El aislamiento social y la soledad incrementan el índice de mortalidad, de modo que estas iniciativas son una forma excelente de dar a los adultos mayores lo que su corazón y su mente necesitan.
La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años…, pero la esencia no cambia. El espíritu, la experiencia y la sabiduría son un tesoro que en las antiguas civilizaciones eran motivo de honor y de respeto.
No obstante, la cultura del descarte que hoy vivimos, en la que se idolatra lo nuevo, tanto en lo que se refiere a las cosas como a las personas, nos ha llevado a olvidar a los ancianos en un rincón, a dedicarles poco tiempo y a prestar nula atención a la riqueza que pueden compartir con las nuevas generaciones.
Su mera presencia en la familia y en la sociedad puede ayudarnos a desarrollar virtudes como la generosidad, la caridad, la humildad, la actitud de servicio y la renuncia, el sacrificio y la fortaleza de carácter; virtudes que son indispensables para alcanzar la verdadera felicidad.
El cariño y la compañía de los niños y de los jóvenes son una fuente de vida y alegría para las personas mayores. Es triste el abandono y la soledad que viven muchos en las residencias, pero sentirse un estorbo en casa de sus hijos tampoco es muy agradable.
Existe un lugar donde los adultos retirados y los niños conviven y se hacen la vida más alegre mutuamente. Los mayores resultan excelentes educadores y son una fuente de sincero afecto para los niños, mientras que éstos les dan un nuevo sentido y alegría a su vida.
Esto se logró cuando alguien tuvo la brillante idea de integrar un kínder a una residencia de adultos mayores en Seattle, llamada Providence Mount St. Vincent. Ojalá que este experimento se replique a gran escala, pues sin duda haría al mundo un mejor lugar para vivir.
Otra excelente idea fue abrir las puertas de una residencia de adultos mayores a los estudiantes universitarios que necesitan un lugar para vivir ¡gratis!, a cambio de que éstos dediquen al menos treinta horas al mes a sus vecinos mayores. Eso implica compartir actividades como ver deportes en la TV, celebrar cumpleaños, acompañarlos cuando están enfermos, conversar, leerles un libro; en fin, pasar tiempo con ellos.