Por Elena Goicoechea
Al grito de «¡cambio!», muchos están dispuestos a saltar al vacío, «cambiar» hacia un proyecto de país que todos los expertos en política y economía adelantan que llevará al país por un rumbo caótico parece caer en oídos sordos, pues demasiada gente parece optar por pensar con el estómago, buscar la revancha y no la prosperidad. Y esta no se alcanza con una varita mágica ni de un día para otro. La prosperidad se alcanza cuando se mantiene el barco en el rumbo correcto a pesar de las tormentas.
Hay quienes opinan de manera simplista que el cambio con Fox y Calderón no funcionó. No todo salió perfecto, ni lo será nunca, pero la economía mejoró y se mantuvo estable, sin las grandes devaluaciones e hiperinflación de anteriores sexenios. La deuda se convirtió en manejable. A Calderón le tocó enfrentar una crisis económica mundial de grandes consecuencias para potencias como Estados Unidos y la Unión Europea, y gracias al buen manejo y la estabilidad que teníamos salimos bastante bien librados.
Y en cuanto a la «guerra» de Calderón, al que le achacan tantos miles de muertos, me parece increíble que combatir a los grupos criminales se haya manejado mediáticamente como una agresión a la población civil. Una cosa es que se diga que no fue eficaz su táctica para acabar con el crimen y otra que se le achaquen los crímenes que él no cometió. No vi ni veo condena pública a los carteles, a los grupos criminales, a las poblaciones que los solapan, sólo repudio a quien, sin el éxito esperado, intentó combatirlos. Absurdo. El mundo al revés.
Económicamente, el gobierno de Peña no lo ha hecho mal, el rumbo es correcto. Y se lograron avances clave en reformas que urgían. No obstante, la corrupción en su sexenio se disparó a índices cínicos, en especial en los estados gobernados por el PRI. Pero hay que reconocer que a este gobierno le ha tocado bailar con la más fea en lo que a factores externos se refiere y lo ha sorteado bastante bien, como un Trump, la baja en el precio del petróleo y las presiones en el tipo de cambio.
Si algo hay que reconocer, es que de lo mejor que ha habido en el gabinete de Peña y no casualmente en los gabinetes de los anteriores gobiernos, se llama José Antonio Meade. Ha sido un factor clave del éxito en lo que a la economía de refiere. El tío es un genio y por más que le buscan, no le han podido encontrar cola que pisar. Es más, si no queda él de presidente, pido al que quede que lo integre en su gabinete 😉
Reproches orquestados mediáticamente para utilizar como propaganda por Morena, como el mentado «gasolinazo», han permeado en una sociedad civil acrítica, sin conocimiento ni gana de adquirirlo. Tenemos un porcentaje demasiado alto de ciudadanos francamente manipulables y peligrosamente vanales a la hora de tomar decisiones trascendentes.
Al grito de «¡cambio!», muchos están dispuestos a saltar al vacío, «cambiar» hacia un proyecto de país que todos los expertos en política y economía adelantan que llevará al país por un rumbo caótico parece caer en oídos sordos, pues demasiada gente parece optar por pensar con el estómago, buscar la revancha y no la prosperidad. Y esta no se alcanza con una varita mágica ni de un día para otro. La prosperidad se alcanza cuando se mantiene el barco en el rumbo correcto a pesar de las tormentas.