No quiero que me quieras mucho, quiero que me quieras “bien”

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No quiero que me quieras mucho, quiero que me quieras “bien”

Por Gabriela Savater

Querer mucho, aunque que nos cueste creerlo, no siempre es sinónimo de querer bien, porque la cantidad, en ocasiones, no va de la mano de una auténtica calidad afectiva y relacional. El amor no basta cuando el respeto no se alcanza, y no todo vale ni todo debe perdornarse en nombre de una pasión a veces destructiva y alienante.

Aaron T. Beck, uno de los psiquiatras con mayor peso dentro de los cuerpos de la terapia psicológica cognitivo-conductual, nos explica esto mismo en su libro “Con el amor no basta”.

En cada una de sus páginas podemos ver el reflejo de muchos de nuestros propios pensamientos y comportamientos: en esencia la mayoría seguimos anclados en la eterna idea de que el amor todo lo puede, que es esa energía incombustible la que todo lo sana y todo lo resuelve.

“El amor auténtico hace posible la paradoja de dos que se vuelven uno sin dejar de ser dos” -Erich Fromm-

De hecho, asumir que no es suficiente con que “nos quieran mucho” para ser realmente felices es algo bastante descorazonador, no hay duda.

No obstante, ocurre lo mismo con otras dimensiones: tampoco el talento basta para alcanzar el éxito ni el dinero es la clave y el puente directo a esa felicidad ansiada y soñada.

La vida está llena de matices que a veces nos desesperan; otros nos desconciertan, y a menudo nos colocan en un estado de indefensión absoluta.

Querer mucho no siempre es reflejo del buen querer. Esto es algo que debemos entender lo antes posible para saber reaccionar, para dejar a un lado tristes idealizaciones y ser capaces de construir unas relaciones más fuertes, satisfactorias y maduras.

Cuando queremos mucho, pero queremos mal

Muchos de nosotros elegimos a determinadas parejas porque nos decimos a nosotros mismos aquello tan manido de que “es la persona adecuada, la que nos conviene, la que pude hacernos feliz”. Sin embargo, la realidad es bien distinta, porque como la mayoría sabemos nadie “elige” de quien se enamora, el amor, como la pasión, no se escoge. Llega y arrasa.

Poco a poco nos sumimos en torbellino de emociones, sensaciones e idealizaciones que hacen de esa relación algo casi celestial, y nos decimos a nosotros mismos y a los demás “que nuestro amor es mágico, desbordante y sin fisuras”. Casi sin darnos cuenta, llega esa abnegación donde no hay fronteras, el “vivo solo para ti” y esa codependecia feliz donde nos queremos mucho, y donde lo tuyo y lo mío queda aniquilado para dar forma a un “lo nuestro”, ahí donde se disuelven las propias identidades.

Es necesario tener en cuenta que esos amores supuestamente celestiales, que no conocen condiciones, son los más peligrosos. Porque el amor auténtico es por encima terrenal y sí necesita condiciones, sí quiere límites y fronteras que salvaguardar, quiere espacios privados que respetar y armonías que mantener en adecuado equilibrio.

Cuando el amor se da en exceso y se reclama de igual forma, puede volverse tiránico y aparecer las siguientes dinámicas que ahora te detallamos.

Las 4 trampas de amor dependiente y el amor nocivo:

Los amores codependientes derivan tarde o temprano en una serie de prácticas que debemos saber reconocer no solo para saber defendernos de ellas, sino también, para evitar practicarlas nosotros mismos.

La trampa del “todo o nada”

Amar mucho y amar mal, nos convierte sin darnos cuenta en extorsionadores profesionales. La dedicación mutua (para muchos) debe ser total y absoluta.

La trampa del “debería”

Siempre llega un momento en que alguno de los dos miembros (o incluso los dos) empiezan a caer en la obsesión de pensar continuamente en “lo que debería hacer y no hace” la otra persona. Si no hace esto es que no me quiere de verdad, si yo hago esto otro él/ella debería hacerlo por mí.

La trampa de la culpa

Esta estrategia es sin duda una de las más comunes en estas telas de araña relacionales.

Proyectar el sentimiento de culpa en la pareja para hacerlo sentir mal al “descuidar” al otro o al hacerle daño sin darse cuenta, es algo muy común.

La trampa de la imaginación catastrofista

El amor obsesivo, dependiente y tóxico, es muy proclive a imaginar cosas infundadas y a desconfiar. Su recelo por ser traicionado o engañado puede convertirse en algo persistente.

El amor no es una batalla de poder, sino un esfuerzo por comprender.

Cuando no hay un esfuerzo por comprender en la pareja se produce un circulo vicioso de excesiva atención a lo que se quiere cambiar.

Quiéreme bonito, quiéreme libre pero contigo

Hay padres y madres que adoran a sus hijos, que los quieren con locura, con abnegada devoción y sin medida… Los quieren mucho pero los aman mal. Son amores asfixiantes que cercenan alas, que frustran infancias, apagan sueños e incluso la capacidad alcanzar una madurez segura y feliz.

“Quien sabe amar de verdad, siempre gana”
-Hermann Hesse-

A nivel de pareja sucede casi lo mismo. No hay que morir de amor ni sufrir por él, no debemos permitir que abdique nuestro yo o nuestra autoestima en favor del otro. Debemos ser exigentes y decir aquello de “no quiero que me quieras mucho, quiero que me quieras BIEN”.

Por otro lado, algo de lo que todos somos conscientes es de que pocas cosas son tan importantes a la vez que emocionantes que sabernos amados sin límites y de forma desmesurada. Es una forma de reafirmar el “yo”, es sentirnos inyectados por una energía desbordante que nos emociona y nos atrapa.

Sin embargo, hemos de ser cautos y mantener siempre la cabeza fría, porque el amor sí tiene límites y estos los establecen tu integridad, tu dignidad y tu felicidad.

Si en algún momento uno de estos pilares se ve vulnerado, es momento de salir de esa jaula de barrotes dorados.

Fuente: La mente es maravillosa