Todos cometemos errores, metemos la pata y nos equivocamos. Habitualmente cuando esto sucede nos damos cuenta rápidamente: igual que hacemos o decimos también contamos con un mecanismo de evaluación que ponemos en marcha casi de manera automática.
A veces, nuestros fallos perjudican o van en contra de las personas que queremos, por contradictorio que pueda parecer. Quién no ha herido alguna vez con un comentario fuera de tono, con una acusación infundada, ha juzgado a alguien sin el tener menor derecho a hacerlo o ha pagado un enfado consigo mismo con la primera persona que ha encontrado.
Cuando esto pasa y nos damos cuenta, solemos afrontar la tarea de pedir perdón o disculpas. Algo que desde fuera parece tan sencillo a menudo se convierte en un proceso complicado: podemos pensar que pidiendo perdón estamos reconociendo no solamente nuestro fallo sino también mostrando nuestra debilidad; también puede suceder que la persona que ha recibido el daño nos haya dañado a nosotros antes y no se haya disculpado ¿Por qué deberíamos de hacer ese esfuerzo si la otra persona no lo ha hecho?; otras veces son las propias circunstancias, simplemente no volvemos a coincidir con la persona a la que hemos dañado; en ocasiones la vergüenza también actúa como barrera limitante. Finalmente, un motivo que se puede unir a los anteriores es que no sepamos cómo hacerlo
Así, una buena disiculpa tiene tres partes:
–Lo siento: cuando pides disculpas le dices a la otra persona que haberla herido de alguna forma te ha hecho daño a ti también, que no es lo que querías que pasara y que si pudieras volver atrás lo harías de otra forma. Con esta parte, de alguna manera abres el canal empático con la otra persona y preparas un canal de diálogo en el que los principales protagonistas sean los sentimientos. Si consigues esto, vas a poder acceder a lo más profundo de la herida que has causado y curarla desde lo más profundo
–Ha sido mi culpa: cuando pides disculpas asumes la responsabilidad de lo que ha pasado. Asumes que has sido tú y no otra persona la que carga con la responsabilidad de lo que ha pasado. Esta parte, refleja la madurez de la persona que se disculpa y a la apersona que la recibe le trasmite confianza.
–¿Cómo hago para corregirlo?: a veces le daño que hemos hecho no se puede reparar de manera inmediata pero otras veces sí y muchas veces no sabemos cómo hacerlo. Restituir voluntariamente a la persona dañada o mostrar la voluntad de hacerlo le mostrara que le damos toda la importancia que merece. Muchas veces sólo es tiempo, la persona dañada necesita saber que la disculpa que estamos haciendo no es un mero trámite o una manera de echar tierra sobre el asunto y considerarlo cuanto antes agua pasada.
Si tu perdón contiene estas tres partes tendrás muchas más posibilidades de que sea efectivo y de que la persona que lo recibe entienda y se seinte reconfortada por loq ue quieres trasmitir.
FUENTE: https://lamenteesmaravillosa.com/sabes-pedir-perdon/