Últimamente parece que hay cola para redactar el obituario de Europa. Los coletazos interminables de la crisis económica, el envejecimiento demográfico y su repercusión en los cada vez más frágiles estados del bienestar, los zarpazos inquietantes de unos populismos cada vez más populares, la llegada de cientos de miles de refugiados que huyen de la guerra, la desafección en marcha de países esenciales del proyecto de construcción continental como Reino Unido… Intelectuales, periodistas o simples cafres dan por finiquitada la poderosa, y hasta hoy muy eficaz idea, de que los europeos podemos vivir juntos sin matarnos.
Entre tanto epitafio apresurado que dice más de lo atractivo del pesimismo que de la realidad de lo que ocurre, merece la pena atender a pesimistas, como suelen proclamar los anuncios, «científicamente testados». Como Giovanni Sartori (Florencia, 1924).
Sartori es, a sus 92 años, una de las inteligencias más sólidas, heterodoxas y polémicas de Italia. Politólogo y profesor en Columbia, Florencia, Harvard, Yale o Stanford; premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales; ha escrito títulos puntales de su época como Elementos de teoría política, Homo videns, La sociedad multiétnica o ¿Qué es la democracia?; su última contribución es un librito breve y concentrado que, con el título de La carrera hacia ningún lugar (Taurus, 2016), acaba de llegar a nuestro país. En él ataca diez temas centrales del presente al modo de diez exasperadas y terminantes lecciones con las que no importa no coincidir para ponerte el cerebro en marcha. Compruébenlo.
- La parábola del bípedo implume
«La historia de los bípedos implumes se pierde en la noche de los tiempos. (…) El caso es, por lo tanto, que sólo hace un puñado de siglos que los ciudadanos tenemos un Estado que no es simplemente la fuerza del más fuerte. ¿Cuándo ocurrió? ¿Cuándo empezó el Estado tal y como lo conocemos hoy? Diría que, a finales del siglo XVII con John Locke, y principios del XIX, con Benjamin Contstant. (…) En resumen, la política fue la fuerza a discreción del más fuerte, del más poderoso, hasta que se inventó la democracia liberal, que es, precisamente, el producto de un pensamiento abstracto que comprende sin ver, digamos, con los ojos cerrados«.
- Revoluciones verdaderas y revoluciones falsas
«Lo que se discute no es -fíjense- si las revoluciones tienen o no tienen, si o deberían de tener una continuación económico-social. En realidad, nunca se ha visto una revolución que se detenga y se encierre dentro del palacio que ha conquistado. (…) Es realmente importante entonces distinguir entre revolución y ese después, y limitarse a la definición estricta y puntual de revolución. Si los límites entre acontecimiento revolucionario y gobierno pos-revolucionario se borran, la revolución permanente se convierte en la justificación de la dictadura permanente. (…) ¿Qué sentido tiene asaltar las democracias? En realidad, el asalto se ha producido, pero el hecho no se ha convertido en un asalto verdadero. Sí, las revoluciones han golpeado también a las democracias, pero la revancha ha sido que la democracia las ha vaciado«.
“Si los límites entre revolución y gobierno pos-revolucionario se borran, la revolución permanente se torna dictadura permanente.”
- El sistema electoral perfecto existe
«La premisa de un sistema electoral perfecto (casi perfecto) es que deben estar prohibidas las coaliciones. Cada partido se debe presentar solo, proponiendo un solo candidato. De esta forma, cada partido tiene interés en presentar a su mejor candidato o, en todo caso, al candidato considerado electoralmente más fuerte, y los partidos minúsculos desaparecen solos (obviamente para las elecciones nacionales presidenciales). En el balotaje los designados serán cuatro o poco más. Y en la segunda vuelta, los candidatos menores pueden elegir entre retirarse –en tal caso obtendrán un derecho de tribuna– o seguir en liza, pero en tal caso perderán el derecho de tribuna«.
- Guerra terrorista y guerra al terrorismo
«Y el que no dice guerra cuando la hay, pierde esa guerra. O sea que quien usa la palabra guerra ve una cosa, y quien no la usa ve otra. Quien dice guerra se siente en peligro moral; quien dice otra cosa, no. En la guerra, si es que se trata de una guerra, combatimos a un enemigo; pero si la palabra es distinta, entonces el enemigo no existe y no hay nada o nadie contra quien combatir. Por tanto, ¿se está librando una guerra sí o no? En mi opinión, sí. Quien cree que no, usa para definir la guerra criterios pasados. Mientras que la guerra de la que estamos hablando es una guerra totalmente inédita, sin pasado. Hay que calificarla como: 1) terrorista, 2) global, 3) tecnológica, y 4) religiosa«.
«Por tanto, ¿se está librando una guerra sí o no? En mi opinión, sí. Quien cree que no, usa para definir la guerra criterios pasados y del pasado.»
- Cristianismo e Islam, laicismo y religión
«Durante cerca de un milenio el cristianismo y el islam se enfrentaron y combatieron así, como dos religiones. Pero desde el siglo XVII, la respublica christiana se fue disolviendo y secularizando gradualmente, mientras que el islamismo siguió siendo una civilización teocrática. ¿Por qué? Paradójicamente, nosotros, los cristianos, nos secularizamos gracias a las ferocísimas guerras de religión internas entre católicos y protestantes. Aquel baño de sangre fue terrible y Europa salió de él agotada. Pidió e impuso la tolerancia. El islam no ha conocido nunca guerras de religión internas comparables con las nuestras. Wahabitas, sunitas y chiítas se degüellan entre sí, pero esporádicamente y a pequeña escala (al menos en comparación con lo que fue la carnicería europea). Y luego, aunque es cierto que cristianismo e islam son, en principio, religiones fuertes, el primero siempre ha sido menos fuerte que el segundo».
- ‘Jus sanguinis’, ‘jus solis’ y residencia
«Hasta ahora, la ciudadanía se ha basado en el ‘jus sanguinis’, según el cual el individuo adquiere por nacimiento la nacionalidad de sus padres, o en el ‘jus soli’, según el cual el individuo adquiere la nacionalidad del país donde nace. Los países muy poblados mantienen en general el primero; los países poco poblados adoptan en general el segundo. (…) Quisiera proponer un tercer criterio: la concesión de la residencia permanente, transferible a los hijos, pero siempre revocable, a cualquiera que entre en un país legalmente con los papeles en regla y un puesto de trabajo, no digo asegurado, pero sí prometido o creíble. En espera de descubrir cuántos seremos, si los podremos absorber o no, esta fórmula concede mucho tiempo y no hace daño».
- Integración, asimilación y rechazo
«La Europa de Bruselas, la llamamos así para abreviar, ha sido concebida como una entidad sin aranceles y sin barreras económicas y, por lo tanto, indefendible y fácilmente conquistable. Y millones de seres humanos, sobre todo africanos, están buscando comida y trabajo en esta Europa. (…) La Unión Europea, que hoy consta de 28 Estados, está obviamente pasando por un mal momento, aunque es importante distinguir entre los países de Europa del norte y los demás. Los primeros han sido acogedores e incluso un poco ilusos, dentro de lo posible; pero ahora están saturados y hasta decepcionados. La gran sorpresa ha sido que los musulmanes de tercera generación no solo no se han integrado, sino que son los más rebeldes, los más extranjeros. Por eso Suecia, Holanda, Dinamarca y sus vecinos restringen las puertas de entrada».
«La Europa de Bruselas ha sido concebida como una entidad sin aranceles y sin barreras económicas y, por lo tanto, indefendible y fácilmente conquistable.»
- Las dos éticas
«Max Weber formuló la distinción fundamental entre ética de la intención (Gesinnungsethik) y ética de la responsabilidad (Verantwortungsethik). La primera persigue el bien (tal como lo ve) y no tiene en cuenta las consecuencias. Aunque el mundo se hunda, la buena intención es lo único que vale. La ética de la responsabilidad, en cambio, tiene en cuenta las consecuencias de las acciones. Si las consecuencias son perjudiciales, debemos abstenernos de actuar».
- El alma no está en el espermatozoide
«Para la filosofía, o para el pensamiento racional, el hombre se caracteriza por la razón, por la autoconciencia o al menos por los estados psicológicos y autoconscientes. Para Locke, por ejemplo, la persona es un ‘ser consciente de sí’ y ‘sin conciencia no hay persona’. Pero he aquí que de repente la Iglesia católica se olvida del alma (y, con ella, de su teología) y se entrega a la biología, a la cual le hace decir que entre mi embrión y yo no hay ninguna diferencia: vida humana la suya, vida humana la mía. Sin embargo, la definición religiosa -repito- es y debe ser distinta; considera que el hombre es hombre porque está caracterizado por la presencia del alma. Esta es una definición que no comparto, pero respeto. Y me asombra que sea yo quien tenga que recordarla y defenderla mientras la Iglesia demuestra que la ha olvidado. Se me podría objetar que es obvio que el alma llega con el embrión. ¿Obvio? Obvio exactamente, no. Esta no ha sido nunca la doctrina de la Iglesia y he citado a Santo Tomás para demostrarlo».
«¿Es obvio que el alma llega con el embrión? Exactamente, no. No ha sido nunca la doctrina de la Iglesia y he citado a Santo Tomás para demostrarlo.»
- El embrión y la persona
«Si, como me deseó un simpático lector tiempo atrás, me hubieran matado cuando era un embrión, no me habría dado cuenta y ni siquiera habría sufrido por ello. En cambio, como persona, sé que tendré que morir y quizás, incluso, que sufrir. Y el argumento lógico es el siguiente: si bien un embrión será una persona, un embrión todavía no lo es».
FUENTE: ELCONFIDENCIAL.COM