El ‘Estudio del Desarrollo de Adultos’ realizado en Harvard ha rastreado la vida de 724 hombres desde hace 75 años, para lo cual actualiza cada dos años la información sobre sus relaciones, trabajos, familias, salud y otros aspectos de su vida.
Robert Waldinger es el actual director del estudio, en el que continúan participando 60 de los hombres con los que inició, varios de ellos con noventa y tantos años a cuestas. Ahora se está comenzando a estudiar a sus más de dos mil hijos. La investigación fue dividida originalmente en dos grupos: uno formado por chicos que ingresaron a Harvard, otro por chicos de los barrios menos favorecidos y problemáticos de Boston. Waldinger resume las principales conclusiones que ha arrojado el estudio a la fecha:
¿Qué lecciones salen de las miles de páginas de información acumuladas en estos reportes? La más importante es la siguiente: las buenas relaciones nos hacen más sanos y felices, punto. Las conexiones sociales son buenas para nosotros y la soledad mata. Las personas que están más conectadas socialmente con la familia, los amigos y la comunidad, son más felices y viven más tiempo que las personas que tienen menos vínculos. La soledad resulta tóxica. Aquellos que están más aislados de lo que lo que quisieran, encuentran que son menos felices y son más susceptibles a recaídas de salud en la mediana edad, sus funciones cerebrales decaen más precipitadamente y viven menos que las personas que no están solas.
La segunda lección es que esto no se trata del número de amigos o de si estamos o no en una relación de pareja. Lo que importa es la calidad de las relaciones más cercanas. Vivir en medio del conflicto es muy malo para la salud. Los matrimonios muy conflictivos, sin mucho afecto, son verdaderamente malos para la salud, quizá peores que un divorcio. Y vivir en relaciones buenas y cálidas nos protege. El grado de satisfacción en tus relaciones predice cómo vas a envejecer. Las personas más satisfechas a los cincuenta fueron los más saludables a los ochenta. Las relaciones cercanas parecen amortiguar algunos de los achaques de la edad.
La tercera lección es que las buenas relaciones no sólo protegen nuestro cuerpo, también protegen nuestro cerebro. Estar en una relación de apego seguro a los ochenta años mantiene por más tiempo la memoria. Las buenas relaciones no tienen que ser armoniosas todo el tiempo, pueden pelearse a veces, pero en tanto sientan que pueden contar con el otro cuando las cosas se ponen difíciles, esas peleas no quedan en los recuerdos.
Las relaciones son complicadas, y cuidar a la familia y a los amigos no es sexy ni glamoroso. Dura toda la vida, nunca termina. En el estudio, las personas más felices al jubilarse fueron las que reemplazaron a los compañeros de trabajo por compañeros de juego. Al igual que las generaciones del nuevo milenio, cuando los hombres del estudio eran adultos jóvenes creían de verdad que la fama, la riqueza y lograr grandes cosas era lo que necesitaban para tener una buena vida. No obstante, a través del tiempo el estudio ha demostrado que les fue mejor a aquellas que se inclinaron más por cultivar las relaciones con la familia, con los amigos, con la comunidad.
¿Qué implica entregarse a las relaciones? Las posibilidades son ilimitadas. Podría ser tan simple como pasar más tiempo con personas que con pantallas, o amenizar una relación rancia haciendo algo nuevo juntos, como largas caminatas o salidas nocturnas. O bien, acercarnos a ese familiar al que no vemos hace años, porque esas terribles disputas familiares dejan una pérdida terrible en las personas que guardan rencores.
Hace más de un siglo, Mark Twain estaba analizando su propia vida y escribió esto: «No hay tiempo, muy breve es la vida para disputas, disculpas, animosidades, pedidos de cuentas. Sólo hay tiempo para amar, y sólo un instante, por así decirlo, para eso.»
Recuerda: La buena vida se construye con buenas relaciones.