Recordando los Juegos de México

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Los Juegos Olímpicos de México 68 cumplen 50 años en 2018

Significaron un cambio notable en los eventos de carácter mundial: incorporaron la transmisión satelital y las pruebas de dopaje a los deportistas. Además de convertirse en un escenario de unión para las naciones en pleno auge de la Guerra Fría.

Cuando se ve en perspectiva, el propio Comité Olímpico Internacional lo cataloga como uno de los mejores Juegos realizados; no obstante, en su momento hubo bastantes obstáculos que sortear.  El primero de ellos fue la crítica de otorgar su realización a un país catalogado como “en vías de desarrollo” y las constantes dudas de que tuviera la capacidad de llevarlo a cabo.

La planeación previa es una historia en sí misma. El arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez fue el encargado de presidir el Comité Organizador a tan solo 26 meses de
la inauguración.

El arquitecto fue el mismo que edificó algunas de las obras magnas que pretendían poner a México en los ojos del mundo como un sinónimo de modernidad con edificios como el Museo Nacional de Antropología y el Estadio Azteca.

Un evento realizado en aquella época no está exento de anécdotas curiosas y lejanas a la era digital. Un ejemplo de ello es el sistema de boletaje. Comenzaron a llegar a las oficinas en México reservaciones de todo el planeta y el control de pedidos se llevaba a cabo de forma manual. Existía, además, la necesidad de armar los paquetes de boletos y enviarlos, lo cual suponía otro reto.

En propias palabras del arquitecto Ramírez Vázquez: “Vamos a necesitar personal de cuando menos 200 personas que nos hagan los paquetes de reservación, que no les interese el deporte y sean honradas, honradas, honradas”.

De modo que llegó a la conclusión de que lo mejor sería pedir ayuda divina y visitó al cardenal Darío Miranda, quien le ayudó a conformar un equipo de monjas que se instalaron en el seminario de Tlálpan y fueron responsables de hacer los paquetes de boletos. Jamás existió alguna reclamación del extranjero.

Otro desafío fue el complicado panorama político: en aquella Olimpiada, los países africanos fueron invitados por primera vez en conjunto, pero se oponían a asistir si también iba Sudáfrica debido a sus políticas racistas, por lo que al final se optó por no invitar a los sudafricanos.

Alemania experimentó otro dilema, ya que estaba divida en Occidental y Oriental, teniendo diferencias sobre cuál himno presentar. En medio de la discusión alguien preguntó a qué Alemania pertenecía Beethoven y ambos bandos dieron argumentos del porqué era de ellos, así que se les sugirió que ambos participaran con la famosa Novena Sinfonía de Beethoven, La Oda a la Alegría, y aceptaron.

En el momento de designar la ubicación de las delegaciones en la Villa Olímpica también hubo cuestiones delicadas. El primer conflicto se presentó con la reciente invasión de Rusia a Praga. La sugerencia lógica era poner separados a rusos y checos. No obstante, el equipo mexicano apeló a la tregua olímpica, en la que cualquier diferencia entre los antiguos estados griegos era pausada durante la celebración olímpica. Con este criterio fueron colocados los equipos de gimnasia de Rusia y República Checa juntos. De igual forma, las delegaciones de los países árabes y la israelita estuvieron en edificios vecinos.

El diseño gráfico estuvo presente en toda la justa deportiva. El icónico logotipo de México 68 acopla la grafía de los aros olímpicos con una vibrante repetición que relaciona el entonces popular Op Artcon con el arte huichol, del que fueran autores Eduardo Terrazas y Lance Wyman. Esta identidad gráfica fue trasladada de forma magistral a muchos objetos y estadios del evento.

Los Juegos Olímpicos se desarrollaron del 12 al 27 de octubre y dejaron postales
imborrables en la memoria de los espectadores. Una de ellas perteneció a la señal de protesta del “Black Power” en la ceremonia de premiación de los 200 metros, en reclamo de los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos.

Se rompieron 23 récords olímpicos cuando se planteaba que la altura de la Ciudad de México a más de 2000 metros sobre el nivel del mar no era el mejor lugar para que se desempeñaran los atletas.

Uno de los momentos emblemáticos de toda Olimpiada es la encendida del pebetero, acto que fue realizado por primera vez por una mujer y se trató de la corredora mexicana Enriqueta Basilio.

Sin lugar a dudas se trató de un evento que marcó un hito en el mundo y especialmente en México, dejándonos infraestructura de la cual aún hoy disponemos.

Sin embargo, creo que a 50 años su mayor legado es recordar cómo se resolvieron problemas en ese entonces, cómo se sobrepuso con éxito ante cada obstáculo en el camino y cómo se actuó con el fundamento de unir a los pueblos y borrar las barreras mentales, aunque fuera sólo por algunas semanas.

Arq. Alejandro Robles Arias
Director de Arquitecturar
www.arquitecturar.mx