Desde el nacimiento, el niño está expuesto a estímulos de diversa índole. Éstos son indispensables para que, en los primeros años de vida, el infante aprenda a identificar, vivir y comprender los vínculos afectivos que puede crear con los que le rodean.
Desde un punto de vista biológico, los vínculos afectivos son una manera que tiene el individuo para sobrevivir cuando no puede valerse por sí mismo. Estos sentimientos o emociones se irán desenvolviendo en diferentes áreas sociales poco a poco y, por tanto, evolucionarán para bien o para mal.
El psicólogo Jean Piaget dividió las etapas del desarrollo de las emociones en cuatro estadios a los que llamó «Etapas del desarrollo cognitivo»:
Etapa sensorio-motora (0 a 2 años): El niño únicamente se relaciona con el exterior por medio de sensaciones y movimientos motores. Para este momento, es incapaz de relacionar imágenes con un significado simbólico. En esta etapa el niño sale de la zona de confort que había sido hasta ese momento el útero y descubre un nuevo mundo mucho más hostil, en el que los afectos están ligados únicamente a la satisfacción de sus necesidades vitales.
Etapa preoperacional (2 a 7 años): En esta etapa, el niño es capaz de pensar simbólicamente y encuentra con mucha rapidez métodos para utilizar el lenguaje. Sin embargo, aún es ilógico en muchos sentidos y tiene una manera de pensar que difiere bastante de la de los adultos. En cuanto a las reacciones afectivas, busca agradar a las personas que son importantes para él y se alegra cuando es reconocido. Es común también la imitación en este periodo de tiempo ya que tiende a copiar conductas tanto, de sus figuras paternales como de sus iguales, con los que también descubren un nuevo tipo de afecto: la amistad.
Etapa de las operaciones concretas (7 a 11 años): Para esta etapa, el niño tiene la capacidad de razonar como un adulto en todos los sentidos excepto en lo concerniente a conceptos abstractos, tales como el sentido de la vida, la justicia, etc. Poco a poco, va desprendiéndose de la protección materna y descubre la riqueza de las relaciones con las demás personas de su edad. También es en este momento que aprende a controlar sus emociones y a valorar la amistad en términos más profundos, como la lealtad y la reciprocidad.
Etapa de las operaciones formales (Desde los 11 años de edad): Aquí finaliza la niñez. Por lo general, el niño ha llegado ya a un nivel de cognición adulto en el que es capaz de razonar utilizando conceptos abstractos.
En las primeras fases de esta etapa, suele centrarse casi totalmente en los afectos, en un tipo de convivencia que le inspira sentimientos contradictorios y esto hace que muchas veces su expresión emocional sea más reservada. Comienza a conocer sentimientos como el amor y ahora la amistad se basa ya totalmente en la intimidad. Ahora, el reconocimiento por parte de un grupo supera la necesidad de amor por parte de las figuras de apego, como sus padres, que en las primeras etapas fueran tan importantes.
Como padres, hay que ser conscientes de todas estas etapas y de aquello que las caracteriza para poder entender a nuestros hijos. Hay que aprender a expresar, así como ellos lo hacen, los afectos de manera verbal y no verbal, ya que nosotros, al haber pasado esas etapas ya, a veces lo olvidamos. Es importante darles autonomía para que establezcan vínculos afectivos, sobre todo en la etapa preoperacional y de operaciones concretas, tanto con personas de su edad como con mascotas, que serán de gran ayuda para que se sensibilicen y empaticen con otros seres vivos y además, para que nunca se sientan solos.