Todos hemos escuchado nombrar la colonia Santa María la Ribera, e incluso varios sabemos que ahí existe un “quiosco morisco” y está el Museo del Chopo; otros pocos sabemos que en su alameda está el palaciego Museo de Geología… pero ¿cuántos realmente nos hemos parado por ahí alguna vez? Aquí encontrarás más de un motivo histórico, artístico o gastronómico para pisar de una vez esta legendaria Colonia de la Ciudad de México.
Dar el paso inicial es fácil, elige un domingo de preferencia y llega directamente a la Alameda de la colonia Santa María la Ribera para hacer la visita a pie, lo más lejos que caminarás son cinco cuadras hasta la Ribera de San Cosme. ¡Te encantará!
Orígenes porfirianos
La entonces Secretaría de Fomento, Colonización e Industria, creada por el presidente Porfirio Díaz, ordenó en 1861 ensanchar, es decir, colonizar, los alrededores de la Ciudad de México; así, dio facilidades en costo de tierra e impuestos, incluso para importar materiales de construcción del extranjero. De esa forma, las primeras colonias que se establecieron fuera de la antigua Ciudad de México fueron: Santa María la Ribera (sobre los terrenos del rancho de ese nombre) y San Rafael (sobre el rancho El Cebollón).
Por esos años, la Constitución Política definía el mapa del Distrito Federal como una circunferencia con centro en el Zócalo de la Ciudad, con un radio de 8.38 kilómetros. El círculo se ilustra en la Guía de Forasteros de la Ciudad de México (1852) del General Juan Nepomuceno Almonte, quien fue veterano de la batalla del Álamo en Texas, e hijo de José María Morelos y Pavón. Hacia el poniente, la mancha urbana termina en la “Garita de San Cosme” (justo antes de la actual colonia Santa María la Ribera), y el último nombre que aparece aún dentro de la circunferencia es “Hacienda de los Morales” (Polanco). Si, era una ciudad de “dimensiones humanas”, como lo decía Salvador Novo, cronista de la Ciudad.
La Ribera de San Cosme no es más que la continuación de la antigua calle de Tacuba, la calzada por donde todos sabemos que Hernán Cortés se retiró huyendo del ataque mexica hasta llegar al ahuehuete hoy conocido como “el árbol de la noche triste”. Así, la Ribera de San Cosme dividía a las dos primigenias colonias Santa María la Ribera y San Rafael.
Si bien muchas antiguas y ricas familias de la ciudad establecieron en la nueva colonia Santa María la Ribera sus nuevas y lujosas residencias en estilo romanticista (evocando estilos de arte del pasado), esta colonia no se proyectó con importantes avenidas, calles con camellones arbolados, ni jardines; y quizá ésa fue la razón por la que en relativo corto tiempo se sobrepobló, fue absorbida por el comercio y las vecindades, y heredó la imagen de exclusivo fraccionamiento a las nuevas colonias como la Cuauhtémoc, la Roma y la Condesa, que nacieron con más fortuna en su proyección urbanística.
Reminiscencias del pasado
Actualmente, el sabor de la colonia Santa María la Ribera, su Alameda, sus calles y sus establecimientos comerciales son de rancio abolengo y vetustez, lo que la hace diferente y atractiva. Es fácil observar cómo muchas construcciones valiosas por su arte se están “cayendo a pedazos”. Aquí no hay turistas, nacionales ni extranjeros; lo que hay es vida de barrio, vida de nostalgia, vida de a pie.
Puntos de interés:
¿Sabías que este quiosco de estilo morisco es de la corriente arquitectónica del modernismo y su estructura se fundió toda en hierro y se ensambló con enormes tornillos? ¡Como la Torre Eiffel de París! Esta estructura “temporal” dio cabida al pabellón de México en la exposición de las Américas en Nueva Orleans en 1885. Cuando se trajo a México se instaló en la Alameda Central, y pasó a la Alameda de la nueva colonia Santa María la Ribera cuando el presidente Porfirio Díaz ordenó la construcción del actual Hemiciclo a Juárez, justo en el sitio que ocupaba el quiosco.
Toca el hierro y descubre cómo está ensamblado. Observa los detalles de la fundición en los capiteles de las columnas y en la geometría arabesca del techo. El domo es extraordinario en detalles por dentro y por fuera; ahí se observa en relieve y en bulto el águila imperial con las alas abiertas que se usó durante el Porfiriato.
El Museo de Geología fue construido en 1890 para ese fin. Forma parte de los palacios que el presidente Porfirio Díaz ordenó construir para la “modernización” de México —a similitud de París—. Otras obras que se construyeron en esa época para dar cabida a espacios públicos fueron el Palacio de Bellas Artes, el Palacio de Correos y el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, entre otros. Observa el friso de la fachada de este Museo de Geología, hay tallas en cantera de motivos geológicos como fósiles de amonitas y pterodáctilos.
Por fuera el museo es de estilo romanticista-clásico-jónico —dado el estilo de los capiteles de las columnas que lo decoran—; por dentro, en cambio, la herrería curvilínea es de estilo Art-Nouveau.
Al centro de la sala principal del museo se observa la reconstrucción de un esqueleto de mamut, siendo éste la culminación del trabajo de diferentes investigadores. También pueden observarse diversos ejemplares del Reino Mineral, que impactan por su color y forma. Existen tres vitrales, dos de ellos que muestran motivos de minería: «La máquina de extracción por fuerza hidráulica» y «Sistema de bombas en una mina antigua», según el Livre des mines d’Agricole (1580), y al fondo un bello vitral representando el interior de la famosa mina de sal polaca de Wieliczka, además de una estatua en honor a José G. Aguilera Serrano y cuatro diplomas otorgados a este Instituto a principios de siglo por su participación en exposiciones internacionales.
En la sala de Paleontología son exhibidos fósiles de invertebrados y vertebrados. Los primeros están ordenados con base a su edad geológica, es decir, se sigue un orden cronológico de los períodos del Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico. En la sala Sistema Tierra se explica a través de una exhibición permenente cómo nació nuestro planeta: en el cosmos, una inmensa nube de gas y polvo se estremeció al ocurrir una explosión; las ondas de choque que produjo el rompimiento del equilibrio de la nube y la transformaron en un disco rotatorio de polvo…
El Museo del Chopo alberga exposiciones temporales, talleres culturales y un cinematógrafo. También es de la época del modernismo, por lo que toda la estructura está fundida en hierro, ensamblada con tornillos, y recubierta de cristal ¡como el Palacio de Cristal de Londres!. En 1902 fue pabellón de una exposición en Düsseldorf, Alemania, y luego fue comprada por el mexicano José Landero y Coss para ser sede de exposiciones. Se terminó de instalar en 1905 en la calle de Chopo, hoy calle Enrique González Martínez, por donde tienes que caminar para llegar aquí desde la Alameda, con dirección a la Ribera de San Cosme.
¿Notas cómo en esta colonia las calles que van de Norte a Sur llevan nombres de la arbolaria mexicana, mientras que las calles que van de oriente a poniente tienen nombres de escritores mexicanos?
La Casa de los Mascarones, fundada en 1771, era la casa de campo del Conde del Valle de Orizaba, si, el mismo de la Casa de los Azulejos del Centro Histórico. Se le llama así por los mascarones (rostros de ángeles) tallados en cantera en los dados de las columnas, y también por los atlantes vestidos de arcángel que forman parte del fuste de las columnas churriguerescas. Esta hermosa casa, que se encuentra sobre la Ribera de San Cosme #71, constituye uno de los mejores exponentes en la Ciudad de México en arquitectura estilo ultra barroco, conocida también como barroco estípite o churrigueresco.
Visita el Templo de los Josefinos, construido en un estilo romanticista-bizantino: yesería del cielo y el Coro de la capilla de la Fundación Matías Romero:
Sobre la Ribera de San Cosme se encuentran los legendarios tacos del Califa de León y la marisquería Boca del Río. No dejes de probar las flautas y el pozole en el Pachuca.
Puedes desayunar o comer en las calles aledañas a la Alameda viendo el quiosco. Sobre Santa María la Ribera está la Cantina Salón París, apta para hombres y mujeres ya mayorcitos. En esa misma calle tienes la Birriería Corral del Chivo, cuyo nombre lo dijo todo. Sobre Salvador Díaz Mirón está la antojería Tlacoyotitlán, bien caracterizada al estilo México Romántico. Enfrente está la Nevería Alameda. Sobre Dr. Atl tienes el restaurante ruso Kolobok, que te vende empanadas para llevar o para comer ahí; hay más opciones en el menú para comer sentado y te atiende el dueño y guisandero Vasily. Más adelante puedes comer excelente comida yucateca en Máare, o unas quesadillas verdaderamente gigantes en Las Jirafas. En la calle de Sabino #166 puedes comer en La Casa de Toño tal y como los hacían los tatarabuelos en los tiempos dorados de esta colonia.
De salida prueba cortar el pelo en la Peluquería Jorge, te sentirás como el bisabuelo. Y para terminar el paseo, recorre las calles Eligio Ancona, Sabino, Naranjo y Lirio, para observar la batería de fachadas que quedan de las casas romanticistas.
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Dirección: Elena Goicoechea / Coordinación: Alejandra Villa / Texto: Fernando Guerra Villasana / Modelos: Geraldine Méndez y Andrés matiz – Agencia Paragon / Maquillaje: Bea González /Fotografía: Lauro Bautista / Auto: Equinox Chevrolet