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Cuando sea grande quiero ser…

Por MONSERRAT BUSTELOCLARA ALEMANN
Una de las preguntas que con frecuencia les hacen a nuestros hijos es ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Y si bien algunos responden que quieren ser astronautas, veterinarios, artistas o chefs, muchos simplemente dicen “cuando sea grande quiero ser… como mi papá/mamá”.

Esto es reflejo de una verdad universal: los niños son como esponjas. Desde que nacen, observan a sus padres, madres y cuidadores para descifrar el mundo que los rodea; aprenden sobre quién y cómo se toman las decisiones en el hogar, si existe un clima de colaboración y respeto mutuo o si es uno en la pareja el que domina.

Las conductas y acciones cotidianas que nuestros hijos ven en nosotros como padres les enseñan cómo esperamos que se comporten y definen cómo se relacionan con el mundo, con sus pares y con sus futuras parejas e hijos.

Si nuestros hijos aprenden, por ejemplo, que sólo la madre es responsable de su cuidado y de las tareas domésticas, mientras que el padre es quien decide cuánto y cómo se gasta el dinero—porque es él quien aporta económicamente al hogar—, ellos usarán esos modelos como referencia en su vida adulta. De igual forma, si perciben que los problemas en su familia se resuelven a golpes a favor de quien tiene más poder, nuestros hijos replicarán esta conducta o verán con naturalidad si en el futuro su pareja lo hace.

Sabemos que el involucramiento activo de los hombres en la crianza y la vida emocional de sus hijos tiene un impacto profundo y duradero en su desarrollo. Es un pre-requisito fundamental para lograr una mayor igualdad de género, ya que contribuye a que las mujeres participen más activamente en el mercado laboral y que los niños establezcan relaciones más equitativas en su vida adulta. Las actitudes y comportamientos de los padres también tienen un rol clave en la prevención de la violencia contra la mujer, niñas y niños. Por esto es fundamental promover relaciones familiares seguras, respetuosas y afectuosas, desde temprano.

El Programa P, una intervención socioeducativa dirigida a madres y padres para reducir factores de riesgo y reforzar factores protectores asociados a la violencia contra los niños y las mujeres, fue implementando por el BID en comunidades de El Alto, Bolivia, donde la prevalencia de violencia íntima de pareja alcanza niveles epidémicos y donde, al igual que en varios otros países de AméricaLatina, persisten actitudes rígidas respecto a los roles esperados de hombres y mujeres dentro del hogar y la sociedad.

La encuesta preliminar a la implementación confirmó estas tendencias. Entre las familias que pertenecen al estudio, tres de cada diez mujeres sufrieron violencia física o sexual por parte de su actual pareja en algún momento de su vida. Se evidenció también la creencia generalizada acerca del rol principal de la mujer como cuidadora de su hogar y cocinera de su familia, mientras que el hombre es el sostén económico. De igual forma, una alta proporción de padres y madres consideró al momento de la encuesta que cambiar pañales, bañar y alimentar a los hijos es responsabilidad únicamente de la madre y que es ella quien está mejor preparada para cuidarlos. Por otra parte, prevaleció la creencia de que brindar demasiado afecto haría que un niño se convierta en un malcriado y que los padres deben golpear o dar una palmada al niño cuando se porta mal. Entre las familias encuestadas, 4 de cada 10 niños experimentan castigo físico en sus hogares.

Los resultados que surgirán de la evaluación  de impacto, en curso, nos mostrarán en qué medida una iniciativa como el Programa P puede contribuir a la adopción de actitudes y prácticas más igualitarias y no violentas. Creemos que intervenciones como esta constituyen estrategias prometedoras en este sentido, así como para fomentar el involucramiento activo de los hombres en la crianza y la vida emocional de sus hijos.

El modo de crianza de nuestros hijos sienta las bases de su desarrollo y constituye una ventana de oportunidad para prevenir la reproducción intergeneracional de normas rígidas de género y violencia intrafamiliar. Como padres y madres está en nuestras manos darles a nuestros hijos las herramientas para que, además de ser bomberos, bailarines, ingenieros o maestros, vivan vidas sin violencia, en relaciones equitativas y de respeto mutuo. Por su bien y el de las generaciones futuras.

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