La necesidad no conoce ley. La compasión tampoco.
Aylan Kurdi, un pequeño angelito kurdo de 3 años, apareció ahogado en una playa de Turquía y la foto en la que se ve a un consternado agente de la policía turca transportando su cuerpecito dio la vuelta al mundo, avivando la polémica sobre la crisis migratoria que enfrenta Europa. Las imágenes hacen que temblemos de indignación y dolor.
Dos barcos de migrantes salieron de la localidad turca de Bodrum hacia la isla griega de Kos, los guardacostas escucharon gritos de los pasajeros cuando los barcos se hundían; sin embargo, no lograron salvar a 12 personas, entre ellos una mujer y cinco niños, cuyos cuerpos fueron fotografiados en la playa por un periodista turco. El de menor de edad era Aylan Kurdi. La imagen, que se hizo viral en medios y redes sociales, evidenció el horror de los refugiados que huyen de la guerra civil, iniciada hace cuatro años, y del avance del Estado Islámico en Siria. También murieron su hermano Galip, de cinco años, y su madre, Rihan. El único miembro de la familia Kurdi que se embarcó y sobrevivió fue el padre, Abdullah.
En su corta vida, Aylan Kurdi “sólo conoció el miedo”, comentó el diario británico The Independent. “Si imágenes tan poderosas como la de un niño muerto arrastrado por las olas no cambian la actitud de Europa frente a los refugiados, nada lo hará”, agregó el rotativo.
The Independent afirmó que había decidido usar las imágenes en su página web, porque «en medio de las palabras frecuentemente superficiales sobre la ‘actual crisis migratoria’ resulta muy fácil olvidar la situación desesperada que enfrentan muchos refugiados». Pese a las reacciones que la fotografía ha causado en Redes Sociales, los políticos europeos no han iniciado acción alguna para evitar estas tragedias, continuando la xenofobia y racismo en gran parte de Europa.
En Italia el diario La Repubblica reprodujo la imagen en Twitter titulándola «Una foto para silenciar al mundo». El director de emergencias de la ONG Human Rights Watch, Peter Bouckaert, explicó que compartió la imagen en Twitter, pese al duro drama que retrata: «Algunos dicen que la foto es muy ofensiva para ser compartida en Internet o publicada en los diarios. Pero a mí lo que me parece ofensivo es un niño ahogado que yace en la playa cuando se podría haber hecho más para prevenir su muerte», expresó.
La muerte del pequeño Aylan sucede en medio de la mayor migración en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Las nacionalidades de los migrantes, en su mayoría sirios, aunque también afganos, eritreos y nigerianos, aporta la primera clave sobre esta llegada a Europa de peticionarios de asilo, sin precedentes en la historia reciente. Si bien es cierto que la guerra en Siria ha cumplido ya su cuarto año, la irrupción en el campo de batalla del Estado Islámico (EI) ha intensificado aún más un conflicto que ya se ha cobrado la vida de más de 230.000 personas y ha provocado que 11,5 millones de sirios hayan abandonado sus hogares, según informa ACNUR (la Agencia de la ONU para los refugiados). El autoproclamado califato controla parte del norte y del oeste de Irak y más de la mitad oriental de Siria, donde impone un régimen del terror a quienes no cumplen de forma estricta la versión más extremista del islam suní, persiguiendo a los cristianos.
Después de que durante los últimos cuatro años cientos de miles de sirios se hayan exiliado en Jordania, Líbano y Turquía, estos países impusieron restricciones a los migrantes desbordados ante la continua entrada de refugiados, quedando Europa como única oportunidad de salvación.
Al observar las fotografías toma más fuerza el poema de John Done “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.” Más aún cuando se trata de un pequeño niño con toda su vida por delante; es un niño como millones de niños, un ser humano que ya ríe y pregunta, confía en los adultos y en la protección de sus padres, cree que el Mundo es mágico, imagina los cuentos que escucha como verdaderos, persigue sombras como si fueran juguetes, dibuja, canta y brinca, ya tiene platillo predilecto y gustos definidos, así como amiguitos, él para sus padres es todo y ven con orgullo en su mente en desarrollo su triunfo presentido, mañana sería otro día, su misión era vivir, ir a la escuela, jugar, crecer, enamorarse, desenamorarse para volver amar, tener una profesión, procrear hijos, mimar a sus niños, luchar por una vida mejor, gozar éxitos y sufrir fracasos, contar sus historias a sus nietos, ser recordado por sus acciones, todo ese futuro y sentimientos quedaron muertos en la playa. Las fotos son el reflejo de un mundo que también se muere… se muere de ambición, de egoísmo, de vergüenza, de crueldad, de injusticia, de odio, de doble moral, de frivolidad, de frío…
No todas las verdades son para todos los oídos. Por huir del hambre y la guerra encontró su fatal destino en un mundo que no lo pudo salvar. Asumamos nuestra responsabilidad, los culpables somos todos; por no exigir justicia a los gobernantes, por quedarnos callados ante las penalidades de nuestros semejantes, por no aseverar que el mundo esta mal, por haber permitido que la sociedad pierda la empatía y compasión, por aceptar la vergüenza de la conducta humana. Quizá seamos un grito en el desierto…. pero un grito al fin, al final el mar se forma por miles de millones de gotas, ante la miseria humana ningún esfuerzo es infructuoso. El que salva una vida salva al mundo entero, para que el mal triunfe solo hace falta que los justos lo permitan.
Mientras la desesperación y miedo se hace narrativa de vida en miles de personas, los poderosos Órganos Internacionales, los omnipresentes Gobiernos y grupos de poder, cierran los ojos ante la desgracia humana escondiéndose en la desfachatez de la retorica, de una criminal burocracia y en un perverso laberinto de normas, leyes, reglamentos y negociaciones. Han olvidado que el mundo es aquí y ahora, que ante la magnitud del drama no hay tiempo que perder, de no actuar de inmediato con decisión y en consecuencia para tenderle una mano a esta multitud de seres indefensos, además de iniciar las acciones para terminar con el origen de esta barbarie, jamás podrán verse a la cara o identificarse con el rasgo mas elemental que define a la especie humana: la solidaridad con sus semejantes. Urge hacer lo correcto.
Aún en medio de la crisis económica que vive América Latina, callar es complicidad, para ella también ha llegado el momento de actuar, no hay lugar para la simulación y buenos deseos, en especial México que históricamente ha recibido con los brazos abiertos a todos los perseguidos.
Cuando vemos las trágicas imágenes en televisión y fotografías en impresos y redes sociales de todas esas personas desesperadas que abandonan sus hogares, huyendo del hambre y la violencia, mostrando pese a sus amargas circunstancias la dignidad de todo ser humano, ¿no será que nos estamos viendo en un espejo?, ¿no podrían ser alguno de nuestros antepasados?, ¿en un futuro nuestros nietos? ¿no podría ser si viviéramos en otra geografía el pequeño Aylan un hijo nuestro? ¿Sienten la angustia? Miren un poco más de cerca. No tengan miedo.