«La palabra convence, el ejemplo arrastra…
…fray ejemplo es el mejor maestro».
Madre Trinidad
Cada curso escolar es un nuevo desafío y la posibilidad de comenzar de nuevo, con más conocimiento y fuerza, con la certeza de que Dios está con nosotros.
Nos encontramos a la mitad del Año de la Vida Consagrada, convocado por el Papa Francisco, que terminará en febrero de 2016.
¡Qué difícil hablar de la vida consagrada en estos tiempos! No está de moda, pero –antes de que den vuelta a la página– quiero compartir lo que significa.
La vida consagrada es la vida de los católicos que, a su buen comportamiento, añaden libremente los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para consagrarse plenamente a Dios. Ante las grandes tentaciones de la riqueza, el placer o el poder, anteponen el amor a Dios y a los demás, se entregan a Dios y procuran que su vida esté al servicio de Su Reino.
En este año, el Papa invita a los consagrados y a todos a experimentar la alegría de vivir para Dios. “La fantasía de la caridad no conoce límites y tiene necesidad de entusiasmo para llevar el soplo del Evangelio a las culturas y a los más diversos ámbitos sociales. De hecho, saber transmitir la alegría y la felicidad de la fe vivida en comunidad, hace crecer a la Iglesia por la capacidad de atracción. Es el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad y del compartir el dar valor a la Iglesia”, dice Su Santidad.
Una de las máximas que fundamenta esta celebración por la vida consagrada a Dios, es que “donde hay religiosos hay alegría”. La alegría de vivir es uno de los signos de la vida cristiana, seamos o no católicos consagrados, y los tres objetivos trazados para este año, “mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”, son hermosas y prometedoras metas para esta segunda mitad de 2015 y para ese tesoro vivo que es cada uno de nuestros días.