Hemos superado a los padres-helicóptero, los cortadores de césped están aquí …
El otro día, mi hija de 12 años olvidó su almuerzo. “¿Puedes traer el almuerzo para Sienna?”, me texteó mi mamá, a media mañana. Ella trabaja en la escuela a la que asiste Sienna, así que estoy segura de que Sienna la buscó entre las clases y le pidió que me enviara un mensaje de texto con la solicitud del almuerzo.
Admito que mi reacción no fue excesivamente amable. En realidad suspiré profundamente y puse los ojos en blanco, porque Sienna me había dicho esa mañana temprano que tenía almuerzo en clase. Rápidamente verifiqué Renweb, el sistema de información escolar, para descubrir que no era verdad. “¡Asegúrate de prepararte el almuerzo antes de irte!”, le dije mientras perseguía al niño de 2 años y luchaba con él para que se pusiera la ropa.
Quería negarme a llevarle el almuerzo, pero no lo hice. Sabía que ella tenía un partido de voleibol después de la escuela y que no tendría tiempo para volver a casa y comer antes. Pero le escribí un mensaje a mi madre y le dije: “Claro, le llevaré el almuerzo. ¿Pero puedes asegurarte de que ella sepa que esta es la única vez que voy a hacerlo? Ella sabía que tenía que prepararse el almuerzo y no lo hizo. A partir de ahora, si olvida su almuerzo, tendrá que quedarse sin él”.
Creo que mi madre se molestó un poco, porque me preguntó si me venía mal llevárselo. No era así, la escuela está literalmente a la vuelta de la esquina de casa. Pero ese no es el punto. El punto no es si a mi me conviene o no. El punto es que Sienna tiene que aprender que si no trae su propio almuerzo, no comerá. De lo contrario, inevitablemente terminaré trayéndole la bolsa del almuerzo refrigerada todos los días a la universidad y, sinceramente, no me da la vida.
Sé muy bien lo que este tipo de crianza les hace a los niños. Ni siquiera son padres-helicóptero, hay un nuevo término para ella, según We Are Teachers: los padres-cortacésped:
Los padres-cortacéspedes hacen lo que sea necesario para evitar que su hijo tenga que enfrentarse a la adversidad, la lucha o el fracaso. En lugar de preparar a los niños para los desafíos, eliminan los obstáculos para que los niños no los experimenten en primer lugar …
Pero al criar niños que no han experimentado una mínima lucha, no estamos creando una generación de niños más feliz. Estamos creando una generación que no tiene idea de qué hacer cuando realmente se enfrentan a la lucha. Una generación que se asusta o se cierra ante la mera idea de fracaso. Una generación para la que el fracaso es demasiado doloroso, con lo que se exponen a mecanismos de afrontamiento como la adicción, la culpa y la internalización. La lista continua.
Después de haber pasado mucho tiempo con estudiantes universitarios, puedo decirles que esto es totalmente cierto. He escuchado historias de profesores atendiendo llamadas telefónicas de padres indignados que intentan argumentar la validez de una nota que su hijo obtuvo en una clase. He escuchado historias de padres que escribieron documentos para sus hijos, y se sintieron desconcertados cuando acusaron a su hijo de plagio. Y he leído los interminables y desagradables comentarios que han dejado los profesores en sitios de “calificación” anónimos.
Peor aún, he visto a los universitarios desmoronarse ante el fracaso. Buenos niños, que se esfuerzan mucho pero solo necesitan afinar sus habilidades de estudio. O elegir una nueva especialidad. O incluso intentarlo de nuevo.
Pero no vuelven a intentarlo. Se dan por vencidos, se van a casa y se tumban en el sofá porque no saben qué más hacer. Creen que no pueden superar el fracaso porque nunca han aprendido a hacerlo.
No quiero criar a niños que no saben cómo levantarse después de que la vida los derribe. Pero enseñar a los niños a aceptar las consecuencias y superar sus errores no se hace con grandes gestos o discursos inspiradores. Comienza con las pequeñas cosas. Comienza con dejarles sentir las consecuencias en primer lugar … especialmente las consecuencias de sus propias acciones. Comienza con dejarlos pasar un poco de hambre porque olvidaron su almuerzo.
Así que la próxima vez que Sienna se olvide de su almuerzo, tendrá que pasar hambre por una tarde. Lo mismo para los más pequeños, porque todos tienen que aprender que, en última instancia, son sus propios cortacéspedes. No abordaré esos obstáculos para ellos: si quieren superar las cosas difíciles de la vida, tendrán que encontrar la manera de hacerlo ellos mismos.