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El compromiso existencial de ser maestro

El Doctor Augusto Cury dice que si la sociedad colocara a la Educación en el centro de su atención, las prisiones se volverían museos, los abogados filósofos, los policías poetas, y los psiquiatras músicos…

¡Así de milagrosa y redentora es la misión del educador!

Sólo puede hablar de “El Compromiso Existencial de ser Maestro” quien ha comprometido su existencia a favor de los demás, quien la ha convertido en acción iluminadora de vidas; quien ha sabido despertar a los músicos, a los filósofos, a los poetas que cada ser humano lleva dentro…

Yo he tenido el honor, la felicidad inmensa de ser alumna de una Maestra así, Concepción Flores Montúfar, mi querida Coco.

Quienes hemos coincidido con Coco somos testigos de la fuerza transformadora de su mirada y de su palabra… Una mirada que acoge, promueve e impulsa a cada uno a vivir con entusiasmo renovado la vida… Una mirada que comprende sin juzgar, una mirada “ultra vidente” que ve lo esencial y nunca lo accidental, que dignifica a todo aquél que la recibe… Una mirada que descubre en el corazón de cada alumno la Presencia misma de Dios, razón por la que vive inmersa en una inagotable esperanza… Una mirada de profundo amor al Universo y una insistente llamada a descubrirlo, a valorarlo, a disfrutarlo… Su palabra hace surgir del interior la propia palabra, despierta la conciencia.

Tengo el privilegio enorme de compartir la Primera Parte de este valioso texto de Coco: “El compromiso existencial de ser maestro.”

“Remitirse a las fuentes originales de las palabras es siempre iluminador:
Comprometer, compromiso, en sus raíces latinas, provine de cum -con y, promittere, de pro -hacia delante, a favor de, y mittere -enviar, emprender una lucha, obligarse a. Así, quien se compromete, libremente se obliga a trabajar por algo que le parece valioso, importante, está dispuesto a conseguir lo propuesto.

Existir se remonta al griego, de ex -fuera, salir de sí, e ístemi -ponerse en pie, es decir: tener ser real y verdadero, ejercer funciones vitales. Es una de las grandes palabras del lenguaje humano. Existir es decir sí, es decir no, es aceptar, es protestar, es adherirse pero también es arrancarse.

Es replantearme en todo momento mis creencias, opiniones, hábitos, posesiones. Hace referencia a las disposiciones de expansión, de acogida, de donación, constitutivas del ser. Es la lucha contra la inercia material y la somnolencia. Es fuerza interior y eficaz manifiesta; es generosidad misma del ser.

Los rechazos de que viene acompañada son renunciamientos reales, difíciles y a veces desgarradores, pero no son mutilaciones. Parten de una plenitud exigente y no de una indigencia.

Un compromiso existencial de ser maestro, es disponerse en pleno a ser el “Hombre Nuevo, cada día”: la tensión hacia la verdad y la justicia en un esfuerzo comunitario. Es un compromiso que supone permanente clarificación, porque es la educación el proceso que intenta promover la existencia auténtica.

Por la educación, el hombre (cualquiera que sea su edad) vive ese proceso personal por el que progresivamente es más consciente de sí mismo, del otro, del mundo natural, social, cultural… y aprende a autodeterminarse en acciones libres y responsables, en una orientación preferencial.

Proceso irrenunciable es el de la educación, porque o nos educamos y alcanzamos la constitución humana, o permanecemos en una elemental animalidad: el hombre consiste en tener que educarse, es necesariamente educando, gracias a su eminente dignidad.

Cada momento en el existir del hombre es un momento de decisión, de libertad y de compromiso. Cuando hay conciencia de esto se está verdaderamente vivo y, por tanto, se puede modificar la propia vida. Es éste el campo de infinita importancia para la pedagogía, que no contenta con educar al hombre para que se adapte a la sociedad establecida, se preocupa sobre todo de hacer germinar en él, las más de sus inmensas posibilidades.

El mal que nos amenaza por tan variadas vías es la atrofia paulatina del pensar humano, su incompetencia para la reflexión y para el juicio, el olvido del Ser, del existir para ser.

Merced a las teorías que sobre la naturaleza humana profesen los educadores, tienen éstos en sus manos el poder de enaltecer o de rebajar esta naturaleza.

El hombre de hoy frente a una crisis evidente, rodeado de instrumentos poderosos y de tantas posibilidades técnicas, se siente a veces angustiado y vacío, y junto con la depresión sobreviene la desorganización de las estructuras. Urge, así, la recuperación de aspectos fundamentales en la educación que el hombre ha menospreciado y hasta rechazado, así como hacer surgir una renovada y naciente cultura.

La escuela tiene que cobrar mayor conciencia del proceso de humanización que le compete: que el hombre sea más hombre mediante el aprendizaje del ejercicio real de su libertad y de su responsabilidad, la formación del sentido ético, la conformación del sujeto maduro, de comportamiento consciente y autónomo, habituado a interrogarse sobre la trascendencia de las acciones humanas y de sus propios comportamientos; al discernimiento y al sentido crítico, el sentido de la obligación, de la alegría y de la legítima satisfacción, así como el de culpabilidad.

Es éste un esfuerzo personal y comunitario de docentes y discentes, de directivos, de autoridades, de organismos sociales, de todos y cada uno a quienes les compete participar en el proceso de configuración de lo humano. Exige la solidez y la presencia operante de ideales de vida que parece se han desvanecido, pues una civilización que presenta tantos desequilibrios debe estar minada en alguno de sus fundamentos. Pareciera que se carece de una visión clara y segura de principios, cuyo efecto es la inestabilidad moral.

El reto, la exigencia, el compromiso existencial del ser maestro, es hacer realmente que la Pedagogía establezca su sede en la escuela, que haga de cada aula su habitat; que cada profesor, que cada maestro, que cada educador, la viva y la experencie con cada uno de los a él encomendados.

Es hora ya de reducir al máximo la separación existente entre todo lo investigado al servicio de la educación y su aplicación pertinente, eficiente y eficaz en lo concreto, en lo cotidiano, con la madurez, el criterio, el sentido pedagógico y el rigor que nos hacen discernir entre lo que es moda, planteamientos efímeros, consumismo de cualquier tipo, y propuestas sólidas que garanticen beneficios al proceso educativo responsable.

Es la hora de la síntesis de la teoría a la práctica. Que ya no se diga que por un lado está la teoría y que por otro, muy distante y diferente, está la práctica, falsedad que sostiene la ignorancia.

Si por teoría entendemos la contemplación de la realidad, traducida en ordenamientos conceptuales, y en el caso de la teoría de la educación, un acopio organizado de estas conceptualizaciones, en disciplinas que explican el hecho, el fenómeno educativo, dado que el compromiso de educar a un hombre no puede prescindir de la reflexión, tenemos que esa reflexión es un momento necesario de la acción misma que se da sus propias luces.

Como explica Sartre: se trata de comprender la realidad de la educación y, principalmente, la significación de la relación educador-educando. Comprehensión que no se distingue de la praxis, es, a la vez, la existencia inmediata y el fundamento de un conocimiento…”

 

Fuente:  Periódico A.M.

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