Todos cargamos con muchos recuerdos y anécdotas en nuestras vidas. Entre ellos existe un lugar especial para los sonidos que son el soundtrack que acompaña nuestra existencia.
Es increíble cómo el cerrar los ojos mientras escuchamos una canción de hace algunos años nos puede transportar momentáneamente a un punto exacto de nuestra historia.
En muchas ocasiones se jerarquiza lo visual, pero si retiráramos los sonidos entenderíamos el vacío ante el que nos encontraríamos si careciéramos del estímulo auditivo constante que recibimos del entorno.
Esta reflexión nació a partir del lanzamiento del trailer de la película ‘Roma’, de Alfonso Cuarón, merecedora del León de Oro en el Festival de Venecia, un filme basado en los recuerdos de niñez del productor en la Colonia Roma de la Ciudad de México.
Uno de los primeros elementos que resaltan en el corto son los tres sonidos que prácticamente cualquier habitante de la ciudad reconocería: el primero se genera con una señora lavando el piso, donde se escucha el correr del agua, así como el tallado con la escoba. El segundo sonido es el producido por el silbato de un afilador de cuchillos y por último, la famosa campanita que avisa que la basura se acerca.
Estos tres sonidos bastan para trasladarnos a cualquier colonia de la CDMX. Un recurso sumamente efectivo para generar una atmósfera única.
Más allá del filme, existen muchos otros sonidos de nuestra urbe que están tatuados en la memoria colectiva; sin duda podemos mencionar entre ellos el sonido del señor de los camotes cuya máquina de vapor produce un pitido.
Desde luego hay otros sonidos que incluyen las inconfundibles voces de los capitalinos, como cuando el gas llega a la cuadra y anunciaba su presencia con un gran grito de “¡El gaaaaas!” o la famosa grabación de las personas que se dedican a comprar cosas de segunda mano: “Se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda.”
Claro que existen unos menos agradables, como el estruendo del tráfico, pero siempre habrá en las esquinas de la capital mexicana algún vendedor anunciando sus deliciosos tamales oaxaqueños para regresarnos a la calma.
También habrá que hacer mención de aquellos sonidos que se van extinguiendo, como el sonido de un teléfono antiguo y del movimiento de rueda que se utilizaba para marcar.
El hecho de entrar a una oficina del siglo pasado aseguraba escuchar el constante tecleo de las máquinas de escribir, distinto del actual donde predomina el click del mouse.
La tecnología ha desplazado a otros sonidos como el que producían las televisiones análogas cuando había interferencias y se veía la pantalla llena de puntos blancos y negros. En el cine ha dejado de escucharse el sonido cuando comenzaba la proyección una película de celuloide con su famosa cuenta regresiva antes de empezar.
La lista podría ser infinita y más de uno habrá sacado una sonrisa el recordar algo que probablemente ya no sea de uso cotidiano, sin embargo, es una fortuna saber que existen instituciones como la Fonoteca Nacional, que se encargan de proteger el patrimonio sonoro del país.
Se puede acceder a esta experiencia visitando una quinta virreinal del siglo XVIII en Coyoacán, que alberga las grabaciones de discursos de personajes como el General Porfirio Díaz, Albert Einstein o Mahatma Gandhi dándole voz a la historia de México y el mundo.
Crónicas de hechos relevantes, sonidos de la naturaleza, testimonios de lenguas nativas, oficios en peligro de desaparecer y música de todo tipo es parte del material que la Fonoteca Nacional ha rescatado, preservado y puesto a disposición del público mexicano.
Los sonidos son parte fundamental de lo que somos como sociedad y sin duda nos identifican con un momento histórico. Así que detente a pensar en aquello que escuchas, porque seguramente con el correr del tiempo cambiará.