A lo largo de los meses de confinamiento pudimos solicitar comida, víveres y todo tipo de bienes a través de aplicaciones ante la necesidad de refugiarnos en casa.
De pronto, nos dimos cuenta en todo el mundo que muchos trabajos son esenciales y simplemente no lo habíamos visto porque no teníamos las condiciones de emergencia necesarias para que se hicieran visibles. Una de las pocas buenas noticias que podría haber traído la pandemia por la que todavía atravesamos.
Esta semana, recibimos una evidencia más con la crisis de distribución de combustibles en Inglaterra. Fuera de la espectacularidad noticiosa que puede arrojar la desesperación de muchos conductores después de pasar horas en fila para llenar el tanque del automóvil, el problema está en la falta de conductores de camiones, las restricciones de contratación de éstos provenientes de otros países por el Brexit y una demanda que no es atendida por trabajadores locales debido a los sueldos y prestaciones que se ponen en la mesa.
No es el único ejemplo. A lo largo de los meses de confinamiento pudimos solicitar comida, víveres y todo tipo de bienes a través de aplicaciones y servicios de reparto que explotaron gracias a la necesidad de refugiarnos en casa; sin embargo, es probable que nos preguntáramos poco acerca de las condiciones de vida que tienen aquellos que nos llevan medicinas o refrigerios a la puerta y de quienes mantuvieron los estantes llenos de mercancías y abastecieron puntualmente de frutas y verduras los supermercados.
A veces podemos perder la noción sobre la manera en que se produce lo que consumimos y cuántas personas están involucradas en el proceso. Desde agricultores, que buscan aprovechar al máximo las condiciones del clima con nuevas tecnologías y prácticas de aprovechamiento de siembra, a miles de recolectores que acuden cada temporada o están constantemente cosechando los alimentos que disfrutamos.
Luego están aquellos que los cocinan y no pararon durante estos meses en establecimientos que lograron sobrevivir al cierre de actividades preparando órdenes que fueron solicitadas por medio de una App. Finalmente, se sumaron otros miles de repartidores que tomaron las calles en autos, motos y bicicletas para entregar a tiempo los pedidos.
¿Qué ocurre cuando no contamos con suficientes personas interesadas en desempeñar alguno de estos trabajos? Bueno, por lo general sucede lo que vimos en el Reino Unido; antes podía resolverse sabiendo que había una oferta suficiente de mano de obra, pero eso está cambiando aceleradamente en sectores que son básicos para el transporte y entrega de mercancías. Y no sólo ahí, también en puestos corporativos, de atención al cliente y en los propios mostradores.
Durante décadas los economistas han estudiado el comportamiento de los mercados de trabajo a partir de varios criterios, uno de ellos la especialización. Modelos económicos, como el nuestro, avanzaron a partir de ofrecer esa mano de obra que podía cumplir con la calidad que muchas empresas globales necesitaban para ensamblar y maquilar sus productos en diferentes etapas solo que a bajo costo.
Fue tan exitoso en términos generales, que economías asiáticas se sumaron a la competencia para producir más por menos aprovechando el bono demográfico del que aún disponen. Creó, por otro lado, movimientos político-económicos para evitar que compañías nacionales trasladaran sus operaciones a otros países por el costo que significaba quedarse en el suyo. No hace mucho que gobiernos fueron electos por la promesa de recuperar las fábricas y los trabajos perdidos para restaurar la gloria que una vez tuvo su planta productiva nacional.
La crisis sanitaria mundial ha hecho que debamos repensar la manera en que se mide la productividad tanto como las habilidades que demandan muchas funciones que no son básicas, sino indispensables en una economía abierta y competitiva.
Millones de trabajadores en estos momentos manifiestan no estar dispuestos a regresar a un cubículo, sin importar los incentivos que les ofrezcan. Eso impactará en negocios, servicios y mercados completos que dependían de que llegaran todos los días a trabajar.
Como ciudadanos, podemos reflexionar un momento acerca de todo lo que se pone en movimiento cuando estamos en posibilidades de adquirir cualquier cosa y lo que significa que la economía del mundo sea más equilibrada con cada uno de los actores que interviene para que podamos disfrutar de lo que compramos mientras seguimos parcialmente en casa. Será el inicio para construir un sistema más equilibrado.
El autor es director general de Seguridad Privada de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Autor: Luis Wertman Zaslav
Fuente: El Financiero