Eufrosina Cruz. De la tradición lo que te acomoda

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Eufrosina Cruz Mendoza es una política zapoteca que ha destacado por su activismo por la igualdad de género y los derechos de las mujeres indígenas. Se atrevió a enfrentar las creencias, usos y costumbres de su comunidad, en Oaxaca, logrando convertirse en diputada local a pesar de todos los obstáculos.

Esta entrevista inicia con una pregunta planteada por la propia Eufrosina:

Eufrosina Cruz: En las redes todos criticamos, pero ¿hasta dónde somos transparentes los ciudadanos para cuestionar, exigir, aportar y cambiar lo que nos duele? ¿Cómo enfrentamos lo que no nos gusta, no solo de la política, sino de eso que se llama vida, de eso que se llama igualdad, pobreza, educación y democracia? La vida se rige por un conjunto de conceptos que determinan nuestras actitudes. ¿Qué estás tú haciendo en tu vida cotidiana para construir o cambiar esos conceptos?

Elena Goicoechea: Para llegar a donde estás, antes tuviste que hacerte oír como ciudadana e involucrarte para lograr el cambio en vez de esperar a que los demás lo hicieran.

EC: Por supuesto, es lo que he intentado hacer en mi vida desde que tengo uso de razón. Fui descubriendo que el espejo en el que me veía reflejada al ver a mi mamá no es lo que quería para mí. Esa desigualdad, esa violencia, la situación de mi hermana que ya es mamá a los doce años, esa vida que tenía frente a mis ojos no es la que quería para mí; entonces empecé a construir un espejo diferente. Eso pasa cuando te das cuenta de que te toca a ti construir, cambiar o arrebatar ese nuevo espejo.

EG: Es interesante lo que dices, porque uno se concibe a sí mismo a través de los otros, los otros son nuestro espejo. Cuando vemos a los demás haciendo algo creemos que debemos hacer lo mismo, y no. Tal vez nos toca ser un parteaguas.

EC: Aquí cabe hablar del tema de los usos y costumbres. El comportamiento y las actitudes se transmiten solo porque así se han venido haciendo, pero hay cosas que no están bien, y que se hayan hecho así por siglos  no significa que deban continuar igual. En mi entorno era normal que las niñas tuvieran que levantarse primero, que se tuvieran que casar, que no tuvieran derecho a votar y mucho menos participar en la asamblea de la comunidad. Cuando preguntaba “por qué”, la respuesta era “porque así es”.

Ese espejo se debe romper, pero si desconoces que eres capaz de construir otro espejo da mucho miedo. Cuando rompes y decides construir un nuevo espejo en el que haya más libertad, más “yo”, te vuelves un problema.

EG: Un problema para el sistema establecido, y es natural, porque romper con lo que existe le causa temor a mucha gente; de ahí viene el rechazo, la agresión y los obstáculos.

EC: Cualquier cambio genera miedo, primero en uno mismo, ya que vas en busca de algo desconocido, pero después en la sociedad. Yo veo que a las mujeres nos tienen miedo porque en el fondo no nos conocen. Cuando tú generas esos cambios te vuelves vulnerable a ese miedo de la sociedad. Te conviertes en la cuestionada, en el blanco de burlas, en la que llaman loca, en la que no piensa… Ese miedo se puede volver tu fortaleza para seguir adelante o en la razón para mantenerte estático. El reto está en romper ese miedo y convertirlo en tu mejor aliado.  Hay que dar ese paso y no
quedarte paralizada.

EG: En pocas palabras: de las tradiciones, las que te acomoden. Suena muy romántico eso de preservarlas, pero no todas son buenas.

EC: Depende de qué se entienda por tradiciones. Para mí, son mi lengua materna, mi vestimenta, los colores, la música, el baile; pero no la violación a los derechos humanos, no esa cotidianeidad de violencia y pobreza. Y no solo hablo de una pobreza de la panza, sino de una pobreza de la mente. No se puede utilizar como argumento a la tradición, la cultura y la costumbre para justificar la injusticia.

EG: La pobreza se ha utilizado, lo mismo que los usos y costumbres de las comunidades.

EC: Han servido para dos cosas, para detener el desarrollo de las comunidades y para invisibilizar a las mujeres, porque así ha sido conveniente. No vale el argumento de que “así se usa en tu comunidad” para que no te permitan hablar ni para casarte a los doce años.

EG: Eufrosina Cruz se ha convertido en un símbolo.

EC: No sé si soy un símbolo, lo que he hecho es arrebatar ese espejo en que vi reflejadas a mi mamá, a mis tías, a mis abuelas, porque no me gustaba, y construí mi propio espejo. Asumí y sigo asumiendo esa responsabilidad. Lo hago con conciencia y con libertad, porque entendí qué es ser mujer, qué es democracia, qué es igualdad. Comprendí que nadie lo iba a construir para mí, así que di el primer paso, para lo cual debí vencer mis propios miedos, los paradigmas, y volverme un problema para mi familia y para mi comunidad. Si no nos convertimos en problema ante una negación, nadie más va a generar las condiciones para cambiarlo.

EG: Por lo que dices, la oposición que has encontrado no solo ha venido de los hombres, sino de las propias mujeres.

EC: Acusamos a los hombres de ser responsables de la inequidad, pero yo no responsabilizo a mi papá de haber entregado a mi hermana en matrimonio a los doce años, porque nadie le había enseñado que su hija también tenía derechos. A los hombres que me negaron la oportunidad de ser presidente de mi pueblo no los responsabilizo, porque nadie les había enseñado que estaba bien que una mujer pudiese ejercer ese cargo y ese derecho. Responsabilizo a esa circunstancia que se ostenta como tradición y costumbre, y a los que sabiendo que está mal prefieren que todo siga igual.

Cuando mostramos que hay otra forma de construir esa libertad y esa igualdad, ambas partes, hombre y mujer, empezamos a avanzar. La igualdad depende de los hombres y de las mujeres, pero más de nosotras, de nuestra decisión para romper nuestros miedos y paradigmas.

Estos cambios de educación deben partir de nosotras mismas, por eso hay que hacernos oír: “Yo quiero ir a la asamblea ¿por qué no me lo permites?” De repente no nos atrevemos a hablar. Como cuando el novio te pregunta qué película quieres ver y respondes “la que tú quieras”. Desde ahí estamos dejando la decisión a la otra parte, pero claro, si no nos gusta, salimos enojadas.

EG: Ahí viene esa parte de la culpa y el chantaje que maneja quien cede siempre.

EC: Pasa que cuando nos dicen “escoge”, con tal de agradar. Acostumbramos dejar la dedición en manos del otro, pero debemos aprender a alternar la responsabilidad. Así se construyen los acuerdos de igualdad para ganar-ganar.

EG: Esto de responsabilizarse de uno mismo también se aplica al ciudadano. Los mexicanos estamos acostumbrados a esperar que nos resuelva la vida el gobierno en turno, creyendo que con sus promesas nos sacará de todos nuestros problemas, y luego resulta que es más de lo mismo. Estamos esperando que el cambio llegue de afuera.

EC: En cualquier sociedad debe haber corresponsabilidad. Estos temas de campaña: “yo te voy regalar”, “voy a subsidiar todo”, generan una sociedad conformista que detiene su capacidad de opinar y decidir, pero sobre todo, de exigir; genera un ciudadano que ya no aspira a soñar, a ser grande. Creemos que ese señor que promete en la campaña nos va a resolver todo y no, estamos en el peor error, nadie nos va a resolver lo que nos duele si no lo hacemos nosotros desde nuestra trinchera, con nuestra capacidad, desde nuestra visión. Por supuesto, acompañado por el Gobierno, pero sin dejar de asumir la propia responsabilidad. ¿Qué aporto yo para cambiar mi historia, para cambiar lo que no me gusta de mi entorno? Asumir corresponsabilidades es el camino.

EG: Lo común es que los políticos prometan para que les demos el voto y ya que están ahí no volteen a ver a los ciudadanos. La mayoría no sabemos ni quién nos representa en el Congreso. Esos canales de comunicación, ¿a quién le corresponde construirlos?

EC: Es un poco de lo que me ha tocado caminar y construir, porque si un político no regresas a su punto de partida, el ciudadano, no lo puede ayudar. Yo no llego a decir qué debe hacer en una comunidad, ya que creo en su propia capacidad. Como diputada lo que me toca es acompañarlos donde los ciudadanos necesiten que lo haga, pero les digo: “ustedes son los que tienen que dar la cara, los que tienen que cuestionar y exigir. Lo que me toca es trazarles el camino para que ustedes lo hagan.” Eso es empoderar a la ciudadanía.

EG: Si es así, no importa que termines ti periodo en noviembre, porque ese papel lo puedes seguir haciendo.

EC: Por supuesto, lo seguiré haciendo desde mis foros, desde mis conferencias, acompañando a las comunidades, porque el ciudadano tiene que ser la voz de su demanda. Más que representantes del pueblo, los diputados debemos ser su guía para que este reclame y cuestione. Podemos abrir espacios para hablar, pero el que tiene que ser visto es el ciudadano, es el que debe tener el poder, lo demás se llama grilla. Por eso ves a los mismos líderes bloqueando Reforma y en otro lado exigiendo vivienda, esto y lo otro.

La actual crisis de los partidos políticos se debe a que las cúpulas no se han acercado a la ciudadanía para darle voz, aunque viven de sus impuestos. El pasado 1 de julio, los ciudadanos les dieron una lección, les dijeron: o reaccionan o habrá cambios. Estoy convencida de que en México la sociedad ya está más informada y es más crítica, no va a dejar que ninguno de los tres niveles de gobierno haga lo que le dé la gana. El voto es su arma para exigir, no fue un cheque en blanco.

EG: Tenemos Eufrosina para rato y eso es bueno para México, pues necesitamos que tu visión se convierta en parte de nuestros usos y costumbres.