educaron quizás se olvidaron de decirnos que podíamos rechazar esa invitación, que no era pecado decir “no” a aquello que no estábamos dispuestos a hacer, que no teníamos que sentirnos culpables cuando imponíamos límites o sentíamos la necesidad de gustarnos a nosotros mismos en primer lugar.
Quizás se olvidaron de decirnos que se “buenecito” no es lo mismo que ser bueno. Que cuando me desagrado para agradar a los demás no estoy cumpliendo con la ley del amor que dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Ser bueno es tener empatía, es compadecerse del dolor del otro y estar dispuesto a ayudarle, es tener compasión, tolerancia y respeto por los que nos rodean. Pero ser “buenecito” es satisfacer las expectativas de los demás, lo que no siempre satisface nuestras propias expectativas. Es cargar un fardo a nuestras espaldas, es sentirnos obligados a corresponder fielmente a lo que los demás esperan de nosotros, pero que no siempre es conforme a lo que nosotros íntimamente deseamos.
El precio de ser buenecito es la fragilidad. Pues en cuanto preferimos corresponder a las expectativas externas en detrimento de nuestro propio bienestar, seremos frágiles, susceptibles al juicio de los demás, vulnerables a lo que piensan o dejan de pensar respecto de nosotros. Quien deja de ser “buenecito” se fortalece. Descubre que tiene valor incluso cuando rechaza un favor o prefiere teñirse el cabello de azul.
La vida enseña susurrando. Mientras no aprendamos a ser auténticos en el querer y en el no querer, en el permitir y en el no permitir, en el autorizar y en el no autorizar, supremos las consecuencias de no ser amables con nuestro propio espíritu. No se trata de ser egoísta, sino de respetarse uno mismo en primer lugar. Sólo así estaremos preparados para ayudar. Sólo así seremos capaces de amar…
Esposas, nunca se frustren: Dios nunca los abandonará y siempre escuchará sus oraciones
Elisabeth Arrighi Leseur (*16 de octubre de 1866 – + 3 de mayo de 1914), de nombre de bautismo Paulina Elisabeth Arrighi, fue una mística francesa conocida por su diario espiritual y por la conversión de su marido, Félix Leseur (1861-1950), un médico y conocido líder del movimiento anticlerical y ateo francés. La causa para su beatificación se inició en 1934.
Elisabeth nació en París en una adinerada familia francesa de origen corso. Cuando era pequeña tuvo hepatitis, enfermedad que volvió a lo largo de su vida con ataques de gravedad variable.
En 1887, conoció al médico Félix Leseur (1861-1950), también nacido en una rica familia católica. Poco antes de casarse el 31 de julio de 1889, Elisabeth descubrió que Félix había dejado de ser católico practicante. El Dr. Félix Leseur se hizo conocido más tarde como materialista y colaborador de periódicos anticlericales en París.
Rica por su nacimiento y por su matrimonio, Elisabeth formaba parte de un grupo social cultivado, educado y generalmente antirseligioso. El vínculo matrimonial era fuerte, aunque oscurecido por la falta de hijos y por su desacuerdo religioso creciente.
El Dr. Leseur hizo todo lo que pudo para extinguir la fe de su esposa; la impulsaba a leer obras de autores racionalistas como Los orígenes del cristianismo y La vida de Jesús de Ernest Renan.
Sin embargo, Elisabeth percibió la fragilidad de las hipótesis de Renan y quiso confrontar la validez de sus argumentos dedicándose intensamente al estudio de la religión, del Evangelio y de santo Tomás de Aquino.
De una religiosidad convencional en su juventud, Elisabeth Leseur fue motivada, por los ataques de su marido contra el cristianismo y la religión, a sondear más profundamente su fe. Así, tuvo una conversión religiosa a los 32 años de edad.
De ese momento en adelante, consideró su principal tarea rezar por la conversión de su marido, permaneciendo paciente ante los constantes ataques sobre su fe.
Cuando podía, trabajaba en proyectos de caridad para las familias pobres y fundó algunas actividades caritativas. Su marido desconoció su vasta correspondencia espiritual durante muchos años. Ella se preocupaba por los “pobres”, pero su salud que se deterioraba restringía su capacidad de responder a esta preocupación.
En 1907 su salud se deterioró de tal forma que se vio forzada a llevar una vida sedentaria, recibiendo a visitantes y dirigiendo su casa desde un sillón. En 1911 sufrió una cirugía y radioterapia a causa de un tumor maligno, del que se recuperó y después tuvo que permanecer en cama hasta julio de 1913. Murió de un cáncer generalizado el 3 de mayo de 1914.
Espiritualidad
Desde el principio, organizó su vida espiritual en torno a un patrón de disciplina de oración, meditación, lectura, práctica sacramental y escrita. La caridad era el principio organizador de su ascetismo.En su abordaje de la mortificación, ella seguía a san Francisco de Sales, que recomendaba moderación y estrategias internas ocultas en lugar de prácticas externas.
Legado
Después de su muerte, su marido encontró una nota dirigida a él en la que ella profetizaba sobre su conversión y que se convertiría en sacerdote. Para librarse de esas “supersticiones”, el Dr. Félix fue al santuario de Lourdes queriendo exponer los relatos de las curaciones allí como falsos. En la gruta de Lourdes, sin embargo, pasó por una conversión religiosa.
Padre Leseur
Posteriormente, el Dr. Félix publicó el diario de su esposa, Journal et pensées pour chaque jour (Diario y pensamientos para cada día). Debido a su recepción favorable, un año más tarde publicó algunas de las cartas de su esposa bajo el título Lettres sur la Souffrance (Cartas sobre el sufrimiento), Paris 1918; La Vie Spirituelle (La vida espiritual) París 1918; Lettres à des Incroyants (Cartas a los incrédulos) París 1922.
En otoño de 1919 se convirtió en novicio dominico, y fue ordenado sacerdote en 1923. El Padre Leseur pasó la mayor parte de sus restantes 27 años de vida hablando públicamente sobre los escritos espirituales de su esposa. Él colaboró en la apertura de la causa de beatificación de Elisabeth en 1934.
En el año 1924, Fulton J. Sheen, que más tarde se convertiría en arzobispo y una figura popular de la televisión y la radio americanas, hizo un retiro dirigido por el Padre Leseur. En muchas horas de dirección espiritual, Sheen tuvo conocimiento de la vida de Elisabeth y de la conversión de Félix. Sheen posteriormente repitió esa historia de conversión en muchas de sus presentaciones.
Referencias:
Leseur O.P., Fr. Felix, “In Memoriam”, Journal et pensees de chaque jour, Paris, 2005;
Ruffing R.S.M., Janet K., “Physical Illness: A Mystically Transformative Element in the Life of Elizabeth Leseur”, Spiritual Life, Vol.40, Number 4, Winter 1994;
Ruffing R.S.M., Janet K., “Elizabeth Laseur: A Strangely Forgotten Modern Saint”, in Lay Sanctity, Medieval and Modern, Ann W. Astrell, ed.
* Sheen, Fulton J. “Marriage Problems” (part 40 of a recorded catechism, available online)
La empatía es un valor muy necesario, y uno de los más difíciles de enseñar hoy
Vivimos en tiempos de individualismo. El mensaje principal que escuchan nuestros hijos es que, la persona más importante en su vida, son ellos mismos y que deben hacer todo para buscar su propia felicidad, desechando lo que les moleste. Aunque entendemos la necesidad de que los jóvenes sepan valorarse y sean responsables de su propio destino, esta corriente está generando estragos en nuestra juventud. El resultado son niños y jóvenes incapaces de interesarse por el bien de los demás, porque sencillamente no se cruza con su propia búsqueda de la felicidad.
¿Cómo hacer entonces para educar hijos más conscientes de su entorno? ¿Jóvenes que sepan salir de sí mismos para ayudar a los demás? Una manera de conseguirlo es educando en empatía.
La empatía es una cualidad que nos permite ponernos en el lugar de otra persona, tratando de comprender sus sentimientos y emociones.
Para educar la empatía es necesario estar en contacto con los sentimientos y emociones, saber ponerle nombre y conocerlas para así poder identificarse con los sentimientos de los demás. Así que, un buen acercamiento a la empatía, es enseñar a nuestros hijos a ponerle nombre a sus emociones, a identificar aquellas cosas que sienten y que es difícil explicar. Esto lo podemos lograr conversando mucho con ellos y haciéndoles preguntas reflexivas como: ¿cómo te sientes en este momento? ¿qué puedes hacer con esto que sientes? ¿cómo crees que puedes sentirte mejor?
Una vez que nuestros hijos puedan identificar sus emociones, podemos entonces ponerlos en contacto con los sentimientos de los demás. Es muy positivo observar con ellos situaciones desde lejos y poder describirlas desde el punto de vista emocional, por ejemplo, decir cosas como: A ese niño se le cayó su helado ¿Cómo crees que se siente en este momento? ¿cómo podríamos ayudarlo? Las respuestas que den nuestros hijos darán pie a conversaciones en las que podamos resaltar la importancia de acompañar a los demás y ponernos en su lugar.
Para educar hijos con empatía es vital que podamos vivir este valor en casa. Desde chicos podemos ayudarlos a identificarse con lo que les pasa a sus padres o hermanos, a acompañarlos en sus sufrimientos y alegrías y a pensar en ellos regularmente. Un niño que vive la empatía en su hogar, necesariamente será empático con el mundo exterior pues ha internalizado este modo de vida. Si en cambio, vive en un hogar indiferente, en el que cada quien solo se preocupa por lo suyo, es imposible pedirle que se siente con algún niño que esté solo en el almuerzo, o que pueda ayudar a algún amigo a hacer los deberes.
La empatía es un valor que puede cambiar el mundo, una persona a la vez. Si somos capaces de enseñar a nuestros hijos a ponerse en el lugar del otro, a acompañar al que está solo y a defender al desvalido, tendremos familias, escuelas y sociedades mucho más justas y tendremos también niños y jóvenes mucho más felices, porque serán capaces de ponerse en contacto con lo que sienten los demás y de salir de ellos mismos para ayudar. Y eso es lo que da verdadera felicidad.
El famoso cantante y pastor evangélico Jesús Adrián Romero hizo una serie de prédicas llamada 10 o de Panzazo en la cual explicó a su congregación lo que él entiende de los 10 mandamientos.
Hasta allí nada fuera de lo común. Sin embargo, al hablar del famoso pasaje en contra de la idolatría (Éxodo 20, 4), hace una interesante defensa de la enseñanza católica al respecto. ¡Un pastor evangélico haciendo apologética católica en un culto evangélico!