Al estudiar y observar a las familias de hoy se hace evidente que la dinámica familiar ya es otra: el esquema en que la mujer se encargaba del hogar y de la educación de los hijos, en tanto el hombre figuraba como el proveedor económico de la familia, ya no es común. La gran mayoría de los hogares en México dependen de dos salarios.
Reconozcamos que muchas veces los papás estamos inmersos en el trabajo, con la fija idea de generar bienes materiales, pero nos olvidamos de algo trascendental: convivir con los hijos. Particularmente suele ser el hombre quien se pierde de ese gran valor y satisfacción que brinda el ser un auténtico padre de familia.
Recuerdo el impacto que me causaron las palabras de un exitoso empresario:
He tenido mucho éxito en mi vida profesional, pero me arrepiento de no haber visto y gozado a mis hijos cuando estos crecían. Ahora ya es demasiado tarde.
Pienso que el aspecto laboral debe estar después del valor de la familia y no situarse al mismo nivel, ya que esta última es su motor. La igualdad de oportunidades que estamos viviendo papás y mamás exige la igualdad de responsabilidades -que habrá que llamar corresponsabilidad-, y con funciones
diseñadas de acuerdo con lo que cada uno sabe hacer mejor. Para ello, decide con tu pareja el estilo de vida que quieren llevar.
Partiendo de que en el hogar hay dos cabezas que pueden alternarse, suplirse, complementarse, delegarse o actuar simultáneamente según convenga
a la familia, hay muchos caminos para acercarnos a nuestros hijos, no olvidando que son ellos quienes se ven afectados por el tipo de organización que se decide llevar.
Considero que es un mito la idea de que más vale calidad que cantidad. La cantidad de tiempo si importa, y entre más se dé, nuestros hijos serán más felices.
Te invito a no pensar en el patrimonio económico que puedas o no dejar a tus hijos cuando ya no estés con ellos, sino a valorar el patrimonio vital que se refiere a todas aquellas vivencias que desde niños han quedado marcadas en el corazón y que recordarán toda su vida. ¿Cuál es tu patrimonio vital? ¿Qué recuerdos tienes de tus papás? ¿Qué experiencias de vida no se te olvidan: momentos importantes, conversaciones, correcciones, tradiciones que te han marcado?
Te darás cuenta que estos recuerdos nada tienen que ver con el nivel económico que viviste, sino con las experiencias compartidas que tuvieron como familia.
Puede ser interesante preguntarte: ¿cómo te gustaría que te recordaran tus hijos? ¿Qué experiencias y vivencias te gustaría que compartieran y vivieran con tus nietos? Finalmente, esto es lo que vale y se llama patrimonio vital. Como papás cometemos el grave error de querer dotarlos de cosas materiales que no son importantes y hacemos a un lado lo que realmente vale la pena: el amor, el cariño, el apoyo y esos… ¡son gratis!
Recuerda que la vida es breve, el tiempo con los hijos es escaso y la muerte es lo único seguro. Debemos vivir con la familia al máximo, no como un periodo de rutina, cansancio o aburrimiento; sino como una oportunidad de maduración y crecimiento personal para cada uno de sus miembros.
Esta nueva realidad que estamos viviendo, en donde el hombre como la mujer trabajamos fuera de casa, no debe ser motivo para que su entorno se vea afectado. Para que una sociedad prospere, tiene que contar con familias sólidas y, por ende, con mujeres y hombres convencidos de formarlas.
Lucía Legorreta de Cervantes
Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de
Estudios y Formación Integral de la Mujer
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FB: Lucía Legorreta