En el mundo hay dos tipos de acontecimientos: los ordinarios y los extraordinarios. Generalmente, los segundos son los que reciben la atención del público. Sin embargo, existen personas que nos demuestran que si pusiéramos más atención a los eventos del día a día, nos podrían revelar aspectos únicos.
Para comenzar, podemos hablar de los reporteros comprometidos con los hechos y el sitio en el que ocurren. El polaco Ryszard Kapuscinski es un referente. Ha sido enviado especial durante 50 años en los puntos más conflictivos del planeta.
Reúne el ADN de un viajero incansable con el de un periodista que continuamente está en búsqueda del otro, la persona extraña para ojos del lector. Para conseguirlo, se inserta en la vida cotidiana de los lugares que investiga. Busca volverse uno más y entender las causas desde un punto de vista cercano.
Kapuscinski está convencido de que el mayor conocimiento que pueda brindar a los suyos acerca del pensamiento y costumbres de los otros servirá de puente para que ambas partes se encuentren y reconozcan que existen entre ellas más similitudes que las pequeñas diferencias que la ignorancia convierte en cultivo de discriminación, odio y guerra.
Kapuscinski asegura que el gran descubrimiento del hombre no fue la rueda, sino el contacto con los demás y descubrir que no estamos solos en el mundo. Históricamente, ha observado tres reacciones genéricas cuando se producen los encuentros: ignorarse, establecer contacto o pelear.
¿Qué tipo de reacción escogemos? El reportero Kapuscinski está seguro de que es una cuestión de educación. Es nuestra responsabilidad elegir si vemos al otro como una oportunidad o como un peligro.
Existe otro buen ejemplo de la importancia de aprender a observar. En los años 30, la antropóloga alemana Maria Reiche viajó a Perú para investigar las líneas de Nazca. Dada la extrema fragilidad del suelo y los pocos medios con los que contaba, la antropóloga debió recorrer el territorio con una escalera metálica.
Al subirse a la escalera conseguía la distancia adecuada para observar el sitio y poder interpretar las líneas en el suelo. Era un trabajo arduo, pero funcionaba. En alguno de sus viajes de estudio, María Reiche quedó retratada en una bella y enigmática fotografía sobre su escalera estudiando el contexto.
De esta imagen podemos extraer una lección interesante: para poder entender lo que se analiza hay que guardar cierta distancia, de este modo conseguimos no “alterar” lo estudiado. Asimismo, refleja el esfuerzo constante que requiere el observar más allá de lo evidente para poder comprender algo.
Hasta ahora hemos hablado de casos particulares, pero tenemos a nuestro alcance incontables ejemplos en los libros. Sabemos que uno de los rasgos que distingue al ser humano es la necesidad de expresarse a través de la palabra.
Es por ello que la literatura nos enseña a observar, y lo hace de una forma única que nos permite adentrarnos en otras vidas y épocas.
A través de ella tenemos acceso a lo que siente y lo que piensa el otro.
Al permitirnos habitar la mente ajena, la lectura nos llena de empatía hacia los personajes sobre los que leemos. Incluso aquellos con los que pareciera que no tenemos nada en común, compartimos sueños.
Si en algo se parecen los personajes mencionados en este artículo es en su capacidad de escuchar con atención a los demás y de contar su historia. Tomemos un respiro para observar con nuevos ojos lo que consideramos normal y sin duda nos llevaremos algunas sorpresas y bastantes aprendizajes.
Alejandro Robles Arias
(Exalumno Del Colegio Miraflores)
Director de Arquitecturar
www.arquitecturar.mx
Videos:
Ryszard Kapuscinski por México
https://youtu.be/xmNhosUd0jk
María Reiche Y Las Lineas De Nazca