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¿No les ha pasado que de vez en cuando al leer un artículo en alguna parte viene la frase «De acuerdo a científicos y un estudio realizado en X Universidad…»? ¿O han escuchado un reportaje en la radio o en la televisión donde comentan esa frase? Lo primero que a mí se me venía a la mente era «deben de saber lo que dicen y debe de ser cierto».
Esto fue hasta hace un par de meses cuando escuché en la radio que había un estudio que contradecía los resultados de otro refiriéndose al consumo del vino tinto. Y me puse a pensar, «¿y quién se encarga de validar que sea cierto el resultado? ¿Quién puede publicar estudios de buenas a primeras? ¿Por qué uno afirma una cosa y el otro contradice al primero?»
Cuando se trata de un papá primerizo como yo, una de las fuentes de información es internet. Y hay un sinfín de páginas dedicadas a dar consejos a los padres en general sobre los hijos y su desarrollo. ¿Pero qué sucede cuando la información es inconsistente o inclusive falsa? ¿Cómo darse cuenta?
Sobre el tema de la paternidad y el cuidado de los hijos puede haber varias investigaciones que resultan ser controversiales –o falsas. El ejemplo más claro de esto se encuentra en la tendencia que ha habido en los últimos años de algunos padres de no vacunar a sus hijos.
Esto se dio a raíz de la publicación de un estudio —supuestamente serio— en el que un doctor británico presentó los resultados de una investigación donde vinculaba la aparición de autismo en niños a la aplicación de vacunas. Claro está, que inmediatamente los padres dejaron de vacunar a sus hijos. Aunque tiempo después el estudio fue echado para atrás y retiraron la publicación, al doctor le quitaron su licencia médica y se probó que había falsificado los resultados… el daño estaba hecho.
Platicando ayer con mi esposa comentábamos acerca de una fuerte epidemia de sarampión que ha brotado y que ha causado la muerte de muchos pequeñitos. Lo que tenían en común todos los infectados, era que prácticamente un 90% no había sido vacunado nunca. Esto por una «moda» o seguimiento de un estudio que al final terminó siendo desacreditado. Lo que me llama la atención es que con solo 12 pacientes que se usaron en esa polémica «investigación», se haya detonado el decidir no vacunar a los bebés. Cuando se publicó el artículo, solo en el Reino Unido, hubo una caída de cerca del 80% de los padres que decidieron no hacerlo.
¿Pero qué sucede cuando la información es inconsistente o inclusive falsa? ¿Cómo darse cuenta?
El estudio realizado por el doctor Andrew Wakefield y todo lo que se desató detrás de ello me ha puesto a pensar en el «principio de Brandolini». Básicamente nos dice que el esfuerzo que se requiere para generar una mentira o información falsa, es muchísimo menor al esfuerzo requerido para poder hacer ver la verdad. Puesto de otra forma: es muy fácil decir algo que no es verdad y que la gente lo crea, que el tratar de convencerlos a ellos mismos de que era una mentira.
Por otro lado, también he notado inconsistencia en datos que muestran algunas páginas dedicadas a dar consejos de paternidad. Hace poco, cuando buscaba información relacionada al tiempo que deben de dormir los niños de la edad de Romina, me di cuenta de esta «diferencia». Hice lo típico que todos hacemos, puse en Google el tema y realicé la búsqueda. El resultado me arrojó muchísimas páginas.
Viendo lo que comentaban en varias páginas que obtuve como resultado, encontré que en una de ellas daban el dato de 10 a 12 horas de sueño (incluidas las siestas durante el día). Asimismo, las siestas las marcaban en un total máximo de una hora y media –podía ser una sola o dividida en dos durante el día. Una segunda página, me daba el dato de 11 a 14 horas al día con una siesta de no más de 40 minutos.
De entrada la diferencia me llamó la atención, pero lo que más me descontroló fue que era el mismo portal en dos países diferentes. Una estaba escrita para la versión en español de su sitio en Estados Unidos. Y la otra, estaba escrita en inglés para el sitio del Reino Unido ¿Quién tenía la razón? ¿Por qué la diferencia si es el mismo «portal» para diferentes países?
En varios temas relacionados, al hacer las búsquedas correspondientes, he encontrado opiniones contradictorias. Algunas hacen mención a lo que está dictado por la Organización Mundial de la Salud, otras a lo establecido por la Academia Americana de Pediatría (en Estados Unidos), otras a lo estipulado por la Academia Británica de Pediatría o a la canadiense… claro, no faltan los que hacen referencia a «estudios científicos». Nuevamente, ¿quién tiene la razón?
Como papá primerizo, hay muchas cosas que desconozco y me generan dudas. Y estando en pleno siglo XXI, hago uso de lo que está a la mano para buscar información —internet— y que me ayude a formar un criterio. A veces encuentro datos que son contradictorios entre sí. Por eso, nosotros como papás, tomamos mucho en cuenta lo que dice el pediatra… así evitamos cualquier confusión.