InicioDesarrolloPareja¿Es posible mantener una relación de amistad con un ex?

¿Es posible mantener una relación de amistad con un ex?

Se puede (y se debería) pero, para conseguir este ‘pequeño gran milagro’, se tienen que dar unas circunstancias concretas y, sobre todo, se debe de dejar actuar a la ‘medicina’ que, en estos casos, lo cura todo: el tiempo.

En un mundo ideal, el fin de una relación de pareja no tendría por qué suponer el adiós definitivo a esa persona con la que se ha compartido todo. En un mundo ideal, el amor debería de dar paso a una profunda amistad, edificada sobre el sólido pilar del recuerdo de una (¿bonita?) historia en común. Sin rencores, sin dolor y sin ‘cuentas pendientes’.

Eso, claro está, solo pasaría en un mundo ideal en el que fuéramos capaces de racionalizar algo tan irracional como los sentimientos. Pero, ¿qué ocurre en ‘nuestro mundo’? ¿Se puede llegar a ser amigo de alguien con quien se ha mantenido una relación sentimental? Y, cuanto decimos ‘amigo’, no nos referimos a la ‘relación cordial y civilizada’ que requiere la delicada ‘gestión’ de unos hijos en común, sino un ‘amigo’ de verdad, de los que están ahí cuanto tienen que estarlo.

«Mantener una relación de amistad con un ex no es imposible, casi nada lo es, pero resulta verdaderamente difícil. Es más algo idílico o soñado que realista o, incluso, conveniente. Otra cosa sería conseguir mantener una relación cordial y equilibrada, sobre todo, en el caso de personas que siguen compartiendo intereses en común o que han acabado de una forma amistosa o de común acuerdo», afirma la psicóloga Brígida Higueras Madsen.

Sebastián Girona, psicólogo especializado en vínculos de pareja, lo tiene claro. «Sí, se puede llegar a ser amigo de un ex, pero tiene que pasar un tiempo razonable entre el fin de la relación de pareja y la reconstrucción de esa nueva amistad».

Es más, este especialista señala que este ‘pequeño gran milagro’ resultará más sencillo «si, durante los años que duró la pareja hubo amor, respeto y cuidados, aunque ésta terminara por disolverse a consecuencia de los motivos que sean». Aunque, prosigue, «no cabe duda de que construir ese nuevo vínculo requerirá esfuerzo y trabajo por ambas partes y, como ya he dicho, que pase el tiempo necesario para transitar de una situación a otra».

Los problemas vienen, tal y como señala Brígida Higueras Madsen, «se recurre a esa amistad como una especie de bálsamo que alivie el profundo duelo que hay que pasar tras una ruptura. Cuanto más años y más vivencias haya en común, más intenso resulta el vértigo que produce ese salto al vacío que supone separarse de la persona que nos ha acompañado e intentamos agarrarnos a ella como sea».

También, cuando «ambos no se encuentran en el mismo punto o no tienen el mismo concepto sobre lo que esperan sobre su relación, una vez roto el vínculo amoroso. Porque, en ocasiones, uno de los miembros de la pareja sigue albergando sentimientos amorosos, provocando en el otro pena o, incluso, culpa»

Las prisas en este escenario, nos advierte Sebastián Girona, tampoco son buenas compañeras. «Si intentamos ser amigos de forma inmediata, las cosas estarán en el mismo lugar en el que las dejamos cuando rompimos. Necesitamos tiempo para cambiar ‘de categoría’ a la persona con la que compartíamos nuestra vida».

Y, para conseguirlo (que no es sencillo) nos pone un ejemplo muy visual. «La persona que era nuestra pareja estaba en el casillero de la pareja y debemos de cambiarla de ‘sitio’ para seguir avanzando. Una vez que termina la relación, y solo cuando dejamos de verla, empezamos a poder reubicarla en el nuevo casillero que la corresponde. Para completar este proceso, no nos queda otra que dejar pasar meses o, incluso, años».

¿Cuándo no deberíamos de obcecarnos en mantener esa relación de amistad? Girona nos da la respuesta. «Si el vínculo fue tóxico y pasaron cosas, como que la otra persona nos hubiera ofendido o tuviera intención de hacernos daño. En resumidas cuentas, si no fue una relación de pareja sana, quizás no sea una buena idea».

Amigos, conocidos o, a veces, ni eso, Higueras Madsen nos recuerda que, ante todo, «deberíamos de ser coherentes con lo que sentimos o esperamos de la relación (si alguno sigue albergando sentimientos, no será posible). Si decidimos mantener cierto grado de amistad, que sea porque nos aporta paz y bienestar (lo que suele darse cuando hay intereses en común y la separación ha sido amistosa) y siempre manteniendo la responsabilidad afectiva hacia el otro».

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