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¿La edad de tu mente coincide con la de tu cuerpo?  Sigue estos 3 consejos para no sentirte “viejo” a los treinta años:

 

El concepto de “envejecer” ha cambiado en las últimas décadas. Hoy en día, es común ver a personas de 70 u 80 años participando en maratones, pedaleando o trabajando en las empresas.

La idea del abuelo jubilado, en casa y con bastón, muchas veces no coincide con esa nueva imagen de las personas activas en plena tercera edad. Pero, claro, lo contrario también sucede: nos encontramos con viejos de 30 años o menos. Personas con problemas de salud que, en lugar de afrontarlos para frenar el deterioro, dejan que éstos los condicionen y terminen por arruinar su vida.

Publicamos esta reflexión, justamente de un hombre de 30 años, que tiene el propósito de mostrar la realidad a aquellas personas que, a pesar de su juventud sienten que son más viejas de lo que indica su acta de nacimiento.

“Desde los 15 años empecé a envejecer. Por lo menos que yo recuerde. Lo que quiero decir es que empecé a sentir los problemas de salud típicos de las personas ancianas: mi intestino no funcionaba bien, no conseguía controlar el peso y tenía una tos permanente.

Es curioso que un adolescente pueda sentirse con la edad de sus abuelos. Con el paso del tiempo surgieron otros problemas. Yo estaba convencido de que mi memoria era pésima y en poco tiempo estaría sufriendo de Alzheimer. Tal vez soy hipocondríaco o paranoico, pensé. Estaba seguro de que peinaría canas antes de los 20 y de que perdería el cabello al llegar los 30.

Estaba obsesionado con la cuestión de la edad y la salud, lo que empezó a reflejarse  en mi comportamiento, mentalidad y mi capacidad de soñar y fijarme metas.

¿Cuando decidí pasar página y reconciliarme conmigo mismo? Al cumplir 30 años. La madurez me hizo ver que los problemas de salud que me hacían sentir viejo eran totalmente mi responsabilidad y aún estaba a tiempo  de enfrentarlos.

Estos tres consejos me ayudaron a recuperar mi salud física y mi seguridad.

Si quieres vivir más sana y plenamente, ponlos en práctica también:

Si tienes una enfermedad haz lo que puedas por mejorar ¡Es importante!

A los 15 años comencé a padecer irritaciones en el intestino. El médico me indicó que debía evitar al máximo el estrés y hacer ejercicio diario, así como dejar de consumir ciertos productos y alimentos que podrían agravar el problema. ¿Qué hice en los 15 años siguientes? Poco ejercicio y nada de dieta. El refresco de cola era mi bebida favorita y consumía tanto azúcar como harinas en exceso. ¡Lo sé, puede parecer extraño, pero me encantaba! Sin embargo, lo que conseguí tapando los ojos a mi problema sólo fue empeorar. Creo que entiendes de lo que hablo.

 

Controlar tu peso no es cuestión de vanidad

Los estereotipos de belleza no deben ser la principal motivación para tu control de peso. El principal estímulo debe ser tu salud. Durante buena parte de la vida sufrí por ser el gordito de la escuela, de la universidad, de casa y de todo grupo social del que formaba parte, pues todos se fijaban en mis mejillas regordetas. Hacía dietas fracasadas y todas las mañanas me esforzaba para levantarme y hacer ejercicio. Sin embargo, lo hacía por obligación y me sentía cansado y desanimado. Luego dejé de lado el ejercicio y empecé a comer sin pensar, descuidando mi apariencia. Me repetía a mí mismo: «Si le gusto a alguien, le gustaré como soy.»

¿Ves cómo la motivación influye? Jamás me concentré en lo realmente importante: mi salud. Pensaba sólo en lo que otros dirían sobre mi apariencia, por eso nunca tenía éxito. Si haces ejercicio, tu cuerpo empieza a funcionar como un reloj, cualquier problema de salud que tengas disminuirá e incluso desaparecerá. Si eso no te motiva, nada más lo hará.

 

Para tener buena memoria es preciso ejercitarla

Así como tu cuerpo necesita oxigenarse con ejercicios igual sucede con tu mente. Durante años lamenté mi pésima memoria. Para cada examen en la escuela necesitaba recitar las lecciones como un perico, me enfrentaba al examen y lo superaba, pero pocas horas después no recordaba nada. O sea, la típica memoria a corto plazo.

Entonces, comprendí que para retener información en la mente tenía que entrenar a mi cerebro. Así como dedico una hora al día a hacer ejercicio, dedico por lo menos el mismo tiempo para leer un poco de todo: libros, diarios y revistas. En poco tiempo, mi memoria se fortaleció y pude guardar más información. Quiero decir, esa historia del «Alzheimer» precoz era sólo parte de mis miedos y resultado de mi indisciplina.

Si quieres poner de tu parte, te aseguro que dejarás de ser ese anciano o anciana que en realidad no eres. Podrás superar los retos para evitar que el deterioro prematuro afecte tu calidad de vida presente y futura.

 

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