Por Gala Camberos
De acuerdo con la mitología griega, Procusto era el guardián de una ciudad maravillosa a la cual todos los hombres querían entrar por lo que de ella se decía.
Sin embargo, para poder hacerlo se debía tener una estatura exacta. Así que, Procusto recostaba a los hombres en su lecho para comprobar si cumplían el requisito y en caso contrario les cortaba los pies o la cabeza para que pudieran entrar. Sin embargo, al pasar de los años y ya viviendo en esa ciudad, aquellos hombres se preguntaron si el precio que pagaron por su entrada había valido la pena.
Te platico esta historia porque la parábola del “Lecho de Procusto” se revive en ciertos momentos de nuestra propia vida.
Llega el tiempo en que nos hacemos la misma pregunta y nos cuestionamos de manera profunda si lo que hoy tenemos y el precio que hemos pagado por lograrlo ha valido nuestro sacrificio; si todo aquello que dejamos de lado por tenerlo y todo a lo que seguimos renunciando por conservarlo, vale la pena.
¿En dónde establecer un límite sano entre lo que verdaderamente deseo y lo que debo hacer para seguir cumpliendo con mis expectativas de vida? Algo digno de reflexionar…