«Demografía es destino», editado por Marcus y Shannon Roberts, contradice dos axiomas contemporáneos: Que los humanos somos un cáncer que está destruyendo nuestro planeta y que la población mundial está elevándose a niveles insostenibles.
La historia real es que la inteligencia y la inventiva humanas lograrán afrontar el reto del cambio climático y que nuestro verdadero problema es el invierno demográfico que se avecina.
Luego de asegurar durante décadas que el crecimiento de la población era el origen de todos los males de la humanidad, y de luchar contra el supuesto flagelo mediante la implantación de programas masivos de control de la natalidad y la difusión de ideologías contrarias a la vida, resulta que los economistas comienzan a reconocer que, después de todo, el índice de nacimientos sí influye en el crecimiento económico.
Según el director y gestor de Morgan Stanley, Ruchir Sharma, considerado entre las 50 personas más influyentes de 2015: “La disminución de un punto porcentual en la tasa del crecimiento poblacional reducirá eventualmente el índice de crecimiento económico en la misma proporción. El colapso de la tasa de crecimiento de la población en edad productiva ya estaba en declive antes de la crisis financiera, y la tendencia explica en parte la decepcionante recuperación que se ha registrado desde entonces.”
¿Será por esa razón que China cambió su política de ‘un solo hijo’ recientemente, y que en los países en los que el índice de natalidad ha disminuido de manera dramática, como Alemania y los Estados Unidos, la inmigración ha llegado a compensar las cifras?