La elección de la carrera profesional es uno de los procesos más complicados por los que atraviesa cualquier individuo. Prácticamente es una decisión que se polariza en blanco o negro, ya que a ojos del joven determinará su futuro: la total felicidad o el inicio de decepciones.
El hecho de vivir en sociedad supone una presión aún más grande. Existen grandes expectativas por todos lados, desde la que ejercen los padres, amigos, las modas laborales del momento y, desde luego, las propias.
El tiempo límite para tomar la decisión causa ansiedad en muchos de los indecisos. Algunos toman vías rápidas sin pensarlo demasiado, como elegir la profesión de sus padres y andar un camino previamente trazado que evitará muchos tropiezos.
Otro grupo es el de aquellos que saben lo que quieren, pero temen escoger alguna carrera por el estereotipo de que “no se gana mucho dinero” en ella.
Más allá de todo lo que rodea la decisión debemos recordar algo obvio: el que la estudiará será el joven, no los amigos o la familia.
Será una decisión que marca una ruptura con entre la educación básica y general, y una especializada con la que sienta afinidad.
Así que invito a hacer un ejercicio a los jóvenes estudiantes de preparatoria en el cual se visualicen en 10 años. Sé que es complicado, que 10 años podrían sonar demasiados, no obstante, lo lejano de la fecha nos ayuda a echar a volar
la imaginación.
En 10 años habrá avances y retrocesos, encuentros y desencuentros, amores y tristezas. En diez años habrá vida. Y debemos pensar cómo nos gustaría que fuera el colofón de aquellos momentos: en los quirófanos salvando vidas, en una oficina diseñando los espacios que enmarcarán la vida o surcando los mares encontrando soluciones que mejoren el planeta.
El genial arquitecto Frank Lloyd Wright
dijo que nadie puede llamarse arquitecto sin tener la capacidad de ver 10 años hacia delante para anticiparse a cómo deben envejecer sus obras y proponer construcciones que no encajen sólo en el periodo actual, sino también en el futuro.
De igual forma, nosotros debemos ser arquitectos de nuestro destino. Tomar las riendas de nuestra vida, con la plena conciencia de que las cosas no saldrán tal cual las pensamos, pero sí que podemos poner una mira y no quitar el ojo del objetivo. Seguro llegaremos a él después de un viaje impredecible.
Veamos hacia adelante, entendiendo que las circunstancias actuales no regirán en el futuro. Ejemplos hay muchos: hoy en día la norma son los coches con gasolina, a mediano plazo la norma serán los
vehículos eléctricos.
Para saber qué nos gustaría estudiar, investiguemos y preguntemos. Seamos curiosos y acerquémonos a aquellos profesionistas destacados para que nos cuenten sus impresiones a fin de ensanchar nuestro campo de visión.
Sólo vivimos una vida, pensemos en el futuro que será nuestro presente durante muchos años por venir.”
Por: Arq. Alejandro Robles Arias
Director de Arquitecturar