Hasta hace unos cuantos meses era difícil imaginar un mundo como el que ahora vivimos. El cambio ha sido, y es, tan brusco y profundo que aún es pronto para entenderlo en toda su dimensión; lo claro es que la pandemia ha representado una transformación en, prácticamente, todos los órdenes de la vida…incluso en la lectura. Ya no es sólo cuestión de qué y por qué leer, sino de dónde, cómo, cuándo.
Más allá de los valores y beneficios que representa la lectura (de los cuales hemos hablado en extenso y que se han multiplicado durante el tiempo de confinamiento) ahora se trata, también, de saber cuáles son las condiciones más propicias a su mejor aprovechamiento y disfrute. Leer lo podemos hacer casi en cualquier lugar, posición, circunstancia, compañía, tiempo; sin embargo, como pasa con toda actividad humana, hay condiciones que la favorecen. Por lo general, estas condiciones se tratan sólo de detalles, aspectos sencillos, fáciles de adoptar y que resultan en grandes beneficios para quien los toma en cuenta.
Por ejemplo, es recomendable alternar la lectura en pantalla con la lectura en papel, y dedicarle más tiempo a ésta que a aquélla; varias investigaciones demuestran que la lectura en papel facilita la comprensión de los textos de no ficción, mientras que la pantalla favorece los de ficción.
Ya sea en pantalla o en papel, la lectura debe tener la iluminación correcta, de preferencia natural en el caso de un texto impreso y con la graduación adecuada de brillo y luminosidad en las pantallas; las inmensas capacidades de los actuales dispositivos permiten su ajuste personalizado, que se traduce en una mayor comodidad y facilita la atención.
Hay que estar a gusto y cómodos, pero no demasiado relajados; tumbarse en la cama o en un sillón puede ser delicioso, pero no facilita una lectura dinámica y menos tomar notas. Se recomienda estar sentado, con el texto o la pantalla a la altura de los ojos, con la cabeza y el cuello en posición recta y los hombros relajados, la espalda pegada al respaldo, las piernas y muslos flexionados a noventa grados y los pies en el suelo.
Es conveniente cambiar de postura a intervalos periódicos y moverse del lugar en el que se está leyendo cada cuarenta minutos, en promedio; se puede hacer una pausa de unos cuantos minutos para estirarse y volver a la lectura.
Hay quienes tienen mayores dificultades para concentrarse y quienes lo hacen con facilidad, pero todos agradecen tener un espacio conveniente; en estos tiempos de confinamiento es difícil encontrar un lugar propio, amplio, silencioso, aislado en las casas convertidas en lugares para vivir, convivir y trabajar; pero basta con que sea limpio, agradable, ordenado para disfrutar de la lectura.
La actividad de leer, ya sea como estudio, trabajo o entretenimiento, pone en juego una serie de procesos mentales como la percepción, la memoria, el razonamiento, la comprensión, que nos mantienen alertas y ejercitan nuestras demás facultades. Si tomamos en cuenta los pequeños detalles que rodean esta gozosa actividad la realizaremos con mayor gusto, provecho y la valoraremos mejor. La actividad compartida a causa de la pandemia puede hacernos dejar atrás, para siempre, frases como: “no está haciendo nada, nomás está leyendo”.