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La importancia de la figura paterna en la educación de los hijos

Estabilidad familiar y desarrollo social

Padres en crisis

El gran énfasis que durante años se ha puesto en conseguir la emancipación de la mujer ha provocado un fenómeno colateral con el que nadie contaba: un oscurecimiento de lo masculino, cierta indiferencia, cuando no desprecio, hacia los varones y una inevitable relegación de éstos a un segundo plano. Esta situación, si bien puede ser lógica – han sido muchos los siglos de dominación masculina – , no debe ser ignorada o minusvalorada, pues una crisis del varón nos conduce – igual que si se tratase de la mujer – a una crisis de la sociedad entera.

Mientras las mujeres, tras siglos de lucha, están logrando situarse en el lugar que les corresponde conforme a su dignidad y derechos, los hombres parecen estar más desubicados que nunca. Los cambios provocados por el feminismo han dejado un paisaje social prácticamente irreconocible generando novedades ciertamente confusas, como el nuevo papel del hombre en la sociedad y muy especialmente del padre en la familia actual.

La función paterna ha sido devaluada progresivamente. Existe un convencimiento social generalizado de que el padre y la madre son intercambiables. El modelo social ideal y dominante ahora es el consistente en la relación madre-hijo. Y el padre se considera prescindible (existe una tendencia generalizada a pensar que los padres no son necesarios para el correcto crecimiento y desarrollo personal de los hijos) o bien solo es valorado y aceptado en la medida en que sea una especie de segunda madre, una “mamá-bis”; papel éste exigido por la sociedad y en muchas ocasiones por las propias mujeres que les recriminan no ser capaces de cuidar, atender o entender a los niños exactamente como ellas lo hacen.

La profesora de estudios de la mujer del Wellesley College, Rosanna Hertz, afirma con rotundidad que los padres simplemente no son necesarios. El núcleo familiar es el constituido por la madre y el hijo. Los hombres en el mundo actual están obsoletos.

En la misma línea, Peggy Drexler, profesora de la Universidad de Cornell, en su libro: “Educando a los niños sin hombres”, mantiene la bondad de criar a los hijos sin la presencia de un padre, por madres solteras o parejas de lesbianas.

La masculinidad/paternidad está bajo sospecha y es tratada con hostilidad. En este ambiente, madres solteras, abandonadas, separadas o divorciadas intentan criar solas a sus hijos, en ausencia absoluta de un modelo paterno, con la creencia infundada de que ellas se bastan y sobran.

Esta incomprensión hacia los hombres y sus especificidades está trayendo una serie de efectos perversos cuyas consecuencias todavía no hemos comenzado a percibir con claridad en España donde las políticas, medidas administrativas y simpatías sociales, siguen dirigiéndose exclusivamente hacia las mujeres; ignorando la profunda crisis por la que atraviesa la figura del padre capaz de provocar un desequilibrio en la sociedad de consecuencias muy graves en un corto plazo si no se toman medidas antes de que sea demasiado tarde.

La importancia del padre en el equilibrio personal de los hijos

Uno de los más destacados sociólogos de Estados Unidos, el Dr. David Popenoe, afirmaba recientemente lo siguiente: “Los padres son mucho más que simplemente los segundos adultos del hogar. Los padres implicados traen múltiples beneficios a los niños que ninguna otra persona es capaz de aportar”.

La poderosa influencia de un padre sobre sus hijos es única e irremplazable. Los estudios demuestran una serie de diferencias cualitativas entre los niños que han crecido con o sin padre. Los niños que se han beneficiado de la presencia de un padre interesado en su vida académica, emocional y personal, tienen mayores coeficientes intelectuales y mejor capacidad lingüística y cognitiva; son más sociables; tienen mayor autocontrol; sufren menos dificultades de comportamiento en la adolescencia; sacan mejores notas; son más líderes; tienen la autoestima más elevada; no suelen tener problemas con drogas o alcohol; desarrollan más empatía y sentimientos de compasión hacia los demás; y cuando se casan tienen matrimonios más estables.

Problemas actuales

1- Ausencia física del padre biológico

Estados Unidos es el país con más madres solas del mundo desarrollado. Según estadísticas recientes, uno de cada tres niños crece sin padre (dos de cada tres, si nos referimos a niños pertenecientes a minorías). Las «familias sin padre» constituyen la tendencia demográfica más perjudicial de esta generación, el daño de mayor gravedad causado a los niños: las investigaciones demuestran que hay 24,7 millones de niños norteamericanos en esta situación (36,3%) un número mayor que el de americanos afectados por cáncer, Alzheimer y SIDA juntos.

El Dr. Wade Horn, fundador de la National Fatherhood Initiative (NFI) afirma que hoy en día 25 millones de niños norteamericanos tienen más posibilidades de ver un padre en la televisión que en su propio hogar.

Aproximadamente un 40% de niños norteamericanos nacen actualmente fuera del matrimonio, lo que normalmente significa muy poca o ninguna relación con el padre biológico.

Según Blankenhorn, en este siglo la sociedad se dividirá prácticamente al 50% en dos grupos diferenciados, no por razón de raza, clase o religión, sino: uno, constituido por aquellos niños y jóvenes que han recibido los beneficios (psicológicos, sociales, económicos, educativos y morales) de la herencia vital de la presencia de un padre implicado en la familia; y otro, formado por aquellos que carecieron de ella.

2. Ausencia psíquica o padre desentendido de la familia

Actualmente, muchas familias sufren el denominado por los psicólogos “síndrome de la función paterna en fuga”: aunque el padre está presente físicamente no ejerce su papel. Por el contrario,

prevalece un matriarcado social y educativo, que perjudica el correcto y equilibrado desarrollo de los hijos al favorecer personalidades individualistas y narcisistas, pues la madre y su función paterna no es por lo general capaz de limitar los deseos de omnipotencia del niño.

La gran pérdida cultural no es del padre en sí mismo, sino de la paternidad como función insustituible y esencial. Sufrimos actualmente lo que David Gutmann denomina la desculturización de la paternidad», cuyo principal y más patente resultado es la fragmentación de la sociedad en individuos atomizados, aislados unos de otros, y extraños a las necesidades y bienestar que demanda la familia, la comunidad y la nación.

3. Padres que desean implicarse, pero no saben cómo ejercer correctamente la paternidad

Asumen modelos de-construidos, afeminados o maternales que no les corresponden y no les satisfacen; actúan como colegas de sus hijos (esto último especialmente en parejas separadas).

La sociedad ha devaluado progresivamente la función paterna y ha rechazado la figura del padre como limitador o instancia de frustración del hijo. El modelo social ideal y dominante es el consistente en la relación madre-hijo. Y el padre solo es valorado y aceptado en la medida en que sea una especie de “segunda madre”; papel éste exigido en muchas ocasiones por las propias mujeres que les recriminan no cuidar, atender o entender a los niños exactamente como ellas lo hacen. Los hijos captan estas recriminaciones y pierden el respeto a los padres a los que consideran inútiles y patosos en todo lo que tenga que ver con la educación y crianza de los niños.

Reina la idea roussoniana de que la dirección y el consejo paterno impiden el crecimiento corporal y anímico del niño. En este clima social imperante el padre siente su propia autoridad como un lastre y su ejercicio le genera mala conciencia, por lo que intenta ir de “amigo” de su hijo en lugar de ejercer la función paterna que le corresponde.

Los padres de parejas separadas o divorciadas que solo ven a sus hijos algún fin de semana, acaban cambiando la relación padre-hijo por una relación de “colegas”. En lugar de ayudar con los deberes o formar en valores llevan a sus hijos de compras, al cine o a cenar.

Los estudios demuestran que en muchos casos los padres divorciados poco a poco van perdiendo el contacto hasta que finalmente dejan de ver a sus hijos definitivamente.

Los perversos efectos de la devaluación de la paternidad

El efecto de la ausencia de padre en la salud y bienestar de los niños es muy negativo. Diversos estudios muestran cómo la carencia de padre está en la base de la mayoría de los problemas sociales actuales más urgentes, desde la pobreza y la delincuencia, hasta el embarazo de adolescentes, abuso infantil y violencia doméstica.

Jóvenes violentos, agresivos, asociales

Existe una relación directa entre la ausencia del padre y determinados problemas sociales actuales de carácter muy grave. Como señala el Dr. Dobson, sin la guía y dirección de un padre, la frustración de los muchachos les conduce a variadas formas de violencia y comportamiento asocial.

Hace treinta años se pensaba que los motivos principales de las conductas conflictivas de los chicos se encontraban en la pobreza o discriminación. Hoy se sabe que la ausencia de padre está en la base de la inmensa mayoría de estas actitudes asociales.

El padre, habiéndose ausentado, física o psíquicamente, no juega ya su papel de “separador” que es el que, precisamente, permite al niño diferenciarse de la madre, y se produce una insana mutua interdependencia. Así, es probable que en la adolescencia el niño utilice la violencia-transgresión para afirmar su propia existencia. Las madres no logran hacerse obedecer e incluso en ocasiones llegan a ser agredidas por un hijo al que no han puesto límites. El niño que ha tenido una relación excesivamente estrecha con su madre, acaba sintiéndose “devorado” por ésta, la ve como un impedimento a sus deseos de autoafirmación y masculinidad y suele reaccionar contra ella con desprecio y agresividad. Gurian advierte de la sólida relación estadística existente entre los niños problemáticos y violentos y los niños sin padre.

En este sentido, señala Cordés, quien busca los motivos de la predisposición hacia la violencia solo o principalmente en factores socioeconómicos se queda en la superficie del problema. Se queda satisfecho con una teoría de socialización de cortos vuelos (H.D. Köning); infravalora el influjo de la familia y el enorme efecto del comportamiento paterno, pasando por alto la influencia decisiva de las relaciones intrafamiliares.

El niño que no ha experimentado el conflicto edípico – chocar con el padre y sus corolarios sociales – tiene muchas posibilidades de lanzarse en su juventud a comportamientos asociales, violentos, agresivos e incluso a tendencias homosexuales. Estos jóvenes no encuentran el límite a su psicología que impone la presencia de la función paterna que les ayuda a interiorizar el sentido de la ley y en consecuencia, como no saben “cómo pertenecer”, roban, agreden y son violentos para ocupar, a la manera primitiva, un territorio.

La negación de la función paterna pone en peligro a toda la sociedad. En ausencia del padre, surge una relación de pareja entre la madre y el hijo que perjudica el equilibrio psíquico de ambos. Una vez adolescentes, muchos de aquellos niños no tienen otro medio de probar su virilidad más que el de oponerse a la mujer-madre, incluso por medio de la violencia. En palabras de Anatrella: “cuando el padre está ausente, cuando los símbolos maternales dominan y el niño está solo con mujeres, se engendra violencia”.

El psicólogo forense Shaw Johnson nos muestra cómo la investigación demuestra que no hay nadie más capacitado para frenar la agresión antisocial de un muchacho que su padre biológico. Algunos trabajos de investigación sugieren que la función paterna tiene una influencia crítica en la instauración y desarrollo de la capacidad de controlar los impulsos en general y el impulso agresivo en particular, es decir, la capacidad de autocontrol. Esta relación entre función paterna y control de impulsos tiene posiblemente un papel importante en las adicciones (Stern, Northman & Van Slyk, 1984). De hecho el 50% de los toxicómanos en Francia y en Italia provienen de familias monoparentales (Olivier, 1994).

Estos niños, luego en la edad adulta tendrán dificultad para ejercer debidamente la paternidad por falta de ejemplos masculinos. Según el sociólogo Peter Karl, los niños que pasan más del 80% el tiempo con mujeres, luego en la madurez no saben cómo actuar como hombres. Estos jóvenes crecen como padres deformados porque a ellos mismos se les privó de un comportamiento paterno ejemplar. Y es absolutamente erróneo pensar que la función materna puede llenar ese vacío. El padre es la “no-madre” que ha de mostrar al hijo cómo funciona el mundo y cómo ha de encontrar su lugar en él. Debe ser el “puente humano” que une al hijo con la vida pública de compromiso y responsabilidad.

Fracaso escolar, problemas de salud física y mental

Según el Dr. Muñoz Farias, los niños que crecen sin una figura paterna, generalmente evidencian trastornos en la adolescencia porque no encuentran una identidad: “Los jóvenes sufren de inseguridad, soledad y depresión, que pueden plasmarse en el fracaso escolar, consumo de drogas vagancia. En definitiva, no tienen la capacidad para controlar sus impulsos y no pueden autorregularse”, opina el psiquiatra infantil.

Varios estudios demuestran que la ausencia del padre, física o simplemente psíquica, puede tener efectos devastadores sobre los muchachos, incluyendo problemas de salud serios, ya que su  sistema inmunológico se ve afectado por el estrés que genera tal situación de desamparo, y ello a pesar de los esfuerzos de las madres en estos casos para compensar las carencias afectivo-educativas desde el ángulo paterno.

Ronald y Jacqueline Angel, investigadores de la Universidad de Texas, publicaron un trabajo en 1993 en el que evalúan los resultados de todos los estudios cuantitativos que analizaron los efectos de la ausencia paterna: «El niño que crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de tener dificultades para controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la presión de sus padres y de tener problemas con la ley. La falta de padre constituye un factor de riesgo para la salud mental del niño.

Datos y cifras de la crisis de paternidad

La mayoría de los datos expuestos a continuación han sido extraídos de estadísticas y estudios realizados en EEUU. La falta de datos en España da una idea del desconocimiento y falta de interés por este grave asunto en nuestro país.

  • Los adolescentes sin padre se embarcan antes y en mayor medida en experiencias sexuales.
  • Tienen mayor riesgo de abusar de drogas como el alcohol y la marihuana.
  • Tienen más posibilidades de sufrir enfermedades mentales y suicidarse.
  • Sufren más proporción de abandono escolar y criminalidad.
  • Estos efectos se agudizan cuando se trata de niños que experimentaron el divorcio de
  • sus padres siendo menores de cinco años.
  • En EEUU, el 29.7% de los niños sin padre y el 21.5% de los hijos de padres divorciados que viven solo con su madre han repetido al menos una vez curso, en comparación con el 11,6 % de los que viven con su padre y su madre biológicos.
  • También acceden menos a la Universidad.
  • Un estudio realizado sobre 156 víctimas de abusos sexuales mostró que la mayoría pertenecían a familias sin padre.
  • La mayoría de los niños con carencias afectivas por parte de su padre sufren problemas de identidad sexual y emocionales, como ansiedad y depresión. En general necesitan más ayuda psiquiátrica.
  • El 80% de los adolescentes en hospitales psiquiátricos provienen de familias rotas.
  • En 1988, un estudio realizado sobre niños de preescolar en tratamiento psiquiátrico en los hospitales de Nueva Orleans descubrió que cerca del 80% provenían de hogares sin padre.
  • Son menos solidarios y empáticos y tienen significativamente menos capacidad intelectual.
  • El 43% de los muchachos en prisión crecieron en hogares monoparentales31. El 72% de los chicos que han cometido algún asesinato y el 60% de los que cometieron violación crecieron sin padre.
  • El porcentaje aumenta cuando se refiere a niños y jóvenes de color.
  • Las alteraciones de sueño, como pesadillas y terrores nocturnos, suelen comenzar entre uno y tres meses desde que el padre desaparece del hogar.
  • Son más agresivos, tienen menos autocontrol y escaso sentido de culpabilidad.
  • El 63% de los suicidios de jóvenes se dan entre muchachos sin padre.
  • El 90% de los niños que se van de casa son de familias sin padre.
  • El 85% de los chicos son desórdenes de conducta provienen de familias sin padre.
  • El 80% de violaciones con violencia son protagonizadas por chicos de padres ausentes.
  • Los chicos sin padre protagonizan el 71% del abandono escolar en secundaria.
  • El 75% de los adolescentes en centros de desintoxicación no conocen a su padre.
  • El 70% de jóvenes internados en reformatorios crecieron sin padre.
  • El 85% de jóvenes en prisión provienen de familias en las que sólo estaba la madre.
  • Un punto interesante de este estudio, es que el impacto de una madre ausente respecto de la variable criminalidad es casi nulo, lo que confirma la especificidad de la figura paterna respecto de la conducta transgresora.

Conclusiones

La crisis que sufren los padres en la actualidad es real, visible, patente, está documentada por estudios, investigaciones y estadísticas, y sus consecuencias son graves para el hombre, para la mujer, para la familia y para la entera sociedad. Si el hombre pierde, perdemos todos.

La función materna y la función paterna no son iguales ni intercambiables. Es indiscutible que el desarrollo emocional de los niños está en directa relación con la cariñosa, educativa, disciplinante e imprescindible interacción constante de ambos progenitores.

Las dos figuras, paterna y materna, son indispensables, para el equilibrado desarrollo de la personalidad y para una correcta socialización. Si falta la alteridad sexual, al niño le faltará lo más esencial para su correcto desarrollo psíquico y las consecuencias estamos solo comenzando a percibirlas.

Los niños necesitan modelos masculinos para convertirse en hombres. A partir de los 7 años los niños prefieren la compañía de hombres. Sin embargo, pasan la mayor parte del tiempo de su vida rodeados de mujeres. Cuando se priva a un joven de un modelo adecuado de masculinidad, aquel en sus actitudes tiende a exagerar los estereotipos machistas porque nunca ha recibido la imagen justa y equilibrada de lo que significa ser hombre.

Los niños necesitan personas que les ofrezcan modelos saludables y virtuosos de conducta. El papel del padre en esta tarea es sencillamente esencial. Si el padre está ausente, el chico buscará sus pautas de vida en protagonistas de series de televisión, videojuegos, o en compañeros de colegio equivocados. Los adolescentes precisan de esta atención paterna aún más que cuando eran pequeños, aunque se esfuercen a diario por demostrar lo contrario y traten de mostrarse independientes y autosuficientes.

Especialmente en la adolescencia, los jóvenes necesitan modelos de referencia, que les acompañen en la aventura de buscar sentido a sus vidas y les trasmitan unos valores que les hagan hombres y mujeres del futuro, fuertes y libres. Un padre preocupado por la educación de sus hijos y su correcto desarrollo personal y social, no sólo beneficia a su hijo sino que se beneficia a sí mismo, pues diversos estudios muestran que los padres implicados en la atención a los hijos adolescentes tienen mayor éxito profesional que los que no lo están.

En cuanto al respeto hacia el sexo femenino, el ejemplo del padre es determinante. Lo mejor que puede enseñar un padre a su hijo es a tratar con delicadeza, cariño y consideración a las mujeres por medio del trato que él mismo de a su esposa. Asimismo, la resolución de los conflictos conyugales de forma calmada y pacífica por medio de un diálogo respetuoso, constituye un ejemplo de incalculable valor para los niños, que aprenderán a descartar el uso de la violencia física o psíquica en situaciones de crisis. Las virtudes que un padre demuestra en la relación con la madre constituyen un ejemplo fundamental para los niños en su trato con el sexo opuesto, especialmente durante su adolescencia.

Estos padres estarán enseñando a sus hijos un modelo saludable y digno de masculinidad.

A pesar de la extendida ausencia física del padre y de la devaluación de la función paterna debida a la crisis de identidad que actualmente sufren los varones, las estadísticas muestran cómo, por regla general, van en aumento las cifras de hombres que desean implicarse junto a su mujer y que además de trabajar fuera de casa han asumido con responsabilidad y compromiso la tarea de criar a sus hijos y colaborar en las tareas del hogar45. Sin embargo, muchos de ellos, aunque manifiestan una clara preocupación por el bienestar y por la educación de sus hijos, no saben cómo ejercer correctamente su papel, muchas veces porque las mujeres les exigen un comportamiento según las pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e incomprensión.

La colaboración de los hombres en el hogar y crianza de los hijos es un asunto de justicia y de igualdad que precisa de soluciones prácticas pero que se inicia principalmente con un cambio de mentalidad, femenina y masculina y de la entera sociedad, más que con normas jurídicas, o planes administrativos sobre la igualdad.

Los varones sufren una fortísima crisis de identidad en una sociedad que les hace creer que lo masculino pertenece al pasado, que ahora es el tiempo de las mujeres (y sólo de las mujeres).

Necesitan reencontrarse a sí mismos y saber qué significa realmente ser un hombre para ubicarse en el lugar que les corresponde. Para ello debemos situarnos tan lejos de las posturas machistas como de las feministas, en busca de un hombre “nuevo” y dispuesto a buscar y lograr el equilibrio entre su desarrollo profesional y familiar; entre su dedicación al trabajo y las labores del hogar; entre su pasión por su profesión y el amor por su familia.

Las soluciones en este sentido pasan por la necesidad de reforzar el papel de los padres en las familias, de los profesores masculinos en las escuelas, y de líderes con valores que sirvan de modelo a estos “niños perdidos”.

En este sentido, es necesario un cambio en la mentalidad femenina. El hombre no es el enemigo a abatir. Por el contrario, es el compañero, el complemento, la diferencia que enriquece y equilibra a las mujeres. Y viceversa. La mujer debe ceder al varón espacios de dominio en el ámbito doméstico, algo a lo que a veces no está muy dispuesta pues le gusta ejercer el control exhaustivo del hogar y de los hijos. Asimismo, debe valorar adecuadamente la colaboración de su esposo.

También un cambio en la mentalidad masculina es inevitable y necesario. El proceso de integración de la mujer en el espacio público es necesario e irreversible. Pero para ello es imprescindible, además de unas políticas sociales adecuadas, que el hombre asuma su corresponsabilidad para que la mujer no acabe sobrecargada por el mercado laboral y las tareas domésticas. Por ello, el gran reto se propone ahora al varón: a éste corresponde redescubrir la familia, entrar en el hogar, ubicarse en su papel de educador de los hijos. Para ello deberá experimentar una transformación radical y vital, adoptar una nueva actitud, una nueva mentalidad, un replanteamiento de sus prioridades. En este sentido la labor educativa en relación con los varones es fundamental desde las primeras etapas escolares.

Y por supuesto, es asimismo preciso un cambio en la mentalidad social, empezando por reconocer la importancia del hombre en el hogar y su papel insustituible como padre en la educación y crianza equilibrada de los hijos. También, desde el punto de vista económico y profesional, con visión de futuro, igual que se están adoptando medidas de apoyo para que las mujeres accedan más a carreras técnicas, se deberían adoptar medidas para que los hombres se integren en los sectores que están en crecimiento: la educación y la sanidad. En este sentido, debemos ser conscientes de la importancia de una correcta educación de los niños y jóvenes en las escuelas desde los primeros ciclos. Tenemos que educar más las habilidades sociales y la inteligencia emocional de nuestros hijos, ámbitos hasta ahora muy marginados y desatendidos en la educación de los muchachos.

Gobierno y Administración llevan años impulsando y promocionando a la mujer con medidas concretas en el ámbito educativo, profesional e incluso personal. Y esto debe seguir siendo así, pero hay que hacer lo mismo también con los varones. Los responsables políticos deberán tomar medidas paralelas y concretas que se adapten a las nuevas necesidades de los hombres, especialmente en su infancia y juventud.

Todo hombre precisa sentirse necesitado, especialmente por su mujer e hijos. Sin embargo, hoy más que nunca se sienten perfectamente prescindibles. No entienden el sentido de su existencia. Si nadie les necesita, entonces. ¿Para qué están en este mundo? Esto no solo les conduce a la frustración y melancolía, sino que también es potencialmente peligroso para toda la sociedad.

En general, van en aumento las cifras de hombres que desean implicarse junto a su mujer y que además de trabajar fuera de casa han asumido con responsabilidad y compromiso la tarea de criar a sus hijos y colaborar en las tareas del hogar45. Sin embargo, muchos de ellos, aunque manifiestan una clara preocupación por el bienestar y por la educación de sus hijos, no saben cómo ejercer correctamente su papel, muchas veces porque las mujeres les exigen un comportamiento según las pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e incomprensión.

Propuesta de medidas

Campañas de concienciación sobre la exclusión social que está sufriendo el padre (especialmente en parejas separadas) y campañas de Reconocimiento social de la labor del padre (diferente, complementaria y equilibradora de la madre).

Es necesaria una campaña de valoración de la figura paterna. La difusión de un nuevo modelo de paternidad moderno, responsable, postpatriarcal y postfeminista, de hombres implicados en las labores del hogar y crianza de los hijos, a la vez que profesionales, pero siempre respetando su estilo masculino de actuación.

No se trata de que se conviertan en “madres-bis” sino de que sean ellos mismos, equilibrando y complementando la acción de la madre en el hogar y crianza de los hijos.

Comprender que el padre biológicamente es un hombre, no una mujer y que, en consecuencia, la forma de cuidar a los hijos y colaborar en el hogar será siempre diferente a la suya; un estilo masculino de actuación que habrá de respetar en todo momento.

Es importante dejar que los hombres colaboren sintiéndose respetados en sus pautas masculinas e actuación. Esto sin duda favorecerá su integración en la vida diaria de la familia, liberará a la mujer de muchas cargas y permitirá la presencia y protagonismo del padre en la crianza de los niños y labores del hogar dando un importante ejemplo a los hijos y favoreciendo el equilibrio de la familia, en la que ambos, hombre y mujer, padre y madre, cada uno a su manera, masculina y femenina, se implican a fondo.

El padre debe comportarse como un padre, no como una madre. Si se sienten valorados, se implicarán en el hogar y corresponsabilizarán en la crianza de los niños además de alcanzar el éxito profesional.

La mujer que simultanea la labor del hogar y su vida profesional es generalmente admirada y recibe reconocimiento social. Con el hombre no sucede lo mismo. Y esto es profundamente injusto.

La colaboración del hombre en las labores domésticas y en la educación de los hijos debe ser reconocida socialmente, pero también y muy especialmente por su mujer, demostrándole admiración, sin críticas, censuras o correcciones constantes. Así se sentirán valorados y colaborarán más fácilmente, sabiéndose necesarios y queridos. Su intervención voluntaria y constante no será más un acto realizado por justicia hacia la mujer, sino fruto del convencimiento personal de que tal labor le ayuda a mejorar como persona y le une más a su mujer y a sus hijos, le enriquece y le proporciona virtudes muy valiosas luego en el ejercicio profesional. De hecho, los padres de familia implicados en la educación y crianza de los hijos suelen ser excelentes profesionales. El cuidado y atención de los hijos hace hombres más plenos y virtuosos. Como afirma, Aparisi, la madurez que los padres adquieren, en términos de trabajo y responsabilidad, simplemente por dedicarse a sus hijos, es un atractivo increíblemente valioso para un líder empresarial con cierta perspectiva de futuro. Los hombres que se tomen en serio su paternidad serán en el futuro los mejores candidatos para cargos de liderazgo político y empresarial.

Campañas de divulgación de la figura del padre “en positivo”: modelos masculinos adecuados de conducta en los medios de difusión (películas, series, vídeos musicales…).

El Dr. Macnamara, tras un análisis exhaustivo de miles de retratos masculinos en los medios de comunicación, encontró que en la mayoría de las ocasiones los hombres aparecen como villanos, agresores, pervertidos y vividores. Mostrando pobres ejemplos de masculinidad para los jóvenes. En muchas series de televisión, el único modelo aceptable de hombre es el afeminado o el homosexual.

Formación de los padres. Nadie nace sabiendo ser padre. Es necesario formarse e informarse. Esta formación debe ir dirigida no sólo a los hombres, sino también a las mujeres para que sean conscientes de que la forma de actuar de un padre no es, ni debe ser, idéntica a la de una madre. Un padre no es una madre-bis, o una madre “defectuosa”. Los padres no necesitan ser “rescatados” de su masculinidad.

También son necesarios programas destinados a ayudar a los padres sin custodia a conectar mejor emocionalmente con sus hijos y mejorar sus relaciones con las madres y mantener relaciones estables y duraderas con su anterior familia en beneficio de los hijos.

Labor educativa con los niños y jóvenes: es importante realizar una considerable labor educativa en este ámbito. No podemos caer en un pre- determinismo biológico y asumir que los chicos “no sirven para esto”. Es asimismo urgente acabar con los estereotipos y prejuicios sociales que impiden a los varones ejercer sus verdaderos derechos a la paternidad y su desarrollo personal pleno en el ámbito familiar. La educación debe y puede influir de forma creativa y enriquecedora en la naturaleza. Por medio del ejercicio de la voluntad, podemos favorecer la creación de hábitos de conducta en los varones, niños y adultos, que favorezcan un cambio gradual de mentalidad y de actitud hacia una colaboración más activa en el hogar y una adecuada valoración de la dedicación a la familia, educar más las habilidades sociales y la inteligencia emocional de nuestros hijos.

Promoción y adecuada valoración de las familias estables: apoyar el reconocimiento social de la estabilidad familiar y prevenir las rupturas mediante cursos de orientación parental.

Para que estas políticas tengan éxito resulta un requisito fundamental favorecer la existencia de matrimonios consolidados y estables48 (las estadísticas demuestran que sólo el 13% de los delincuentes juveniles provienen de familias en las que el padre y la madre biológica están casados.

Por el contrario, el 33% son hijos de padres separados o divorciados y el 44% proviene de padres que nunca estuvieron casados)49. Los estudios muestran de forma reiterada y continua que la relación entre la estructura familiar y la delincuencia es mucho más sólida y relevante que la existente entre raza y criminalidad o pobreza y delincuencia.

El aumento de la fragilidad de las familias comienza cuando un niño nace fuera del matrimonio. Esto se da principalmente en familias que sufren altos índices de pobreza y fracaso académico del niño; problemas que suelen prolongarse en la próxima generación.

Los nacimientos fuera del matrimonio se han incrementado vertiginosamente en los últimos cuarenta años, especialmente entre las minorías y los pobres, los grupos de mayor preocupación.

Hoy, más del 70 por ciento de los niños negros, 50 por ciento de los niños hispanos, casi el 30 por ciento de los niños blancos, y el 40 por ciento de todos los niños nacen fuera del matrimonio, asegurando la persistencia de la pobreza, despilfarran el potencial humano, y el aumento de los gastos del gobierno. La reducción de nacimientos fuera del matrimonio y la mitigación de sus consecuencias debe ser una prioridad de la política social de la nación.

La ciencia social tiene como objetivo iluminar las opciones disponibles para los responsables políticos, promover una mejor comprensión de los problemas sociales y suministrar información fiable sobre los efectos de las posibles soluciones. Y, sin embargo, hasta hace una década, los científicos sociales habían acumulado pocos datos acerca de la maternidad fuera del matrimonio y sus consecuencias para los padres, los niños y las comunidades.

Medidas de conciliación de la vida familiar y laboral para padres. La presencia del padre no tiene porqué ser constante, como tampoco la de la madre, pero hay momentos en los que tiene una especial importancia. Un estudio realizado por el Dr. Blake Bowden, del Hospital Infantil de Cincinnati, sobre una muestra de 527 adolescentes, mostró que aquellos niños cuyos padres desayunaban, comían o cenaban al menos cinco veces a la semana con ellos tenían muchas menos probabilidades de tener problemas en la escuela, alteraciones de conducta o consumo de drogas.

Otra investigación sobre 11.572 adolescentes llegó a la conclusión de que la presencia del padre, temprano por las mañanas, después del colegio y a la hora de la cena y de acostarse, era fundamental para la educación de adolescentes tranquilos y con éxito escolar.

…………

Informe elaborado por María Calvo Charro:

Profesora Titular de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III

Investigadora visitante en la Universidad de Harvard (Massachusets) y

Profesora visitante en la Universidad William and Mary (Virginia)

Autora del libro ‘Padres destronados’, ed. Toro Mítico, 2014

Fuente: https://www.thefamilywatch.org/wp-content/uploads/Informe20151.pdf

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