Mi experiencia en el Maratón de Chicago
Caminando con mis perros una tarde, tomé la decisión de apresurar poco a poco el paso, dejando atrás la caminata e iniciando el jogging. Cuando me di cuenta, había emprendido un deporte que, sin saberlo, cambiaría mi vida: el running.
Al escuchar las historias y vivencias de un corredor, la mayoría de la gente no llega a entender la emoción que se vive y la adrenalina que se produce al correr, sin mencionar “la terapia” que conlleva el running. Diferentes emociones, tristezas, alegrías, proyectos a emprender y el mismo estrés, se ordenan o canalizan de la manera adecuada, experimentándose una sensación de libertad y logro al terminar de correr.
Tengo 28 años y varios doctores me han sugerido cambiar de deporte debido a los múltiples problemas que me ha ocasionado la pronación en los pies. En 2012, sufrí a lo largo de seis meses un problema en la pierna izquierda llamado Síndrome de la Banda Iliotibial, una inflamación con dolor que al caminar causa ardor a lo largo del muslo, lo cual no te impide entrenar. Durante el pasado mes de mayo, corriendo en la pista El Sope de Chapultepec, sentí dolor en la planta del pie derecho, mismo que ignoré para terminar los 12 kilómetros que había proyectado correr ese día; esa decisión me costó cinco meses con un nuevo mal llamado Fascitis Plantar (inflamación del músculo de la planta del pie).
Iniciando 2013, entre mis metas me propuse correr un maratón internacional, escogiendo Chicago entre los Marathon Majors (Nueva York, Boston, Chicago, Londres, Tokio y Berlín) porque tendría lugar en fecha cercana a mi cumpleaños. Todo se alineaba para lograr mi objetivo, desde poder ausentarme de mi trabajo, hasta la fortuna de haber sido seleccionado en el sorteo de números que se llevó a cabo de último momento, debido a la suspensión de inscripciones por problemas técnicos de la página Web del Bank of America Chicago Marathon. Lo único y más importante que no realicé fue un entrenamiento adecuado debido a la Fascitis que aun padezco. Solo un par de semanas antes del Maratón corrí 16 kilómetros con un poco de dolor y en un par de ocasiones más hice carreras cortas de cinco kilómetros. Estaba mentalizado a correr 25 kilómetros porque sabía que sin entrenamiento suficiente y con dolor, me sería difícil terminar la carrera.
El 13 de octubre, desde antes de las 7:00 A.M. se podía sentir la gran emoción de todos los corredores que llenábamos los vagones del metro con destino a Grant Park, ubicado dentro de Milenium Park, en el Centro de Chicago.
Diferentes consejos te dan los amigos y otros corredores, además de la información publicada sobre si debes o no llevar ropa abrigadora antes de la salida del maratón, ya que la gran mayoría termina tirándola al piso a lo largo de los diferentes corrales de salida. Debido a que soy muy friolento, decidí llevar y no tirar una sudadera roja con mi nombre grabado en la espalda junto al de México.
El maratón de Chicago fue la primera carrera en la que decidí correr sin música, pues quería percibir el ánimo de la gente a lo largo del trayecto. Al escuchar el himno nacional de los Estados Unidos, las aeronaves del ejército en el cielo, la música, los helicópteros de los medios de comunicación, el disparo de salida… supe que no me rendiría y que tenía que terminar la carrera y llegar a la meta, nuevamente a Milenium Park.
Al recorrer los 29 diferentes barrios de la ciudad experimenté el ambiente rico en cultura, belleza e historia, así como lo más importante, el apoyo de miles y miles de personas que portaban creativos letreros dando ánimo a los corredores a lo largo de los 42 kilómetros.
La carrera inició cruzando la zona conocida como The Loop, el distrito financiero de Chicago en donde confluyen restaurantes, corporativos, residencias y escuelas; zona que cuenta con una red integral de transporte público de calidad.
Corriendo a un paso de 10 km por hora, no sentí una sola molestia en mi cuerpo que me provocara frenar. Terminé de cruzar la zona norte de Chicago que representa la mitad del maratón, compuesta por una serie de barrios residenciales que mezclan el estilo moderno con la arquitectura Victoriana a las orillas del Lago Michigan, en la que se encuentran diferentes monumentos y sitios de interés como el Lincoln Park, el zoológico, el Museo de Historia Natural Peggy Notebaert y el estadio de beisbol Wrigley Field, que es el segundo más antiguo del país.
Cabe resaltar que diferentes banderas de apoyo de México se hicieron presentes durante la carrera, animándonos a los compatriotas con gritos de “¡Vamos México!”, lo cual me llenaba de emoción y reafirmaba mis ganas de terminar; mi sorpresa fue grande al encontrarme a una buena amiga entre más de 40,000 corredores.
Cruzando nuevamente el centro de la ciudad en el kilómetro 21, sabía que no podía perderme las sorpresas que me esperaban en la segunda mitad del camino; siempre he tenido la firme convicción de plantearme metas y alcanzarlas, así que un dolor en el pie no me frenaría; obstáculos más grandes he afrontado y superado en la vida.
Durante este último tramo recorrí barrios de diferentes grupos migrantes llenos de diversidad, cultura y belleza: Greektown, con restaurantes y tiendas griegas, así como el National Hellenic Museum; Little Italy, compuesto por casas, restaurantes, escuelas, institutos y universidades como la Universidad de Illinois.
Me habían comentado que cruzaría un barrio con más gente y ambiente que cualquier otro, lleno de música, familias, mariachi, banda… el barrio mexicano, el cual poco a poco comenzó a cobrar vida con letreros de Comida Auténticamente Mexicana. A pesar
de la situación de la comunidad latina en la zona, sus calles estaban llenas de familias, niños, alegría, risas y una magia especial que no se respiraba en ningún otro barrio de Chicago.
Llegar a la meta después de 5 horas con 20 minutos de correr sin parar, es una de las emociones más grandes que he vivido. Quedaron marcadas en mi memoria experiencias que se pueden vivir únicamente corriendo, porque correr te permite descubrir lugares, aromas, sonidos y emociones que se vuelven parte de ti a lo largo del trayecto, aun cuando se trate de un simple entrenamiento.
Participar en el Maratón Internacional de Chicago 2013 me dejó como enseñanza que romper las barreras, depende de nosotros, así como mostrar con acciones que no hay límites para lograr nuestros objetivos, sin importar qué tan sencillos o complejos sean. La fuerza está en la mente.