El castigo fisico es la forma más aceptada de violencia y se cree que es un método necesario de disciplina. En este artículo demostramos que el castigo físico no funciona para mejorar la conducta y que tiene peligrosos efectos para su salud física y mental.
El efecto de las nalgadas y correazos en la salud de los niños
Por: David Aparicio, Psicólogo y Editor General de Psyciencia.com
El año pasado escuché por la radio a tres periodistas de Panamá que recomendaban a los padres y oyentes volver a utilizar el castigo físico sobre sus hijos. Según estos periodistas la rebeldía, el descontrol y los problemas de la juventud se deben a que los padres de hoy no son capaces de pegarles a sus hijos cuando se lo merecen. Eso no fue todo. El periodista más popular de los tres, dijo que los correazos y chancletazos no han matado a nadie y que ni fiebre les dan a los niños cuando se lo merecen. En otro programa, una de las periodistas le dijo a su audiencia de la mañana que el éxito de su vida profesional se lo debe a los castigos físicos que le dio su padre y que gracias a esa disciplina ella es hoy una mujer de bien. El tercer periodista fue aún más osado y sugirió a los padres no hacerles caso a las recomendaciones de los psicólogos de evitar pegarles a los niños porque después se trauman, y aseguró además que a los niños nada les pasa cuando les dan unos buenos correazos por portarse mal.
La narrativa de los periodistas es una muestra del pensamiento imperante no solo en la sociedad panameña sino en todo el mundo. Así lo demuestra el último estudio publicado por UNICEF, el cual reporta que el castigo físico es la forma de “disciplina” violenta más utilizada en el mundo y que el 80% de los niños de 2 a 14 años ha recibido algún tipo de castigo físico. Con tales datos no sorprende el hecho de que miles de personas hagan comentarios de aprobación cuando alguien comparte la siguiente imagen:
El castigo corporal ha sido utilizado durante miles de años y se ha enseñado por generaciones. Las investigaciones han sido claras y han demostrado los peligrosos efectos de las nalgadas, correazos y el castigo físico en todas sus formas. Sin embargo los profesionales de la salud no hemos explicado con claridad cuáles son sus efectos, en parte porque nuestra narrativa se ha basado en opiniones, creencias y posturas personales, pero no hemos ofrecido evidencia concisa basada en datos sólidos que informen a los padres y los ayuden a tomar mejores decisiones en cuanto a disciplina.
Este artículo no intenta decirles a los padres cómo criar a sus niños. Estoy completamente convencido de que los padres quieren lo mejor para sus hijos y se sacrifican por ellos. Pero es nuestra responsabilidad la de proveerles los datos científicos más relevantes en cuanto al daño que provoca el castigo físico, sus efectos a corto y largo plazo en la salud, los compromisos internacionales para prohibir todo tipo de castigo físico y alternativas más efectivas de disciplina.
Qué es el castigo físico y su prevalencia
Existen cientos de definiciones e interpretaciones, pero para evitar confusiones utilizaré la definición propuesta por el Comité de Derechos del Niño en su Observación General N° 8 adoptada en el 2006:
“Cualquier castigo en el cual se use la fuerza física y se pretenda causar algún grado de dolor o incomodidad, por muy leve que sea. La mayoría de los casos consisten en golpear a los niños, con la mano o con un implemento – un látigo, un palo, un cinturón, un zapato, una cuchara de madera, etc. Pero también pueden aplicar acciones como patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas, obligar a los niños a permanecer en posiciones incómodas, ardor, escaldadura o ingestión forzada (por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar especias, como el picante).”
La mayoría de las investigaciones considera al castigo físico y al abuso físico como dos puntos en una serie continua de conductas violentas destinadas a controlar a los niños. Lo que significa que el castigo físico sería una forma de violencia física moderada y el abuso sería una forma más extrema. Por lo tanto, podemos diferenciarlas de la siguiente manera:
Según Murray Strauss el castigo físico es:
“El uso de la fuerza física con la intención de causar en el niño una experiencia de dolor, sin causar lesión, con el propósito de corregir o de controlar la conducta del niño”.
Por otro lado, el abuso físico se define como:
“(…) se caracteriza por infligir lesiones físicas como resultado de golpear, patear, morder, quemar, sacudir o dañar de otra manera a un niño. Es posible que el padre o cuidador no tenga la intención de herir al niño, sino que la lesión puede haber resultado de una disciplina excesiva o un castigo físico.”
Con estas definiciones se aclara que el presente artículo no se enfocará en las repercusiones y efectos del abuso sino exclusivamente sobre el efecto a corto y largo plazo del castigo físico, la forma más común y aceptada de violencia contra los niños.
El informe más reciente sobre la violencia contra los niños publicado por UNICEF encontró que el castigo físico es la forma de disciplina violenta más utilizada en el mundo. Sus datos fueron recolectados entre los años 2005 y 2013 y demuestran que uno de cada cinco niños de entre 2 y 14 años, ha experimentado el castigo físico en su hogar durante el último mes. Así también encontró que, en promedio, el 17% de los niños ha experimentado algún tipo de castigo físico severo como golpes en la cabeza, rostro y orejas, o fueron golpeados severamente en varias ocasiones durante el último mes. Este último dato evidencia que los padres y cuidadores que utilizan el método ya nombrado son más propensos a escalonar el castigo físico a formas más severas de violencia física con sus hijos.
Efectos a corto y largo plazo sobre la salud y relación familiar
Durante los últimos 50 años se han publicado cientos de investigaciones independientes que demuestran la ineficiencia del castigo físico como método de corrección y enseñanza. También se han evidenciado los efectos nocivos sobre la salud física y mental a corto y largo plazo de los niños. Sin embargo, no fue sino hasta el año 2002 cuando Elizabeth Gershoff, una investigadora y profesora de psicología del desarrollo en la Universidad de Texas, publicó en la revista Psychological Bulletin6, el primer metanálisis que sintetizaba la evidencia y la literatura teórica sobre este tema. En su trabajo se incluyeron investigaciones donde participaron más de 36,000 niños y cumplían con los requisitos establecidos: contar con suficientes datos estadísticos, evaluar solo el castigo físico (no una combinación con el abuso físico u otros métodos de disciplina, como la verbal) o que fueran administradas por padres provenientes de muestras especiales.
Una vez realizados los controles y analizados los datos, Gershoff encontró que el castigo físico o corporal se relacionaba con:
• Incremento de las conductas indeseadas (las conductas que los padres creen eliminar).
• Reducción de la internalización moral, incremento de la agresión por parte del niño.
• Incremento de conductas delictivas y conducta antisocial.
• Afectación de la salud mental del niño.
• Incremento del riesgo de ser víctima de abuso físico (los padres son más propensos a incrementar el castigo físico cuando no obtienen la respuesta, lo que expone a los niños a sufrir de abuso).
• Incremento del riesgo de cometer algún tipo de abuso sobre su propio hijo o pareja.
De todos estos efectos nocivos, Gershoff solo encontró un efecto “positivo” y fue que el castigo físico se relacionó con la obediencia inmediata de los niños luego de recibirlo. Sin embargo, es necesario resaltar que esto no significa que el niño aprenda a comportarse de la manera deseable, sino que solamente sigue las ordenes inmediatas para evitar el dolor infligido por el adulto pero luego volverá a realizar las conductas indeseadas. Este tipo de respuesta puede ser útil en un caso extremo donde el niño esté en peligro de muerte, pero no es una estrategia efectiva cuando se desea que el niño internalice las normas que se quieren enseñar y que pueda reproducirlas por él mismo.
Estudios posteriores realizados en Estados Unidos, Hungría, Hong Kong y Jamaica encontraron consistentemente que el castigo físico se relacionaba con problemas de ansiedad, depresión, abuso de alcohol y drogas y desajuste psicológico general.
Pero esto no es todo, una investigación realizada en el año 2013, que contó con una muestra importante (34226 personas) de Estados Unidos y fue publicada en la revista Pediatrics10, encontró que los niños que recibieron formas de castigo físico como empujones, agarrones o cachetadas, tenían más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, artritis y obesidad. Este no es el único estudio que encontró efectos en la salud física de las personas. Otra investigación publicada en el Journal of Behavioral Medicine11, realizado en Arabia Saudita, halló que los niños que padecían castigos físicos severos e insultos tenían más riesgo de sufrir de asma y cáncer durante su vida adulta. Vale añadir que estos dos últimos estudios evaluaron otras formas más severas del castigo corporal, pero las menciono en este artículo para que también se tenga en consideración lo peligroso que puede llegar a ser el castigo físico, ya que muchas veces los padres incrementan la severidad del mismo al no obtener resultados.
Gershoff siguió investigando y, en el año 2016, publicó en el Journal of Family Psychology12 con Andrew Grogan-Kaylor, de la Universidad de Michigan, un metanálisis más grande: incluyó a 169,927 niños de 75 estudios diferentes. Los científicos fueron aún más estrictos con la definición del castigo físico y se concentraron principalmente en los golpes de mano abierta (como las nalgadas). Sus hallazgos demostraron que los datos provenientes de los estudios sobre los efectos del castigo físico eran altamente consistentes. Los efectos fueron:
• Baja internalización moral.
• Agresión.
• Conducta antisocial.
• Externalización de problemas conductuales(comportamientos problemáticos que se dirigen hacia el entorno externo. Incluyen, la desobediencia a las reglas, el engaño, el robo y la destrucción de la propiedad.).
• Internalización de problemas conductuales (conductas negativas que se enfocan hacia adentro. Incluyen temor, retraimiento social y quejas somáticas.)
• Problemas de salud mental.
• Relaciones conflictivas entre padres e hijos.
• Deterioro de la capacidad cognitiva.
• Baja autoestima.
• Riesgo de sufrir abuso físico por parte de los padres.
• Mantener una actitud positiva sobre el castigo físico durante su adultez.
Así también se encontró que los niños que recibieron castigo físico durante la infancia eran más propensos durante su vida adulta a desarrollar:
• Conducta antisocial en la adultez.
• Problemas mentales.
• Actitud positiva ante el uso del castigo físico durante la infancia.
Todavía no se entiende bien cual es la relación directa entre el castigo físico y sus repercusiones sobre la salud a largo plazo, pero algunos investigadores han señalado que podría deberse al incremento del cortisol (hormona del estrés), lo que podría provocar un desajuste a nivel neurobiológico.
El castigo físico afecta la relación entre los padres e hijos
Otras investigaciones también se han preocupado por estudiar las repercusiones que puede tener el castigo físico sobre la relación entre padres e hijos8. Según ellas, los niños podrían evitar a sus padres porque los ven como una fuente de dolor, infligido por el castigo físico. Esto es muy entendible, cualquier niño mentirá o evitará buscar ayuda de sus padres cuando comenta un error o esté involucrado en algún tipo de problemas, por miedo a que sus padres le peguen, afectando así el desarrollo de la confianza entre los niños y sus padres.
¿Por qué los padres utilizan el castigo físico?
Los padres hacen lo que creen que es mejor para sus hijos y, lamentablemente, el castigo físico forma parte de las creencias más arraigadas sobre lo que las familias consideran una buena educación y disciplina infantil. El castigo físico es tan importante para muchas familias que son capaces de presionar y cuestionar los métodos de crianza de los padres que no están de acuerdo con su uso, además de tratarlos como padres irresponsables por no utilizar dicho método.
En el año 2008, Elizabeth Gershoff preparó un informe para el gobierno del estado de Arizona, en Estados Unidos, y en el mismo reportó que los padres son más propensos a usar el castigo físico cuando:
• Fueron castigados físicamente en la niñez.
• Están fuertemente a favor de la efectividad del castigo físico.
• Sienten frustración por la conducta de su hijo.
• Provienen de contextos culturales y/o religiosos que promueven el castigo físico.
• Experimentan altos niveles de estrés, problemas de salud física o mental y su bienestar emocional está afectado.
• Son menores de 30 años de edad.
• Tienen niños menores de 2 años y medio de edad.
• Sus hijos se han comportado agresivamente con otros niños.
Kazdin explica que el castigo físico funciona por un breve periodo de tiempo, deteniendo la conducta indeseada (lo mismo sucede si te pegan cada vez que quieras comerte unas galletas) y a su vez condiciona a los padres a repetir el mismo método, porque crea la ilusión de que realmente funciona pegarles a los hijos y que es necesario castigar con golpes, chancletazos, empujones, correazos, para enseñarles a los niños cómo comportarse. Pero lo que los padres no perciben es que la conducta indeseada volverá con la misma intensidad que antes. La explicación de Kazdin enfatiza el sesgo cognitivo, que no solo le sucede a los padres sino a cualquiera que utilice su propia experiencia como argumento validante para cualquier método de disciplina que use.
Por lo tanto los psicólogos, psiquiatras, pediatras y profesionales de la salud tenemos una responsabilidad aquí, ya que en general no hemos sabido explicar a la población general porqué no se les debe pegar a los niños. Los argumentos que se utilizan a diario en los medios de comunicación y en las entrevistas con los padres son de opinión y no se fundamentan en la evidencia, lo cual erosiona el mensaje que debemos transmitir, un mensaje unificado, concreto y basado en la evidencia.
“A mi me pegaron y no me pasó nada”
Los resultados son contundentes, pero a pesar de ello todavía escuchamos cómo muchos adultos niegan las repercusiones del castigo físico con el argumento de que a ellos les pegaron (algunos hasta se enorgullecen de esto) cuando eran niños y que no les pasó nada. Murray Strauss, uno de los primeros investigadores sobre el uso del castigo físico, explica que es muy difícil observar por nuestra propia experiencia el efecto devastador que tiene el cigarrillo en nuestra salud. Nuestra experiencia puede hacernos creer que el cigarrillo nos hace bien, porque es una fuente de placer y relajación. Pero a la larga nos destroza los pulmones y nos envejece más rápido. De la misma manera funciona el castigo físico. A través de nuestros ojos parece que funciona y que corrige a los niños, pero a la larga no mejora la conducta (qué es el objetivo principal de quien lo utiliza) y, no solo eso, sino que además daña la salud de los niños.
Alan Kazdin, ex presidente de la Asociación Americana de Psicología(APA) y uno de los psicólogos especialistas en crianza y disciplina más reconocidos a nivel mundial, utiliza una analogía similar:
“Hay personas que fuman cigarrillos y viven hasta los 100 años pero eso no refuta los hallazgos que han encontrado de que el cigarrillo incrementa el riesgo de muerte. Las excepciones son interesantes (algunas personas que se infectan de VIH nunca desarrollan SIDA), pero no alteran los hallazgos.”
Disciplina que si funciona
Muchos padres y cuidadores se preguntarán: “Y entonces, si el castigo no funciona, ¿qué debo hacer para corregir la conducta de mis hijos y enseñarles a comportarse?” Nuevamente las investigaciones nos dan algunas valiosas recomendaciones para intervenir en estos casos, que fueron sintetizadas por la APA:
1. Refuerza la conducta deseada
Las investigaciones han demostrado una y otra vez que la atención que los padres otorgan a los niños es un fuerte reforzador de la conducta. Por lo tanto, los padres deben concentrar su atención en la conducta deseada de sus hijos e intentar ignorar la conducta no deseada, porque entre más regaños y castigos se apliquen menos probabilidad hay de que se elimine esa conducta y se realice la que si se desea. Así que, en vez de regañar y castigar a un niño por no limpiar su habitación o sacar la basura, modela (mostrarle qué debe hacer) esa conducta, enséñale, moldea el comportamiento practicando cada paso y elogiándolo cuando la practique, cuando haga un paso bien y cuando logre completar la tarea.
Muchas veces se malinterpretan las recomendaciones de los psicólogos y se cree que los padres deben elogiar indiscriminadamente todo lo que hagan sus hijos. Sin embargo, los expertos recomiendan que los elogios deben ser muy específicos y referirse concretamente a lo que el niño hizo bien. Por ejemplo, en vez de decirle a un niño inquieto “estoy feliz porque te estas portando bien”, puedes expresar “me gusta mucho que estés sentado tranquilamente comiendo con nosotros”. Este mismo ejemplo aplica para las alabanzas que usan los maestros de preescolar. Una investigación de Karen Budd, encontró que los maestros que usaban este tipo de alabanzas descriptivas mejoraron la relación maestro-niño y esto ayudó también a los maestros a mejorar el comportamiento de los niños.
Por último, pero no por ello menos importante, Kazdin recomienda en su libro The Kazding Method for Parenting the Defiant Child, que las alabanzas no deben quedarse solo en palabras. Deben ser acompañadas de una sonrisa, contacto ocular y un toque amistoso (una palmadita en el hombro, una caricia en la cabeza o chocar los 5).
2. Ignora la conducta indeseada
Como dijimos anteriormente, la atención de los padres es un poderoso reforzador de la conducta de los niños. Por eso debemos aprender a ignorar las malas conductas que no son peligrosas. No vamos a ignorar al niño cuando mordió a un compañero, pero si podemos ignorarlo cuando hace una pataleta porque no le dimos un chocolate. Sobre esto, varias investigaciones han encontrado que cuando los padres cambian su respuesta ante las conductas indeseadas y refuerzan las que si desean, entonces los niños aprenden que comportarse adecuadamente es una mejor manera de obtener la atención de sus padres.
3. Aprende sobre el desarrollo de los niños
Es importante que tanto los padres como maestros y cuidadores, conozcan sobre los niveles de psicodesarrollo de los niños, sobre cuáles son sus capacidades cognitivas, motoras, de comunicación y de control según la edad. Esto es clave porque frecuentemente los padres tienden a interpretar los errores de los niños como si fueran a propósito o como si entendieran completamente las implicaciones y consecuencias de sus conductas. Es decir que los ven como si fueran adultos, lo que genera estrés y ansiedad en los padres haciéndolos más propensos a utilizar el castigo.
4. Usa el time-out adecuadamente
El Time-out es quizás una de las técnicas conductuales peor entendidas. Muchos creen que se debe usar cada vez que el niño comente un error y que debe durar mucho tiempo. No obstante, los estudios vuelven a demostrar que esta técnica es efectiva siempre y cuando sea utilizada brevemente y se aplique inmediatamente después de la conducta disruptiva. Kazdin explica que la efectividad del time-out depende del time-in, o lo que los padres y cuidadores hacen cuando están con el niño, y si aprovechan esos momentos para modelar la conducta y reforzarlo utilizando un lenguaje coherente en relación a lo que se refuerza como también el tono de voz y los gestos que se utilizan para ello.
Administrar el time-out con calma no es una tarea fácil. Los padres se pueden sentir enojados o estresados en medio de la rabieta o mala conducta de sus hijos, pero la clave aquí es mantenerse tranquilo y alejar al niño de todo reforzador a través del time-out.
5. Prevenir las conductas indeseadas
El time-out es una herramienta efectiva, pero más útil es poder prevenir la conducta problemática del niño. Algunos expertos como el Dr. John Lutzker del Centro de Desarrollo Saludable de la Universidad de Georgia State, recomienda que los padres deben estructurar un plan de actividades para que, de esta manera, se puedan prevenir las conductas problemáticas. En concreto la prevención nos ofrece los siguientes beneficios:
• Mantenerse calmos y prevenir las conductas reducirá la probabilidad de que los comportamientos escalen al punto de no poder manejarse.
• Se debe enseñar a los niños estrategias efectivas de afrontamiento ante las situaciones problemáticas.
• Es importante que se ayude al niño a mantenerse involucrado y activo a través de diferentes actividades, evitando así que se aburra y busque otras conductas disruptivas.
6. Hazte el tiempo
Para que las estrategias funcionen es necesario que los padres pasen tiempo con sus hijos, que los traten con amor y que expresen sentimientos y pensamientos positivos. Es muy fácil caer en la trampa de enfocar la atención en las conductas problemáticas de los niños. Por eso es necesario que los padres se esfuercen en detectar todas las buenas conductas de sus hijos, por mínimas que sean, y reforzarlas. Así también es necesario que compartan actividades de recreación y disfrute y que durante esos momentos se eviten los sermones y regaños. Lo más importante es cuidar la relación padre-hijos, para así potenciar las estrategias efectivas.
Las recomendaciones planteadas anteriormente me han sido de mucha utilidad en el trabajo que desempeño con niños con problemas de conducta y el entrenamiento que se les ofrece a los padres, pero para comprender con mayor amplitud el poder de los antecedentes y refuerzos sobre la conducta de los niños recomiendo los siguientes libros:
The Kazdin Method for The Defiant Child.
• Cómo hablarles a los niños para que escuchen y cómo escuchar a los niños para que hablen.
• Por qué la economía de fichas no funciona con los niños con problemas de conducta.
• Sin violencia se educa mejor, guía para hacer talleres con maestros y padres de la UNICEF.
• Educa, no pegues: guía para padres y madres de la Asociación Save The Children.
• Ending corporal punishment of children – a handbook for multi-religious gatherings.
Políticas internacionales sobre el uso del castigo físico
En 1979 Suecia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir el uso de castigo físico como método disciplinario. Desde entonces otros 50 países se han unido a esta prohibición, motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, su inefectividad para modificar la conducta y, además, porque infringe directamente los derechos de los niños consagrados en la Convención sobre los Derechos de los Niños de la Organización de las Naciones Unidas, que incluye:
Art. 19: “(1) Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de violencia física o mental, lesiones o abuso, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras que (estén) en la custodia de los padres, guardián(es) legal(es) o cualquier otra persona que tiene el cuidado del niño …”.
Art. 28 (2): “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que la disciplina escolar se administre de modo compatible con la dignidad humana del niño y de conformidad con la presente Convención.”
Art. 37: “Los Estados Partes se asegurarán de que: (a) Ningún niño sea sometido a torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ni la pena capital ni la de prisión perpetua sin posibilidad de liberación serán impuestas por delitos cometidos por menores de dieciocho años de edad … “.
En el comité de los derechos del niño se aclara que la prohibición del castigo corporal aplica a todas sus formas “aunque sea leve” y le solicita a todos los Estados partes que establezcan en sus legislaciones definiciones claras sobre la prohibición, que aplica para todos los castigos corporales en todos los entornos sin excepción.
La O.N.U. también solicita la derogación de las defensas legales que permiten el uso de “castigo razonable” o el “derecho a corrección” que se usa como defensa para utilizar el castigo físico en los niños. Este punto tiene mucho sentido considerando que nosotros no podemos utilizar un correazo o chancletazo cuando un adulto no sigue las instrucciones.