¿cumplió lo que prometía?
1968: ¿Fue la «revolución sexual» el mejor camino para una liberación real de la mujer?
A principios de los años 70 nace en Francia el Movimiento para la Liberación de las Mujeres. Sus fundadoras, Françoise Picq y Monique Witig entre otras, habían participado en las revueltas de Mayo del 68 y allí comprendieron que, aunque las leyes reconocían la igualdad entre los hombres y las mujeres, en la sociedad se mantenía un desequilibrio inaceptable.
Sus objetivos estaban tomados de las feministas americanas y apuntaban a terminar con una determinada visión del matrimonio fundada en el principio de fidelidad, para lo que consideraban imprescindible popularizar los métodos de control natal, incluyendo entre ellos el aborto.
A 50 años de aquellos sucesos de París, podemos preguntarnos: ¿fue la revolución sexual el mejor camino para una liberación real de la mujer?
La familia estaba orientada hacia una existencia acomodada, a la paz del hogar y a la protección y desarrollo de los hijos. Mayo del 68 quiso romper esos moldes.
En diciembre de 2017 entrevistábamos a Françoise Picq en su pequeño apartamento situado en los alrededores de la parisina Plaza de la República y del pintoresco Canal Saint-Martin y nos decía cosas tan sorprendentes como ésta sobre los principios de aquella revolución sexual: “Muchas compañeras estaban cansadas de la manipulación de los hombres, que se acostaban con ellas y luego las dejaban, que mantenían relaciones con varias mujeres a la vez y las acusaban de no estar ‘liberadas’ si no accedían a sus deseos sexuales” (extraído de: Mayo del 68: cuéntame cómo te ha ido, publicado por los autores de este artículo).
Mayo del 68 y el modelo de “familia burguesa”
La generación que salió de la Segunda Guerra Mundial había sido capaz de producir un crecimiento económico espectacular durante décadas -los denominados “30 años gloriosos”- y querían dar a sus hijos el regalo del bienestar, una existencia construida para no tener que padecer la miseria nunca más.
Sin embargo, no fueron capaces de transmitirles el sentido de la vida, el gusto por la vida. La consecuencia fue una juventud no sólo inquieta, sino profundamente insatisfecha, que buscó la transformación de una sociedad que parecía tenerlo todo previsto, que estaba demasiado determinada, que había preparado la vida de los jóvenes con todo detalle.
Entre los muchos aspectos fijados destacaban los roles familiares. El hombre tenía que centrarse en el trabajo mientras la mujer se ocupaba de las labores de la casa y del cuidado de la prole. La familia estaba orientada hacia una existencia acomodada, a la paz del hogar y a la protección y desarrollo de los hijos.
Mayo del 68 quiso romper con estos moldes y para ello atacó a su pilar más importante: la noción de fidelidad, que se exigía con mayor rigor a las mujeres. Ese fue el principal objetivo de la denominada “revolución sexual”.
Anticonceptivos y aborto
El feminismo que nace de Mayo del 68 interpretó que el rol de la mujer en el matrimonio estaba determinado por la maternidad. Se quería desvincular a la mujer de su papel de madre, lo que suponía separar la sexualidad de la procreación para convertir el sexo en un entretenimiento sin incidencia ni en el desarrollo personal ni en el proyecto de vida.
Esta separación solo fue posible de manera práctica con la aparición de los anovulatorios o anticonceptivos hormonales, que eran desconocidos hasta mediados de los 50 (cuando el médico mexicano Luis Ernesto Miramontes sintetizó la noretisterona) y no se ofrecieron al público hasta los años 60. Ya entonces se introducen en el mercado ocultando sus fuertes efectos secundarios debido a las presiones ideológicas de la izquierda.
Enseguida los movimientos feministas empezaron a defender el aborto como un método de control de la natalidad, para lo que negaban —en contra de los criterios básicos de la ciencia, defendidos por personalidades del peso de Jérôme Lejeune (padre de la genética moderna)— que fuese posible considerar a un feto como un ser humano antes de su nacimiento.
Una nueva sexualidad “femenina”
La liberación sexual, que comenzó como una rebelión contra un concepto de las relaciones entre los sexos todavía muy machista, que en tantos casos entendía a la mujer como un objeto de placer, acabó teniendo como consecuencia que las propias mujeres cayeran en un tipo de sexualidad “femenina” justo con esos mismos tintes: promiscuidad, egoísmo y ausencia de vínculos.
Lo cierto es que, pasadas cinco décadas, el movimiento de liberación de las mujeres no solo no ha conseguido eliminar el machismo, sino que ha promovido un modelo de relaciones personales que presenta todavía más a la mujer como un mero objeto de placer al despreciar la importancia del compromiso, del proyecto de vida en común y del cuidado de los hijos.
El problema de fondo es que se ha adoptado un modelo masculino de sexualidad y, dentro de él, su parte más superficial y misógina. Las mujeres han logrado conquistar buena parte de la sociedad que antes les estaba vedada pero, al buscar nuevos territorios, se olvidaron de proteger el suyo, su “habitación propia”, y corren el riesgo de que les sea arrebatada.
Todavía tenemos pendiente conseguir que la mujer pueda ganar espacios de libertad siendo plenamente mujer, sin tener que renunciar a sí misma y a su propia visión de la vida, de la maternidad y del sexo.
Marcelo López Cambronero
Feliciana Merino Escalera