Desde que aparecieron los primeros hombres sobre la Tierra, el proceso de la comunicación humana es el mismo: un simple intercambio de mensajes que se establece entre un emisor y un receptor. Lo que ha cambiado es la sofisticación del lenguaje y las herramientas con las que se transmiten los mensajes.
La efectividad de la comunicación tiene que ver con el nivel del diálogo que establecemos con quien nos escucha o nos ve. Y eso no necesariamente ha mejorado de la prehistoria a la fecha.
Gracias a las nuevas tecnologías, de alguna manera hoy todos podemos ser transmisores de información y de ideas. Somos corresponsales ciudadanos.
El puro hecho de compartir una noticia o un post te convierte en un vehículo para comunicar algo. Que tú no lo hayas diseñado o escrito no te quita la responsabilidad de haberlo compartido, porque al hacerlo, lo avalaste.
Facebook, por ejemplo, se creó con el fin de contactar amigos y conocidos, hoy es una plataforma que se usa hasta con fines políticos. La gente se entera de las noticias por ahí antes de que sean publicadas en el periódico o la TV. Se ha comido en muchos sentidos a los medios electrónicos tradicionales, como la TV, la Radio y la prensa.
Hoy en día, la velocidad es el factor que marca la diferencia.
En las redes sociales, una noticia se difunde a nivel exponencial, a la velocidad de la luz, y eso hace que cuando se transmite en el espacio tradicional de noticias en tele, en prensa, en radio, ya todo el mundo conozca la información.
Si compite en una prueba de velocidad, el medio tradicional pierde. Hoy, el periodismo profesional debe competir en una prueba de fondo, que es la credibilidad.
La razón para que sigan existiendo los medios formales es el darle un contexto a la noticia, el manejarla con rigor periodístico y aportar el análisis de un especialista. Eso es lo que debe aportar un medio tradicional.
Hay mucha mentira en las redes sociales. Si analizamos el efecto que está teniendo la publicación, premeditada o no, de información falsa a través de Internet en temas relevantes, como la forma en que influye en la intención de voto de los ciudadanos o en las decisiones de los políticos, que hoy basan sus promesas y políticas públicas en las tendencias que marcan las redes, nos damos cuenta de la forma en la que las nuevas tecnologías están influyendo en el mundo.
La información compartida en las redes carece en general de rigor periodístico y por ende, hay que poner en tela de juicio su veracidad. Casi todos tenemos acceso a estas y no se puede limitar la libertad de expresión: todos opinan, unos aplauden, otros critican y descalifican. Se presta mucho a que la gente suponga.
¿Se debe regular la veracidad de lo que se sube a Internet?, ¿debe haber un filtro para poder subir lo que se quiera? ¿Es positivo que apliquen sanciones legales a quien sube contenidos que otros consideran impropios?
En lo personal, creo que mientras no se trate de contenidos, actividades o fotografías que pueden dañar a alguien de forma objetiva, cuanto menos censura exista es mejor. El filtro debe ser uno mismo, tanto para lo que recibes como para lo que publicas. ¿Qué quieres comunicar? ¿Para qué? ¿Estás siendo congruente entre lo que eres y lo que proyectas o lo que quieres parecer?
Estamos viviendo la democratización de la información.
Todos somos receptores y emisores, no dependemos como antes de los medios formales. Eso implica una responsabilidad. Hoy todos podemos transmitir información, pero ser líder de opinión es otra cosa.
Un líder de opinión debe reunir tres cualidades:
- Una personalidad agradable, positiva, cierto carisma.
- Credibilidad, si no la tienes, la gente no te compra lo que dices, no te sigue.
- Habilidad para comunicar.
Por más que alguien haya estudiado para ser un líder, si la gente no lo es, no es un líder, porque no tiene poder para mover conciencias.
Si quieres ser un líder de opinión, ¿en cuáles errores no puedes caer?
No se trata de gustar por gustar y acumular seguidores. Por encima de la simpatía está la credibilidad.
- Aceptar un error aumenta tu credibilidad.
- Los errores que no te puedes dar el lujo de tener son la pérdida de compostura y la incongruencia entre lo que dices y lo que haces.
La credibilidad se construye durante años y un solo hecho puede destruirla para siempre. Cuidarla es importante. Eso te hace caer a un nivel del que es difícil recuperar. Y pierdes.
¿Cómo ser un usuario de redes inteligente?
- No hay que temer a la polémica, hay que temer a la falta de argumentos.
- Desarrollar el pensamiento crítico, la conciencia, es el gran reto de la actualidad.
- Profundizar en la información, tenemos un acceso a una cantidad información infinita, pero lo que hacemos es movernos en sentido horizontal, de un tema a otro, en vertical, profundizando en un tema, como se hacía antes cuando la fuente eran los libros.
Inteligencia emocional: las emociones es un punto digno de análisis.
Hay que tratar de llevar el diálogo, sea cara a cara o masivo, al terreno de las ideas, de los argumentos. Si te quedas en el nivel de las meras emociones no convences, no hay nada que discutir, nada que aportar.
Lo más importante es identificar tus propias emociones y las del otro: Hay que tratar de identificar las emociones qué nos mueve de un lado y del otro para poder llegar a un punto en el que te toques. Comunicas mejor si tocas las emociones, pero si te quedas solo ahí, no llegas a ningún lado.
Evitar la opinionitis, el mal de este siglo. No es lo mismo un hecho que una opinión.
Hoy en día se le da demasiado valor a una opinión. Sí, es verdad que todos tenemos el mismo derecho a expresar nuestras opiniones, pero no todas son igual de válidas. ¿Por qué? Porque hay algunas que no tienen fundamento.
La falta de argumentos hace que el nivel de debate sea muy bajo en las redes sociales, extremadamente básico.
¿Qué tan sustentada está tu opinión? ¿Qué tanto investigaste, cotejaste, contrastaste, qué tanto percibes las causas y las consecuencias? Mientras mejor informado estés, más sustento vas a tener y más credibilidad tendrás.
Cuando se está en el terreno de las creencias, obviamente vamos a tener un sesgo, todos lo tenemos. Está bien, siempre y cuando seas consciente de que tienes ese sesgo, de qué piensas, de por qué lo quieres compartir, qué quieres lograr con eso. Ser auténtico, simplemente mostrarte. La gente lo ve, lo percibe, no se trata de ocultarlo ni de manipular. Simplemente decir: yo pienso así, por esto, por lo otro…, eso no es manipular porque no estás engañando a nadie. Tú pones las cartas sobre la mesa y el que quiere las compra y el que no, no.
Generar valor. Cuida que lo que publiques deje siempre algo positivo. No se trata de convertirte en un libro de autoayuda, ni de caer bien, sino de encender en tu interlocutor o tus seguidores al menos una chispa de interés para profundizar en el tema más allá de las creencias; eso es una aportación de gran valor social.
Si se logra establecer un diálogo con intercambio de ideas todo el mundo puede salir enriquecido.