Moral o inmoral…

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Roberto Hernández García

Supongamos que nos dan cambio de más en alguna tienda (y como somos gente honrada) al darnos cuenta del error del cajero regresamos a la tienda y devolvemos el dinero.

Esto sin duda es un acto de virtud moral, sin embargo la ética nos obliga a preguntarnos sobre la razón por la cual devolvimos el dinero.

¿Lo devolvimos por temor a que luego el cajero se diera cuenta y nos buscara acompañado de algún policía? Es decir, ¿hicimos el bien por temor al castigo?

Si así fue, según Emanuel Kant (filósofo prusiano), aunque el acto de devolver el dinero es un acto moral (y digno), no se puede calificar como un acto de moralidad superior puesto que no es producto de nuestra libertad autónoma, sino algo que nos hemos impuesto por temor a las consecuencias.

Supongamos ahora que la razón por la cual devolvimos el dinero, no fue el temor, sino el deseo de ser reconocidos, para que los que lo sepan, digan: «¡Pero que honrado eres!».

Pues según Kant, este acto moral es superior al anterior pero tampoco es el acto moral “supremo” porque tiene un fin utilitario (hago esto para obtener aquello; por ello a este tipo de acto moral, él le llamó Imperativo Hipotético).

¿Entonces cuál sería el acto moral supremo en este ejemplo? Pues Kant nos dice que es aquel que hacemos (devolver el dinero) simplemente por ser lo correcto, por amor a la virtud y sin buscar ninguna otra ganancia posterior (el bien desinteresado).

A este acto moral superior, donde el medio y el fin son uno sólo -el bien- lo llama Imperativo Categórico, y me parece uno los puntos más hermosos de la filosofía kantiana.

Así pues, no basta con hacer el bien, sino también es importante juzgar el motive por el cual lo hacemos.

Ahora, ya sé que alguien podría decirme «oye, pero en todas las relaciones humanas se da la búsqueda del beneficio propio, por ejemplo, un jardinero es un medio que utilizamos para alcanzar el fin de tener cuidado nuestro jardín, y es así en todas las relaciones que establecemos con otras personas, ¿entonces todas esas relaciones son poco morales?»

Pues no, Kant nos da una fórmula para reconocer cuando estamos actuando de forma inmoral en nuestra interacción con otros (y es una figura filosófica muy hermosa); él introduce en esta fórmula la figura de “lo humano”.

Me explico: como una fórmula debe tener aplicación universal, Kant propone que aquello que compartimos con toda la humanidad (sin distingo de razas, edades, etc.) es precisamente “lo humano”, entonces lo que va a definir lo moral de las relaciones que mantenemos, es qué tanto RESPETAMOS LA HUMANIDAD que hay en los otros.

Volviendo al ejemplo del jardinero; si le pagamos una tarifa justa por hacernos el jardín -respetamos su humanidad- , aún y cuando sea el jardinero un medio para lograr nosotros un fin, la relación es moral; por el contrario, si aprovechando que el jardinero ya no consigue otro empleo por su falta de preparación, y le pagamos, sabiéndolo, menos de lo deberíamos, nuestra acción es inmoral.

La moralidad/inmoralidad de nuestras acciones y en nuestras relaciones, depende pues del RESPETO DE LA HUMANIDAD de los otros Y DE NOSOTROS MISMOS).

Ayer que releía a Kant, no pude evitar tamizar la política actual a través del filtro de Kant.

Y es que mientras Aristóteles propugnaba por una política basada en la ética, el modelo actual de la política está basado en Maquiavelo, quien aseguró que la ética nada tenía que hacer en la política (y ya ven como nos ha ido con esta idea), y el resultado de analizar las conductas y relaciones humanas de nuestros políticos según las tesis de Kant, pues efectivamente, nos arrojan conductas profundamente inmorales (ojo, no estoy hablando de las ilegales, que esas son otra cosa).

Pensemos por ejemplo, en como los trabajadores de cualquier dependencia gubernamental son obligados (so pena de ser despedidos o «mirados feo») a trabajar para cumplir las ambiciones políticas de sus jefes.

Esto es una falta de respeto total a la humanidad de estos trabajadores, y por lo tanto son relaciones profundamente inmorales; o pensemos en las alianzas políticas ocasionales (que no comparten proyectos o anhelos de bienestar social) sino solamente utilizar al otro para lograr un fin.

Igualmente, relaciones inmorales.

Pero mejor regreso a leer a Kant y a regodearme con su Imperativo Categórico: ¡Haz el bien por el bien mismo!