Por María Verónica Degwitz
Vivimos en tiempos de individualismo. El mensaje principal que escuchan nuestros hijos es que, la persona más importante en su vida, son ellos mismos y que deben hacer todo para buscar su propia felicidad, desechando lo que les moleste. Aunque entendemos la necesidad de que los jóvenes sepan valorarse y sean responsables de su propio destino, esta corriente está generando estragos en nuestra juventud. El resultado son niños y jóvenes incapaces de interesarse por el bien de los demás, porque sencillamente no se cruza con su propia búsqueda de la felicidad.
¿Cómo hacer entonces para educar hijos más conscientes de su entorno? ¿Jóvenes que sepan salir de sí mismos para ayudar a los demás? Una manera de conseguirlo es educando en empatía.
La empatía es una cualidad que nos permite ponernos en el lugar de otra persona, tratando de comprender sus sentimientos y emociones.
Una vez que nuestros hijos puedan identificar sus emociones, podemos entonces ponerlos en contacto con los sentimientos de los demás. Es muy positivo observar con ellos situaciones desde lejos y poder describirlas desde el punto de vista emocional, por ejemplo, decir cosas como: A ese niño se le cayó su helado ¿Cómo crees que se siente en este momento? ¿cómo podríamos ayudarlo? Las respuestas que den nuestros hijos darán pie a conversaciones en las que podamos resaltar la importancia de acompañar a los demás y ponernos en su lugar.
Para educar hijos con empatía es vital que podamos vivir este valor en casa. Desde chicos podemos ayudarlos a identificarse con lo que les pasa a sus padres o hermanos, a acompañarlos en sus sufrimientos y alegrías y a pensar en ellos regularmente. Un niño que vive la empatía en su hogar, necesariamente será empático con el mundo exterior pues ha internalizado este modo de vida. Si en cambio, vive en un hogar indiferente, en el que cada quien solo se preocupa por lo suyo, es imposible pedirle que se siente con algún niño que esté solo en el almuerzo, o que pueda ayudar a algún amigo a hacer los deberes.
La empatía es un valor que puede cambiar el mundo, una persona a la vez. Si somos capaces de enseñar a nuestros hijos a ponerse en el lugar del otro, a acompañar al que está solo y a defender al desvalido, tendremos familias, escuelas y sociedades mucho más justas y tendremos también niños y jóvenes mucho más felices, porque serán capaces de ponerse en contacto con lo que sienten los demás y de salir de ellos mismos para ayudar. Y eso es lo que da verdadera felicidad.