Los propósitos, ¿por qué fallan?

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Por Lucía Legorreta de Cervantes

¿Te has preguntado por qué hacemos grandes propósitos y no los cumplimos? Y todavía más importante: ¿cuándo los hacemos?

Los hacemos cuando una parte de nosotros reconoce lo que debería estar haciendo y no hace. Dicho de otro modo, un propósito suele ser una obligación que nos imponemos, generalmente cuando empieza un año calendario o un año escolar. Es como si pusieramos el cronómetro de nuestro reloj en ceros y estamos seguros que el tiempo nos ayudará a lograrlo.

Pero resulta que no nos gusta hacer nada por obligación, y menos aún si es por y para nosotros mismos. Aquí entra lo que significa realmente saber automotivarse.

Cuántas veces hemos dicho: este año seré puntual…voy a dedicar más tiempo a la familia…haré más deporte… aprenderé computación, inglés…me tomaré las cosas con más tranquilidad…y otros muchos propósitos.

Todas son frases que hablan de un escenario futuro, que estamos convencidos debemos cambiar. La realidad, es que esto no funciona así:  las buenas intenciones NO son suficientes.

Lo que realmente cuenta es la capacidad de motivarse a uno mismo, de encontrar las fuerzas movilizadoras en nuestro interior, sin tener que esperar a que estímulos externos nos pongan las pilas.

Estamos acostumbrados a una sociedad basada en estímulos según los resultados, y poco entrenados en la tolerancia a la frustración, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.

Es por ello que las intenciones deben de ir acompañadas de una estrategia.    Te has propuesto algo, ahora define cómo lo vas a hacer, en qué tiempo y bajo qué condiciones.

¿Quieres empezar a hacer ejercicio?   Define qué tipo de ejercicio vas a realizar, en dónde, cuánto tiempo, qué ropa necesitas, si lo harás solo o acompañado. Las condiciones deben ser realistas y graduales. De nada sirve proponerte algo que está fuera de tu realidad, ya que lo dejarás de inmediato.

Automotivarse, como todo, requiere un aprendizaje. Y aprendemos entrenando. Nada mejor para lograrlo que unas cuantas pequeñas frustraciones, porque nos hacen darnos cuenta de que podemos sobrevivir y seguir adelante.

La automotivación se ejercita cuando somos capaces de orientarnos hacia el logro, obteniendo así la satisfacción del esfuerzo realizado, con la ilusión y el optimismo que hemos generado en el camino hacia la conquista de nuestros propios retos.

No basta tener propósitos, tenemos que orientarlos a metas, sueños y deseos. Sueña alto, proponte metas elevadas. Pero no te quedes ahí, una vez definido el objetivo, establece estrategias: acciones muy concretas con horarios y fechas. Y por supuesto, evalúa como vas. Verás que cada vez serán menos los propósitos fallidos.